Wallis Simpson

Wallis Simpson
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Duquesa de Windsor
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Nombre real Bessie Wallis Warfield
Nacimiento 19 de junio de 1895
Pennsylvania
Cónyuge/s Eduardo VIII del Reino Unido
Padre Teackle Wallis Warfield
Madre Alice Montague

Wallis Simpson. Fue una socialité estadounidense que se casó en terceras nupcias con el príncipe Eduardo, duque de Windsor, quien antes de su matrimonio había sido Eduardo VIII, rey del Imperio británico y emperador de la India. Al morir el Duque, la Duquesa se recluyó y rara vez volvió a ser vista en público. Su vida privada fue la fuente de múltiples especulaciones y todavía sigue siendo una figura controvertida en la historia británica.

Síntesis biográfica

Nació el 19 de junio de 1895. La pequeña llegó al mundo precedida por el escándalo, como hija ilegítima de los descendientes de dos familias acomodadas de Baltimore. Sus padres no estaban casados, y él además padecía tuberculosis, lo que le llevaría a morir un año después sin poder darle un beso a la niña por temor a contagiarla. Curiosamente, Wallis no fue bautizada, un hecho que hubiera servido para anular todos sus matrimonios religiosos, aunque eso tampoco la habría ayudado a ganarse las simpatías de la familia real británica. Junto a su madre viuda recibió el apoyo de algunos parientes ricos.

Infancia

En sus primeros años, Wallis y su madre dependieron de la caridad del hermano rico de su padre, Solomon Warfield Davies, presidente y fundador de la Continental Trust Company. Inicialmente vivieron en la gran casa que Solomon compartía con su madre, en el 34 de East Preston Street.

Su tía Bessie Merryman quedó viuda en 1901 y al año siguiente Alice y Wallis se mudaron a su mansión en el 9 de West Chase Street, en Baltimore. Alice se casó nuevamente en 1908, con John Freeman Rasin, Jr., hijo de un prominente miembro del Partido Demócrata de los Estados Unidos. El 17 de abril de 1910, Wallis fue confirmada en la Iglesia Episcopal de Cristo en Baltimore y de 1912 a 1914, Solomon Warfield pagó por su asistencia a Oldfields School, la escuela de niñas más cara de Maryland.

Allí trabó amistad con la heredera Renée du Pont, hija del senador T. Coleman du Pont, de la familia du Pont, y con Mary Kirk, cuya familia fundó Kirk Silverware. Un alumno becario en una de las escuelas a las que asistió recuerda: «Era brillante, más brillante que todos nosotros. Tomó la decisión de ir a la cabeza de la clase y lo hizo». Wallis siempre estaba impecablemente vestida y se presionaba bastante para hacer bien las cosas. Quienes la conocieron en su infancia la describen como una niña alegre, precoz en todo y fascinada ya desde entonces por la moda y la alta sociedad.

Primer matrimonio

Cuando viajó a Florida para pasar un temporada con su prima Corinne y el marido de ella, teniente del ejército. En la base militar conoció a su primer marido, Earl Winfield Spencer Jr., un piloto que parecía tenerlo todo, incluida una gran fortuna.

Tras la boda, el matrimonio se convirtió en un infierno marcado por los celos, las infidelidades y el carácter violento de él. La pareja se separó y se reconcilió innumerables veces y Wallis, mientras tanto, vivió distintas aventuras con diplomáticos, como un príncipe italiano o el secretario de la embajada argentina del que se separó clavándole las uñas en la cara tras enterarse de que él estaba con otra.

En 1923 se inició uno de los episodios más oscuros de su vida. Aprovechando que su marido estaba destinado en China, empezó a trabajar para el servicio secreto americano llevando documentos clasificados. El país asiático se encontraba en plena guerra civil y ella llegó dispuesta a salvar su matrimonio. En efecto, se produjo la enésima reconciliación, pero su marido, la introdujo en los burdeles de Hong Kong, donde aprendió lo que años después un polémico informe de la inteligencia británica calificaría como "prácticas perversas".

El matrimonio, sin embargo, no tardó en romperse otra vez cuando él la abandonó por un joven pintor. Aún así, ella permaneció en China espiando para los rusos, según algunos, involucrada en el tráfico de drogas, según otros, jugando en los casinos para acaudalados hombres de negocios que la mantenían. Hubo, por supuesto, más amantes en esta época, como el fascista Galeazzo Ciano, que llegó a ser ministro con Mussolini, y del que se quedó embarazada. El aborto fue el origen de innumerables complicaciones y Wallis ya nunca pudo tener hijos.

Segundo matrimonio

Para el momento en que su matrimonio con Spencer fue disuelto, Wallis ya se había involucrado con Ernest Aldrich Simpson, un ejecutivo de transporte marítimo anglo-estadounidense y excapitán de la Guardia Coldstream. Simpson se divorció de su primera esposa, Dorothea —con quien tuvo una hija llamada Audrey—, para casarse con Wallis Spencer el 21 de julio de 1928, en la Oficina de Registro de Chelsea, Londres. Wallis le había telegrafiado que aceptaba su propuesta de matrimonio desde Cannes, donde se alojaba con sus amigos, el señor y la señora Rogers.

Los Simpson se instalaron temporalmente en una casa amueblada con cuatro criados en Mayfair. En 1929, Wallis navegó de regreso a Estados Unidos para visitar a su madre enferma, que en ese momento estaba casada con Charles Gordon Allen. Durante el viaje, las inversiones de Wallis se hicieron polvo en el crack de Wall Street y su madre murió sin un centavo el 2 de noviembre de 1929. Wallis regresó a Inglaterra y como el negocio naviero continuaba boyante, los Simpson se mudaron a un apartamento grande con una plantilla de criados.

A través de su amiga, Consuelo Thaw, Wallis conoció a Lady Thelma Furness, hermana de Consuelo y en ese entonces amante de Eduardo, príncipe de Gales. El 10 de enero de 1931, Lady Furness presentó a Wallis con el Príncipe. Eduardo era el el hijo mayor del rey Jorge V y la reina María, y heredero al trono británico. Entre 1931 y 1934, se reunió con los Simpson en diversas fiestas y Wallis fue presentada en la corte. Ernest comenzaba a tener dificultades financieras, ya que vivían fuera del alcance de sus medios y por ese motivo tuvieron que despedir a su personal.

Relación con Eduardo, Príncipe de Gales

Wallis Simpson y Eduardo VIII.

En diciembre de 1933, mientras Lady Furness se encontraba en Nueva York, supuestamente Wallis se convirtió en amante del príncipe. Eduardo lo negó ante su padre, a pesar de que su personal llegó a verlos juntos en la cama, así como a encontrar «evidencia física de un acto sexual».Wallis pronto derrocó a Lady Furness y distanció al Príncipe de una antigua amante y confidente, la heredera anglo-estadounidense de textiles Freda Dudley Ward.

Para 1934, Eduardo estaba perdida e irremediablemente enamorado, encontraba atractivas sus maneras dominantes y la abrasiva irreverencia hacia su posición; en palabras de su biógrafo oficial, se convirtió en «servilmente dependiente» de ella. De acuerdo con Wallis, fue durante un crucero en 1934, en el yate privado de Walter Guinness, primer barón de Moyne, llamado Rosaura, que ella se enamoró de Eduardo. En una velada en el palacio de Buckingham, Eduardo la presentó a su madre, lo que causó la indignación de su padre, principalmente a causa de su historia marital, ya que los divorciados generalmente eran excluidos de la corte. Eduardo cubría a Wallis con dinero y joyas, y en febrero de 1935, y más tarde ese mismo año, vacacionó con ella por Europa. Los cortesanos estaban cada vez más alarmados porque el romance empezó a interferir con las actividades oficiales del Príncipe.

En 1935, el jefe de la Sección Especial de la Policía Metropolitana de Londres dijo al Comisionado de la Policía Metropolitana que Wallis también tenía un romance con Guy Marcus Trundle, que «se decía era empleado de la Ford Motor Company». Los informes se hicieron públicos por primera vez en 2003. La afirmación sobre un romance, sin embargo, es puesta en duda por el capitán Val Bailey, que conocía bien a Trundle y cuya madre tuvo un romance con este durante casi dos décadas, y por la historiadora Susan Williams.

Abdicación

El 20 de enero de 1936, Jorge V murió y Eduardo subió al trono como Eduardo VIII. Al día siguiente, rompió el protocolo real al ver la proclamación a su ascenso al trono desde una ventana del palacio de St. James, en compañía Wallis, que a la sazón permanecía casada. Cada vez era más evidente para la Corte y los círculos gubernamentales que Eduardo tenía la intención de casarse con ella. El comportamiento del Rey y su relación con Wallis le volvió impopular con el Partido Conservador, que dirigía el gobierno británico, y angustiaba a su madre y su hermano. A pesar de que los medios británicos de la preguerra se mantenían respetuosos para con la monarquía y no se publicaban historias sobre el romance en la prensa nacional, los medios de comunicación extranjeros informaron ampliamente de la relación.

El monarca del Reino Unido es también el Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra —al momento de la propuesta de matrimonio, y hasta el año 2002, la Iglesia de Inglaterra no permitía que se volvieran a casar las personas divorciadas cuyo excónyuge seguía vivo—. En consecuencia, si bien no había una barrera impuesta por la ley civil para que Eduardo se casara con Wallis, la posición constitucional era que el rey no podía casarse con una divorciada y permanecer como rey —de hacerlo entraría en conflicto con su papel de Gobernador Supremo—.Por otra parte, el gobierno británico y los gobiernos de los dominios estaban en contra de la idea del matrimonio entre el Rey y una divorciada estadounidense por otras razones. Ella era percibida por muchos en el Imperio británico como una mujer de «ambición ilimitada»,que perseguía el Rey por su riqueza y posición.

Wallis le había presentado ya una demanda de divorcio a su segundo marido y la sentencia condicional fue concedida el 27 de octubre de 1936. Su relación con el Rey era del dominio público en el Reino Unido a principios de diciembre. Wallis decidió huir del país en el momento que estalló el escándalo y fue llevada al sur de Francia en una dramática carrera por escapar de la prensa. Por los próximos tres meses, fue sitiada por los medios de comunicación en la Villa Lou Viei, cerca de Cannes, la casa de sus amigos Herman y Katherine Rogers.

De nuevo en el Reino Unido, el rey consultó con el Primer Ministro, Stanley Baldwin, sobre una manera de casarse con Wallis y mantener el trono. El rey propuso un matrimonio morganático, donde el Rey seguiría siendo rey, pero Wallis no sería la reina, pero esto fue rechazado por Baldwin y los primeros ministros de Australia y Sudáfrica. Si el rey llegara a casarse con Wallis en contra del consejo de Baldwin, el Gobierno estaría obligado a dimitir, causando una crisis constitucional.

En su escondite en el sur de Francia, Wallis fue presionada a renunciar al Rey por Peregrine Cust, sexto barón Brownlow, Lord en Espera del Rey. El 7 de diciembre de 1936, Lord Brownlow leyó a la prensa la declaración de Wallis, la cual había ayudado a redactar, y que indicaba la disposición de Wallis de renunciar al Rey. Sin embargo, Eduardo estaba decidido a casarse con Wallis. Como la cuestión de la abdicación cobró fuerza, John Theodore Goddard, procurador de Wallis, declaró que: «su cliente estaba dispuesta a hacer algo para aliviar la situación, pero el otro extremo de la cancha [Eduardo VIII] estaba decidido». Esto aparentemente indicaba que el rey había decidido que no tenía más remedio que abdicar si quería casarse con Wallis.

El rey firmó el Instrumento de abdicación el 10 de diciembre de 1936, en presencia de sus tres hermanos sobrevivientes, el duque de York —que ascendería al trono al día siguiente como Jorge VI—, el duque de Gloucester y el duque de Kent. Leyes especiales aprobadas por los Parlamentos de los dominios finalizaron el proceso de la abdicación de Eduardo al día siguiente y en el caso de Irlanda un día después. El 11 de diciembre de 1936, Eduardo emitió una declaración pública, que decía:

Todos ustedes conocen las razones que me han inducido a renunciar al trono. Quisiera hacerles comprender que, al tomar esta resolución, no he olvidado en absoluto al país o al Imperio, a los cuales, primero como príncipe de Gales y más tarde como Rey, he dedicado veinticinco años de servicio. Pero pueden creerme si les digo que me ha resultado imposible soportar la pesada carga de la responsabilidad y desempeñar mis funciones como Rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo.

Eduardo partió de Gran Bretaña a Austria, donde permaneció en el castillo Enzesfeld, la casa del barón y la baronesa Eugen y Kitty de Rothschild. Tuvo que permanecer alejado de Wallis hasta que no hubiera peligro de comprometer la concesión de un decreto absoluto en el proceso de divorcio. Cuando el divorcio se resolvió en mayo de 1937, Wallis volvió a usar su nombre de soltera Wallis Warfield. La pareja se reunió en el castillo de Candé, en Monts, Francia, el 4 de mayo de 1937.

Tercer matrimonio

Wallis y Eduardo se casaron un mes más tarde el 3 de junio de 1937 en el castillo Candé que les fue prestado por Charles Bedaux, que más tarde trabajó activamente en favor de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. La fecha coincidía con el que hubiera sido el 72 cumpleaños del rey Jorge V; la reina María pensaba que la boda fue programada en esa fecha como un desaire deliberado. Ningún miembro de la familia real británica asistió. Eduardo había sido creado duque de Windsor por su hermano, Jorge VI. Sin embargo, la patente real aprobada por el nuevo rey y apoyada por unanimidad por los gobiernos de los Dominios, impedía a Wallis, ahora duquesa de Windsor, usar el tratamiento de Su Alteza Real.

La opinión del rey, de que la duquesa no se debía usar un título real, era compartida por la reina María y la esposa de Jorge, la reina Isabel —más tarde la Reina madre—. Al principio, la Familia Real no aceptó a la duquesa y no la recibió formalmente, aunque el exrey se reunió varias veces con su madre y sus hermanos después de su abdicación. Algunos biógrafos sugirieron que la reina Isabel, la cuñada de Eduardo, era amarga en relación con Wallis por el papel que tuvo en la llegada al trono de Jorge VI —que pudo haber visto como un factor influyente en la temprana muerte de Jorge VI—, y por comportarse prematuramente como la consorte de Eduardo, cuando sólo era su amante. Sin embargo, estas afirmaciones fueron negadas por amigos cercanos de la reina Isabel; por ejemplo, el Duque de Grafton escribió que «nunca dijo algo desagradable acerca de la duquesa de Windsor, con excepción de que realmente no tenía ni idea de con que estaba tratando». Por otra parte, la duquesa de Windsor que se refería a la reina Isabel como la «señora Temple» —señora Templo— y «Cookies» —Galletas—, en alusión a su figura sólida y su gusto por los alimentos, y a su hija, la princesa Isabel —que más tarde sería la reina Isabel II—, como «Shirley», como en Shirley Temple. La duquesa se resintió amargamente por la denegación del título real y la negativa de los familiares del duque de aceptarla como parte de la familia.Sin embargo, dentro del círculo doméstico del duque y la duquesa, el tratamiento de Su Alteza Real era utilizado por aquellos que estaban cerca de la pareja.

Según Diana Mitford, esposa del exlíder de la Unión Británica de Fascistas, Oswald Mosley, que conocía a la futura Reina Madre y a la duquesa de Windsor, pero solamente era amiga de esta última, la antipatía de la reina hacia su concuñada podía haber tenido una fuente más profunda. Lady Mosley escribió a su hermana, la duquesa de Devonshire, tras la muerte del duque de Windsor, «probablemente la teoría de sus contemporáneos [de los Windsor] era que Cake [un apodo de Mitford para la Reina Madre, que derivaba de su exclamación de alegría en la fiesta en la que Deborah Devonshire la conoció] estaba más bien enamorada de él [el Duque] —como una niña— y se llevó al segundo mejor, puede explicar muchas cosas».

El duque y la duquesa vivieron en Francia los años anteriores a la guerra. En 1937, realizaron una visita de alto perfil a Alemania y se reunieron con el líder nazi Adolfo Hitler, quien, según informes dijo de la duquesa, «habría hecho una buena reina». La visita tendía a corroborar las fuertes sospechas de muchos en el gobierno y en la sociedad, de que la duquesa era un agente alemán, afirmación que Wallis ridiculizó en sus cartas al duque. Los archivos del FBI, recopilados en la década de 1930, también la retratan como posible simpatizante nazi. El exduque Carl Alexander de Württemberg le dijo al FBI que Wallis y el líder nazi Joachim von Ribbentrop habían sido amantes en Londres. Incluso hubo informes aún más inverosímiles sobre cosas ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial, como que Wallis conservaba una fotografía firmada de Ribbentrop en su mesita de noche, y que había seguido pasándole información, incluso durante la invasión de Francia.

El amante secreto

Documentos secretos hechos públicos hoy revelan que la duquesa de Windsor mantuvo una relación con un vendedor de coches mientras cortejaba al futuro Eduardo VIII.

Un amante puede ser secreto…de Estado. Al menos eso es lo que se deduce de la divulgación hoy de ciertos documentos oficiales ocultos desde los años 30 por el Gobierno británico y que revelan que la estadounidense Wallis Simpson, la mujer por la que el duque de Windsor renunció al trono, tuvo una relación paralela con otro hombre.

El amante de la dos veces divorciada señora Simpson, Guy Marcus Trundle, tenía 36 años en 1935 cuando comenzó a frecuentar a futura duquesa de Windsor. Era vendedor de coches Ford, una ocupación sensiblemente menos glamourosa que la de Príncipe de Gales. Sin embargo, según los servicios secretos británicos, que lo siguieron entonces, era guapo, buen bailarín y un tipo que “presumía de que todas las mujeres se rinden ante él”.

Pese a estos poderosos argumentos, la supuesta pasión de la señora Simpson por el vendedor de coches no desbarató su relación con el Príncipe. Los documentos indican que a ella le preocupaba mucho perder el afecto del futuro Eduardo VIII, “sobre todo por razones económicas” y por eso tenía “muchísimo cuidado en pasar todo el tiempo” que podía con el Príncipe y “mantener a su amante secreto en segundo plano”. Todo un ejercicio de maquiavelismo romántico.

La revelación del amante secreto es noticia de portada en todos los diarios electrónicos británicos, incluso en algunos estadounidenses, como The Washington Post. Sin embargo, la voluptuosidad amatoria de Wallis Simpson era bien conocida. En su día el FBI también identificó a otro de sus amantes, nada menos que el entonces embajador alemán en Londres, Joachim Von Ribbentrop, luego ministro de Exteriores de Hitler. Según la agencia estadounidense, Ribbentrop llegó a enviar a su querida diecisiete claveles rojos para significar las veces que se habían acostado juntos.

Los documentos también revelan que, tras la abdicación de Eduardo VIII, el Gobierno británico le forzó a permanecer en el exilio amenazándole, incluso, con retirarle sus ingresos. Esta noticia, de mayor peso desde el punto de vista de su importancia política ha quedado, sin embargo, eclipsada por la crónica rosa.

Eduardo VIII llegó a reinar apenas once meses, entre enero y diciembre de 1936, antes de abdicar para poder contraer matrimonio con Wallis Simpson, dos veces divorciada. La pareja se fue al exilio, convertidos ambos en el duque y la duquesa de Windsor. El trono de Inglaterra y del Imperio Británico fue ocupado por el príncipe Alberto, hermano de Eduardo y duque de York, quien reinaría en adelante como Jorge VI.

Segunda Guerra Mundial

Tras el estallido de la guerra en 1939, al duque se le dio un puesto militar en el ejército británico destinado en Francia. Según el hijo de William Edmund Ironside, primer barón Ironside, la Duquesa siguió recibiendo a los amigos relacionados con el movimiento fascista y filtró detalles de las defensas francesas y belgas obtenidos del Duque, Cuando los alemanes invadieron el norte de Francia y bombardearon Gran Bretaña en mayo de 1940, la Duquesa le dijo a un periodista estadounidense, «no puedo decir que siento lástima por ellos». Como las tropas alemanas avanzaban, el Duque y la Duquesa huyeron de su casa en París con destino hacia el sur, primero a Biarritz, luego en junio a España. Allí, Wallis le dijo al Embajador de Estados Unidos, Alexander W. Weddell, que Francia había perdido porque estaba «internamente enferma». En julio, la pareja se mudó a Lisboa, Portugal, donde se alojaron en la casa de Ricardo Espirito Santo Silva, un banquero que era sospechoso de ser agente alemán. En agosto, un buque de guerra británico envió a la pareja a las Bahamas y el Duque fue instalado como gobernador.

Wallis realizó competentemente su papel como la señora del Gobernador durante cinco años. Sin embargo, odiaba Nassau, que calificó de «nuestra Santa Elena», en referencia al último lugar de exilio de Napoleón I Fue duramente criticada por sus extravagantes viajes de compras a los Estados Unidos, que se llevaron a cabo cuando Gran Bretaña estaba soportando privaciones como racionamiento y cortes de luz en las vías públicas. Sus actitudes racistas hacia la población local —a los que llamaba «negros vagos y prósperos» en cartas a su tía— era reflejo de su educación. En 1941, el Primer Ministro Winston Churchill se opuso enérgicamente cuando la pareja planeaba visitar el Caribe a bordo de un yate que pertenecía al magnate sueco Axel Wenner-Gren, a quien Churchill declaró como «proalemán». Churchill se sintió obligado a quejarse de nuevo cuando el duque dio un «derrotista» entrevista. El establishment británico desconfiaba de la Duquesa. Sir Alexander Hardinge escribió que sus actividades antibritánicas estaban motivadas por un deseo de venganza contra un país que la rechazó como su reina.q Después de la derrota de la Alemania nazi, la pareja regresó a Francia y se retiró.

Ultimos años de vida

En 1946, cuando la duquesa se alojaba en Ednam Lodge, la casa del Conde de Dudley, algunas de sus joyas fueron robadas. Hubo rumores de que el robo había sido planeado por la Familia Real Británica como un intento de recuperar las joyas tomadas de la Colección Real por el Duque, o por los propios Windsor como parte de un fraude contra la aseguradora —hicieron un gran depósito de piedras sueltas en Cartier el año siguiente—. Sin embargo, en 1960, Richard Dunphie confesó el crimen. Las piezas robadas fueron sólo una pequeña parte de las joyas de los Windsor, que fueron compradas de forma privada, heredadas por el duque o entregadas al duque cuando era Príncipe de Gales.

A la muerte de Jorge VI en 1952, el duque regresó a Inglaterra para asistir al funeral. La duquesa no asistió; en su anterior estancia en Londres en el mes de octubre anterior le había dicho a su marido: «Odio este país. Seguiré odiándolo hasta la tumba». Más tarde ese año, las autoridades municipales de París les ofrecieron el uso de una casa. La pareja vivió en el número 4 de rue du Champ d’Entraînement en Neuilly-sur-Seine, cerca de París por la mayor parte del resto de sus vidas, en esencia vivieron una vida de retiro fácil. También compraron una segunda residencia en el país, donde pronto se convirtieron en amigos íntimos de sus vecinos, Oswald y Diana. Años más tarde, Diana Mosley afirmó que el duque y la duquesa compartían el punto de vista de ella y su marido de que a Hitler se le debía haber dado mano libre para destruir el comunismo. Como el propio Duque escribió en el New York Daily News el 13 de diciembre de 1966, «[…] era del interés de Gran Bretaña y de Europa también, que Alemania se animara a atacar el este y aplastara al comunismo para siempre […] Pensé que el resto de nosotros podría mantenerse indeciso, mientras que los nazis y los rojos peleaban».

En 1965, cuando el Duque y la Duquesa visitaron Londres porque el Duque necesitaba una cirugía ocular, la reina Isabel II y la Princesa Marina, Duquesa de Kent, los visitaron. Más tarde, en 1967, los Duques se unieron a la Familia Real en Londres para el descubrimiento de una placa por parte de Isabel II para conmemorar el centenario del nacimiento de la reina María. Tanto la Reina Isabel II y como el príncipe Carlos visitaron a los Windsor en París, en los últimos años del Duque, de hecho la visita de la Reina ocurrió poco antes de su muerte.

Cuando el duque murió de cáncer en 1972, la duquesa viajó a Inglaterra para asistir a su funeral, y se alojó en el palacio de Buckingham durante su visita. La Duquesa, cada vez más senil y frágil, vivió el resto de su vida como reclusa, con el apoyo tanto del patrimonio de su marido y como de un subsidio de la Reina. En octubre de 1976, se esperaba que recibiera a la reina Isabel, la Reina Madre, pero la duquesa estaba demasiado enferma de demencia para recibirla, su personal canceló la visita en el último minuto. La reina madre envió flores con una tarjeta en que se leía, «Con amistad, Isabel». Después de la muerte de su marido, la duquesa le dio su autoridad legal a su abogada francesa, Suzanne Blum. Esta relación potencialmente explotadora fue explorada en libro de Caroline Blackwood, The Last of the Duchess, escrito en 1980, pero que no se publicó hasta después de la muerte de Blum en 1995. En 1980, la duquesa perdió la capacidad de hablar. Al final, permaneció confinada a su cama y no recibía visitas, además de su médico y enfermeras.

Muerte

La duquesa de Windsor murió el 24 de abril de 1986 en su casa en el Bois de Boulogne, de París. Su funeral se celebró en la Capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, al que asistieron sus dos concuñadas sobrevivientes: la Reina Madre y la princesa Alicia, duquesa de Gloucester. La Reina, el príncipe Felipe, y el príncipe y la princesa de Gales asistieron a la ceremonia fúnebre y al entierro. Fue sepultada junto a Eduardo en el Cementerio Real cerca del castillo de Windsor, como «Wallis, duquesa de Windsor». Hasta que llegaron a un acuerdo con la reina Isabel II en 1965, el duque y la duquesa tenían planeado para su entierro una parcela en el Green Mount Cemetery, en Baltimore, donde el padre de la duquesa había sido enterrado.

La mayor parte de su herencia fue para la fundación de investigación médica del Instituto Pasteur, según las instrucciones de Suzanne Blum. La decisión tomó a la Familia Real y los amigos de la duquesa por sorpresa, porque no había mostrado ningún interés en la caridad durante su vida. En una subasta en Sotheby’s, en abril de 1987, la notable colección de joyería de la Duquesa recaudó 45 millones de dólares para el instituto, aproximadamente siete veces su precio estimado. En reconocimiento a la ayuda que Francia le brindó al duque y la duquesa suministrándoles una casa, y en lugar de los impuestos por defunción, la colección de la duquesa de muebles de estilo Luis XVI, algunas piezas de porcelana y pinturas pasaron a ser propiedad del estado francés. La Familia Real Británica no recibió legados importantes. El empresario egipcio Mohamed Al-Fayed compró gran parte del patrimonio no financiero, incluyendo el usufructo de la mansión de París. La mayor parte de su colección se vendió en 1998, un año después de la muerte de su hijo en el accidente automovilístico que también cobró la vida de Diana, Princesa de Gales. La venta recaudó más de £ 14 millones para la caridad.

Legado

La vida de Wallis estuvo plagada de rumores de tener otros amantes. El playboy estadounidense Jimmy Donahue, heredero de la fortuna Woolworth y homosexual, afirmó haber tenido una relación con la duquesa en la década de 1950, pero Donahue era conocido por sus bromas ingeniosas y su afinidad a hacer circular de rumores. La existencia del llamado «expediente de China» (que se supone detalla las hazañas sexuales y criminales de Wallis en China) es negada por casi todos los historiadores y biógrafos. Aunque hubo ciertos rumores acerca de un embarazo y posterior aborto en China, relacionados especialmente con el conde Ciano, pero no hay pruebas contundentes de que la duquesa haya quedado embarazada de cualquiera de sus amantes o sus tres maridos. Las afirmaciones de que sufría de síndrome de insensibilidad a los andrógenos, también conocido como feminización testicular, parece improbable, por no decir imposible, habida cuenta de su operación para miomas uterinos en 1951.

La duquesa publicó sus memorias realizadas por un escritor fantasma, The Heart Has Its Reasons (El corazón tiene sus razones), en 1956. El autor Charles Higham dice del libro, «los hechos fueron reordenados sin remordimientos en lo que equivalía a un lifting facial autorealizado … reflejando en abundancia la personalidad de su autora, políticamente equivocada pero encantadora y conveniente». Higham describe a la duquesa como «carismática, electrizante y compulsivamente ambiciosa». Rumores, conjeturas y propaganda políticamente motivada han empañado la evaluación de la vida de la Duquesa de Windsor, poco ayudada por su propia manipulación de la verdad. Pero no existe ningún documento que pruebe directamente que ella era otra cosa que una víctima de su propia ambición, que vivió un gran romance que se convirtió en una gran tragedia. En opinión de sus biógrafos, «experimentó el supremo cuento de hadas, convirtiéndose en la adorada favorita del soltero más glamoroso de su tiempo. El idilio tomó el camino equivocado cuando haciendo caso omiso de sus súplicas, él abandonó su posición para pasar el resto de su vida con ella». Los académicos coinciden en que Wallis ascendió al borde de un precipicio que:

la dejó con menos alternativas de lo que había previsto. De alguna manera pensó que el establishment podría ser superardo una vez que fuera rey [Eduardo], y confesó con franqueza a la tía Bessie sus «ambiciones insaciables» […] Atrapada en su evasión de la responsabilidad, en exactamente el papel que había solicitado, de pronto ella le advirtió en una carta, «tú y yo sólo podemos crear desastres juntos» […] [Wallis] predijó a la anfitriona social Sybil Colefax, «dos personas van a sufrir» por causa «del funcionamiento de un sistema» […] Habiéndosele denegado la dignidad y sin nada útil que hacer, el nuevo Duque de Windsor y su duquesa serían para una generación, los parásitos de la sociedad más conocidos internacionalmente, mientras se aburrían profundamente entre si […] Ella pensó que él era emocionalmente como un Peter Pan, y ella misma se veía como una Alicia en el País de las Maravillas. Sin embargo, el libro que escribieron en conjunto fue más El paraíso perdido.

Se dice que la Duquesa resumió su vida en una frase: «No tienes idea de lo difícil que es vivir un gran romance».

En la cultura popular

Wallis fue interpretada por Faye Dunaway en The Woman I Love (película para la televisión de 1972), Cynthia Harris en Edward & Mrs. Simpson (miniserie de siete partes de 1978), Jane Seymour en The Woman He Loved (película para televisión de 1988), Amber Sealey en Bertie y Elizabeth (2002, película hecha para la televisión), Joely Richardson en Wallis & Edward (película para la televisión de 2002), Gillian Anderson en Any Human Heart (miniserie del 2010), Emma Clifford en Upstairs, Downstairs (miniserie de 2010) y por Eve Best en The King’s Speech (película de 2010). Jane Hartley representó a Wallis Simpson en el musical del West End, Always.

En su novela de 1981, Famous Last Words, el galardonado escritor canadiense Timothy Findley, presenta a una «señora Simpson» manipuladora, pero también trágica. Anne Edwards escribió un empático relato de los primeros años de Wallis que culmina con su matrimonio con Eduardo en su libro de 1991, Wallis:The Novel. Wallis también aparece en un relato corto de Rose Tremain, llamado «The Darkness de Wallis Simpson»; una obra llamada The Duchess de Linda Griffith; en el thriller ucrónico de 1992, Fatherland, de Robert Harris; y en un libro de la serie Young Bond de Charlie Higson, By Royal Command. En la novela de Kate Auspitz del 2010, The War Memoirs of HRH Wallis, Duchess of Windsor, Wallis es retratada como un instrumento de los aliados que la emplean Wallis para hacer que el simpatizante fascista rey Eduardo VIII, abandonara el trono.

Véase también

Fuentes