Jenny Von Westphalen

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NombreJohanna Bertha Julie
Nacimiento12 de febrero de 1814
Salzwedel,LondresBandera de Inglaterra Inglaterra
Fallecimiento2 de diciembre de 1881
Causa de la muerteCáncer
NacionalidadInglesa
Otros nombresJenny von Westphalen
CónyugeKarl Marx
HijosEnny Carolina,Jenny Laura,Edga,Henry Edward Guy,Jenny Eveline France,JennyJulia Eleonora

La Baronesa Johanna Bertha Julie "Jenny" von Westphalen Salzwedel, (12 de febrero de 1814 - Londres, 2 de diciembre de 1881) fue la esposa del pensador y revolucionario Karl Marx. Se comprometieron en 1836 y se casaron en 1843. Tuvieron seis hijos.

Síntesis biográfica

Jenny von Westphalen nació en Salzwedel en una prominente familia de la aristocracia prusiana. Su padre, el Barón Ludwig von Westphalen (17701842), era un ex viudo con cuatro hijos anteriores, que sirvió como "Regierungsrat" (funcionario que tiene un alto cargo en la Administración) en Salzwedel y en Tréveris.

Su abuelo paterno el Barón Christian Philip Heinrich von Westphalen (17231792) había sido de facto "jefe de gabinete" del Duque Fernando de Brunswick durante de Guerra de los Siete Años. Su abuela paterna, Jeanie Wishart (17421811), fue una noble escocesa: su padre George Wishart (17031785) fue un descendiente directo del noveno Conde de Angus y de señora Agnes Keith, esta última a su vez descendiente directa del rey Jacobo I y la Real Casa de Estuardo, mientras que la familia de su madre eran duques de Argyll, que durante siglos fue la familia aristocrática más poderosa de Escocia. Su madre, la Baronesa Amalia Julia Carolina von Westphalen (née Heubel), vivió desde 1780 hasta 1856. El hermano de Jenny von Westphalen, Edgar Gerhard Julius Oscar Ludwig von Westphalen (18191890), fue compañero y amigo de Karl Marx y otro de sus hermanos, el Barón Ferdinand Otto Wilhelm Henning von Westphalen, fue el Ministro del Interior de Prusia, desde [[1850–1858.

Nacimiento

Jennifer von Westphalen, nacida baronesa en febrero de 1814, en el seno de una familia de la nobleza prusiana, se crió en Tréveris, ciudad en la que nació Karl Marx, donde se conocieron y compartieron su infancia y adolescencia como vecinos y amigos, Jenny participaba de las recepciones que brindaba su aristocrática familia y era conocida como “la reina de los bailes de Tréveris.

Su lucha revolucionaria

Jennifer,abandonó ese estilo de vida para elegir otro camino el de la lucha de la clase obrera. Ya desde joven cuestionaba las ideas de su padre, simpatizando con la “fiesta de Hambach”, una manifestación de 1832 en la que estudiantes, intelectuales, campesinos y burgueses liberales proclamaron la unidad de Alemania. Con su hermano Edgar y su amigo Karl Marx pasaban largas horas hablando sobre la revolución.

Su noviazgo

A los 22 años inicia un noviazgo a escondidas con Karl Marx, cuatro años menor. ¡No era aceptable que una baronesa iniciara una relación con un hombre que no se hubiera “establecido” económicamente! Pero Marx nunca lo estará, algo que a Jenny no le importó.

Su casamiento

Se casan el 21 de mayo de 1843 y Jenny se transforma en alguien imprescindible para él que, durante su luna de miel, redacta La cuestión judía. Ella es la primera en leer todo lo que Marx escribe con una letra que es indescifrable, excepto para su esposa. Por eso, Jenny es la encargada de “traducir” sus textos, pasarlos en limpio y enviarlos a las editoriales. Así, se convirtió en una de las primeras en comprender sus ideas, dedicando su vida a luchar junto a la clase trabajadora y participando incluso de las discusiones con el filósofo Ludwig Feuerbach y los anarquistas Proudhon y Bakunin. Su hija menor, Eleanor, dirá:

“se casó mi padre con su amiga y camarada”.

La familia

Sus hijos:

  • Enny Carolina (18441883) (fue esposa de Charles Longuet)
  • Jenny Laura (18451911), nació en Bruselas, Bélgica y fue esposa de Paul Lafargue
  • Edgar (18471855), recibió el nombre de su tío Edgar, el hermano de Jenny von Westphalen
  • Henry Edward Guy (nació en Colonia, Alemania en 1849; murió en Londres, Inglaterra en 1850)
  • Jenny Eveline Frances (18511852)
  • Jenny Julia Eleonora (nació en enero de 1855; murió en 1898, a los 43 años de edad.)
  • Un niño sin nombre, que nació y murió en julio de 1857

En julio de 1844, Jenny está en Tréveris con su hija Jennychen y vive de cerca la revuelta de los tejedores de Silesia, que reclaman jornada de doce horas y descanso dominical. Le escribe a Marx, que está en París:

“es justamente, una vez más, la prueba de que una revolución política es imposible en Alemania, pero que están presentes aquí todos los gérmenes de una revolución social”.

Esta carta, publicada en un periódico parisino, es su primera colaboración con la causa revolucionaria.

La familia vivía de préstamos y, en enero de 1845, surgen más complicaciones: Marx es expulsado de París, el primero de una larga lista de exilios forzosos.

Sus labores como revolucionaria

Jenny siempre se ocupó de saldar las deudas, empeñando lo poco que tenían; pedía préstamos o adelantos de herencias a sus familiares. Pero estas penurias no eran una carga: ella eligió a Marx como marido, pero también eligió, libre y concientemente, la lucha por la revolución proletaria. Cuando a fines de 1847, en el IIº Congreso de la Liga Comunista, le encargan a Marx la redacción de un manifiesto, Jenny se sumerge en la tarea junto a su marido y su amigo Engels: transcribe, redacta, opina. El resultado fue el Manifiesto del Partido Comunista. Un sastre que la conoció escribió: “rebosaba entusiasmo por el movimiento obrero, y el menor éxito alcanzado en la lucha contra la burguesía la encantaba”.

Jenny fue una importante colaboradora en la transcripción de los originales de El Capital, que la sabía una obra que marcaría la historia, desenmascarando a la burguesía y mostrando a los trabajadores la existencia finita de un sistema de explotación que los oprime a diario. Por eso ayudó a promocionarlo, escribiendo cartas a diferentes redactores de periódicos alemanes. También se encargó de la correspondencia de la Asociación Internacional de Trabajadores, la Iº Internacional.

Jenny y Marx fueron padres seis veces, aunque sufrieron la pérdida temprana de tres de sus hijos. Jennychen, Laura y Eleanor fueron quienes sobrevivieron a esos tiempos difíciles de deudas, deportaciones y miseria. Pero Jenny siempre logró sobreponerse a las angustias, porque su ardor revolucionario la fortaleció.

Jennifer von Westphalen abandonó su cuna privilegiada para sumarse a la causa proletaria, comprendió plenamente a uno de los hombres más importantes de la historia y compartió con él, no sólo el amor y una familia, sino el profundo anhelo de un mundo liberado de la explotación descarnada de millones de trabajadores y trabajadoras, por un puñado de parásitos. Como escribiera Karl Marx, “quienquiera que conozca la historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino”. Jenny es una de esas mujeres que deseó, previó y supo acompañar el germen de esos cambios sociales, con pasión y fortaleza.

Muerte

Murió el 2 de diciembre de 1881, víctima de un cáncer.

Carta de Karl Marx a Jenny

21 de junio de 1856

Querida mía

De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, ni puedas contestarme. Por más malo que sea tu retrato, me sirve perfectamente, y, ahora, comprendo por qué perfectamente, y por qué hasta las "lóbregas madonnas", las más imperfectas imágenes de la Madre de Dios, podían encontrar celosos y hasta más numerosos admiradores que las imágenes buenas. En todo caso, ninguna de esas oscuras imágenes de madonna ha sido tan besada, ninguna ha sido mirada con tanta veneración y enternecimiento, ni adorada tanto como esta foto tuya, que si bien no es lóbrega, sí es sombría, y en modo alguno representa tu hermoso, encantador y "dulce" rostro que parece haber sido creado para los besos. Yo perfecciono lo que estamparon mal los rayos del sol y llego a la conclusión de que mi vista, por muy descuidada que esté por la luz del quinqué y el humo del tabaco, es capaz de representar imágenes no sólo en sueños, sino también en la realidad.

Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso... el falso y vacío mundo se forma una idea superficial y equivocada de las personas. ¿Quién entre mis numerosos calumniadores y maldicientes enemigos me ha reprochado alguna vez valer para el papel de primer galán en cualquier teatro de segunda categoría? Pero es que soy así. Si esos canallas tuvieron siquiera una gota de sentido del humor, habrían garrapateado en el anverso "relaciones de producción y cambio" y en el reverso me habrían dibujado postrado a tus pies, "mire este dibujo y el otro", rezaría la inscripción. Pero los canallas son tontos y seguirán siendo necios in secula seculorum.

La separación temporal es útil ya que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras que las minucias de la vida diaria, al tropezar con ellas, crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios que, como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.

Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia le sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.

Adiós, querida mía, te mando a ti y a nuestras hijas miles y miles de besos.

Tu Carlos

Poemas de Marx a Jenny

Sin titulo

Oh, junio, ven y traéme acciones, que nuevas acciones ansía nuestro corazón jenny Marx.

todavía quedará algo que encontrar, quien hablará derritiendo suspiros un fluir de gentiles lágrimas te cegarán a lo largo de la luz.

no puedo realizar en la calma lo que se impone a mi alma y,huyendo de las comodidades y el reposo, me precipita siempre en el combate.

querría conquistar todo lo que otorgan los dioses,

explorar intrépidamente el dominio de las ciencias,

afirmar mi maestría en la poesía y en el arte. hay que atrverse a emprenderlo todo, sin tregua ni descanso,

huirde la apatía que nos aparta de la voluntad y de la acción,

no refugiarse en estériles miditaciones y no doblegarse vilmente ante el yugo,

pues siempre nos quedarán el deseo

y la esperanza que nos llevan a la acción.
Mi Mundo

¡Ah!,cuando tus labios susurraron tan sólo una tibia palabra.

entonces me sumergí en loco éxtasis, desamparado fui barrido a lo lejos.

Desde lo más profundo de mi alma, en nervio y espíritu fui afligido como un demonio,cuando el gran mago atacó con relampagueante empeño y hablo.

¿Por que deberían las palabras intentar forzarse en vano, siendo sonido y nebuloso cansancio que es infinito, como el dolor anhelante

como tu mismo y como el todo?

Fuentes

Fuente consultadas en:

  • Consultado en la Revista Somos Jovenes/casa editorial Abril.no 318 sept 2011