Hermetismo

Religión
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Concepto:Conjunto de creencias filosóficas y religiosas.

Hermetismo. Es un conjunto de creencias filosóficas y religiosas, basadas principalmente en escritos atribuidos a Hermes Trimegisto.

Definición

El hermetismo filosófico se erige sobre la base de un conjunto de escritos supuestamente aparecidos en Egipto bajo el período de dominación romana entre los siglos I y IV, y puestos bajo la advocación de Hermes Trismegisto. Probablemente, el hermetismo sea el "intento helénico" de sistematizar filosóficamente parte de las doctrinas religiosas y místicas de la cultura tardoegipcia (aunque no hay por qué descartar otras influencias "orientales", como la israelita, por ejemplo. Asimismo, es muy probable que esta sistematización filosófica o "culta" se llevara a cabo sobre la base de otros escritos anteriores de ciencias ocultas (el llamado hermetismo técnico o popular).

La tradición hermética se "fundiría" con parte del entramado neoplatónico y el cristianismo incipiente durante la Antigüedad tardía, y con la religión católica, el cisma luterano, y la cábala cristiana, a través de los filósofos (platónicos, herméticos) y magos del Renacimiento y el Barroco, pero en ningún caso se difuminaría el esqueleto de su filosofía. Asimismo, el hermetismo inspiraría, por su potencia seductora, muchas corrientes ocultistas decimonónicas. Su universo viviente y su exaltación del espíritu humano, servirían en el siglo XIX tal como sirvieron en el Renacimiento: para que muchos díscolos y extraños personajes se enfrentaran al mecanicismo, al materialismo y al racionalismo militante impuesto desde la "pedantería académica" (aristotélica o positivista) y la Ilustración.

Yates que erige a la filosofía hermética como uno de los motores propiciadores del advenimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII. No entraremos en las numerosas críticas a esta aventurada teoría, pero sí apuntaremos que se fundamenta sólidamente en la concepción de magia natural renacentista y barroca, así como en la exaltación del hombre y su intervención en el mundo físico, definidora (por supuesto con muchos matices), como veremos más adelante, de la filosofía hermética.

El hermetismo filosófico (místico) del hermetismo técnico (ocultista). Casi con total seguridad podemos decir que los filósofos herméticos estuvieron vinculados a conceptos comunes a scientias del periodo como la astrología y sobre todo la alquimia, y a cierta clase de magia ceremonial greco-egipcia. Aunque por encima de todo hay que considerar al hermetismo como un constructo filosófico (una amalgama de estoicismo, medioplatonismo, neopitagorismo y algo de aristotelismo), pero con fines "prácticos" (la meta de todo buen hermetista es alcanzar la comunión con Dios mediante la revelación teúrgica, la recepción del noûs divino o la palingenesia).


Festugière que trata de deslindar la "gnosis optimista" de la "gnosis pesimista", en el sentido de considerar a la filosofía hermética como una forma degenerada de filosofía mística griega. Siempre desde nuestra visión, esta separación y esta supuesta "degeneración" no se sostienen en los textos. Por otro lado, es evidente que los "filósofos herméticos" no pretendían erigir un ensamblaje filosófico infalible, parangonable al discurso platónico.

Tríada hermética: Dios, cosmos y hombre

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Primero dios, segundo el cosmos, tercero el hombre.

El hermetismo es completamente unitario en cuanto a la tríada fundamental que estructura la realidad. Debemos considerar a Dios como un cosmos inmóvil, al cielo como un cosmos móvil y el hombre como un cosmos racional, capaz de elevarse hasta el creador y demiurgo. En esta procesión hipostática el hombre es imagen del cosmos, y el cosmos es producto de dios, cuyo aliento (pneûma) conduce el movimiento de los astros y une a todos los seres en una cadena simpática.

Sobre las otras fuerzas que actúan en la creación, tales como la providencia, la necesidad, el destino y la eternidad volveremos más adelante; baste ahora con poseer una visión clara sobre los pilares que sustentan el engranaje de lo creado y su absoluta dependencia Dios-cosmos inteligible-cosmos sensible-sol-ocho esferas-demonios-hombres). Esta dependencia, importantísima para mantener el edificio hermético y sus aplicaciones prácticas, es reiterada constantemente en los Hermetica. Las diferentes concepciones de estas hipóstasis fundamentales y los seres intermedios (nos referimos sobre todo al sol como segundo demiurgo entre el cosmos y el hombre) no deben confundirnos, antes bien son intentos de conciliar nuestra tríada primera mediante entidades enlazadoras.

Teología Hermética de Dios

El dios Supremo es el principio fundamental sobre el que se articula toda la doctrina hermética. Dios es a la vez Padre y Bien, creador y demiurgo. Dios es el Bien supremo y el óptimo artesano de la creación.La otra denominación de Dios es la de padre, en su capacidad de crear todas las cosas. Pues lo propio de un padre es crear . Y por eso se maldice a los hombres estériles, que no han sabido imitar su obra. Dios se valió del Verbo para engendrar al cosmos: El creador hizo la totalidad del cosmos no con las manos sino con la palabra. Piensa por ello que está presente, que existe eternamente, que creó todas las cosas, que es uno y único y que creó todos los seres por su propia voluntad. En el hermetismo, las formas de aludir a dios son aparentemente contradictorias, Dios es a la vez visible en lo creado, posee todos los nombres, es omnicorpóreo y goza de la fecundidad de ambos sexos, pero asimismo es incognoscible, innombrable, invisible y está envuelto en las brumas del misterio. Verdaderamente, esta forma de aludir a dios y a sus atributos sólo pretende expresar que la totalidad de lo real es Dios mismo, siguiendo una tradición teológica de origen egipcio (Ra es “Aquel que es y no es”).

Si dios no fuera invisible no podría abarcar la totalidad de lo creado, no podría ser eterno, porque lo invisible es eterno. Dios, por tanto, sólo puede ser aprehensible por sus propias obras, puesto que se manifiesta en y a través de ellas y sobre todo a quienes él quiere mostrarse. La obra de Dios es visible en el hombre. Dios sólo puede conocerse a través de su artesanía. Por eso Dios está más allá de cualquier denominación, por eso es el invisible a la vez que el más evidente. Aquél que es contemplado por el pensamiento pero que también es visible a los ojos.

Si dios lo es todo, principio de la creación y creación misma, cuando hablamos de lo que es, hablamos de Dios, pues él contiene todo lo que es y nada es posible exterior a él, ni él fuera de nada. No se establece una doctrina panteísta sin más, sino más bien una inmanencia absoluta de Dios, una forma de identificación total entre el creador y lo creado, que bien pudiera haber inspirado a Giordano Bruno. Si Dios es el Bien supremo, por fuerza es el engendrador de la Belleza y se debe tener la audacia de afirmar, Asclepio, que la esencia de Dios, si Dios la tiene, es la belleza; y que es imposible que lo bello y lo bueno se dé en ninguno de los seres del cosmos, pues todas las cosas que nuestra mirada abarca son mero simulacros y apariencias engañosos.

La voluntad de Dios es el principio creador, la energía que despliega genera la creación toda, y su esencia es querer que todas las cosas sean; pues Dios padre, el Bien, no sólo es el ser de todas las cosas, incluso cuando ya no son, sino la realidad más íntima de todos los seres. Esto es lo que es Dios padre, el Bien, y no cabe atribuirle ninguna otra cosa.

No cabe la muerte en dios, porque la voluntad de dios es la vida y si todas las cosas están vivas, tanto las terrestres como las celestes, y la vida es una, entonces la vida es generada por dios y dios ella misma. En suma, todas las cosas nacen de Dios y la vida es la unión de pensamiento y alma; y así la muerte no consiste en la destrucción de las cosas reunidas sino en la disolución de la unión. Una bella alegoría nos muestra a Dios como un músico perfecto, que nunca desfallece, y que no sólo ejecuta la armonía de los cantos, sino que marca el ritmo de la melodía apropiada a cada instrumento.

Mónada

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Siguiendo la doctrina pitagórica, la unidad, como reflejo de dios en todas las cosas, nos lleva a la concepción de la mónada como elemento analógico e inmanente a lo creado. La unidad, puesto que es principio y raíz de todo, está en todas las cosas como raíz y principio. Como principio de todas las cosas, pues nada hay sin ella, no se origina de la nada sino desde sí misma. Y como tal principio, la unidad contiene todos los números y no está contenida en ninguno, a la vez que genera todos los números sin ser ella generada por ninguno.

Génesis hermético

En el principio existían Dios y materia, el aliento vital acompañaba a la materia, o mejor, estaba en la materia, pero no de la misma forma en que estaban en Dios el mismo aliento y los principios originarios del cosmos, pues aunque estas cosas no existieran de hecho, al no haber sido generadas todavía, existían al menos en lo que había de generarlas.

La Creación es una de las más complejas, dispersas y contradictorias de los Hermética. Los tratados son los textos que mejor recogen los diferentes génesis herméticos. Se ha querido ver las influencias del Génesis bíblico, pero probablemente el parecido resulte fruto del interés de los hermetistas por el pasaje del Antiguo Testamento, ambas construcciones, la egipcia y la israelita, fueran muy parecidas y fácilmente confundibles.

Pensamiento

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Al hombre, por su excelencia y piedad, le está permitido acceder a los misterios de Dios, pero no podrá alcanzar semejante conocimiento mediante el pensamiento dialéctico. Será por medio de la revelación y la recepción del Noûs por las que el hombre pueda elevarse y atravesar el cielo hasta dios mismo. Así, Poimandres, el Noûs del poder supremo, desciende sobre aquel que desea ser instruido sobre los seres, comprender su naturaleza y llegar a conocer a Dios y en pleno éxtasis teúrgico comienza su labor mistagógica.

Lo incorpóreo que sostiene al cosmos es un Noûs total que totalmente se contiene a sí mismo. Un pensamiento total que se contiene totalmente a sí mismo, libre de cualquier cuerpo, estable, impasible, intangible, inmóvil él mismo en sí mismo, capaz de contener todas las cosas y salvaguarda de todos los seres, cuyos rayos son el Bien, la Verdad, el arquetipo del aliento vital y el alma arquetípica.

Jerarquía del pensamiento

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Esta jerarquía obedece a cuatro momentos de un mismo proceso: dios, cosmos y hombre. Pensamiento divino: el conocimiento del carácter mismo del pensamiento de dios es la cúspide de la verdad. Pensamiento de la eternidad: el conocimiento de la extensión y el funcionamiento de la obra de dios. Pensamiento cósmico: el conocimiento de la naturaleza que resulta de la observación de todas las cosas. Pensamiento humano: aquel del que se vale el hombre (mediante la memoria del pasado), para comprender y gobernar el mundo.

Palabra

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La palabra es el instrumento del pensamiento, pues la palabra interpreta lo que el pensamiento quiere. Se dice que Dios generó el cosmos mediante la palabra, es decir, que el pensamiento se hizo actividad mediante el Verbo divino. El hombre está dotado de pensamiento y palabra, y ambos están dotados del mismo valor que la inmortalidad. La palabra es distinta de la voz, porque la palabra que contiene en sí el valor del pensamiento está llena de sabiduría y poder (dýnamis).

La palabra habita el pensamiento, y por eso es común a todo hombre, y sólo la voz es distinta: —En efecto hijo, es diferente de uno a otro la palabra, pero la humanidad es una sola: igualmente es una palabra y se traduce de una lengua a otra; de modo que, en realidad, encontramos un solo y mismo concepto en Egipto, Grecia o Persia… . Si hay diferentes formas de expresar el pensamiento, aquella lengua que guarde en sus entrañas el misterio divino será la más alta y bella de todas, la más cercana a Dios; para Giordano Bruno, esa lengua era la egipcia, y para Pico della Mirandola la hebrea, entroncando así con la tradición cabalística. Con todo, lo cierto es que el griego, lengua bárbara falta de poder, no era la más adecuada para expresar las opiniones herméticas.

Impulso o enrgía cósmica

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Por el aliento vital, son suministrados y vivificados todos los seres del cosmos, de acuerdo con las órdenes del Dios supremo al que obedece como su órgano o instrumento que es. El Pneûma es el impulso o energía cósmica que ordena el curso de los astros y vivifica a todos los seres de la creación. Por lo tanto, los procedimientos mágicos y astrológicos se valen de este éter, de esta sustancia común de los astros para poder llevar a cabo sus obras milagrosas.

Eternidad (Aión)

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Ciertamente la eternidad es la imagen de dios, el cosmos la de la eternidad, el sol del cosmos y el hombre, en fin, la del sol.La eternidad es un concepto fundamental en el hermetismo, sobre todo en el tratado XI del Corpus y en el Asclepio. La eternidad no es una hipóstasis, dios o entidad mal encajada entre Dios y el cosmos, es un atributo de Dios y la creación toda. La eternidad es el pilar que sustenta lo creado. Dios gobierna eternamente el cosmos y sus seres vivos. La Creación es una eternidad viviente y el cosmos provee de vida eternamente a todos los seres que lo habitan.

Cosmos

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El cosmos, junto con el sol, también es padre, pero sólo de los seres que existen por participación y por tanto no es causa para los vivientes ni del bien ni de la vida en el mismo sentido que Dios.Sólo Dios es eterno, mientras que el cosmos, que ha llegado a ser por causa del padre, es siempre-vivo e inmortal.

Movimiento

El cosmos está en perpetuo movimiento debido a una causa incorpórea (aliento vital, alma), en el seno de lo incorpóreo, de un pensamiento total que totalmente se contiene a sí mismo. El movimiento se equilibra debido a la repercusión de los opuestos. Hay que dejar constancia una vez más que el movimiento no se produce en el vacío. El vacío no existe para el hermetismo.

El movimiento es el principio del cambio en el cosmos. La totalidad de lo creado se rige por la irresistible fuerza generadora de la rotación y la desaparición, de la revolución y la renovación.

Apocatástasis

No existe la muerte en el hermetismo, sólo destrucción y renovación perpetuas, porque muerte es aniquilación pero nada hay en el cosmos que sea aniquilado. En efecto, el cosmos es un segundo dios y un ser vivo inmortal y es por tanto imposible que muera parte alguna de este viviente inmortal, pues todo lo que existe es parte del cosmos y privilegiadamente el hombre, el ser vivo racional.

Como señala Xavier Renau Nebot, la apocatástasis es una manifestación de la doctrina del eterno retorno, típica de las teologías solares y, en particular, de la religión egipcia.

Jerarquía celeste

El cielo está gobernado por el primer círculo de los treinta y seis decanos, a través de los arcontes y los planetas, cuyo usiarca es el Pantomorfo. Este primer círculo linda con la esfera de las estrellas fijas y el Zodiaco. A continuación giran las Siete Esferas, regidas por la Fortuna y el Destino, mediante las cuales todas las cosas cambian según ley natural en un movimiento perpetuo.

El cosmos sensible está gobernado por el sol y fragmentado por las ocho esferas. El mundo sublunar está regido por la íntima relación entre la luna y la tierra, y se encuentra sometido al cambio perpetuo, siendo la morada del hombre y de las almas. Sobre el Hades en el hermetismo y la extensa nota sobre esta cuestión en Textos Herméticos.

Microcosmos, el hombre

El hermetismo fue tan estimado en el Renacimiento : su exaltación del ser humano. Frente a las corrientes gnósticas, que depreciaban toda relación entre el hombre y la naturaleza, el hermetismo enseña que el cosmos ha sido creado para que el hombre, a través de aquél, pueda contemplar al creador. El hermetismo es antropocéntrico porque tiene fe en lo que de divino hay en la naturaleza humana.

La astrología hermética nos enseña que el hombre es un reflejo del cielo melotesia, es un microcosmos en simpatía con el macrocosmos. Los influjos decánicos, zodiacales, planetarios y demoníacos tienen una importante repercusión en el cuerpo y el alma humanos.La excelencia del hombre que ha realizado la Gran Obra propuesta por la Alquimia es el núcleo de la antroposofía hermética.

Doctrina del alma en el hermetismo

El alma en el hermetismo es principio y causa incorpórea del movimiento en la región sublunar. Las almas habitan en el aire y son gobernadas por la luna . Además toda alma es inmortal y está siempre en movimiento. Las almas no son entidades independientes, son fragmentos que existen en virtud de una sola: el Alma del Mundo . Esta Alma del Mundo parece ser una emanación del propio Dios, no un atributo más del cosmos. El soplo divino, unido al cuerpo, conduce al alma irracional. Esta alma llanamente irracional puede elevarse al alma racional.

El alma es el recipiente donde son vertidas las faltas de los hombres, y una vez el cuerpo se disuelve, podrán elevarse o ser castigadas por su impiedad y apego a las pasiones corporales. Las almas atravesarán los elementos en un proceso de purificación progresiva, reencarnándose hasta alcanzar el coro de los dioses, pues éste es el premio que espera a los que viven en la piedad con Dios y atienden al mundo con diligencia. Pero quienes no lo hagan y vivan en la impiedad, verán denegado su retorno al cielo y comenzarán una migración ignominiosa e indigna de un espíritu santo, encarnados en cuerpos ajenos. Las almas son ordenadas por los centinelas de la providencia, el Psicoguardián y el Psicoguía. El Psicoguardián es el vigilante de las almas aún no encarnadas y el Psicoguía es el que conduce y señala sus cometidos a las almas mientras se incorporan.

El alma se eleva hacia las alturas, atravesando las siete esferas. En la primera abandona la actividad de aumentar y disminuir; en la segunda, la maquinación insidiosa; en la tercera, el deseo; en la cuarta, el ansia de poder y la ambición; en la quinta la audacia impía y la temeridad de la desvergüenza; en la sexta, la sórdida avaricia; y finalmente, en la séptima esfera, abandona la mentira traicionera. Llega así a la naturaleza ogdoádica, uniéndose a las potencias, a las almas divinizadas. Se completa así la anábasis del alma.

Materia en el hermetismo

La diosa Isis representa el receptáculo universal terrestre. En el seno de la madre y la doncella del cosmos sublunar sólo hay cabida para el cambio eterno, para el movimiento y la generación continuos. La materia es el elemento pasivo del cosmos, aquello que necesita ser activado por la energía incorpórea para nacer. No obstante, la materia contiene el principio de la fecundidad, el poder y la capacidad natural de concebir y dar a luz.

Los cuerpos están compuestos de materia en distinta proporción. La proporción material se mide por la magnitud de los elementos terrestre, acuático, aéreo e ígneo. Estos elementos son mezclados y disueltos eternamente debido a la velocidad del movimiento del cosmos.

La materia es considerada, en general, como un recipiente tenebroso y sucio, una cárcel para el alma, sujeta al cambio, a lo inaprensible, a las pasiones y los apetitos indignos. No obstante, en la medida en que ha recibido participación de todo, accede también de algún modo al Bien: el cosmos es bueno en calidad de creador, pues crea todas las cosas y, en este limitado sentido, participa del Bien; pero no así en todo lo demás, pues es un ser pasible, móvil y creador de seres pasibles.

Dualismo hermético

El eje del pensamiento hermético está dominado por el dualismo luz-oscuridad, masculino-femenino, bueno-malo Bien y mal confluyen en el cosmos como potencias necesarias para el orden. Dios es la fuente absoluta del bien, y el mal es una realidad ineludible no achacable a la voluntad divina, pues dispondremos de lo que procede de dios, pero es también que lo que procede de nosotros lo acompañe y no quede rezagado. Por eso sólo nosotros, y no Dios, somos los responsables del mal, en la medida en que lo prefiramos al Bien. Por lo tanto el mal y el sufrimiento fueron sembrados en el mundo para que el hombre, mediante el pensamiento, la ciencia y el entendimiento, ascienda con humildad hasta el conocimiento de dios, la Suma Bondad. El hermetismo se enfrenta así a las corrientes gnósticas que consideran el cosmos como una totalidad malvada y tenebrosa, ajena al verdadero dios.

Religio Mentis

El hermetismo no es una corriente religiosa, no posee una liturgia común o un libro sagrado único e inapelable. El hermetismo es una filosofía del conocimiento de Dios, una alianza entre sabiduría y piedad que se vale de la experiencia revelatoria y el ritual teúrgico para alcanzar la sabiduría divina.

Para los hermetistas, la filosofía sólo consiste en el esfuerzo por conocer a Dios mediante la contemplación y la santa piedad. La ciencia del conocimiento de Dios lo ocupa todo, y la filosofía pura, la que sólo está pendiente de la piedad para con Dios, únicamente deberá interesarse en las otras ciencias en la medida en que, a través de ellas, podamos maravillarnos de cómo el retorno de los astros a sus posiciones iniciales, sus estaciones fijadas de antemano y todos sus cambios están regulados por el número, y que, al conocer las dimensiones, las cualidades y las cantidades de la tierra, las de las profundidades del mar, las de la potencia del fuego y las actividades de la naturaleza de todos ellos, el hombre se vea llevado, por la admiración, a adorar y colmar de elogios el arte y la sabiduría de Dios.

Palingenesia

En el hermetismo la condición indispensable para la salvación es la regeneración. La regeneración consiste en un segundo nacimiento en el estado divino, en la recepción del noûs. Para llevar a buen término esta regeneración el hombre piadoso ha de buscar la sabiduría inteligible en el silencio y la semilla del verdadero Bien, y ha de ser fecundado por la voluntad divina mediante la determinación inquebrantable, la ascesis y la pureza moral.

Esta pureza moral pasa por vencer los doce vicios constituidos a partir del círculo del Zodiaco, a saber: la ignorancia, la aflicción, la incontinencia, el deseo, la injusticia, la codicia, la mentira, la envidia, el fraude, la ira, la imprudencia y la malignidad. Estos doce vicios son dominados por las diez potencias o virtudes, que son: el conocimiento de Dios, el conocimiento de la alegría, la templanza, la fortaleza, la justicia, la generosidad, la verdad, el bien, la vida y la luz.

Silencio hermético

El propio valor de la palabra en el hermetismo impide la vacuidad de la palabra proferida. El pensamiento ha de inundar la palabra, y ante el éxtasis revelatorio el silencio es lo más prudente. La Belleza de Dios sólo podrá ser contemplada cuando ya nada puedas decir sobre ella, pues conocerla supone un silencio divino y una inactividad de los sentidos.La divulgación de los misterios de la regeneración es proscrita por su impiedad: tan recónditos y grandiosos secretos no podrán ser propalados al vulgo ignorante, so pena de caer en el absurdo y la confusión. Por lo tanto, evita las conversaciones con la multitud, no quiero impedírtelo, pero más bien les parecerás ridículo, pues sólo lo igual se asocia con lo igual y lo distinto no es jamás amigo de lo distinto. De hecho, estas palabras no tienen legítimamente sino unos pocos oyentes, y quizás no tengan ni esos pocos.

Alcanzar a Dios implica elevar el pensamiento sobre la naturaleza mortal, sublimar la esencia del alma, pues cuando la belleza ilumina todo el pensamiento, inflama el alma entera y la atrae hacia arriba a través del cuerpo, transfigurando (al hombre) por completo para la esencia. Pues es imposible, hijo, que tras contemplar la belleza del Bien, el alma sea divinizada en un cuerpo de hombre.

Teúrgia: la creación de dioses y la atracción de las potencias celestes

El hermetismo es una filosofía de poder. Su finalidad última es el conocimiento de Dios, y para ello se vale del ritual teúrgico, y no sólo de los meros razonamientos e intuiciones utilizados por el resto de creencias y filosofías. El hermetismo utiliza la magia para conocer y dominar las fuerzas cósmicas, pero no se trata de magia común, dirigida a hacer el bien o el mal según la voluntad del mago, sino de un poder derivado de la recepción del noûs, capaz de acercar al teúrgo-filósofo a la naturaleza divina de la creación. A nivel práctico, este poder basado en la simpatía cósmica consigue animar estatuas y crear imágenes divinas, insuflándoles aliento vital.

El hombre puede modelar sus dioses a semejanza de sus propios rasgos faciales, construyendo estatuas capaces de conocer el porvenir, generar sueños adivinatorios, crear y curar enfermedades e influir sobre el estado de ánimo, de acuerdo con nuestra propia naturaleza y méritos . El hombre se acerca a Dios imitando a la divinidad en su acto creador.

Bibliografía

1-Ediciones de los textos herméticos 2-Edición crítica de Renau Nebot.

Fuentes