Alberto Teisaire

Alberto Teisaire
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Almirante Alberto Teisaire.jpg
NombreAlberto Teisaire
Nacimiento20 de mayo de 1891
ciudad de Mendoza,
provincia de Mendoza,
República Argentina Bandera de Argentina 20 de mayo de 1891
Fallecimiento11 de septiembre de 1963 (72 años)
Buenos Aires,
República Argentina Bandera de Argentina
ResidenciaBuenos Aires
Nacionalidadargentina
Ocupaciónmilitar y político
Conocido porpor supuestamente traicionar al movimiento peronista

Alberto Teisaire (Mendoza, 20 de mayo de 1891 - Buenos Aires, 11 de septiembre de 1963) fue un militar, marino y político argentino perteneciente al partido Peronista, que en 1954 fue elegido vicepresidente de la Nación Argentina.[1]

Durante la dictadura militar autodenominada «Revolución Libertadora» fue obligado a leer una declaración en contra de Perón, que fue filmada y proyectada en todos los cines de Argentina.

Síntesis biográfica

Alberto Teisaire ingresó a la Armada Argentina. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) recibió entrenamiento en Estados Unidos como oficial de Marina en guerra antisubmarina. En 1931 comandó la fragata Sarmiento, el buque insignia de Argentina. Alcanzó el grado de contralmirante.

Durante la Revolución del 43 (un golpe militar que acabó con la Década Infame), desempeñó sucesivamente los cargos de ministro de Marina y ministro del Interior.

Fue fundador del Partido Independiente, uno de los tres partidos que sostuvieron la candidatura presidencial de Juan D. Perón en 1946.

El 29 de febrero de 1944 fue nombrado por el presidente de facto Edelmiro Farrell como ministro de Marina en reemplazo del contralmirante Benito Sueyro. El 6 de julio del mismo año (1944) fue designado ministro del Interior en reemplazo del coronel Luis César Perlinger.

Cuando Juan D. Perón presentó su candidatura para las elecciones presidenciales de 1946 Teisaire fundó, organizó y dirigió el Partido Independiente, uno de los tres partidos que apoyaron la candidatura de Perón ―los otros dos eran el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora―. El Partido Independiente se organizó sobre la base de centros cívicos barriales que convocaron a los sectores conservadores desorganizados.

Fue elegido también tres veces senador nacional por la ciudad de Buenos Aires, en 1946, 1949 y 1952.

En diciembre de 1948 fue electo convencional por la Capital Federal para integrar la Convención Constituyente que se reunió entre enero y marzo de 1949 y reformó la Constitución nacional.

En abril de 1954 presentó su candidatura en las elecciones convocadas para elegir al vicepresidente, debido a la muerte en 1952 de Hortensio Quijano, resultando victorioso sobre Crisólogo Larralde (el candidato de la Unión Cívica Radical). El secretario privado de Alberto Teisaire fue el periodista Bernardo Neustadt (1925-2018), quien luego se convertiría en uno de los periodistas políticos más siniestros del país, conocido por sus ideas antiperonistas y afines a la dictadura cívico-militar argentina (1976-1983), autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional».

La revista PBT del 9 de mayo de 1952 menciona que Alberto Teisaire fue reelegido como titular del Senado de la Nación.

En tres oportunidades fue presidente la república (por ausencia de Perón) y simultáneamente presidente del Senado y del Partido Peronista Masculino. En esos tiempos la residencia presidencial estaba en un espléndido parque rodeado por las calles Agüero, Alvear (hoy Libertador) y Austria, en el barrio de la Recoleta. En una de las ocasiones en que ejerció la presidencia provisional, el 13 de febrero de 1953 firmó un decreto que disponía el traslado de la residencia presidencial para levantar en su lugar un gigantesco ―que nunca se llegó a concretar― monumento a Eva Perón (1919-1953). A lo largo de su carrera de senador presentó diez proyectos de leyes sobre homenajes y otorgamientos de honores a Perón.

Atentado terrorista de Plaza de Mayo (junio de 1955)

El 16 de junio de 1955, los militares y civiles que tres meses después (16 de septiembre de 1955) finalmente realizarían el golpe de Estado contra Perón-Teisaire, ametrallaron y bombardearon (desde aviones que llevaban pintado «Cristo vence») a la población civil de la ciudad de Buenos Aires, especialmente en la Plaza de Mayo, dejando más de 700 muertos y miles de heridos en toda la ciudad.

Según un informe inventado en 1956 por los traidores de la Revolución Libertadora, esa misma noche del 16 de junio de 1955 tres grupos organizados partieron del Ministerio de Salud Pública, del Servicio de Informaciones y de un local del Partido Justicialista. Este último grupo, integrado por unas 65 personas, fue el que inició el ataque a la Curia y la Catedral y habría estado bajo la responsabilidad del vicepresidente Teisaire, en tanto los otros atacaban otras iglesias, sin que la policía ni los bomberos lo impidieran.

El derrocamiento de Perón-Teisaire

Perón y Teisaire fueron derrocados mediante el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955 ―que dio origen a la espuria Revolución «Libertadora»―. Perón abordó una cañonera paraguaya y salió del país en un exilio que duraría 18 años. Teisaire se ocultó en una finca en Ingeniero Maschwitz (a 50 km al noroeste de Buenos Aires.

Comenzó una restauración oligárquica y un proceso de destrucción del mercado interno argentino y del país industrializado que había creado Perón. Entre las voces antinacionalistas que en los días posteriores se escucharon figuraban las del escritor Jorge Luis Borges, la escritora de la oligarquía Victoria Ocampo, y los políticos antiperonistas Ricardo Balbín, Arturo Frondizi y Cipriano Reyes.

Su secretario personal, el periodista Bernardo Neustadt (1925-2018) le redactó un documento de siete páginas, en el que se despegaba de Perón y lo criticaba. Neustadt arregló con su amigo, el político antiperonista pronazi Juan Carlos Goyeneche (1913-1982), quien fungía como «secretario de Difusión y Prensa» de la dictadura militar que Teisaire se presentaría y Goyeneche filmaría su declaración. Esa filmación podría difundirse por los cines de todo el país. A cambio, Neustadt obtendría toda clase de prebendas, y la libertad ―le habían avisado que había toda clase de evidencias que lo vinculaban con el pedido de sobornos que él perpetró desde 1952, supuestamente bajo las órdenes de Teisaire―.

La declaración de Teisaire

El jueves 29 de septiembre de 1955, por la mañana, Teisaire se presentó voluntariamente en Casa Rosada (la casa de Gobierno). Fue encarcelado y obligado ―bajo amenazas desconocidas, aunque presumiblemente contra la vida de sus familiares directos― a leer el documento de Neustadt acusador de siete páginas contra Perón. La declaración de 12 minutos se filmó.

La conducta de Perón como gobernante y su deslealtad para los que en él creyeron, su cobarde y vergonzosa deserción frente al adversario que lo hizo abandonar al gobierno y a sus colaboradores, me habilitan para la actitud que asumo.
Estimo que no tengo por qué guardar respeto ni consideraciones para quien no las tuvo con nadie, ni siquiera con el país, de cuyos destinos dispuso a su antojo.
Algunos se preguntarán cómo fue que viendo tanta podredumbre moral e infamia ya no acusase en su momento al responsable directo de ese estado de cosas.
Mi respuesta es que el sistema cerraba toda posibilidad de rebeldía, crítica o disentimiento a quienes no comulgaban incondicionalmente con sus ideas y sus planes.
Todo el que levantara su voz contra Perón era marcado como traidor o vende patria y perseguido en todos los terrenos, conjuntamente con su familia.
Disentir era quedar expuesto a la cárcel y a la persecución, que se extendía a amigos y familiares.
Disentir o rebelarse comprometía la libertad, el honor y los bienes propios y familiares.
Discrepar con Perón fuera del peronismo era peligroso y disentir con él dentro del partido o del gobierno era exponerse a todos los peligros imaginables.
Por eso muchos de los hombres que ocuparon posiciones prominentes en el régimen y después fueron arrojados por la borda sin explicaciones guardaron prudente y cauteloso silencio acerca de lo que les había sucedido.
Yo también podría haberme ausentado del país o asilarme en alguna embajada extranjera.
Me quedé para no seguir el desgraciado ejemplo de Perón, quien después de utilizarnos, engañarnos y entregarnos se fugó en un barco de guerra extranjero. Lo suyo fue una traición a sus partidarios, a sus compatriotas y al país.
Perón, que hizo derramar sangre de obreros, de soldados y de ciudadanos terminó huyendo en el momento más crítico y cuando todavía las cosas no estaban decididas.
Mientras los trabajadores daban «la vida por Perón», él tuvo miedo de dar su vida por los obreros, y huyó.
Abandonó al partido peronista que siempre le acompañó con lealtad y sacrificio. No fue leal ni se sacrificó por su partido, y también abandonó a las mujeres partidarias, que tanto creían en él aunque él nunca creyó en ellas.
Se asiló bajo bandera extranjera, hecho único en la historia nacional. Los dos únicos presidentes constitucionales derrocados por una revolución (Yrigoyen y Castillo) afrontaron la situación con entereza, asumiendo la responsabilidad de su magistratura frente a quienes encabezaron aquellas sediciones.
Sin embargo, Perón, que tantas manifestaciones de hombría, de coraje y de valor había hecho, tuvo miedo y huyó.
Bonito ejemplo nos dejó el «conductor», el «líder», el «libertador» que nosotros idealizamos y ensalzamos con un candor y buena fe realmente increíbles.
Digo todo esto con la esperanza de que no vuelva a haber en el futuro, en un pueblo sano y bien intencionado como el nuestro, ídolos tan falsos como Perón.
Frente a su deserción considero que hablar es para mí un deber inexcusable. Con esto no eludo ninguna responsabilidad ni busco atenuar las que me alcancen, pero tampoco eludiré manifestar la verdad, aunque esta verdad sea dura y amarga.
Para someter al pueblo, a las instituciones y a los hombres Perón creó un sistema calcado de los regímenes totalitarios, organizando un aparato de represión de alcances inauditos.
Fingiendo ideales democráticos construyó un sistema de dominación que no tiene antecedentes.
No compartió el poder con nadie, de modo que las responsabilidades de su gobierno son pura y exclusivamente suyas y de los que se prestaron por sumisión, ignorancia o complicidad, a fraudes o dolos administrativos de toda clase.
Nadie puede llamarse a equívocos, hay un solo responsable de todo: Perón. Uno solo inspiraba y ordenaba: Perón. No consentía ni admitía a nadie que lo aconsejase o ayudase. Por lo tanto, a nadie puede culparse del desastre sino a él.
Mucha gente humilde y de buena fe creyó en su lealtad al pueblo, en su sinceridad, en su honradez. Es a esa gente que me dirijo para advertirles del error en que vivían, de la mentira en que creyeron y de la estafa de que han sido víctimas.
Muchos recién se dieron cuenta del engaño cuando se fugó del país cuando todavía estábamos en medio de la batalla defendiéndolo.
En cuanto a la crisis con la Iglesia, nació del despecho que le produjeron los éxitos de público en los actos estudiantiles de Córdoba frente al fracaso de los mitines de la UES, institución creada por él como instrumento político. Perón fabricó la conocida leyenda de la intromisión clerical en la política, y para ello inventó hechos imaginarios y pruebas que a la postre resultaron ser falsas.
Engañados, hicimos un acto en el Luna Park donde algunos oradores creyendo en su palabra y en sus afirmaciones censuramos la intromisión de la Iglesia en la política. Después supimos que todo había sido un fraude preparado por Perón.
Seguidamente intentó arrancar de las dos Cámaras una ley de expropiación de la Catedral, para lo cual le hizo presentar un proyecto al ministro Méndez San Martín.
Varios nos opusimos a ese proyecto y evitamos la consumación de otro atropello contra la Iglesia.
Igualmente, quiso eliminar al Partido Conservador y al Partido Socialista del panorama cívico argentino solo porque no concurrieron a las elecciones de 1954.
En cuanto a la Alianza Libertadora Nacionalista, era una fuerza de choque para ejercer violencia no solo contra adversarios sino también contra los propios partidarios.
Sobre la forma en que ejercía el poder, él manejaba absolutamente todo.
Nada de lo que su gobierno hizo o dejó de hacer se concretó sin su consentimiento.
Él no gobernaba, ordenaba.
Ya en los últimos tiempos de nuestro gobierno se dedicó más a los estudiantes de la UES, al deporte y a los artistas, y nadie se ocupaba de los asuntos de gobierno.
Nada se resolvía, todo se atrasaba y todo se dejaba para después porque nada podía hacerse sin su visto bueno.
Por otra parte, Perón carecía absolutamente de sentimientos. No tenía sentimientos ni para la madre, ni para la esposa, ni para el hermano, ni para nadie.
Cometió la más grande estafa a su pueblo porque lo estafó en sus sentimientos, en sus ilusiones y en su decoro.
Los obreros deben saber que las mejoras que obtuvieron fueron un derecho, no favores de Perón; fueron conquistas merecidas y legítimas de la clase trabajadora.
Otro tema: los permisos de importación y de exportación estaban exclusivamente en manos de estas tres personas: Jorge Antonio, Tricerri y Aymar.
Premiaban con permisos de exportación a gente ajena al comercio y la industria: actores o actrices, deportistas y paniaguados del ex presidente, quienes recibían dichas órdenes en pago o recompensa de elogios a su persona.
Cuando los acontecimientos lo cercaron y él sintió los impactos negativos de la opinión pública, conmovida por la quema de la bandera y de los templos, lanzó su penúltima farsa: ofrecer su renuncia tanto al partido como a la CGT.
Allí terminó de recibirse, definitivamente, de modelo de hipocresía y simulación.
Su decisión de renunciar precipitó mi renuncia y la de otros funcionarios y magistrados.
Creíamos que con ello le evitaríamos a la Argentina los trágicos días que se veían venir.
Renunciamos porque sinceramente creímos que Perón iba a hacer lo mismo.
Todos creímos en la sinceridad de su decisión de renunciar por el bien del país.
Pero apenas horas más tarde él pronunció la violenta arenga del 31 de agosto.
Los que estábamos ahí nos quedamos fríos cuando en lugar de hablar de renunciar dijo que debíamos matar cinco adversarios por cada uno de nosotros.
Los argentinos debemos extraer de la dura lección que acabamos de pasar la idea de mirar hacia adelante pero ya despojados de idolatrías de ninguna especie.
Alberto Teisaire

Tras la lectura del documento no escrito por él, el exvicepresidente Alberto Teisaire fue privado de su grado y del uso de su uniforme militar. Tras un juicio espurio (sin evidencias de ningún tipo) fue condenado a prisión y enviado a la isla Martín García (a 40 km de Buenos Aires, en el Río de la Plata), donde permaneció hasta el año 1958.

El 4 de octubre de 1955, la dictadura militar exhibió la declaración de Teisaire en todos los cines de la Argentina. Esta difusión motivó el repudio (una semana después, el 11 de octubre de 1955) de la revista De Frente, dirigida por John William Cooke (y difundida clandestinamente, ya que estaba prohibida por la dictadura) y de otros medios y políticos peronistas.

Fallecimiento por enfermedad

Teisaire se mantuvo en el anonimato hasta su fallecimiento.

Fue operado por Jorge Taiana (el médico personal de Perón, lo que demostraría que Perón no le guardaba rencor por haber sido obligado a leer una calumnia contra él).

Teisaire murió en Buenos Aires cinco años después, el 11 de septiembre de 1963, a los 72 años ―en el marco de la seguidilla de dictaduras militares antiperonistas y tiranías antiperonistas (el peronismo estaba proscrito, así que los argentinos votaban mayoritariamente en blanco) hasta 1973―.

Supuesto asesinato

En 1973, el abogado, astrólogo y «parapsicólogo» derechista Luis Sobrino Aranda ―quien fue diputado por el peronismo entre 1973 y 1976, amigo del ministro peronista José López Rega, asesino de peronistas como creador de la organización terrorista Triple A― difundió el bulo de que el 12 de octubre de 1962, mientras el contralmirante Alberto Teisaire se encontraba almorzando en un restaurante, junto con su escolta y su secretaria ―en realidad desde 1955 Teisaire no tenía secretaria ni escolta― un comando guerrillero peronista irrumpió en el local y abrió fuego con una sola ametralladora, asesinando a los tres comensales mencionados.

El periodista y politólogo Fabián Bosoer refutó esta versión, con documentos que muestran que Teisaire falleció el 11 de septiembre de 1963 (nueve meses después del supuesto asesinato) aquejado de una enfermedad terminal, olvidado por sus viejos adherentes y detractores.[2]

Fuentes

Se trata de una crítica política al libro:
Bosoer, Fabián (2013): Detrás de Perón. Historia y leyenda del almirante Teisaire. Buenos Aires: Capital Intelectual, 2013.