Toro Sentado

Toro Sentado
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Indio nativo de Norteamérica
Nacimiento1831
Dakota del Sur, Estados Unidos Bandera de los Estados Unidos de América
Fallecimiento15 de diciembre de 1890
Dakota del Sur, Estados Unidos
NacionalidadEstadounidense

Toro Sentado o Tatanka Yotanka, indio nativo de Norteamérica, perteneciente a la etnia hunkpapas, una de las siete tribus que formaban el poderoso pueblo de los sioux teton. Jefe Indio.

Síntesis biográfica

Toro Sentado nació en 1831 en las cercanías del Gran River, en el actual estado de Dakota del Sur, Estados Unidos.

Mientras se iba convirtiendo en un adolescente, rodaban ya las primeras columnas de carromatos por el Oregon Trail hacia el oeste. Sin embargo, el Trail se encontraba un buen trecho al sur del territorio de los hunkpapas, de forma que, hasta entonces, ningún soldado o colono blanco había invadido su país.

Toro Sentado era todavía muy joven cuando fue acogido en la comunidad secreta de los "Corazones Fuertes". La participación en esa comunidad de guerreros suponía un gran honor. Pronto, contaría hasta más de sesenta victorias personales sobre sus enemigos. Su fama como guerrero creció y fue nombrado jefe en 1860. Mientras tanto, su tribu había notado cada vez más claramente la invasión de los colonos blancos.

Lucha contra la invasión

Cada vez más colonos afluían a la Gran Pradera de los hunkpapas y, en el Oeste, los soldados protegían la construcción del nuevo Bozeman Trail, que conducía del Oregon Trail hacia los florecientes campamentos de los buscadores de oro alrededor de Virginia City, en la actual Montana. Para Toro Sentado, la invasión de los blancos era un motivo de preocupación tan serio como si tribus enemigas planificaran una invasión y contemplaba sus actividades con creciente resentimiento.

En 1866, tropas del ejército se introdujeron profundamente en el territorio de los hunkpapas para construir el Fort Buford en la desembocadura del Yellowstone en el Missouri River, actual estado de Dakota del Norte. Toro Sentado veía el Fort Buford como una amenaza y respondió con varios ataques de los “Corazones Fuertes” a los asentamientos cercanos. Los soldados y los colonos estaban aterrorizados y asustados. En 1868, por fin, el gobierno se vio obligado a tratar con los indios sobre un acuerdo de paz. Los representantes de ambas partes se reunieron en Fort Laramie. El gobierno se declaró dispuesto a cerrar de nuevo el Bozeman Trail, ofreció a los sioux y a sus aliados un extenso territorio de sus propias tierras como reserva duradera y, al oeste de esa reserva, el territorio del Powder River en Wyoming debería quedar para siempre como zona de caza de los indios.

En consecuencia, el acuerdo decía: "Ninguna persona blanca recibirá autorización para la colonización u otra dedicación de la tierra en el Powder River, ni se le permitirá atravesar el territorio sin la autorización de los indios". Toro Sentado, al igual que otros jefes sioux y cheyennes, se había negado a participar en esas conversaciones. Advirtió además que aunque el acuerdo parecía, a primera vista, muy generoso, en realidad a los sioux les quitaba una gran parte de su territorio.

"El Gran Espíritu nos dio esta tierra y aquí estamos en casa. No quiero que roben a mi pueblo...quiero que todos sepan que estoy en contra de cualquier venta de nuestra tierra".

Muchos otros jefes indios, entre ellos también Nube Roja, firmaron y se declararon de acuerdo con su traslado a la reserva de los sioux. Toro Sentado jamás lo firmó. Él y otros no firmantes del acuerdo siguieron instalando sus campamentos en el Powder River, fuera de la reserva. Quería continuar aferrándose a la antigua forma de vida y cazar búfalos y no vivir de las limosnas de Washington.

Comienzo de la guerra

Durante un tiempo, las tribus de fuera de la reserva consiguieron eludir ampliamente a los colonos blancos. Sin embargo, pronto se demostró que incluso el acuerdo de Fort Laramie no era capaz de contener a los blancos que se acercaban cada vez más. Al principio, los soldados intentaron disuadir a los buscadores de oro con la fuerza de las armas, pero éstos regresaban una y otra vez. Cuando los soldados se vieron incapaces de seguir conteniéndolos, el gobierno ofreció a los indios la compra del terreno. Washington envió una delegación para tratar sobre su venta. A esto Toro Sentado expresó:

Si el gran Espíritu hubiera deseado que yo fuera un hombre blanco me habría hecho blanco... ¿Es un agravio amar a mi pueblo? ¿Soy malvado porque mi piel es roja? ¿Porque soy un sioux? Dios me hizo un indio."

Durante dos semanas, los intermediarios lo intentaron todo para convencer a los sioux de que vendieran las Back Hills, pero ningún jefe indio se atrevía a vender la sagrada tierra. Cuando la delegación regresó a Washington con las manos vacías, el gobierno se decidió por un acto de fuerza con todas las consecuencias: En caso de que los indios no aceptaran la venta de las Black Hills, se les quitarían las tierras en el Powder River, que no pertenecían a la reserva de los sioux. En noviembre de 1875, el comisario para asuntos Indios anunció que todos los indios que vivían en el Powder River suponían una amenaza para el sistema de la reserva. Toro Sentado y los otros jefes indios que habían negado su firma recibieron la orden de irse inmediatamente a la reserva. Como no respetaron esta orden, fueron enviadas tropas del ejército para dar con los indios enemigos y llevarlos por la fuerza a la reserva.

Cuando las tropas se pusieron en marcha, miles de guerreros indios se reunieron para luchar contra los blancos. Toro Sentado había enviado emisarios a todas las tribus de los sioux y cheyennes invitándoles a un gran consejo de guerra en el Rosebud Creek en Montana del Sur.

“Nosotros somos una isla india en un mar de blancos", indicó Toro Sentado. "Tenemos que mantenernos unidos, pues solos seríamos arrollados por ellos. Esos soldados quieren luchar, quieren la guerra. Bien, entonces la tendrán”.

Finalmente, se habían reunido unos quince mil indios, entre ellos aproximadamente de cuatro a cinco mil guerreros. El campamento se extendía tres millas de largo por media de ancho a lo largo del Rosebud Creek. La guerra había comenzado.

Toro Sentado no solamente era jefe de guerra sino también jefe espiritual, chamán u hombre medicina, y pidió, según el viejo ritual, la ayuda del Gran Espíritu. Entre tanto, había cumplido cuarenta y cinco años, era un hombre vigoroso de casi un metro ochenta de estatura, con poderosa cabeza y una nariz aguileña, y señales de cicatrices de la viruela. Sus movimientos seguían siendo lentos y pausados y cojeaba de su lisiado pie izquierdo, debido a una herida en su primera incursión guerrera.

Había pintado sus manos y pies de rojo y su espalda a franjas azules, que debían representar el cielo. Un hermano guerrero se arrodilló a su lado. Con una afilada lezna, levantó cincuenta pequeñas tiras de piel de los brazos de Toro Sentado, desde el hombro hasta la muñeca. Mientras manaba la sangre y las heridas se costrificaban, Toro Sentado comenzó el lento, rítmico baile, según la antigua costumbre; se levantaba y agachaba sobre la punta de los pies, mientras dirigía la cara hacia el sol y rezaba.

Bailó sin interrupción durante todo un día y una noche y siguió hasta bien entrado el día siguiente, sin comer ni beber, hasta que cayó agotado al suelo. Entonces, tuvo una visión del sueño por el que había rogado en la oración. Vio caer soldados del cielo como saltamontes, con las cabezas agachadas, de las que se caían sus sombreros, en medio del campamento de los sioux. Cuando Toro Sentado recobró el conocimiento, anunció una gran victoria de los sioux. Mientras él bailaba y rezaba, tres columnas del ejército se acercaban desde el sur, el este y el oeste, al campamento de los indios. La primera columna que fue avistada por los centinelas indios el 16 de junio, era la del general George Crook. A la mañana siguiente, los guerreros sioux y cheyennes, bajo el mando de Caballo Loco, llevaron a cabo un ataque sorpresa contra Crook, que estaba acampado con sus soldados a la orilla del Rosebud. La batalla de Rosebud terminó en empate. Crook fue salvado por sus rastreadores.

Después de esa batalla, los sioux y cheyennes trasladaron su campamento a la orilla occidental del Little Bighom River. Una semana después, Toro Sentado vería cómo su visión del sueño de una gran victoria se convertía en realidad.

En la tarde del 25 de junio de 1876, el campamento de los sioux y cheyennes fue atacado por el Regimiento del Séptimo de Caballería, a las órdenes del teniente coronel Custer, el famoso cazador de indios. Estaba tan seguro, tan convencido de la victoria ese día que atacó sin ninguna medida de precaución. No tenía ni idea de la verdadera fuerza del campamento indio. Envió a sus soldados a la batalla sin esperar por los refuerzos de las otras unidades del ejército, que se encontraban de camino hacia allí. Además cometió un grave y fatal error táctico cuando dividió sus fuerzas contra un enemigo numéricamente mucho más poderoso. Custer ni siquiera consiguió salvar sus tropas a la otra orilla del río. Sus cinco batallones de caballería fueron rodeados y neutralizados en una colina baja, directamente junto al río, sucediéndose la batalla que se llamaría Batalla de Little Big Horn.

Toro Sentado dejó que Caballo Loco y los otros jefes indios se enfrentaran al enemigo. Él se encontraba sobre su caballo con un Winchester y un revólver del 45, contemplaba la batalla y, desde lejos, planificaba la estrategia. Custer y sus tropas desaparecieron en nubes de pólvora y polvo, mientras intentaban salvar su vida. Cuando se posó el polvo, todos estaban muertos en la colina, sin sus armas y sus ropas. Muchos de los caídos estaban sin su cabellera. Custer, sin embargo, no. Cuando fue encontrado su cuerpo, tenía heridas de arma de fuego en la cabeza y en el pecho.

Al día siguiente, los exploradores indios informaron que se acercaban refuerzos militares. Toro Sentado y los demás jefes indios decidieron dar por terminada la batalla, desmontar el campamento e irse a las montañas de Bighom. En el camino, se dividieron en pequeños grupos, que desaparecieron en las montañas en distintas direcciones.

" Todos mis guerreros eran valientes y no conocían el miedo. Los soldados que murieron, también eran hombres v alientes, pero no tuvieron ninguna posibilidad de luchar o huir. Fueron cercados demasiado férreamente por nuestros guerreros... Nosotros no abandonamos nuestra tierra para luchar contra ellos, sino que ellos vinieron para traemos la muerte y ellos mismos encontraron la muerte" .

Fuera de sus tierras

Toro Sentado y sus seguidores fueron perseguidos por el coronel Nelson Miles a través de Montana. Tres veces en ese otoño, Toro Sentado se declaró dispuesto a un encuentro con el coronel. En uno de esos encuentros, ambos hombres estaban sentados sobre sus caballos en medio de un claro del bosque; a un lado, vigilaban una fila de indios; al otro, una fila de soldados de caballería. Miles intentó convencer al jefe de los sioux para que se rindiera, entregara sus armas y se fuera pacíficamente a la reserva. Sin embargo, Toro Sentado seguía insistiendo en que tenía que permitirse a su pueblo vivir en las Black Hills y en el territorio a lo largo del Powder River, como se había asegurado en el acuerdo de Fort Laramie. Dijo:

"El Gran Espíritu quiso que yo fuera indio, no un indio de la reserva y no tengo la intención de convertirme en uno de ellos".

En la reunión, no se llegó a ningún acuerdo y la lucha continuó. Cuando llegó el invierno, los indios apenas si disponían de alimentos y municiones. Algunos jefes de los sioux y de los cheyennes se entregaron. Estaban cansados de ser constantemente perseguidos, entregaron sus armas a Miles y condujeron a su gente a la reserva. Miles seguía persiguiendo a los grupos que oponían resistencia. Sus soldados, seguían atacando las aldeas indias cuando la temperatura había caído por debajo de cero.

En febrero de 1877, Toro Sentado huyó con su tribu a Canadá a través de la frontera para refugiarse allí. Mientras tanto, los indios habían perdido todo por lo que habían luchado. Debido a la presión del gobierno, los jefes indios de la reserva habían cedido y, finalmente, habían aceptado renunciar a las Black Hills y al territorio en el Powder River. Se les había quitado una tercera parte del territorio que se les había reconocido en el acuerdo de 1868. Con excepción de Toro Sentado y sus hunkpapas en Canadá, todos los sioux y cheyennes habían sido encerrados en su cada día más pequeña reserva.

Toro Sentado se quedó cuatro años en Canadá. El gobierno canadiense lo toleró, aunque negó a su gente alimentos y otras ayudas. Los sioux tuvieron que pasar hambre la mayor parte del tiempo, ya que también los búfalos y otras especies de caza habían sido prácticamente exterminados. Poco a poco, hambrientos y llenos de nostalgia por su patria, se pusieron en camino hacia los Estados Unidos y se entregaron a los soldados de fronteras. Sus ropas colgaban en harapos. Hasta el verano de 1881, la tribu de Toro Sentado se había reducido a menos de doscientas personas. El 19 de julio, el jefe indio también cruzó la frontera. Se entregó en Fort Buford, donde, en otros tiempos, sus victoriosos guerreros habían atemorizado tanto a soldados como a colonos. Entregó su Winchester a su hijo de ocho años, Pata de Cuervo, y con un gesto indicó al hijo que se lo pasara al mayor David Brotherton. Incluso en su profunda derrota, todavía declaró totalmente seguro de sí mismo:

“La tierra bajo mis pies es de nuevo mi tierra. Yo jamás la he vendido, yo nunca la he entregado a nadie”.

Dos años estuvo como prisionero de guerra en Fort Randell. En 1883, fue puesto en libertad y recibió la autorización para regresar a su lugar de nacimiento, en el Grand River, en las cercanías de la reserva de Standing Rock.

Después de la guerra

Luego de terminada la guerra, este indio pielrroja se había convertido en una celebridad; probablemente era el indio más conocido de todo el país y todos sabían que había vencido a Custer. Recibió cartas de todo el mundo, lo entrevistaban reporteros de prensa y los jefes indios lo visitaban en busca de consejo.

Toro Sentado junto a Bufalo Bill

Bufalo Bill, el famoso explorador y showman, lo visitó en 1885. Convenció al jefe indio para que participara en el Show del Oeste Salvaje a través de los Estados del Este y Canadá. Anunciado como "El vencedor de Custer”, Toro Sentado era la gran atracción. Los curiosos guardaban cola para verlo y comprar una fotografía con su autógrafo, que costaba veinticinco centavos. La mayor parte del dinero se la daba a los niños pobres que esperaban fuera del teatro y le seguían a todas partes. Al final de la tourné, el jefe indio recibió un regalo de Buffalo Bill: un caballo gris, que estaba enseñado a sentarse y levantar una pezuña cuando oía un tiro. Cuando en 1886 Buffalo Bill le preguntó a Toro Sentado si quería ir con el Show del Oeste Salvaje a Inglaterra, el jefe indio lo rechazó.

“Yo no favorezco nuestra causa si voy vestido así. Además, aquí me necesitan. Hablan de que, de nuevo, nos quieren quitar más tierra".

Últimos días

Los sioux habían perdido ya las Black Hills y las tierras del Powder River. Ahora el gobierno les exigía que vendieran una gran parte de su reserva con el fin de que los blancos pudieran asentarse allí. Toro Sentado estaba radicalmente en contra de entregar todavía más tierra, independientemente del precio que fuera. En una asamblea de los sioux, Toro Sentado propuso que se llevara una báscula y se vendiera la tierra libra a libra. Así de obstinado fue e impidió las negociaciones de forma tan eficaz que los funcionarios de la reserva intentaron todo para impedirle opiniones públicas sobre ese tema.

Los sioux habían perdido ya las Black Hills y las tierras del Powder River. Ahora el gobierno les exigía que vendieran una gran parte de su reserva con el fin de que los blancos pudieran asentarse allí. Toro Sentado estaba radicalmente en contra de entregar todavía más tierra, independientemente del precio que fuera. En una asamblea de los sioux, Toro Sentado propuso que se llevara una báscula y se vendiera la tierra libra a libra. Así de obstinado fue e impidió las negociaciones de forma tan eficaz que los funcionarios de la reserva intentaron todo para impedirle opiniones públicas sobre ese tema.

Otros jefes indios de los sioux temían que les quitaran las tierras, independientemente de que estuvieran dispuestos a vender o no. Por eso, se pusieron de acuerdo finalmente para vender unos 44.550 kilómetros cuadrados. La Gran Reserva de los sioux fue dividida en cinco pequeñas reservas y cada familia sioux recibió aproximadamente 1,28 kilómetros cuadrados como tierra propia.

Toro Sentado era un chamán que había vivido en estrecha comunicación con el Gran Espíritu, pero tenía sus dudas sobre la nueva creencia, tal y como la predicaba Wovoka. El profeta predicaba la vuelta de los bisontes y el tiempo en que los indios de nuevo recuperarían su tierra. Toro Sentado permitió que los demás miembros de la tribu siguieran o no al profeta, con lo que se reunían cada día delante de su cabaña para bailar, rezar y buscar visiones de sueños, lo que a los soldados le parecía una forma de insurrección.

El 15 de diciembre de 1890, poco antes del amanecer, cuarenta y tres policías indios, a las órdenes del teniente Henry Bull Head, rodearon la cabaña de Toro Sentado. Bull Head y otros más entraron en la cabaña, despertaron rudamente a Toro Sentado, le ordenaron que se vistiera y lo arrastraron fuera, donde se habían reunido unos ciento cincuenta seguidores del jefe indio. Cuando comenzaron a protestar, fueron interrumpidos por las voces de Toro Sentado:

"No me iré. Haced conmigo lo que queráis .Yo no me iré".

Los policías intentaron abrirse paso entre el soliviantado gentío. Se disparó un tiro que alcanzó en un costado al teniente Bull Head. Mientras caía, se volvió y disparó contra Toro Sentado. El sargento Red Tomahawk, que hasta ese momento iba empujando por detrás a Toro Sentado, disparó a la cabeza del jefe indio. Cuando terminó el tiroteo, había seis policías y ocho de los seguidores de Toro Sentado muertos o heridos de muerte, entre ellos su hijo de diecisiete años, Pata de Cuervo. Los policías indios buscaron protección en la cabaña hasta que fueron rescatados dos horas más tarde por soldados. Cuando esa mañana moría Toro Sentado, aún no había cumplido los sesenta años.

Fuentes