Raúl Kaplún
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Raúl Kaplún. Violinista, director y compositor argentino.
Síntesis biográfica
Raúl Kaplún, es un violinista, compositor y director de orquesta dedicado al género del tango. Nace el 11 de noviembre de 1910 en Buenos Aires Argentina. Aprende música desde muy chico y trabaja profesionalmente en diversos conjuntos, como el sexteto de Miguel Caló y el cuarteto de Armando Baliotti.
Trayectoria
Su padre, Leiser Kaflún, venido de Besarabia, se gana pobremente la vida como vendedor ambulante de gorras y sombreros, que lleva en un gran cesto de mimbre. Clara Finkel, su mujer, es besárabe.
Los dos primeros hijos de la pareja muren de escarlatina. El tercero en llegar al mundo es Israel. Unos inquilinos negros, que ocupa otra pieza del caserón, se encariñan con el chico, y a ellos se debe que su nombre cambiara por el de Raúl. Les parece que así lo llama Clara: «¡Srul! ¡Srul!», porque de esa manera suena Israel en idisch.
Lo envían al «jeider» escuela primaria judía de la sinagoga de la calle Paso, lo mandan a aprender violín con el maestro Marcos Sadoski. Más tarde seguiría sus estudios musicales con José Fraga y por último con el Alemán y muy prestigioso Edmund Weigand.
Cuando está terminando la primaria se presenta a un aviso del diario que pedía violinista. Al llegar se halla con una cola de veinte aspirantes, todos bastante más maduros que él. Pero lo escuchan tocar y se gana el puesto, retribuido con 125 pesos mensuales. Así comienza a acompañar películas mudas en los cines, tocando piezas clásicas con un pequeño ensamble.
Su encuentro con el tango ocurre recién en 1926, cuando Julio Rosenberg le ofrece formar parte de la banda de jazz del cine-teatro Astral, que se inaugura en Corrientes 1639. Ahí, en el palco de la típica está el sexteto de Miguel Caló, al que pronto se integra. Del piano se encarga Armando Baliotti, alias Escombrito, que es uno de los más íntimos amigos de Kaplún. Con Roberto Maida como cantor estrenan “Esta noche me emborracho”, de Enrique Santos Discépolo. Tiempo después Caló parte hacia España con Cátulo Castillo y Kaplún pasa al cuarteto que arma Baliotti, en el Cine Moderno, de San Juan y Boedo. Como el pequeño conjunto gusta, el empresario decide transferirlo a su mejor sala, el Cine Los Andes, en Boedo, y proponer que se ampliara a sexteto. Esto ocurre en 1928, cuando se acerca la era del cine sonoro, con su terrible amenaza de desempleo para los músicos, que acabarían refugiándose en cafés y cabarets, y en la expansión de la radiofonía. Su debut en el éter es a través de Radio Prieto en 1928, pasando en los años siguientes por diferentes estaciones.
El sexteto de Baliotti lleva sus tangos al Salón Imperio, de Maipú y Lavalle. En 1931 vuelven a Los Andes, convertidos en la Típica Criolla Baliotti.
En 1932 y 1933 halla sitio en el Trío Puloil, que acompaña a los participantes en un concurso radial de vocalistas auspiciado por ese polvo limpiador e irradiado por la onda de Splendid. Caló en el fuelle y el inspirado Luis Brighenti, autor de “Ensueño”, en el piano completan el terceto. Aquel certamen consagra a Hugo Gutiérrez como vencedor, y detrás de él a Andrés Falgás.
Entre tanto, Caló rearma su sexteto para actuar en el Café El Nacional, con Kaplún y Pedro Sapochnik como violines, Brighenti de pianista y la voz de Carlos Dante, que aún no es el descollante cantor que sería con Alfredo De Angelis.
Kaplún vuelve con Baliotti cuando éste, en sociedad con César Ginzo, estructura una orquesta para el certamen de tango que el diario Crítica celebra en el Luna Park y gana “El mareo”, de Julio De Caro.
En 1934 comienza Raúl una nueva decisiva etapa con Caló, que empieza a grabar en Odeón, registrando doce discos hasta 1938, sin ningún instrumental. La orquesta interviene en la película La vida es un tango, estrenada en febrero de 1939, en una de cuyas secuencias puede verse a Kaplún.
En 1930, tan crítica para la Argentina como para el tango, maduran músicos que, como Aníbal Troilo, Alfredo Gobbi, Osvaldo Pugliese, Pedro Laurenz y Juan D'Arienzo, entre otros, van abriendo el camino hacia el nuevo auge, que despunta años antes de 1940. Un nombre clave es el del violinista Argentino Galván, que hacia [[1935v comienza a escribir arreglos para unas pocas orquestas, entre ellas la de Miguel Caló.
En el Libro del tango, Horacio Ferrer remarca la preferencia de Galván por la cuerda, con una modalidad de «solos breves y variados, generosamente dibujados». Oscar Zucchi refiere, sin embargo, que los músicos aseguran que lo escrito por ese negrito esmirriado no se podía tocar. Gran parte de los ejecutantes no están a la altura de lo que el tango empieza a reclamar de ellos. Ésta es, precisamente, la oportunidad histórica que le permite a Kaplún quedar como como el iniciador del virtuosismo violinístico en el tango.
José Gobello va incluso más allá en su Crónica general del tango. Al preguntarse cuándo arranca realmente el renacimiento tanguístico de 1940, lanza varias hipótesis, y entre ellas ésta: «¿Por qué no en 1937, cuando Raúl Kaplún ejecuta, en la orquesta de Miguel Caló, el primer arpegio lucubrado por Argentino Galván?.
Según refiere Luis Adolfo Sierra en Historia de la orquesta típica, Galván explota las notables aptitudes técnicas de Kaplún, «escribiéndole los pasajes solistas con dificultades tales que exigían al máximo su gran destreza interpretativa».
Al mismo conjunto de Caló ingresa luego, como segundo violín, Enrique Francini, quien desarrolla el virtuosismo de Kaplún y lo lleva por un camino diferente hasta la cumbre, mientras la orquesta sufre una extraordinaria transformación bajo la influencia del pianista Osmar Maderna, que crearía el estilo diáfano que la identificó.
Para Raúl, admirador de Elvino Vardaro y de Alfredo Gobbi, había llegado el momento de buscarse otro lugar. Lo halla en 1942 en la orquesta del pianista Lucio Demare, que desde 1938 desenvuelve una modalidad que funde marcación rítmica y temperamento sentimental, a tono con las ansias de bailar y vivir o soñar romances que palpitan en el público. Contando con el talento del bandoneonista y arreglador Máximo Mori.
Además de su violín Kaplún le aporta a Demare algunos tangos por él compuestos, como “Canción de rango (Pa' que se callen)”, cantado por Roberto Arrieta en [[1942v, “Una emoción”, registrado en 1943 con Raúl Berón, ambos con letra de José María Suñé. Prende “Qué solo estoy”, con letra del locutor Roberto Miró, que Demare registra con Berón, así como Carlos Di Sarli con Alberto Podestá, para constituir una frecuente pieza de repertorio en lo sucesivo.
Menos perduración logra “Nos encontramos al pasar”, nuevamente con Suñé, aunque se trate de un tango de inusual valor. Además de la grabación por Demare con Horacio Quintana en 1945, es llevado al surco por Fiorentino con Astor Piazzolla en un registro antológico. Kaplún acusa años después a Héctor Stamponi de haber plagiado este tango para componer “Quedémonos aquí”. SADAIC comprueba que había seis compases coincidentes, pero Raúl se abstuvo de querellarlo.
La primera obra conocida de Kaplún es el vals “Recordando a Musmé”, con letra de Manuel Ferradás Campos, editado en 1935. Otro de sus valses, compuesto en 1942, es “Nunca supe por qué”, con versos de Luis Rubistein. Con Víctor Lamanna escribe en 1952 el tango “Casa de Carriego”, que canta Héctor Mauré.
Hasta abril de 1946 había compartido con Demare las presentaciones en Radio El Mundo, en el Palermo Palace y en los cabarets Novelty y Casanova, además de las grabaciones en Odeón. Cuando el autor de “Malena” decide viajar a Cuba, Kaplún se separa del conjunto para formar orquesta propia en junio de ese año, con el cantor Horacio Quintana como carta de triunfo y confiando los arreglos a Julio Ceitlin y, ocasionalmente, a Máximo Mori, quien a veces encabeza la fila de bandoneones, integrada por [[Juan Kusta y por los hermanos Jorge y Mario Luongo. Otro bandoneonista es el excéntrico e indisciplinado Ramón Acevedo, que se hace llamar Robert Brigg. Debutan en el Café El Nacional, para pasar luego al Tango Bar y al Sans Souci, mientras actúan por radio Belgrano, pero la relación entre director y cantor no es buena y el binomio se deshizo.
Recién llegaría al disco en 1950, con lo que se pierden aportes tan importantes como los de Hugo Duval y Roberto Goyeneche en esa etapa inicial de su carrera, cantando piezas como “Se lo conté al bandoneón”, con la que debuta, o “Mi tango triste (Tango triste)”. Con sólo dieciséis años de edad, el Polaco rinde su prueba ante Kaplún en el cabaret Montecarlo cantando “Corrientes y Esmeralda”, y no deja dudas. A este pibe no me lo pierdo, piensa el maestro y lo incorpora a la orquesta para actuar en radio y en el Ocean, un dancing del Bajo. Después de cada actuación lo hace dormir en un sofá hasta el cierre, y entonces lo acompaña hasta la parada del tranvía, como le había prometido a la madre del muchachito. Hasta que una afección de garganta lo aparta por un tiempo y es reemplazado por Juan Carlos Jordán. Éste intervino en el primer disco de los cuatro que Kaplún graba para el sello TK, en una cara “Audacia”, de Hugo La Rocca y Celedonio Flores, y “Tierra querida”, de Julio De Caro, en una de las mejores entre las múltiples versiones que tiene este tango. Jordán poseía un rasgo muy personal: desafina parejo. Si de entrada erraba medio tono en un tango, mantenía ese desvío de modo constante. Esto podía suceder en cualquier momento, en el estrado de la confitería Adlon, de Florida y Tucumán, o incluso saliendo al aire por Radio Belgrano o Splendid. Entonces Kaplún se le acerca para guiarlo, nota por nota, con su violín, apartándose del arreglo.
Kaplún se había casado en 1933 con Amelia Altman, de apenas 17 años. Durante las épocas de mucho trabajo que sobreviven, Berta y Lidia, las dos hijas de los Kaplún, lloran desconsoladamente al sentirse abandonadas por el padre, casi siempre ausente. Pero cuando regresa les traía pizza de Las Cuartetas y helados de El Vesubio, como para que todo le fuera perdonado. Tal vez incluía en ese perdón aquel mundo de la noche, en el que sucedían cosas de las que nunca hablan, que se suponían prohibidas, indecentes, que la familia debía ignorar aunque se diese por seguro que él atraviesa incontaminado todo aquello.
Muerte
Raúl Kaplún fallece el 23 de enero de 1990, en Buenos Aires, Argentina.

