El Báb

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El Báb
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No existen fotografías del Báb. Este es el Santuario donde descansan sus restos en las laderas del Monte Carmelo, Haifa, Israel.
NombreSiyyid ‘Alí Muhammad
Nacimiento20 de octubre de 1819
Shiraz, Persia (hoy Bandera de Irán Irán)
Fallecimiento9 de julio de 1850
Tabriz, Persia (hoy Bandera de Irán Irán)
Causa de la muerteFusilamiento
EducaciónNinguna
OcupaciónProfeta
PredecesorSiyyid Kázim
SucesorBahá’u’lláh
Partido políticoNinguno
Obras destacadasEl Bayán Persa y Arabe, Las Siete Pruebas, Qayyúmu'l-Asma

La Causa del Báb, una causa que traía nuevo aliento de vida no sólo a Persia, sino que, como se vería en los años y décadas siguientes, al propio cuerpo de la humanidad, y que estaba destinada a generar la más grande revolución espiritual de todos los tiempos, primero, conmoviendo las bases de la sociedad persa al involucrar en un mismo objetivo mesiánico a ricos y pobres, cultos e iletrados, hombres y mujeres de todas las edades, y progresivamente, conquistando corazones y mentes más allá de cualquier frontera. Recibida con feroz oposición, excitando los ánimos del fanatismo y de la intolerancia religiosa del Islam, cuna de donde nacía la nueva Revelación, la verdad es que la Causa del Báb, en la medida en que llevaba la Voz de Dios a los oídos de millones de personas, transformó de forma inimaginable la vida social, moral y espiritual de Persia. El país nunca más fue el mismo. El mundo nunca más fue el mismo.

Biografía

Juventud

El 20 de octubre de 1819 nace en Shiraz (ciudad de Irán) Siyyid Alí Muhammad, el Báb. Hijo de Siyyid Muhammad Ridá y de Fatimih Bagum. Sus padres eran mercaderes descendientes del profeta Muhammad. El padre del Báb murió cuando el todavía era un niño y el Báb fue criado por un tío materno, Hájí Mírzá Siyyid 'Alí, que años más tarde sería uno sus más devotos seguidores y de los primeros mártires de la nueva fe. Todos los relatos que han llegado hasta nosotros coinciden en que el Báb fue un niño extraordinario. Aunque sólo recibió una educación elemental, aprendiendo a leer y escribir, como era habitual en la minoría de niños persas que recibían algún tipo de educación, hacía alarde de una sabiduría innata que asombraba tanto a su maestro como a otros adultos con los que se relacionó. A estas cualidades intelectuales se unía una naturaleza profundamente espiritual. Incluso en su juventud, pasaba largos períodos de meditación y plegaria. En una ocasión en que su maestro se quejó de que no eran propias de un niño aquellas prácticas de devoción tan prolongadas, se dice que el Báb respondió que había estado en la casa de su "Abuelo", a quien trataba de emular. Aquella expresión hacía referencia al profeta Muhammad, que así era nombrado en ocasiones, por aquellos que afirmaban ser sus descendientes directos.

El Báb dejó la escuela poco tiempo después de cumplir los trece años y a los quince empezó a ayudar a su tío en el negocio que tenia la familia en Shiraz. Poco después se le encargó la dirección de la tienda de Búshihr. Mientras desempeñaba una labor en los negocios que le proporcionó la reputación de ser un hombre capaz e íntegro, continuó con sus meditaciones, algunas de las cuales puso por escrito. En la primavera de 1841 dejó Búshihr para realizar una serie de prolongadas visitas a varias ciudades santas musulmanas asociadas a los santuarios de los imanes martirizados. Durante su visita a Karbilá, el Báb conoció a Siyyid Kázim, quien le saludó con una reverencia y entusiasmo que el Siyyid decidió no explicar a otros y que sorprendió en gran medida a sus discípulos. El Báb permaneció por un corto plazo de tiempo con el grupo que rodeaba a Siyyid Kázim. Luego regresó a Persia, donde se casó con Khadí-jih, hija de otra familia de mercaderes con quienes tenía un lejano parentesco. Menos de dos años más tarde se produjo su declaración a Mulla Husayn.

La declaración

En la tarde del 23 de mayo de 1844 el Báb (La Puerta) a la edad de veinticuatro años, anunció su misión al proclamar el nacimiento de una nueva era en la historia humana. El era la Puerta que conduciría a un nuevo Reino (el Reino de Dios sobre la tierra). Ese mismo día nació Abbas Effendi(‘Abdu’l-Bahá, el primer hijo de Bahá'u'lláh quien vendría a ser la personificación del modelo de vida Bahá'í. El encanto y la fuerza de la personalidad del Báb, junto a su extraordinaria capacidad de revelar el significado de los pasajes más abstrusos del Qur'án (Corán), impulsaron a Mulla Husayn a declarar su fe en Él y así se convirtió en el primer creyente de la Fe Bábí. Al cabo de unas pocas semanas, otros diecisiete buscadores aceptaron la pretensión del Báb de ser el mensajero prometido. Denominó a aquellos dieciocho primeros creyentes como las "Letras del Viviente" y los envió por toda Persia, Actual Irán, para que anunciasen que había amanecido el Día que Dios había proclamado en el Qur'án y en todas las escrituras religiosas del pasado.

Jardines Bahá'ís en las laderas del Monte Carmelo

El paso siguiente fue proclamar la nueva fe en público. Esto se inició con una visita que efectuó el Báb al centro de peregrinaje del mundo musulmán: las ciudades gemelas de La Meca y Medina, en Arabia. El viernes 20 de diciembre de 1844, con la mano apoyada en la aldaba de la Kaaba, el santuario más sagrado de todo el mundo islámico, el Báb declaró públicamente: "Yo soy el Qá'im, cuyo advenimiento habéis estado esperando". También dirigió una "tabla" o carta especial al Sharíf de La Meca, guardián de los santuarios, en la que hacía la misma afirmación. En ninguna de las dos ocasiones, pese a ser tratado con gran respeto, las autoridades del Islam Sunní prestaron alguna atención a sus aseveraciones. El Báb, sin dejarse amilanar, embarcó hacia Persia, donde la predicación de las Letras del Viviente comenzaba a levantar una tormenta de emoción entre el clero y la gente en general.

La Fe Babí

Para el clero musulmán shiah, las afirmaciones del Báb no eran sólo heréticas, sino una amenaza a los fundamentos del Islam. El Islam ortodoxo sostiene que Muhammad fue el "Sello de los Profetas" y, por tanto, el portador de la última revelación de Dios a la humanidad hasta el "Día del Juicio". Sólo el Islam ha permanecido en su integridad y pureza, porque su Libro, el Qur'án, representa las palabras auténticas pronunciadas por el Profeta en persona. A partir de esta base, la teología musulmana ha llegado a afirmar que el Islam contiene todo lo que necesitará la humanidad hasta el Día del Juicio y no puede ni va a producirse ninguna otra revelación posterior del propósito divino.

Así pues, la declaración que hizo el Báb de su misión era un reto al pilar central de este sistema teológico. Para la Shiah -la rama del Islam dominante en Persia- el reto era especialmente agudo. A lo largo de los siglos, el dogma había concedido una autoridad ilimitada sobre todos los asuntos humanos a la persona del "Imán Oculto", cuyo advenimiento debía anunciar el Día del Juicio. De hecho, se ha argumentado que los propios shás sólo reinaban como delegados del Imán. Por lo tanto, los mullas se alzaron por toda Persia en violenta oposición al Báb prácticamente en cuanto conocieron su afirmación.

Esta oposición se intensificó en gran medida cuando el Báb denunció la ignorancia y la corrupción que prevalecían entre el clero y que él consideraba el obstáculo principal para el progreso del pueblo persa. La oposición de los mullas llegó mucho más allá de las denuncias desde el pulpito. En la Persia decimonónica, el clero shiah representaba un sistema de poder y autoridad paralelo al del Sháh. Buena parte de la vida diaria estaba regulada por la ley religiosa islámica, bajo la jurisdicción de los "mujtahids" o doctores en teología. En teoría los juicios de estos tribunales eclesiásticos dependían del apoyo del poder secular para que tuvieran efectos obligatorios. En la práctica el clero shiah disponía de sus propios recursos, con los que podían forzar la sumisión a sus decretos. Una destacada autoridad moderna sobre este tema describe así las condiciones existentes en Persia cuando el Báb anunció su misión:
"A lo largo de todo el período Qájár encontramos casos de mujtahids, en particular en lsfahán y Tabriz, que aparecen rodeados de lo que sólo podemos definir como ejércitos privados. En sus inicios estaban formados más por auténticos bandoleros (lútí's) que por mullas. Los lútí's, que originalmente constituían hermandades caballerescas, similares a las de los "fálí's" en Anatolia y las tierras árabes, actuaban en apoyo del poder clerical desafiando al Estado y forzando "fatvás". A cambio se les permitía dedicarse al saqueo y al robo y, cuando estaban amenazados por alguna persecución, encontraban un santuario en el refugio conocido como "bast", que proporcionaban las mezquitas y las residencias de los 'ulamás. Estos ejércitos privados actuaban como la punta de lanza de un recurso aún más poderoso de los mullas. Si el clero señalaba que un enemigo suyo era un infiel, podía movilizar turbas entre los fanáticos y en gran medida incultos pobladores de ciudades y pueblos, para que invadieran las calles en defensa de lo que era considerado como la única fe verdadera. No sólo los grupos heterodoxos, sino incluso el propio Estado había sentido a menudo el poder de esta arma del clero".

A pesar de esta creciente amenaza, el período comprendido entre 1845 y 1847 presenció un gran incremento en el número de personas que se declaraban "bábís" o seguidores del Báb. De hecho este grupo incluía a muchas personas surgidas del clero. Uno de los nuevos creyentes era un teólogo brillante y extremadamente influyente, llamado Siyyid Yahyáy-i-Darabí, que más tarde recibió el apelativo de "Vahíd" (Único). El Báb había sido puesto bajo arresto domiciliario por orden del gobernador de Shiraz, a instigación del clero musulmán de aquella región. Vahíd había sido enviado para someterlo a interrogatorio en nombre de Muhammad Sháh, gobernante de Persia, quien había oído rumores sobre el nuevo movimiento y deseaba recibir información fiable y de primera mano. No es sorprendente que, al conocer la conversión de Vahíd, el Sháh diera órdenes de que llevaran al Báb de inmediato a la capital, Teherán, bajo escolta, aunque tratado como un huésped honorable. El Báb había anunciado previamente su deseo de encontrarse con el monarca y explicarle su misión de manera detallada.

Por desgracia el plan no llegó a buen término. Muhammad Sháh era un hombre débil y vacilante que ya experimentaba los estadios terminales de una enfermedad que acabaría con su vida en menos de un año. Además estaba completamente dominado por su primer ministro, Hájí Mírzá Áqásí, una de las figuras más extrañas de la historia de Irán. El primer ministro había sido el tutor del Sháh durante su infancia y gozaba implícitamente de su confianza.

Gobineau dijo de Muhammad Sháh y su primer ministro:
"Muhammad Sháh, de quien ya he hablado, fue un príncipe de disposición muy especial, totalmente común en Asia pero que los europeos hemos visto en raras ocasiones, no hablemos ya de entenderla... Su salud siempre había sido deplorable; gotoso hasta el último grado de la enfermedad, sufría de dolores continuos y encontró escasos alivios para su mal. Su carácter, débil por naturaleza, se había vuelto melancólico y, con una gran necesidad de afecto, aunque raras veces experimentó sentimientos de esa clase en su familia, entre sus esposas e hijos, concentró todo su afecto en el viejo mulla, su tutor. Le convirtió en su único amigo, su confidente, luego en su todopoderoso primer ministro y, por último y sin exagerar, en su dios... El Hájí, por su parte, era un dios de un tipo muy especial. No es absolutamente seguro que no creyera aquello de lo que Muhammad Sháh estaba convencido. En todas las situaciones profesaba los mismos principios generales que el rey había inculcado en él de buena fe."

Esto ocurría en el verano de 1847 y el primer ministro, temeroso de que su influencia fuera socavada de manera irremediable, en caso de que el monarca conociese al Báb, el primer ministro ordenó que el Báb debía ser conducido, en medio de un gran secreto, a la fortaleza de Máh-Kú, en la provincia septentrional de Ádhirbayján (Azerbaiján), junto a la frontera rusa. La excusa que dio al Sháh fue que la llegada del Báb a la capital podía provocar un enfrentamiento entre sus seguidores y los fieles al clero ortodoxo y posiblemente causaría desórdenes públicos al estilo de los que eran habituales en aquel período. Sin embargo, es casi seguro que el primer ministro, que procedía de Ádhirbayján, había escogido aquella región porque esperaba que los bárbaros pueblos kurdos de las montañas fueran totalmente hostiles al Báb y a su mensaje. Para su disgusto, sucedió todo lo contrario: la nueva fe se extendió incluso por Ádhirbayján y tanto el gobernador como los demás oficiales de la fortaleza de Máh-Kú quedaron inermes ante la cautivadora sinceridad de su prisionero. En un último esfuerzo por contener lo que consideraba como una creciente amenaza Hájí Mírzá Áqásí ordenó que el Báb fuera trasladado de Máh-Kú al igualmente remoto castillo de Chihríq. Se repitió el mismo proceso y el capitán kurdo que estaba al mando de la fortaleza, Yahyá Khan, se convirtió en otro de los devotos admiradores del Báb. Estando Máh-Kú revelo sus Libros Sagrados, el Bayán Árabe y el Bayán Persa y Las Siete Pruebas. El Bayán Persa contiene nada menos que 8,000 versículos.

El Báb, a despecho de días tan turbulentos, se dedicó a transmitir Sus nuevas enseñanzas y alimentar la llama que ardía en los corazones de los que atendían a su mensaje. Veinte mil personas fueron ejecutadas con crueldad por el crimen de no abjurar la nueva Fe. Escenas trágicas en el nacimiento de una nueva Fe, que encontraba claros paralelismos con el saludo que esa misma humanidad, muchas generaciones antes, ofreciera a Jesús de Nazaret. En la descripción del renombrado historiador Ernest Renán, tenemos una descripción del heroísmo suscitado en aquellos días:
"Un día que tal vez no haya igual en la historia del mundo, fue aquél en que ocurrió la gran masacre de babís en Teherán. Avanzaban, entre verdugos, mujeres y niños con mechas encendidas, flameantes, en las heridas. Las víctimas eran arrastradas con cuerdas y obligadas a caminar flageladas. Cuando llegaban al lugar del suplicio, les ofrecían la vida nuevamente con la condición de que renegasen de su Fe. Un verdugo le dijo a un padre que si no abjurase, serraría el cuello de sus hijos sobre su pecho, eran dos jóvenes, el mayor de los cuales tenía catorce años... bañados en su propia sangre, con las carnes abiertas, escuchaban tranquilamente el diálogo, el padre respondió, tumbándose en el suelo, que estaba preparado y, el mayor de los hijos, reclamando con ímpetu los derechos del primogénito, pidió ser decapitado primero..."

En esa época el gobernador general de Ispahán, Manú-chihr Khan, uno de los hombres más poderosos del reino, había ofrecido al Báb los recursos de su ejército y su vasta fortuna personal para que emprendiera una marcha hacia Teherán y se enfrentara al clero y al Sháh. Según las creencias shiahs, una acción como aquella habría estado plenamente justificada. El principio fundamental subyacente a la monarquía persa era que el Sháh actuaba sólo como vicerregente y guardaba el reino en nombre del Imán Míhdi. Como la afirmación básica del Báb decía que Él era aquella autoridad espiritual tanto tiempo esperada y dado que algunas de las mentes y los espíritus mas preclaros del reino lo habían aceptado como tal, la fidelidad a las enseñanzas shiahs habría exigido que Muhammad Sháh y Náári'd-Dín Sháh estudiaran las pretensiones del Báb con el máximo respeto y atención. El hecho de que no lo hubieran hecho así era el resultado de la intervención de distintos líderes religiosos y políticos, que temían que el Báb pusiese en peligro la autoridad que les habían conferido sus cargos. Al negarse a forzar la situación, aun a costa de su propia vida, el Báb dio una muestra concluyente del carácter pacífico de su misión y su absoluta confianza en las fuerzas espirituales que desde el principio había dicho que eran su único apoyo.

El Islam permite a los musulmanes defenderse si son atacados, pero prohíbe toda forma de guerra agresiva y la conversión forzosa de los otros "Pueblos del Libro" (es decir, los seguidores de otra religión revelada, lo que en general se interpreta como referido a judíos y cristianos). Los bábís, educados en este sistema musulmán de valores, se sintieron totalmente justificados para defenderse a sí mismos y a sus familias contra los ataques de los mullas. Algunos quizás esperaban incluso que el Báb revelase su propia doctrina sobre la "jihád" (Guerra Santa), pero quedaron decepcionados. En el Qayyúmu'l-Asma el Báb revisó de manera detallada los principios básicos del concepto coránico de la "jihád" y llamó a sus seguidores a observar el orden imperante en la sociedad en que vivieran. Por lo tanto, tenían prohibido atacar a los musulmanes como uno de los Pueblos del Libro. El Báb sometió a su propia aprobación cualquier forma de "jihád" agresiva; una aprobación que no llegó a dar, pese al carácter cada vez más violento que adquiría el conflicto con el clero shiah. Estas restricciones demostraron ser el primer paso en el desmantelamiento gradual de un concepto que había sido una de las doctrinas fundamentales de la religión islámica. Cuando fue revelado el Bayán (la Exposición), el libro que contiene las leyes de la fe predicada por el Báb, no apareció en él ninguna doctrina de la "jihád". Así los bábís quedaron libres para defenderse si eran atacados, pero se les imposibilitaba proclamar la dispensación bábí mediante el uso de la espada, como el profeta Muhammad había permitido a sus seguidores que hicieran bajo las bárbaras condiciones de vida que prevalecían en la Arabia Preislámica. La protección y el triunfo definitivo de su fe, decía el Báb, estaban en manos de Dios.

En junio de 1848 Bahá’u’lláh coordino la primera reunión de los seguidores del Báb en la villa de Badasht. Allí, en aquella aldea, la relación de temas incluía desde un plan para la liberación del Báb, hasta una proclamación inequívoca de los postulados básicos del mensaje divino del cual Él era portador, afirmándola como una religión independiente, con sus propias enseñanzas y teniendo su propio Libro Sagrado, El Bayán. Esta reunión adquirió una gran trascendencia para el desarrollo de la Fe Bábí. Uno de los bábís más prominentes entre los que estaban allí reunidos era una mujer extraordinaria, llamada Qurratu'l-'Ayn, conocida en la historia bahá'í como Táhirih (la Pura). Aunque una de las razones principales para celebrar la reunión de Badasht era decidir qué pasos podrían darse para liberar al Báb del castillo de Chihríq, la reunión se vio inesperadamente sacudida por la osada exposición que hizo Táhirih acerca de algunas de las implicaciones del mensaje del Báb. Tal vez algunos de los bábís consideraban al fundador de su fe como un reformador religioso; otros podían estar confusos por las connotaciones tradicionales del término "báb". Táhirih aclaró de manera explícita las implicaciones de las afirmaciones que el propio Báb había realizado sobre su misión y pronunciado por vez primera en la noche que había declarado su misión a Mulla Husayn: Él era el Imán Míhdi esperado durante tanto tiempo; Él era quien debía surgir de la casa de Muhammad. Por tanto, Él era un mensajero de Dios y el fundador de una dispensación religiosa nueva e independiente. Como los primeros cristianos hubieron de liberarse de las leyes y ordenanzas de la Torah, así los bábís fueron llamados a desvincularse de los requisitos de la Sharí'ah (ley canónica) islámica.

Muerte

Al mediodía del 9 de julio de 1850, a la edad de 31 años, el Báb es fusilado en la plaza pública de Tabriz, por un pelotón de 750 soldados, cumpliendo órdenes del Sháh. Las peculiaridades de este drama inspiraron a los intelectuales de la época, como el filósofo León Tolstoí, el eminente orientalista británico Edard Granville Browne, e inspiró la pieza teatral titulada, El Báb, protagonizada en Moscú por Olga Grinewskaía y después representada en prestigiosos teatros de diversas capitales de Europa.

Conclusiones

La Causa del Báb, una causa que traía nuevo aliento de vida no sólo a Persia, sino que, como se vería en los años y décadas siguientes, al propio cuerpo de la humanidad, y que estaba destinada a generar la más grande revolución espiritual de todos los tiempos, primero, conmoviendo las bases de la sociedad persa al involucrar en un mismo objetivo mesiánico a ricos y pobres, cultos e iletrados, hombres y mujeres de todas las edades, y progresivamente, conquistando corazones y mentes más allá de cualquier frontera. Recibida con feroz oposición, excitando los ánimos del fanatismo y de la intolerancia religiosa del Islam, cuna de donde nacía la nueva Revelación, la verdad es que la Causa del Báb, en la medida en que llevaba la Voz de Dios a los oídos de millones de personas, transformó de forma inimaginable la vida social, moral y espiritual de Persia. El país nunca más fue el mismo. El mundo nunca más fue el mismo.

Fuentes consultadas


'ABDU'L-BAHÁ


BÁB, EL


BAHÁ'U'LLÁH Y 'ABDU'L-BAHÁ


BAHÁ'U'LLÁH


BROWNE. E. G.


CASA UNIVERSAL DE JUSTICIA


DAHL, A. L.


HATCHER, WILLIAM S. y J. DOUGLAS MARTIN


HATCHER, W. S.


NABÍL-I-A'ZAM (MUHAMMAD-I-ZARANDÍ)


NICOLAS, A. L. M.


RABBANÍ, R.


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SHOGHI EFFENDI

  • El Advenimiento de la Justicia Divina, Buenos Aires, EBILA, 2da ed., 1974.
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  • The Bahá'í Faith 1844-1952, Wilmette, Bahá’í Publishing Trust, 1953.
  • Citadel of Faith, Messages to America, 1947-1957, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1965.
  • La Dispensación de Bahá'u'lláh, Buenos Aires, EBILA, 2da ed., 1973.
  • Dios Pasa, Buenos Aires, EBILA, 1974.
  • High Endeavors, Messages to Alaska, National Spiritual Assembly of the Bahá'ís of Alaska, 1976.
  • Messages to the Bahá’í World 1950-1957, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1951, 2da ed., 1971.
  • Messages to Canada, Toronto, National Spiritual Assembly of the Bahá'ís of Canada, 1965.
  • Principios de Administración Bahá'í, Buenos Aires, EBILA, 2da ed. rev., 1978.
  • El Día Prometido ha Llegado, Buenos Aires, EBILA, 1973.
  • The World Order of Bahá'u'lláh, Selected Letters, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1938, 2da ed. rev., 1974.


Enlaces externos