Domingo Goicuría

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Domingo Goicuría
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Hombre justo que luchó por la abolición de la esclavitud.
Nacimiento23 de junio de 1805
ciudad de La Habana,
capitanía general de Cuba,
Imperio español Bandera del Imperio Español
Fallecimiento7 de mayo de 1870
ciudad de La Habana,
capitanía general de Cuba,
Imperio español Bandera del Imperio Español
Nacionalidadcubana

Domingo Goicuría (La Habana, 23 de junio de 1805 - La Habana, 7 de mayo de 1870) fue un político y militar cubano, hombre justo y honesto que luchó por la abolición de la esclavitud y de la trata negrera. Independentista, murió ejecutado por los españoles mediante el infame garrote vil.

Síntesis biográfica

Era hijo de padres vascos-vizcaínos. A los siete años lo mandaron a España. Allí comenzó sus estudios, primero, en el Colegio Santiago, de Bilbao (País Vasco), y luego en La Coruña (Galicia), teniendo como profesor a Antonio Casas.

Infancia y juventud

En La Coruña, durante el sitio y bombardeo de aquella ciudad, se metió en una trinchera, de la cual fue sacado por un sargento, y llevado a su casa, donde ya reinaba la inquietud.

Mozo, vuelve a su patria, y mozo va a los Estados Unidos, donde estudia y trabaja y analiza las diferencias entre el esclavismo anglosajón y el español. Al cabo de algún tiempo de permanencia en la gran República del Norte, regresa a Cuba, pero el ambiente de su pueblo lo asfixia. No podía ―después de haber gozado de la libertad― someterse a la esclavitud. Emprende de nuevo viaje rumbo al Reino Unido.

Más de tres años permanece en el Reino Unido, tres años que indudablemente influyeron de manera definitiva en la formación de su carácter y temperamento. De los británicos adquirió la sana jovialidad casera, su amor a las aventuras peligrosas, el respeto a las leyes, y el ferviente amor a la libertad plena de los blancos.

Etapas importantes de su vida

Llamado por su padre, vuelve a La Habana, donde entra como socio de una casa de comercio. Al cabo de unos meses deja Cuba y sale rumbo a Europa, de donde retorna al cabo de tres años. Entonces fue que contrajo matrimonio.

Nombrado secretario de la Junta de Fomento, se pone a trabajar, deseoso de conseguir reformas útiles para el país. Comienza pidiendo rebaja de precio en la harina y demás artículos de primera necesidad, motivo éste por el que se gana la inquina de los comerciantes de Santander, que se creían perjudicados en sus crecientes intereses.

Su padre, en ese tiempo, le dijo una vez: "Mira, los españoles te odian, y un día te ahorcarán". ¡Triste profecía! El general O’Donnell, capitán general de Cuba, accedió a sus deseos concediendo, previa aprobación del gobierno, la exención de los derechos para la harina; pero esta propuesta fue rechazada en Madrid. En esa época, Goicouría, encargado del saneamiento de la bahía de La Habana, tuvo ocasión de realizar un acto verdaderamente heroico.

Un violento huracán había arrastrado un navío francés contra los escollos de La Punta, despedazándolo. El mar bravío y el viento estaban imponentes, a tal extremo, que los prácticos del puerto no se atrevían a salir a prestarle auxilio a los náufragos. Goicouría, con desprecio de su vida, acompañado de algunos otros bravos, se echó al mar en una lancha, logrando salvarlos de una muerte segura.

Luchando por sus ideales

Contrario a la esclavitud del hombre negro, trabaja por la abolición de la trata. A ese fin, en 1844 propone al gobierno abrir los puertos de Cuba a la emigración blanca, pensando juiciosamente que mientras los brazos de los blancos faltaran, no era posible pensar en la emancipación de los negros.

De acuerdo con el Capitán General O'Donnell, se embarcó para España, con el encargo de establecer corrientes emigratorias. Pero a su llegada a la península se encontró una atmósfera contraria a sus proyectos. A pesar de esto, no ceja en su empeño, y a caballo recorre las provincias de Asturias y Galicia entre otras ciudades del reino español, logrando mandar unos dos mil labradores y artesanos, muchos de los cuales le debieron su fortuna.

Contrariado, decepcionado, se queda por algún tiempo por España, hasta que, muerto su padre en Cádiz, se vio en la necesidad de regresar a La Habana para hacerse cargo de sus cuantiosos intereses. En La Habana de nuevo, establece una fábrica de clavos, en sociedad con un británico y con Manuel Parejas, procurador de la reina María Cristina.

María Cristina de Austria reina maria cristina site:ecured.cu de www.ecured.cu Segunda Reina consorte del rey Alfonso XII de España


Más tarde compra dos cafetales, dedicándose a la agricultura y a la crianza de ganado caballar.

De la tranquilidad del retiro en que vivía, olvidado de las iniquidades de los hombres, vino a sacarlo el conocimiento de haberse fundado en Nueva York el periódico La Verdad, propagador de los ideales de independencia. Conocedor de que se necesitaba para poder formar y traer la expedición de Narciso López una fuerte suma de dinero, reúne inmediatamente, entre él y sus familiares, diez y nueve mil pesos, y se los manda.

Con esa cantidad pudo López, meses después, desembarcar en Cárdenas al frente de numeroso contingente. Habiéndosele hecho sospechoso al gobierno español, apenas desembarca Narciso López, es preso Goicouría, encerrado en el Castillo del Morro, y más tarde enviado en calidad de deportado a Sevilla (España).

En vano su mujer le suplica que abandone las ideas bélicas y se consagre a su hogar y a sus hijos, porque resuelto a luchar, se fuga a bordo de un pequeño bote de la ciudad que era su cárcel, y llega a Inglaterra, y de allí pasa a los Estados Unidos, donde fija su residencia.

Con su llegada coincide la creación de una junta cubana, de la cual entra a formar parte. En Cuba, el gobierno, apenas se entera de que pertenece a la referida Junta, le confisca sus bienes y lo juzga y condena a muerte. De este modo, el gobierno de España quiso dejar sin fortuna a un hombre que era rico. Pero la miseria y el trabajo intimidan a otros, no a hombres como Goicouría.

Otras etapas importantes de su vida

La Junta Cubana lo hizo su tesorero. Gracias a él se reunieron en aquella época unos doscientos mil pesos con el fin de lograr la independencia de la patria. Fue entonces que se establecieron entre él y el general estadounidense Quitman negociaciones para que este militar se hiciera cargo del mando de una expedición revolucionaria y libertara a la patria cubana de las cadenas que la oprimían.

Grandes esperanzas se llegaron a acariciar entonces, pero todo se vino al suelo al conocerse que el general estadounidense decía necesitar cinco mil hombres para la expedición, y en tan gran número era imposible conseguirlos.

Deseoso Goicouría de saber personalmente lo que del proyecto revolucionario pensaba aquél, salió para el pueblo de su residencia, lo vió y regresó de su viaje desilusionado, pensando que Quitman no iría jamás a Cuba, y que de resolverse a ir, sería un nuevo mal, pues era partidario, según su propia confesión, de perpetuar la esclavitud.

Convencido luego de que el general aquel no era más que un aventurero sin conciencia, expuso a la Junta su parecer de que no se debía esperar más y llevar a Cuba la expedición armada bajo el mando de otro jefe.

Contrarios a su criterio fueron Gaspar Betancourt Cisneros, y Porfirio Valiente, miembros de la Junta, los cuales opinaban que debían esperar a poder realizar los planes de Quitman.

Echados al fin por tierra, disuelta la Junta, fue Goicouría a México, ansioso del apoyo necesario para el logro de sus ideales. Al principio creyó lograr sus deseos, pero sacudido México por revueltas internas, no podían sus hijos poderosos ocuparse de las cosas ajenas.

Enterado Walker, rapaz aventurero, de los propósitos de Goicouría, le propuso un cambio de servicios: es decir, que lo ayudara a sostenerse en el gobierno de Nicaragua, y él lo ayudaría a lograr la independencia de Cuba.

Goicouría acepta contento este pacto, y se pone al frente del ejército invasor estadounidense de Walker contra los patriotas nicaragüenses. Combate valientemente en más de una ocasión. Vencedor Walker, nombra a Goicouría su embajador en Inglaterra y Francia. En viaje para estos países llega a Nueva York, donde se entera de que Walker había decretado nuevamente la esclavitud en Nicaragua, y le escribe al momento dimitiendo el alto cargo que le había conferido.

Después de las decepciones

Amargado, desencantado, y teniendo en cuenta el estado de los cubanos en el exterior, se establece en Nueva Orleans, donde logra abrirse campo. De regreso a Veracruz, pasa por Nueva Orleans, Benito Juárez, y se le ofrece Goicouría para ayudarlo en sus aspiraciones.

En favor de Benito Juárez, sabe que van a salir de aquel puerto americano dos vapores cargados de armas con destino al general Miramón ―su adversario― y se embarca en un buque de su pertenencia, acompañado de unos cuantos marinos estadounidenses para Veracruz, y en alta mar los ataca fiero, logrando apoderarse de los mismos. En Nueva York se hallaba cuando el comienzo de la guerra de secesión: vuela a Nueva Orleans, con el fin de poner a salvo sus intereses.

Allí le ofrecen el grado de general de los ejércitos del Sur, lo que rehúsa, de acuerdo con sus ideas abolicionistas y su concepto de la gratitud. Durante esta guerra abandona a los Estados Unidos y se va a Europa, en compañía de los suyos, de donde regresa más tarde.

De vuelta a la lucha

En 1867 hace un viaje al Brasil, a visitar a su hija. En aquel país, tan semejante al suyo por la naturaleza, pasa días verdaderamente encantadores, olvidado de angustias y tormentos. Pero hasta allí va, en noviembre del año 1868, la noticia de que en Cuba había estallado una revolución capitaneada por Carlos Manuel de Céspedes, en pro de la independencia.

Conocer esta noticia y sentir la necesidad de correr a luchar él también, fue todo uno. En vano fueron las súplicas de la familia: resuelto, se embarca para los Estados Unidos, acompañado de su hijo Valentín, quien, exaltado por la fiebre del padre, desea también combatir por Cuba.

En Nueva York, apenas desembarcado y presentado a la Junta Revolucionaria, se le confía una expedición. El hijo quiso acompañar al padre, pero por disposición de él mismo y de alguno de los miembros de la Junta, se le manda a las órdenes del general Jordan. Al lado de este General, servidor de Cuba, peleó hasta caer en una fiera arremetida contra una batería española en Cuevitas.

En tanto, el viejo Goicouría, después de vencer infinidad de obstáculos, parte, al frente de un contingente de cuatrocientos hombres, rumbo a las playas amadas. Cerca ya de Cuba, tiene que arribar a un cayo, necesitado de carbón para el buque. En este cayo pasa diez y ocho días, hasta que, fue denunciado con los demás y apresado por los británicos.

Triste, abatido, pero no rendido, vuelve a Nueva York, donde le dan la noticia de la muerte de su hijo en los campos de batalla.

Apoyando la revolución de 1968

En 1870, resuelto a entrar en Cuba de todos modos, a luchar por su tierra, se embarca en una goleta, sin capitán ni práctico, en compañía de unos cuantos subalternos, y consigue llegar a presencia de Carlos Manuel de Céspedes, quien le ofrece el mando de las tropas cubanas, lo que no acepta.

Entonces Céspedes le pide que logre nuevos armamentos, y él se ofrece para ir a México y pedirle a Benito Juárez, a quien había ayudado en su causa, que lo ayudara a él ahora en la suya. En compañía de los hermanos Agüero, de un británico y dos más, se echa al mar, pero a, poco el océano se encrespa, la embarcación amenaza zozobrar, por lo que arriba a Cayo Guajaba.

Allí, separado de sus demás compañeros, se interna en el bosque, y permanece una semana solo, alimentándose de cangrejos crudos y pasando sed, hasta que, en presencia de una casita, se acerca a ella, y lo hacen prisionero unos oficiales de marina.

Conducido a bordo del Cañonero Gacela, llega a Puerto Príncipe, donde esposado, es conducido hasta la presencia del Capitán General Caballero de Rodas. Interrogado, contesta con altivez y valentía admirables. A poco, lo envían a La Habana, donde es juzgado en consejo de guerra.

Preguntado por los jueces del tribunal qué había venido a hacer a Cuba, contesta:

"¿Acaso lo ignoráis? A expulsaros de ella."

Muerte

Condenado, como era de esperarse, a muerte, solicita ser fusilado, cosa que le niegan. Debía ser agarrotado. Al escuchar la negativa, dijo:

¿Y ustedes pretenden que España sea una nación civilizada?

Encerrado en la cárcel, espera, sereno, la hora de la suprema liberación. Nadie, viéndolo y oyéndolo, podía imaginarse que aquel hombre estaba condenado a muerte. Asombro causó, aun a sus propios enemigos, el valor del que dio pruebas evidentes.

El día 7 de mayo de 1870, notificado de que había llegado el momento de morir, sale de la cárcel, y monta en un coche en compañía de un sacerdote y dos oficiales. En el camino, al pasar por la Plaza Carlos III, exclama, dirigiéndose a los oficiales:

Dentro de poco verán aquí la estatua de Carlos Manuel de Céspedes.

Cuando llegaron al lugar de la ejecución y se detuvo el coche, bajó Goicouría y subió rápido los escalones del patíbulo, desde donde se dirigió a la multitud para hablarle. Pero el redoblar fatídico de los tambores ahogó su voz. No obstante, se sabe que las últimas palabras que pronunciara fueron éstas:

Muere un hombre, pero nace un pueblo.

Después, se sentó en el banquillo, le hizo el verdugo algunas indicaciones, se arregló la barba, y dijo en voz alta:

Ahora ya puedes apretar.

El verdugo apretó el tornillo que le oprimió la nuca hasta matarlo.

Véase también

Fuentes

  • “Fue ejecutado en La Habana Domingo Goicuría y Cabrera”, artículo publicado en el sitio web La Habana.gob.cu. Erróneamente indica que el artículo fue escrito el 7 de mayo de 1870 (que en realidad es la fecha de la ejecución de Domingo Goicuría).
  • Roig de Leuchsenring, Emilio: “Domingo de Goicouría: una vida al servicio de la libertad de Cuba”, artículo publicado en la revista Librínsula, núm. 214 (sección Nombrar las Cosas).
  • Varios autores: “Nombramiento de Domingo Goicuría como jefe de operaciones del distrito de Pinar del Río”, artículo publicado en la Enciclopedia Carlos Manuel de Céspedes (La Habana).
  • Artículo publicado el 19 de junio de 1938 en la revista Carteles, núm. 25 (La Habana).