Winston Churchill

Winston Churchill
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Primer Ministro del Reino Unido
10 de mayo de 1940 - 27 de julio de 1945
MonarcaJorge VI
PredecesorNeville Chamberlain
SucesorClement Attlee
26 de octubre de 1951 - 7 de abril de 1955
MonarcaJorge VI
Isabel II
PredecesorClement Attlee
SucesorAnthony Eden
Datos Personales
NombreWinston Leonard Spencer Churchill
Nacimiento30 de noviembre de 1874
Blenheim Palace, Oxfordshire, Bandera de Inglaterra Inglaterra
Fallecimiento24 de enero de 1965
Londres, Bandera de Inglaterra Inglaterra
Alma materAcademia Militar de Sandhurst
OcupaciónMilitar, escritor, político
Conocido porWinnie, The British Bulldog (El Bulldog británico )
Partido políticoPartido Conservador (Reino Unido), Partido Liberal
TítulosCaballero de la Jarretera (1953)
Premio NobelPremio Nobel de Literatura 1953
CónyugeClementine Hozier
HijosDiana, Randolph, Sara, Marigold y Mary
PadreLord Randolph Churchill
MadreJennie Jerome

Winston Leonard Spencer Churchill. Político británico que a lo largo de su brillante carrera fue sucesivamente el hombre más popular y el más criticado de Inglaterra. Conocido por su liderazgo del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial.

Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador,y corresponsal de guerra y en un plano más modesto; como pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.

Síntesis biográfica

Infancia y juventud

Nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim, en Oxfordshire, Inglaterra. Su padre era lord Randolph Churchill, tercer hijo del séptimo duque de Marlborough, y su madre una joven norteamericana de deslumbrante belleza llamada Jennie Jerome, hija del millonario estadounidense Leonard Jerome.

No hay duda de que en sus primeros años conoció la felicidad, pues en su autobiografía evoca con ternura los días pasados bajo la sombra protectora de su madre, que además de hermosa era culta, inteligente y sensible.

Quizás por ello, al ser internado por su padre en un costoso colegio de Ascot, el niño reaccionó con rebeldía; estar lejos del hogar le resultaba insoportable, y Winston expresó su protesta oponiéndose a todo lo que fuese estudiar. Frecuentemente fue castigado y sus notas se contaron siempre entre las peores. Cuando en 1888 ingresó en la famosa escuela de Harrow, el futuro primer ministro fue incluido en la clase de los alumnos más retrasados. Uno de sus maestros diría de él:

"No era un muchacho fácil de manejar. Cierto que su inteligencia era brillante, pero sólo estudiaba cuando quería y con los profesores que merecían su aprobación."

Churchill fracasó dos veces consecutivas en los exámenes de ingreso en la Academia Militar de Sandhurst. Sin embargo, una vez entró en la institución se operó en él un cambio radical. Su proverbial testarudez, su resolución y su espíritu indomable no lo abandonaron, pero la costumbre de disentir caprichosamente de todo comenzó a desaparecer. Trabajaba con empeño, era aplicado y serio en las clases y muy pronto se destacó entre los alumnos de su nivel.

Primeros pasos en la política

Poco después se incorporó al Cuarto de Húsares, regimiento de caballería reputado como uno de los mejores del ejército. Combatió en Cuba, la India y el Sudán, y en los campos de batalla aprendió sobre el arte de la guerra todo cuanto no había encontrado en los libros, especialmente cuestiones prácticas de estrategia que más tarde le servirían para hacer frente a los enemigos de Inglaterra.

No obstante, la vida militar no tardó en cansarlo. Renunció a ella para dedicarse a la política y se afilió al Partido Conservador en 1898, presentándose a las elecciones un año después. Al no obtener el acta de diputado por escaso margen, Churchill se trasladó a África del Sur como corresponsal del Morning Post en la guerra de los bóers.

Allí fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero consiguió escapar y regresó a Londres convertido en un héroe popular: por primera vez, su nombre saltó a las portadas de los periódicos, pues había recorrido en su huida más de cuatrocientos kilómetros, afrontando un sinfín de peligros con extraordinaria sangre fría. No es de extrañar, pues, que consiguiese un escaño en las elecciones celebradas con el cambio de siglo y que, recién cumplidos los veintiséis años, pudiese iniciar una fulgurante carrera política.

Como orador

En el Parlamento, sus discursos y su buen humor pronto se hicieron famosos. Pero su espíritu independiente, reacio a someterse a disciplinas partidarias, le granjeó importantes enemigos en la cámara, incluso entre sus propios correligionarios. Así pues, no es de extrañar que cambiara varias veces de partido y que sus intervenciones, a la vez esperadas y temidas por todos, suscitaran siempre tremendas polémicas.

Tras ser designado subsecretario de Colonias y ministro de Comercio en un gobierno liberal, Churchill previó con extraordinaria exactitud los acontecimientos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial y el curso que siguió la contienda en su primera etapa. Sus profecías, consideradas disparatadas por los militares, se convirtieron en realidad y sorprendieron a todos por la clarividencia con que habían sido formuladas.

Lucha contra el fascismo

Churchill siguió perteneciendo al Parlamento inglés , pero durante esos años careció prácticamente de influencia. Las cosas cambiaron cuando, al observar la creciente amenaza que Hitler constituía, proclamó la necesidad urgente de que Inglaterra se rearmase y emprendió una lucha solitaria contra el fascismo emergente. En reiteradas ocasiones, tanto en la cámara como en sus artículos periodísticos, denunció vigorosamente el peligro nazi ante una nación que, una vez más, parecía aquejada de una ceguera que podía acabar en tragedia.

Tras la firma en 1938 del Acuerdo de Munich, en el que Gran Bretaña y Francia cedieron ante el poderío alemán, la gente se dio cuenta nuevamente de que Churchill había tenido razón desde el principio. Hubo una docena de ocasiones en las que hubiera sido posible detener a Hitler sin derramamiento de sangre, según afirmarían después los expertos. En cada una de ellas, Churchill abogó ardorosamente por la acción.

El 1 de septiembre de 1939, el ejército nazi entró con centelleante precisión en Polonia; dos días después, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania y, por la noche, Churchill fue llamado a desempeñar su antiguo cargo en el Almirantazgo. Todas las unidades de la flota recibieron por radio el mismo mensaje: "Winston ha vuelto con nosotros."

Formó un gobierno de concentración nacional, que le aseguró la colaboración de sus adversarios políticos, y creó el ministerio de Defensa para una mejor dirección del esfuerzo bélico. Cuando la antigua Unión Soviética firmó un pacto de no agresión con Alemania, y mientras los Estados Unidos seguían proclamando su inamovible neutralidad, Churchill convocó una reunión de su gabinete y con excelente humor dijo:

"Bien, señores, estamos solos. Por mi parte, encuentro la situación en extremo estimulante."

Por supuesto, Churchill hizo todo lo posible para que ambas potencias entrasen en la guerra, lo que consiguió en breve tiempo. Durante interminables jornadas, dirigió las operaciones trabajando entre dieciséis y dieciocho horas diarias, transmitiendo a todos su vigor y contagiándoles su energía y optimismo.

Posguerra

AL finalizar la Segunda Guerra Mundial el día de la victoria aliada, se dirigió de nuevo al Parlamento y al entrar fue objeto de la más tumultuosa ovación que registra la historia de la asamblea. Los diputados olvidaron todas las formalidades rituales y se subieron a los escaños, gritando y sacudiendo periódicos. Churchill permaneció en pie a la cabecera del banco ministerial, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y sus manos se aferraban temblorosas a su sombrero.

A pesar de la enorme popularidad alcanzada durante la guerra, dos meses después el voto de los ingleses lo depuso de su cargo. Churchill continuó en el Parlamento y se erigió en jefe de la oposición. En un discurso pronunciado en marzo de 1946 popularizó el término "telón de acero" y algunos meses después hizo un llamamiento para impulsar la creación de los Estados Unidos de Europa.

Tras el triunfo de los conservadores en 1951 volvió a ser primer ministro, y dos años después fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial. Alegando razones de edad, presentó la dimisión en abril de 1955, después de ser nombrado Caballero de la Jarretera por la reina Isabel II y de rechazar un título nobiliario a fin de permanecer como diputado en la Cámara de los Comunes.

Reelegido en 1959, ya no se presentó a las elecciones de 1964. No obstante, su figura siguió pesando sobre la vida política y sus consejos continuaron orientando a quienes rigieron después de él los destinos del Reino Unido.

Muerte

El pueblo había visto en Churchill la personificación de lo más noble de su historia y de las más hermosas cualidades de su raza, por eso no cesó de aclamarlo como su héroe hasta su muerte, acaecida el 24 de enero de 1965, luego de un ataque cardiaco que le ocasionó una severa trombosis cerebral.

Reconocimientos

  • Caballero de la Jarretera (1953), otorgado por la reina Isabel II
  • Premio Nobel de Literatura (1953), por "su dominio de la descripción histórica y biográfica, así como su brillante oratoria en defensa de los valores humanos"
  • Duque de Londres (1955) Declinó aceptar tal título y desde entonces a nadie se le ha ofrecido un título de Duque en el Reino Unido.
  • Premio Carlomagno (1956), otorgado por la ciudad alemana de Aquisgrán a aquellos que más han contribuido a la causa de la paz en Europa.
  • Father of the House (Padre de la Casa) (1959), parlamentario con más años de servicios continuos en el Parlamento Británico .
  • Ciudadano Honorario de los Estados Unidos (1963) otorgado por el presidente Kennedy.

Fuentes