Guerra austro-prusiana
| ||||||||||||||||
Guerra de las Siete Semanas o Guerra Austro-prusiana. Conflicto bélico que enfrentó a Austria y Prusia desde el 14 de junio de 1866 hasta el 23 de agosto de ese mismo año, fecha en la que se firmó la paz definitiva a través del Tratado de Praga. La victoria de Prusia en el enfrentamiento determinó el fin de la Confederación Alemana del Norte, la exclusión de Austria en los asuntos relativos a los estados alemanes y el dominio de Prusia de los ducados daneses: Schleswig-Holstein.
Antecedentes
Esta guerra tuvo su base en la rivalidad entre cuatro potencias que pugnaban por conseguir el liderazgo de la Confederación Germánica. En 1864, Austria y Prusia estuvieron aliadas en la guerra de los Ducados. De acuerdo con lo establecido en la Convención de Gastein que puso fin a ésta, el ducado de Holstein quedó bajo dominio de Austria, y los de Schleswig y Lauenburgo bajo el de Prusia, pero ninguno de los dos países quedó satisfecho con el acuerdo.
En octubre de 1865, el canciller prusiano Otto von Bismarck obtuvo de Napoleón III en Biarritz que Francia se mantuviera al margen de un previsible conflicto austro-prusiano, mientras que Prusia se comprometía a apoyar a Italia para conseguir la anexión de Venecia. Napoleón, por su parte, aceptaba estos planteamientos con la convicción de que un conflicto que presumía habría de ser largo le brindaría la oportunidad de actuar de mediador en los asuntos alemanes y, posiblemente, de conseguir algunas ventajas territoriales.
Por otra parte, el emperador francés se comprometió a mediar ante los italianos para que llegasen a un entendimiento con los prusianos, lo que se consiguió con la alianza ofensivo-defensiva contra Austria firmada en abril de 1866. Si a esos acuerdos se suma la previsible inhibición del Reino Unido y Rusia ante un futuro conflicto, se podría decir que el camino para la intervención prusiana había quedado despejado.
La situación comenzó a deteriorarse desde finales de abril, cuando fracasaron los intentos de evitar la movilización de ambas potencias, y después de que Prusia hubiera presentado un plan de reforma de la Confederación Germánica que era una nueva maniobra política para excluir a Austria del mundo germánico, a la vez que daba satisfacción a las aspiraciones de los elementos nacionalistas. Austria trató de contraatacar, en los primeros días de junio, apelando a la Dieta de la Confederación en torno a la cuestión de los ducados daneses, pero esa fue la ocasión para que Prusia declarase que no reconocía ya a la Confederación Germánica, y para iniciar las hostilidades contra Austria y sus aliados (Sajonia, Hannover y Hesse-Kassel).
La guerra
Austria declaró la guerra al Reino de Prusia el 14 de junio de 1866, y el ejército de Prusia se movilizó hacia la región de Silesia para atacar territorio austriaco, invadiendo Bohemia y el Reino de Sajonia de manera veloz y repentina, sin dar tiempo a que las tropas austriacas pudieran intervenir en defensa de sus aliados. En esta guerra el uso del telégrafo fue muy extendido entre ambos contendientes, lo cual permitía la llegada de órdenes militares de forma rápida y fluida (de modo similar a lo sucedido durante la Guerra de Secesión estadounidense, concluida hacía apenas un año).
El avance prusiano fue detenido brevemente por tropas austriacas en la batalla de Trútnov el 27 de junio, pero sufriendo gravísimas bajas, mientras que un exitoso contraataque austriaco en Jičín el 29 de junio no afectó a los prusianos. Estos siguieron avanzando por el norte de Bohemia reuniendo cada vez más tropas, mientras que Austria atravesaba serias dificultades para concentrar sus fuerzas oportunamente.
En paralelo, Prusia atacó el territorio del Reino de Hanóver y avanzó hasta ser detenida por los hanoverianos en la batalla de Langensalza (en la región de Turingia) el 27 de junio. Si bien las tropas hanoverianas vencieron en esa ocasión a las fuerzas prusianas, el combate dio tiempo a que otros cuerpos de ejército prusianos avanzaran hacia las posiciones de los hanoverianos, forzando a que éstos se replegaran a las montañas Harz al día siguiente. Ante la superioridad numérica prusiana, el Reino de Hanóver se rindió el 29 de junio, dejando así fuera de combate al único gran aliado de Austria en el norte de Alemania, lo cual permitió a las fuerzas prusianas transitar libremente de un extremo a otro de su territorio.
En el sur, a fines de junio las tropas prusianas atacaron Baviera y en una rápida campaña tomaron Núremberg y Fráncfort del Meno. Luego las tropas bávaras opusieron severa resistencia en las fortificaciones de Würzburg hasta el fin de la guerra, pero sin poder expulsar a los prusianos del resto del territorio.
El avance prusiano sobre territorio austriaco continuó en el norte de Bohemia. Las tropas prusianas consiguieron derrotar decisivamente al ejército austriaco el 3 de julio en la batalla de Sadowa (localidad llamada Königgrätz, en alemán, hoy territorio checo) gracias a la maniobra del general Helmuth von Moltke que agrupó a tiempo a sus tres grandes masas de tropas, sorprendiendo a los austriacos y causándoles severas pérdidas (cinco bajas austriacas por una prusiana). Austria había reunido para esa batalla cerca de 184.000 hombres, con apoyo de 22.000 soldados de Sajonia, mientras que Prusia empleó 224.000 hombres, de modo que la diferencia numérica entre ambas fuerzas en combate no era muy grande.
No obstante, en esa batalla Prusia sufrió 9.000 bajas frente a 44.000 bajas austriacas (entre muertos, heridos y prisioneros), lo cual debilitó grandemente la posición bélica de Austria. Tras este triunfo, Prusia podría invadir el resto de Bohemia (atacando inclusive Praga) o penetrar en Eslovaquia, contando además con la continua llegada de refuerzos; por el contrario el ejército austriaco quedaba en inferioridad numérica y no podría reunir refuerzos sino hasta varias semanas más tarde.
La movilidad de las tropas prusianas, gracias a la red ferroviaria, resultó factor clave para obtener la victoria. Tras esta victoria, las tropas prusianas avanzaron hacia el sur y entraron a Eslovaquia el 19 de julio, sin gran oposición y el 22 de julio se enfrentaron a los austriacos en las cercanías de Presburgo, en la batalla de Lámacs, obteniendo otra victoria. Ese mismo día Austria solicitó un armisticio a Prusia.
Aunque muchos pensaron que la guerra sería larga y se decantaría del lado austriaco, los hechos fueron muy diferentes. La derrota italiana en Custozza (24 de junio), con el desbaratamiento del segundo frente querido por Moltke, tampoco resultó decisiva. Por el contrario, la movilidad de tropas prusianas, como consecuencia del aprovechamiento de la red ferroviaria, resultó decisiva para la obtención de una victoria concluyente en Sadowa (Königgrätz) el día 3 de julio. Las noticias de Sadowa fueron recibidas en París como una derrota que amenazaba la misma seguridad francesa, pero Napoleón optó por iniciar tareas de mediación que le había pedido Austria, que también servían para rehabilitar la posición internacional de Francia. Consecuencia de estas gestiones fueron los acuerdos preliminares de paz, firmados en Nikolsburg el día 26 de julio, por los que se declaraba disuelta la Confederación Germánica y Austria se comprometía a no intentar restablecerla, lo que equivalía a reconocer su exclusión del mundo alemán. Se creaba la Confederación de la Alemania del Norte, bajo la dirección de Prusia que anexionaba los ducados daneses, Hannover, Hesse-Kassel, Nassau y Francfort. Por otra parte, se reconocía la independencia de los Estados al sur del río Main (Baviera, Baden, Württemberg y Hesse-Darmstadt), a los que se respetaba el derecho a formar otra confederación.
Todos estos extremos se confirmarían en la Paz de Praga, que se firmó el 23 de agosto. Por parte de Bismarck, la aceptación de estos acuerdos estaba encaminada a refrenar las exigencias de su rey y sus generales, empeñados en infligir un castigo humillante al imperio austriaco. Bismarck, por el contrario, no quería una Austria humillada y prefirió dejarla intacta en sus territorios.
Napoleón, por su parte, no obtuvo los fines que pretendía con su mediación diplomática. Sus apetencias sobre territorios alemanes de la orilla izquierda del Rin, que fueron reveladas por el propio Bismarck, sólo sirvieron para que los Estados del sur se apresuraran a aceptar las alianzas militares que les ofrecía el canciller prusiano. Francia puso entonces sus ojos en Luxemburgo y en Bélgica, lo que no pareció inquietar a Bismarck, que habló despectivamente de las propinas que pretendía el emperador francés. Como vieron algunos contemporáneos, la posibilidad de un gran Estado alemán, que agrupase a todos los Estados alemanes en el centro de Europa, parecía haberse esfumado definitivamente. La nueva entidad política tendría su centro en Berlín, mientras que el Imperio austriaco tendría que recurrir a la fórmula de la Monarquía Dual, que implicaba el desplazamiento de su centro de gravedad hacia la zona de los Balcanes.