El Jardín de las Delicias

El Jardín de las Delicias
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Es una de las creaciones más enigmáticas, complejas y bellas de El Bosco.
Datos Generales
Autor(es):El Bosco
Año:1503 - 1504
Datos de la Pintura o dibujo
Estilo pictórico:Óleo sobre tabla
Técnica:Óleo sobre tabla
Dimensiones:77 X 220 x 195 cm cm
Localización:Museo del Prado


El Jardín de las Delicias . Obra de carácter moralizante, es una de las creaciones más enigmáticas, complejas y bellas de El Bosco, realizada en la última etapa de su vida. Adquirida en la almoneda del prior don Fernando, hijo natural del gran duque de Alba, Felipe II la llevó a El Escorial en 1593.

Descripción

Es necesario contemplar las tablas plegadas. En un tono gris muy suave, la actividad del tercer día de la Creación se desarrolla dentro de un globo transparente. Dios Padre aparece diminuto en la lejanía, con el fin consciente de dar más grandiosidad a su obra creadora.

Las pinturas exteriores de los paneles laterales representan la creación divina del mundo y contienen una inscripción divina procedente de los Salmos: Ipse dixit et facta sunt/Ipse mandavit et creata sunt (Él dijo y fue hecho/Él ordenó y fue creado).

Una vez abierto, en el panel de la izquierda vemos el jardín del Edén; en primer término se halla Cristo entre nuestros primeros padres, una escena que probablemente debe interpretarse como el matrimonio de Adán y Eva. Aunque en esta ocasión El Bosco no representó el pecado ni la expulsión del paraíso, pueden observarse una serie de detalles curiosos que dejan entrever que las cosas van a dar un giro desfavorable: justo en la mitad del panel un búho observa con aspecto siniestro; a la derecha de éste hay una extraña roca antropomórfica con aspecto de cabeza humana con una serpiente en las proximidades; y por último algunos animales se comportan de un modo inaceptablemente agresivo.

La parte superior describe el quinto día de la creación, aparecieron el aire, el agua, la tierra y los animales. Bosch refleja a Cristo, hijo de Dios, en vez de a Dios Padre. Cristo mira al espectador de frente y fijamente, para introducirse en su conciencia. Es la única forma de amonestación pintada por el autor.

En el panel central se puede observar una vasta llanura poblada por innumerables hombres y mujeres desnudos que parecen estar divirtiéndose y llevando a cabo una serie de acciones poco habituales: comen frutos gigantescos, se arrastran entre cortezas, vegetales y conchas de mar, montan sobre enormes pájaros o se azotan las nalgas con flores los unos a los otros. También se muestra un carrusel de jinetes masculinos a lomos de diferentes tipos de animales, dando vueltas en torno a un pequeño estanque lleno de mujeres bañándose. En la parte superior de la pintura captan nuestra atención edificios fantasmagóricos.

Ningún experto ha negado que el hilo que une estos fragmentos es el del erotismo. Una pequeña escena, oculta en la parte superior del panel, confirma esta impresión: en una cavidad situada al pie del edificio central, hay un hombre tocándole los genitales a una mujer. No obstante, la pista para una correcta interpretación del tríptico en su conjunto se halla en otro lugar: en la esquina inferior derecha de este panel central vemos a una mujer con una manzana y detrás de ella a un hombre que la señala acusadoramente con el dedo. Se trata de Adán acusando a su mujer de haber introducido el pecado en el mundo, interpretación confirmada por el hecho de que los cuerpos de ambos están enteramente cubiertos de pelo (parte del castigo que Dios infligió a Adán y Eva tras su expulsión del Edén).

Llegados a este punto, el resto de piezas de este “puzle” iconográfico encajan con cierta facilidad. Según las teorías medievales, la historia del mundo podía dividirse en varios períodos, el primero de los cuales iba desde Adán hasta Noé y el diluvio Universal. Además, en la iconografía holandesa del medievo tardío y en la literatura, el período anterior al diluvio se asocia con frecuencia a la decadencia moral y a la degeneración sexual.

Una imagen estilizada en el centro del retablo recuerda el valor de la fuente de la vida, que mana del paraíso y da nacimiento a los cuatro ríos del mundo. En un orificio excavado en el zócalo de dicha fontana se encuentra el búho, símbolo de sabiduría. Las figuras claras flotando en el ambiente, en este panel central, simbolizan la ponderación, el equilibrio, la armonía entre mundo material y espiritual. Las primeras grietas en la fuente de la vida nos llevan a pensar a su próxima ruina.

El búho ya no anida en el zócalo, del que se han apoderado los hombres. Las partes de la fuente se unen por un círculo de oro, símbolo de sabiduría y constancia. Los cuatro ríos del mundo quedan fuera del lago. Se aprecia en las figuras desnudas una inspiración en la sexualidad y el gozo, pero sin conciencia de culpabilidad. Hay una omnipresencia del amor, sabiduría y verdad de Dios; por otra parte se advierte la decadencia por los instintos incontrolados del hombre.

En el panel derecho El Bosco representó un infierno, sin duda alguna la más lúgubre y al mismo tiempo la más fascinante imagen del mundo de las sombras que se haya pintado jamás. Basta con verla una vez para no olvidar el enorme monstruo que, como salido de una pesadilla, aparece en el centro mismo del infierno, sobre piernas como árboles muertos y pies como barcazas, con una cabeza humana pegada a un cuerpo que combina el aspecto de una cáscara de huevo rota con el de un ganso desplumado. La parte superior de este panel derecho nos recuerda que El Bosco era un experto a la hora de pintar paisajes infernales, a parte de experto en demonios.

La fuente de la vida aparece deformada, ha perdido todo su sentido y no es capaz de hacer surgir ni una gota de agua, como ya se advertía en el panel central. Las torres son presa de las llamas y el humo invade toda la atmósfera. Con todo este análisis detallado de cada parte del tríptico, incluido el tríptico plegado, se puede decir que el significado del tríptico queda claro: lo que se ve en el panel central es la depravación humana antes del diluvio, que es el resultado del pecado de Adán y Eva (en el panel izquierdo), y que contrasta fuertemente con la obediencia del cosmos de los paneles exteriores. Todo ello pretende ser una edificante advertencia del Juicio Final dirigida a los contemporáneos de El Bosco: el pecado y la lujuria acabarán por ser castigados en el infierno. Se trata de un mensaje básico que se asemeja mucho a otro de sus trípticos: el Carro del heno.

Es depósito de Patrimonio Nacional en el Museo del Prado desde 1939.

Repercusión de la Obra. Seguidores

La obra de El Bosco es de vital importancia por cuanto fue un adelantado a su época, con lo que ello supone de abrir un camino hasta ahora desconocido e impensable. Raramente han aparecido artistas que revelen en su obra sus pesadillas, los horrores de perversión, etc., son desviaciones de la mente normal que no pueden repetirse y menos plasmarse.

A veces las confidencias se reducen a explicar obscenidades o confesiones con o sin remordimiento. Pero nunca fueron descritas con tal fuerza y acompañadas de comentario moralizador como las visiones demoníacas que percibió y pintó El Bosco.

Se han sucedido períodos de arte expresionista, arte que pretende exponer desórdenes psíquicos, pintar lo invisible, sorprendernos con excesiva sensualidad, sacudirnos con lo inexplicable, lo absurdo, lo fantástico; pero ninguno de los artistas surrealistas, saturados de psicoanálisis, ha llegado a pintar visiones tan terribles como las que dejó pintadas este autor.

Es indudable la influencia de la obra del Bosco en infinidad de autores del Siglo XX, sobre todos surrealistas.

Su Significado

El tríptico El Jardín de las Delicias es una obra enigmática, en la que es difícil encontrar las claves que permitan entender el significado pleno de su obra. Los estudiosos difieren respecto a la interpretación de la obra más enigmática de El Bosco. La mística de su tiempo, la alquimia, la astrología el folklore local, la herejía adamita y hasta la teoría psicoanalítica se han utilizado para dar sentido a una pintura de la que ni siquiera conocemos su nombre original. Podemos aceptar o rechazar estas interpretaciones sobre la obra de El Bosco, pero no puede ponerse en duda que su significado era explícito para sus contemporáneos.

De Tolnay, en una explicación de tipo psicoanalítico, explica la obra como una representación del sueño humano que trata de romper con los límites impuestos al amor por la tradición y la moral entonces vigentes.

Otros ven en El Bosco un hereje o un seguidor de sectas e ideas esotéricas. Para Fraenger, la tabla central del tríptico representa el Paraíso sensual de los Adamitas, que defendían el nudismo y las relaciones sexuales libres. La unión del placer y el amor, sensual y espiritual, era el mejor de los medios para restablecer la inocencia perdida del Edén. Sin embargo, estas explicaciones no tienen conexión real con la biografía de El Bosco. Éste es un pintor famoso, perfectamente integrado en una sociedad cristiana de la que es un miembro apreciado y respetado, lejos de toda duda razonable sobre su ortodoxia. Esto aleja cualquier interpretación esotérica o críptica a la hora de encararse con su obra.

Hoy la mayoría de los críticos rechazan estas interpretaciones, aun cuando reconozcan elementos aportados por sus defensores en el análisis pormenorizado de la simbología del Bosco. Mayoritariamente el Jardín de las Delicias se considera una sátira moralizante sobre el destino de la naturaleza humana y los hombres de su entorno social.

Sin embargo, la proliferación de monstruos y de signos fantásticos conduce a una lectura ambigua o poco clara. Aunque se admite su consideración como pintura religiosa, con un meditado programa iconográfico donde se condena la participación en un mundo de placeres, al tiempo éstos se presentan (tabla central) de forma agradable. El Bosco pretende mostrar en la tabla central el desenfreno del pecado de la lujuria, pero muestra una peculiar fascinación por los vicios que ataca. Hay un mensaje de advertencia al cristiano, un anuncio de castigos, pero en el exceso de las imágenes, en la reiteración de los motivos, hay una sobrecarga consciente quizá con la pretensión de satisfacer y deleitar al clientes que adquiere la obra.

El Jardín de las Delicias fue probablemente un encargo de Enrique III de Nassau para su palacio de Bruselas, donde se encontraba la obra en 1517, tan sólo un año después de la muerte del pintor. Estos encargos de particulares no siempre tenían como finalidad colgar la pintura en un recinto sagrado o, al menos, en una iglesia pública, y se reservaban el "placer" del disfrute privado de las ocurrencias bosquianas. No lo hacían por el "sermón" del contenido de obra, sino también por el disfrute en su contemplación. En esta capacidad fabuladora y de "divertir con sus diabluras" pueden estar algunas de las razones de su éxito.

No obstante, si bien muchas de las imágenes y símbolos del Bosco han encontrado su explicación en fuentes históricas documentadas, aún permanecen en penumbra muchos aspectos de la figura y la obra del pintor.

Galería

Fuentes