Clubes revolucionarios femeninos en Cuba (siglo XIX)

Clubes revolucionarios femeninos en Cuba
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Fecha:Siglo XIX
Descripción:
Uno de los medios empleados por José Martí como apoyo al Partido Revolucionario Cubano
Líderes:
Inocencia Martínez
Ejecutores o responsables del hecho:
Mujeres revolucionarias


Clubes revolucionarios femeninos en Cuba (siglo XIX). Surgen tanto en la víspera de la guerra de los Diez Años así como en el transcurso de la guerra misma y, en el 95, cuando José Martí crea el Partido Revolucionario Cubano.

Los clubes revolucionarios femeninos en el mundo

Los clubs revolucionarios femeninos nacen en Europa, primero en Inglaterra como asociaciones políticas y, tiempo más tarde, toman el nombre de clubs.

Estos clubs tienen, una gran relación con las tertulias literarias que ya existían en esta época y que continuarán siendo motivo de discusión en el siglo XIX, en Francia y en América Latina. Dos ejemplos a destacar son las que dirigió la Condesa de Merlín en París, Francia, y la que dirigía Domingo del Monte, en Matanzas, Cuba.

En Francia a lo largo de 1793, año de grandes luchas políticas en el seno de la Revolución Francesa, ciudades importantes como París, Lyon y Dijon conocen ejemplos de las actividades realizadas por estos clubs, como aquel que se llamó de Citoyennes Républicaines Françaises, dirigido por una mujer, Claire Lacombe, que tenía una relación estrecha con los Enragés o «Rabiosos», grupo extremista de la Revolución que caracteriza la última etapa de este proceso histórico.

Dos años antes, en 1791, otra francesa, Olympia de Gourges, se destacó especialmente porque, bajo su dirección se redactó la «Declaración de la Mujer y la Ciudadana» que, en sus 17 artículos inspirados en el documento homónimo; es decir, la «Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano» trataba de colocar a las féminas en un plano de igualdad con su pareja masculina. A señalar el artículo IV, que plantea:

«El ejercicio de los derechos de la mujer no tiene más límites que la tiranía perpetua que el hombre ha ejercido, estos límites deben ser reformados por las leyes de la naturaleza y la razón».

Estados Unidos

Movimientos de este tipo se dan también alrededor de 1848 en Estados Unidos, donde se habían acrecentado la solicitud por las reivindicaciones femeninas.

América Latina

En esta región estos clubs no parecen tomar fuerza con los mismos fines políticos que en el resto del mundo hasta el último tercio del siglo XIX, lo quel constituye un hecho curioso. Ya en este momento, todos los países sudamericanos habían alcanzado su libertad, salvo Cuba. Parece ser que no fueron los clubs una modalidad adoptado por los revolucionarios de estas regiones para movilizar a las masas irredentas.

Cuba

Una de los medios empleados por José Martí como apoyo a su Partido fueron los numerosos clubs creados a partir de 1892 y cuya pionera fue la puertorriqueña Inocencia Martínez Santaella, esposa del Sotero Figueroa, editor del periódico Patria. Estrechas relaciones mantuvo el Héroe Nacional de Cuba con la familia Sotero Martínez, que, entre otras cosas, marcan el apogeo de la lucha de dos islas caribeñas por su libertad: Cuba y Puerto Rico.

En Cuba, sin embargo, la aparición de los clubs fue bien diferente a lo que ocurrió en América Latina. En eso tuvo gran significación la labor de dirección y unión de José Martí.

La guerra de los Diez Años

Emilia Casanova de Villaverde

En el período 1868-78 se destacan nombres de mujeres ilustres como Ana Betancourt de Mora y Emilia Casanova de Villaverde. En Cuba, sin embargo, la situación de la aparición de los clubes fue bien diferente a América Latina, y en ello tuvo gran significación la labor de dirección y unión de José Martí.

Emilia Casanova de Villaverde, esposa del autor de Cecilia Valdés, como escritora, desarrolló una intensa labor de proselitismo a la causa cubana. Su labor patriótica en la emigración se manifestó significativamente apenas comenzada en Cuba la guerra del 68, con la fundación de la «Liga de las hijas de Cuba» bajo cuya iniciativa surge la «Sociedad de Artesanas». Con ella sus colaboradoras Ángela Quesada de Embil y Carmen Loynaz de Quesada, ganaron la atención de Carlos Manuel de Céspedes.

Carta a Carlos Manuel de Céspedes.

«El deseo de servir a mi patria y de contribuir a su libertad es innato en mí. Era yo niña todavía cuando, en una mañana de mayo, el bravo Narciso López plantó delante de la ventana de mi casa en Cárdenas la bandera que había ideado para simbolizar la libertad e independencia de Cuba. Me pareció tan bella y tan grande el hombre que la enarbolaba, que desde ese momento juré en mi interior consagrar mi vida a ese fin sagrado y noble. Así, hasta hoy apenas he hecho otra cosa que trabajar y soñar con la redención de mi patria».

Emilia Casanova saludó la revolución encabezada por Carlos Manuel de Céspedes con dos actos notorios. Primeramente enarboló en las calles de Nueva York una bandera como la que tanta admiración le había causado en su adolescencia. Después se dirigió al Comité Republicano de Cuba y Puerto Rico en súplica de que aceptase y enviase a Céspedes una insignia semejante. Supo que se preparaba una expedición con destino a los campos de Cuba libre, y presentó a sus componentes una hermosa bandera. Conoció que Domingo de Goicuría iba a navegar hacia la Isla a la cabeza de otra expedición e hizo llegar al antiguo insurgente una enseña llamada, según la fervorosa donante, a ser paseada, triunfante, de un extremo a otro del territorio patrio. Como regalo suyo al Ejército Libertador salió de Estados Unidos un rico pabellón, hecho de seda, con estas expresiones.

Se refería a su bandera como algo inseparable de su personalidad. Ingeniaba diversas maneras de ofrecerla a los combatientes por la emancipación patria. Se complacía en divulgar las victorias logradas bajo la sombra de los pabellones por ella enviados a Cuba. Llegó a nutrir el propósito de organizar una expedición de mujeres con destino a los campos de la Isla. Para premiar el arrojo del soldado que más se distinguiese en algún suceso heroico, mandó a Cuba un rifle Winchester con esta inscripción: «Al más bravo». Emilia Casanova trabajó con su bandera y con mucho más. Envió a los libertadores de la patria, además de pabellones, refuerzos bélicos, desde pistolas para destacados jefes hasta grupos de combatientes.

Ana Betancourt de Mora

La «Junta Patriótica de Damas», de Nueva York no tardó en unirse a la Liga. En 1874, en Nueva Orleáns, hay constancia de la actividad del club «Hijas del Pueblo». En la Habana, pese a la represión pareció funcionar clandestinamente un Comité Central de Señoras, en 1876, a juzgar por la proclama que lanzó en aquel entonces.

Sin embargo, en plena guerra, cuando se redacta y adopta la Constitución de Guáimaro, el 10 de abril de 1869 no se tiene en cuenta el derecho de las mujeres a ser consideradas ciudadanas. Se daba la libertad a los esclavos sin distinción de sexo en el artículo 24, pero el artículo 4 expresaba: «Sólo pueden ser representantes los ciudadanos de la República mayores de 20 años».

No obstante, Ana Betancourt de Mora, en su intervención en la Asamblea, expresó el primer intento de una cubana por lograr la independencia femenina:

«Ciudadanos: La mujer cubana, en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime, en que una revolución justa rompa su yugo, le desata las alas.
«Todo era esclavo en Cuba: la cuna, el color, el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna, peleando hasta morir si es necesario, la esclavitud del color no existe ya, habéis emancipado al siervo. «Cuando llegue el momento de liberar a la mujer, el cubano que ha echado abajo la esclavitud de la cuna y la esclavitud del color, consagrará también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra, su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue ayer su compañera ejemplar».

Con esta proclama, Ana, que había nacido en Puerto Príncipe el 14 de diciembre de 1832, recibió los vítores de todos los delegados a la Asamblea incluyendo la felicitación del Presidente de la República, Carlos Manuel de Céspedes.

Ana Betancourt de Mora murió en Madrid en 1905 y, hasta su muerte, conservó su insatisfacción por la desigualdad que sufría la mujer en la sociedad en que le tocó vivir.

El Pacto del Zanjón (febrero de 1878)

Uno de los clubs más activos en esta etapa fue Hijas de la Libertad de Cuba que manifestó extraordinaria actividad entre 1878 a 1898. Este club tuvo dos períodos de desarrollo:

1. 1878-1896 En esta primera etapa dos nombres de mujeres caracterizaron la labor de concientización realizada en la Isla: Rosario Lamadriz y la despalilladora Carolina Rodríguez. 2. 1892-1898: El club reanudó sus actividades en septiembre de 1892, año que fue crucial para todos los revolucionarios cubanos; lo dirige entonces Celia Poyo de Delgado hija de José D. Poyo, director de El Yara. Es decir, que antes de la creación del Partido Revolucionario Cubano en la fecha ya señalada (1892) había existido en Cuba clubs femeninos y nombres de mujeres que se destacaron en la dirección de los mismos.

La guerra de independencia

En enero de 1892, en Cayo Hueso, se funda el Partido Revolucionario Cubano (PRC) y en abril de ese mismo año en Nueva York se oficializa. En ese momento ya existía el club «Mercedes Varona», dirigido en su segundo momento por Emilia Casanova de Villaverde. Por lo menos 80 clubes aparecieron a lo largo de ese período.

Cuba y Puerto Rico en el siglo XIX: luchas que las unen

La mujer que crea el club «Mercedes Varona» el 21 de febrero de 1892, poco después de la aparición del Partido Revolucionario Cubano (PRC) fue Inocencia Martínez Santaella, esposa del impresor puertorriqueño Sotero Figueroa, amigo de José Martí, y editor del periódico Patria.

El 22 de diciembre de 1895 se constituye de forma oficial la sección Puerto Rico del PRC y en su directorio aparece como vocal Sotero Figueroa. A esta nueva empresa dedica Inocencia todos sus esfuerzos revolucionarios con el fin de alcanzar la independencia de su isla natal.

Esta sección auspicia la creación de clubs revolucionarios. El primer club femenino que surge como resultado de este proceso y uno de los primeros en general fue el Club «Hermanas de Rius Rivera», organizado y dirigido por Inocencia Martínez. La vicepresidenta fue Lola Rodríguez de Tió, destacada intelectual puertorriqueña.

El club se inaugura el 8 de febrero de 1896 y, muerto Martí en combate, Inocencia invita al acto a don Tomás Estrada Palma, delegado del PRC en ese momento. Estrada Palma se excusa y no asiste a la inauguración del club.

Terminada la guerra y convertida Cuba en neocolonia por la Enmienda Platt y cedido Puerto Rico a Estados Unidos por el Tratado de París, Inocencia se traslada a La Habana, donde adquiere una pequeña casa de huéspedes, de cuyo alquiler vive y mantiene a su hijo.

En 1900 se crea la «Asociación de Señoras y Caballeros por Martí», presidida por María G. de García y donde Inocencia es electa delegada por la Ciudad de La Habana.

En 1921 Inocencia adquiere un automóvil de uso que ella misma conducía. Este hecho constituye una gran novedad en la época, ya que eran pocas las mujeres que poseían automóviles y que, además, se atrevían a manejarlos. Cuando así lo hacía, usaba con frecuencia pantalones largos, moda que no se generaliza hasta bien entrado el siglo XX.

Un hecho curioso que da idea de la personalidad de esta puertorriqueña que defendía la libertad de ambas islas es el siguiente: desde fecha anterior a 1921, Inocencia fumaba en público y se cortaba el pelo bien corto, a lo garçon como se llamaría más tarde.

Inocencia Martínez vivió 91 años, hasta el 17 de junio de 1957, fecha en que muere en La Habana. Su longevidad le posibilita tomar parte en el Comité Ejecutivo y en la organización del Primer Congreso Nacional, que sesionó del 1º al 7 de abril de 1923.

Las relaciones de José Martí con la familia Sotero Figueroa

José Martí era visita asidua al hogar de los Sotero Figueroa y al local de la Imprenta América, aledaño a la casa de vivienda de la familia que era propiedad del mismo Sotero. Ya desde 1890 aparecen misivas que nuestro Héroe Nacional dirige a Figueroa y, al parecer, su amistad data de mucho antes, por la familiaridad que existe entre ellos.

Gracias a esta cercanía, cuando se crea el PRC y las mujeres deciden apoyarlo con su esfuerzo, Martí encuentra en Inocencia la figura idónea para organizar a sus colegas y darles el ejemplo creando el primer club revolucionario femenino Mercedes Varona.

A partir de ese momento, José Martí se dedica a organizar y cohesionar el trabajo de los clubes recién creados y de aquellos que existían con anterioridad, pero que no estaba regidos por un pensamiento único: lograr la independencia de Cuba y, más tarde, la de Puerto Rico. En el primer artículo de sus bases su objetivo fundamental es alcanzar:

«… la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico».

El 10 de octubre de 1889, José Martí se refiere al entusiasmo femenino ante la creación del PRC con estas palabras:

«¡Delante de nuestras mujeres se puede hablar de guerra! No así delante de muchos hombres, que de todo se sobrecogen y espantan, y quieren ir en coche a la libertad…»

La unión de ambos pueblos en ese club se hace evidente en el ejecutivo del mismo, propuesto y aprobado por las mujeres que lo integraban:

  • Presidenta: Inocencia Martínez.
  • Vicepresidenta: Laudelina Sisa.
  • Tesorera: Esposa del Dr. José Álvarez (no se consigna el nombre)
  • Vocales: Eva Betancourt, Adelina Sánchez, Dominga Muriel, Dolores Martínez, Quirina Martínez.

Estos clubes revolucionarios constituyeron desde su inicio los núcleos del recién creado Partido Revolucionario Cubano. De ahí su importancia para el futuro de la guerra y de la independencia de las islas hermanas.

Los estatutos establecían que para que un club pudiera ejercer el derecho al voto debía contar con veinte miembros. El apartado 12 de los Estatutos Secretos del PRC: sólo podrán ejercer el sufragio las asociaciones que «cuenten, por lo menos, veinte socios conocidos y activos». Los clubes femeninos nunca llegaron a tener esa cantidad de asociadas, pero se hicieron excepciones. Cuando el 10 de abril de 1892 se eligen el delegado y al tesorero, en el Acta de Constitución del Cuerpo de Nueva York, el club «Mercedes Varona» consigna 15 votos para José Martí como delegado y 15 para Benjamín Guerra como tesorero. Igual situación ocurre con el club «Los Independientes», una de las asociaciones más antiguas que habían constituido los emigrados en el extranjero. Inclusive, su presidente, Jorge Fraga, resultó electo presidente del Cuerpo del Consejo de Nueva York. La votación de este club varía únicamente en relación con la del Mercedes Varona porque consigna 14 votos para el tesorero.

Probablemente, Inocencia Martínez conoció que se exceptuaría al club «Los Independientes» para ejercer el sufragio por su condición de antigüedad y exigió las mismas condiciones para el suyo.

En los años 1893 y 1894 no hubo votación femenina en la votación del PRC, pero en 1895 el club «Mercedes Varona» vuelve a ejercer el derecho al sufragio. Esta es la primera vez que la mujer cubana ejerce su derecho al voto en una organización partidista, ya que los partidos políticos, surgen a fines del siglo XIX y, en Cuba, las mujeres no votan hasta 1940, cuando se promulga la Constitución de ese año. No es de extrañar, porque en Norteamérica no lo hicieron hasta 1920 y, en Francia, hasta 1946 en que se establece la Cuarta República, después de la Segunda Guerra Mundial; o sea, Cuba estuvo en un lugar cercano a países de gran desarrollo político e ideológico.

La lucha realizada por mujeres como Inocencia Martínez despertó el afán de lucha de la clase obrera de aquel momento y en octubre de 1896 cuando ocurre una huelga del sector tabacalero de Tampa. Hubo solidaridad entre hombres y mujeres, pero estas las despalilladoras y abridoras de capas se reunieron aparte e hicieron un comité de huelga propio.

En una carta dirigida a Inocencia Martínez, fechada en Nueva York, el 24 de abril de 1893 dice José Martí: «Si el club Mercedes Varona pudiese morir, si pudiese faltarnos su ejemplo y su espíritu, de seguro que me faltaría la salud. «Y la conservará si en mis trabajos arduos, me llega la noticia de que el Club existe /…/ al Club Mercedes Varona, vendré pues antes que a ningún otro, a dar cuenta de mis trabajos y mis tentativas fundado por Inocencia Martínez». Dice Martí refiriéndose a este Club: «…donde con la actividad modesta y afectuosa tacha con el ejemplo la mujer antillana, y avergüenza y reduce, a los pocos flojos y a los pocos descreídos».

Sociedad de Socorros La Caridad :Paulina Pedroso

Su nombre completo, Paulina Hernández Hernández, conocida por la emigración como Paulina Pedroso simplemente, nació en Consolación del Sur, Pinar del Río en 1860. Se desempeña como despalilladora ocasional, lectora de tabaquería, cocinera, costurera y autora musical.

Su labor independentista se puso de manifiesto en la creación de la «Sociedad de Socorros La Caridad», agrupación femenina adscrita al PRC de la que es nombrada tesorera, según consta en el periódico Cuba, de Tampa, del 19 de mayo de 1894.

Después del 20 de diciembre de 1892, José Martí enferma debido a un intento de envenenamiento por las autoridades coloniales, según se supo más tarde. Es Paulina Pedroso quien lo atiende durante la enfermedad. Martí dice a Serafín Sánchez en una carta: «… A Ud. puedo decirle que mi enfermedad de Tampa no fue natural… Pero he padecido mucho, Serafín. Aún no puedo sostener la pluma. Mi estómago no soporta aún ningún alimento después de un mes». También dirige una carta a Paulina Pedroso advirtiéndole la visita de Fermín Valdés Domínguez a su casa y le pide: «Prepárele mi cama y quiéralo mucho». Paulina Pedroso muere el 21 de mayo de 1913 y, cumpliendo su deseo, se colocó sobre su pecho una bandera cubana y un retrato que Martí le había regalado en 1892.

Labor de las niñas en la creación de los clubes revolucionarios

Hubo también clubs de niñas en la emigración:

  • Nueva York: Las Dos Banderas. Constituido por niñas cubanas y puertorriqueñas.
  • Tampa: Emilio Núñez. Presidido por las hermanitas María, Isabel y Emilia L. Participantes: Lilly Sánchez, Margarita Creci, Laura Pla, Margarita Rousseau.
  • Cayo Hueso: Porvenir de Cuba. Presidido por la niña Melatina Azpeitía.

Algunos clubes femeninos

  • Hijas de Cuba -Nueva York
  • Hijas de la Libertad -Nueva York
  • Discípulas de Martí -Tampa
  • Obreras de la independencia- Tampa
  • Hermanas de Martí y Hermanas de la Patria - Martí City
  • Hermanas de Martí y Hermanas de Betance- Filadelfia
  • Mujeres Cuba y Borinquen- Boston
  • Club profesional Federico de la Torre- Ibor City
  • Estrellas de Cuba- Santo Domingo
  • Cuba Libre- Santo Domingo
  • Cubanas y Nicoyanas - Costa Rica

Fuentes

  • Martí, José: Obras Completas. Ediciones Sociales. T.1 .P.382
  • Martí, José: Obras Completas. Ediciones Sociales. T.1. P. 284.
  • Estrade, Paul: Anuario del Centro de Estudios Martianos. Nº 10. 1987. Pp. 175.201.
  • Caballero, Armando: O. La mujer en el 95. La Habana, Editorial Gente Nueva, 1989.
  • De Con Campos, Lourdes Marina. Los clubs revolucionarios femeninos en Cuba (siglo XIX). OPUS Habana, 3 de marzo de 2010. Consultado: 13 de julio de 2020.