Mitología azteca

Mitología azteca
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Concepto:Creencias mitológicas aztecas.

Mitología azteca: Conjunto de mitos y creencias propios de los aztecas, pueblo de origen nahuay de carácter nómada, que sucedieron y vencieron a otros pueblos de ese mismo origen.

Mitos aztecas

Como todos los mitos de la America Central, giraba alrededor de la muerte; su religión exigía sacrificios de sangre y se movía alrededor de una pléyade de divinidades de la muerte y de otras muchas entidades menores y terribles. Sobre todas esas criaturas del tenebroso mito infernal regían, desde el círculo noveno, el más recóndito del universo oscuro de Chicnaujmichtla, los esposos Mictlantecuhli y Mictecacihualtl. El Universo estaba compuesto por una serie de planos paralelos, que iban desde los nueve, o trece, exteriores, en donde tenían su morada los dioses, hasta los de planetas y astros que se ven en el firmamento, pasando por los cielos de colores.

Bajo el plano de nuestro mundo, debajo de ese disco que está en el centro mismo del Universo, rodeado de agua en toda su periferia, se sucedían los planos paralelos, que aquí sumaban nueve, terminando en ese infierno al que iban las almas de los seres anónimos. Allí llegaban tras un camino de cuatro años a través de muchas y duras pruebas aquellas ánimas que no habían sido elegidas por Huitzilopochtl, el gran dios supremo y divinidad del Sol, quien se preocupaba sólo de la muerte de sus elegidos, los guerreros, o por Tlaloc, el dios de las lluvias y el agua, a quien correspondían los que habían muerto por las aguas exteriores del cielo y de la tierra, por las tormentas y los rayos, y por causa de enfermedades relacionadas con las "aguas" interiores del cuerpo humano.

Concepciones religiosas

  • El primer Sol se llamaba Nahui-Ocelotl (Cuatro-Ocelote o Jaguar), porque el mundo, habitado por gigantes, había sido destruido, después de tres veces cincuenta y dos años, por los jaguares, que los aztecas consideraban nahualli o máscara zoomorfa del dios Tezcatlipoca.
  • El segundo Sol, Nahui-Ehécatl (Cuatro-Viento), desapareció después de siete veces cincuenta y dos años al desatarse un gran huracán, manifestación de Quetzalcóatl, que transformó a los sobrevivientes en monos.
  • Durante el tercer Sol, Nahui-Quiahuitl (Cuatro-Lluvia de fuego), al cabo de seis veces cincuenta y dos años, cayó una lluvia de fuego, manifestación de Tláloc, dios de la lluvia y señor del rayo, de largos dientes y ojos enormes, todos eran niños, y los sobrevivientes se transformaron en pájaros.
  • El cuarto Sol, Nahui-Atl (Cuatro-Agua), acabó con un terrible diluvio, después de tres veces cincuenta y dos años y del que sólo sobrevivieron un hombre y una mujer, que se refugiaron bajo un enorme ciprés(en realidad, ahuehuete). Tezcatlipoca, en castigo por su desobediencia, los convirtió en perros, cortándoles la cabeza y colocándosela en el trasero.

Cada uno de estos soles corresponde a un punto cardinal: Norte, Oeste, Sur y Este, respectivamente.

El Sol actual es el quinto y se llama Nahui-Ollin (Cuatro-Movimiento), porque está destinado a desaparecer por la fuerza de un movimiento o temblor de tierra, momento en el que aparecerán los monstruos del Oeste, tzitzimime, con apariencia de esqueletos, y matarán a toda la gente. Quetzalcóatl, junto con Archivo:Xolotl, creó a la humanidad actual, dando vida a los huesos de los viejos muertos con su propia sangre. El Sol presente se sitúa en el centro, quinto punto cardinal y se atribuye a Huehuetéotl, dios del fuego, porque el fuego del hogar se encuentra en el centro de la casa.

Dioses aztecas

Los aztecas eran politeístas, lo que significa que creían en muchos dioses. Estos estaban divididos en dos: los dioses del cielo y de la tierra los más importantes para ellos son los siguientes:

  • Ometecuhtli: Ser supremo, cuyo nombre significa en lengua náhuatl señor dual, por encima de las demás divinidades y de las vicisitudes mundanas. Residía en Omeyocán, el lugar o cielo doble. Como dios de la dualidad, remite a la creencia presente en otras culturas (antiguos germanos, Irán, Indonesia o África) en un ser andrógino, que representa la coincidencia de los opuestos: hombre y mujer, movimiento y quietud, luz y oscuridad, orden y caos. Esta ambigüedad primordial se refleja también en otras figuras mitológicas. En ocasiones se representaba a Ometecuhtli con símbolos de la fertilidad. Se creía que liberaba en Omeyocán las almas de los niños como acto propiciatorio de los nacimientos humanos en la tierra. Dentro de la jerarquía de dioses, a Ometecuhtli le seguían Tezcatlipoca, gran espíritu del mundo, y su rival Quetzalcóatl.
  • Tezcatlipoca: El dios del cielo nocturno, la luna y las estrellas, señor del fuego y de la muerte, una de las figuras más temidas del panteón azteca. También llamado Yáotl (el enemigo); se lo asociaba con las fuerzas de la destrucción y del mal. Tezcatlipoca, 'espejo que humea', era uno de los dioses más importantes. A finales del siglo X fue llevado a las regiones centrales de México por los toltecas.Se le consideraba hechicero y maestro en magia negra y solía aparecer representado con una máscara negra y un espejo de obsidiana en el pecho, donde veía todas las acciones y pensamientos de la humanidad. A través de su influencia, se generalizó la práctica del sacrificio humano: se elegía a un prisionero joven y bien parecido para una vida de lujuria y placer durante todo un año, antes de ofrecerlo en sacrificio en el sexto mes ritual, el Tóxcatl; la víctima, ataviada como Tezcatlipoca, subía a lo alto del templo donde se le abría el pecho y se le extraía el corazón.
  • Tláloc: El dios de la lluvia, el señor del rayo, del trueno, del relámpago y el que hace fluir los manantiales de las montañas, este dios era tan importante como Huitzilopochtli, el dios del Sol, ambos necesarios para la producción y fertilización de los campos. Tláloc, temido por su cólera (truenos y rayos), causa la muerte por medio del rayo o del ahogamiento, aunque también es venerado por su generosidad (lluvia). Se le representa como un hombre con ojos grandes y redondos, de cuya boca a veces salen serpientes. Suele ir tocado con sombrero en forma de abanico y siempre aparece junto a él un instrumento agrícola.
  • Mictlantecuhtli: El dios de la muerte, señor del Mictlán, el silencioso y oscuro reino de los muertos; se asemeja al dios maya Ah puch. Se le representa como un esqueleto, o al menos su cabeza es una calavera. Los aztecas creían en la existencia de cuatro cielos comunicados, a los que se iba ascendiendo por méritos, consiguiendo cada vez un conocimiento más pleno y espiritual hasta llegar a la felicidad eterna. Pero aquellas personas que no habían llevado una vida digna eran enviadas al Mictlán, un lugar en el centro de la tierra en el que el castigo no era el tormento sino el tedio y la inercia. Los aztecas, con el fin de tener aplacado a Mictlantecuhtli, le enviaban regalos suntuosos, entre los que no faltaban pieles de hombres desollados para que cubriera sus huesos descarnados.
  • Coatlicue: Diosa serpiente de la tierra, madre de Huitzilopochtli, de quien quedó embarazada sin pecado, mágicamente, a través de una bola de plumas que cayó sobre ella y quedó prendida a su ropa. Enfurecidos por un embarazo tan extraño, sus cuatrocientos hijos e hijas quisieron matarla, pero los contuvo el mismo Huitzilopochtli, que salió armado del vientre de su madre. Representa lo maternal en su doble significado: nacimiento y muerte, fecundidad y voracidad.
  • Quetzalcóatl: Identificado con una Serpiente Emplumada representa un símbolo de la muerte y la resurrección, así como patrono de los sacerdotes. La divinidad opuesta, dentro del dualismo de la religión tolteca, era Tezcatlipoca, dios de la noche, del cielo nocturno. Se creía que había vencido y expulsado a Quetzalcóatl desde su capital, Tula, al exilio, desde donde, según la profecía, regresaría por donde nace el sol como un personaje barbado y de piel blanca.
  • Tlazolteotl: Diosa de la inmundicia y de la basura -según el significado de la palabra náhuatl que la nombra del poder que subyace en todas las formas de impureza. Se la asociaba con la hechicería y la purgación de las faltas. Era intermediaria de los penitentes ante el dios Tezcatlipoca, cuyo nombre significa ‘espejo que humea'.

Otros Dioses

  • Atlacoya: Diosa de la sequía.
  • Chiconahui: Una diosa de la fertilidad doméstica.
  • Citlalicue : Un creador de las estrellas
  • Cipactónal: Dios de la astrología, de la hechicería (brujería)
  • Oxomoco: Diosa de la astrología
  • Xochiquezal: Diosa de la sexualidad femenina, de las prostitutas, del placer.
  • Patecatl: Dios de la sanidad y creador del peyote (un alucinógeno)
  • Tezcatlipoca: Era el dios de las tinieblas, el engaño, y la hechicería. Muchas de las creencias y religiones aztecas estaban centradas en el lado oscuro. Sus prácticas paganas les llevaron a lo que realmente son rituales y costumbres satánicas.

Los dioses y diosas aztecas son numerosos. Había un dios para casi cada propósito y aspecto de la vida en la cultura azteca. La religión era una parte muy importante de la civilización, y estaba entrelazada en sus prácticas diarias, creencias, ceremonias, y vestimenta. Muchas fuentes enumeran más de cien dioses o diosas diferentes, mientras que otras enumeran docenas más.

Conocimiento, escritura y calendario

Escultura Era fundamentalmente monumental y aparecía asociada a las grandes construcciones arquitectónicas. Muy realista en su concepción, contenía un componente simbólico y abstracto de gran importancia relacionado con su universo religioso. Existen piezas de gran tamaño que representan a los dioses, los mitos, los reyes y sus hazañas. De las obras que han llegado hasta nosotros y que se encuentran en el Museo Nacional de Antropología de México destacaremos la imponente Coatlicue (diosa serpiente de la tierra), de relieve plano y repleta de símbolos; la cabeza de Coyolxauhqui (diosa de la Luna e hija de Coatlicue); la Piedra del Sol o Calendario azteca, enorme bloque circular trabajado en relieve y dedicado a la divinidad solar Tonatiuh que algunos investigadores atribuyen al señor de la tierra Tlaltecuhtli, y la Piedra de Tizoc, enorme disco que narra en un friso las conquistas del que fuera famoso tlatoani (emperador) de los aztecas entre 1481 y 1486.

Existen obras escultóricas de menor envergadura entre las que destacaremos el llamado Caballero Águila en la que se representa el rostro de un guerrero surgiendo del pico de un águila y algunas imágenes del dios Tláloc y de la diosa Chalchiuhtlicue. La más conocida es la imagen del dios de las flores Xochipilli, sentado sobre un gran sitial, con todo el cuerpo cubierto por flores tatuadas.

La escultura de pequeño tamaño en piedra tuvo también una gran importancia. Suele pertenecer más al ámbito de lo cotidiano, reproduciendo, generalmente, animales y objetos comunes. Algunas piezas conservan restos de pintura e incrustaciones realizadas con piedras diferentes. La técnica mexica creó obras extraordinarias con materiales muy difíciles de labrar. Entre ellas debemos destacar una vasija de obsidiana que representa a un mono, o una excepcional calavera de cristal de roca que se encuentra en el Mankind Museum de Londres, donde se percibe el detallado conocimiento anatómico que poseían los mexicas, así como su pericia en el trabajo de la piedra, presentando una pieza casi transparente de un pulido perfecto.

Los trabajos escultóricos en madera y turquesa, aun siendo mucho menos numerosos, supusieron un aporte interesante. Encontramos tambores con relieves muy complejos, marcos para espejos de obsidiana y los llamados mosaicos de turquesas (esculturas en madera cubiertas con mosaicos de piedras) que continúan la antigua tradición mesoamericana y de los que sólo se conservan algunas cabezas zoomorfas y máscaras.

Orfebrería Aunque los orfebres mixtecos que realizaron las ofrendas de las tumbas de Monte Albán fueron los mejores de Mesoamérica, los aztecas alcanzaron tal pericia en la fundición, combinando oro y plata, que no se quedaron atrás. Los metales se utilizaban fundamentalmente para hacer joyas: collares, pendientes, pectorales, orejeras, bezotes (adornos que se colocaban en un orificio practicado bajo el labio inferior) y pulseras. También se hacían figuras y recipientes. Utilizaban la cera perdida y eran maestros en la fundición, hasta el punto de fabricar figuras articuladas. Frecuentemente se combinaban los metales con piedras semipreciosas como el jade, la amatista y la turquesa, formando collares y adornos de gran belleza.

Plumería La plumería fue una de las expresiones más originales y características de los aztecas, especialmente en la elaboración de mosaicos. Las aves utilizadas para estos trabajos procedían de los bosques tropicales del sur de México y Guatemala, o bien eran criadas en cautividad y cazadas con técnicas refinadas que no dañaban el plumaje de la presa. Eran clasificadas de acuerdo con el tamaño, calidad y color, siendo las más apreciadas las verdes de quetzal (sobre todo las larguísimas caudales); las rojas del tlauquecholli, parecido al flamenco, y las azules turquesa del xiuhtótotl. Los especialistas dedicados a estas tareas se llamaban amanteca y eran muy apreciados, destacando los de Tlatelolco, Texcoco y Huaxtepec. Se conservan buenos ejemplares de escudos y tocados en museos de América y Europa. Destacaremos el escudo del dios de la lluvia, que representa un coyote (quizá el emblema del tlatoani Ahuizotl), pero, sobre todo, el gran tocado de plumas de quetzal con adornos de oro, conocido como el penacho (corona) de Moctezuma, conservado en el Museo Etnográfico de Viena.

Cerámica Constituye la forma de expresión más popular, sobre todo en lo relativo a las figuras de personas y divinidades, entre las que destacan figurillas femeninas de fertilidad y representaciones de dioses. Las figurillas femeninas aparecen de pie, con el cabello dividido en dos crestas o bucles que se elevan sobre la cabeza, un faldellín decorado que llega hasta los pies, y suelen llevar en sus brazos otras dos figuras más pequeñas. Se ha interpretado como una representación de la diosa madre azteca (Tonantzin, Xochiquetzal, Coatlicue o Cihuacóatl), aunque en la actualidad son consideradas como un símbolo de la maternidad. Otras figuras son representaciones de los dioses Tláloc y Quetzalcóatl Ehécatl.

Literatura y Música A la llegada de los españoles muchos de los textos de los códices prehispánicos fueron recopilados en libros escritos en lengua náhuatl con caracteres latinos. Entre ellos destacan los llamados Anales de Tlatelolco, los Códices Matritenses de fray Bernardino de Sahagún y, sobre todo, por su gran calidad literaria, la Colección de cantares mexicanos y los romances de los señores de la Nueva España, donde se ensalza lo bello, lo efímero y lo sutil de la vida. El mundo de la música y la danza corría parejo al de la literatura. Por lo que sabemos existieron gran variedad de instrumentos musicales de los que se sirvieron para realizar escalas pentatónicas y, en ocasiones, de seis, siete o más tonos.


Eran libros en papel de amate o en piel de venado, doblados a manera de biombo. Plasmaban dibujos figurativos y una escritura pictográfica que servía como recordatorio de narraciones históricas, religiosas o litúrgicas. La inmensa mayoría de los códices aztecas son copias de códices antiguos o recopilaciones posteriores a la conquista realizadas a requerimiento de los frailes. Los identificados plenamente con el mundo azteca son el Códice Borbónico y el Tonalamatl Aubin, los más antiguos, y los pertenecientes al grupo Magliabecchiano, entre los que destacan el propio Magliabecchiano, el Códice Tudela, el Códice Ixtlilxóchitl y el Códice Veitia.

El cómputo del tiempo Derivado del maya, el calendario azteca reúne el Tonalpohualli, ciclo ritual de 260 días, con el año solar de 365. En cada año había cinco días funestos, llamados nemontemi, durante los cuales no se trabajaba. En su concepción cíclica del paso del tiempo, los aztecas creían que pasados cincuenta y dos años el mundo acabaría. En la víspera del final de ese periodo, atemorizados, intentaban aplacar a los dioses con ofrendas y sacrificios. Si no se producía la catástrofe, volvían a encenderse los fuegos del hogar y se reanudaba la vida normal. En el Museo Nacional de Antropología de México se encuentra la piedra solar del calendario azteca, que mide casi 4 metros de diámetro y pesa 25 toneladas. En el centro está el dios del Sol, Tonatiuh, rodeado por cuatro secciones cuadradas que representan las encarnaciones de la divinidad y las cuatro edades anteriores del mundo. Alrededor del conjunto, unos signos manifiestan los veinte días del mes azteca.

Fuentes