La Lupe
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Lupe Victoria Yolí Raymond, conocida como La Lupe (Santiago de Cuba, 23 de diciembre de 1936 - Nueva York, 28 de febrero de 1992) fue una cantante cubana.
Algunas fuentes apuntan a que su nombre de nacimiento fue Guadalupe.
Trayectoria artística
Sobre sus primeros pasos en el arte, en 1954, cuenta: «Un día me fugué de la escuela para participar en un programa radial de aficionados con una imitación de otra artista muy famosa, de nombre Olga Guillot, y gracias al Señor, gané el primer premio». Interpretó Miénteme, obra de la que Olga Guillot había hecho una creación; la imitó, no había otra manera de ganar en el programa La Escala de Chanlí, dirigido por Esteban Arroyo.
Dos músicos santiagueros, Enrique Bonne y Rodulfo Vaillant, la recuerdan de esta manera, Bonne: «Yo la conocí bien. Siempre fue un poco loquita, nerviosa. Pero siempre supo lo que quería. Por eso no me extrañó que llegara a donde llegó. Y porque tenía mucho talento musical. Formalmente nunca estudió mucha música, excepto la que le enseñaron en la Escuela Normal donde estudió para maestra. Lo suyo era natural.» Y Vaillant apunta: «La recuerdo caminando por Santiago, muy inquieta, moviendo la cabeza de un lado a otro, saludando a todo el mundo, riéndose así de una forma atrevida. Era muy inquieta. Desde niña decía que quería ser artista, cantante, bailarina. Le decían Yiyi.» Como la Yiyi la conocerían después muchos cuando se hizo famosa.
En 1955 su familia se traslada para La Habana, y con ella Guadalupe, quien estudia la carrera de maestra, en la Escuela Normal de la Capital. Mientras estudiaba magisterio, da inicio a su carrera artística, como integrante del trío Los Tropicubas, junto a Caridad Fernández, Saena Beliño y Agustina del Pilar (Tina), bajo la dirección de Eulogio Reyes Messias, (Yoyo), con el que hacia 1958 se presentaba en el night club El Roco, situado en la calle O entre 17 y 19, el Vedado; poco después abandona el trío y comienza a actuar como solista en el night club La Red, de la calle 19 esquina a L también en el Vedado; aquí alcanzó su consagración definitiva y un nombre artístico: La Lupe. Aquí la fueron a escuchar Ernest Hemingway, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Tennesse Williams, y algunos dicen que hasta Marlon Brando y Gerard Phillipe. De La Red pasó a otro centro nocturno de similares características: Le Mans, pero aquí no tuvo la aceptación esperada.
Sus actuaciones eran una verdadera orgía de gritos, zapatos quitados, golpes a su pianista acompañante, palabras obscenas, todo con la pasión que la caracterizó a través de su carrera, incluso fuera de Cuba. Su primer LD se tituló Con el diablo en el cuerpo, un calipso con el mismo título original del compositor y pianista Julio Gutiérrez, de la firma discográfica DISCUBA; el disco contenía, además, versiones al español de rock y baladas norteamericanas, todas interpretadas en su peculiar estilo: es decir, a la Lupe. En 1960 le fue otorgado por la disquera Víctor, en ceremonia efectuada en el club La Red, el Disco de Oro, que también otorgaron a Benny Moré, Pacho Alonso y Luis García.
En 1962 viajó —por un contrato que le facilitó un empresario italiano— a Ciudad México y de allí a Miami, y en 1963 a Nueva York, donde, se estableció definitivamente, con esporádicas estancias en Puerto Rico. En Nueva York fue contratada por el conguero Mongo Santamaría, quien la incorporó a su banda, con la que graba Mongo introduce a la Lupe, que enfrenta a La Lupe, de pronto, con la música afrocubana y el jazz.
En este disco participan el saxofonista Pat Patrick, el trompetista Alfredo Armenteros (Chocolate), el pianista René Hernández, importante figura de la pianística cubana en Estados Unidos, y arreglista de la banda Afrocubans, de Machito, dirigida por Mario Bauzá. Pero su éxito definitivo en Nueva York, fue con la orquesta de Tito Puente, que había perdido un poco su popularidad, que trató de recuperar con la incorporación de La Lupe; así lo expresa César Miguel Rondón en El libro de la salsa. Crónica de la música del Caribe urbano: «el personaje que permite que Puente vuele con eficiencia por encima de la debacle es una curiosa cantante cubana [...], que habría de brindarle a la orquesta del timbalero ese toque irreverente, desordenado y malicioso que ya era obligado en la nueva música; y ese personaje no es otro que La Lupe, la mujer que haría en este período, en medio de las deficiencias y la inestabilidad, su reinado absoluto.
Cuando Tito Puente salió en escena apoyando con su orquesta la voz de La Lupe, el ambiente se vio revolucionado. De alguna manera se prolongaba la tradición cubana, la música seguía la fastuosidad característica [...] con La Lupe [...]. Y es que La Lupe surgió en el momento justo: ella, cantando las mismas cosas con el mismo estilo diez años atrás, hubiera pasado completamente desapercibida, la gente la hubiera descartado por tratarse de una cantante gritona, desordenada y falta de respeto [...]. Sin embargo, La Lupe aparece cuando ya la pompa y el glamour han caducado [...]. Y La Lupe, sin ubicarse plenamente en la salsa, bien pudo asumir muchas de sus características y virtudes. Y entienda el lector que no se trata de reparar en el show de La Lupe, en esos zapatos que ella le tiraba al público y en aquel arbitrario striptease que sin ser sexy ella dejaba inconcluso en medio del montuno; se trata, tan solo, de captar su manera de decir la música; ese desorden feliz de guarachas, bombas, sones y boleros que ella produjo a manera de puente entre una época y otra. La Lupe se convirtió en la principal productora de discos de aquel momento; una vez que Tito Puente le dio el espaldarazo, ella siguió por su cuenta con los altisonantes títulos de Reina del Soul Latino y La Yiyiyi [...].»
Su primer gran éxito con la orquesta de Puente fue el bolero ¿Qué te pedí?, del compositor cubano Fernando Mulens, lo que motivó a este famoso timbalero grabar un disco, en el que ella cantara no solo boleros, sino también bossa-nova, chachachá, guarachas, guaguancó, joropo, bomba, merengue, y como algo quizás curioso, cantos de la santería cubana que La Lupe interpretaba a su manera, sin importarle la veracidad de los textos y su melodía. Esto gustó al público neoyorquino, particularmente a los puertorriqueños, dominicanos y cubanos que se sintieron identificados con aquellas piezas, y, en particular, por la forma en que La Lupe las cantaba. Así, la prensa manejada por los latinos la premiaron, en 1965 y 1966, como la cantante más destacada de esos años. Ya con ese aval, Tito Puente decide presentarla, en 1965, en los carnavales de Caracas, Venezuela, con actuaciones por la televisión, teatros, cabarets y hoteles de lujo; para los venezolanos, La Lupe fue toda una revelación, alguien a quien, sin saberlo, esperaban.
Raúl Martínez Rodríguez apunta que «La fama internacional de La Lupe estaba sustentada por su raro talento y por la visión comercial aguda del maestro Puente, plasmados en las exitosas producciones discográficas que realizaron juntos, de las que se pueden nombrar los largas duraciones: La excitante Lupe canta con el maestro Tito Puente (1965), Homenaje a Rafael Hernández (1966), premiada en Puerto Rico con una Placa de Plata, The king and I (El Rey y yo, 1967), y La pareja (The Couple, de 1978), todas con la firma disquera Puente Records, que la convertirían en The Queen of the Soul, por los millones de placas vendidas, algunas de oro, en Nueva York, Puerto Rico, Miami, Venezuela y Panamá.» Y sobre Puente, diría La Lupe años después: «Él ha tenido mucho que ver con mis triunfos, porque descubrió en mí cosas que yo no sabía que poseía en mi voz.»
La fama ganada con la banda de Puente, y sobre todo por su estilo y atrevida e irreverente forma de conducirse en el escenario, le permitieron ser contratada para presentarse en escenarios tan importantes y en cierta manera exclusivos, como el Manhattan Center, el Carnegie Hall y el Madison Square Garden de Nueva York.
La Lupe viaja a Caracas, Venezuela, donde, como en años anteriores, es acogida por un público que la recuerda y admira. Sus éxitos de esta etapa continúan con su encuentro con Catalino Curet Alonso (Tite Curet), de quien graba, entre otros, los boleros Carcajada final, La tirana y Puro teatro. Triunfo total, ni siquiera el boom de la salsa pudo opacar el resultado de público y mercado de la placa Un encuentro con Curet Alonso; la artista volvía por sus fueros de antaño, pero ya comenzaba a declinar como artista.
Bibliografía
- Arenal, Humberto (1997): «La última carcajada de La Lupe». La Gaceta de Cuba (La Habana) (3): 35-37; mayo-ju-nio de 1997.
- Reinaldo Cedeño Pineda. «La Lupe: aún… con el diablo en el cuerpo». SIC (Santiago de Cuba) (29): 30-36, enero-marzo de 2006.
- Tony Évora. «Puro teatro». El Manisero. (Barcelona) (2): 39-41; abril-mayo de 1994; «Lupe Victoria Yolí (La Lupe o La Yiyiyi)». Latin Beat (Nueva York) (5): 24-25, mayo de 1991.
- Raúl Martínez Rodríguez. «La Lupe». Salsa Cubana (La Habana), año 1 (4): 40-41, 1998.
- César Miguel Rondón. El libro de la salsa. Crónica de la música del Caribe urbano. Caracas, Editorial Arte, 1980.
Fuente
- Giro, Radamés (2009): Diccionario enciclopédico de la música en Cuba. La Habana: Letras Cubanas, 2009.
- Cedeño Pineda, Reinaldo (2005): “La Lupe: legendaria, irrepetible”, artículo publicado el 24 de diciembre de 2005 en el sitio web Rebelión.org.