Pok'ah'Tok

Pok’ah’Tok
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Pok-a-tok-3.jpg
Otros nombres:Talchtli
Primer partido:Aprox. 3000 a.n.e.
Accesorios:Defensas o protectores en las caderas, codos, piernas y cabeza; una pelota de hule crudo; Dos o 4 aros verticales en las paredes de la "cancha".
Miembros por equipo:de 2 a 7
Contacto:Puede haber sido en algún momento
Categoría:Pelota

Pok’ah’Tok. Es el nombre maya para el Juego de Pelota en esta civilización precolombina, aunque parece ser una herencia de los Olmecas. Los mexicas o Aztecas, también lo heredaron, pero ellos le cambiaron el nombre para Talchtli. Más que un juego para medir fuerzas y habilidades en estas civilizaciones el juego tenía implicaciones mágicas religiosas y míticas. Sí bien hay cierta discrepancias con respecto a los resultados finales del juego, ásí como que tampoco están muy claras sus reglas para el juego. Los Conquistadores lo abolieron rápidamente, pero parece que se continúo jugando algún tiempo más a escondidas.

Introducción

El juego de pelota aparece como una actividad que mantiene vivas las tradiciones asociadas a este deporte-ritual y es una práctica llevada a cabo desde hace más de 3.000 años. A pesar de haberse hablado sobre las prácticas griegas y romanas los cuales tienen una importancia propia pero poco se menciona sobre la pelota mesoamericana a pesar de que hay más de 1500 canchas catalogadas en los sitios arqueológicos anteriores a la llegada de los Conquistadores.

La práctica de éste deporte se remonta hasta los Olmecas (el Pueblo del Hule) como los iniciadores de este deporte en el área, y de ellos se llega finalmente hasta los aztecas. Siendo este último juego presenciado por los mismos Conquistadores a su arribo y después fue abolido por su contenido pagano (el sacrificio humano). Este era un deporte que fue practicado en dos sentidos: un juego de dioses o juego de hombres.

Las remisiones a fuentes y algunos estudios documentados permiten definir algunas cosas como el reglamento, los jugadores, pero especialmente sus canchas como legado arquitectónico visual dejado para la posteridad. Siendo su arista más trascendente el sentido sagrado asociado a una simbología encaminada a la fertilidad o la guerra, pero también a mantener el orden en el sostenimiento del cosmos. Lo que lo convierte en eso: un juego para honrar o favorecer a los dioses.

Las culturas prehispánicas y el juego de pelota

Desde que llegaron los primeros pobladores a América y especialmente a Mesoamérica y México con una presencia probada del hombre allí entre 21 000 y 14 000 años. Tras una larga evolución dentro del medio ambiental geográfico los hombres crearon distintos tipos culturas: apropiadores o recolectores, cazadores, sociedades tribales más complejas hasta las desarrolladas y esplendorosas culturas como las de los Olmecas, la Teotihuacana, los Mayas, los Zapotecas, los Mixtecas, los Toltecas y hasta los Aztecas, como la última cultura predominantes cuando aparecieron los Europeos.

Reconocida como la más antigua, la Olmeca señoreó desde el 1500 hasta el 200 a.n.e., su nombre se deriva del náhuatl olli, goma, y mecatl, estirpe. Seguramente ese no sería el nombre con el cual se autodenominaran, sin embargo “el pueblo de la goma” designa el área de esta cultura que comprende desde las actuales Tabasco septentrional y hasta la Veracruz meridional. Y ellas se mantienen como la región mexicana de la goma, materia prima desde aquel entonces para fabricar la pelota.

Como centros o sitios arqueológicos importantes se consideran San Lorenzo, abandonado sobre el año 900 a.n.e.; Las Ventas como cima de esta cultura entre 800 y el 400 a.n.e.; y Tres Zapotes desde el 400 a.n.e. En las tres se manifiesta y consolida la unidad cultural olmeca. Las huellas arqueológicas dan que en los primeros centros existían canchas de juego, sencillas de tierra sin construcciones especiales. Es en Chiapas, en el sitio de Paso de la Amada, donde en 1995 se fechó la cancha más antigua conocida: entre 1400 y 1250 a.n.e. Sin que se pueda certificar en que momento se hizo el primer sacrificio de un jugador de pelota, algunos consideran que las colosales cabezas son precisamente representaciones de estos jugadores sacrificados.

Cabeza Olmeca puede ser de un jugador decapitado.

Algunos de los rasgos de esta cultura fue asimilada y transmutando su identidad en la aparición de la cultura Teotihuacana (100 – 600 n.e.). Y el intercambio y otras relaciones se establecieron con la cultura de los Mayas. Esta cultura y está condicionada con un periodo de disminución en la práctica y construcciones de juego de pelota en toda Mesoamérica, influidos por la gran urbe de Teotihuacán. Sin embargo en esta ciudad no hay ninguna cancha, aunque en los frescos de Tepantitla, se pinta el paraíso del Dios Tlaloc (como la fertilidad), y hay varios jugadores jugando a la pelota. El tipo de juego es distinto al de otras regiones; dentro de un campo delimitado por dos marcadores de piedra, la pelota es empujada con bastones. No debe ser coincidencia, que la caída de Teotihuacán ocurriera junto que el renacimiento y el apogeo del juego, aun sí no están claras las razones de este suceso.

Sobre el desplome de esta gran cultura se hay varias hipótesis, al igual que con el resto menos la Azteca. Se asume un incendio político-religioso de mediados del siglo VI n.e., junto con las presiones de otras ciudades en expansión como Tula, Xochicalco y El Tajín, como las posibles versiones de la descomposición de Teotihuacán y el éxodo de los teotihuacanos a otras regiones cercanas.

Pok’ah’Tok

Los vínculos teotihuacanos, a largo plazos con la cultura Maya (200 a.n.e. – 1200 n.e.), aparecen en muchas ciudades o metrópolis mayas como Tikal, Uaxactún. Pero también hay rasgos toltecas en lugares como Chichén Itzá, como aspectos mayas en ciudades como Xochicalco, Cacaxtla o Monte Albán. Precisamente, en Chichen Itzá esta una de las canchas de juego de pelota más famosas y mejor conservadas, en la que destacan sus altos muros verticales y su panel en relieve en el que se representa a jugadores de pelota durante un sacrificio.

Hacia el 800 n.e., comienza un fenómeno generalizado de deterioro de la civilización maya, que provoca una ruptura total con los patrones sociales y culturales que habían prevalecido, y las Tierras Bajas del Sur a ser abandonadas paulatinamente y quedar prácticamente deshabitadas. Esto provocó una serie de migraciones hacia la península de Yucatán, en la que habitarían lugares como Uxmal, Kabáh, Labná o Chichén Itzá, hasta que el arribo de grupos de filiación tolteca, provenientes del Altiplano central de México, provocaron nuevas transformaciones en las pautas culturales de la región. Esta presencia tolteca es más evidente en Chichén Itzá; en este sitio tiene lugar, entre los años 1000 a 1200 n.e., la fusión de dos de las grandes culturas mesoamericanas, la maya y la tolteca.

Cabeza de Serpiente Emplumada o Quetzalcóalt.

La cultura Tolteca (950-1250 n.e.), con la caída de teotihuacanos, y la progresiva pérdida de poder maya, se trasladó a Tula y Chichen Itzá. Eduardo Florescano (1995) recoge en su obra el personaje de Ce Acatl Topolitzin Quetzalcóatl, sacerdote, héroe cultural y rey de Tula, que encarnaría la imagen del dios mítico Serpiente Emplumada, cargado de gran simbolismo en el juego de pelota. Esta tradición tolteca fue transmitida por los aztecas, que la propagaron en diversos textos y cantos que se comenzaron a publicar en los años siguientes a la conquista española.

Aun existiendo opiniones diversas sobre el abandono de Tula, entre ellas la salida del rey Quetzalcóatl hacia otras tierras, provocando migraciones hacia el sur que disolvieron el reino de Tula pero que extendieron la cultura Tolteca. Y se abrieron las puertas a los invasores del norte desde el sur de Texas hacia el Valle de México. Entre ellos los mexicas procedentes de un lugar llamado Aztatlan o Aztlán, "lugar de garzas", pero se les conoce mejor con el nombre de aztatecas o aztecas, aunque ellos se denominan culhuas-mexicas. Esta cultura tardó años en establecerse definitivamente debido a que las tierras que pretendían siempre estaban ocupadas y tenían que ir a la guerra. Fue en 1345 cuando, tras arduas luchas contra pueblos vecinos, vieron la señal del águila devorando una serpiente sobre un nopal y fundaron Tenochtitlán.

Talchtli

Esta cultura mexica practicaba el juego de pelota o tlachtli, como ellos lo llamaban con una pasión exacerbada. Heredada de los tolteca también se fundamentan en una conciencia cósmica del juego, se realizaba exactamente igual que el Pok'ta'pok maya, con algunas ligeras diferencias, sobre todo en lo que concierne a las medidas de los espacios y a su panteón divino. Para ejemplificar la importancia de esta actividad entre el pueblo méxica, hay que señalar que la cancha de juego de pelota se ubicada en el terreno sagrado, frente a los cráneos de los sacrificados en el templo principal; al lado, limitaba con el templo dedicado a los Caballeros Águila.

Visión de un cronista de la Conquista.

Cuando llegaron los españoles, éstos quedaron fascinados, lo cuál se demuestra en las múltiples referencias que se han encontrado en escritos de misioneros como Fray Bartolomé de las Casas o Fray Bernardino de Sahagún. Incluso Cortés, en 1528, llevó a España algunos jugadores para hacer una demostración frente al Rey Carlos V, momento que fue plasmado por el artista alemán Cristoph Weiditz en 1529.

El juego de pelota prehispánico, además de ser una práctica ancestral milenaria, tuvo un papel ritual, político y posiblemente económico que lo ubica dentro de la esfera del poder y de la historia de las culturas mesoamericanas. Esta actividad demuestra sus profundas raíces ya que logró sobrevivir a la Inquisición y a Torquemada, quién vio al diablo en cada cancha donde se jugaba, proclamó su prohibición y propugnó su destrucción, que se realizó durante la Colonia.

Reglas

Fray Bernardino de Sahagún (14991590), en el Capítulo X, “De los pasatiempos y recreaciones de los señores”, de la obra escrita en el siglo XVI, "Historia General de las cosas de la Nueva España", describía así el juego de pelota o tlachtli:“... y el que metía la pelota por allí ganaba el juego; no jugaban con las manos sino con las nalgas herían a la pelota; traían para jugar unos guantes en las manos, y una cincha de cuero en las nalgas, para herir a la pelota.”

Una descripción más completa es ofrecida por diversos autores basándose en amplios estudios. Estas reglas además variaban según la región y la cultura que jugaba, pero básicamente, se puede afirmar que estaba formado por dos equipos de uno a siete jugadores, con un juez, que se enfrentan en una cancha larga, dividida en dos, lanzándose directamente, o haciendo pases, de una pelota de hule no vulcanizado de unos tres kilos. Ésta sólo puede ser tocada por alguna parte del cuerpo o implemento que estuviera permitido (mazo, guante, cadera, mano, antebrazo,...), lo que tal vez correspondía a variantes locales y/o cronológicas. Los tantos se obtenían cuando la pelota se recogía o golpeaba con una parte del cuerpo no autorizada; cuando la pelota era muerta o perdida. Cuando se comete una falta (patear la pelota) con el pie, el equipo contrario lograba obtener de 1 a 4 rayas (tantos que eran convenidos previamente) y la posesión de la pelota. Como era excepcional pasar la pelota por el aro, cuando esto se lograba se ganaba el juego y el jugador que lo conseguía era agasajado con premios y honores. En la actualidad este aspecto tan complejo del tanteo en el juego prehispánico queda todavía muy poco claro.

Sahagún describe también algunas características de los jugadores en cuanto a su vestimenta, pero datos recientes indican que los jugadores utilizaban para protegerse de los golpes de la pelota una faldilla hecha de cuero de venado, algodón, cestería o madera, que era sujetada por un fajado que servía para dar macicez a las caderas, sobre el fajado se amarra un cincho de cuero, los codos y las rodillas se protegían con rodilleras, los pies generalmente iban desnudos o con tobilleras para evitar alguna desgarre o luxación. Según relatos de cronistas y de diversas figurillas de barro, estelas y relieves, en algunas regiones como en Tula se utilizaban, además de todo lo anterior, penachos de bellas plumas y sus mejores vestidos para la ocasión.

Pelota

Una de las pelotas que debían ser usadas.

La pelota, elemento clave del juego, era fabricada de la siguiente manera: el látex recogido del árbol chicozapote (Castilla elástica) era mezclado con la planta del guamol (Ipomea Alba o Calonyction aculeatum, L.), y esta mezcla se transformaba en hule para formar las pesadas bolas que tanto impresionaron a los españoles como se recoge en esta cita de Fray Bartolomé de las Casas, escrita en el siglo XVI:

“... y con una goma que llaman ulli, que sale de un árbol que se cría en tierra callente, al cual punzándolo salen unas gotas blancas, y después se torna como pez negra, de que hacen las pelotas con que juegan, que saltan seis veces más que las nuestras de viento y no paran de bullir saltando como si estuviesen llenas de azogue...”

La pelota reviste una gran importancia debido no solo a su necesario uso, sino a que los pueblos mesoamericanos se adelantaron 3.500 años al descubrimiento del uso del hule como látex para la fabricación de la goma que es tan utilizada en la actualidad.

Canchas

En la actualidad se han encontrado más de 1500 canchas, y es esta instalación la que más lugares registra si se compara con las griegas y romanas. El número, que continuamente es aumentado con cada uno de los más recientes descubrimientos, es bastante significativo de la importancia que tuvo este lugar tanto para la práctica deportiva como religiosa o ritual, en el contexto mesoamericano. El Tajín de la región de Veracruz ha sido considera como la Olimpia mesoamericana pues se encontrado 17 canchas en este sitio.

Y retomando la descripción realizada por Sahagún, éste describía así la cancha de juego de pelota de la capital mexica:

“...el juego de la pelota se llamaba tlaxtli o tlachtli que eran dos paredes, que había entre la una y la otra veinte o treinta pies, y serían de largo hasta cuarenta o cincuenta pies; estaban muy encaladas las paredes y el suelo, y tendrían de alto como estado y medio, y en medio del juego estaba una raya que hacía al propósito del juego; y en el medio de las paredes, en la mitad del trecho del juego, estaban dos piedras como muelas de molino agujereadas por medio, frontera la una de la otra y tenían sendos agujeros tan anchos que podía caber la pelota por cada uno de ellos…”

El juego no tuvo por qué estar siempre ligado al marco arquitectónico. Esto se ejemplifica en la actualidad si comparamos la cantidad de niños y jóvenes juegan al fútbol o a la pelota todos los días sin un campo de fútbol o diamante, sin césped, sin equipamiento y sin porterías o bases. En numerosas inscripciones, relieves de paneles y escritos se identifica el juego de pelota aún cuando en algunas de esas ciudades mesoamericanas no existía ninguna cancha para la práctica. En algunos casos sólo se han encontrado restos de marcadores (generalmente con aspecto zoomórfico), que servían para delimitar las diferentes zonas del campo de juego. Los anillos, que debieron aparecer mucho después (900 n.e.), constituyen un nuevo tipo de marcadores, empotrados en las paredes del patio central del juego de pelota y representando en sus relieves águilas, serpientes o personajes decapitados. Éstos revisten una mayor importancia, ya que, son el punto más valioso del juego se lograba al hacer pasar la pelota a través del anillo.

La cancha se define la cancha como “...constituida por dos edificios paralelos, relativamente estrechos, separados por un espacio plano, largo y también estrecho, que forma la cancha propiamente dicha. Cada estructura lateral está compuesta por un talud de inclinación variada, que culmina en su parte posterior en una cornisa que puede alcanzar unos metros de alto. En su parte inferior, el talud cae directamente sobre el piso de la cancha, o desemboca en una banqueta baja con reborde vertical o fuertemente inclinado. En muchos casos los extremos de la cancha están abiertos... otros dan al juego su forma conocida de I o de doble T”.

Según Eduardo Taladoire, en “El juego de pelota mesoamericano. Origen y desarrollo”; de la revista Arqueología Mexicana, en el se recoge hasta 13 tipos diferentes de cancha y sus variantes, como ejemplo la correspondiente a la cancha de Chichén-Itzá, y que representa la cancha Tipo III, con altos muros verticales sobre pequeñas banquetas. A Tula correspondería a un Tipo VI, VII u VIII, caracterizado por su planta cerrada, Xochicalco. Uxmal representa el Tipo I, muy común en las Tierras Bajas Mayas, con estructuras laterales en talud y cancha semicerrada. A pesar de las diferencias encontradas en las canchas, todas siguen un modelo básico homogéneo. Mesoamérica estuvo poblada por multitud de culturas en sus muchos siglos, y los conocimientos en algunos casos se pasaron de una a otra y en otras fueron destruidos. Lo que hizo que se desarrollaran focos independientes con sus diferentes canchas y reglas, pero todas estaban dedicadas al mismo tipo de juego.

Sentido astral y guerrero

Varias hipótesis son las que se manejan en relación con el simbolismo del juego, entre ellas, rito para la fertilidad de la tierra, ceremonial guerrero y significado astral. Éste último parece ser el que más se repite en los diferentes legados que dejaron los precolombinos y es el más comentado por los autores que han estudiado la simbología del juego de pelota. Como todo juego deportivo, es indudable que existe una lucha de contrarios, que, en el vínculo entre el juego y astronomía es claro.

La relación astronómica más clara es con Venus en el que aparecen opuestos su representación matutina, en la figura de Tlahuizcalpantecuhtli-Quetzalcóatl, y su representación vespertina, en la figura de Xólotz. Esta lucha de opuestos, entre la luz y la oscuridad, entre el Sol, símbolo de la racionalidad y lo masculino, contra la Luna y las estrellas, lo irracional y femenino, es representada en el mito mexica. La cancha es, por tanto, el cielo nocturno donde se desarrolla esta pugna en la que el Sol siempre vencía para que se pudiera mantener el orden cósmico. En última instancia, el sacrificio humano era el que permitía este orden asociado a su vez con la fertilidad de la tierra, ya que la sangre, derramada sobre la cancha propiciaba la germinación de las plantas y la prosperidad en los cultivos para alimentar a la población. Es de suponer, después de lo dicho, que el juego de pelota con las ofrendas de sangre, así como las guerras, se practicaría durante la época seca para propiciar las lluvias y la fertilidad de la tierra. Esta idea, fundamental en la cosmovisión de los pueblos prehispánicos, refleja la importancia del juego de pelota dentro de su vida cotidiana.

Por el contrario, en el mito maya, esta lucha de opuestos no es entre el Sol y la Luna, sino que se da entre los seres luminosos y vitales, contra los seres del inframundo que simbolizan la oscuridad y la muerte. Esta oposición quedó grabada en el Popol Vuh, en el que, según Gerard W. van Bussel, la cancha del juego de pelota es una alegoría del acceso al inframundo. Por otra parte, los anillos o marcadores de piedra, representarían los sitios de salida y puesta de los astros en el horizonte; la pelota el astro mismo, y el acto de juego, su movimiento. Según el mito maya de Hunahpú e Ixbalanqué, estos personajes, después de bajar al inframundo a jugar a pelota con los dioses de la muerte y derrotarlos, se transforman en el Sol y la Luna de la época actual. Por lo tanto este episodio representa la aparición del Sol y la Luna del Popol Vuh, vinculado al juego de pelota.

En estos mitos encontramos una pugna, una lucha, y por tanto, una relación simbólica con la guerra, ya que se da una confrontación antagónica entre fuerzas, motivo para ver con frecuencia en los relieves a los jugadores de pelota con atavíos guerreros practicando sacrificios humanos por decapitación. Desde tiempos muy remotos el cráneo fue considerado reliquia o trofeo; todas las culturas lo integran a su arte y ritos y el cortar cabeza fue una pena de muerte bastante común hasta épocas relativamente recientes. Entre los olmecas, la decapitación o representación de la cabeza fue tema de esculturas o bajorrelieves que reproducían ceremonias asociadas a la fertilidad. Las colosales cabezas olmecas, fechadas alrededor del año 1000 a.n.e., han sido interpretadas como cabezas decapitadas asociadas al ritual del juego ya mencionado.

En el caso de los mayas, éstos vincularon el rito del sacrificio astral con el juego de pelota, que se convirtió en el escenario del sacrificio ritual. La muerte del sacrificio era necesaria en el inframundo nocturno y permitía la regeneración de la vida terrestre y cósmica, formando una cadena en la cual muerte y regeneración se suceden insalvablemente y nutren el flujo continuo de la vida. También hay indicios de que era una manera muy peculiar, entre los mayas, de retar a los reyes cautivos en la cancha donde eran sacrificados. Por tanto, el juego de pelota en esta época no era un deporte, era algo muy serio en el que se involucraba la perpetuación del Estado y la comunicación con el otro mundo.

Sin embargo, prevalece la discusión de si se sacrificaba a algún jugador de pelota, e incluso si era el que ganaba o el que perdía, o si la cancha se utilizaba para ceremonias asociadas a la guerra, como la muerte de prisioneros. Lo que sí está claro es la relación del juego con ese orden cósmico, el sentido astral, comentado anteriormente, en el que el sacrificio es determinante para poder permitir la victoria del Sol sobre las tinieblas y con ella las lluvias, la vegetación y la fertilidad. Aunque las implicaciones rituales del juego de pelota desaparecieron con la conquista española, el ulamay la pelota mixteca son juegos parecidos que podrían ser una derivación de este antiguo juego.

Enlaces externos

Fuentes

  • Casas, Fray Bartolomé de las. Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Editorial Tecnos: Madrid. 1992
  • Castro Leal, M. (). El Juego de Pelota. Ediciones Lara: México. 1973.
  • Florescano, E. (). El mito de Quetzalcóatl. Fondo de Cultura Económica: México. 1995
  • León Portilla, Miguel. De Teotihuacán a los Aztecas. Fuentes e interpretaciones históricas. UNAM: México. 1983
  • Morley, Sylvanus G. La Civilización Maya, Fondo de Cultura Económica, 6ta Edición. México 1961.
  • Piña Chan, R.; Laurencich Minelli, L. Los Olmeca: la cultura madre. Lunwerg: Barcelona. 1990
  • Ruz Lhuillier, A. La civilización de los antiguos mayas. INAH: México. 1963
  • Sahagún, Fray Bernardino. Historia General de las cosas de la Nueva España. Porrúa: México. 1999
  • Taladoire, E.; 'El juego de pelota mesoamericano. Origen y desarrollo'. Arqueología Mexicana, 2000, No.44, 20-27.
  • Taube, K.; Pérez Humane, S, A. Mitos aztecas y mayas. Akal: Madrid. 1996.