Diferencia entre revisiones de «Mujeres holguineras en el Ejército Rebelde»

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Creo que al otro día es que Fidel les habla de bajar un pelotón a la costa norte. Ya habían salido el Ché y Camilo. Sé que Suñol tiene que buscar, a Minas del Frío, la gente con las que bajaría al norte de Oriente. Fidel le hace una prueba a Suñol a ver si podía disparar, pone un blanco y Suñol lo batió.  
 
Creo que al otro día es que Fidel les habla de bajar un pelotón a la costa norte. Ya habían salido el Ché y Camilo. Sé que Suñol tiene que buscar, a Minas del Frío, la gente con las que bajaría al norte de Oriente. Fidel le hace una prueba a Suñol a ver si podía disparar, pone un blanco y Suñol lo batió.  
  
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[[Archivo:Combatientes de la Columna 16 “Enrique Hart”, pertenecientes al campamento de Los Berros.jpg|miniaturadeimagen|derecha|Combatientes de la Columna 16 “Enrique Hart”, pertenecientes al campamento de Los Berros. De pie de izquierda a derecha, Eloisa Ricardo, una compañera sin identificar, Laura Sierra, Fernando Basante, Caridad Fernández, la Gallega e Irma Díaz.]]
 
Entonces se forma el pelotón de Las Marianas, ponen a las dos más viejas eran Isabel y Lilia, que eran hermanas, y Teté. Pero entre Isabel y Teté las ponen a disparar, la que mejor tirara era la que saldría como jefa del pelotón, y la que mejor tiró fue Isabel, Teté quedó como segunda. Fidel ordena a Suñol que además de los hombres de la columna, bajara con cuatro integrantes de aquel pelotón, ellas fueron Isabel, Lidia, Teté y la Gallega<ref>« Las Marianas pertenecían a la escuadra no.1 del pelotón 3 capitaneado por Suñol, de la Columna 14. Ellas se nombraban Tte. Isabel Rielo que era la jefa de la escuadra, Delsa Puebla Viltres, (Teté), Lilia Rielo Rodríguez y Edemis Tamayo, (La Gallega). »</ref>  y, luego incrementar ese pelotón. Yo bajo porque era la mujer de Suñol, no formo parte de Las Marianas. Suñol no tuvo otra alternativa que acatarlo.
 
Entonces se forma el pelotón de Las Marianas, ponen a las dos más viejas eran Isabel y Lilia, que eran hermanas, y Teté. Pero entre Isabel y Teté las ponen a disparar, la que mejor tirara era la que saldría como jefa del pelotón, y la que mejor tiró fue Isabel, Teté quedó como segunda. Fidel ordena a Suñol que además de los hombres de la columna, bajara con cuatro integrantes de aquel pelotón, ellas fueron Isabel, Lidia, Teté y la Gallega<ref>« Las Marianas pertenecían a la escuadra no.1 del pelotón 3 capitaneado por Suñol, de la Columna 14. Ellas se nombraban Tte. Isabel Rielo que era la jefa de la escuadra, Delsa Puebla Viltres, (Teté), Lilia Rielo Rodríguez y Edemis Tamayo, (La Gallega). »</ref>  y, luego incrementar ese pelotón. Yo bajo porque era la mujer de Suñol, no formo parte de Las Marianas. Suñol no tuvo otra alternativa que acatarlo.
  

Revisión del 11:01 6 ene 2023

Mujeres holguineras en el Ejército Rebelde
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Mujeres holguineras en el Ejército Rebelde. La historia de las luchas libertarias en Holguín registra el nombre de valerosas mujeres que, contra todo riesgo, no solo acompañaron a los hombres en su bregar, sino estuvieron a su altura. Las féminas del siglo XX siguieron los paradigmáticos ejemplos de las mujeres que se incorporaron al ejército libertador y no dudaron en integrarse a la lucha definitiva del país, cuando la asonada golpista del 10 de marzo de 1952 cerró las posibilidades democráticas. Primero, una labor callada y de auxilio en la clandestinidad, para luego incorporarse a la vida de campaña, a la guerrilla, tanto en la Sierra Maestra, como en el teatro de operaciones militares en territorios del II Frente Oriental y IV Frentes orientales.

Holguineras en la guerrilla

En el vasto territorio de operaciones guerrilleras, que ocupó la zona de Oriente, constan 100 mujeres de la provincia, como miembros del Ejército Rebelde, de ellas, 16 ostentan la doble condición de combatientes de la clandestinidad y del Ejército Rebelde.

La integración por columnas fue como sigue:

Los combatientes de la Columna 16 “Enrique Hart”, Norma García con brazalete, Galber Riverón Hidalgo y Ana Barceló Cruz.

En esta estadística están contenidas las fallecidas, no así todas las que actualmente residen fuera de la provincia, aunque, por las entrevistas realizadas, la cifra total no debe rebasar las 120 mujeres. El grueso de las combatientes se integró a la lucha clandestina, figuran en esta condición 206 mujeres, quienes arriesgaron todo desde el terreno enemigo para colaborar con la lucha guerrillera. Con certeza, es una cifra superior, pues cuántas mujeres dieron un mensaje, orientaron un combatiente, saciaron la sed del guerrillero, ocultaron un bono, un arma, una información, y sin embargo, han silenciado su hazaña por creerla mínima. Probablemente, esta fue una de las tareas más riesgosas e importantes, sobre todo en la ciudad y los barrios de Holguín, donde la represión descabezó varias veces la dirección del Movimiento Revolucionario.

Del total de mujeres que integraron las filas guerrilleras, en los diferentes frentes, muy pocas ocuparon cargos importantes y participaron en combates. Entre ellas, se encuentran Las Marianas, quienes, aunque ninguna de Holguín, bajaron desde la Sierra con el pelotón 3 que, al mando de Eddy Suñol, formarían parte del IV Frente Oriental Simón Bolívar. De ellas Isabel Rielo alcanzaría los grados de Teniente durante la guerra, y Dersa Puebla (Teté) sería la única mujer con los grados de General en la historia de Cuba.

Una mujer muy humilde, perteneciente a la columna 19, Juana Vilma Brunet Céspedes, de Sagua de Tánamo, se incorporó a la lucha guerrillera a finales de marzo de 1958 y llegó a alcanzar el grado de sargento en el campamento El Lirial. Enma Rosa Chuy Arnau, aunque oriunda de San Luis, trabajaba como maestra en la zona de Mayarí, donde inició su vida revolucionaria, participó en la toma del entonces central Preston, Guatemala, en vísperas de la huelga del 9 de abril, a partir de entonces fue obligatorio el camino a la Sierra, a donde colaboró con la organización de las actividades de educación entre las tropas rebeldes y la población campesina del II Frente Oriental, allí alcanzó, en poco tiempo, los grados de cabo. Ambas, fallecieron en accidentes durante la guerra, más su quehacer en la lucha clandestina y en la guerrilla está por estudiarse con profundidad.

Cuando observamos la proporción de hombres y mujeres por columnas, salta que, naturalmente, es desbalanceada. Por ejemplo, en el IV Frente Oriental, los destacamentos, conocidos históricamente como pelotones de la columna 14, el 1 y 2 bajo el mando de los Capitanes Orlando Lara Batista, Cristino Naranjo Vázquez y Arsenio García Dávila; el pelotón tres bajo el mando de Eddy Suñol tuvieron un total de 465 combatientes, de ellos 35 eran mujeres, es decir el 0.7 %. En la columna 32 José Antonio Echeverría, no hubo convivencia de la mujer. Lo cual estuvo determinado por la misión de esta tropa comandada por Delio Gómez Ochoa, jefe del IV Frente. Esta columna era móvil, de coordinación entre las demás que componían el frente, sus hombres no rebasaron la cifra de 65, con características de escolta, llega a la zona de Holguín en los primeros días de noviembre cuando las demás columnas se encuentran asentadas. En la columna 12 solo tres mujeres holguineras participaron, al decir de una testimoniante, Lalo Sardiñas era renuente a la participación de la mujer en la guerra, también esta fue una tropa pequeña. En total en el IV frente participaron 38 holguineras. [2]

En la segunda mitad de 1957 cuando se produce el primer alzamiento en zona holguinera por Orlando Lara, este se alza con su esposa, Delio Gómez también. El apoyo fundamental a estos grupos, fue dado por las redes familiares. También, no podemos olvidar que el Movimiento 26 de Julio en Holguín, sufrió constantes descabezamientos, por lo que las familias y amigos entraron a protagonizar una ayuda esencial en la supervivencia guerrillera.

Cuando en octubre de 1958, irrumpieron en la zona las columnas que fijaron el IV frente, la mujer se hizo imprescindible en el propio teatro de operaciones. No obstante, es pequeña su presencia, debemos considerar que las tropas de este frente tenían la misión especial de fijar fuerzas enemigas en el territorio y cortar todo tipo de aprovisionamiento enemigo desde occidente, imponiéndose la guerra constante y permanente contra el transporte, de este modo debían garantizar que los demás frentes orientales pudieran desplegar la estrategia final.

En tales condiciones no había tiempo para entrenar mujeres, máxime, cuando existían cientos de escopeteros en las inmediaciones y, además, después de la huelga del 9 de abril, decenas de hombres volvieron a sus casas por falta de armamentos. La zona de operaciones era llana, lo cual aumentaba el riesgo de enfrentar al enemigo. Estos factores influyeron en la restricción de la presencia física de la mujer. No obstante, el frente llegó a tener dirección de educación, finanzas, hospitales, talleres, donde la mano laboriosa de las féminas fue esencial.

La balanza se inclina al II Frente, con 59 holguineras, el asentamiento de este se produce desde marzo - abril de 1958, en lugares de difícil acceso para el enemigo.

El sargento Antonio Boizán y Concepción Barrientos, con su familia, la cual se alzó e integraron la Columna 19 “José Tey”.

Este frente logró liberar un extenso territorio, estableciéndose una organización que respondía al nuevo Estado Revolucionario en embrión, el cual cumplimentó tareas de la Revolución Social contenidas en el programa de lucha. Solo en el territorio que ocupó la columna 19 existieron 32 escuelas, [3] atendidas más del 50 % por féminas, entre las que destacan las hermanas Boizán quienes, oriundas de Santiago de Cuba, se habían alzado con su familia, cuando los hermanos Boizán Barrientos les fue imposible continuar la lucha clandestina. El frente contó con hospitales y talleres, los de costura, en cantidad de tres, fueron atendidos por una cantidad considerable de mujeres.

Combatientes de la Columna 19 “José Tey”, sentadas la enfermera Susana Avila y Martha Rodríguez.

Especial atención merece la creación de las llamadas “Brigadas Femeninas del 26 de Julio”, creadas en la zona de la Compañía B, “Pedro Soto Alba”, de la columna 19. En la estructura de estas tropas figuraban formaciones que atendían diferentes secciones. Entre ellas, el cuerpo de enfermeras que se integraba en una cruz Roja Rebelde, es decir, un grupo auxiliar de la Sanidad Rebelde; así como el cuerpo de costureras y bordadoras para confección de uniformes e insignias. Un cuerpo de maestros (colaboraba con la Delegación de Educación). Estas brigadas fueron constituidas en El Sitio, Miguel, La Penda, El Coco, Cebollas, La Caridad, Mucaral y Manajú, barrios del territorio liberado. [4]

A las difíciles circunstancias de la guerra de guerrillas en el ámbito rural, por lo general hostil, donde poseer un arma era un trofeo, casi siempre arrebatado al enemigo, dar un arma a una mujer era considerado por muchos una pérdida, siguiendo la mentalidad machista propia de la sociedad de entonces. Por lo que, la mujer, en el rudo camino escogido para derrocar a la tiranía, debió enfrentarse no solo a la hostilidad del espacio físico donde desenvolvía su actividad, sino a la incomprensión de sus iguales, quienes las consideraban distintas y débiles, muchas veces un estorboto. Son estas las razones, más la existencia de 281 de aquellas combatientes, las motivaciones para ofrecer desde la perspectiva de la mujer la visión de la guerra.

Experiencias de una guerrillera: la Suñola

Joven, vivaz, elocuente y bella, Lolita fue de la estirpe de las mujeres que, por su modestia, había silenciado su experiencia y, por el contrario, propició que otros testimoniaran sus vivencias para los varios textos escritos sobre las tropas del IV Frente Simón Bolívar. Fue una suerte que Lola, Dolores Feria, como la conocí, accediera desde el primer instante a ofrecerme sus recuerdos de aquella etapa heroica, con la única limitante - y pidiéndome disculpa- por su lucha contra la desmemoria. Al final resultó que “la Suñola” como la conocían en la columna madre, descubriera tener fijado en su retentiva la experiencia extraordinaria que fue la lucha en la clandestinidad y la guerrilla[5].

Con sinceridad me dijo:

“Inicialmente no sabía en lo que estaba Suñol, él era mi novio, yo solo tenía 16 años, después nos casamos, entré a la lucha porque sin quererlo me vi involucrada por él mismo y así mi familia. Cuando Suñol se esconde en los predios de su familia en Las Cruces, a través de sus hermanas comienzo a tener contacto real con los del Movimiento 26 de Julio en Holguín, traslado armas, vendo bonos. Le llevo recados a Delio Gómez Ochoa, a las hermanas de este, Mimí o a Norma.

Suñol decía que yo no aguantaría subir la Sierra, era muy flaquita, no pesaba 95 libras. Pero, a finales de 1957, me manda a buscar, preparado mi viaje y entrenada para burlar al enemigo, iba como habanera, siendo yo una guajirona, que nunca había salido de Holguín, ahora lo recuerdo y me parece increíble que se nos ocurriera eso. Así, en enero de 1958, comienzo mi escalada a los picachos de la Sierra Maestra.

Pasé trabajo caminando, eso fue una agonía, Ignacio Pérez, nunca se me olvida, estaba convaleciente de una herida que le habían dado, y otros dos compañeros más que no sé el nombre me acompañaron. Este me trató bien, pero los otros… Nunca había caminado así, entonces, ellos no descansaban, era camina, camina, no me querían ayudar con el saquito. Hasta que por fin llegamos a la Sierra Maestra, al campamento. De esta manera cumplí mi primer ciclo como guerrillera novata.

Mi encuentro con Celia y Fidel, no lo olvido, ella sin dejar de escribir me hizo muchas preguntas acerca de mi familia y el viaje, luego me presentó a Fidel, este dijo: que bueno, ahora va a ver más mujeres. Entonces Suñol metió la cuchareta y dijo: No, pero ella se va. Dice él (Fidel) ¡Ah.....! Bueno yo no te digo ni que te quedes ni que te vayas.

En Holguín me habían despedido de la Dulcería Red donde trabajaba, porque no quería atender al Sargento Vidal, [6] ni a los masferreristas; [7] más era un secreto a voces que Eddy Suñol, mi esposo, estaba alzado junto a Fidel y, que yo pertenecía al Movimiento 26 de Julio, mi vida peligraba en aquella ciudad donde reinaba la detención, la tortura y el asesinato de los revolucionarios. La vía más segura de mantenerme con vida era unirme a Suñol en la Sierra Maestra. Sin embargo, fue fuerte la resistencia de este a que me quedara. Pero, así, en aquella tropa que caminaba sin cesar, cada vez más adentrándonos en el lomerío del sur de Oriente, me fui quedando.

Para lograrlo tuve que igualarme a los guerrilleros más curtidos y valerme de muchas mañas, subíamos y bajábamos lomas sin parar, no había agua, se me reseca la garganta solo de acordarme que no teníamos ese precioso líquido a la mano. Un día sin agua, diciéndome los compañeros: - no te preocupes, al llegar al río paramos. Confundiéndose con el ocaso al fin el río, ya no tenía ni sed, no sé lo que sentía. Yo iba con la menstruación, no quiero acordarme de eso, me daban muchos dolores y no podía decir nada. Tirando cosas que los que venían detrás recogían. Yo siempre caminaba delante de Suñol, pero cuando quería soltar algo me quedaba detrás. Acampamos cerca del río, subió el nivel del agua en la madrugada, mi mochila se mojó. Celia me salvó entonces.

Fue durante el combate de Pino del Agua II, que sentí el estampido de los tiros continuados, también vi el primer herido, una mano destrozada. Celia se me acercó y me dio ánimos de manera muy delicada, al decirme: Llegó un informe: -Suñol se apoderó de una ametralladora, todo va a salir bien-. Después de largas y azarosas caminatas, pasar la prueba de combates y ver los heridos, mi condición de guerrillera no se cuestionaba.

La muestra fue la encomienda de mi primera misión, importante según considero. Celia me consultó si me atrevía ir a La Habana, le digo que sí, sin consultar a Suñol, lo cual denota que me encuentro bajo las órdenes de Fidel. Ella con su característica conciliatoria me dice: -no te preocupes yo le aviso a Suñol. Entonces me prepararon el documento era muy chiquitico, pero lo envolvieron con mucha precinta transparente, hasta que se hizo un paquete gordo, y se colocó en una íntima preparada de tal manera que pareciera que la usaba por necesidad. El Ché me llamó y me dijo te llevas a mi mejor ayudante, me echó el brazo por los hombros y me dice, puedes ir tranquila que él te va a cuidar.

El objetivo de ir a La Habana era llevarle un documento de Fidel a Pardo Llada, en el cual, invitaba a los periodistas del país, a que subieran a la Sierra para que vieran la realidad de la guerrilla, para que escribieran sobre la vida del guerrillero. Sabía el contenido del mensaje, además Celia me dice que le diga a Acacia, [8] que van a abrir otros frentes de combate.

Llegar a La Habana me trajo el alivio de extraer de entre mis piernas, la maloliente y endurecida íntima. En este viaje contacto con Acacia y Flavia[9]. Ellas me arreglaron de tal modo, que parecía otra persona. En la tarde Acacia me lleva a ver a Pardo Llada, el cual se puso muy nervioso, se alarmó, pero luego de leer el mensaje, me dijo que fuera tranquila que él cumpliría el encargo. Más tarde oímos por la radio la lectura de esta carta. Pensé con orgullo, cumplí.”

Pardo Llada en Memorias de la Sierra Maestra, recordaría este momento que nos narra Lolita: {{Sistema:Cita|“Otro de los que en La Plata sanó de gravísimas heridas recibidas en combate, fue Suñol, de los más bravos capitanes de la Sierra, a quien acompañaba su esposa “la suñola”. La señora de Suñol, en una de sus riesgosas misiones que tuvo que realizar de la Sierra a La Habana, fue que me entregó, junto con la hermana de Celia Sánchez, la célebre carta de Fidel donde pedía – en abril de 1958 - la presencia de una Comisión de Periodistas en la Sierra Maestra”. [10]

Lola nos relata:

“De regreso, vine con otra misión: trasladar una enfermera desde La Habana hasta la Sierra, de esta muchacha no recuerdo el nombre, se que estaba en la clandestinidad en La Habana y no podía seguir allí, aprendí a no preguntar, entre menos sabías mejor. Cuando llegué Celia me dijo ya han llegado periodistas.

Celia me pide que fuera a Santiago a llevar un periodista, salimos a caballo y después a pie. Nos montaron en una avioneta desde Bayamo hasta Santiago, nunca había montado un artefacto de aquellos. El piloto era un compañero del Movimiento. Lo dejé en Hotel Versalles. Luego me encontré con Vilma[11] y otros compañeros que me mudaban de casas constantemente. Vilma me preguntó si me atrevía a llevar unas balas para allá arriba, yo dije que sí.

Nos pasamos una noche cociendo la falda, eran 500 balas 30-06, unas balas grandísimas, me ajustaron bien la saya, me pusieron una falda negra, de esas can can que le decían, y unos cascabelitos aquí, (en el hombro) como de navidad, entonces yo los sonaba como haciéndome la guanaja, para despistar. Además me dieron un maletín, con un instrumental médico, de dentista. Me llevaron para el aeropuerto, eran dos muchachas que me dijeron:- en caso de que te cojan presa tú no nos conoces. Yo digo: ¡no, jamás!

El hombre que recibía los equipajes quería pesarme, porque decía que yo traía mucho almidón, entonces no me quedó otro remedio que coquetearle. Creo que gracias a ello, por fin, montamos en el avión y salimos. Estaba quedándome dormida cuando me dicen, hay que virar para Santiago, por un desperfecto del avión. Ahí si me c...., de miedo. Yo traía un rosario, lo saqué y hice como si rezara, y empecé a decir, que se caiga, que se caiga el avión, que se estrelle, miraba por la ventanilla y veía lomas por un lado y por otro agua, y seguía diciendo que se caiga, que se caiga. Por mi mente pasaba la idea de que mandaron a virar el avión para cogerlo preso, registrarlo, porque había sido descubierta, y a lo mejor otros más que como yo cargaban encomiendas para la libertad. Al acercarnos al aeropuerto sentía el sonido ensordecedor de las sirenas de ambulancias, pero me decía: -esas son perseguidoras.

Sin embargo, era cierto que el avión tenía problemas técnicos. Salí un rato, caminé, me dije, tengo que controlarme, no puedo entrar en pánico. Todo aquello pasó y al llegar a Bayamo, pedí una máquina con mi maletincito y mi falda cargada con 500 balas, cuando fui a pagarle al chofer vi que traía un fusil, era un chivato. Al otro día, me buscaron un compañero y me subieron a la Sierra, también llevaba un mensaje de Vilma para Fidel sobre la huelga. Cuando yo se lo dije a Celia ella dijo: - Fidel, oye esta es la fecha de la huelga.

También cumplí la misión de ir con Dermidio Escalona hasta Santiago y de ahí acompañé a Delio Gómez Ochoa hasta La Habana. Comenzamos a bajar el Día de las Madres, del año 58, bajamos Delio Gómez Ochoa, Dermidio, Pepito Argibal, [12] y yo. No sabía a qué Delio iba a La Habana, después es que me entero.

Delio ha testimoniado que:

“Al salir de la Sierra Maestra, en mayo de 1958, fui designado como Delegado Nacional del Estado Mayor respondiendo a una estrategia después del revés de la huelga del 9 de abril. Nos enviaron a La Habana con la instrucción de crear algunos frentes guerrilleros y reestructurar el mando de las milicias”. [13]

Dermidio iba designado para Pinar del Río.

“Delio se había quitado la barba, eso fue una cosa inaudita, su piel blanca denotaba a la legua que se había rasurado; pero así y todo, pasábamos el riesgo de levantar sospecha. En aquellas misiones nos ocurrían muchos imprevistos. Un día fuimos a una visita y recuerdo que me preguntan: -oye, ¿de quién tú eres hija?, a mí se me había olvidado el nombre que debía decir, y yo miraba a Acacia con los ojos bien abiertos como preguntándole para que me sacara de aquel apuro, entonces, al comprender la situación dijo con gracia: -ella es la hija de Rafael, [14] esas cosas nos pasaban a cada rato.

Cuando regresé a la Sierra me presenté a Celia, le dije que cumplí, que de regreso había llegado a Holguín, enseguida se puso muy contenta, preguntándome por mi familia, por mi mamá, pues Celia era de mucho detalle. Yo le dije que había visto la mamá de Suñol, y se puso tan contenta como si hubiera sido ella, también conversamos sobre el papá de Celia, el cual conocí, también me relacioné mucho con Acacia, con Flavia, las hermanas de ella, a todas ellas las conocía.

En esa etapa comienza la ofensiva del Ejército de Batista contra el Ejército Rebelde. Ya estábamos en la preparación para la contraofensiva. A Suñol lo dejan de Jefe del pelotón, al irse Delio. Hay otras mujeres que se incorporan en esta etapa. Mi papá y mi hermano también. Recuerdo que cuando se estaba haciendo el hospitalito mi papá ayudó en su construcción, así que él llega antes de la ofensiva. La Plata era la Comandancia, se operaba en otros lugares, pero a la comandancia nunca la pudieron tocar.

De donde yo estaba hasta el hospital, había que cruzar seis u ocho pasos de río. Una noche llevé al hospital a un niño enfermo, de la casa donde estaba, el médico me pidió ayuda, pues no daba a vasto para curarlos e inyectarlos. Fue la primera vez que hice de enfermera, nunca había inyectado. Inyecté a todos, eran cosas así, que uno se veía obligado a hacer. Martínez Páez operó a Suñol, dentro de una cueva, por los bombardeos, pues en esos momentos el combate era duro. Cuando se dio la orden de sacar a todos los heridos para La Plata, yo no tenía zapatos, me puse unos de un muchacho que se murió. Los zapatos me quedaban grandes y me hicieron unas ampollas...., llegó un momento en que tuve que botar los zapatos y seguir descalza hasta llegar a La Plata. Ahí estuvimos hasta que salimos para acá para Holguín a crear el IV frente guerrillero.

Suñol estaba hospitalizado, aún convaleciente, yo permanezco con él, además hacía cualquier cosa, limpiar, cocinar, ya teníamos el hospitalito con camas. Suñol va a la Comandancia, que no estaba lejos, Fidel le habla de crear el pelotón de mujeres. De eso, me enteré después. Estaban Rita, Angelina, Lilia, Isabel, a ellas yo no las conocía porque ellas estaban en La Pata de la Mesa con el Che. A estas dos últimas las mandan a buscar.

Suñol, era opuesto a la formación de este pelotón, él decía que cómo le iban a quitar un fusil a un hombre para dárselo a una mujer. Que las mujeres cuando vieran una rana iban a soltar el grito y soltaban el fusil. Verdaderamente Fidel no llega a convencer a Suñol, Lalito[15] tampoco estaba de acuerdo con que las mujeres pelearan.

Creo que al otro día es que Fidel les habla de bajar un pelotón a la costa norte. Ya habían salido el Ché y Camilo. Sé que Suñol tiene que buscar, a Minas del Frío, la gente con las que bajaría al norte de Oriente. Fidel le hace una prueba a Suñol a ver si podía disparar, pone un blanco y Suñol lo batió.

Combatientes de la Columna 16 “Enrique Hart”, pertenecientes al campamento de Los Berros. De pie de izquierda a derecha, Eloisa Ricardo, una compañera sin identificar, Laura Sierra, Fernando Basante, Caridad Fernández, la Gallega e Irma Díaz.

Entonces se forma el pelotón de Las Marianas, ponen a las dos más viejas eran Isabel y Lilia, que eran hermanas, y Teté. Pero entre Isabel y Teté las ponen a disparar, la que mejor tirara era la que saldría como jefa del pelotón, y la que mejor tiró fue Isabel, Teté quedó como segunda. Fidel ordena a Suñol que además de los hombres de la columna, bajara con cuatro integrantes de aquel pelotón, ellas fueron Isabel, Lidia, Teté y la Gallega[16] y, luego incrementar ese pelotón. Yo bajo porque era la mujer de Suñol, no formo parte de Las Marianas. Suñol no tuvo otra alternativa que acatarlo.

La creación de esta estructura femenina dentro del Ejército Rebelde obedeció al reclamo de aquellas muchachas, integradas a la lucha guerrillera, de combatir al ejército de la tiranía con las armas. Fidel, quien atendió la justa demanda, confió en las posibilidades de la mujer en el combate y, pese a los criterios opuestos a esta idea, convocó en una reunión a los miembros del mando rebelde, y luego de varias horas de debate, el poder de convencimiento del máximo líder prevaleció. De esa manera, el 4 de septiembre de 1958 quedó constituido el pelotón femenino del Ejército Rebelde Mariana Grajales, el que pasó a la historia como Las Marianas, integrado por trece mujeres. La participación de esta fuerza en las acciones combativas y de retaguardia demostró que aquella fue una sabia decisión.

En el caso del pelotón capitaneado por Eddy Suñol Ricardo y como segundo Raúl Castro Mercadé, con alrededor de 65 integrantes, le fue asignada una escuadra de ese pelotón femenino. El 9 de octubre de 1958, en la mañana, parten de la Sierra Maestra a los llanos, con la misión de fijar fuerza en Holguín. La mayoría de los hombres albergaban la esperanza de que, aquellas mujeres, vencidas por la extenuación y los horrores de la guerra abandonarían la idea de empuñar las armas. Más, la historia se encargaría de demostrar todo lo contrario.

Lola nos narra:

“La travesía hacía Holguín, fue muy, muy difícil, terrible, el fango era a veces a media pierna, el agua, los mosquitos. Nos pasaron muchísimas cosas en esa travesía, Teté caminando se dormía, nosotras la despertábamos. Pero nunca se quedaron atrás, había hombres que se quedaron atrás, pero las mujeres, ninguna, siempre estuvieron en la avanzada.

Hasta que llegamos a Cauto el Paso, por ahí, donde los alzados nos recibieron, fue dramático, caminábamos la noche entera sin parar, a veces nos perdíamos. Prácticamente no descansábamos, porque ya cuando logramos hacer campamento la gente de los alrededores no nos dejaba dormir. Los campesinos iban, querían ver las mujeres, ver los rebeldes, para ellos era un acontecimiento, entonces teníamos que levantarnos.

Una parte ahí, llegando a Las Cruces de Purnio, era una zona que Suñol conocía, igualmente la gente que contactó. Además, Nelda en una avanzada desde la Sierra había creado las condiciones en la zona para recibirnos. [17] Ya en Las Cruces fue otra vida, siempre nos quedábamos en casas, nos atendían.

Finalmente, el pelotón capitaneado por Suñol, llegó el 24 de octubre a la Sierra de Gibara, zona de gran importancia estratégica por su dominio de la carretera que va de Tunas a Holguín pasando por Puerto Padre, Delicias Chaparra y otros puntos de interés, donde era posible la instalación de una estación de radio y el boicot a las elecciones generales de noviembre. [18] Además, las fuerzas de Lizardo Proenza y Fabio Quesada engrosaron las filas de este pelotón que, establece su capitanía en un lugar conocido como La Yaya.

Lola nos dice que:

“En la zona habían muchos escopeteros, ya desde que cruzamos la carretera central, Suñol comienza a organizar, a citar a la gente, se le había pasado aviso a la gente que Suñol iba a llegar, a reorganizar, a Lizardo Proenza, Fabio Quesada también se presentan, ya creo que después de la presa es que comienza a citar a todo el mundo y a organizarse.

En este campamento ayudaba a todo, a cocinar, a arreglar la ropa, a cocer, bueno, muchas cosas. Allí estaban Teté, Isabel y Lidia, ellas estaban en una escuadra, que habían cantidad de hombres también, ahí por ejemplo Isabel que era la jefa se encargaba del suministro de la comida, de todo el avituallamiento, Teté atendía de comida a todas las escuadras, los zapatos, los problemas de la zona. Mira, nosotros no nos encontramos problemas en ese lugar, fuimos bien recibidos por los pobladores.

Se construyó un hospitalito que lo atendían el doctor Díaz Legrá, Saínz, Pepito Zayas y un enfermero viejo. Con nosotros estaban los padres de Suñol, porque a ellos le desbarataron la casa aquí en Holguín, ellos se fueron para la Sierra. En el Tumbadero permanecían las avanzadas, las otras escuadras. Nosotros éramos el pelotón 3 de la columna 14 del IV frente.

Lola nos cuenta:

“Nunca combatí, permanecía en el campamento, las tropas salían de operaciones, pero yo siempre fuera del peligro.

Sin embargo, el coraje mostrado por Las Marianas, comenzó a cambiar la concepción que de las féminas defendía Suñol. En la toma del Acueducto de Holguín, llamado el Combate de la Presa, el 21 de octubre, se generalizó un combate con fuerzas del Ejército de la dictadura, en el que las mujeres fueron decisivas en la derrota asestada a este. Lolita nos cuenta:

En la presa, las primeras que vieron al ejército fueron Isabel y Teté. Allí las mujeres se destacaron, rompieron record y Suñol lo reconoce, incluso estaba con dudas, aun cuando Fidel las designa para el pelotón de Las Marianas, pero después él dijo: -la duda la perdí cuando las vi pelear-. Se fajaron palo a palo.

En un parte oficial de guerra reconoce que en esta acción se destacaron “con valentía inigualable 4 mujeres al mando de la Dra. Isabel Rielo […]”.[19] Días después, las operaciones cobran intensidad a medida que se acercaban las elecciones generales del 4 de noviembre. Este pelotón corta la electricidad a Holguín, Gibara y otros poblados, entre otras acciones, le ocasionan el día 2 de noviembre obtienen una contundente victoria en el cerro de Los Güiros, sobre el ejército de la dictadura, pero Suñol sale gravemente herido.

Cuando hieren a Suñol es Isabel la que se queda al mando del grupo que estaba peleando allí, lo sacan herido y ellas son las que avanzan, cuando Suñol, ordena avanzar, son ellas las primeras que avanzan. Y eso fue en el llano, no fue eso de que se metían detrás de un palito o algo de eso. Ahí demostraron su valor. Además dentro del ejército de Batista había comentarios que dentro de los rebeldes había mujeres combatiendo, al verlas así pelear creo que se amedrentaron. Del ejército algunos pudieron escapar, pero fueron muy pocos. La lucha fue cuerpo a cuerpo, y cuando Suñol hace responsable del grupo a Isabel, ella asumió el mando. A Suñol lo trasladan para el hospital. También es ella quien le hace las primeras curas hasta que llega el médico, hasta para eso ella era valiente. Teté, por otra parte, en la organización poniendo postas. La vida del campamento la dirigieron ellas hasta que se incorpora Omar Iser y Raúl Castro Mercadé, quien era el segundo al mando.

En verdad, las mujeres del pelotón, desde que comenzaron a bajar de la Sierra hacia los llanos demostraron quiénes eran, fueron ejemplo, porque muchos hombres quedaban rezagados y ellas no, ninguna protestó, fueron corajudas.... eran muy organizadas, disciplinadas, llegaban a un campamento y lo mismo Isabel que Teté, se preocupaban por el asunto de la comida que todos comieran, curaban llagas, atendían a los enfermos. Éramos setenta y pico, un pelotón grande.

Yo me quedé en el mes de diciembre en la Sierra de Gibara, la tropa bajó y se quedó la posta abajo, en el Tumbadero, para proteger la Capitanía. Salían a hacer operaciones y volvían para allí, allá arriba jamás en la vida subieron los guardias de Batista.

Un día por la mañana, estaba en la Capitanía, y alguien subió con la noticia de que Batista se había ido del país. A esa hora nosotros queríamos avisarle a Ramón y a Vica, los padres de Suñol, ellos estaban en una casa que uno la veía y parecía cerquita, pero era lejos, porque para llegar a ella debíamos bajar una loma y subir otra. Nosotros empezamos a vocear que se había ido Batista, lo oímos por radio también. Recuerdo que dimos la alarma, pero yo dije: que va, yo me voy, porque, además, Suñol me mandó a buscar, y metí patas pa bajo pa correr y hubo momentos que yo, no podía casi respirar, me ahogaba, aquello era piedra viva, diente de perro, no es que fuera un camino, sino que era bajando loma, pero diente de perro. Pero no paraba de correr, hasta que no pude más y un campesino me montó en un caballo.

La emoción y la carrera me ahogaban. Porque, eso era otra cosa, yo corría y voceaba al mismo tiempo, a la gente que venía detrás que me alcanzara y llegué al Tumbadero, había un jeep en el que me monté y vine para Aguas Claras. No recuerdo la hora en que llegué, pero era temprano y, ahí estábamos en una casa, recogidos porque se pensaba que iban a bombardear o que los del ejército pusieran una trampa, el caso era que no nos dejaban salir.

Una posta nos avisó que el pueblo venía avanzando por la carretera, yo, lo único que recuerdo es que veo a mi mamá por la carretera en una curva a lo lejos, de Holguín para allá, el pueblo se tiró para allá, entonces yo salí, y Suñol me decía no vayas que viene el ejército atrás, el me gritaba, pero yo no le hice caso, salí corriendo para recibirla, sé que la besé y de ahí para adelante no recuerdo nada. El agotamiento, la emoción me paralizaron y caí desplomada.

Entramos a Holguín por la madrugada, ya era el día dos de enero, entramos por la calle Fomento, ahí Suñol tenía una prima y fue el primer lugar en el que paramos, la calle se llenó, el pueblo con quinqués, candiles, no había luz, y de ahí seguimos, el pueblo decía que había manferreristas con armas en las azoteas que nos cuidáramos. Cuando veían una mujer entre los rebeldes se volvían locos, también les llamaba mucho la atención los hombres con pelos largos.

De ahí fuimos a La Plaquita, donde vivía mi mamá, Suñol salió a ver cómo estaba la situación en el pueblo y me recogió por la mañana para ir de nuevo para Aguas Claras, por temor a la reacción del ejército, pero bueno no llegamos a ir y me dejó en La Plaquita con mi familia, el ejército se había entregado incondicionalmente.

Lolita, solo portó un fusil después del triunfo, cuando como miliciana en La Habana, le correspondía la guardia en una de las dependencias revolucionarias. En una de estas, Fidel la encontró y, según nos relató Lola:

“ ella se puso muy nerviosa, pero a él se le avivó el rostro de alegría al verla con el uniforme y el arma y le dijo: Tú ves, Suñol ya entendió. No usaste el fusil en la guerra, pero sí para defender la Revolución.

Sin lugar a duda, la mujer cubana y holguinera cuenta con ejemplos paradigmáticos de patriotismo y valentía. Entre tantas, Lidia Doce (holguinera), junto a Clodomira Acosta, fueron de las colaboradoras que más aportaron a la liberación, incluso sus vidas. También, de conjunto con Las Marianas son las más estudiadas y divulgadas sus vidas ejemplares, aunque todavía, estas indagaciones resultan insuficientes[20]. Muchas otras mujeres como Dolores Feria, la Suñola, son desconocidas para la mayoría o solo recuerdan su historia heroica en círculos locales. Urge encontrarlas, y dar a conocer esas vidas que en la cotidianidad de la vida guerrillera se hicieron grandes.

Referencias bibliográficas

Fuentes

  • Fuente Mayra San Miguel Aguilar
  • Abreu Cardet, José y José R. Murt Mulet: Orlando Lara, capitán del llano, Colección Premio de la Ciudad, Ediciones Holguín, Holguín.
  • Abreu Cardet, José y otros: La columna 32 en combate, Ediciones Holguín, Holguín, 1987.
  • Comisión de Historia de la columna 19 “José Tey”: Columna 19 José Tey, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1982, pp. 244 – 245
  • Guevara, Ernesto Che: “Papel de la mujer”, en La guerra de guerrillas, cap. III, “Organización del frente guerrillero”, Escritos y Discursos, t. I, La Habana: - Editorial de Ciencias Sociales, 1972, p. 131.
  • Instituto Cubano del Libro: Moncada, Editorial de Ciencias Sociales, Edición Homenaje al Vigésimo Aniversario del 26 de Julio de 1953, La Habana, 1973, p. 183.
  • Murt, José R. y José Abreu Cardet: El Comandante Suñol, Ediciones Holguín, 1991, pp. 111 –113.
  • Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Citado por José R. Murt Mulet y José Abreu Cardet en El Comandante Suñol, Compilación Histórica, Ediciones Holguín, Holguín, 1991.
  • Pardo Llada, José: Memorias de la Sierra Maestra, Editorial Tierra Nueva, Patronato del Libro Popular, Primera Serie, Vol. 1, La Habana, 1960.
  • Puebla, Teté: Marianas en Combate: Tete Puebla & El pelotón femenino Mariana Grajales en la guerra Revolucionaria Cubana 1956-58, Editorial Pathfinder, 2003.
  • Entrevista realizada por la autora a Dolores Feria, en Holguín, mayo de 2004.