Celtíberos

Celtíberos
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Concepto:El término celtíbero se refiere únicamente a uno de los pueblos célticos de la península ibérica.

Los celtíberos fueron varios pueblos prerromanos que habitaron el interior de la península ibérica. Aparecen citados por vez primera en el siglo III a. n. e., en datos transmitidos por los escritores romanos Livio y Polibio, y adquieren importancia en las fuentes clásicas gracias a sus guerras contra Roma. Sin embargo, el término Celtiberia varía de significado a medida que el Imperio romano avanza en su conquista y conoce mejor las tierras de Hispania.

Las primeras referencias escritas sobre los mismos se deben a geógrafos e historiadores greco-latinos (Estrabón, Tito Livio, Plinio y otros), aunque su estudio, que arranca del siglo XV, no adquiere rango científico hasta los inicios del siglo XX (marqués de Cerralbo, Schulten, Taracena, Caro Baroja, etc.), cobrando renovado impulso en los últimos años.

Pese a este excepcional acervo literario, aún hoy se discuten aspectos claves para su definición: los confines de su solar, su verdadera personalidad o su propia genealogía.

Para algunos, la Celtiberia no acaba de precisarse hasta el gobierno de Fulvio Flacco, en el 180 a. n. e., abarcando entonces las tierras situadas entre el Ebro y el nacimiento del Tajo. Con el término celtíberos suele hacerse referencia a las tribus celtas o celtizadas de la Península Ibérica, así como a los idiomas que estos grupos hablaban, aunque, realmente, el término celtíbero se refiere únicamente a uno de los pueblos célticos de la península Ibérica, existiendo otros con otros nombres (vetones, vacceos, lusitanos, carpetanos, etc.).

Este pueblo celtíbero habitaba al oeste de la Cordillera Ibérica. Los romanos los consideraban una mezcla de celtas e íberos, diferenciándose así de sus vecinos, tanto de los celtas de la meseta como de los íberos de la costa.

Los celtíberos en las fuentes textuales clásicas

Las fuentes clásicas son muy imprecisas respecto a su territorio, aunque podemos considerar que los celtíberos históricos se extendieron con seguridad por las actuales provincias de Soria y Guadalajara, buena parte de La Rioja, este de Burgos, oeste de Zaragoza y Teruel, y quizás norte de Cuenca; diferentes interpretaciones amplían este marco hacia oriente y occidente.

Pueden ser considerados como un grupo étnico, ya que incorporan entidades menores (arévacos, tittos, bellos y lusones, resultando polémica la inclusión de vacceos, pelendones y berones), sin que ello signifique la existencia de un poder centralizado y ni siquiera de una unidad política, salvo quizás, y de forma coyuntural, con ocasión de los acontecimientos militares del siglo II a. n. e.

Las fuentes clásicas contienen, además, dos citas aisladas sobre celtíberos, que plantean problemas difíciles de resolver. La primera de ellas, de Estrabón, dice: "Caesaraugusta, entre (o cerca de) los celtíberos". Ya veremos cómo los documentos epigráficos y arqueológicos apoyan esta celtiberización del territorio próximo a Zaragoza, especialmente en la zona de la Huerva.

La historiografía tradicional, en su interpretación de las fuentes, ha intentado establecer una distribución aproximada de las etnias celtibéricas, si bien esta tarea tropieza con la dificultad de la falta de evidencias arqueológicas, sea por la difícil interpretación de los restos materiales sin secuencias completas, o por la inexistencia o escasez de trabajos de campo y excavaciones en territorios determinados.

Polibio y Estrabón denominan Celtiberia a toda la Meseta, aunque en ocasiones la reduzcan sólo a su parte oriental. Según estos autores, estaba ocupada por cuatro tribus: arévacos, lusones, belos y titos, a los que habría que añadir los pelendones, citados por Plinio y Ptolomeo, y los pueblos del Moncayo, con las ciudades de Tarazona y Borja citadas por Ptolomeo. Las tierras de Almazán separarían a los celtíberos ulteriores (arévacos y pelendones) de los citeriores (el resto). Los celtíberos ulteriores se asentarían en la provincia de Soria repartiéndose, según Taracena, la montaña (pelendones) y el llano (arévacos), mientras que serían los celtíberos citeriores los que ocuparon, total o parcialmente, el actual territorio aragonés.

Los belos y los titos se asentarían en la faja que va desde Sigüenza al valle del Jalón. Citados por Apiano, parece deducirse que los titos se hallaban supeditados a los belos, y ambos a los arévacos. La capital de los belos fue Segeda, de discutida localización, perteneciendo a ellos, además, las ciudades de Segobriga] (Cabeza de Griego), Arcobriga (Monreal de Ariza), Ocilis (Medinaceli) y Attacum (Ateca). Su nombre ha sido puesto en relación (Holder) con el de los Bellovaci, celtas de la Galia. Los titos, muy difíciles de separar de los belos, ocuparían un pequeño territorio al sur de éstos, llegando hasta Parameras de Molina, cerca del Jiloca.

Los lusones, a los que se supone una antigüedad mayor que la de los demás celtíberos, fueron los primeros que se sometieron a Roma. Esta amistad inicial parece que les permitió mantener en zonas altas y fortificadas ciudades como Bilbilis, contrariando la política romana sobre asentamientos indígenas. Su situación es incierta, pero se les atribuye una amplia zona que iría, en sus momentos iniciales, desde el Moncayo hasta el Tajo, abarcando las sierras de la Virgen y Cucalón y las cuencas del Jalón y del Jiloca. Su capital, según Schulten, sería Contrebia (identificada por él con Daroca). Sin embargo, su más importante ciudad, Bilbilis, reúne inmejorables condiciones estratégicas al estar situada en la confluencia del Jalón, del Jiloca y del Ribota. Otras ciudades en territorio lusón serían Nertobriga (en La Almunia), Mundobriga (Munébrega) y la misma Segeda, admitida su situación en el término de Mara.

Los pueblos del Moncayo, quizá los Celtiberi propiamente dichos, se localizan al norte de los lusones. A ellos pertenecerían algunas ciudades celtibéricas citadas por Ptolomeo: Balsium o Balsio (Mallén o Cortes de Navarra), Turiasu (Tarazona) y Bursao (Borja). En opinión de Bosch, también pertenecerían a estos celtíberos algunas ciudades de la Rioja: Calagurris, Gracchurris y Cascantum, que más tarde pasarían a poder de los vascones.

Los lobetanos y turboletas pudieron ocupar los territorios al este y al sur de los titos y lusones. Los primeros, situados por Ptolomeo al sur de los celtíberos más orientales, tuvieron su capital en Lobetum, cuya localización se ubicaría en Albarracín o en algún lugar de la provincia de Cuenca. El nombre de turboletas (turdetanos en Livio) aparece citado en Apiano al referirse a la guerra entre los saguntinos y sus vecinos en el 219 a.C.

Por lo tanto, el emplazamiento de este pueblo debe buscarse cerca de Sagunto, quizá en la provincia de Teruel. Livio cita una ciudad Turba en relación con la sublevación del 196 a. C., y Ptolomeo una Turbula que, según sus indicaciones, se hallaba al noroeste de Sagunto pero, paradójicamente, en territorio bastetano (fuera del actual Aragón). La semejanza fónica con el nombre de Teruel ha llevado, incluso, a identificarla con la misma capital, aunque sin base sólida. Tampoco las fuentes clásicas especifican el carácter ibero o celtíbero de estas tribus, pero quizá sea significativo que cuando Fulvio ataca Urbicua (localizable en territorio lobetano o turboleta) sean precisamente los celtíberos quienes llegan en apoyo de la ciudad sitiada.

Los celtíberos en los documentos epigráficos

La epigrafía prelatina y latina del supuesto territorio celtibérico aporta datos muy interesantes sobre antroponimia, toponimia e instituciones sociales, los cuales pueden definir lo celtibérico mejor que las fuentes textuales, que sólo se ocupan de su historia bélica como enemigos de Roma. Poseemos cinco tipos de documentos escritos epigráficos: téseras, bronces, terracotas, piedras aisladas y escritura rupestre.

Las téseras, bien estudiadas por el francés Lejeune, son figuritas de bronce separadas en dos mitades simétricas, que poseen una leyenda en la cara plana. Los objetos representados suelen ser dos manos derechas enlazadas (tésera Froehner) o alguna figura animal (delfín en Monreal de Ariza y Fuentes Claras). Son todas de época republicana y su localización geográfica se reduce tan sólo al área de inscripciones celtibéricas, tanto si se empleao que la escritura indígena como la latina. Su simbolismo se relaciona con pactos de hospitalidad privados (entre individuos) o públicos (entre ciudad e individuo). En el Imperio desaparecen las téseras y los pactos de hospitalidad privados, pero se mantienen las láminas de bronce para pactos entre una ciudad y un individuo importante, el cual es elegido como patrono político, recibiendo a los miembros de la ciudad en clientela. Estos bronces se extienden ya por toda Hispania, pero las téseras parecen ser patrimonio exclusivo de los celtas, a los cuales se refiere también la onomástica que en ellas aparece.

En territorio aragonés se encontraron varias téseras: la llamada Froehner, que está en París, tres en Monreal de Ariza, una en Fuentes Claras y una sexta, inédita, procedente de Botorrita. Por ellas conocemos datos de gran interés sobre onomástica prerromana, sociedades indígenas y gentilidades. Es particularmente importante la tésera Froehner, de procedencia comarcal zaragozana, que posee una inscripción en alfabeto ibérico en la que aparece un Lubos, de la estirpe (gens) de los Alisocos, hijo de Avalo y natural de Contebias Belaiskas (Botorrita). Los signos ibéricos, idénticos a los del Bronce de Botorrita y a los de las monedas de Contebacom-Bel, hacen posible el aventurar la misma procedencia para los tres textos. La onomástica celtibérica, bien estudiada por Albertos, presenta unos antropónimos peculiares: Lubo-Lupo, Letondo, Abulo-Ablo... y unas gentilidades características: Abilicos, Abulos, Alisocos, Bolgondiscos, Tindilicos, Urdinocos, Vicanocos, etc.

El bronce, como soporte de escritura, aparece sólo en área celtibérica, mientras que en el área ibérica se utilizan plomos. Quizá sea la influencia griega sobre lo ibérico y la romana sobre los celtibéricos lo que ocasiona esta diferenciación. Era usual entre los romanos utilizar bronces para escribir las leyes y las constituciones públicas. Los celtíberos debieron de adquirir de Roma esta finalidad de las láminas de bronce: la noción de unas leyes o un ritual, fijados y expuestos a la vista pública. Además del bronce latino, hasta ahora han aparecido en Botorrita un total de tres bronces celtibéricos: uno, escrito en caracteres ibéricos y lengua de origen indoeuropeo de la que poco más se puede precisar de manera definitiva; otro, el llamado "Gran Bronce de Botorrita" presenta, en grafía ibérica un par de centenares de nombres y gentilicios, supuestamente pertenecientes a una lengua céltica; el tercero, es un fragmento de reducido tamaño, también con grafía ibérica y posible lengua céltica. Un bronce de Gallur puede dar indicio de la existencia de un pueblo gálico (esto es, céltico) que ha dejado interesantes topónimos.

En piedra tenemos la inscripción de Torrellas, en una copia del siglo XVIII, en la que aparece un gentilicio, Abilicos, que pudiera ponerse quizá en relación con el Abulocos de la estela de Ibiza, supuestamente celtibérica. En Peñalba de Villastar se encuentra el único ejemplo epigráfico rupestre: contiene varios grafitos en alfabeto latino y lengua céltica, y algunos casos breves de alfabeto y lengua latinos. Entre las terracotas es destacable el ejemplar de Albalate del Arzobispo (localizado en un área ibérica y entre grafitos ibéricos) y la fusaiola (o remate de husillo de hilar) de Monreal de Ariza.


Datos arqueológicos

Dado lo heterogéneo de la información literaria y de las evidencias arqueológicas de la cultura celtibérica, resulta difícil definirlos a partir de un único rasgo; no obstante, nos consta que hablaban una misma lengua, el celtibérico, cuyos testimonios escritos, aunque tardíos, se extienden por un territorio que viene a coincidir básicamente con el descrito. Superada la visión tradicional, que explicaba su origen como resultado de la fusión entre celtas e iberos, en la actualidad se entienden fruto de la evolución experimentada por algunos pueblos célticos peninsulares de la primera edad del hierro, sobre los que posteriormente ejerció una marcada influencia la cultura ibera.

Los celtíberos se caracterizan por su concentración en ciudades o aldeas. Sus núcleos de población se sitúan en cabezos redondos de mediana altura rodeados de murallas. La ordenación de sus casas sigue el trazado de las calles, sin plazas ni lugares abiertos. El tamaño de los hábitats oscila entre las 22 Ha. de Numancia y las 2 ó 3 Ha. de las aldeas. Existe, además, una especie de castillos, con una finalidad militar, que se hallan en lugares estratégicos.

Su arte principal es el cerámico, alcanzando la misma perfección técnica que los iberos. Emplean el torno y fabrican tres tipos de vasos: lisos y de pasta carbonosa; grises, de arcilla lavada y con círculos concéntricos estampados a punzón, y rojos pulimentados (cocidos a fuego oxidante). Sus perfiles son angulosos, delimitando zonas fáciles con pintura. Los motivos decorativos siguen un proceso de estilización, diferenciándose tres estilos: 1) figuras de silueta negra con relleno rojo amarillento y detalles en blanco; dibujo naturalista y torpe donde rige la ley de la frontalidad y falta la perspectiva; 2) figuras polícromas sobre barro rojo, con motivos barrocos y aparición de monstruos; 3) figuras en negro, estilizadas, ocupando toda la superficie decorable. En conjunto puede decirse de la cerámica celtibérica que el gusto decorativo es céltico, pero la técnica ornamental es ibérica.

Otros elementos de cultura material los constituyen los collares y brazaletes de bronce (de origen galo), las fíbulas de bronce y hierro, que siguen los prototipos del Hallstatt final y época de La Tène (con apéndice lateral en botón, zoomorfas, anulares, etc.). Estas fíbulas acompañan una indumentaria masculina a base de calzón, sandalias, grebas de pelo y sagum o sayo, que se hace doble entre los lusones. Las mujeres vestían túnicas o mantos de colores claros y se adornaban con altos peinados, ajorcas de bronce, pendientes en creciente lunar y collares rígidos. Éstos desaparecen en los siglos II y I, sustituidos por los de pasta vítrea (que proceden del comercio oriental) y por los de hilos de bronce trenzados y rematados en cabezas de serpiente.

Las excavaciones arqueológicas han aportado nuevos datos sobre algunas ciudades celtibéricas. En Tarazona, y dentro del proyecto Silbis, se identificó por primera vez en su casco urbano la existencia de niveles celtibéricos, datados en el siglo I a. n. e. De una cronología próxima es el vertedero localizado junto a niveles imperiales en la Torre del Pedernal de Borja y que ha de vincularse con la ciudad de Bursau. Las actuaciones realizadas en el Convento de Mallén, donde se sitúa la mansión romana de Balsione, demostraron la existencia de una ocupación celtibérica y otra anterior que remonta al siglo VII a. n. e.

Contrebia Belaisca, en Botorrita, se ha convertido en una de las ciudades más emblemáticas de toda la Celtiberia, gracias a la aparición de sus famosas inscripciones en bronce.

Las excavaciooes realizadas pusieron al descubierto numerosas estructuras constructivas y una cierta complejidad en sus fases evolutivas y en las funciones de los espacios. Pero sin lugar a dudas es la Caridad de Caminreal el asentamiento urbano donde se han desarrollado las excavaciones más meticulosas y sistemáticas. El equipo del Museo de Teruel dirigido por J. Vicente ha descubierto tanto la ya afamada casa de Likine de 900 m.2 de extensión, como dos casas anejas con un tamaño de 1/3 de la anterior. Junto con los materiales indígenas localizados destacan las importaciones itálicas. Hay también abundancia de objetos de hierro, entre ellos diferentes armas abandonadas cuando se destruyó la ciudad durante las guerras sertorianas.

Las excavaciones de Aranda en la necrópolis de Umbría de Daroca han puesto al descubierto uno de los pocos casos de todo el ámbito celtibérico donde se han diferenciado tres fases en la secuencia cronológica, que va desde el s. VI/V al I a. de C., con cambios en el ritual y en los materiales arqueológicos. Collado ha dirigido varias campañas de excavación en el Montón de Tierra de Griegos, yacimiento situado junto a la necrópolis del Cuarto. No se ha fijado la funcionalidad de la estructura de carácter turriforme descubierta, aunque todo parece indicar que debe relacionarse con un hábitat pero entre los restos óseos aparecidos en su interior se ha identificado dos fragmentos de calota craneana de un feto y restos de adulto, sin que se sepa las razones de su presencia. Distinto es el caso del hallazgo de restos de un niño de 5 a 7 años en Contrebia Belaisca, muerto en el ataque a la ciudad.


La moneda celtibérica

Los celtíberos, al poco del inicio de la presencia romana en su territorio, comenzaron la acuñación de moneda, como es bien sabido, cubriendo con ello una zona que, según hipótesis, puede abarcar, hacia Occidente, incluso el territorio extremeño (ceca de tamvsiens, acaso en el río Tamuja). Es éste un hecho en cierto modo masivo y general, que se difundió con rapidez y en la misma dirección geográfica que la conquista romana, durante un período cronológico que, según los mejores expertos (Crawford, 1985) comenzaría entre 195 y 155. Los hallazgos numantinos fijan claramente que comenzó antes del 137 (fecha de reocupación del campamento III de Numancia por Mancino). Y por estar bastante usadas algunas de sus piezas, la fecha ha de llevarse a la primera mitad del siglo II a. n. e. En los años 134-133 ya producían moneda de bronce Untikesken, Iltirsa, Kese, Arsaos, Baskunes, Bolskan, Sekia, Sesars, Belikiom y Sekaisa. Además, el núcleo de un denario bañado de Bolskan implica que la producción de plata ya había empezado.

El fenómeno de acuñación de la moneda posee implicaciones muy significativas y aporta datos interesantes sobre la organización política del territorio. La fecha más probable para la aparición de la acuñación del denario ibérico le pareció en otro tiempo a Crawford el 197. Ese año se eligieron seis pretores por vez primera y dos fueron asignados a las provincias hispanas para delimitar sus fronteras: la amonedación pudo formar parte del encargo (para cobrar impuestos). Pero no está claro que las provincias se creasen entonces y los argumentos de J. S. Richardson, de que aun en 180-178 la organización de España era demasiado asistemática como para haber generado una amonedación local bajo control romano, parecen fuertes.

En 1994 Villaronga ha editado un gran corpus donde se recogen las monedas acuñadas en la Hispania Antigua, con ejemplares desconocidos hasta el momento y emitidos por cecas situadas en el territorio de Aragón actual. Pero también proporciona aportes cronológicos de singular interés. Uno de ellos es la fijación de las acuñaciones más antiguas del ámbito celtibérico durante la primera mitad del siglo II a. n. e., momento en que aparecen dos de los centros más importantes de este grupo étnico. Ambos son lugares donde se acuña plata: Secaiza en Mara-Belmonte (Z.) y Arecorata, ciudad que, a pesar de su importancia, todavía no ha sido localizada pero que debe buscarse en el entorno de La Rioja, próxima a donde se encontraba la etnia de los lusones. Estas dos ciudades jerarquizarán a su vez otras próximas que emitirán únicamente bronce. Durante este primer momento emisor las cecas presentaban una iconografía específica, indicio evidente de su total independencia política. Hecho que contrasta con un momento que puede situarse en la transición del siglo II al I a. n. e., donde varias cecas comparten los tipos monetales, así las ciudades sedetanas se diferencian de las suesetanas mostrando un reforzamiento de los lazos étnicos. También en la zona celtibérica vemos la influencia de Secaiza en una serie de cecas, la mayoría sólo acuña en estos momentos y son de localización desconocida, salvo Tamusia que surge en un lugar tan alejado de la Celtiberia como la provincia de Cáceres. Territorio donde la frecuente aparición de bronces de Secaiza nos muestra la existencia de fuertes vínculos, probablemente relacionados con las explotaciones mineras allí existentes.

Ha de señalarse que, sin excepción que merezca la pena notar en el conjunto de la nómina de cecas, estas acuñaciones muestran generalmente en rótulos con étimos y flexión de tipo céltico, nombres no de "tribus" o etnias, sino de lo que, convencionalmente podríamos denominar "civitates". Las cuales, hasta donde sabemos arqueológica o literariamente, se distinguían por la posesión de un emplazamiento principal, de tipo y funciones urbanas, a veces con edificios públicos semejantes a las curias romanas, dotados de archivos públicos y en situación acropolitana.

Del examen atento de estas amonedaciones, se deduce, asimismo, el papel hegemónico (aunque no sepamos concretamente en qué ámbitos particulares) de unas ciudades sobre otras (las que acuñaron plata respecto de las que sólo amonedaron bronce y de ambas, en distinta medida, sobre las que no acuñaron, que se sepa, como es el caso de la comunidad sosinestana del Bronce de Contrebia). Esto es, una jerarquización interna que, examinada en detalle, nunca presenta más de una ceca de plata por lo que podríamos denominar "comarca" celtibérica (así, acuña tanto plata como bronce Secaisa, pero no Bilbilis, ni Terga, etc., que sólo amonedan bronce; lo hace Beligio, pero no Contrebia Belaisca, ni Belais; Turiasu, pero no Bursau, etc.). Puesto que no parece posible entender irracionalmente esta conducta monetaria y dada la dispersión peculiar de las ciudades amonedadoras de plata, no será muy aventurado concluir en que algunas de entre ellas articulan políticamente un territorio ("tribal", si se quiere), probablemente el correspondiente a un pueblo en el que una ciudad ejerce funciones de capitalidad federal o algo similar.

Celtíberos

El nombre de celtíbero es un término compuesto, de origen externo (probablemente griego) al grupo que denomina. Pero lejos de tener un valor unívoco, el contenido de su significado cambia con el tiempo, lo cual repercute significativamente sobre las gentes y el territorio a que hace referencia. Las primeras menciones de las fuentes clásicas corresponden a finales del siglo III a. n. e.

La Celtiberia aparece como una región montañosa de límites imprecisos situada en el interior peninsular y los celtíberos tienen un valor genérico y sustituyen en las fuentes a las anteriores menciones sobre celtas de Iberia, significado que perdurará en algunas citas clásicas y que explica las aparentes contradicciones existentes en las fuentes escritas. Solamente en el siglo II a. n. e., cuando avanza la conquista romana hacia el interior de la península, surgirá un término más específico vinculado al ámbito del sistema ibérico y parte del territorio inmediato de las cuencas sedimentarias próximas.

Durante época imperial, Ptolomeo nos muestra la conversión del término de grupo étnico a etnia y una adscripción limitada a la zona más oriental. Los cambios significativos que nos muestra en el mapa étnico peninsular nos indica el avance de los celtíberos hacia el territorio carpetano de la serranía de Cuenca, lugar donde se había fundado Segobriga, pero también su retroceso en el valle medio del Ebro, ante un aparente avance de la etnia de los vascones y de los iberos edetanos. Ahora bien, a la interpretación histórica del mapa de Ptolomeo debe dársele un valor más geográfico que étnico. El nombre de Celtiberia continuará durante la Edad Media convertido en Santabariya, pero quedará restringido al territono conquense.

Estos cambios de significado han motivado modificaciones en interpretaciones históricas que se creían asentadas. Así, ha disminuido el protagonismo dado a los mercenarios celtíberos, ya que las frecuentes citas existentes en las guerras púnicas hacen referencia a los celtas de Iberia. Más aun, debe abandonarse la defensa de la existencia de mercenarios celtíberos (en su sentido estricto) durante el s. V a. de C. en el Mediterráneo, ya que se ha basado en la aparición en yacimientos griegos de broches de cinturón de garfios, que se consideraban célticos, incluso Lorrio llega a denominarlos celtibéricos, debido a su frecuente presencia en las necrópolis del Alto Jalón-Duero. El análisis arqueológico nos muestra que estos broches no eran privativos del interior peninsular. Su uso se extendía por el territorio costero mediterráneo de Iberia y del SE. de las Galias, ámbitos de donde probablemente procedecerían dichos mercenarios, dado que allí se concentran las importaciones de cerámica griega, ausentes en la Celtiberia.

Extensión de los celtíberos

Valorando al mismo tiempo fuentes textuales, epigráficas y arqueológicas, tradicionalmente se sitúa a los celtíberos entre los ríos Ebro, como límite norte, y nacimiento del río Tajo y el Turia como límite sur. Por el oeste ocupan toda la provincia de Soria, y por el este se asientan en el valle de la Huerva, tal como indican la excavaciones de Botorrita y Herrera de los Navarros. La frontera oriental con lo ibérico fluctuaría en torno al río Aguas Vivas, siendo el Martín un río con abundantes yacimientos ibéricos. En Lécera, Muniesa, Azaila, Alloza y Oliete se encuentran los poblados limítrofes con lo celtibérico, junto con el yacimiento de Juslibol en el Ebro, relacionado, si no identificado, con la ibérica Salduie.

En Juslibol, al igual que en Azaila, es destacable la presencia de una ciudad hallstáttica o posthallstáttica en la base de lo ibérico, con una perduración hasta el siglo III a. n. e. Más al sur, la tésera de Fuentes Claras y las inscripciones de Peñalba de Villastar marcan la frontera suroriental de lo celtibérico.

El idioma

Han sido importantes los distintos estudios realizados sobre diferentes aspectos gramaticales de la lengua celtibérica y la peculiaridad de sus fórmulas onomásticas. F. Beltrán, al analizar los grupos de parentesco que muestran los nombres familiares en genitivo plural ha insistido que se abandone la interpertación gentilicia dada a las sociedades hispano-celtas. El análisis de la distribución territorial de las desinencias -CoS y -CoM presentes en las leyendas monetales ha demostrado tener un carácter étnico. Mientras el grupo -CoM es exclusivo de los belos y carpetanos el -CoS domina entre titos y berones y la zona lusona se caracteriza por la ausencia de ambas desinencias. Una cierta desilusión ha supuesto la meritoria publicación del tercer bronce de Botorrita, ya que el más extenso de los textos conservados del mundo celta escondía un listado de nombres de personas, con un breve encabezamiento cuyo sentido se desconoce. La publicación de Untermann del corpus de inscripciones celtibéricas proporcionará un punto de partida para nuevas investigaciones.

Fuentes

  • «Celtíberos», artículo publicado en el sitio web de la Enciclopedia aragonesa (Aragón).
  • Enciclopedia Encarta