Francisco Álvarez de Velazco y Zorilla
|
Francisco Álvarez de Velazco y Zorilla. Poeta colombiano. Escribió “Rhytmica sacra, moral y laudatoria” (1703) y unas endechas reales dedicadas a Sor Juana Inés de la Cruz.
Síntesis biográfica
Nació en el año 1647 en Santafé, Bogotá, Colombia. Hijo de un oidor neogranadino y de la hija de un oidor de Quito, desde sus tiernos años recibió crianza y cuidados en el Convento de la Concepción, ingresó a los 14 años al Convento de San Agustín y finalmente al Seminario Mayor de San Bartolomé.
Trayectoria
Muy joven inició su carrera pública: alcalde de la capital del virreinato, corregidor de Sogamoso, gobernador y capitán general de Neiva y La Plata. Cuando falleció en España desempeñaba el cargo de procurador de Santa fé ante la corte real. Allá publicó incompleta y desordenadamente su obra, que más parecía el pasatiempo de un ocioso acaudalado pero que ahora hace considerar a Velasco y Zorrilla «en rigor cronológico, el primer poeta auténticamente americano».
Su obra, calificada por Marcelino Menéndez y Pelayo como «de singular rareza», fue recogida bajo el título de “Rhythmica sacra, moral y laudatoria” y otras varias poesías en celebración de Sor Juana Inés de la Cruz, una apología sobre la Milicia Angélica y Cíngulo de Santo Tomás, y que incluye, entre otras, sus “Elegías decámetras a los Dolores de la Virgen Santísima”, «intenso poema nuestro a pesar de haber sido escrito bajo la influencia inmediata de Virgilio y su ministerio» —según William Ospina—. La primera parte del libro fue publicada, pues, en Madrid y en Burgos en 1703 y posteriormente en diversas imprentas españolas. El Instituto Caro y Cuervo de Colombia lo reprodujo en su totalidad en 1989, con estudios literarios y biográficos de Ernesto Porras Collantes, Rafael Torres Quintero (quien opina que la de “Rhythmica es «una especie de enciclopedia del barroco colonial neogranadino») y Jaime Tello, quien inició en este siglo la investigación sobre la «rara y exótica» obra, que había sido descubierta en 1792 por Manuel del Socorro Rodríguez, precursor del periodismo colombiano.
Si Domínguez Camargo fue el gran gongorista, Velasco y Zorrilla «no sólo era un fanático admirador de Quevedo sino que odiaba a muerte el gongorismo» —dice R.H. Moreno Durán— con excepción de la línea seguida por Sor Juana Inés de la Cruz, de quien literaria y literalmente se enamoró el poeta santafereño, que le escribía cartas y versos antes de saber que la religiosa mexicana ya había fallecido...
Un concepto que muestra cómo la crítica se fue por las ramas es éste de Gustavo Otero Muñoz sobre los versos de la |Rhythmica: «...Un prodigio de ingenio, digno de haberse ejercido en obras de mayor utilidad. Verdaderamente espanta ver en sus libros las hazañas que ejecutaba aquel poeta, en laberintos, glosas de truncados, romances eneámetros que empiezan y acaban con esdrújulas y qué sé yo cuántas otras combinaciones increíbles».
Tello dice que Velasco y Zorrilla fue «un hombre que, ante todo, sintió el legítimo orgullo de ser americano; de un escritor que no se avergonzó de usar palabras y modismos típicos de América, en rigor cronológico, ¡el primer poeta auténticamente americano!. Es, en realidad, un precursor del neoclasicismo... No queremos con este intento de clasificación minimizar la calidad poética de Álvarez de Velasco. Aunque la mayoría de sus poemas son pedestres, prolijos, sin esa capacidad de síntesis y concreción que caracteriza la poesía lírica auténtica —y cuántos poemas mediocres nos legaron Lope y Góngora y Quevedo!—,escribió, en cambio, otros que son dignos de figurar junto a las obras maestras de sus predecesores peninsulares, y superiores, en todo caso, a las producciones de sus colegas neoclásicos...No fue, pues, un pobre poetastro que merezca juzgarse con cierta benévola y paternal indulgencia como lo hace Gómez Restrepo, ni descartarse por «el mal gusto de su tiempo», como lo hace Menéndez y Pelayo. Evidentemente el autor del soneto “A dónde iré Señor.., y de las endechas citadas” (Anfriso...) es todo un poeta en tono mayor».
Héctor H. Orjuela dice en su “Itinerario de la poesía (colonial) colombiana” (1995):
Muerte
Falleció en el año 1708 en Madrid, España.