María Villar Buceta

María Villar Buceta
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Nombre completoMaría del Carmen Villar Buceta
Nacimiento25 de abril de 1899
Corral Falso de Macurijes, Bandera de Cuba Cuba
Defunción29 de junio de 1977
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
OcupaciónPoetisa, periodista y bibliotecaria
NacionalidadCubana
Lengua de producción literariaEspañol
Lengua maternaEspañol
GéneroPoesía
MovimientosFeminismo
Obras notablesUnanimismo (1927)

María del Carmen Villar Buceta. Destacada luchadora, poetisa, periodista y bibliotecaria. Brindó sus aportes al campo de la bibliografía y al desarrollo de la actividad bibliotecaria en Cuba. Fue la primera profesora de biblioteconomía en Cuba.

Familia

Nació el 25 de abril de 1899 en Corral Falso de Macuriges -actual Pedro Betancourt (Municipio). Hija de Froilán Villar González, natural de Santander, España, y de Petra Buceta, natural de Colón, Cuba.

Primeros estudios

Hasta la edad de 11 años María logró cursar su enseñanza primaria en el Centro Escolar Félix Varela, estos fueron los únicos estudios formales que realizó. La muerte temprana de su madre la obligó a abandonar la escuela y a enfrentar la crianza de sus hermanos menores, las labores rutinarias y extenuantes de ama de casa y la difícil conquista del pan en pleno inicio de la adolescencia. La pobreza imperante en el hogar y el atraso cultural predominante en el entorno provinciano, conspiraron contra sus apetencias de desarrollo intelectual.

Estos contratiempos habrían amilanado cualquier espíritu, mas no el suyo; María se convirtió en una verdadera autodidacta. Su afán por la lectura le ofreció nuevos horizontes a sus sueños e inquietudes líricas. Y así en un medio nada favorable, inició el cultivo de su poesía

Inicio de su obra

Alrededor de 1915, comenzaron a publicarse en algunos diarios los primeros poemas de María. El 3 de abril, su soneto titulado “Desilusión” , apareció en el Diario de la Marina. En 1916, decidió incursionar también en el campo periodístico. El 3 de octubre, apareció en el Heraldo de Cuba, su primer trabajo, “El hombre nuevo”, artículo que describía el triste modo de ser y de actuar de la burguesía, mediante un diálogo entre un burgués y un bohemio. Sin embargo, no es hasta su traslado a La Habana , en 1921, que María se convirtió oficialmente en periodista.

Mientras tanto, seguía con su obra poética. En 1917 María le dirigió una carta al director de la revista El Fígaro para ofrecerle su poesía. Esta carta, publicada con tres de sus poemas, el 14 de enero, sentó las bases de su colaboración con la revista hasta el año 1925. También en otras revistas comenzaron a aparecer los versos de la joven autora. Así en 1918 tres de sus poemas –“Ascensión”, “Canto de redención” y “Psiquis”– vieron la luz en la Revista Social, que publicó sus poesías hasta 1929.

Hasta 1921 María colaboró desde su localidad en la revista habanera Castalia, dirigida por Roger de Lauria y Paulino G. Báez. Pero ese mismo año se trasladó con su familia a La Habana, donde comenzó a trabajar como secretaria de redacción y como redactora del diario La Noche, que dirigía Leopoldo Ros. Más tarde, desempeñó los mismos cargos en El Heraldo de Cuba, órgano del liberalismo político, dirigido por Manuel Márquez Sterling.

Publicaciones

El 24 de febrero de 1923 María publicó en La Noche el artículo titulado “El 24 de febrero y yo”, en conmemoración del aniversario de ese acontecimiento histórico. El artículo revelaba sus sentimientos revolucionarios y su inclinación hacia el internacionalismo. Estas ideas le propiciaron el primer encuentro con Rubén Martínez Villena. A partir de aquí se selló una amistad y comunión de ideales entre María y Rubén, que duraría por siempre.

El año 1923 resultó trascendente en el desarrollo histórico, político, social y cultural de Cuba, porque en él y a partir de él, se produjeron acontecimientos que cualitativamente marcaron para siempre el devenir de la isla. La creciente toma de conciencia del proletariado, la reforma universitaria en varios países latinoamericanos y el movimiento estudiantil sirvieron para abrir el camino; y en 1923 había en Cuba condiciones, tanto objetivas como subjetivas, para que se produjeran hechos como la “Protesta de los Trece”, la formación de “La falange de acción cubana” y “El movimiento de veteranos y patriotas”, en los que estuvieron involucrados jóvenes deseosos de darle un vuelco no solo a la cultura, sino a la chata vida nacional. Esos jóvenes, que no pertenecieron a ningún partido u organización política y que provenían, clasistamente, de la pequeña burguesía, alcanzaron un prestigio nacional e internacional porque, entre otras razones, impulsaron el rompimiento del atraso cultural que existía en Cuba, aunque supieron valorar el pasado y, a la vez, asimilar las más novedosas corrientes artísticas de su época.

Actitud revolucionaria

En 1920 comenzaron a reunirse en el Café Martí jóvenes con inquietudes intelectuales -Rubén Martínez Villena, Enrique Serpa, Juan Marinello, Regino Pedroso y Andrés Núñez Olano, entre otros- esencialmente poetas y críticos literarios que publicaban en revistas como Castalia. Su rebeldía en aquel momento era solo poética, pero se vislumbraba una actitud de ruptura total con todo lo establecido. Posteriormente estos jóvenes trasladaron sus tertulias para la redacción de la revista El Fígaro (1885-1933) donde trabajaba José Antonio Fernández de Castro, gran amigo de Rubén Martínez Villena. Hacia finales de 1922 la tertulia desapareció, pero prosiguió una fraternal relación entre ellos a la que se sumaron Emilio Roig de Leuchsenring, José Zacarías Tallet, Jorge Mañach, Félix Lisazo, Luis Gómez Wangüemert y varios más. El grupo, aún en gestación en aquellos tiempos, se caracterizaba por la inestabilidad de sus miembros y por la asistencia irregular a las reuniones, la mayoría de las cuales se realizaron en el restaurante Lafayette.

A partir de noviembre de 1923 los miembros del grupo empezaron a reunirse en los llamados almuerzos sabáticos. En ellos, participaban no sólo los jóvenes, sino también figuras como Fernando Ortiz y el narrador Alfonso Hernández Catá. Se sumaron al grupo, los pintores Antonio Gattorno, Jaime Valls y el Artísta Plástico Eduardo Abela, el escultor Juan José Sicre, el entonces periodista y crítico, y futuro novelista, Alejo Carpentier y el médico Juan Antiga. Las únicas mujeres que formaban parte del grupo eran María Villar Buceta y Mariblanca Sabas Alomá. Estos jóvenes pertenecientes al Grupo Minorista, llamados así a partir de un trabajo de Jorge Mañach titulado “Los minoristas sabáticos escuchan al gran Titta ”, publicado en la Revista Social, correspondiente a febrero de 1924, acentuaron sus esfuerzos en la crítica política y literaria. Dos de sus miembros, Félix Lisazo y José Antonio Fernández de Castro, publicaron en 1926 una antología de poetas contemporáneos –“La poesía moderna en Cuba (1882-1925)”- que constituyó una profunda revisión de la obra poética en ese período. Los versos de María Villar Buceta, Rafael Esténger, de Rubén Martínez Villena y de José Zacarías Tallet eran una reacción amarga e irónica frente a la gris circunstancia burguesa. En diciembre de 1926, el grupo redactó el manifiesto por la independencia de los pueblos contra el imperialismo norteamericano, dirigido a los intelectuales y hombres libres de los Estados Unidos, “A nuestros hermanos de la América Latina”, en el que denunciaba la intervención norteamericana en Nicaragua.

“Los minoristas” constituyeron un grupo sin reglamento, sin presidente, sin secretario, sin cuota mensual, en fin, sin campanilla ni tapete, pero era ésta precisamente la más viable organización de un grupo de intelectuales. Mientras en diversos sitios, había fracasado grupos análogos, cuya actividad sí estaba subordinada a un reglamento, los minoristas perduraron y lograron una gran influencia en el desarrollo social y cultural de Cuba.

En el grupo, coincidieron escritores, pintores, escultores, músicos, médicos... de pensamiento diferente, pero todos poseídos de una creciente inquietud en favor de las corrientes más actuales de la política y de la creación artística. A partir de la diversidad de sus integrantes el grupo se consolidó, aunque por breve tiempo, en un movimiento que encauzó pronunciamientos renovadores y hasta revolucionarios en la política y en el arte. Ellos rompieron con los moldes y acabaron con la pasividad en favor de tomar posiciones más radicales, ante los problemas que sumían a la sociedad cubana en el caos y la ignorancia.

La dispersión del grupo en 1928 fue un hecho condicionado por las circunstancias inherentes a conflictos individuales y generales y también por la radicalización política de algunas de sus figuras, cuyos ideales rebasaron la “medida” que sin acuerdo previo había asumido el grupo. Al respecto expresó Emilio Roig de Leuchsenring: “Precisamente, la decadencia del Grupo Minorista vino cuando faltó en la mayor parte de sus componentes esa correspondencia entre la actitud de artistas y la actitud de ciudadanos y hombres de su época”.

Y decía Raúl Roa: "Algún día habrá que enjuiciar rigurosamente la significación y trascendencia de este movimiento, que se deshizo a los primeros ventarrones de la tormenta. Sus componentes más caracterizados enmudecieron unos, se acobardaron otros, se adaptaron los más y los menos como Roig de Leuchsenring, María Villar Buceta y Regino Pedroso, siguieron a su manera y en variada medida, el ejemplo de Rubén". Y precisaba: “María Villar Buceta, pura voz lírica en un ambiente impuro, se sumergió, como Martínez Villena, en la anónima y riesgosa gesta de la clase obrera”.

Unanimismo: el único libro de poesía. En 1924, El Heraldo de Cuba, donde trabajaba María, se vendió a González Beauville y se convirtió en el periódico vocero del tirano Machado. María se quedó sin trabajo, pero sus amigos minoristas hicieron gestiones para que ella entrara a trabajar a la Biblioteca Nacional, donde laboró hasta Marzo de 1933, según la nómina de la institución, con el cargo de oficial clase segunda.

El año 1925, cuando se instaló en el poder el tirano Machado, marcó la incorporación activa de María a la vida política del país. Ella tomó de inmediato un puesto entre los jóvenes que lo combatían clandestinamente y se convirtió en una de sus más fervientes opositoras.

Paralelamente se desarrollaban sus actividades políticas y su obra poética. En 1927 se publicó su libro de poesías Unanimismo, considerado una verdadera joya de la lírica cubana. El libro fue subvencionado por Sarah Méndez Capote.

Unanimismo, dedicado a Sarah, fue el primero y único libro de poesía publicado por María Villar Buceta que supo, a base de inteligencia y tesón, abrirse camino entre la intelectualidad de su época. En todos los poemas que conforman este cuaderno, se destaca la espiritualidad de María. Enrique José Varona escribiría, en 1928, una carta a Sarah, para agradecerle por la impresión de Unanimismo: “Gracias a su amistad sin par, podemos leer impresas y bien impresas, las poesías exquisitas de María Villar Buceta …”. Más tarde, escribió personalmente a María para expresarle su admiración: “Por primera vez me encuentro ante la poesía que surge de un corazón, como borbota el agua de un manantial”.

La publicación de Unanimismo provocó admiración y elogios de críticos, compañeros de oficio y aun entre las capas menos adictas al disfrute de la poesía. El libro, según Helio Orovio, “produjo una sensación de cercanía espiritual, no exenta de cierta sorpresa ante una voz nueva, inmersa en lo más profundo de lo cotidiano, extraordinaria en su sencillez, que tocaba las fibras más profundas y eternas del hombre”.

Unanimismo, situó a María para siempre en los predios de la poesía cubana y latinoamericana. “Un talento y una sensibilidad singulares se expresaban en aquel verso, que contrastaba con la sensiblería imperante en la llamada poesía femenina de la época. Una ternura y una reciedumbre de carácter alternaban en las puntas irónicas de su verso recio y desnudo ”.

Gran importancia en la vida de María ocupaban las actividades políticas. A principios de la década de los años treinta, comenzó a militar en el Partido Comunista de Cuba y, junto a Gaspar García Gallo, fundó el Partido Comunista en Calabazar y en zonas cercanas como el Wajay.

En el propio año 1930, María comenzó, en medio de una atmósfera de lucha, a escribir un pequeño libro que tituló "Colillas", una especie de tirones a la conciencia del lector, que sería el proletario, el trabajador explotado. Breves prosas poéticas que con estilo irónico, desentrañaban de la manera más asequible, la raíz opresora y explotadora del sistema. Una buena parte del contenido se publicó en la Revista Social, pero el libro que se editaría en beneficio de la Sociedad de Torcedores de La Habana, desapareció presumiblemente en manos de la policía.

Eran días de batalla diaria contra la tiranía machadista y María prefirió acometer la acción y acallar de cierto modo el verso. Recorrió la provincia de La Habana con la propaganda, la proclama, la instrucción partidista -cosidas a sayas, blusas y refajos- que llamaban a la insurrección en plena calle habanera.

María se sumergió con Rubén Martínez Villena, su hermano de ideales, y otros, en la lucha política.

En 1932, un periodista de El Mundo visitó a María para entrevistarla en relación con una encuesta sobre el movimiento feminista en Cuba que se publicaría en el Anuario de ese periódico. A la pregunta: _ ¿cómo cree usted que será la mujer cubana del porvenir?, ella contestó: “simplemente comunista, como ha de serlo la sociedad del mañana. A quien quiera ahondar más en esta opinión le bastará con iniciarse en el credo político así nombrado”.

Esta respuesta revelaba la identidad de la mujer y su conciencia de clase, su fidelidad a la causa de los trabajadores y a la organización a la que pertenecía. Para eso había que tener valor en tiempos de tiranía, de imperialismo y anticomunismo desenfrenado.

A pesar del derrocamiento del tirano por el pueblo, no advino, sin embargo, el pleno triunfo del programa revolucionario. Fuerzas de la oscura reacción, auspiciadas por el imperialismo yanqui, se opusieron a las más justas y profundas reivindicaciones. Comenzó una nueva etapa de lucha de los verdaderos revolucionarios, entre los cuales se encontraba María Villar Buceta. Ella quedó cesante de su trabajo en la Biblioteca Nacional y tuvo que enfrentar un nuevo ciclo de penuria económica.

En 1934, a pesar de las adversidades, María publicó, en el periódico Ahora, un ensayo biográfico “Vida y muerte de Rosa Luxemburgo”, en el que destacó facetas importantes de la personalidad de la luchadora alemana.

Posteriormente, este trabajo, en forma de folleto, alcanzó tres ediciones consecutivas. Colaboró en la revista Masas, editada por la Liga Antimperialista de Cuba, con el artículo “La derogación de la Enmienda Platt : un error de cálculo diplomático” , en el que calificó este hecho como una maniobra de cancillería y manifestó que, a pesar de eso, “…los pueblos permanecerán en idéntica aptitud vigilante ante la inminencia del desenlace trágico, de las pugnas inter-imperialistas que han de tener por vasto escenario la América”.

Su labor periodística alcanzó su mejor expresión en la revista Adelante, desde la cual denunciaba el medio asfixiante en que se movían escritores y periodistas, así como la crisis general que restringía la expresión del pensamiento de carácter político y social. En esta misma revista, María se pronunció en contra de los prejuicios raciales, y planteó que “…lo negro ha asumido la categoría de provincia dentro de lo humano”, y establecía con versos de Rafael Alberti el camino hacia la integración humana: “blanco da la mano al negro/ negro da la mano al blanco”.

En 1934, integró el grupo Gorki, la primera filial cubana de la Internacional de Escritores y Artistas Revolucionarios. El manifiesto inicial del grupo fue firmado por 24 escritores revolucionarios, entre los que María Villar Buceta era la única mujer. Con este grupo, iba en busca de trabajadores y campesinos para hablarles de la nueva sociedad formada en la Unión Soviética, y para señalarles la necesidad de la revolución.

En cuanto al gran escritor proletario, cuyo nombre llevaba el grupo, María, en 1936, publicó en Mediodía un artículo titulado “Estampa en negro de Gorka”, donde exclamaba: “Vive hoy más que siempre en el alma inconmensurable de sus camaradas de todo el mundo: ¡Gorki adorado, vengado, ruso, universal, inmortal!”.

En 1944 en el décimo aniversario de la muerte de Rubén Martínez Villena, María fue invitada por la FEU a pronunciar unas palabras en su condición de amiga y camarada muy querida del líder comunista desaparecido. En esta ocasión ella dictó en el Aula Magna de la Universidad de la Habana una conferencia titulada: “Evocación a Rubén Martínez Villena” en la que afirmó valientemente: Sí, he ahí mi cédula de identidad: la reconozco y no escatimo su precio. He sido, y podría seguir siéndolo sin claudicaciones ni sonrojos, compañera de luchas de Rubén Martínez Villena en las filas del proletariado revolucionario internacional: una lucha sin posibles compensaciones gubernamentales, en que todos renunciamos, lo primero, al nombre propio (…) para compartir santamente los trabajos, los peligros, persecuciones, cárceles, hambres, insultos, calumnias y negaciones. 

Los finales de los años cuarenta y los primeros años de la década de los años cincuenta fueron fructíferos en la labor poética de María Villar Buceta. Algunos de sus trabajos poéticos fueron publicados en la revista Orígenes . Es el caso de “El Faro”, “Mar muerto”, “Muerte nueva” y “Dureza, duración”. El 13 de marzo de 1957, la Escuela Profesional de Periodismo ofreció a María Villar un merecido homenaje en la Asociación de Reporteros de Cuba.

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Sería incompleto el enfoque de María Villar Buceta si se limita a analizar sus facetas profesionales o revolucionarias. Ante todo, era una mujer y supo compaginar sus deberes con la plena responsabilidad del hogar y la preocupación por su padre y hermanos. A María, le gustaba recibir visitas, cuidar de su jardín que aireaba la gracia en miniatura de su hogar en la calle Lucena. Allí le era posible satisfacer el afán de leer raros ejemplares y regodearse con grabados cubanos y antiguos, pomos de botica, rescatados de su natal Matanzas y óleos de firmas conocidas.

Luego del triunfo de la Revolución Cubana, por la que María había batallado, la mayoría de las veces desde el anonimato, cosa muy propia de su modo y carácter, se entregó con ánimo juvenil a toda clase de tareas. Fue llamada al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde realizó comentarios de libros en la revista Política Internacional, tradujo el prólogo de la obra “Ideología del colonialismo ” de Nelson Werneck Sodré, publicó una nota crítica sobre un texto del Congreso de Estados Unidos relacionado con la muerte de John Fitzgerald Kennedy. Entregó a El Mundo artículos sobre temas artísticos y políticos. Trabajó, hasta su retiro en 1968, en la Subdirección de la Biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores.

En 1976 María publicó en la Revista Bohemia el trabajo “Rubén: un muerto inmortal”, en el que recordaba cómo conoció a Rubén Martínez Villena y hacía un bosquejo de la vida y obra del poeta revolucionario.

Muerte

En los últimos meses de su vida María Villar Buceta, enferma de cuidado, estuvo recluida en los Hospitales “Salvador Allende” y “Calixto García”. María Villar Buceta murió el 29 de junio de 1977. La despedida de duelo estuvo a cargo de Ángel Augier, quien dijo: Es un hecho de rara presencia en la historia general de nuestras letras. Sin parangón frecuente en el siglo pasado, menos lo tiene en lo que va de la centuria y cuando el dolor de su caída nos permite ver, no a través de las lágrimas, sino a la luz de la razón y el ponderado juicio, la obra de esta mujer, no podremos negarle sin ser injustos uno de los primeros sitios en la poesía lírica cubana.

¡Cuánto poder de síntesis no hay en sus versos, cuánto afán superior en la búsqueda de las causas y las consecuencias últimas! De ahí todo aquel dolor sellado, que pugnando por salir doblábase en ironía!

Una mujer excepcional, escritora insigne y revolucionaria ejemplar es a la que despedimos hoy aquí con tristeza. Pero su ejemplo y su recuerdo luminoso se nos queda para compensarnos de su pérdida. Y la certidumbre de que jamás será olvidada por su pueblo, a cuya cultura y redención dedicó vida y obra.

Fuente