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[[Image:Escuelanormal santaclara.jpg|thumb|right|150x100px|Antigua Escuela Normal para Maestros de Santa Clara. Obsérvese la garita lateral del antiguo cuartel]]Para aquellos que llegan frecuentemente a la ciu­dad de Santa Clara en tren, es muy familiar el edificio que ocupa la manzana frente a la estación del ferrocarril, y que acoge al seminternado de primaria [[Viet Nam Heroi­co]]. Lo que no todos conocen es cuánta cultura guardan sus fuertes paredes. En este edificio existió una fortificación española, luego fue escuela de varones y después de señoritas. En [[1916]], ante la necesidad de mejorar el precario sistema de enseñanza, se inaugura aquí la Escuela Normal para Maestros. Desde entonces el centro se fue convirtiendo en un lugar de notabilidad, no solo por la magnificencia pedagógica, sino, además, por la posición del claustro profesoral ante el escenario de la Isla. En la década del 30, cuando la polarización de ideas políticas alcanzó los extremos de una situación revolucio­naria, la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara sería uno de los polos más fuertes en la lucha estudiantil, esto provocó su clausura como la de otros centros de la provin­cia y del país. A la caída de [[Machado]] se reiniciaron las clases y la vanguardia del Ala Izquierda exigió y logró el sanea­miento del profesorado y la creación de una Junta de Go­bierno con la participación de los estudiantes, incluso en los claustros. Los estudiantes lograron fiscalizar los exáme­nes de ingreso, procurándole honradez a este proceso y a la confección de los escalafones, pues estos se hacían para ocupar sesenta y cinco plazas, lo que propiciaba el nego­cio. Además, se eligió por primera vez mediante el voto popular el cargo de dirección de la escuela que fue ocupa­do por [[Pepilla Vidaurreta]], esposa de [[Juan Marinello]].  
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{{Ficha_Obra_de_Arte
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|nombre=Murales de la Escuela Normal de Santa Clara
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|descripción=Antigua Escuela Normal para Maestros de [[Santa Clara]].
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|tipo=[[Pintura]], [[Escultura]].
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|autor=[[René Portocarrero]], [[Jorge Arche Silva|Jorge Arche]], [[Eduardo Abela]], [[Amelia Peláez]], entre otros.
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|año=[[5 de diciembre]] de [[1937]]
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|país={{Bandera2|CUB}}
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}}'''Murales de la Escuela Normal de Santa Clara''' . Surge como iniciativa del profesor de dibujo [[Domingo Ravenet]]. El objetivo era hacer en las paredes de los pasillos de la escuela una galería de murales al fresco. Para ello contó con la participación de los alumnos más destacados y un grupo de artistas que ya despuntaban en la capital por su talento y renovación tanto en el ámbito artístico como social: [[Amelia Peláez]], [[René Portocarrero]], [[Jorge Arche Silva|Jorge Arche]], [[Eduardo Abela]], [[Ernesto González Puig]], entre otros.
  
Esta fuerza del estudiantado revolucionario permi­tió que llegaran a la escuela otros destacados profesores de izquierda o progresistas, como [[Gaspar Jorge García Galló]], [[Rafael Octavio Pedraza]], el ya notable poeta [[Emilio Ballagas]] y el profesor de pintura [[Domingo Ravenet]].  
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== Antecedentes ==
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En este edificio existió una fortificación española, luego fue escuela de varones y después de señoritas. En [[1916]], ante la necesidad de mejorar el precario sistema de enseñanza, se inaugura aquí la Escuela Normal para Maestros. Desde entonces el centro se fue convirtiendo en un lugar de notabilidad, no solo por la magnificencia pedagógica, sino, además, por la posición del claustro profesoral ante el escenario de [[Cuba]].
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En la década del 30, cuando la polarización de ideas políticas alcanzó los extremos de una situación revolucio­naria, la Escuela Normal para Maestros de [[Santa Clara]] sería uno de los polos más fuertes en la lucha estudiantil, esto provocó su clausura como la de otros centros de la provin­cia y del país.
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=== Década del 30 ===
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A la caída de [[Machado]] se reiniciaron las clases y la vanguardia del Ala Izquierda exigió y logró el sanea­miento del profesorado y la creación de una Junta de Go­bierno con la participación de los estudiantes, incluso en los claustros. Los estudiantes lograron fiscalizar los exáme­nes de ingreso, procurándole honradez a este proceso y a la confección de los escalafones, pues estos se hacían para ocupar sesenta y cinco plazas, lo que propiciaba el nego­cio. Además, se eligió por primera vez mediante el voto popular el cargo de dirección de la escuela que fue ocupa­do por Pepilla Vidaurreta, esposa de [[Juan Marinello]].
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Esta fuerza del estudiantado revolucionario permi­tió que llegaran a la escuela otros destacados profesores de izquierda o progresistas, como [[Gaspar Jorge García Galló]], Rafael Octavio Pedraza, el ya notable poeta [[Emilio Ballagas]] y el profesor de pintura [[Domingo Ravenet]].  
  
 
Dentro del plantel se agudizó la lucha, de un lado el Ala Izquierda, del otro una fuerza de derecha en la que coincidían los hijos de los burgueses y politiqueros, y un grupo de orientación neofascista amparado por el ABC.  
 
Dentro del plantel se agudizó la lucha, de un lado el Ala Izquierda, del otro una fuerza de derecha en la que coincidían los hijos de los burgueses y politiqueros, y un grupo de orientación neofascista amparado por el ABC.  
  
Estas condiciones de tenso enfrentamiento y efer­vescencia revolucionaria se mantuvieron mientras avan­zaba la década, y ocurre que en [[1937]] surge del profesor de dibujo Domingo Ravenet una idea que hubo de pre­sentar al centro y recibió el apoyo de profesores y alum­nos: hacer en las paredes de los pasillos de la escuela una galería de murales al fresco, para lo cual se debía contar con la participación de los alumnos más destacados y un grupo de artistas que ya despuntaban en la capital por su talento y renovación, tanto en el ámbito artístico como social: [[Amelia Peláez]], [[René Portocarrero]], [[Jorge Arche]], [[Eduardo Abela]], [[Ernesto González Puig]], entre otros. García Galló, testigo presencial de aquellos días, apunta­ría años después: «En este ambiente conservador, poco favorable, por tanto, al progreso, pero en un centro do­cente donde puede decirse que predominaban las ideas revolucionarias, se produce lo que puede calificarse de verdadero fenómeno: la realización de las pinturas murales».
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=== Iniciativa ===
 
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Estas condiciones de tenso enfrentamiento y efer­vescencia revolucionaria se mantuvieron mientras avan­zaba la década, y ocurre que en [[1937]] surge del profesor de dibujo [[Domingo Ravenet]] una idea que hubo de pre­sentar al centro y recibió el apoyo de profesores y alumnos: hacer en las paredes de los pasillos de la escuela una galería de murales al fresco, para lo cual se debía contar con la participación de los alumnos más destacados y un grupo de artistas que ya despuntaban en la capital por su talento y renovación tanto en el ámbito artístico como social: [[Amelia Peláez]], [[René Portocarrero]], [[Jorge Arche Silva|Jorge Arche]], [[Eduardo Abela]], [[Ernesto González Puig]], entre otros.  
[[Image:Mural portocarrero.jpg|thumb|right|150x100px|RENÉ PORTOCARRERO La familia 228 x 150 cm]]El proyecto de Ravenet no carecía de atractivo: la técnica del fresco favorecía la experimentación a partir de la novedad de su utilización infrecuente en el ámbito nacional; además, la idea misma del desplazamiento ha­cia el interior del país pudo provocar el interés por lo que podía derivarse en una plaza desierta en lo tocante a Las artes plásticas. De resultar exitosa la empresa, habría sido una oportunidad para nuevos encargos, pero también dadas las condiciones específicas de la ciudad de Santa Clara, desactivada como centro generador de una cultura vi­sual, el enfrentamiento con los «resabios» de la codifi­cación de [[Bellas Artes]] sería aun más tenso que en la ca­pital, donde convivían diversas opciones en el terreno de la pintura y la escultura.
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[[Gaspar Jorge García Galló]], testigo presencial de aquellos días, apunta­ría años después: «En este ambiente conservador, poco favorable, por tanto, al progreso, pero en un centro do­cente donde puede decirse que predominaban las ideas revolucionarias, se produce lo que puede calificarse de verdadero fenómeno: la realización de las pinturas murales».  
Contribuyó a la realización del proyecto la capaci­dad movilizadora de Abela, cuya incidencia en el pano­rama cultural de la época era algo más que notoria, pues entre otras cosas, en torno a él se nucleaba el círculo vanguardista en su [[Estudio Libre]], lugar donde confluía la promoción del 27 con jóvenes representantes de una segunda hornada de la vanguardia cubana. Ravenet ob­tuvo la colaboración de estos creadores y, suponemos, le fue más fácil acudir a un grupo de artistas reunidos en un mismo espacio físico —las barracas donde se celebra­ban las sesiones del Estudio Libre—, comprometidos de antemano con un proyecto dado, que intentar aunar a pintores aislados de este vórtice renovador.  
 
  
[[Image:Mural jorgearche.jpg|thumb|right|150x100px|JORGE ARCHE El huracán 228 x 219 cm]]Tampoco puede obviarse que Domingo Ravenet, na­cido en [[Valencia]], [[España]], en [[1905]], pero trasladado por sus padres hacia Cuba en [[1910]], había coincidido con algunos de estos artistas desde su etapa de estudiante en [[San Alejandro]] y, luego, al recorrer junto a ellos las estaciones más importantes del arte moderno en [[Cuba]], como la [[Exposición de Arte Nuevo]], en [[1927]], y el inevitable viaje a [[París]]. No es casual, por tanto, que eligiera para sus propósitos a los vanguardistas, a quie­nes le unía una misma actitud ante el arte y la vida. Su gestión promotora cubrió todos los detalles de la experiencia. Albergó a los artistas procedentes de [[La Habana]] en La misma pensión donde, junto a su esposa, residía en Santa Clara, consiguió una pequeña cantidad de dinero del [[Gobierno Provincial]] para sufragar los gastos de alojamiento y materiales, y logró del [[Instituto de Segunda Enseñanza]] el préstamo de un albañil, [[Jacobo Martí]], al que los artistas lla­maron [[El fresquista]] y al cual, en gesto admirable, instaron a que colocara su firma junto a la de ellos en cada mural. Durante las dos semanas en que se ejecutaron los murales al fresco, reinó entre los pintores participantes y los nueve alumnos seleccionados por Ravenet para eje­cutar otros tantos frescos, una gran camaradería, explí­cita en la utilización de una misma paleta cromática en todos los casos y en determinados y perceptibles trazos de los profesionales en las obras de los estudiantes; asi­mismo, en la ayuda que le brindaron Ravenet y González Puig a Eduardo Abela a la hora de subirse en los anda­mios y en el trazado de su mural sobre el muro.  
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== El proyecto artístico ==
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El proyecto de [[Domingo Ravenet|Ravenet]] no carecía de[[Image:Mural portocarrero.jpg|thumb|right|"La familia" de [[René Portocarrero]].]]atractivo: la técnica del fresco favorecía la experimentación a partir de la novedad de su utilización infrecuente en el ámbito nacional; además, la idea misma del desplazamiento ha­cia el interior del país pudo provocar el interés por lo que podía derivarse en una plaza desierta en lo referente a las artes plásticas.
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De resultar exitosa la empresa, habría sido una oportunidad para nuevos encargos, pero también dadas las condiciones específicas de la ciudad de [[Santa Clara]], desactivada como centro generador de una cultura vi­sual, el enfrentamiento con los resabios de la codificación de [[Bellas Artes]] sería aun más tenso que en la ca­pital, donde convivían diversas opciones en el terreno de la [[pintura]] y la [[escultura]].
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Contribuyó a la realización del proyecto la capaci­dad movilizadora de [[Eduardo Abela|Abela]], cuya incidencia en el pano­rama cultural de la época era algo más que notoria, pues entre otras cosas, en torno a él se nucleaba el círculo vanguardista en su ''Estudio Libre'', lugar donde confluía la promoción del 27 con jóvenes representantes de una segunda hornada de la vanguardia cubana.  
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Ravenet ob­tuvo la colaboración de estos creadores y le fue más fácil acudir a un grupo de artistas reunidos en un mismo espacio físico, comprometidos de antemano con un proyecto dado, que intentar aunar a pintores aislados de este vórtice renovador.
  
[[Image:Mural abela.jpg|thumb|right|150x100px|Eduardo Abela La conquista. Detalle 400 x 300 cm]]El proyecto muralístico de la Escuela Normal de Santa Clara consta de tres partes: un mural exterior en la fachada, a cargo de González Puig; quince murales interiores distri­buidos en las paredes que circundan el patio central y una obra escultórica en el centro del patio realizada en piedra por el escultor [[Alfredo Lozano]]. Los murales inte­riores podemos subdividirlos en cuatro conjuntos que se corresponden con cada una de las galerías que confor­man el espacio centralizador abierto del patio: al norte Domingo Ravenet, al oeste Jorge Arche, Amelia Peláez, René Portocarrero y Mariano Rodríguez, al sur Eduardo Abela, y al este los alumnos normalistas.  
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Tampoco puede obviarse que Domingo Ravenet, na­cido en [[Valencia]],[[Image:Mural jorgearche.jpg|thumb|right|200px|"El huracán" de [[Jorge Arche Silva]].]][[España]], en [[1905]], pero trasladado por sus padres hacia [[Cuba]] en [[1910]], había coincidido con algunos de estos artistas desde su etapa de estudiante en [[Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro|San Alejandro]] y, luego, al recorrer junto a ellos las estaciones más importantes del arte moderno en [[Cuba]], como la Exposición de Arte Nuevo en [[1927]], y el inevitable viaje a [[París]]. No es casual, por tanto, que eligiera para sus propósitos a los vanguardistas, a quie­nes le unía una misma actitud ante el [[arte]] y la vida.  
  
[[Image:Mural amelia.jpg|thumb|right|150x100px|Amelia Peláez Los escolares 228 x 238 cm]]Abela y Ravenet dominaron las galerías interiores al sur y al norte, respectivamente, enfrentando sus obras con el patio por medio. Abela seleccionó el tema de la conquista —así se llamó su mural—; Ravenet, una esce­na rural titulada La siembra. Arche, Amelia, Portocarrero y Mariano ocuparon los muros disponibles entre puertas y ventanas de la galería oeste con las obras El huracán, Las escolares, La familia y Educación sexual, en este mismo orden. La escultura de Lozano, denominada Los sentidos, se emplazó en el centro del patio.  
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Su gestión promotora cubrió todos los detalles de la experiencia. Albergó a los artistas procedentes de [[La Habana]] en a misma pensión donde, junto a su esposa, residía en Santa Clara; consiguió una pequeña cantidad de dinero del Gobierno Provincial para sufragar los gastos de alojamiento y materiales, y logró del Instituto de Segunda Enseñanza el préstamo de un albañil, Jacobo Martí, al que los artistas lla­maron ''El fresquista'' y al cual, en gesto admirable, instaron a que colocara su firma junto a la de ellos en cada mural.  
  
En la galería situada al este se dispusieron los frescos de los estudiantes normalistas, algunos de ellos firmados y titulados según lo que representaban, con denominaciones más o menos auxiliares para su identificación, tales como [[La niña en el camino]], [[La lavandera]], [[La vaquita y el ternero]], [[La vega]], [[Paisaje campesino]], [[El jinete]].  
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Durante las dos semanas en que se ejecutaron los murales al fresco, reinó entre los pintores participantes y los nueve alumnos seleccionados por Ravenet para eje­cutar otros tantos frescos, una gran camaradería, explí­cita en la utilización de una misma paleta cromática en todos los casos y en determinados y perceptibles trazos de los profesionales en las obras de los estudiantes; asi­mismo, en la ayuda que le brindaron Ravenet y [[Ernesto González Puig]] a Eduardo Abela a la hora de subirse en los anda­mios y en el trazado de su mural sobre el muro.  
  
Las temáticas de las obras recogen la desolación ante los desastres naturales (El huracán), la incorpora­ción de la mujer, incluida la mujer negra, al estudio (Las escolares), la necesidad de instrucción para el campesino (La familia) y de educación sexual en la juventud. El matiz social se manifiesta en la reiteración de personajes cam­pesinos. En el mural de Arche la escena es desoladora por los efectos devastadores de un fenómeno natural, mien­tras Portocarrero lanza una provocación de futuro al llevar la sabiduría a los campos cubanos. La incorporación de la mujer negra a la sociedad y la igualdad de las razas en el tratamiento de Las escolares, de Amelia, indica preocupa­ciones sociales, más atrevidas para la época en el mural de Mariano quien incorpora el desnudo, masculino y femeni­no, vinculado a la utilidad de una educación sexual. Ernesto González Puig recurrió a las alegorías: «una alumna practicaba sentada al piano; un estudiante leía un libro; un profesor daba clases de geometría tras una mesa, rodeado por sus alumnos» en Los estudios, a tra­vés del cual propone la conjunción de arte y ciencia en los programas de enseñanza. La ironía en el tratamiento del tema histórico por Eduardo Abela: la conquista de la isla por los españoles, es una búsqueda indagadora en la identidad cultural. La actitud reposada y vaciladora del aborigen recostado a una mata de pláta­nos, evoca de cierta manera su permanencia en los proce­sos transculturales, mientras que el Bobo nos llegó por la vía hispánica en la figura de los colonizadores. En un bo­ceto conservado por [[Irmina Quevedo]] —alumna normalista que realizó uno de los murales— el [[Bobo]] aparece en la cara del indio.  
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== Los murales ==
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El proyecto muralístico de la Escuela Normal de [[Santa Clara]][[Image:Mural abela.jpg|thumb|right|"La conquista", de [[Eduardo Abela]].]]consta de tres partes: un mural exterior en la fachada, a cargo de [[Ernesto González Puig|González Puig]]; quince murales interiores distri­buidos en las paredes que circundan el patio central y una obra escultórica en el centro del patio realizada en piedra por el escultor [[Alfredo Lozano Peiruga|Alfredo Lozano]].  
  
El [[5 de diciembre]] de [[1937]] se inauguraron los murales al fresco de la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara, ciudad que por no haber recibido las incidencias de las vanguardias artísticas, no estaba preparada para aceptar fácilmente el hecho.  
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Los murales inte­riores se pueden subdividir en cuatro conjuntos que se corresponden con cada una de las galerías que confor­man el espacio centralizador abierto del patio: al norte [[Domingo Ravenet]], al oeste [[Jorge Arche Silva|Jorge Arche]], [[Amelia Peláez]], [[René Portocarrero]] y [[Mariano Rodríguez]], al sur [[Eduardo Abela]], y al este los alumnos normalistas.  
  
Existía una pequeña burguesía de ascendencia es­pañola y fuerte arraigo tradicionalista, ocupada sobre todo en las tareas burocráticas de la capital provincial y el comercio. La razones para el escándalo que provocaron las obras hay que buscarlas, pues, en este provincianismo, en la desinformación reinante sobre el acontecer de las artes plásticas, tanto en Cuba como en el extranjero, y por supuesto en el entrenamiento de patrones arcaicos que respondían a la política oficial del momento. Esta misma política fue la que determinó después el destino de los murales.  
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Abela y Ravenet dominaron las galerías interiores al sur y al[[Image:Mural amelia.jpg|thumb|right|"Los escolares", de [[Amelia Peláez]].]]norte, respectivamente, enfrentando sus obras con el patio por medio. Abela seleccionó el tema “La conquista”; Ravenet, una esce­na rural titulada “La siembra”. Arche, Amelia, Portocarrero y Mariano ocuparon los muros disponibles entre puertas y ventanas de la galería oeste con las obras “El huracán”, “Las escolares”, “La familia” y “Educación sexual”, en este mismo orden. La escultura de Lozano, denominada “Los sentidos”, se emplazó en el centro del patio.
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En la galería situada al este se dispusieron los frescos de los estudiantes normalistas, algunos de ellos firmados y titulados según lo que representaban, con denominaciones más o menos auxiliares para su identificación, tales como “La niña en el camino”, “La lavandera”, “La vaquita y el ternero”, “La vega”, “Paisaje campesino”, “El jinete”.  
  
No poseía la población una amplia tradición pictó­rica, y la que exhibía estaba fuertemente atada a lo peor del lenguaje académico en pinceles autodidactas.  
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===Temas ===
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Las temáticas de las obras recogen la desolación ante los desastres naturales (“El huracán”), la incorpora­ción de la mujer, incluida la mujer negra, al estudio (“Las escolares”), la necesidad de instrucción para el campesino (“La familia”) y de educación sexual en la juventud.
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El matiz social se manifiesta en la reiteración de personajes cam­pesinos. En el mural de [[Jorge Arche Silva|Arche]] la escena es desoladora por los efectos devastadores de un fenómeno natural, mien­tras [[René Portocarrero|Portocarrero]] lanza una provocación de futuro al llevar la sabiduría a los campos cubanos. La incorporación de la mujer negra a la sociedad y la igualdad de las razas en el tratamiento de “Las escolares”, de [[Amelia Peláez|Amelia]], indica preocupa­ciones sociales, más atrevidas para la época en el mural de [[Mariano Rodríguez|Mariano]] quien incorpora el desnudo, masculino y femeni­no, vinculado a la utilidad de una educación sexual.
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[[Ernesto González Puig]] recurrió a las alegorías: «una alumna practicaba sentada al [[piano]]; un estudiante leía un [[libro]]; un profesor daba clases de [[geometría]] tras una mesa, rodeado por sus alumnos» en “Los estudios”, a tra­vés del cual propone la conjunción de [[arte]] y [[ciencia]] en los programas de enseñanza.
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La ironía en el tratamiento del tema histórico por [[Eduardo Abela]]: la conquista de la isla por los españoles, es una búsqueda indagadora en la identidad cultural. La actitud reposada y vaciladora del aborigen recostado a una mata de pláta­nos, evoca de cierta manera su permanencia en los proce­sos transculturales, mientras que [[El Bobo]] llegó por la vía hispánica en la figura de los colonizadores. En un bo­ceto conservado por Irmina Quevedo—alumna normalista que realizó uno de los murales— el Bobo aparece en la cara del indio.  
  
[[Image:Mural anonimo escuelanormal santa clara.jpg|thumb|right|150x100px|ANÓNIMO (ESTUDIANTE NORMALISTA) La vaquita y el ternero 125 x 126 cm]]Las críticas a los murales por parte de los sectores más reaccionarios de esta burguesía, aparecidas aun an­tes de que se concluyeran, arreciaron al extremo de que profesores del mismo claustro propusieran tapar algunos frescos y determinaron que los intelectuales progresistas agrupados en La Normal la abandonaran pocos años des­pués de la realización de las obras. En [[1948]], el entonces director de la escuela, sujeto de apellido [[Smith]], en un acto de barbarie ordenó la eliminación de los murales que consideró más radicales, y se perdieron los realiza­dos por Mariano Rodríguez, Ernesto González Puig y Do­mingo Ravenet. La escultura de Lozano sufrió idéntica suerte.  
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== Repercusión ==
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El [[5 de diciembre]] de [[1937]] se inauguraron los murales al[[Image:Mural anonimo escuelanormal santa clara.jpg|thumb|right|La vaquita y el ternero. Anónimo de un estudiante normalista.]]fresco de la Escuela Normal para Maestros de [[Santa Clara]], ciudad que por no haber recibido las incidencias de las vanguardias artísticas, no estaba preparada para aceptar fácilmente el hecho.
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Existía una pequeña burguesía de ascendencia es­pañola y fuerte arraigo tradicionalista, ocupada sobre todo en las tareas burocráticas de la capital provincial y el comercio. La razones para el escándalo que provocaron las obras hay que buscarlas, pues, en este provincianismo, en la desinformación reinante sobre el acontecer de las [[artes plásticas]], tanto en [[Cuba]] como en el extranjero, y por supuesto en el entrenamiento de patrones arcaicos que respondían a la política oficial del momento. Esta misma política fue la que determinó después el destino de los murales. No poseía la población una amplia tradición pictó­rica, y la que exhibía estaba fuertemente atada a lo peor del lenguaje académico en pinceles autodidactas.
  
La prensa de la época denunció el atentado y clamó por sanciones para su autor: «Es un daño que alcanza y aver­güenza a todos los cubanos», decía un artículo publicado por la [[Revista Carteles]] el [[26 de marzo]] del propio [[1948]]. El resto de las obras sucumbió tras sucesivas capas de lechada a través de los años. En [[1978]] la [[Dirección de Patrimonio]] de la provincia realizó las coordinaciones per­tinentes para restaurar el conjunto muralístico. Pese a que no había mucha experiencia en el rescate de pinturas murales realizadas al fresco, se lograron salvar aquellos que aún permanecieron, aunque dañados también por la es­pontánea acción de grabar nombres en las paredes y por la suciedad originada por sustancias contaminantes.  
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Las críticas a los murales por parte de los sectores más reaccionarios de esta burguesía, aparecidas aun an­tes de que se concluyeran, arreciaron al extremo de que profesores del mismo claustro propusieran tapar algunos frescos y determinaron que los intelectuales progresistas agrupados en La Normal la abandonaran pocos años des­pués de la realización de las obras.
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== Barbarie ==
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En [[1948]], el entonces director de la escuela, sujeto de apellido Smith, en un acto de barbarie ordenó la eliminación de los murales que consideró más radicales, y se perdieron los realiza­dos por [[Mariano Rodríguez]], [[Ernesto González Puig]] y [[Domingo Ravenet]]. La escultura de [[Alfredo Lozano Peiruga|Lozano]] sufrió idéntica suerte.
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La prensa de la época denunció el atentado y clamó por sanciones para su autor: «Es un daño que alcanza y aver­güenza a todos los cubanos», decía un artículo publicado por la [[Revista Carteles]] el [[26 de marzo]] del propio [[1948]].  
  
En aquel momento se realizó un extenso programa de recomendaciones para su conservación, que incluía medi­das poco costosas, como la colocación de toldos en las zonas del patio donde la intemperie y la luz solar afecta­ban directamente a los frescos, y la limitación del acceso directo a cada una de las obras con una sencilla barrera. La Resolución No. 26 de la [[Comisión Nacional de Monu­mentos]], del [[14 de enero]] de [[1982]], declaró Monumento Local el inmueble contenedor de tan valiosa experiencia.  
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El resto de las obras sucumbió tras sucesivas capas de lechada a través de los años. En [[1978]] la Dirección de Patrimonio de la provincia realizó las coordinaciones per­tinentes para restaurar el conjunto muralístico.
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== Rescate y conservación ==
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Pese a que no había mucha experiencia en el rescate de pinturas murales realizadas al fresco, se lograron salvar aquellos que aún permanecieron, aunque dañados también por la es­pontánea acción de grabar nombres en las paredes y por la suciedad originada por sustancias contaminantes.
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En aquel momento se realizó un extenso programa de recomendaciones para su conservación, que incluía medi­das poco costosas, como la colocación de toldos en las zonas del patio donde la intemperie y la luz solar afecta­ban directamente a los frescos, y la limitación del acceso directo a cada una de las obras con una sencilla barrera.
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La Resolución No. 26 de la Comisión Nacional de Monu­mentos, del [[14 de enero]] de [[1982]], declaró Monumento Local el inmueble contenedor de tan valiosa experiencia.  
  
 
No obstante los trabajos de restauración y las disposi­ciones patrimoniales vigentes, los murales se encuentran de nuevo en estado de deterioro avanzado, con faltantes y daños irreversibles, lo que hace latente una vez más la inminente desaparición de una importante, aunque casi desconocida, página de la vanguardia plástica cubana.  
 
No obstante los trabajos de restauración y las disposi­ciones patrimoniales vigentes, los murales se encuentran de nuevo en estado de deterioro avanzado, con faltantes y daños irreversibles, lo que hace latente una vez más la inminente desaparición de una importante, aunque casi desconocida, página de la vanguardia plástica cubana.  
 
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== Fuentes ==
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== Fuentes ==
 
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*Castañeda Pérez de Alejo, Alexis. ''La Sencillez sangrante''. [[Santa Clara]]: Editorial Capiro, [[2009]]
*Castañeda Pérez de Alejo, Alexis. La Sencillez sangrante. Santa Clara: Editorial Capiro, 2009
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[[Category:Murales_y_frescos]]
 
 
[[Category:Artes_Plásticas]] [[Category:Cultura]]
 

última versión al 07:32 29 ago 2019

Murales de la Escuela Normal de Santa Clara
Información sobre la plantilla
Escuela Normal para Maestros de Santa Clara.jpg.jpg
Antigua Escuela Normal para Maestros de Santa Clara.
Datos Generales
Autor(es):René Portocarrero, Jorge Arche, Eduardo Abela, Amelia Peláez, entre otros.
Año:5 de diciembre de 1937
País:Bandera de Cuba Cuba

Murales de la Escuela Normal de Santa Clara . Surge como iniciativa del profesor de dibujo Domingo Ravenet. El objetivo era hacer en las paredes de los pasillos de la escuela una galería de murales al fresco. Para ello contó con la participación de los alumnos más destacados y un grupo de artistas que ya despuntaban en la capital por su talento y renovación tanto en el ámbito artístico como social: Amelia Peláez, René Portocarrero, Jorge Arche, Eduardo Abela, Ernesto González Puig, entre otros.

Antecedentes

En este edificio existió una fortificación española, luego fue escuela de varones y después de señoritas. En 1916, ante la necesidad de mejorar el precario sistema de enseñanza, se inaugura aquí la Escuela Normal para Maestros. Desde entonces el centro se fue convirtiendo en un lugar de notabilidad, no solo por la magnificencia pedagógica, sino, además, por la posición del claustro profesoral ante el escenario de Cuba.

En la década del 30, cuando la polarización de ideas políticas alcanzó los extremos de una situación revolucio­naria, la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara sería uno de los polos más fuertes en la lucha estudiantil, esto provocó su clausura como la de otros centros de la provin­cia y del país.

Década del 30

A la caída de Machado se reiniciaron las clases y la vanguardia del Ala Izquierda exigió y logró el sanea­miento del profesorado y la creación de una Junta de Go­bierno con la participación de los estudiantes, incluso en los claustros. Los estudiantes lograron fiscalizar los exáme­nes de ingreso, procurándole honradez a este proceso y a la confección de los escalafones, pues estos se hacían para ocupar sesenta y cinco plazas, lo que propiciaba el nego­cio. Además, se eligió por primera vez mediante el voto popular el cargo de dirección de la escuela que fue ocupa­do por Pepilla Vidaurreta, esposa de Juan Marinello.

Esta fuerza del estudiantado revolucionario permi­tió que llegaran a la escuela otros destacados profesores de izquierda o progresistas, como Gaspar Jorge García Galló, Rafael Octavio Pedraza, el ya notable poeta Emilio Ballagas y el profesor de pintura Domingo Ravenet.

Dentro del plantel se agudizó la lucha, de un lado el Ala Izquierda, del otro una fuerza de derecha en la que coincidían los hijos de los burgueses y politiqueros, y un grupo de orientación neofascista amparado por el ABC.

Iniciativa

Estas condiciones de tenso enfrentamiento y efer­vescencia revolucionaria se mantuvieron mientras avan­zaba la década, y ocurre que en 1937 surge del profesor de dibujo Domingo Ravenet una idea que hubo de pre­sentar al centro y recibió el apoyo de profesores y alumnos: hacer en las paredes de los pasillos de la escuela una galería de murales al fresco, para lo cual se debía contar con la participación de los alumnos más destacados y un grupo de artistas que ya despuntaban en la capital por su talento y renovación tanto en el ámbito artístico como social: Amelia Peláez, René Portocarrero, Jorge Arche, Eduardo Abela, Ernesto González Puig, entre otros.

Gaspar Jorge García Galló, testigo presencial de aquellos días, apunta­ría años después: «En este ambiente conservador, poco favorable, por tanto, al progreso, pero en un centro do­cente donde puede decirse que predominaban las ideas revolucionarias, se produce lo que puede calificarse de verdadero fenómeno: la realización de las pinturas murales».

El proyecto artístico

El proyecto de Ravenet no carecía de

"La familia" de René Portocarrero.

atractivo: la técnica del fresco favorecía la experimentación a partir de la novedad de su utilización infrecuente en el ámbito nacional; además, la idea misma del desplazamiento ha­cia el interior del país pudo provocar el interés por lo que podía derivarse en una plaza desierta en lo referente a las artes plásticas.

De resultar exitosa la empresa, habría sido una oportunidad para nuevos encargos, pero también dadas las condiciones específicas de la ciudad de Santa Clara, desactivada como centro generador de una cultura vi­sual, el enfrentamiento con los resabios de la codificación de Bellas Artes sería aun más tenso que en la ca­pital, donde convivían diversas opciones en el terreno de la pintura y la escultura.

Contribuyó a la realización del proyecto la capaci­dad movilizadora de Abela, cuya incidencia en el pano­rama cultural de la época era algo más que notoria, pues entre otras cosas, en torno a él se nucleaba el círculo vanguardista en su Estudio Libre, lugar donde confluía la promoción del 27 con jóvenes representantes de una segunda hornada de la vanguardia cubana.

Ravenet ob­tuvo la colaboración de estos creadores y le fue más fácil acudir a un grupo de artistas reunidos en un mismo espacio físico, comprometidos de antemano con un proyecto dado, que intentar aunar a pintores aislados de este vórtice renovador.

Tampoco puede obviarse que Domingo Ravenet, na­cido en Valencia,

"El huracán" de Jorge Arche Silva.

España, en 1905, pero trasladado por sus padres hacia Cuba en 1910, había coincidido con algunos de estos artistas desde su etapa de estudiante en San Alejandro y, luego, al recorrer junto a ellos las estaciones más importantes del arte moderno en Cuba, como la Exposición de Arte Nuevo en 1927, y el inevitable viaje a París. No es casual, por tanto, que eligiera para sus propósitos a los vanguardistas, a quie­nes le unía una misma actitud ante el arte y la vida.

Su gestión promotora cubrió todos los detalles de la experiencia. Albergó a los artistas procedentes de La Habana en a misma pensión donde, junto a su esposa, residía en Santa Clara; consiguió una pequeña cantidad de dinero del Gobierno Provincial para sufragar los gastos de alojamiento y materiales, y logró del Instituto de Segunda Enseñanza el préstamo de un albañil, Jacobo Martí, al que los artistas lla­maron El fresquista y al cual, en gesto admirable, instaron a que colocara su firma junto a la de ellos en cada mural.

Durante las dos semanas en que se ejecutaron los murales al fresco, reinó entre los pintores participantes y los nueve alumnos seleccionados por Ravenet para eje­cutar otros tantos frescos, una gran camaradería, explí­cita en la utilización de una misma paleta cromática en todos los casos y en determinados y perceptibles trazos de los profesionales en las obras de los estudiantes; asi­mismo, en la ayuda que le brindaron Ravenet y Ernesto González Puig a Eduardo Abela a la hora de subirse en los anda­mios y en el trazado de su mural sobre el muro.

Los murales

El proyecto muralístico de la Escuela Normal de Santa Clara

"La conquista", de Eduardo Abela.

consta de tres partes: un mural exterior en la fachada, a cargo de González Puig; quince murales interiores distri­buidos en las paredes que circundan el patio central y una obra escultórica en el centro del patio realizada en piedra por el escultor Alfredo Lozano.

Los murales inte­riores se pueden subdividir en cuatro conjuntos que se corresponden con cada una de las galerías que confor­man el espacio centralizador abierto del patio: al norte Domingo Ravenet, al oeste Jorge Arche, Amelia Peláez, René Portocarrero y Mariano Rodríguez, al sur Eduardo Abela, y al este los alumnos normalistas.

Abela y Ravenet dominaron las galerías interiores al sur y al

"Los escolares", de Amelia Peláez.

norte, respectivamente, enfrentando sus obras con el patio por medio. Abela seleccionó el tema “La conquista”; Ravenet, una esce­na rural titulada “La siembra”. Arche, Amelia, Portocarrero y Mariano ocuparon los muros disponibles entre puertas y ventanas de la galería oeste con las obras “El huracán”, “Las escolares”, “La familia” y “Educación sexual”, en este mismo orden. La escultura de Lozano, denominada “Los sentidos”, se emplazó en el centro del patio.

En la galería situada al este se dispusieron los frescos de los estudiantes normalistas, algunos de ellos firmados y titulados según lo que representaban, con denominaciones más o menos auxiliares para su identificación, tales como “La niña en el camino”, “La lavandera”, “La vaquita y el ternero”, “La vega”, “Paisaje campesino”, “El jinete”.

Temas

Las temáticas de las obras recogen la desolación ante los desastres naturales (“El huracán”), la incorpora­ción de la mujer, incluida la mujer negra, al estudio (“Las escolares”), la necesidad de instrucción para el campesino (“La familia”) y de educación sexual en la juventud.

El matiz social se manifiesta en la reiteración de personajes cam­pesinos. En el mural de Arche la escena es desoladora por los efectos devastadores de un fenómeno natural, mien­tras Portocarrero lanza una provocación de futuro al llevar la sabiduría a los campos cubanos. La incorporación de la mujer negra a la sociedad y la igualdad de las razas en el tratamiento de “Las escolares”, de Amelia, indica preocupa­ciones sociales, más atrevidas para la época en el mural de Mariano quien incorpora el desnudo, masculino y femeni­no, vinculado a la utilidad de una educación sexual.

Ernesto González Puig recurrió a las alegorías: «una alumna practicaba sentada al piano; un estudiante leía un libro; un profesor daba clases de geometría tras una mesa, rodeado por sus alumnos» en “Los estudios”, a tra­vés del cual propone la conjunción de arte y ciencia en los programas de enseñanza.

La ironía en el tratamiento del tema histórico por Eduardo Abela: la conquista de la isla por los españoles, es una búsqueda indagadora en la identidad cultural. La actitud reposada y vaciladora del aborigen recostado a una mata de pláta­nos, evoca de cierta manera su permanencia en los proce­sos transculturales, mientras que El Bobo llegó por la vía hispánica en la figura de los colonizadores. En un bo­ceto conservado por Irmina Quevedo—alumna normalista que realizó uno de los murales— el Bobo aparece en la cara del indio.

Repercusión

El 5 de diciembre de 1937 se inauguraron los murales al

La vaquita y el ternero. Anónimo de un estudiante normalista.

fresco de la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara, ciudad que por no haber recibido las incidencias de las vanguardias artísticas, no estaba preparada para aceptar fácilmente el hecho.

Existía una pequeña burguesía de ascendencia es­pañola y fuerte arraigo tradicionalista, ocupada sobre todo en las tareas burocráticas de la capital provincial y el comercio. La razones para el escándalo que provocaron las obras hay que buscarlas, pues, en este provincianismo, en la desinformación reinante sobre el acontecer de las artes plásticas, tanto en Cuba como en el extranjero, y por supuesto en el entrenamiento de patrones arcaicos que respondían a la política oficial del momento. Esta misma política fue la que determinó después el destino de los murales. No poseía la población una amplia tradición pictó­rica, y la que exhibía estaba fuertemente atada a lo peor del lenguaje académico en pinceles autodidactas.

Las críticas a los murales por parte de los sectores más reaccionarios de esta burguesía, aparecidas aun an­tes de que se concluyeran, arreciaron al extremo de que profesores del mismo claustro propusieran tapar algunos frescos y determinaron que los intelectuales progresistas agrupados en La Normal la abandonaran pocos años des­pués de la realización de las obras.

Barbarie

En 1948, el entonces director de la escuela, sujeto de apellido Smith, en un acto de barbarie ordenó la eliminación de los murales que consideró más radicales, y se perdieron los realiza­dos por Mariano Rodríguez, Ernesto González Puig y Domingo Ravenet. La escultura de Lozano sufrió idéntica suerte.

La prensa de la época denunció el atentado y clamó por sanciones para su autor: «Es un daño que alcanza y aver­güenza a todos los cubanos», decía un artículo publicado por la Revista Carteles el 26 de marzo del propio 1948.

El resto de las obras sucumbió tras sucesivas capas de lechada a través de los años. En 1978 la Dirección de Patrimonio de la provincia realizó las coordinaciones per­tinentes para restaurar el conjunto muralístico.

Rescate y conservación

Pese a que no había mucha experiencia en el rescate de pinturas murales realizadas al fresco, se lograron salvar aquellos que aún permanecieron, aunque dañados también por la es­pontánea acción de grabar nombres en las paredes y por la suciedad originada por sustancias contaminantes.

En aquel momento se realizó un extenso programa de recomendaciones para su conservación, que incluía medi­das poco costosas, como la colocación de toldos en las zonas del patio donde la intemperie y la luz solar afecta­ban directamente a los frescos, y la limitación del acceso directo a cada una de las obras con una sencilla barrera.

La Resolución No. 26 de la Comisión Nacional de Monu­mentos, del 14 de enero de 1982, declaró Monumento Local el inmueble contenedor de tan valiosa experiencia.

No obstante los trabajos de restauración y las disposi­ciones patrimoniales vigentes, los murales se encuentran de nuevo en estado de deterioro avanzado, con faltantes y daños irreversibles, lo que hace latente una vez más la inminente desaparición de una importante, aunque casi desconocida, página de la vanguardia plástica cubana.

Fuentes

  • Castañeda Pérez de Alejo, Alexis. La Sencillez sangrante. Santa Clara: Editorial Capiro, 2009