Economía de comunión (catolicismo)

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Economía de comunión (catolicismo)
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Economía de comunión. Es un proyecto de desarrollo económico de carácter solidario llevado a cabo por el Movimiento de los Focolares, en el que se involucran empresas de los cinco continentes.

Economía de Comunión

El proyecto de Economía de Comunión fue lanzado por Chiara Lubich, con el fin de construir y mostrar una sociedad humana en la que, imitando a la primera comunidad de Jerusalén, "no haya entre ellos ningún necesitado".

En la Economía de Comunión (EdC) participan empresarios, trabajadores, directivos, consumidores, ciudadanos, estudiosos y demás operadores económicos.

"A diferencia de la economía consumista, basada en la "cultura del tener", la Economía de Comunión es la "economía del dar". Nos puede parecer difícil,arduo, heroico.
Pero no es tal, porque el hombre, hecho a imagen de Dios, que es Amor, encuentra la propia realización precisamente en el amar, en el dar. Esta exigencia está en lo profundo de su ser, sea creyente o no creyente.
Y precisamente en esta constatación, apoyada por nuestra experiencia, radica la esperanza de una difusión universal de la Economía de Comunión".
Chiara Lubich - mayo de 1991

Historia

Atravesando la ciudad de Sao Paulo, Brasil, en mayo de 1991, Chiara Lubich había quedado impresionada al ver personalmente, junto a una de las mayores concentraciones de rascacielos del mundo, grandes extensiones de "favelas".

Ya en la ciudadela del Movimiento, Mariápolis Araceli, cercana a Sao Paulo, constataba a su vez que la comunión de bienes puesta en práctica hasta entonces en el Movimiento de los Focolares no había resultado suficiente ni siquiera para esos brasileños, tan próximos a ella, que vivían momentos de emergencia.

Impulsada por la urgencia de procurar alimento, un techo, atención a la salud y, de ser posible, algún trabajo, y teniendo fresca en la memoria la encíclica de Juan Pablo II apenas publicada, Centesimus Annus, había lanzado la Economía de Comunión:

Aquí tendrían que surgir industrias, empresas cuyas utilidades se pusieran libremente en común con la misma finalidad de la comunidad cristiana: antes que nada, para ayudar a los que padecen necesidades, ofrecerles trabajo, en fin, hacer de tal modo que no haya ninguno en la indigencia.
Luego, las ganancias servirán también para desarrollar la empresa y las estructuras de la ciudadela, para que pueda formar hombres nuevos: ¡sin hombres nuevos no se hace una sociedad nueva! Una ciudadela así, en Brasil, con esta llaga del desequilibrio entre ricos y pobres, podría constituir un faro y una esperanza.
La adhesión de los presentes había sido inmediata: todos se habían sentido involucrados, tocados en lo más hondo, y se habían lanzado a dar la propia contribución personal de los modos más variados, realizando con nuevo empuje y radicalidad la comunión de bienes vivida en el Movimiento desde los comienzos.
Todo en común: dinero y joyas, terrenos y casas, disponibilidad de tiempo, de trabajo, de traslado, ofrecimiento de dolores, de enfermedades..., como alguien que dio todos sus ahorros, 4.000 dólares "para que formen parte de este océano de amor, como una gota de agua... y Dios transforme este sueño en una gran realidad que ilumine el comienzo del Tercer Milenio".

El "sueño" de entonces se está volviendo realidad: muchas empresas han ido naciendo, y no sólo en Brasil, sino en muchos países del mundo; otras empresas, ya existentes, han asumido como propio el proyecto, modificando el estilo de gestión empresarial y el destino de las utilidades.

Novedad

  • La Economía de Comunión nace de una espiritualidad de comunión; es una expresión del carisma de la unidad en la vida civil;
  • Conjuga eficiencia y fraternidad;
  • Se apoya en la fuerza de la cultura del dar para cambiar los comportamientos económicos;
  • No considera a los pobres principalmente como un problema, sino como un valioso recurso para el Bien Común.

En estos primeros años el proyecto ha tenido una repercusión inmediata no sólo en América Latina, donde se lanzó la propuesta, sino también en los otros continentes.

A octubre de 2007 se habían adherido 754 empresas de distinto tamaño:

La Cultura del dar

Los sujetos productivos de la Economía de Comunión –empresarios, obreros y demás actores empresariales- se inspiran en principios que hunden sus raíces en una cultura distinta de la imperante hoy en la práctica y en la teoría económica.

A esta "cultura" podemos definirla como "cultura del dar", justamente en antítesis con la "cultura del tener".

El dar económico es expresión del "darse" en el orden del "ser". En otras palabras, revela una concepción antropológica no individualista ni colectivista, sino de comunión.

Una cultura del dar que, por lo tanto, no debe considerarse como una forma de filantropía o de asistencialismo, virtudes individualistas ambas.

La esencia misma de la persona es ser "comunión". Por consiguiente, no cualquier dar, no cualquier acto de dar crea la cultura del dar. Hay un "dar" que está contaminado por el deseo de poder sobre el otro, que busca el dominio e incluso la opresión de individuos y pueblos. Es un "dar" sólo aparente. Hay un dar que busca satisfacción y complacencia en el acto mismo de dar. En el fondo es expresión egoísta de sí mismo y en general es percibido como ofensa, humillación, por quien recibe.

Hay también un "dar" interesado, utilitario, presente en ciertas tendencias actuales del neoliberalismo, que en el fondo busca siempre obtener beneficio para sí mismo.

Finalmente hay un "dar" que, los cristianos llamamos "evangélico". Este "dar" se abre al otro en el respeto de su dignidad y suscita también a nivel de gestión de las empresas la experiencia del "dad y se os dará" evangélico. Se manifiesta en ocasiones como un ingreso económico inesperado, por ejemplo, o como una idea genial para una solución técnica innovadora, o bien como la idea de un nuevo producto exitoso.

La economía está hoy frente a un cambio fundamental: los procesos de globalización pueden ofrecer nuevas oportunidades a muchos excluidos del bienestar, o transformar el mundo en un gran supermercado, donde la única forma de relación humana es la económica, donde todo se convierte en mercancía. La Economía de Comunión es una de las respuestas que el Espíritu está suscitando para superar estos desafíos.

En el curso de la historia los carismas han sido respuestas a los desafíos planteados por los grandes cambios que hicieron época. Pensemos en las Abadías benedictinas, los Montes de Piedad de los franciscanos, en la Edad Media.

Dentro del debate actual - ¿a favor o en contra de los mercados? - la Economía de Comunión está siguiendo su propia trayectoria, que pone la vida y no las ideologías en primer lugar, en diálogo con todo lo bueno que hoy se encuentra.

Economía y trabajo: empresarios, trabajadores y empresa

Los empresarios adheridos a la economía de comunión formulan estrategias, objetivos y planes empresariales teniendo en cuenta los criterios típicos de una correcta gestión e involucrando en esta actividad a los miembros de la empresa.

Toman decisiones de inversión con prudencia pero prestando especial atención a la creación de nuevas actividades y puestos de trabajo productivos.

La persona humana, y no el capital, está en el centro de la empresa. Los responsables de la actividad tratan de utilizar lo mejor posible los talentos de cada trabajador favoreciendo la creatividad, la asunción de responsabilidades y la participación para definir y realizar los objetivos de la empresa. Adoptan medidas especiales de ayuda para los que atraviesan momentos de particulares necesidades.

La empresa es administrada tendiendo a promover el aumento de las ganancias, destinadas en forma equitativa: al crecimiento de la empresa; a personas con dificultades económicas, comenzando por quienes han hecho la opción de la “cultura del dar”; a la difusión de esa misma cultura.

La empresa aplica todos los medios oportunos para ofrecer bienes y servicios útiles y de calidad, a precios convenientes.

Los miembros de la empresa trabajan con profesionalidad para entablar y consolidar buenas y sinceras relaciones con los clientes, los proveedores y la comunidad, a los cuales se sienten orgullosos de ser útiles.

Se relacionan de manera leal con los competidores presentando el valor efectivo de sus productos o servicios y absteniéndose de destacar lo negativo de productos y servicios de los demás.

Ética

El trabajo de la empresa es un medio de crecimiento interior para todos sus miembros. La empresa respeta las leyes y mantiene un comportamiento éticamente correcto con respecto a las autoridades fiscales, los órganos de control, los sindicatos y los organismos institucionales. Del mismo modo actúa en relación a los propios dependientes, de los cuales espera un comportamiento similar.

En la definición de la calidad de los propios productos y servicios, la empresa se siente no sólo obligada al respeto de los propios compromisos de contrato, sino también a evaluar las consecuencias objetivas de la calidad de los mismos sobre el bienestar de las personas a las que están destinados.

Calidad de vida y de producción

Uno de los primeros objetivos de los empresarios de economía de comunión es el de trasformar la empresa en una verdadera comunidad. Para ello se encuentran regularmente con los responsables de la gestión a fin de verificar la calidad de las relaciones interpersonales y juntos se ocupan de resolver las situaciones difíciles, conscientes de que el esfuerzo de resolución de estas dificultades puede generar efectos positivos en los miembros de la empresa, estimulando innovaciones y crecimiento de madurez y productividad.

La salud y el bienestar de cada miembro de la empresa son objeto de atención, con especial dedicación a quien tiene necesidades particulares. Las condiciones de trabajo son adecuadas al tipo de actividad: se asegura el respeto de las normas de seguridad, la necesaria ventilación, niveles tolerables de ruido, iluminación adecuada. etc. Se trata de evitar un horario excesivo de trabajo, de manera que ninguno quede sobrecargado, y se prevén las correspondientes vacaciones. El ambiente de trabajo es distendido y amigable, con respeto, confianza y estima recíproca.

La empresa produce bienes y servicios seguros, prestando atención a los efectos sobre el ambiente y al ahorro de energía y recursos naturales con respecto a todo el ciclo de vida del producto.

Ambiente de trabajo

La empresa adopta sistemas de gestión y estructuras organizativas tales que puedan promover tanto el trabajo de grupo como el crecimiento individual.

Los miembros tratan de que los locales de la empresa sean lo más limpios, ordenados y agradables que se puede, de manera que en esa armonía ambiental los patrones, los trabajadores, los proveedores y clientes se sientan a su gusto y puedan asumir para sí mismos y difundir este estilo.

Formación

La empresa favorece que entre sus miembros se instaure un clima de sostenimiento recíproco, de respeto y confianza, donde resulte natural poner libremente a disposición los propios talentos, ideas y competencias para beneficio del crecimiento profesional de los colegas y por el progreso de la empresa.

El empresario adoptará criterios de selección del personal y de programación del desarrollo profesional para los trabajadores que favorezcan la instauración de esa atmósfera.

Para permitir que cada uno logre objetivos de interés de la empresa y también personales, la empresa brindará ocasiones de actualización y de aprendizaje continuos.

Comunicación

La empresa que adhiere a la economía de comunión crea un clima de comunicación abierta y sincera que favorece el intercambio de ideas entre dirigentes y trabajadores.

Esta también está abierta a todo los que, apreciando su valor social, se ofrecen para contribuir a su desarrollo y a cuantos, interesados en la cultura del dar, desean conocer más a fondo los distintos aspectos de su experiencia concreta.

Las empresas que se adhieren a la economía de comunión, con el propósito de desarrollar relaciones recíprocamente útiles y productivas, utilizan los modernos medios de comunicación para vincularse entre ellas tanto a nivel local como in­ternacional, alegrándose con los éxitos y aprendiendo de las dificultades y fracasos de otras, en un recíproco espíritu de apoyo y solidaridad.

Formación cultural

Una de las ideas irrenunciables de la Economía de Comunión es la convicción de que sin una cultura nueva no puede construirse una economía nueva. La acción económica siempre es expresión de un estilo de vida más amplio, de una visión del mundo. Por eso, desde la primera inspiración de Chiara Lubich, una parte de los beneficios se destina a la formación en la "cultura del dar", utilizando en primer lugar las estructuras de formación del Movimiento de los Focolares (ciudadelas, publicaciones, "centros mariápolis").

En estas estructuras, las personas pobres y menos pobres se forman en una cultura de la reciprocidad. Sin ella la comunión nunca podrá convertirse en un estilo normal de vida.

Ayuda a los necesitados

El primer objetivo de la Economía de Comunión es la lucha contra la miseria (a la que preferimos no llamar "pobreza"), como camino para construir un mundo más justo y fraterno. La Economía de Comunión propone a aquellos que tienen dificultades económicas u otras necesidades (formación, derechos...) una forma de ayuda que se basa en el principio de subsidiariedad y sobre todo en la reciprocidad. Lo primero que se le ofrece al "pobre" es una relación nueva y después se interviene con ayuda material. La primera cura es la relación misma.

De hecho, la Economía de Comunión no intenta ser un proyecto de asistencia, sino un proyecto donde es la comunidad la que resuelve sus propios problemas, "subsidiada", ayudada por los beneficios de las empresas. Para definir e implementar los proyectos de ayuda, la Economía de Comunión cuenta con la colaboración de AMU , una ONG que lleva más de 20 años trabajando en el campo del desarrollo.[1]

Desarrollo de la empresa

La Economía de Comunión no es un proyecto para atender emergencias, ni tampoco un proyecto de captación de fondos. Busca el desarrollo y el crecimiento de la institución empresa, de manera que puede seguir creando riqueza, bienes, servicios y puestos de trabajo. Ofrecer un puesto de trabajo, sobre todo en los países más pobres, es otra forma de ayuda al desarrollo.

Así pues, la Economía de Comunión no se opone a la empresa, en ninguna de sus formas (individual, sociedad, etc.), pero a todas les recuerda su vocación de creadoras de desarrollo humano y de bien común.

Referencias

Fuentes