Entierros de Carlos Manuel de Céspedes

Entierros de Carlos Manuel de Céspedes.
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Cementerio 1.jpg
Fecha:27 de febrero de 1874.
Lugar:Santiago de Cuba
País(es) involucrado(s)
Cuba Bandera de Cuba Cuba
Líderes:
Carlos Manuel de Céspedes

Entierros de Carlos Manuel de Céspedes. Tras su caída en combate el 27 de febrero de 1874, los restos de Carlos Manuel de Céspedes fueron inhumados y enterrados en varias ocasiones, en total suman tres las veces que fue sepultado en diversos sitios.

El primer entierro

Santiago de Cuba. En la madrugada del domingo 1ro. de marzo de 1874, el Padre de la Patria yacía en una embarcación rumbo al muelle de la antigua Capitanía del Puerto de la jurisdicción de Santiago de Cuba.

El cuerpo exánime del precursor de la emancipación cubana, llegó con porvenir incierto, junto a gallinas, puercos y sacos de carbón en la goleta Santiago, única vía de comunicación con la zona de Aserradero, en el actual municipio de Guamá.

Las tropas del batallón español de San Quintín traían su cadáver como trofeo de desigual combate, que se reconoce hoy como la última ofrenda gloriosa del criollo bayamés al espíritu independentista de los cubanos, en el retiro de las montañas de la Sierra Maestra. La sombra de una ceiba sembrada frente al puerto santiaguero fue el primer sitio que acogió el cuerpo de Céspedes, que más tarde sería llevado al antiguo Hospital Civil La Caridad, ubicado en El Tivolí, donde fue expuesto al público con las huellas visibles de los daños físicos sufridos en el barranco por el que se despeñó el día de su muerte.

Bajo el sol del mediodía, el cuerpo fue trasladado a la Casa de la Intendencia (edificación contigua al hospital), y lo expusieron públicamente sobre una mesa rústica y ordinaria de pino, que Emilio Bacardí describiera en sus Crónicas de la Ciudad como «humillante capilla ardiente que le deparó el destino para hacerle más grande a los ojos de sus conciudadanos».

En un carretón llamado La Lola, en horas de la tarde de ese mismo día, fue conducido al Cementerio Santa Ifigenia y sin penas ni gloria fue depositado en una fosa común del patio G, en la hilera 1ra., enmarcada con los números 2 y 3, lugar reconocido y preservado por Calixto Acosta Nariño, cirujano santiaguero; Luis Yero Buduén y José Joaquín Navarro, los cuales junto a José Caridad Díaz, celador del camposanto, y los sepultureros José Dolores Acosta, Fernando Gómez y el albañil Prudencio Ramírez «Lencho», juramentaron cuidar y preservar los preciados restos del Padre de la Patria.

Segundo entierro

Cinco años después, el 25 de marzo de 1879, casi al anochecer se exhumaron los restos de Céspedes en la presencia de unos pocos, entre ellos el fiel doctor Calixto Acosta Nariño, quien se refirió al momento con particular vehemencia:

“25 de marzo de 1879” «Conmovía ver aquellas palmas negras (del celador José Caridad Díaz y de «Lencho») manejar sus picos con tanto cuidado como si fueran a tocar un cristal. Media hora después aparecían los restos completos del Padre de la Patria acompañados de relámpagos y truenos, como si los mismos quisieran participar de la escena fúnebre. A la unidad de nuestro funeral marcharon los dos negros sepultureros, quienes durante cinco años habían velado con fidelidad los restos, nos quitaron la caja, porque ellos también querían cargar al que había muerto por la libertad de todos, llegaron por fin al lugar donde se iba a depositar en la bóveda los restos en caja, clavándolo después fuertemente, colocándolos en la bóveda cerrada por mampostería sin nombre, sin señal alguna, conforme a lo que se había previsto, pues se hizo la exhumación con el mayor civismo y a mediados de mes para que dichos restos no se hubiesen perdido», describió Acosta Nariño.

Él y José Joaquín Navarro, iluminados con la poca luz de un farol, atravesaron con los restos de Céspedes guardados en un cofre el cementerio hasta llegar al patio B, el más antiguo de la necrópolis, donde ubicaron en un lugar secreto los despojos, sin identificación alguna. Tal atrevimiento no fue soslayado por las autoridades coloniales que encerraron en el Morro santiaguero a Calixto Acosta, tras la exhumación de los mártires del vapor Virginius, de Céspedes y de Perucho Figueredo, patriota íntegro que murió exiliado en Estados Unidos y cuyos restos más tarde fueron trasladados hasta Santa Ifigenia.

Tercer entierro

En 1898, emigrados cubanos Masones residentes en Jamaica, por iniciativa de Emilio Bacardí y en gesto patriótico, costearon dos lápidas de mármol, una para ser colocada en la tumba de Céspedes hasta que se le erigiera un digno monumento y la otra en el nicho 134, Galería Sur, donde descansaban los restos de José Martí, con el epitafio «Martí, los cubanos te bendicen», que actualmente se conserva en el museo Emilio Bacardí.

El 16 de octubre de ese año se expuso públicamente, por vez primera, el lugar donde se encontraba enterrado Carlos Manuel de Céspedes con la colocación de la tarja en la fosa 103 del patio B. Ya en pleno período republicano, el Consejo de Gobierno Provincial de Oriente aprobó construir un monumento al Padre de la Patria en el Cementerio Santa Ifigenia y colocar un busto en un espacio público, génesis del concurrido Parque Céspedes que distingue en la actualidad el centro histórico de la Ciudad Heroína.

El 10 de octubre de 1909, después de un significativo acto patriótico en la ciudad y en el cementerio, fue colocada la primera piedra para la construcción del mausoleo en el que definitivamente descansaría Céspedes. A bordo del Vapor Pío XI llegaron las piezas procedentes de Italia el 6 de marzo de 1910 y comenzaron a emplazarse inmediatamente por la casa marmolista Manuel Prieto, la más importante de Oriente. El monumento, en el que algunas personas denotan elementos de la simbología masónica, quedó enmarcado por una cerca de nueve pequeñas columnas entrelazadas por cadenas confeccionadas en bronce y se distingue en él la Bandera Nacional junto a la que Candelaria Acosta bordara aquel venerable día en que se iniciaron nuestras gestas emancipadoras.

Para siempre entre nosotros

El 7 de diciembre de 1910, desde el Gobierno Provincial partió una manifestación de pueblo hasta el cementerio para sacar los restos de Céspedes de su segundo entierro y trasladarlos hasta el edificio gubernamental. En capilla ardiente fueron venerados, tras 36 años de oprobiosa omisión, los mortales restos de un hombre a quien le bastó el 10 de octubre de 1868 para inscribirse entre los redentores de la Humanidad.

En el majestuoso salón había profusión de banderas y grandes ramos de laureles y millares de flores que escoltaron el féretro, junto a guardias de honor, hasta las cuatro de la tarde, hora en que partió una comitiva de veteranos, patriotas y estudiantes uniformados, con bandas y tambores y una gran enseña nacional, para acompañar los restos del Padre de la Patria hasta el actual mausoleo donde descansa definitivamente resguardado por la continuidad, en las nuevas generaciones, de la tradición heroica que hombres como él nos legaron.

Cuarto entierro

El 10 de octubre de 2017 son inhumados sus restos junto a los de Mariana Grajales, con el objetivo de ubicarlos en el área patrimonial central del cementerio Santa Ifigenia, donde ya se encontraba el Apóstol Nacional de Cuba José Martí y posteriormente se ubicaron las cenizas del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro. A partir de entonces, el pueblo cubano y visitantes extranjeros le rendiran tributo de forma más expedita[1].

Desde el 10 de octubre se encuentran juntos los iniciadores de las gestas libertarias, en lo que se denominó como El camino de los Padres de la Patria o La línea adelantada de Céspedes, Mariana, Martí y Fidel.

Los panteones de Céspedes y Mariana fueron trasladados intactos desde el sitio donde se encontraban en el propio cementerio.

Al Padre de la Patria le fue dedicado un monumento, en el que se representa a Cuba tendiendo una rama de laurel.

Referencias

  1. ¿Por qué trasladar los restos de Carlos Manuel de Céspedes y Mariana Grajales?. Disponible en:Diario Escambray. Consultado el 11 de octubre de 2017

Fuentes

  • Periódico Juventud Rebelde.
  • Eusebio Leal
  • Crisol