Dibujo político en Cuba

Dibujo político en Cuba
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Concepto:El dibujo fue utilizado como recurso de expresión para denunciar los males que aquejaban a la sociedad cubana durante las etapas colonial y neocolonial

Dibujo político en Cuba. El dibujo fue utilizado como recurso de expresión para denunciar los males que aquejaban a la sociedad cubana durante las etapas colonial y neocolonial. Personajes como El Bobo de Abela se volvieron famosos, y su historia ha trascendido hasta la actualidad.

Etapa colonial

Un volante de claro matiz subversivo hallado en 1848 en un teatro habanero, abre la historia de la caricatura política en Cuba, precisamente en una época en que los cubanos, hastiados de varios siglos de coloniaje, emprendían los primeros pasos por obtener la genuina independencia nacional. El dibujo representa una escena frecuente durante el período colonial.

La aparición de varias publicaciones periódicas como La Charanga (1857), El Moro Muza (1859) y Don Junípero (1862-1864), en manos de españoles en su mayoría reaccionarios, y por tanto partidarios de la política española, no podía aportar nada a la causa justa del pueblo cubano, ni siquiera una visión crítica de los males que aquejaban a aquella sociedad. Era pues lógico, que al comenzar en 1868 la guerra de independencia, la prensa española utilizara la caricatura política.

El descrédito, la burla y las más groseras sátiras se dieron cita en publicaciones como El Moro Muza, que contaba entre sus dibujantes al reaccionario integrista Víctor Patricio Landaluze (1828-1889), quien se encargó de ofrecer a través de sus dibujos una imagen degradante y deformada de los objetivos de la guerra y de sus principales dirigentes.

El interés fundamental de España era hacer creer al mundo que los cubanos peleaban movidos por ambiciones económicas y aspiraciones personales, mientras los españoles luchaban en aras de una causa justa y humana. Desvirtuar la realidad, favoreciendo las posiciones de la metrópoli, fue la tarea principal desarrollada por Landaluze como dibujante político, aparte de su pintura, no exenta de malas intenciones hacia la dignidad nacional.

Hasta 1895 deberán esperar los dibujantes cubanos para dar respuesta desde el exilio a las intrigas españolas, a partir de entonces la acción de los mambises en la manigua tendrá una justa correspondencia en la caricatura política.

Ricardo de la Torriente (1867-1934) y Feliciano Ibáñez fueron dos de los dibujantes que colaboraron habitualmente en las publicaciones Cacarajícara y Cuba y América; la criminal concentración de la población rural ordenada por el gobernados español Weyler, fue uno de los temas que con mayor insistencia trataron en este período.

Etapa neocolonial

La intervención norteamericana daría al traste con las aspiraciones independentistas, porque si bien es cierto que se declaró la independencia formal de Cuba, Estados Unidos implantó una república mediatizada utilizando la Enmienda Platt para alcanzar sus fines. El colonialismo español se retiraba para dar paso al neocolonialismo que, durante más de medio siglo, se haría sentir en la isla, orgulloso y prepotente.

La frustración de un pueblo que luchó por su libertad durante varias décadas es el tema central de las caricaturas de Torriente en La Política Cómica a partir de 1905. Aunque retenida en lo formal por los recursos agotados de la caricatura finisecular, la expresión de los problemas nacionales era clara y comprensible, lo mismo si atacaba las componendas políticas o enfrentaba la intervención yanqui.

En los años de la dictadura de Machado (1925-1933), nace El Bobo, personaje simbólico que traía una visión renovadora y combativa a la caricatura política cubana. Su creador, el pintor Eduardo Abela (1891-1965), fue un elemento activo en el proceso renovador de la plástica cubana y con este personaje llenó la necesidad de materializar el humor demostrado por los cubanos hasta en los momentos de mayor tensión política. Hacerse “el bobo” día tras día, pero no demostrar más que ingenio y agudeza, fue la característica que le imprimió Abela a este comentarista habitual de la última bola popular o de los desmanes de la dictadura. Los textos no siempre fueron imprescindibles, El Bobo, de pie frente a la imagen de Martí, valía por muchas cuartillas periodísticas contra el gobierno, y sus valores permanentes, tanto estéticos como éticos, perduran hasta la actualidad.

Un aspecto de la caricatura política poco comentado es el que se refiere a la propaganda antifascista que desde el periódico Hoy se desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial, sobre todo cuando las victorias del Ejército Rojo en Voronesh, Kiev, Oriol o Budapest, frente a las tropas hitlerianas eran la noticia del día.

La actualidad nacional fue blanco también de las agudas caricaturas de dos dibujantes cubanos: Horacio Rodríguez (1908-1975) y José Hernández (Hercar) (1904-1957); el primero con una línea tradicional, frecuente en el humorismo europeo, mantuvo siempre de manera indoblegable su posición junto a la causa popular; Hercar continuó desde las páginas del periódico Hoy, la tarea iniciada por Horacio, aunque con un dibujo más personal y de matices irónicos.

La continuidad histórica de esta lucha proverbial fue mantenida por el joven dibujante Adigio Benítez (1924), que desde la misma trinchera comunista combatió día a día contra la reacción y el imperialismo. Cuando se produce el golpe de estado el 10 de marzo de 1952, que instaura la dictadura batistiana, un dibujo de Adigio denuncia la complicidad descarada de los imperialistas norteamericanos con la sangrienta amarilla: dos botas pisotean la constitución; una de ellas, a rayas, simboliza la injerencia del tío Sam.

Dos personajes de características propias surgieron entre 1956 y 1957, Virgilio Martínez Gaínza (con el seudónimo de Laura) crea, en colaboración con Marcos Behemaras, el combativo Pucho, expresión cabal de las luchas del pueblo contra la dictadura. La farsa electoral de noviembre de 1958, las protestas obreras o el boicot a las empresas imperialistas fueron el blanco de las “perrerías” de Pucho desde las páginas del semanario Mella.

Semejante a El Bobo en intención, y surgido en medio de una situación similar, El Loquito, de René de la Nuez aparece a partir de 1957 en el Semanario Zig-Zag y desde ese momento alcanzó una popularidad consecuente con la comunicacion que estableció. Al igual que El Bobo no era bobo, El Loquito no estaba loco, o por lo menos estaba lo suficientemente cuerdo como para darse cuenta de la situación del país. Con un mínimo de recursos expresivos este personaje llegaba al pueblo por medio de imágenes directas que revelaban la agudeza del dibujante. El Loquito frente a una urna electoral piensa en un latón de basura, esta caricatura captada en toda su intención, devenía en clara acusación contra las maniobras electorales de la dictadura. Los símbolos utilizados, fueron siempre de fácil lectura para el pueblo, nunca el mensaje se frustró, y, al igual que El Bobo, sobrevivió a la situación que los había engendrado, convirtiéndose a partir de 1959, en gozoso participante de la nueva realidad cubana.

Puede afirmarse que no hubo momento del acontecer histórico cubano en que no estuviera presente la caricatura política, y durante la lucha armada desarrollada en la Sierra Maestra, estuvo representada, en esta ocasión por el dibujante Santiago Armada (Chago) creador de Julito 26, en El Cubano Libre.

El triunfo revolucionario resumirá las aspiraciones que el pueblo cubano había acumulado durante un siglo de lucha contra la opresión española y la dependencia del imperialismo norteamericano, reflejándose inmediatamente este trascendental acontecimiento en el dibujo político. Algunos personajes que habían nacido al calor de la lucha como El Loquito y Pucho no vivieron esta vez la frustración que El Bobo sufrió en la década del treinta, estos asistirán a la victoria definitiva del pueblo cubano, y darán paso a nuevos personajes, nuevos motivos para el humor surgidos durante el proceso revolucionario.

Fuentes

  • Veigas, José. Guía de Estudio de Arte Cubano. Editorial Pueblo y Educación, 1980.