Ramón Lapayese

Ramón Lapayese
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Ramón Lapayese. Artista madrileño, maestro de la estética y creador de formas intemporales, supo trabajar los más variados materiales con resultados siempre sorprendentes. Su obra, pictórica, escultórica o gráfica, figura en numerosos museos y colecciones oficiales y privadas de todo el mundo, y sus originales trabajos a menudo han sido fuente de inspiración de otros artistas. Pero nadie como él ha sido capaz de plasmar con tanto acierto la emoción de sus personajes, para lo que recurría a veces a la más exquisita simplificación. Ramón Lapayese desdichadamente ya no está entre nosotros, pero queda su legado para disfrute de los espectadores. Sean trabajos de bulto redondo, murales u otras formas cualesquiera, sus obras resultan siempre un acierto. Su quehacer puede definirse como contemporáneo, sin caer en los realismos relamidos de supuestos artistas con más vocación artesanal que artística, ni en la ultravanguardia, en muchas ocasiones carente de entidad.

Biografía

Inicia sus estudios artísticos con su padre. Los continúa, aprendiendo escultura con profesores privados, y pintura como autodidacta. A los catorce años, hace su primera escultura profesional. De 1942 a 1949, cursa estudios libres en las escuelas de Artes y Oficios y de Bellas Artes de Barcelona. Estudia solfeo y violín en la academia Ainaud. A su regreso a Madrid, va a dibujar al Círculo de Bellas Artes, empieza a trabajar en la cerámica, sigue estudiando violín, armonía y composición, a la vez que realiza importantes obras de escultura; mientras, continúa profundizando en la pintura. En 1954, es becado por el Gobierno italiano: estudia en la Academia de España, en Roma. En 1957, va a Francia, con una beca del Gobierno de ese país, residiendo en la capital francesa seis años. En París, desarrolla totalmente su vocación pictórica, continúa con la escultura y estudia estampación, grabado, etc., en la escuela de Bellas Artes. De 1963 a 1984, vive en Madrid realizando su obra, encargos y exposiciones de pintura, escultura y grabado. En 1984, traslada su residencia a Miami en donde vive hasta 1993, fecha en la que vuelve a España. En esos años, pinta retratos, efectúa nueve grandes murales pictóricos en el estado de Florida, y hace exposiciones, simultaneando estos quehaceres con el de profesor en las universidades de Miami (Koubek Center) y Saint Thomas, y en el Florida Memorial College. En sus viajes a España, realiza encargos y exposiciones. En 1994, regresa a Miami para realizar unos encargos. Fallece en esa ciudad.

Ramón Lapayese (1928‑1994)

Pese al respeto que inspiró su figura en cuantos artistas y críticos le conocieran y a la influencia que ejerció sobre ciertos artistas y críticos de su generación, el escultor y pintor Ramón Lapayese no había sido hasta ahora objeto de un estudio en profundidad, acaso porque no estuvo presente, en la última etapa de su trayectoria, en el mercado y en la escena españoles. Parece oportuno pues rendirle homenaje ahora a su figura y a su obra, tanto más por cuanto gran parte de ella está prácticamente inédita en España.

Objeto de especial atención en cualquier biografía de Ramón Lapayese han de ser las circunstancias que contribuyeron a hacer de él, si no un artista "maldito", sí una figura incómoda, de difícil encaje y proyección. No ha lugar a hablar de su personalidad austera e independiente en este esbozo. Ramón Lapayese nace en Madrid en 1928 y es hijo del pintor, escultor y artesano José Lapayese Bruna (18991982), artista singular, heterodoxo, apasionado por la investigación de las más inverosímiles técnicas pictóricas. Así, aunque Ramón se formó en el Círculo de Bellas Artes y en la Escuela de Cerámica de Madrid y en las Escuelas de Artes y Oficios y de Bellas Artes de Barcelona, no cabe separar su etapa de formación de su vida profesional: en el taller de su padre trabajó desde niño hasta tener el suyo propio, y en él dio respuesta a numerosos encargos y preparó sus primeras exposiciones.

Viajes al exterior

Aunque su obra no maduraría hasta que no hubiera realizado los obligados viajes al exterior, su trayectoria profesional se inicia pues prácticamente en la infancia. En los años 50, Lapayese obtuvo sendas becas para viajar a Roma (lo que aprovechó para recorrer Italia y parte de Europa) y a París (donde vivió durante seis años, llevando a cabo varias exposiciones), tomando entonces contacto con el arte europeo de vanguardia. Tanto sus esculturas como el magnífico conjunto de cuadros abstractos que de aquella época se conservan constituyen sin duda un espectacular punto de partida: perfectamente conservadas, nos muestran las pinturas diversas estructuras reticulares en relieve impecablemente compuestas, ornadas con colores profundos y apagados. En ellas está esa tensión entre la sobriedad geométrica de un Poliakoff ‑en pintura‑ y el gusto por lo arcaico, por lo prehistórico, que Moore, Giacometti o Germaine Richier imponían en la escultura de la época. Acaso estos cuadros de los primeros 60 representen, mejor que ningún otro conjunto de obras suyas, el momento en el que Ramón Lapayese, sintiéndose a sus anchas como pintor, lejos de su tierra, desarrolla un lenguaje plenamente coherente con el discurso de sus contemporáneos. Sobre estas pinturas se asienta todo su estilo, pues es la simbiosis entre lo que a nosotros pudieran parecernos formas escultóricas y un gusto por la pintura, por el color y la materia (heredado sin duda del inquieto Lapayese Bruna), la que caracteriza al Lapayese pintor: esas manipulaciones de la anatomía y el volumen, esas distorsiones del espacio propias del lenguaje escultórico que Ramón incorporaba inconscientemente a su pintura, la hacen única, siempre sorprendente, refinada y viva. También son notables sus grabados, que realiza en la École des Beaux Arts. Aunque en cuanto ataña a la trayectoria expositiva de Ramón Lapayese preferimos remitir al lector al currículum que acompaña a estas notas, sí merecen destacarse dentro de este primer periodo la exposición en el MEAC de Madrid de 1954, las participaciones en las Exposiciones Nacionales de 1948, 1950, 54, 57 y 1962, en las bienales de Gorizzia, La Habana, Venecia e Hispanoamericanas y en los Salons des Jeunes Indépendants de París.

Galería Kreisler

En 1968 presenta sus trabajos por primera vez en la galería Kreisler de Madrid, sala con la que mantendría relación hasta principios de los 80. La Crítica le descubre entonces como pintor dedicándole comentarios elogiosos y se inaugura así su largo y fecundo periodo madrileño. Mas si hemos hecho especial hincapié en la etapa de conformación del lenguaje y el estilo de Lapayese ha sido por una concreta razón: creemos que la obra de este artista y, especialmente, el conjunto de pinturas, esculturas, grabados y dibujos que realiza Lapayese desde su vuelta a Madrid en 1963 hasta su postrero viaje a Miami en 1984 no puede ser en ningún caso estudiado desde un punto de vista cronológico o, si se prefiere, atendiendo a la posible evolución de los rasgos estilísticos que la caracterizan. Lapayese era un artista singular, que se mantuvo fiel a unas premisas. No es sólo que su lenguaje no cambiara (cabe hablar de un hallazgo en cada obra, pero siempre dentro de un estilo inconfundible y prácticamente inamovible) sucede además que los descubrimientos y las revisiones se alternan con frecuencia, que los avances y los retornos son constantes. Si nos centramos en la escultura, sí podremos hablar de una preocupación permanente, de un tema único: Lapayese trataba la figura humana, la expresión, el movimiento, el sentimiento, la acción... Estudió su anatomía desde múltiples perspectivas, la exploró unas veces desde el rigor clasicista y otras la transformó en abstracta oda al movimiento, pero no constituyen estos cambios "etapas", sino "momentos" que encontramos a lo largo de toda su vida. Y en esas anatomías, tanto humanas como animales, encontraremos siempre esas primeras estructuras, ese "esqueleto" o "raspa" que tanto debe al redescubrimiento del arte rupestre y que constituía el motivo de sus cuadros y esculturas abstractas. Por otra parte, es frecuente encontrar un mismo motivo, una misma pose en un cuadro de Lapayese y en una de sus esculturas: ambas facetas de su trabajo transcurrían paralelas, ambas son indisolubles y no faltan críticos que expresen su preferencia por una u otra vertiente de su creatividad.

Museo Español de Arte Contemporáneo

Habremos pues de agrupar las obras por temas: sus espléndidas tauromaquias, peculiares por cuanto ese toro típico de Lapayese, visto desde lo alto, exageradamente grande, tiene un carácter casi arquitectónico, rasgos totémicos, transpira solidez y potencia; sus Cristos, alguno de ellos tachado de blasfemo por la Iglesia en su tiempo, descarnados, mostrando costillas y vísceras; sus temas rurales, sus niños y gatos; sus desnudos, en los que siempre está la huella de Moore; y toda esa obra de carácter costumbrista, que podría inscribirse dentro de alguna de las corrientes neofigurativas, y que es precisamente la que de forma permanente le representa en los jardines del antiguo Museo Español de Arte Contemporáneo, en Madrid. De este modo se desplegará ante nosotros toda la sensibilidad de Lapayese, podremos percibir toda la ternura que emana de sus obras: figuras delicadas y frágiles, que parecen ocultar pudorosamente sus rostros; anónimas y mudas, se expresan a través de las peculiares transformaciones de sus anatomías, de los alargamientos o ensanchamientos de sus extremidades, de sus ropas siempre ricas en texturas y materias, de sus perfiles temblorosos. Son increíbles las obras por encargo que realizó Lapayese durante estos años, pero preferimos centrarnos en cuanto produjo para el medio centenar largo de individuales que llevó a cabo en diversas ciudades de España, Europa y los Estados Unidos, y sus más de cien colectivas. La Medalla de Oro en la Bienal de Zaragoza de 1963 y el II Premio Nacional de escultura que obtiene en 1970 se cuentan entre sus premios más importantes.

Obra en Miami

La obra realizada en Miami entre 1984 y 1994 pudiera constituir otro apartado definido: allí, inmerso en la luz de Florida, su paleta se hace transparente y luminosa, y su pintura se torna más naturalista. Pero nos encontramos entonces con un bloque temático tan interesante que, una vez más, la partición cronológica pierde su sentido: nos referimos a la serie dedicada a la Macumba, que consta de numerosos óleos y amplias series de dibujos a lápiz de extraordinario interés. Existen, por último, algunos cuadros relevantes pertenecientes ya a los momentos previos a su fallecimiento en 1994: la dolorosa enfermedad que padecía y la proximidad de la muerte le inspiraron pinturas en las que surgen rostros extraños de entre manchas fugaces, animales, niños, parpadeos de color. Su pintura fue muy celebrada en Florida, y llevó a cabo ocho exposiciones individuales, habiéndose de destacar también los nueve murales que pintó y su enorme Cristo para la catedral de Mérida, en Yucatán. Ramón Lapayese acaso trabajara más por impulsos que guiado por un afán de coherencia; tal vez eso explique también la vastísima obra que nos ha dejado. Ramón, es cierto, realizó numerosos "caprichos" o "divertimentos" que quizá le ayudaran a "escaparse" de ese taller en el que se acumulaban los encargos y en el que siempre hubo muchos aprendices trabajando. Sobre estos trabajos, tan necesarios como poco ortodoxos, cuajó las obras singulares que nos proponemos presentar.

Fuentes