Jesuscristo abrazado a la Cruz (Doménikos Theotokópoulos)

Jesucristo abrazado a la Cruz (Pintura)
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Esta es una de las más conocidas imágenes del pintor, que transforma una escena del Nuevo Testamento en una estampa de devoción. Todo esto era requerido por los artífices de la Contrarreforma, a la que El Greco servía.
Datos Generales
Autor(es):Doménikos Theotokópoulos, también conocido como El Greco.
Año:Hacia 1602
País:Bandera de Grecia Grecia
Datos de la Pintura o dibujo
Estilo pictórico:Óleo sobre lienzo
Técnica:Pintura al óleo
Dimensiones:108 X 78 cm
Localización:Museo del Prado, Madrid. España

Jesucristo abrazado a la cruz La obra muestra a Jesucristo de más de media figura, vestido con túnica roja y manto azul. Lleva sobre el hombro izquierdo la cruz, que sostiene entre las manos, mientras que la cabeza se eleva ligeramente y los ojos, acuosos y de mirada resignada y serena, miran hacia el cielo. El modelo físico de Jesús coincide con el del Expolio, el célebre cuadro realizado por El Greco para la catedral de Toledo en 1578.

Características del cuadro

Los fondos pueden ser bien un celaje oscurecido o, como en el caso de la pintura del Museo, una tinta neutra de gran intensidad que resalta la figura y que potencia el tema como una simple imagen para la oración. El episodio, que se inscribe dentro del recorrido que Jesús hizo hasta la cima del Gólgota, se ha identificado con un momento de descanso en el que Cristo elevó su mirada al cielo para entablar un diálogo con el Padre, que concluyó con la aceptación de su sacrificio. El Greco, de esta manera, incide más en los valores relacionados con el espíritu que con los sufrimientos del cuerpo. En esta línea, David Davies también llamó la atención sobre los versículos de San Mateo cuando Cristo dio las condiciones a sus discípulos para seguirle.

Wethey estableció tres tipos con este asunto. El primero, en el que destaca seis originales que se diferencian por pequeños detalles que afectan a la corona y a la fisonomía de Jesús, repite la misma composición. El segundo diverge del anterior por la forma del nimbo de Cristo, la inclinación de su cabeza y la posición de la cruz; y por último, en el tercero, al que corresponde la pintura del Museo, los brazos de la cruz desaparecen y la cabeza del Salvador se gira a la derecha. Como precedente para este pasaje de la Pasión se ha mencionado, en alguna ocasión, la pintura de Sebastiano del Piombo que se conserva en el Museo Nacional del Prado. Este Cristo abrazando la cruz destaca sobre un fondo negro. De busto, con el cuerpo de frente, dirigiendo los ojos hacia arriba, mientras la única referencia que queda de la cruz es el trozo del asta que sostiene con una mano. Un factor determinante en estas composiciones son las manos, que, al igual que el rostro del Salvador, sirven para fijar el gesto y para transmitir un mundo emocional y que en esta serie de pinturas con Cristo abrazando la cruz tienen, por su posición y por su simbolismo, un protagonismo especial gracias a su extrema belleza. El Greco dibuja unos dedos largos y delgados, elegantes en sus proporciones, que nos revelan su estructura y que finalizan en unas uñas nacaradas que, como se ha comentado, están modeladas con seguridad y sensibilidad. La pintura está fechada por Álvarez Lopera hacia 1587-1596. El lienzo estuvo en la colección Imbert de Roma y más tarde en la Neumans de París. Forma parte de la colección Thyssen-Bornemisza desde 1930.

La pintura

La obra muestra a Jesucristo de más de media figura, vestido con túnica roja y manto azul. Lleva sobre el hombro izquierdo la cruz, que sostiene entre las manos, mientras que la cabeza se eleva ligeramente y los ojos, acuosos y de mirada resignada y serena, miran hacia el cielo. Sobre la cabeza, la corona de espinas es potenciada por un nimbo romboidal de naturaleza luminosa. En la corona, de un realismo preciso, se aprecia con detalle el trenzado de las tiernas ramas de las que surgen pequeños brotes. Perfectamente encajada sobre la frente de Jesús, sus espinas le han provocado pequeñas heridas y algunas gotas de sangre le caen por el cuello. Sin embargo, en su rostro no hay signos de dolor o de angustia, tampoco de esfuerzo físico por cargar con la cruz. El santo madero parece un ligero instrumento al que Jesús se abraza, y sobre el que descansa sus grandes y delicadas manos. La imagen se potencia por la perspectiva de sotto in su -vista desde abajo hacia arriba- con que se ha concebido la figura, que coloca al espectador en un punto de vista muy bajo. Como fondo aparece el característico cielo tormentoso de El Greco, obviándose cualquier referencia narrativa, para concentrar la máxima atención del espectador sobre la figura de Cristo y su relación con la cruz. Esta composición es una de las variantes autógrafas de uno de los temas de El Greco que, sin ser completamente original, hubo de alcanzar mayor aceptación en la época. En alguna ocasión se ha señalado la genialidad de El Greco a la hora de transformar una representación de carácter tradicionalmente narrativa en un asunto devoto, lo cual se explica por la mentalidad contrarreformista de la espiritualidad española.

Fuentes