San Agustín (etnia de Colombia)

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Cultura de San Agustín
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Concepto:La cultura de San Agustín presentaba ya un considerable desarrollo en el siglo VII a. n. e. (según las fechas de carbono 14 obtenidas recientemente asociadas a la agricultura, la cerámica, la orfebrería y el arte escultórico.

La cultura de San Agustín se desarrolló durante miles de años en la región del Huila-Neiva en la actual República de Colombia (en Suramérica). Todas sus esculturas producen una fuerte magnetismo que elaboraban los indígenas en forma de gato (solo la cara).

Con el nombre de San Agustín se conoce una importante región arqueológica, en la que se han hallado varios centenares de esculturas monolíticas, que indican que allí floreció desde remotos tiempos una cultura, que hoy es objeto de estudio por parte de misiones científicas para establecer los orígenes y los rasgos peculiares de este pueblo.

Historia

La cultura de San Agustín

El pueblo de la cultura de San Agustín habitó la región de Huila y Caquetá ―en la actual Colombia― durante unos 2500 años a partir del año 1000 a. n. e. hasta el 1500 n. e..[1]

La mayor parte de la historia de esta civilización sigue siendo un misterio, pero gracias a muchos de los objetos encontrados en los últimos años, los expertos han sido capaces de obtener más información sobre ellos y han dividido a su larga historia en 3 períodos:[1]

  • El primer período, conocido como el período formativo o de formación, entre el 1000 a. n. e. y el 300 n. e.. Durante el período formativo pequeñas aldeas agrícolas comenzaron a formarse.
  • El segundo período, el período clásico regional, se extiende desde el año 300 hasta el 800 n. e.. Durante ese tiempo hubo un enorme crecimiento de la población. Esta cultura también comenzó a construir las estatuas y otros objetos funerarios que todavía están reconocidos y apreciados en la actualidad.
  • El último período, o período reciente, se extiende desde el 800 hasta el 1500. En este período, la población siguió aumentando y comenzaron a cosecha de cultivos nuevos, como los cacahuetes. Al momento de ingresar los colonialistas españoles en la región (en el siglo XVI), esa cultura ya había desaparecido, por lo que se desconoce cómo esta civilización llegó a su fin,

Ubicación

Cerca de los paramos donde nacen juntos los ríos Magdalena, Cuaca, Patía y Caquetá, montañas frías habitualmente cubiertas de neblina y azotadas por la llovizna, se encuentra los monumentos de la civilización de San Agustín.[1]

Allí vivió un pueblo que solo conocemos por sus restos arqueológicos y que desarrolló una cultura que si, por un lado, ha sido un misterio, por otro nos declara muchas realidades sobre la antigüedad del hombre en América, sobre las vías que pudo seguir la inmigración asiática a nuestro territorio y sobre el grado que pudo lograr en su cultura espiritual.

La aldea de San Agustín, centro principal donde se han descubierto extraños monumentos designados con su nombre, se halla en una alta meseta a 1.636 metros sobre el nivel del mar, en territorio huilense, dentro de la horqueta que forman, corriendo al fondo de profundos cañones, el río Magdalena y el Sombrerillo, uno de sus primeros afluentes por la banda derecha.

Ya en la población de San Agustín puede ver el viajero muchas estatuas, tallas y cerámicas que son otros tantos restos de antiquísimos moradores de la región. Pero lo más sorprendente desde el punto de vista arqueológico, se halla más allá, en las Mesitas de Uyumbe y en sus cercanas laderas, hoy convertidas en uno de los Parques Arqueológicos más interesantes de América, obra que debemos a la inteligencia y fervor científico de Luis Duque Gómez.

Manifestaciones culturales

Los pobladores de la cultura de San Agustín eran muy buenos para trabajar con metales y piedra. Muchos artefactos con diseños sorprendentes se han encontrado en los últimos años en la región que habitaron.[1]

La cultura de San Agustín es conocida por sus rituales funerarios complejos, donde el líder religioso fue un chamán, que llevaba una piel de Jaguar para representar su autoridad, el jaguar fue adorado y considerado generalmente como un símbolo de poder en la región.

Escultura

Escultura agustiniana.

La manifestación peculiar de la cultura de los antiguos pueblos de San Agustín fue la escultura lítica monumental. Más de 300 estatuas han sido halladas, la mayoría en una área que aparece plenamente delimitada por las cuencas de los ríos Magdalena, Bordones, Mazamorras y Sombrerillos y los picos del Macizo Colombiano. Indudablemente los nativos quisieron hacer de esta región un verdadero centro ceremonial para las prácticas funerarias, presididas por los grandes monolitos, en los que ellos expresaron su estilo simbólico, sin que este propósito les hubiera impedido tallar formas de gran naturalismo.

Los bloques en que fueron talladas son tobas volcánicas y andesitas púbicas, algunas de grandes dimensiones, hasta de más de 4 metros de altura y de varias toneladas de peso. Con excepción de la vecina región de Tierradentro (Cauca), en ninguna otra zona de Colombia se presentan estos rasgos monumentales de la escultura y puede afirmarse, por consiguiente, que ellos están confinados al Alto Magdalena.

La estructura general del complejo arqueológico de San Agustín ofrece algunos rasgos muy característicos, como la homogeneidad de ciertos elementos y su continuidad a través de los distintos períodos evolutivos, lo que habla en favor de un parentesco cultural de los diferentes grupos que allí concurrían y de una larga tradición de los mismos, expresada en elementos indicativos como la cerámica y la industria lítica, como también en ciertos motivos representados en las esculturas, cuyas formas ancestrales se inician por lo menos en el siglo VII a. n. e. y persisten, al lado de otras posteriores, hasta el siglo XVI de nuestra era.

El dualismo es un rasgo sobresaliente en la cultura de San Agustín. En la estatuaria se ven, al lado de las representaciones femeninas, otras de sexo masculino. Constituye esta característica una de las peculiaridades que se han señalado como propias del llamado Período Formativo en América precolombina. En San Agustín, como en Mesoamérica, las creencias religiosas de los nativos dieron origen a un complicado culto ceremonial, en el cual jugó un papel significativo el ritual de las danzas de enmascarados.

Aun persiste esta práctica entre varias de las tribus que habitan en la Amazonía, las cuales usan disfraces fabricados de tela de corteza de árbol, pintados de varios colores. Es indudable que la mayoría de los monolitos del Alto Magdalena llevan estas representaciones. En las colecciones del Museo del Oro del Banco de la República se ven figuras enmascaradas, algunas de una sorprendente similitud con las de San Agustín, como puede observarse en las figurillas de remate de los alfileres calimas, en las que el disfraz que cubre la cabeza y la cara de los personajes está sostenido con las manos, al igual de las que seguramente quisieron representar los artífices agustinianos en varias esculturas de los yacimientos arqueológicos de Quebradillas y de Ullumbe.

Como ocurrió en el período formativo de las demás culturas de la zona andina y de Mesoamérica, las creencias mágico-religiosas estuvieron en íntima relación con su principal base de sustentación económica, la agricultura, como también con la caza y la pesca. Son los mitos que integran la fauna mágica, en la que son particularmente frecuentes varias especies, asociadas a su cosmogonía. De ahí que en la estatuaria aparezcan representados varios mitos. El sol, la luna, el rayo, la lluvia y otros fenómenos naturales, se personifican y expresan en sus símbolos. Las deidades aparecen antropo-zoomorfizadas y estrechamente asociadas a los ritos mortuorios. El sol y la luna presiden su panteón religioso.

También la serpiente ocupa un papel preponderante en las representaciones escultóricas de San Agustín y en la fuente ceremonial de Lavapatas. Una estatua que se encuentra hoy en el Parque Arqueológico, en el llamado "Bosque de las Estatuas", presenta las manos dobladas sobre el pecho y estas sostienen, de la cola y de la cabeza, una serpiente enrollada. Los elementos que caracterizan esta escultura permiten interpretarla como una divinidad de las lluvias o como la representación de un sacerdote o mago de la tribu en el momento de invocar el espíritu de la deidad para que se pronuncie en favor del campo o de las cosechas.

La figura de un águila que sostiene una serpiente con el pico y con las garras, escultura que otros investigadores interpretan como la representación de un búho, debió tener en el mundo de las creencias de los antiguos agustinianos una significación especial. Posiblemente fue el símbolo de la creación, relacionado con el origen de la luz y del fuego y de la jerarquía política, es decir, el símbolo por excelencia del poder. Motivos de aves rapaces en piezas de orfebrería han sido hallados aquí como adornos personales, colocados como ofrendas en tumbas que debieron corresponder a personajes de la tribu. Entre los indígenas taironas, que moraban en el norte, en la Sierra Nevada de Santa Marta y en sus proximidades, el águila aparece también frecuentemente en los objetos de oro, lo mismo que entre los muiscas y quimbayas.

Las estatuas que se denominan cariátides, porque estaban destinadas a soportar los techos de los grandes sepulcros en las Mesitas A y B del Parque Arqueológico son, seguramente, representaciones de guerreros. Tal es el caso de los monolitos que se encuentran en el montículo noroeste de la Mesita B y en los montículos oriental y occidental de la Mesita A. En estas estatuas aparece figurada, en forma naturalista, la imagen de guerreros, adornados con diademas especiales y portando las armas que ellos usaban (piedras redondeadas, que lanzaban con la mano, escudos o rodelas, que sostenían con la mano izquierda). En otras estatuas la rodela está sustituida por una maza corta, la "macana" de que hablan las crónicas del siglo XVI, usadas por los panches, muzos, cólimas y otros grupos, y que aun emplean los chimilas, un pueblo indígena que vive en las proximidades de la Sierra Nevada de Santa Marta.

El caracol, de varios géneros, se ve figurado en muchas de las esculturas agustinianas, sostenido con la mano izquierda, en las representaciones antropo-zoomorfas. En el área muisca y en la calima se han encontrado hechos en arcilla, cobre y oro. Además de su empleo como trompetas, al cual hacen frecuentes alusiones los cronistas del siglo XVI, el caracol tuvo especial significación como implemento para el uso de la masticación de la coca. En ellos se guardaba la sustancia alcalina que servía para provocar la reacción química que libera el alcaloide. En este recipiente introducían el palillo humedecido, que llevaban luego a la boca para mezclarla con las hojas del estupefaciente y que sostenían entrelazado con los dedos de la mano derecha. Una de las estatuas más interesantes de la zona, y que hoy se encuentra en la Plaza de Bolívar de la población de San Agustín, es una figura antropomorfa, con sombrero y boca felina y que sostiene con las manos un pez, es interpretada como una deidad de las lluvias. En varias culturas arqueológicas americanas este motivo se vincula también al cultivo del maíz y su acción fertilizante.

Orfebrería

Los indígenas de San Agustín trabajaron los metales. Obtuvieron el oro de los aluviones de los ríos y lo mezclaron con otros metales para poder trabajarlo de forma más facil. Elaboraron collares, zarcillos, diademas y pendientes.

Cerámica

Es fundamentalmente monocroma, hecha en atmósfera oxidante, por el sistema de enrollado y con engobes de distintos tonos ocres. Predominan las formas de cuencos pequeños, platos, ollas trípodes, copas de soporte alto. También se encuentran grandes vasijas, destinadas al almacenamiento de líquidos y a servir de urnas funerarias. La decoración es casi siempre incisa, aunque se registra también la pintura negativa, negro sobre rojo, desde las fases iniciales del florecimiento de la cultura, en el período que se denomina Formativo Superior. En el período final, o Reciente, aparece la pintura positiva bicolor, como también una decoración granulada.

Economía

La civilización de San Agustín, así como muchas otras civilizaciones ubicadas en las zonas circundantes de la actual Colombia, se dedicó a cultivar las tierras ya que la base de su economía era la agricultura. Cosecharon una gran variedad de cultivos que incluyen maíz, papa, maní y frutas, pero también complementaron su economía con la caza y la pesca.

Organización social y política

La sociedad en la cultura de San Agustín se dividía en clanes que tenían un origen común y adoraban la misma divinidad.[1]

Comprendía dos clases:

  • Los jefes religiosos eran los varones más fuertes, que detentaban el poder religioso y político (eran guerreros a los que nadie se podía oponer).
  • La clase popular, estaba comprendida por el pueblo que practicaban la agricultura, pesca y recolección, estos también esculpían las estatuas, labraban los sepulcros, elaboraban las armas, las cerámicas, etc.

Véase también

Fuentes