Victoria Kent Siano

Victoria Kent Siano
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NombreVictoria Kent Siano
Nacimiento1892
Málaga, Bandera de España España
Fallecimiento25 de septiembre de 1987
Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
Otros nombresPlácido
TítuloDoctora en Derecho
PadresJosé O’Kent Román y María Siano González

Victoria Kent Siano. Abogada y política española de enorme prestigio, fallece en Estados Unidos en 1987.

Síntesis biográfica

Nació en Málaga, España en el año 1892 aunque la fecha de su nacimiento está sujeta a cierta controversia, por hallarse datada de distinta manera según las fuentes: 1892?, 1897? 1898?), hija de Don José O’Kent Román, comerciante de ascendencia inglesa asentado en esta ciudad y su madre, María Siano González, ama de casa, nació en el seno de una familia de clase media y talante liberal y democrático.

En Málaga, ciudad que había sido durante el siglo XIX cuna de muchos movimiento liberales y de gran tradición revolucionaria, vivió su infancia y primera juventud, hasta que cursados los estudios de grado medio que la capacitaban para ejercer de Maestra de primeras letras, se trasladó a Madrid en 1917 con solo 19 años, para seguir los estudios universitarios. En el instituto Cardenal Cisneros, apoyada por su madre y por los contactos que había trabado su padre. En 1920 ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, donde cursa la carrera como alumna no oficial hasta su licenciatura en junio de 1924.

En Madrid, se instala en la Residencia de Estudiantes para Señoritas, que vinculada a la Institución Libre de Enseñanza había sido fundada por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en 1915, residencia que dirigía María de Maeztu. Victoria Kent estaba bien informada, desde Málaga, de los movimientos intelectuales de la época y que había elegido para sí el más avanzado y libre.

Se doctoró en derecho por la Universidad Complutense de Madrid en el año 1924, solicitando su ingreso en el Colegio de Abogados de la Villa y Corte en diciembre del mismo año. Ella fue la primera mujer en ostentar este título, seguida de Clara Campoamor Rodríguez, que ingresó también en el Colegio de Madrid el 2 de febrero del año 1925.

Trayectoria profesional

Kent inicia su andadura profesional en plena Dictadura del General Primo de Rivera (1923-1930). Además del ejercicio de la profesión, sin duda desarrolló otras actividades, pues muchos hablan de su conocida labor social y de sus actividades como conferenciante sobre asuntos jurídicos.Pero la intervención más destacada dentro de su profesión, la que le proporcionó fama, fue la defensa del político Álvaro de Albornoz, que estaba encausado por haber participado en la rebelión republicana de diciembre de 1930. El ser la primera vez que una mujer actuaba ante un Consejo de Guerra, y el haber obtenido la absolución para su defendido, la rodeó de un enorme prestigio.

Su faceta política se completa en este momento con su elección como diputada por Madrid en las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931, en la lista del Partido Radical Socialista. Obtuvo un total de 48.806 votos. La importancia de este hecho reside en que sólo otras dos mujeres, Carmen Eva Nelken y Clara Campoamor Rodríguez, obtuvieron acta de diputadas en unas Cortes dominadas abrumadoramente por hombres. Habían sido unas elecciones en las que las mujeres españolas no tuvieron derecho al voto, aunque sí podían ser elegidas, bajo ciertos requisitos, para diputadas. Así estaban las cosas entonces.Paralelamente desarrollaba su actividad política de diputada en Cortes, cargo que prometió el 27 de junio de 1931. Su participación en los debates parlamentarios no fue muy intensa, dado lo absorbente de su trabajo en el gobierno, pero sí muy controvertida. La postura que adoptó ante la concesión del derecho al voto a la mujer, al oponerse a que este derecho figurase dentro de la nueva Constitución republicana que se estaba elaborando, levantó una agria polémica. Ella era partidaria del aplazamiento, quizás porque su partido así lo defendía. Digamos que por disciplina defendió esta tesis tan contraria a los anhelos de emancipación que ella misma representaba.Políticamente hablando fue mujer de partido. Perteneció al Partido Radical Socialista desde su fundación y por él presentó su candidatura a Diputada en Cortes los años 1931 y 1933. En las siguientes elecciones, en las que ya pudieron votar las mujeres españolas, celebradas en 1933, la victoria de los partidos de la derecha imprimió un cambio radical a la política de reformas desarrollada por los primeros gobiernos de la República, de tendencia centro-izquierdista. Tanto Victoria Kent como Clara Campoamor Rodríguez quedaron sin escaño en el Congreso de los Diputados.

El Partido Radical Socialista se fusionó con acción Republicana el 2 de abril de 1934, tomando por nombre el de Izquierda Republicana. Ella formó parte de la Asamblea Constituyente de esta fusión, y su fidelidad, tanto antes como después de la misma, se manifiesta.

Victoria siguió desarrollando su labor como penalista y abogada hasta que, en febrero de 1936, unas nuevas elecciones, que dieron el triunfo a las candidaturas de izquierda agrupadas en el Frente Popular, volvió a obtener escaño en el Congreso de los Diputados, por la provincia de Jaén.Pero esta nueva singladura política y parlamentaria queda truncada por la sublevación militar iniciada el 18 de julio de 1936 contra el gobierno de la República, que pronto derivará, ante su fracaso inicial, en una cruenta Guerra Civil (1936-1939), que habría de torcer definitivamente la vida de Victoria Kent y la trayectoria democrática y modernizadora de España. Su vida y su obra son ejemplo vivo de entrega y fidelidad. Fidelidad a un ideal: el republicano; fidelidad a un partido: el Radical Socialista; fidelidad a una obra dentro de su profesión: la humanización de las cárceles; fidelidad a un imposible: el derrocamiento de la dictadura franquista y restauración de la República en España.

Directora General de Prisiones

Fue llamada personalmente por el Presidente de la República Alcalá-Zamora para prestar su colaboración como Directora General de Prisiones, la misma contestó con entusiasmo y toda su voluntad, que estaba a sus órdenes. Cargo que desempeñó con el objetivo de conseguir la rehabilitación de los presos, Este compromiso la mantuvo en el cargo de Directora General de Prisiones, dependiente del Ministerio de Justicia, los siguientes catorce meses.

Su mandato al frente de las prisiones españolas fue muy significativo, continuando con la labor emprendida en el siglo pasado por la precursora Concepción Arenal; de hecho, una vez que hubo mandado retirar todos los grilletes y cadenas de las prisiones hizo modelar con el metal obtenido una estatua de Concepción Arenal. Se dedicó intensamente a la reforma de las cárceles españolas, bajo el criterio de que las sociedades están obligadas a recuperar al delincuente como persona activa, y que las cárceles son el instrumento para ello. Siguiendo estas directrices, ordenó la mejora de la alimentación de los reclusos, permitió la libertad de culto en las prisiones, estableció los permisos por razones familiares, cerró 114 centros penitenciarios por estar en pésimas condiciones, ordenó construir la nueva cárcel de mujeres de Ventas, en Madrid, en la que no existían celdas de castigo, y creó el Cuerpo Femenino de Prisiones, para las cárceles de mujeres, y el Instituto de Estudios Penales, cuya dirección encomienda a su maestro Jimenéz de Asúa.

Sus medidas al frente de la Dirección General de Prisiones le dieron una gran popularidad, Durante el primer año de la República, Victoria Kent desarrolló una actividad febril. Desempeñó de forma apasionada el cargo de Directora General de Prisiones, que no sólo consistía en llevar a cabo la reforma del régimen penitenciario español, sino también en atender cargos, como la Vocalía del Patronato de Protección de la Mujer, la del Comité Nacional de Mujeres Antifascistas, la asistencia a congresos internacionales, representando a España, etc.

Embajadora

En 1937, en plena guerra civil, el gobierno de la República la envía a París, como Secretaria de la embajada de ese país en Francia. Allí desarrollará durante cuatro años una inmensa labor: acoger a los niños y niñas españolas que abandonaban el país a medida que los ejércitos sublevados ocupaban el territorio, y alojarlos en campos de refugiados. No huyó de Francia, como podría haber hecho, cuando todavía era posible. En 1940, en plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los ejércitos alemanes ocuparon Francia y Victoria Kent tuvo que pasar a la clandestinidad, perseguida por la policía política de los nazis (la Gestapo), que la tenían en la lista negra entregada por la policía franquista al gobierno colaboracionista de Vichy (la nueva capital de la Francia ocupada).

Liberado París en 1945 y acabada la guerra mundial, corrió la suerte de cientos de miles de españoles: el exilio. Viajó hasta México, donde será cálidamente acogida, como tantos otros, por el gobierno mexicano. Allí continuó su tarea como penalista durante dos años.

En 1949 la ONU le ofreció desempeñar un puesto en la sección de Defensa Social, que estaba relacionado con el estudio de cárceles de mujeres. Lo acepta, y en 1950 traslada su residencia a Nueva York. Pasados dos años abandona el cargo de la ONU, pero ya nunca abandonará Nueva York.

En esta ciudad se desenvuelve la última etapa de su vida. Con la ayuda de amigos norteamericanos, y fiel a sus ideales republicanos y demócratas, fundó una revista, Ibérica, que se convertirá en el medio más eficaz, que ella pudo encontrar, para luchar por el derrocamiento de la dictadura franquista y el restablecimiento de las libertades y la democracia en España. Con esa esperanza vivió el resto de su vida.

Cuando en 1975 muere Franco y se inicia la transición democrática en España, la revista deja de editarse. Había durado 21 años. En 1977 Victoria Kent regresa, por primera vez desde 1937, a España. Habían transcurrido 40 años de exilio, cuarenta años de desarraigo que son la memoria viva de la tragedia que fue ese país la guerra civil y la dictadura franquista. Se sintió feliz por el restablecimiento de la democracia, pero volvió a los Estados Unidos, a la tierra que la había acogido, a los amigos que la habían ayudado.

El exilio

Cuando estalló la guerra civil (1936), Victoria Kent fue destinada a la secretaría de la embajada española en París con una misión específica: alojar en colonias infantiles, conforme caían los frentes republicanos, a los niños y niñas que habían quedado sin familia y sin hogar.

Entre 1940 y 1944, Victoria Kent atravesó la época más difícil de su vida, como refleja en su libro "Cuatro años en París". Sola, rodeada de amigos, su intuición la ayudó a guiarse entre los hombres de la Gestapo (la policía política nazi), entre colaboracionistas con el régimen nazi de ocupación y delatores. Aprendió a desafiar la locura de vivir encerrada en la embajada de México; aprendió a vivir el riesgo de la libertad "sin papeles" en un apartamento del Bois de Boulogne. Victoria ya no es Victoria, ahora es "Plácido" (un seudónimo). Tiene que sobrevivir a cualquier precio, como un "perro callejero", según sus propias palabras.

Liberado París, Victoria Kent sigue la suerte de todos los españoles (en torno a medio millón) que abandonaron España después de la guerra civil: el exilio. Largo tiempo vivieron en la esperanza de que la dictadura del general Franco caería de un momento a otro; en la esperanza de que el caso de España fuese atendido internacionalmente y llevado a abocar en una democracia, con retorno del gobierno republicano que funcionaba en el exilio, pero ese milagro no se produjo nunca. Y Franco moriría en su cama, para desesperación de los que habían luchado en la clandestinidad contra la dictadura.

Victoria Kent, como tantos otros ya lo habían hecho, y ella había intentado hacerlo cuatro años antes, salió para México, país donde los exiliados españoles eran bien recibidos y tratado con alta consideración.

En este país permaneció dos años y en él pudo desarrollar lo que en España le había costado el cargo de Directora General de Prisiones, es decir, formar adecuadamente personal de prisiones. El gobierno de México le encargó fundar una Escuela de capacitación para dicho personal. Fue su directora durante los dos años que permaneció en aquel país. Al mismo tiempo, impartía conferencias en la Academia Mexicana de Ciencias Penales y dio clases de derecho penal en la Universidad. Su especialidad en estas materias la lleva a colaborar en Argentina con Jiménez Asúa, su antiguo profesor, y luego colaborador cuando ella desempeñaba el cargo de Directora general en España.

En 1949 la ONU (Organización de las Naciones Unidas) le ofrece desempeñar un puesto en la Sección de Defensa Social, que estaba relacionado con el estudio de las cárceles de mujeres. Lo acepta, y en 1950 traslada su residencia a Nueva York. Parece ser que el desempeño de dicho cargo no respondió a sus expectativas, pues no le permitía iniciativa alguna; era puramente "burocrático". Pasados dos años abandona el cargo de la ONU, pero nunca abandonará Nueva York; allí se afinca para el resto de su vida.

Y allí, por pura ideología, sentimentalismo y amor a España, realiza otra de sus grandes obras: la publicación de la revista Ibérica.

Victoria Kent, fiel a su ideología republicana, lo fue también a un ideal que se antojaba imposible: conseguir el derrocamiento de la dictadura franquista y la restauración de la República en España.

La fundación de la revista Ibérica debió de ser el medio más eficaz que encontró para alcanzar este propósito. La revista nació, en 1953,

"con el fin de informar al pueblo americano sobre la situación de España bajo la dictadura franquista." "Veníamos comprobando diariamente, dice, que la prensa americana guardaba silencio sobre España."

En una reunión celebrada posteriormente en casa de Luisa Crane, la amiga norteamericana que prestó a la revista

"su decidido apoyo incondicional y su ayuda económica" reunión a la que asistieron "excelentes amigos americanos que ofrecieron también su ayuda a nuestro esfuerzo"

, Salvador de Madariaga propuso que la revista se editase en dos lenguas, inglés y español, para que los españoles supieran

"lo que ocurría en su casa y advertir a los países de Iberoamérica del peligro de un contagio posible del régimen dictatorial que imperaba en la MADRE PATRIA".

En enero de 1954 aparece el primer número de Ibérica en español. El profesor Madariaga publica en él su primera colaboración: "Declaraciones", que contiene una razón y un ruego: "Ibérica se publica en este país de hombres libres para recordar a todos que la libertad es indivisible y que la tiranía es contagiosa; y como una prenda viviente de la esperanza de que el país de hombres libres no abandone al pueblo español en su lucha por la libertad".

En los primeros números aparece Victoria kent como editora, y a partir del nº 9 como directora. Eran presidentes de Honor, Salvador de Madariaga y Norman Thomas.

Para Ibérica nuestra frontera estaba cerrada, la falta de libertades públicas y la censura de prensa hacían imposible su circulación. Con razón Victoria Kent en 1982, cuando prologó el libro que recoge los artículos que Madariaga publicó en Ibérica, manifiesta:

"nos es permitido decir que estos artículos pueden considerarse inéditos para el público español, ya que fueron pocos los que conocieron la revista y menos los que pudieron recibirla clandestinamente"

La revista tuvo una vida en español de 21 años; nacida para combatir el régimen franquista, al terminar la dictadura en 1975 se consideró innecesario su publicación.

La dimisión

Bruscamente, el 8 de junio de 1932, apareció en la Gaceta de [[Madrid (el BOE) la noticia de la dimisión de Victoria Kent.

Hasta entonces no había tenido dificultades para llevar a cabo su plan, habiendo recibido el apoyo político del que era Ministro de Justicia, Don Fernando de los Ríos. En esos momentos ocupaba el cargo un nuevo Ministro de Justicia, don Álvaro de Albornoz, precisamente al que ella había defendido durante la monarquía ante el Tribunal Supremo de Guerra y Marina, obteniendo su absolución, y que, además, pertenecía a su partido, el Radical Socialista.

La lógica nos lleva a pensar que el apoyo del nuevo Ministro de Justicia iba a ser, si cabe, mayor que el del anterior, pero no fue así; en lo que tal vez influyó el no estar familiarizado con la reforma.

Dice Victoria Kent:

"Mi propuesta asustó al Señor Albornoz, y la presentó al Consejo de Ministros. El Consejo la estimó audaz y no la aprobó, considerando que podía suscitar dificultades en varios sectores sociales."

El que era en ese momento Presidente del Gobierno, Manuel Azaña, tampoco se mostró demasiado sensible al proyecto de reforma penitenciaria desarrollado por Victoria Kent; lo consideraba demasiado humanitario.

Muerte

El día 25 de septiembre de 1987 Victoria Kent fallecía a los 89 años de edad. Vivía entonces en casa de su entrañable amiga Luisa Crane, muriendo en el Hospital de Lennox Hills, de Nueva York.

Victoria Kent no fue feminista

La propia Victoria Kent no gustaba llamarse a sí misma "feminista", como otras muchas mujeres intelectuales de su época, que rompían moldes pero no aceptaban de buen grado que se les llamase feministas, quizás porque el término conllevaba una carga despectiva que ellas no estaban dispuestas a asumir. Ella decía:

"No seamos feministas conscientes de nuestra capacidad y de nuestros derechos, que la justicia ampara nuestros deberes".

Pensaba que una mujer nunca podría ser capitán de buque, ni piloto aviador con mando en líneas de importancia, ni bombero, por su menor capacidad física. Es evidente que una feminista radical nunca haría tales afirmaciones, sobre todo en los tiempos actuales. Pero la España de los años treinta era diferente, y eran otros los problemas que urgían una solución por parte de la sociedad española, destacando entre ellos, por supuesto, la necesaria emancipación de la mujer y la conquista de la igualdad civil sin discriminaciones de género. Pero este era un problema entre otros muchos de igual calibre.

También es cierto que su actividad política pone de relieve su concepción "poco feminista" del papel que la mujer podía jugar en la sociedad de su tiempo. Ella pensaba que "el hogar, base de nuestra sociedad europea, de toda sociedad democrática, es el patrimonio de la mujer". Cualquiera que hoy hiciera tales afirmaciones sería tachado de retrógrado y machista, y con razón!. Pero es necesario hacer algunas matizaciones que suavicen este semblante, que nos acerquen a la complejidad del pensamiento político y social de Victoria Kent, tan determinado por la época que le tocó vivir.

En la Segunda República el abismo que existía entre el ordenamiento jurídico y la realidad social creció y se hizo más patente por las ansias de modernización que existían en toda la sociedad española. Y esto se puso de manifiesto en una cuestión tan palpitante como la concesión del derecho al voto a la mujer. Dos de las tres mujeres que ocupaban escaños en el Congreso se enfrentaron por dicho motivo. Victoria Kent propuso que dicho derecho fuera aplazado por razones de utilitarismo político; la mujer, aún no estaba preparada para ejercer de forma consciente y libre este derecho; antes debía ser instruida.

Eran muchos los que se oponían a la concesión del voto femenino: los partidos de la derecha tradicionalista y católica con argumentos biologistas y claramente machistas; los partidos republicanos desde posiciones utilitaristas, por considerar que las mujeres, demasiado influenciadas por sus curas confesores, acabarían votando a los partidos políticos de derechas, lo que no beneficiaría a la República, según su modo de ver las cosas entonces. Al final el asunto se resolvió con una apretada victoria de los partidarios del "voto femenino" frente a los que se oponían, por lo que la Constitución que las Cortes republicanas aprobaron reconocieron la plena igualdad jurídica y política entre hombres y mujeres. Pero la realidad presentaba otras aristas, estaba muy lejos la igualdad en la vida cotidiana (todavía hoy sucede algo parecido, aunque se han reducido las desigualdades reales)

Pero esta polémica sufragista desarrollada en 1931 puede ser planteada desde otra perspectiva. En principio, el contraste entre las realidades femeninas (mujeres burguesas, mujeres de clase media, mujeres proletarias, donde se combinan las identidades de clase social y de género) y el mundo de intereses creados en la esfera pública, monopolizada por los hombres, es evidente.

Si en el Parlamento se discutía sobre lo divino y lo humano del voto femenino, había cuestiones mucho más agobiantes, cuestiones que tenían que ver con la mera supervivencia. A ras de tierra la polémica sobre el sufragio femenino parecía suceder en otro planeta, en un escenario artificial donde se representaba un drama en el que participaba la burguesía, pero que se producía de espaldas a la realidad cotidiana de explotación y lucha por la vida en que transcurría la existencia de tantas familias y mujeres españolas de clase obrera o campesina. El contraste entre la incipiente legislación republicana sobre la mujer y la realidad era demasiado grande.

Con este telón de fondo, la posición aparentemente "antifeminista" de Victoria Kent se desvanece. Su compromiso político y social con los más desfavorecidos de la sociedad española demuestra claramente su voluntad transformadora.

Pero es que, además, el feminismo español de los años treinta, en tanto que movimiento asociativo organizado quedó relegado por la aguda tensión social vivida en tiempos de la Segunda República; en tanto que fenómeno ideológico llegó domesticado por años de lucha en países extranjeros y en momentos de crisis, cuando Hollywood promocionaba arquetipos feminizadores y se imponía el culto a la "verdadera mujer"; en tanto que por su composición de clase, estaba condenado a ser tan débil como lo eran las clases medias y la propia revolución industrial en nuestro país.

El llamado "feminismo radical" tuvo que ser, en este contexto, forzosamente poco radical; su discurso entroncaba con el discurso igualatorio de raíz liberal-burguesa. Sus objetivos específicos, incluso la cuestión del voto, se vieron sacrificados por el bien de la España republicana; lo que se necesitaban eran mujeres instruidas e independientes al servicio de esa nueva España que debía ser modernizada. Anhelo compartido también por el "feminismo de izquierdas", impregnado de la concepción marxista que postulaba la igualdad una vez que se lograra eliminar la propiedad privada; de la concepción anarquista defendida por Federica Montseny, para la cual no existía un "problema femenino" sino un "problema humano". Sólo en este contexto ideológico, social y político cabe entender, y respetar porque ella así lo quiso, la aparente contradicción de una mujer que logró traspasar el camino que conducía del hogar a la esfera pública, alejándose del mito del eterno femenino y rompiendo, con su actitud valiente y comprometida, el modelo de mujer que por herencia cultural le correspondía asumir.

Curiosidades

  • En 1990 se emitió en España un sello con su imagen.
  • En Corrales (Huelva) existe una calle en su nombre.
  • En Elche existen un instituto de secundaria y una calle con su nombre.
  • En Rivas-Vaciamadrid existe un colegio público con su nombre.
  • En Córdoba existe una calle con su nombre.
  • En Avilés también existe otra calle con su nombre.
  • En Ourense también existe otra calle con su nombre, en donde se ubica la jefatura de la policía local.
  • En Madrid la antigua cárcel de Yeserías es un centro de reinserción que lleva su nombre (Centro de Inserción Social Victoria Kent).
  • En Getafe también existe otra calle con su nombre.
  • En Torrejón de Ardoz existe un instituto de secundaria con su nombre desde 1984.
  • En Sevilla existe una calle con su nombre.
  • En Marbella existe un instituto de secundaria con su nombre.
  • En Málaga también existe un colegio público que lleva su nombre, en la calle Camino del Pato.
  • En Fuenlabrada existe un instituto de educación secundaria con su nombre.
  • En Camas hay un parque con su nombre.
  • Una aula de la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona lleva su nombre, la contigua a la dedicada a Guerrita.
  • Otra aula de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Burgos, también lleva su nombre.
  • En Miguelturra (Ciudad Real), también existe una calle en su nombre.
  • En Málaga hay una estación de Cercanías con su nombre (Málaga - Victoria Kent). Es una de las tres únicas paradas que lleva el prefijo "Málaga" junto a Málaga-Centro y Málaga-María Zambrano.
  • En Salobreña, existe una calle con su nombre.
  • En Armilla (Granada) existe una calle con su nombre.
  • En Lepe (Huelva) existe una calle con su nombre.
  • En Málaga hay una calle con su nombre
  • Su nombre aparece en la letra original del chotis Pichi de la obra de Las Leandras obra de Emilio González del Castillo y José Muñoz Román.
  • En Algeciras hay una Asociación de mujeres progresistas que lleva su nombre (AMP Victoria Kent

Fuentes