Templo de Yemayá en Trinidad

Templo de Yemayá en Trinidad
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Institución con sede en Bandera de Cuba Cuba
Templo de Yemaya.JPG
Casa de familia e institución religiosa
Fundación:siglo XIX
Tipo de unidad:religiosa
País:Bandera de Cuba Cuba
Sede:Trinidad, Sancti Spíritus
Dirección:Calle Real del Jigue entre Desengaño y Boca

Templo de Yemayá. Este importante inmueble se localiza a unos pocos metros de la Plaza Mayor, en la Calle Real del Jigue entre Desengaño y Boca, resalta a la vista por el color azul de su fachada por algunos elementos de color blanco, además de la soberbia herrería que protege los muros del patio que colindan con la calle. Su importancia histórica, arquitectónica y cultural, radica en la dualidad de uso al ser templo religioso y casa vivienda a la vez, constituyendo un templo que refleja los valores más genuinos y auténticos de la cultura afrocubana y la identidad local.

Surgimiento y simbolización

El Templo surge según la tradición oral a partir de un enterramiento afro aborigen encontrado en el patio de dicha casa consistente en piedras esferolitas, hachas petaloides, elementos de pesca originales de incalculable belleza, que pertenecieron a esclavos que habitaron la morada en siglos anteriores.

La palabra afro aborigen se debe a que los africanos practicantes encontraron similitud en los elementos que conforman sus prendas con utensilios utilizados por aborígenes que vivieron en esta zona, del grupo de los preceramistas o protoagricultores.

Al acontecimiento anterior se suman la imagen de Yemayá perteneciente a la familia que vive actualmente en la casa, que al comprar la misma se encontraba en uno de los aposentos que sirviera de abrigo a los esclavos. La imagen tenía un estado deplorable por lo que fue sometida a un proceso de restauración por la familia.

Es deslumbrante para los visitantes de este templo afrocubano las pinturas alegóricas sobre los muros de su enorme sala, en su centro descansa sobre una pequeña silla una muñeca de trapo negra o Anaquillé, que se utiliza como símbolo de protección o amuleto.

Esta pequeña muñeca vestida de forma alegórica de color blanco invita a pasar a la saleta donde en una de sus esquinas sobre un pedestal se nos aparece la imagen de Yemayá.

El Anaquillé o muñeca de tela era una forma más de tener como semejanza a un espíritu u Orisha con sus trajes alegóricos, este era representado y tomaba valores religiosos en los altares, representa además una imagen que también participa en las fiestas del Templo, ocupando un lugar importante dentro de la Plaza, recibiendo ofrendas como dulces, flores, frutas, velas al igual que los demás Orishas.

Pinturas alegóricas sobre los muros. La imagen como símbolo

En las paredes interiores de la sala y la saleta aparecen diferentes pinturas alegóricas que simbolizan el sol y la luna en sus diferentes fases, mostrándose el movimiento de las mareas a las que tienen que enfrentarse los pescadores durante su travesía, los peces y las olas son el símbolo del mar.

La fundación del templo según fuentes orales se efectuó en los últimos años del pasado siglo XX por la familia Bravo Vega que actualmente vive en la casa, como su nombre lo indica está destinado a celebrar bailes y cultos como expresión del sincretismo de las cultura trinitarias y africanas.

En la segunda crujía se erigido un altar que tiene la imagen de la Virgen de Regla como símbolo ubicada en su centro con un niño Jesús entre sus brazos, elegantemente vestida de color plateado cubierta con una capa azul de encaje, sobre su cabeza descansa la elegante corona de piedras incrustadas, en sus pies descansa la base que asemeja al mar con sus arrecifes, caracoles y otros elementos que guardan relación con la figura. Su origen está en la religión católica, reconocida como Yemayá en la religión afrocubana.

Significación del canastillero, la mesa espiritual y el caldero de guerreros

Originalmente los canastilleros eran escaparates del siglo XIX que se adaptaban para colocar de forma ordenada y lógica los receptáculos de los Orishas, así como sus atributos, en los siglos XIX y XX se utilizaron las vitrinas y alacenas donde los negros libertos y criollos guardaban sus Orishas en ánforas y porcelanas burlándose así de la iglesia existente en la época.

El canastillero del Templo es un pequeño armario de madera preciosa con puerta de cristal dividido en diferentes partes en cada una de las cuales se observan las porcelanas y elementos alegóricos de la santería, encima de cada una de ellas aparece el collar representativo de su Orisha, dentro se guardan piedras y caracoles que son elementos animistas, alegóricos al Orishas de los fenómenos naturales.

En la vivienda sede del Templo se mezclaron desde siglos anteriores culturas y religiones de diferentes épocas, desde la etapa esclavista hasta el espiritismo que según fuentes orales proviene de Estados Unidos de América.

En representación de ello y ocupando un lugar importante dentro del Templo aparece la mesa espiritual que posee siete copas de aguas que permanecen llenas y detrás de ella un crucifijo. El número siete según los relatos orales es porque es un número cabalístico que significa las siete potencia africanas.

Ocupa otro lugar importante dentro del Templo el caldero de los Guerreros, en este habitan de forma figurada los Orishas Oggún y Ochosi, en su interior posee diferentes elementos elaborado con hierro que identifican estos santos guerreros como cadenas, cabalgatas (Herraduras), leños, machetes que son de origen congo y simbolizan la fuerza anímica de Zarabanda sincretizado en Cuba por San Pedro o San Felipe Santiago.

Bailes y ceremonias del Templo

En el Templo se realiza la fiesta el 19 de marzo de cada año y los días en que cada ahijado cumpla aniversario de iniciado. Este día simbólicamente es considerado como el inicio de la primavera, de la época de lluvia, reuniéndose en el templo un número considerable de religiosos y creyentes para rendirle culto y tributo a la imagen de Yemayá con sus cantos y plegarias.

La ceremonias religiosas son preparadas, elaboradas y prolongadas, la más importante incluye una plaza o banquete que no es más que la representación de los atributos que se ofrecen a los Orichas como viandas, frutas de todo tipo, dulces caseros como el coco, la malarrabia que se elabora con coco boniato y melado, el vino de chequeté que se elabora con naranja y mieles, también bolas de gofio, maní, maíz tostado, raspadura, caramelo de azúcar, dulces de harina cubiertos de merengue y golosinas de distintos tipos que son repartidas entre los creyentes y participantes una vez culminada la fiesta (bembé), algunos de estos dulces se ofertan a los dioses en la montaña, el mar, los caminos, la Ceiba entre otros.

La plaza se realiza cuando una persona se inicia en santo o cuando cumple aniversario, al ocurrir lo primero entonces el santo iniciado en su propia persona busca todo tipo de frutas para ofertar a todos los Orishas en su agradecimiento.

Detrás de la enorme plaza se coloca el trono o pedestal donde se ponen los Orishas con sus trajes de gala, apareciendo de forma simbólica las prendas colocadas en sus debidos lugares se cubren con un pañuelo con el color representativo del santo, en el centro el santero que realiza la fiesta coloca el santo que recibió con los demás en su orden. Se ambienta la parte trasera de la plaza de forma simbólica con la representación del monte con sus plantas caracterizándose por su gran belleza y creatividad.

Las ceremonias son nocturnas y se amenizan por el toque de tambor (Bembé) en ocasiones se realiza con los tambores de fundamentos que es capaz de producir un sonido fuerte y agudo, escuchado incluso en lugares muy distantes del templo, el toque a los Orishas se realiza siguiendo un orden lógico comenzando por Eleggúa considerado el Orisha mayor, el que abre y cierra los caminos, luego le siguen los demás, cerrando la ceremonia con otro toque a está figura.

Cuando se le toca a un Orisha determinado al comenzar el toque del tambor los santeros que lo han recibido en santo saludan los tambores, le brindan ofrendas y saludan además a los hermanos de religión. Luego santeros y creyentes danzan y bailan al compás de los toques que se efectúan unos tras otros para homenajear a los dioses Orishas.

Luego el sacerdote principal llamado santero invoca a los espíritus y dirige las ceremonias, en los bailes y a través de los cantos son llamados los Orishas donde el creyente ya sea santero o aleyo puede desarrollar una relación especial con un Orisha determinado que puede poseer el cuerpo de aquel durante el culto, realizando sus bailes, saludando a los presentes, realizando limpiezas, emitiendo frases en su lenguaje peculiar.

Ante de celebrar las fiestas con el toque del tambor se sacrifican animales durante los rituales es un acontecimiento común para dar de “comer a los santos” esto se realiza por los santeros seguidores y conocedores de la santería, dirigidos por un santero mayor “Obba”.

La ofrenda al Ikú

El Ikú o muerto del patio es una ceremonia que realizaban los antepasados y que se revitaliza en la actualidad en cada fiesta que se realiza en el templo, su objetivo desde épocas pasadas era rendir tributo a los espíritus que según ellos tenían los terrenos (todas las partes de la casa incluyendo el patio) o familiares ya fallecidos, en este acto se hacen ofrendas dedicadas ha ellos que incluyen comidas, ajiaco criollo con una cabeza de puerco, bolas de maíz, frijoles, bebidas criollas que incluyen el aguardiente y vinos caseros.

En el caso del templo de Yemaya la ofrenda al muerto del patio se realiza con estas características y se ubica en uno de los lados del patio donde forma un ángulo la pared de 900 este sitió se adorna con velas que según los creyentes sirve para iluminar el camino de los espíritus se le ponen tabacos, las banderas del Ikú que en tiempos pasados se confeccionaban con telas de ensaladillas a manos por las negras esclavas hoy se revitalizan y aparecen armonizando este espacio, donde el color rojo simboliza la vida y el negro la muerte, no podía faltar en esta ofrenda el palo religioso o paracatú como también se le llama, el cual se adorna con cintas y cascabeles y se golpea contra la tierra por el santero para invocar los espíritus.

En el centro aparece una teja criolla en cuyo reverso tiene dibujado cuatro cuadrantes con pintura blanca y en cada uno de ellos se dibujan signos característicos con rasgos africanos o firmas, siendo esta atribuida al culto a la teja criolla del caballete (techo) de la vivienda.

La misa criolla o espiritual

En Este caso se realiza el mismo día que se va ha realizar el toque del tambor, siempre se efectúa en horas del mediodía, frente a donde se va ha celebrar la misa aparecen en forma de altar la imagen de Jesús crucificado y varios recipientes de cristal con agua clara y potable agregando velas, creándose un sincretismo popular similar a la mesa cristiana.

La misa espiritual se realiza antes de realizar cualquier ceremonia religiosa, tambor, consagración o simplemente en recordación de algún antepasado (muerto). En ella se invoca los espíritus con plegarias, que son cantadas por las personas presentes en ella, creándose una armonía y ambiente místico, durante ella algunas personas reciben el espíritu de los muertos y hablan en su propia persona.

Este espiritismo se caracteriza como de mesa, trayendo en Cuba una nueva imagen de interpretación, mezclado con lo criollo, el espiritismo medieval y el de Allan Cardee, estas manifestaciones se realizan en un ambiente de armonía popular, manteniéndose hasta nuestros días.

A un costado del altar espiritual se coloca un monumento en el cual aparece algunos atributos encontrados en la casa en un enterramiento de tiempos pasados se muestra una copa o recipiente con agua y dentro de ella una piedra esferolita o perla de la tierra como también se le llama, esto simboliza el nacimiento de la vida que es a través del agua, la energía positiva, la fuerza del agua, a un lado como en reposo se observa una cola de caballo o lukere que simboliza la eternidad, ya que el pelo es la materia positiva que no muere que se mantiene en la tierra en símbolo de eternidad y se utiliza para limpiar las impurezas corporales .

La procesión

La procesión de Yemayá se realiza una vez al año cada 7 de septiembre día en que cumple aniversario la Virgen de Regla, el templo organiza la misma, esta se ha convertido en una tradición local con el decursar del tiempo y ha formado parte del patrimonio cultural trinitario.

Antes de sacar la imagen de Yemayá en procesión por la ciudad existe un proceso preparativo dirigido por el santero principal, sus ahijados y creyentes. Lo primero que se hace es desmontar cuidadosamente la virgen del altar original situado en una esquina de la saleta de la casa, la imagen se limpia cuidadosamente, se viste con traje elegante característico de esta Orisha, se perfuma y se coloca en su sanda o trono con flores, se ubica entonces lista para salir frente a la puerta principal allá los fieles le rinden tributo con velas, flores, dinero, algunas reliquias como sortijas, cadenas y amuletos.

La imagen después de ser rezada cristianamente se carga en hombros por fieles y devotos dentro del templo para iniciar su recorrido por las calles de la ciudad, realizando una parada muy breve, frente ha la iglesia católica, ubicada en la Plaza Mayor, éste no siempre es el mismo recorrido a veces se incluye la manzana ubicada frente al templo y en otras ocasiones saliendo por la calle Real para bordear toda la Plaza Mayor, retornando a través de la calle antes mencionada. Detrás de la imagen de la Virgen marchan los tambores y luego detrás de ellos los creyentes con velas en manos coreando al compás de los tambores en toda su trayectoria las plegarias religiosas dedicadas a la Virgen de Regla o Yemayá.

Delante de la procesión el santero de la casa templo con su traje característico y los atributos de Yemayá y con un bastón apoyado sobre su mano derecha marca el paso de la misma y dirige el recorrido a través de las calles de piedra.

Cuando la virgen retorna al templo al finalizar su recorrido por las calles, se coloca frente a él, se recibe con un toque de tambor y es colocada cuidadosamente sobre el piso para ser venerada por los creyentes, los cuales ponen frente a ella las velas portadas durante la procesión, algunos besan su manto o simplemente se ponen de rodilla frente a ella para pedirle cualquier deseo.

La procesión de Yemayá forma parte importante del patrimonio cultural local como también lo son las de Santa Bárbara y San Lázaro, constituyendo un acontecimiento trascendental donde con escasos recursos se mantienen el arraigo a la religión.

Evolución histórica constructiva de la vivienda

La vivienda se ubica en el centro histórico, antigua calle Real del Jigue, entre Desengaño y Boca, dentro un entorno puramente colonial caracterizado por inmuebles levantados entre los siglos XVIII y XIX, muy cerca de la Plazuela del Jigue que sirviera para celebrar la primera misa de navidad, en 1513 y la Plaza Mayor considerada como una de las más auténticas, bellas y encantadoras de la ciudad.

Este inmueble no puede considerarse dentro de la casa trinitaria temprana que caracterizó la arquitectura doméstica local, conformada estructuralmente por dos crujías paralelas a la calle, compartimentadas y con patio solar al fondo, característico de la casa diesiochochesca, se localiza en la segunda mitad de este siglo donde posteriormente sufrió un proceso de ampliación utilizando para ello la profundidad del solar, incorporándose nuevas habitaciones.

Por documentos que obran en el registro de propiedad solamente aparece una primera y única inscripción fechada el 1ro de Agosto de 1892, que fue adquirida por José Antonio Sánchez e Iznaga, vecino de esta ciudad y de profesión hacendado, quien a título de compraventa adquiere la casa que era propiedad de Doña Concepción Iznaga y Hernández quien se acreditaba como única heredera desde el 1ro de enero de 1880.

Más adelante encontramos otro documento relacionado con la adquisición del patio ubicado en el lateral izquierdo de dicho inmueble, fechado el 10 de agosto de 1892 por donde refleja que ya el dueño de la casa lo adquirió mediante un título de compraventa por el valor de 1500 pesos oro, con una extensión de 311 metros cuadrados, considerado como uno de los más hermosos y floridos de la ciudad que tenía en su fondo una ruina de una antigua edificación que daba a la calle de Peña, que antiguamente fuera el edificio de gobierno.

Fuentes orales nos atestiguan que después de haber habitado el inmueble José Antonio Sánchez Iznaga y Francisca Sánchez, luego de su muerte el 15 de septiembre de 1898, seis años después de haber adquirido como propiedades la casa y el patio, vivieron en ella la familia Portieles y más tarde Manuel Ruedas trabajador del antiguo juzgado ya fallecido, posteriormente entra a vivir en ella la familia Bravo Vega que llega hasta nuestros días.

Cambios de Uso

Aunque no se precisa la fecha exacta de fabricación de la casa en el siglo XVIII, desde los inicios fue destinada para vivienda y no fue hasta finales del pasado siglo donde sus propios moradores al tener en su poder la figura de la Virgen de Regla (Yemayá) decidieron entonces cambiar el destino de la antigua edificación familiar oficiándose como casa templo de Yemayá.

Descripción arquitectónica

Es un inmueble del siglo XVIII situado al lado de una casa esquinera, totalmente construido de mampostería, en su parte trasera colinda con el callejón de Peña donde existen restos constructivos de una antigua edificación de alto y bajo, situado muy por debajo de la actual nivel del inmueble y el patio objeto de estudio, sobre la cual se han construido nuevas viviendas.

Esta casa estuvo marcada con el número 23 antiguo, hoy con el número 59, enclavada en un solar que posee una dimensión de 207 metros cuadrados, con un patio-solar que se sitúa en la parte izquierda de 311 metros cuadrados, lindaba por la derecha, con la casa de los herederos de Don Antonio Masiani y Doña Monserate de Lara Cantero, por la izquierda con otra vivienda de Doña Concepción Iznaga y Hernández, su frente coincide con la calle Real.

La puerta accede a la primera crujía, que comprende a sala y aposento, esta comunica a la segunda crujía a través de un vano adintelado enfrentado a la puerta de entrada, y comprende de una saleta y aposento, situado a un nivel inferior con relación a la sala. Luego dos vanos se abren para dar lugar a la galería que comunica al inmueble con el patio, a todas las partes se accede a través de puertas de diferentes tipos algunas de ellas desaparecidas. En el sentido del patio y paralelo a los aposentos aparecen otros dos espacios construidos destinados para el baño y la cocina.

En el siglo XIX con las transformaciones que sufrió el inmueble sobre el techo plano que cubre la galería y las dos últimas construcciones realizadas que conllevaron a que adoptara la tipología en forma de L, siendo infiel ejemplo de la culminación de la evolución de la arquitectura domestica colonial se construyeron habitaciones en la planta alta en donde se accedía a través de una escalera; hoy solo quedan restos observables por la caída de los muros.

Por su tipología la casa posee características del siglo XIX, compuesta por dos crujías paralelas a la calle, una galería en la parte trasera con tres arcos de medio punto, que en el pasado se vistieron lujosamente con hermosos vitrales multicolores, en su fondo se observan restos constructivos de otros tres arcos que la dividen del traspatio donde ahora se encuentran otras construcciones.

Fachada

La fachada se estructura de izquierda a derecha por ventana-puerta-ventana, las ventanas son de hierro forjado y descansan sobre poyos que sobresalen sobre el nivel del muro hacia la calle en forma rectangular, con un guardapolvo de hierro que termina en una corona, el portón de acceso principal es tableros lisos pintados de blanco que se abren en forma de libro hacia adentro.

El uso del color en la fachada es muy llamativo al combinarse el azul con el blanco que poseen las columnas adosadas a la entrada y el muro que protege el patio por el lado izquierdo en la calle, esta singularidad hace que sea una de la casas más elegantes y distinguidas del entorno histórico arquitectónico.

También aparecen en esta fachada colonial una antigua farola a su izquierda utilizada para iluminar la calle, característica de mediados del siglo XIX cuando la ciudad se iluminó con el gas carburo.

Referencia

  • José Antonio Pérez Menéndez. El Templo de Yemayá un mito de la cultura afrocubana en Trinidad. Museo de Arqueología. Trinidad, 2009.
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