Humanismo

Humanismo
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Campo al que perteneceCiencias Psicológicas
Principales exponentesErich Pinchas Fromm

Humanismo. (del latín "humanus": humano). Conjunto de ideas que expresan respeto hacia la dignidad humana, preocupación por el bien de los hombres, por su desarrollo multilateral, por crear condiciones de vida social favorables para el hombre. Constituye una de las escuelas que influyeron en la conformación de la Psicología como ciencia. El término humanismo ha sido utilizado con diferentes significados durante la Modernidad.

En el Renacimiento se aplicó este término a la tendencia de convertir al hombre en el centro del universo y meta de todo pensamiento; en el Romanticismo del Siglo XIX se identificó con las corrientes intimistas e irracionalistas que pretendían rescatar al hombre de su disolución en la civilización tecnológica; en el periodo contemporáneo se identificó con diversas reflexiones acerca del destino del hombre, muy relacionadas con el fracaso de la era tecnológica del Siglo XX para resolver los grandes problemas de la humanidad y traer la felicidad universal prometida por la ciencia.

Historia

En un principio, las ideas humanistas fueron elaboradas espontáneamente por las masas del pueblo en su lucha contra la explotación de los vicios morales. Como movimiento ideológico definido, el humanismo se forma durante el Renacimiento (siglos XIV-XVI). En dicho período, el humanismo ocupa un lugar muy destacado en las ideologías de las clases burguesas que luchaban contra el feudalismo y las concepciones teológicas del Medioevo, en estrecha vinculación con las concepciones materialitas progresivas. Los humanistas proclamaban la libertad de la persona humana, combatían el ascetismo religioso, se manifestaban en defensa del derecho del hombre al placer y a la satisfacción de sus necesidades terrenas.

Los grandes humanistas del Renacimiento, como Tetrarca, Dante, Boccacio, Leonardo Da Vinci, Erasmo de Rótterdam, Rabelais, Montaigne, Copérnico, Shaperkeare, Francis Bacon, etc., contribuyeron en gran medida a que se formara una concepción no religiosa del mundo, pero se encontraban lejos del pueblo, de los trabajadores, eran hostiles a los movimientos revolucionarios de los oprimidos. Únicamente pensadores como Tomás Moro y Tommaso Campanella se hacían eco de los anhelos de las masas trabajadoras.

El término alemán Humanismus fue acuñado en 1808 por el alemán Friedrich Immanuel Niethammer para referirse a las enseñanzas medias, orientadas a al estudio de los clásicos griegos y latinos. Partía del vocablo humanistae, de uso común ya en el siglo XV y originado en el habla estudiantil de los centro universitarios italianos para referirse a los profesores de humanidades o studia humanitatis.[1]

Se define un humanismo "marxista", que nace de la propia reflexión de Karl Marx acerca del hombre como hacedor de su propia historia; un humanismo teológico relacionado con el pensamiento cristiano contemporáneo que intenta reforzar una ética personal a partir de las doctrinas religiosas; y por último el llamado humanismo "existencialista", resultado de una progresión de la Fenomenología a la luz de los acontecimientos de la primera mitad del Siglo XX.

Finalmente se identifica como "Psicología Humanista" o "Humanismo" una corriente psicológica nacida en la segunda mitad del siglo XX, que marcó con fuerza la Psicología en su práctica y su teoría. Pero antes de comprender este impacto en la historia contemporánea de la psicología, es necesario abordar algunas de sus fuentes, en primer lugar, el pensamiento existencialista europeo heredero de la Fenomenología.

Después de Husserl, la Fenomenología comprendió lentamente que el análisis del fenómeno tal y como se daba en la presentación exigía la consideración del sujeto que vivenciaba como una verdadera unidad de sujeto, vivencia y realidad. La categoría central no era el fenómeno, sino la existencia, recuperando de cierta manera las ideas de los irracionalistas del siglo anterior. Se destaca en este movimiento M. Heidegger (1889-1976) uno de sus pensadores más fértiles. Su categoría central es el dasein, o ser-ahí. La unidad de análisis del mundo no puede ser ni el mundo ni el sujeto aislados uno de otro, sino la existencia misma, el ser-en-el-mundo. No es posible considerar al hombre como ente, cosa, objeto; el hombre es y siempre será ser, existencia en el mundo.

Tiempos modernos

La ciencia formal se estructura alrededor de preguntas que dejan fuera de las respuestas al propio ser que interroga y la intención de las preguntas: solo la Fenomenología y su método hermenéutico pueden dar cuenta del hombre en el mundo. Otra categoría central de este análisis es la angustia: el hombre perdió toda pertenencia a la naturaleza, se opone a ella como sujeto epistémico, pero en esta oposición necesita encontrarse, comprenderse, responder sus grandes preguntas, verse como el ser en la realidad.

Este cuestionamiento deja al hombre solo ante el mundo, lo que genera una vivencia de pérdida, de no retorno, de vacío, que se identifica con la angustia como la marca existencial del hombre sobre la tierra. El otro gran pensador fue J.P. Sartre (1905-1980). Su reflexión se aproxima a la de Heidegger, pero cambia sus categorías centrales para comprender al hombre. El problema está en la propia conciencia.

Las emociones, la imaginación, la vivencia, los procesos psicológicos son la conciencia misma, porque esta es el ser dado de manera inmediata: la conciencia que intenta comprenderse a sí misma es un sinsentido, una negación de su propia identidad, porque un espejo que se refleja a sí mismo es la nada. Y precisamente aquí nace la angustia del hombre que pretende entenderse y no encuentra más que nada, pero al mismo tiempo es la libertad absoluta: ya que es nada, puede ser lo que quiera, el hombre puede hacerse a sí mismo.

La libertad es solo una cara de la existencia: la otra cara es la responsabilidad, y Sartre convoca al hombre contemporáneo a comprender su libertad no como un vacío, sino como una posibilidad de ser creador responsable de su propio destino. Coincidiendo con el marxismo, coloca en la mediación de los otros la fuente del surgimiento de este nuevo ser libre y responsable, aunque critica la falta de una praxis individual en las reflexiones marxistas, perdida más allá de las grandes categorías filosóficas.

Ambas propuestas representan una Filosofía bien diferente de la tradición académica, en su intento de recuperar al hombre real olvidado entre tanta teoría. Por otra parte constituyen una continuidad de las tendencias intimistas e irracionalistas del romanticismo. Sobre todo sintetiza la reflexión de un hombre decepcionado de la civilización construida desde la ciencia y el positivismo, que produjo junto al avance tecnológico más impresionante de la historia de la humanidad, las dos guerras más devastadoras e inhumanas y la pérdida del sentido personal de la vida en el mismo periodo.

El existencialismo era una corriente filosófica, pero por su propia categorización, exigía una Psicología que acompañara la búsqueda de respuestas, y sobre todo la cura del hombre contemporáneo. Tal Psicología fue el movimiento humanista de la segunda mitad del Siglo XX.

Influencias

Erich Pinchas Fromm

Otras influencias coincidieron para el surgimiento del Humanismo. El redescubrimiento de las culturas orientales (la china y la hindú) no como floklore o curiosidad, sino como formas válidas de pensar al hombre a partir de una ética personal y un destino construido por él mismo; las variaciones contemporáneas del Psicoanálisis, sobre todo la corriente cultural representada por Erich Pinchas Fromm, que encontrará en sus descripciones del hombre contemporáneo puntos de encuentro con sus propias ideas; la pérdida de valores humanos de las sociedades de la postguerra; incluso cierta necesidad del sistema productivo de tomar en cuenta al hombre que decide sus acciones económicas sobre alguna base ética; pero por sobre todo, el Humanismo es la búsqueda de una Psicología diferente del Conductismo tradicional -con su anulación del sujeto real- y del Psicoanálisis clásico, con su visión de un hombre condenado a perseguir los deseos de su inconsciente.

En la práctica de la Psicología norteamericana, y después en buena parte del mundo, el Humanismo se proclamó como la tercera fuerza, orientada a superar los errores y deficiencias de las dos fuerzas tradicionales -el Conductismo y el Psicoanálisis- y lograr el rescate del sujeto existencial.

Continúa también la tradición fenomenológica en contra del positivismo y apuesta por una comprensión teleológica del hombre en oposición al determinismo frío e inhumano de las grandes corrientes ya tradicionales. Es de señalar que la composición del movimiento humanista se nutrió de prácticas psicológicas bien establecidas y desarrolladas antes de alcanzar una dimensión teórica y que su posición axiológica se orienta a ayudar al hombre en todas sus versiones, insistiendo en soluciones a sus problemas.

Agrupó a profesionales diversos, como terapeutas de orientación psicoanalista inicial -Carl Rogers (1902-1987)-, estudiosos de la Personalidad -G.W. Allport (1897-1967)-, teóricos del Humanismo de forma directa -Abraham Maslow (1908-1970)-, y otros más. La enseñanza contemporánea de la Psicología en temas como Personalidad, terapia y enseñanza utiliza frecuentemente sus categorías, y sobre todo el tema de la Personalidad ha sido privilegiado en sus elaboraciones.

Aquí se presentará una visión más histórica que sistemática, en tanto existen excelentes obras que abordan su teoría y práctica en este campo. Una característica interesante es la publicidad que recibió la corriente, en su autodesignación de tercera fuerza que excluía automáticamente cualquier forma de reflexión psicológica que no fueran sus dos contrincantes, el Conductismo y el Psicoanálisis, reflejando de esta manera el estado de la Psicología en los Estados Unidos de América y no en el resto del planeta, muy representativo de la visión de marketing tan típica en ese país. Esta perspectiva provocará un reconocimiento rápido y extenso en Norteamérica y la inauguración de una moda en otros lugares, pero será simultáneamente uno de sus puntos más fuertes, y una fisura grave para su futuro.

Coincidencias

Todos sus fundadores comparten ideas similares acerca del hombre y la Psicología, otra característica notable que se mantiene. La concepción básica plantea comprender al hombre como singularidad, lo que define un abordaje ideográfico, como estudio y descripción del caso concreto y no abstracto, y una posición conceptual holística, integral, que evite reducir el hombre real a unas cuantas categorías ideales.

Su posición axiológica supone un respeto absoluto a la subjetividad en su expresión individual, la aceptación de las visiones que los hombres tienen de sí mismos y el reconocimiento de su capacidad para tomar las decisiones adecuadas, todo bien opuesto al determinismo ambiental del Conductismo o el determinismo pulsional del Psicoanálisis. De hecho, el Humanismo parte de la idea capital de que todo ser humano tiene la capacidad potencial de encontrarse y encontrar la solución a sus problemas, por sí mismo y sin acatar la decisión de otros, por muy benevolentes que puedan ser. De esta forma asume la libertad de elección como una característica fundacional del ser humano, que se revela como existencia, como ser en su devenir.

Por tanto, el núcleo más auténtico de la personalidad y del objeto de estudio de la Psicología no reside en la conducta o en las pulsiones sino en los valores y los significados que resultan aceptables y creíbles para el sujeto. Existen valores trascendentales, que son comunes a todos los hombres y se reproducen en todas las culturas en los esquemas de interacción social, pero lo que realmente importa a la Psicología son los criterios personales del hombre común y corriente para asumir estos valores y las formas individuales en que se asumen. Se introduce una cualidad de relatividad individual bien significativa que hace juicio al énfasis en el hombre común, y supone esta vuelta al sujeto que ya era una exigencia de las Ciencias Sociales.

Sin embargo, al rechazar el determinismo ambiental o pulsional, el Humanismo coloca el centro de la individualidad en fuerzas interiores de autorrealización, en el potencial humano de perfeccionamiento con que todo hombre cuenta por su propia constitución, sin aclarar su origen, dejando la idea de una posibilidad biológica o innata que se realiza en la interacción con el mundo.

La idea es contradictoria: por una parte identificar una tendencia constitutiva hacia el autoperfeccionamiento y la autorrealización humana subraya una valoración ontológica optimista del hombre, que trasciende el matiz pesimista del discurso existencial con su referencia insistente en el vacío, la nada y la angustia; pero al mismo tiempo retrocede implícitamente a determinismos innatistas o biológicos que pretende combatir en las corrientes opuestas.

Las fuerzas interiores actúan hacia la perfección y la plenitud del hombre en todas sus dimensiones, pero los ambientes pueden ser hostiles, negativos y bloqueadores de la riqueza de práctica que exige este perfeccionamiento, limitando, prohibiendo, impidiendo determinadas formas de práctica.

Es en esta limitación generada desde el medio, sobre todo social, donde el Humanismo encuentra las causas de los problemas del hombre actual, de sus mutilaciones existenciales y de su angustia.

Es necesario sin embargo marcar esta oposición: no se refiere a una intención maligna de alguna agencia social, o a la oposición absoluta individuo-sociedad que algunos críticos poco profundos encuentran en el discurso humanista: se refiere a autolimitaciones de la experiencia que el propio sujeto asume por amor y respeto a las opiniones y preferencias de los demás.

No es el odio o la indiferencia lo que mutila: es el exceso de amor. La madre sobreprotectora en su cuidado excesivo coarta la libre expresión de su hijo; la relación de pareja supone un pacto de renunciación de cada uno de sus amantes; la sociedad más caritativa en su discurso impone leyes que ordenan la actuación espontánea de sus ciudadanos. Y todo esto por amor. Se impone recuperar la libertad de acción del ser humano, devolverle la posibilidad de perfeccionarse que perdió o redujo en un acto de acatamiento a las normas sociales.

Esta vuelta al hombre es fundamentalmente ética. No se supone que devolver al hombre su libertad para obrar, para explorar libremente todas las variantes de su existencia signifique la vuelta al buen salvaje de Rousseau o la institución de una sociedad anárquica, porque unida a la libertad, la otra categoría principal de la corriente humanista es la responsabilidad.

El es propio hombre el que debe identificar la validez de sus propias acciones; de la misma manera que no debería aceptar límites externos, establece sus límites internos, fronteras que les sean aceptables desde su responsabilidad personal. Por eso la búsqueda de sí mismo, el awareness, el darse cuenta, requiere el criterio de responsabilidad por las consecuencias de sus actos. El hombre aprende pero no en el sentido cognoscitivo que se le ha dado, sino en el sentido ético: en última instancia lo que se aprende es la responsabilidad y el valor de los conocimientos. El motor del hombre son sus intenciones, pero ellas serán aceptables en la medida en que sean alcanzadas con una ética y una responsabilidad. La devolución de la libertad, restablece la dignidad del ser humano.

Concepción metodológica

La concepción metodológica acompaña a la propuesta teórica: la primera consiste en negar el carácter de objeto de estudio al hombre y reconocerlo como sujeto activo de su propia transformación. La intención de la Psicología, recordando a Dilthey, es comprender al hombre, no explicarlo porque no existe explicación posible al margen de su propia conciencia; por esta razón, más que inferencias y deducciones de grandes muestras al estilo de las ciencias naturales, se enfatiza en la empatía (colocarse en el lugar del otro, descentrarse, aceptarlo incondicionalmente en su propia imagen de sí mismo) y la intuición (la prueba de constructos individuales, la captación directa del fenómeno) como las formas de abordaje de la Psicología.

El Humanismo no propone leyes generales: cada individuo es un caso concreto que solo puede ser comprendido a partir de su propia autocomprensión. Los constructos siempre tiene un carácter inmediato e hipotético; se confirman o rehacen continuamente en la práctica.

Aplica un enfoque holístico e integral de la personalidad: lo que importa no son los componentes aislados, sino su organización en una estructura o sistema. La misma posición metodológica incluye al sujeto normal como al sujeto enfermo.

La enfermedad generalmente es mutilación: basta abrir al sujeto el mundo de sus potencialidades, mostrarle sus propias fuerzas ocultas, para colocarlo en el camino de la búsqueda activa de su propia curación. La última característica significativa del movimiento es la unidad de la teoría y la práctica. El Humanismo no es una Psicología de academia o laboratorio: pretende ser una Psicología de la vida, de la existencia, por esto se aplica a cualquier situación humana.

La Psicología Humanista abarcó todos los temas tratados tradicionalmente por la Psicología académica. Se extendió primero a su medio de origen, la Psicología Clínica y la terapia, donde sistematizó una de las propuestas más atractivas y más utilizadas actualmente: la terapia centrada en el cliente, que más tarde se extendería a la educación como el modelo de enseñanza no directiva.

Defendió el énfasis en la individualidad, la vuelta al sujeto, el reconocimiento del hombre corriente, el hombre como existencia. Un punto que merece más análisis es la creación de un discurso, de una forma de decir la Psicología que rechazó la pretensión de cientificismo y buscó su veracidad en la aceptación desde el sentido común.

Una Psicología que quería decir algo al hombre y no al científico; en este sentido su éxito fue completo. La Psicología contemporánea ha incorporado más allá de sus vínculos programáticos con una tendencia u otra el estilo del discurso humanista, incluso aunque no comparta sus esquemas conceptuales o sus enfoques metodológicos.

La década de los años 1960 y 1970 observaron el rápido crecimiento de la corriente, su institucionalización y auge. Ya en la década de los ochenta, algunas de sus contradicciones e inconsecuencias, -sobre todo, una práctica irresponsable-, comenzaron a generar críticas fuertes. Algunas de estas críticas insisten en el propio discurso, que a fuerza de ser atractivo abrió la puerta de la Psicología a toda clase de charlatanes.

Se extendieron las propuestas de sesiones terapéuticas (bien pagadas desde luego) para encontrarse, ofrecidas por dudosos doctores y especialistas; se escribieron libros con la intención de enseñar a las personas a ser mejores, que insistían casi compulsivamente en la frase usted puede… o las cien formas de ser...; el discurso humanista perdió respetabilidad y prestigio al ser utilizado sin ninguna contención y para cualquier fin.

Al mismo tiempo, comenzó a confundirse con prácticas supuestamente orientales de fuerte contenido místico, lo que oscurecía y devaluaba una verdadera búsqueda de sentido personal. En el propio centro de la teoría estaba el cliente; de aquí a la idea mercantilista de venta de servicios y la frase el cliente siempre tiene la razón había poca distancia, y algunos oportunistas lo recorrieron sin el más mínimo pudor, negando el carácter responsable de la propuesta original. Esta práctica sin duda es causante de que en los últimos tiempos la Psicología Humanista haya perdido parte de su ímpetu original.

Otras críticas eran más técnicas: el énfasis excesivo en el sujeto, entendido como individualidad, cortaba cualquier análisis acerca de su propio origen y dejaba en lo oscuro cualquier planteamiento de determinismo. No hay dudas de la autodeterminación de la subjetividad: el hombre en su desarrollo personal avanza hacia su propia determinación, se convierte en artífice de sí mismo, pero en esta visión falta la perspectiva histórica y evolutiva que Piaget criticaba a la Gestalt.

Otras críticas se han referido a su propuesta metodológica y su rechazo a leyes generales en el enfoque estrictamente individualista; por ejemplo, no se puede negar la existencia de procesos, mecanismos, fenómenos comunes en los hombres que pueden ser intervenidos con acciones metodológicas similares y a partir de conceptos generales, y que no esperan por una toma de conciencia, una decisión personal o la eclosión de una potencialidad individual de perfeccionamiento.

Un trastorno de aprendizaje, una entidad patológica o una orientación inadecuada pueden requerir acciones de intervención que no se localizan en ninguna fuerza interior del individuo, aunque deban pasar necesariamente por una aceptación. Se critica la hiperbolización de la dimensión afectiva en oposición a la dimensión cognoscitiva, en un enfoque tan opuesto que al final es tan reduccionista como la que cuestiona.

A fuerza de insistir en la vivencia y su dimensión afectiva, se puede estar negando la posibilidad de una Psicología científica y propiciando un retorno a elaboraciones metafísicas, literarias o intuitivas, válidas en su descripción, pero inoperantes en la práctica. De cualquier manera, la Psicología Humanista no ha agotado su fuerza: continúa siendo una propuesta reconocida aunque en sus versiones más contemporáneas aparece más como una forma de hacer Psicología propio de diferentes posiciones que una escuela bien definida.

Referencias

  1. Rodríguez-González, Reynier (2018). El proceso de formación humanista de los profesionales de Cultura Física. Obtenido de Revista Educación: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/educacion/article/view/27920

Fuentes