Tradiciones culturales en el municipio Martí (Matanzas)

Tradiciones culturales en el municipio Martí (Matanzas)
Lugar:Martí (municipio)

Tradiciones culturales en el municipio Martí (Matanzas). Desde la antigüedad, la sociedad humana concibe un conjunto de creencias, tradiciones, costumbres, estilos de vida, que son ocupados por todos sus órganos y trasferidos mediante un proceso de socialización, conformando una cultura popular trasmitida de generación en generación, en un constante proceso de cambio.

Uno de los componentes esenciales de la cultura popular son las tradiciones, que desempeñan un papel fundamental en la construcción de la identidad cultural y social, propiciando un sentido de continuidad y pertenencia. Ayudan a mantener viva la historia y la herencia cultural de un grupo, así como a reforzar los lazos sociales entre sus miembros que abarcan distintos aspectos de la vida, como rituales religiosos, festividades, modos de vestir, formas de cocinar, canciones, danzas y otras maneras de conmemorar elementos importantes de la sociedad.

Antecedentes

La génesis de las tradiciones del pueblo cubano se remonta a la etapa precolombina y, por ende, los primeros pobladores, principalmente los taínos y los grupos de origen arauaco que se asentaron en toda el área antillana.

Sin embargo, hallan su cúspide en el período colonial pues, tras el descubrimiento de América y el consiguiente proceso de conquista y colonización española, se produjo la coexistencia de varios grupos étnicos que introdujeron sus costumbres y tradiciones; entre ellas, las culturas españolas, africanas, asiáticas, yucatecas y francesas, las cuales se fusionaron y sincretizaron en el contexto cubano, propiciando la transculturación que desembocó en la formación de una identidad cultural.

Ello propició el predominio de las más evolucionadas, sufriendo transformaciones que lentamente fueron apuntando a la creación de una conciencia nacional, hasta dar lugar a manifestaciones criollas como el punto guajiro, género musical que emplea la décima como texto.

Al triunfo de la Revolución, se hace un llamado al rescate de las tradiciones, promoviéndose investigaciones que rectificaron fechas y sacaron a la luz los datos necesarios para escribir nuestra verdadera historia. Por vez primera se dio comienzo al estudio de los elementos constitutivos de la cultura material de los sectores rurales, acopiándose información sobre viviendas tradicionales, mobiliarios, artesanía, instrumentos de trabajo y otros. Se realizó, además, la recepción de objetos museables, se organizaron exposiciones de piezas, ilustraciones de las formas y vidas tradicionales de nuestro pueblo hasta el año 1959, con una finalidad didáctica.

La cultura popular tradicional no solo se diferencia del folklore por su significado, sino por su esencia. El conjunto de valores creados por la clase trabajadora, históricamente dominada en el capitalismo y portadora del poder en el socialismo, es cultura al reflejar de manera íntegra su modo de vida, abarcando tanto las experiencias materiales como espirituales.

La sociedad socialista no crea una cultura popular tradicional, sino que conforma una cultura socialista; por la forma internacionalista de su contenido, aunque se alimenta de lo más transcendente y valioso de la cultura popular. La formación de una conciencia nacionalista crea al mismo tiempo el rescate de manera científica de los bienes culturales, los cuales forman parte innegable de la historia cultural de la nación cubana.

La investigación y revitalización de las tradiciones culturales populares en el municipio que lleva el nombre del Apóstol, funge como premisa indispensable para la preservación de la cultura local y nacional, a la vez que su conservación emerge con gran valor para su arraigo y continuidad en las futuras generaciones.

Origen y desarrollo de las tradiciones.

El municipio de Martí fue fundado el 1ro de enero de 1879 con el nombre de Hato Nuevo. Posee una extensión territorial de 924.9 km2, que lo convierten en el segundo más extenso de la provincia de Matanzas, solo superado por la Ciénaga de Zapata. Es uno de los tres municipios con costa en su porción norte, junto a Matanzas y Cárdenas.

Posee un relieve generalmente llano, aunque está atravesado de este a oeste por la Sierra de Bibanasí, de pequeñas elevaciones, cuya cota más alta es de 114 m. Al sur de las elevaciones se encuentra la llanura cársica que se une con la de Banagüises, en el municipio de Colón.

Al norte, la llanura es pantanosa en su mayor parte, aunque próximo a las laderas septentrionales se observa otra llanura cársica desde Corralillo, en Villa Clara, hasta los límites con los territorios de Perico y Cárdenas. El río La Palma es la principal fuente fluvial del territorio que desemboca en la costa norte.

La existencia de comunidades aborígenes puede probarse por la presencia del sitio arqueológico Cayo Jorajuría, ubicado en Playa Menéndez, próximo a las Salinas Bidos, una de las principales fuentes económicas del municipio. Los grupos que habitaron la zona se clasifican dentro del Mesolítico tardío, dentro del pre agroalfarero.

La existencia de restos de sílex y objetos construidos con este material y conchas, así como grandes cantidades de restos alimenticios, ubican el nivel de desarrollo dentro de los recolectores-cazadores-pescadores; sin embargo, el descubrimiento de una canoa aborigen en las proximidades del cayo, el 4 de noviembre de 1984 -única de su tipo en Cuba y en el área del Caribe-, permiten considerar el vínculo de estos aborígenes con otros de mayor nivel de desarrollo y, aunque no han sido encontradas sus huellas en cuevas o cavernas, se considera que practicaban algún tipo de areíto.

Hacia los períodos 1600-1700, en la localidad, los terratenientes hacían uso de la mano de obra esclava. Existían varios barracones; entre ellos, el ubicado en la finca San Cayetano, muy cercano al caserío de Guamutas, primer poblado del municipio.

En estos lugares, practicaban ritos, cantos y música, traídos desde África, que contagiaban por sus misterios y exaltación. Así lograban mantener vivas sus tradiciones y costumbres, a la vez que les aliviaban los maltratos.

También se dedicaban a la elaboración de dulces, bebidas y comidas, y hacían uso de las plantas medicinales para la cura de enfermedades. De igual manera, los hacendados españoles realizaban sus fiestas en las que predominaban la música, danza y cantos hispanos, surgiendo en los campos de esta localidad, al igual que en el resto de la isla, los guateques campesinos y las serenatas que, poco a poco, se difundieron hacia todas direcciones.

Guamutas fue el primer asentamiento poblacional del territorio donde comenzó el arraigo de las tradiciones. Fue también el lugar donde naciera Emilia Casanovas, en 1850, esposa del ilustre novelista cubano Cirilo Villaverde, mujer que marchó al exilio y creó allí la Liga de los hijos de Cuba para recaudar fondos y apoyar en el desarrollo de la guerra de 1895. Guamutas y sus cercanías fueron los lugares por donde inició la transculturación en el municipio de Martí. Fue justamente en estos campos donde se bailó y se cantaron por primera vez las tonadas campesinas y los cantos a las deidades africanas. Se desarrollaron, además, la religiosidad popular y el arte culinario, entre otros géneros culturales.

Se comprobó que en la antigua jurisdicción de Guamutas existieron varios asentamientos de chinos, la gran mayoría del sureste de Asia (Manila y Macao fundamentalmente). En este lugar habitaban alrededor de cuarenta chinos que trabajaban en la tala de árboles y sembrados. Existieron barracones de chinos en la finca San Vicente, Paredes y San Blas; estos, al igual que los yorubas y congos, introdujeron a la cultura la farmacopea popular de gran utilidad. De los chinos aprendimos, además, a incorporar a nuestra dieta las verduras, las cuales se mantienen hasta la actualidad.

Los albores de 1879 sorprendieron a los habitantes de dos poblados; el primero, Guamutas, y el segundo, Hato Nuevo -hoy Martí-, mayor en población, economía y desarrollo social. Fue precisamente en esa fecha cuando se fundó oficialmente Hato Nuevo, lugar donde se desarrolló de inmediato una cultura que llegó a diversos sectores a través de la creación de sociedades para blancos y pardos y morenos, donde disfrutaban de la literatura, la promoción de libros, la artesanía popular tradicional, el teatro, los bailes de salón y disfraces, los encuentros con jóvenes, las comparsas, los certámenes de bellezas, entre otros, los cuales contribuyeron a que cobrara vida la actividad cultural.

El contexto nacional era complejo, el país estaba atravesando por un cruento proceso de dominación colonial que había provocado un largo conflicto bélico durante diez años, en los que ocasionó graves consecuencias en el orden económico-social.

Sin embargo, en la esfera cultural, se daban importantes pasos como resultado de la coexistencia de diferentes grupos étnicos que estaban, sin darse cuenta, contribuyendo a la conformación de una identidad cultural y a la forja de la nación cubana, proceso que se extendió a lo largo del siglo XIX, centuria que culminó con el fin del coloniaje español y dio paso al inicio de la instauración de la República neocolonial, lacaya de los intereses de los Estados Unidos.

A finales del siglo XIX, también se produjeron importantes acontecimientos en el orden cultural. Existieron en esta época tres empresas teatrales que contribuyeron a la cultura artística de la población; una pertenecía al teatro Liceo en Martí, la segunda al cine Trianón y la tercera al cine de Valdivieso en el barrio La Teja.

Aunque no fue posible precisar la fecha, se cuenta que existió en este período una sociedad denominada Casino Español, integrada por ciudadanos de esta nacionalidad y algunos de sus descendientes nacidos aquí, defensores de la integridad hispana. Posteriormente, fue fundada otra sociedad nombrada La Unión, integrada por cubanos casi en su totalidad, la cual quedó disuelta en el curso de la guerra del 95. En 1899 y 1900 resurgió con el nombre La Nueva Unión -disuelta en 1913-, en la que, a pesar de los prejuicios de la época, el mestizo Ricardo Valdés Morales figuró entre sus socios.

El 24 de marzo de 1899 fue constituida esta sociedad en el pueblo Lacret (Itabo), integrada por personas de raza negra y, posteriormente, en 1903, se constituye en Martí la sociedad de instrucción y recreo La Bella Unión, por iniciativa de Ricardo Valdés Morales, en cuya reconstrucción, en 1924, se utilizaron alrededor de $ 1765.00 recaudados en esa etapa.

En 1919, los elementos de la disuelta sociedad La Nueva Unión, convencidos del beneficio que el progreso tendría para los jóvenes y todos los ciudadanos, reorganizaron de nuevo, bajo el nombre de El Liceo de Martí, la Sociedad de Instrucción y Recreo para personas blancas, teniendo como presidente al ilustre educador Diego Barreto y Perdomo. Existieron en este territorio otras sociedades de obreros, colonos, veteranos de la independencia y dos sociedades o casas templos donde se practicaba el ritual africano. Con el surgimiento y desarrollo de estas sociedades se fomentó la actividad cultural, pues en ellas se efectuaban bailes de salón y tertulias literarias, además de comparsas y encuentros entre jóvenes. En este período, el municipio tuvo un gran desarrollo cultural, unido al creciente auge de la actividad folklórica a través de sus danzas y músicas.

Durante esta etapa de dominación neocolonial, se continuaron dando pasos importantes en pos de la cultura en el territorio. En el orden periodístico, fue publicado en 1911, bajo la dirección de Álvaro George Haedo Triana, un periódico de orden político y de interés general nombrado El Chispazo, siendo su redactor Ignacio Haedo y Perdomo, prestigioso escritor de la localidad. La segunda publicación fue la revista literaria denominada Sideral, dirigida por Ignacio Haedo Perdomo, que surgió el 15 de septiembre de 1919 y dejó de publicarse el 30 de abril de 1921. También salió a la luz el periódico La Tribuna, en junio de 1932, cuyo director fue el estudioso Eliodoro Galindo Martínez, quien demostró sus aptitudes en el periodismo. En dicho género, se destacaron en este período Ignacio Haedo, Hermes E. Moncalian, Domingo Sotolongo Smith, Osvaldo Lucas Quiñones Puerto y María Consuelo Perdomo y Morales, quien fundó la revista Cumbre en la ciudad de Cárdenas.

Con el triunfo revolucionario, se le confirió a la cultura el lugar que merece como pilar fundamental de la nación. En tal sentido, se llevó a cabo un proceso de rescate de los bienes que conforman la cultura nacional, entre ellos, las tradiciones populares. Para su divulgación y salvaguarda, y para continuar escribiendo la historia cultural de la nación, se crearon diez instituciones en cada uno de los municipios que conforman el territorio cubano. De igual forma, se efectuaron numerosas investigaciones y estudios que sirvieran como testimonio de la historia y vigencia de estas tradiciones. El municipio de Martí no estuvo exento de ello, pues durante décadas varios investigadores han estudiado la rica tradición cultural para convertirla en un legado perenne para las futuras generaciones.

Caracterización de las tradiciones culturales

La historia de las tradiciones o Atlas Etnográfico del Municipio de Martí es el resultado de una amplia investigación orientada por el Ministerio de Cultura desde 1979. Su objetivo fue indagar en el desarrollo cultural del país hasta 1959 en los géneros de fiesta, música, danza, artesanía y narrativa oral, así como en la práctica de la religiosidad popular y el arte culinario, entre otras, con el fin de rescatar lo más autóctono de las tradiciones locales y con ello fortalecer las raíces culturales.

En este vasto campo, encontramos el acervo cultural del pueblo martiense como una correa de tradiciones de abuelos, padres y hermanos, en el que los aportes de africanos, españoles, chinos y franceses perviven en las tradiciones de la cultura popular, contribuyendo a conformar las raíces cubanas a las cuales se han integrado diversas etnias como congo, lucumí, yoruba, luango, mandinga, arará y macua.

En la búsqueda de información para la realización de este estudio se encuestaron alrededor de trescientos informantes, abarcando todas las zonas rurales y urbanas del territorio.

Se recogieron de forma oral los aportes y conocimientos de los pobladores más viejos del municipio, siguiendo la premisa de que buscar en la historia aquello que nos caracteriza será la manera de parecernos a nosotros mismos. El municipio de Martí ha tenido una rica cultura desde sus inicios, manifiesta en el interés que sus pobladores han mostrado y muestran aún en nuestros días.

Itabense ausente

El 5 de marzo de 1956 se celebró por vez primera esta fiesta, la cual fue organizada por el Sr. Severo Delgado, quien creó un patronato integrado por jóvenes del pueblo de Itabo, con un ejecutivo, presidente, vicesecretario y vicetesorero. Los días escogidos fueron 4, 5 y 6 de marzo. El objetivo de la fiesta fue recaudar fondos para obras de necesidad; en la primera se recaudó alrededor de $ 4000.00, ya que la entrada a la calle Juan Cawdell les era cobrada a los hombres que asistían a ella, posteriormente este dinero era utilizado en el alquiler de orquestas nacionales.

El pueblo se adornaba con banderas y hojas de palmeras, muchachas risueñas atendían cada kiosko instalado en los portales de las casas, donde vendían cervezas, sidras, refrescos y otras chucherías; unido a todo esto, se realizaban juegos de azar, tómbolas, torneos, lidias de gallos, carreras en sacos y otros.

Ofrecían comida criolla: congrí, yuca con mojo y lechón. El primer año participó una orquesta de la capital, el segundo la orquesta Aragón y el conjunto Cubanacán, amenizado por Bebito Arrieta. Tenían un lema para mantener el orden: “Todos somos hermanos y luchamos por el orden”.

A pesar de existir las sociedades de blancos y negros, es aquí donde por primera vez se unen blancos, pardos y morenos y celebran el banquete cubano donde se mezclaron orquestas, conjuntos, trovadores, decimistas y poetas.

El día más importante era el sábado, pues se reunían las familias de Itabo con los ausentes que residían en otros lugares del país, los cuales no se encontraban en diez, quince y hasta veinte años. Figuran como organizadores de esta fiesta, los lugareños Severo Delgado, Gilberto Pedroso, Luisa Morales, Luisa Berrío, Jesús González, Julián Muñoz, Nela Morales, Luis Herrera, Violeta Vázquez, Oida Pérez, Agustín Triana, Caridad Quijano, Olga Brito, Haydée González, Alexis Arias, e Inetty Arias.

Esta fiesta se rescató por primera vez los días 4, 5 y 6 de marzo de 1979; desde entonces se comenzó a celebrar cada dos años. Cuando se instauró el llamado período especial, en la década de los noventa del siglo XX, se dejó de organizar y se revitalizó en 1997 con una periodicidad anual.

Carnavales

Algo que no podía faltar en esta historia cultural es la tradición carnavalesca que ha tenido el municipio, generalizado en todo el país donde eran elegidas Estrellas y Luceros entre las muchachas que se presentaban.

Esta fiesta era de gran aceptación para la población, la cual disfrutaba a plenitud del paseo de carrozas y comparsas. Los carnavales se desarrollaron antes y después del triunfo de la Revolución hasta el año 1979.

Fiesta de inicio y terminación de zafra

Esta fiesta se continuó desarrollando en el municipio desde sus inicios hasta el 2005, fecha de la última molienda del central “Esteban Hernández”. Estaba organizada por los dirigentes del central, la Dirección de Cultura y el Gobierno, en dependencia de la fecha fijada para el inicio y terminación de la zafra.

Durante el día se realizaban actividades infantiles y por la noche actividad recreativa con grupos y orquestas. Era una fiesta de gran aceptación por los trabajadores azucareros, pobladores del batey y zonas aledañas. Se fortaleció con la incorporación del Movimiento de Aficionados a través de la puesta en práctica del Proyecto Comunitario “Azuquín Zacarín”.

Guateques campesinos

Se celebraban en todas las zonas rurales del territorio, fundamentalmente en cumpleaños, navidades y fin de año. Se caracterizaba por la unión de las familias campesinas, se entonaba la música guajira teniendo como base la canción y una combinación rítmica que hacía alusión a ciertos giros que acostumbraba a realizar el campesino en sus interpretaciones. Además, se efectuaban bailes, son montuno, punto, tonadas y décimas; se utilizaban la bandurria, el tiple, las claves y el güiro en sustitución de las maracas para tocar el punto.

Fueron los descendientes de isleños y andaluces los que introdujeron al municipio la música guajira; de esta forma se distraían y pasaban su tiempo libre. Nuestra poesía primitiva tradicional era cantada por muchos martienses que en esta época eran analfabetos.

En 1965, se creó el grupo campesino La voz del cañaveral, que cultiva la música campesina. Existen actualmente cuatro hogares cucalambeanos y un Círculo de Amigos que, orientados por la Dirección de Cultura y los Consejos de la Cultura Comunitaria, han rescatado cantos y bailes hispanos en el territorio.

Desde 1970 se realiza con una alta calidad la Jornada Cucalambeana donde es elegida la Flor de Virama y sus Pétalos. Este municipio ha sido representado por cinco muchachas como flores de Virama en Las Tunas, lugar donde se celebra la Jornada Cucalambeana Nacional en homenaje a Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), poeta y patriota que en sus décimas cantó al costumbrismo campesino cubano y a la belleza tropical de nuestra isla.

Fiestas patronales

Eran organizadas por la iglesia católica en honor a su santo patrono, san José, el 6 de mayo de cada año. Consistían en realizar actividades culturales en el templo, mientras que en el patio se efectuaban juegos, tómbolas y actividades para los niños.

La misa en la iglesia no faltaba y al mismo tiempo los feligreses realizaban una procesión con la imagen de san José por toda la calle Maceo y Clotilde García, regresando por la calle San José, situada frente a la santa iglesia católica, esta calle actualmente lleva el nombre de Raúl Pupo Morales, mártir de la Revolución.

La fiesta tuvo gran aceptación en la población martiense, manteniéndose hasta después del triunfo de la Revolución. Hasta el momento no ha sido revitalizada; aunque existe el propósito de volver a las fiestas patronales.

Fiestas cafetaleras

A finales del siglo XIX existieron en el municipio de Martí innumerables asentamientos de colonos franceses procedentes de Haití, los cuales desarrollaron el cultivo intensivo del café, siendo la zona más importante la región al sur de la sierra de Bibanasí.

Este cultivo originó una formación socioeconómica y sus consecuentes relaciones de producción, así como una actividad cultural, cuyas evidencias fueron musicales y danzarias, de las que solamente quedan vestigios históricos o de referencia, como son las fiestas cafetaleras.

Se comenta que al final de cada cosecha se festejaba por la obtención de una alta producción. A finales del 2000 la dirección del Gobierno en el municipio se proyectó hacia el rescate de estas tierras para el cultivo del café; lo que indica que no será lejano el momento de celebrar nuevamente las fiestas cafetaleras en Martí.

Fiesta verbena popular

Se realizaba en los primeros meses del año con una duración de dos o tres días. Se construía una plataforma en el centro del parque Martí y por las noches se bailaba con orquestas nacionales. En esta fiesta participaban las sociedades de blancos y negros.

El objetivo de la fiesta era recaudar fondos para el arreglo de las calles. La iglesia católica efectuaba otras verbenas con las mismas características, pero los fondos eran utilizados para la ampliación y reconstrucción del colegio religioso y la iglesia, además de las limosnas que les daban a los pobres.

Esta verbena se hacía en el patio de la iglesia y se bailaba en el salón parroquial, no se ofrecía bebidas sino refrescos y dulces y se realizaban juegos. Las verbenas eran de participación abierta, siendo de gran aceptación por el pueblo que participaba de forma entusiasta.

Hacia 1987 se rescató y se continuó celebrando hasta finales de la década de los noventa del siglo XX, como consecuencia del llamado período especial.

La música

En este género encontramos el punto guajiro, el guanguancó, la columbia, cantos infantiles y de romances, cantos de trabajo, cantos de bembé y de llamar espíritus, cantos de construcción de instrumentos musicales, son montuno, punto cubano y cantos de comparsas.

En el mundo de la música encontramos la serenata dedicada a enamorar a las muchachas y a realizar celebraciones de cumpleaños. Se efectuaban en todas las zonas del territorio. El bolero, que surge más tarde, tuvo una finalidad romántica, mientras que el español era festivo.

Pregones

Figuran entre los más usados:

“Yo llevo mangas maduras y que ricas mangas llevo yo, amarilla y fresca va la manga y que ricas mangas llevo, manguero.”

La danza

La danza se distinguió por la práctica de la rumba, baile laico (siglo XIX), era musical bailable con mucha cubanía; se comenzó a practicar en el municipio de Martí en los años 1920 de forma activa. Los yorubas demostraban las danzas de las deidades africanas de su panteón, los cuales representaban a la naturaleza; entre ellos podemos citar el baile a Elegúa, Oggún, Ochún, Changó, Babalú ayé, Oyá, Yemayá y otros.

El guaguancó nace también de los yorubas. Los paleros descendientes de congos introdujeron los juegos de palo, bailados únicamente por hombres solos, y dirigidos a la tierra, a los muertos, los nquisis, las ngangas. Se bailó en la zona de Valdivieso la macuta, una danza muy fuerte y de gran expresividad, que tuvo sus inicios en 1910.

Las danzas campesinas de origen hispano eran bailadas en guateques, donde se reunían las familias campesinas y disfrutaban del zapateo, el zumba Antonio, la caringa, el gavilán y el sucu-sucu, con el arte ejecutorio del laúd, la guitarra y el tres. Esta música llegó al municipio en el período 1700-1800 por españoles, fundamentalmente de Islas Canarias; de ellas Tenerife y La Palma, entre otras en menor cuantía. Comparsas.

Los Negritos

Las comparsas jugaron un papel importante en la vida cultural de Martí, se destacaron diferentes comparsas; entre ellas Los negritos, que bailó el 28 de marzo de 1953 en los carnavales, siendo sus principales organizadores Dora Corzo e Ismael García.

Contó con veinte parejas de bailadores (matrimonios) y fue acompañada por seis tambores. Al concluir la coreografía, bailaban la rumba acompañados por la orquesta que amenizaba la actividad. Los hombres llevaban pantalones y camisas blancas de mangas largas y chalecos de color gris, un pañuelo rojo al cuello y sombrero de pajilla.

Las mujeres llevaban sayas estampadas en diferentes colores y a media pierna, rizadas y anchas, las blusas eran blancas de mangas largas, utilizaban una almohada con una tira atada a la cintura, así como collares y argollas de cobre y pañuelos de diferentes colores en forma de turbantes. La cara y el cuello se los pintaban con una pasta negra. Se ponían, además, guantes, medias y zapatos negros.

Los Fruteros

Contó con veinticinco parejas, algunas de ellas de Cárdenas, Varadero y del central España Republicana. Fue la primera comparsa que llevó dos farolas, representadas por una piña y un marañón. El vestuario fue confeccionado por los bailadores con mucho colorido; las muchachas llevaban sayas blancas de forma circular y por encima de las rodillas, adornadas con frutas confeccionadas con fieltro cocidas con lentejuelas y satín (las frutas eran naranjas, piñas, marañón y anón). Las blusas eran de color verde y escotadas con mangas caídas a medio brazo adornadas con lentejuelas y las usaban por dentro de la saya.

Esta comparsa bailaba en carnavales y fue dirigida por Delia Romero y Sara Romañach. Los hombres usaban pantalones de color blanco y camisas verdes de mangas largas, adornadas con lentejuelas y anudadas al frente. Las muchachas utilizaban fajines anchos de color verde y sombreros de guano adornados con frutas y los hombres gorras blancas que decían “fruteros”.

Los Indios

Se bailó el 24 de febrero de 1950, organizada por Rogelio Borroto, Nela Pérez y Mario Ledo. Contó con sesenta y cinco bailadores; de ellos, treinta parejas y el resto realizaba la dramatización de la danza. El vestuario fue confeccionado por los propios participantes.

Utilizaron el color carmelita aunque las sayas de las mujeres eran estampadas con colores muy vivos. Los hombres usaban pantalones con flecos en los bajos; las mujeres se ponían las blusas con flecos en las mangas, cuello y todo el borde inferior.

Llevaban alpargatas hechas de tela de color negro, el cacique usaba una corona de cartón y los cuatro exploradores traje de campaña. Además, llevaban como atributos collares hechos con frijoles y garbanzos, Las argollas eran de cartón pintadas, en la cabeza usaban cintillos adornados con plumas, el hombre se ponía varias plumas y la mujer dos. El dinero que recaudaban lo utilizaban para disfrutar de la fiesta.

La Colombina

En 1930 fue montada en el poblado de Itabo esta comparsa con motivo de diversión, en la que se exaltaba la habilidad. Dicha comparsa bailaba en la sociedad de color que existió en este pueblo. La fecha seleccionada era generalmente en el mes de marzo y participaban parejas de otros lugares como Corralillo, Cárdenas, Máximo Gómez y Sagua. Bailaban al ritmo de ese canto.

Fue organizada por la ciudadana María Victoria Menéndez Menéndez. Las mujeres llevaban sayas rojas con el modelo can can hasta la rodilla, la blusa era negra y en la cintura se colocaban pañuelos de color rojo y otro a modo de turbante en la cabeza. También usaban zapatillas blancas de tela.

Los hombres llevaban pantalones en forma de bombache, camisa ancha y una gorra negra con pompones rojos y zapatillas blancas. Utilizaban farolas y conjunto de percusión, cantaban a coro y tenían un solista.

Artesanía popular tradicional

Encontramos en este género la talla en madera, el tejido, el bordado, la carpintería y el trabajo con pieles. Respecto a esta última, existía en el poblado de Itabo una talabartería perteneciente a la familia del Sr. Nicasio González Haedo, laborioso industrial que junto a su familia confeccionó todo tipo de calzado (año 1937). En 1985, al realizar el muestreo, se conoció que sus descendientes continuaban desarrollando las mismas funciones. En la década siguiente se convirtió en un gran taller, donde se confeccionaban botas y botines de hombres para trabajo.

En este género se destacaron, además, la cestería, la pintura popular, el repujado y la talla en madera, la metalistería y la confección de juguetería en madera. Entre los objetos elaborados estaban el tejido de atarraya para la pesca, aplicaciones de tejidos, flores de tela para los vestidos de las mujeres y muestras de flores de telas para la confección de sobrecamas.

En el tejido aparecen los puntos: cadeneta, candado, lacito, relleno, cuadrito, concha, crochet, rombo, jersey, marino, plisado sencillo, rejilla y punto loco. En el bordado aparece el punto pasado y pasado a mano, al festiré, cordón, y bordado a canevá. En la carpintería se elaboraban tableros biselados, columpios de madera, gabinetes de cocina, repisas de madera, y se hacían tallados y trabajos con raíces de mangle.

Narrativa oral tradicional

Se practicó a todo lo largo y ancho del territorio, como la poesía, agüeros, aforismos, rezos, paremias, adivinanzas, refranes, leyendas, anécdotas, cuentos y décimas.

Los refranes, presentes en la cultura de los habitantes de este municipio, se mantienen hasta la actualidad, así como las cuartetas, las paremias, la poesía.

Entre ellos, los más comunes son:” Cucha pa’eso: cuando las gallinas cantan como gallo es que alguien murió”; “Fui al monte, labré y labré, vine pa’mi casa y me arrinconé (el hacha).” Están presentes en nuestros días, además, los rezos para curar empachos, san Lázaro bendito, entre otros.

Religiosidad popular

Sin lugar a dudas, la religiosidad popular se encuentra firmemente arraigada a la historia cultural de nuestro país. El estudio de sus múltiples variantes ha dado la posibilidad de disponer de un amplio ámbito de debate y análisis sobre el fenómeno religioso contemporáneo, sus implicaciones sociológicas, sicológicas, ideológicas, la índole de su desarrollo en la sociedad cubana; la naturaleza de la religiosidad popular, los estereotipos culturales que caracterizan su percepción y las formas actuales de experimentar la fé.

Durante la realización de este trabajo investigativo se puso de relieve que la práctica de la religión africana se había extendido por todo el territorio. Por ende, se utilizó una muestra de cinco casas en la práctica de la Regla de Ocha o Santería (yoruba) y tres en la Regla Palo Monte (conga).

Existió en la zona de Valdivieso un barracón de esclavos y otro en la zona de San Blas, desarrollándose los rituales congo y lucumí. En los treinta y cuatro trapiches que existían en el territorio también había mano de obra esclava, la cual, como en todos los lugares del país, sintió la necesidad de expresar sus sentimientos a través de creencias, danzas, música y comida.

Las etnias llegadas al territorio a partir de 1800 fueron congo, lucumí, luango, yoruba, carabalí, macua, mandinga y arará en menor cuantía.

En relación con el universo africano se indagó acerca de la práctica de las religiones en cuestión, sus ceremonias de asentamiento de santo, omieros, otaes (piedras), comidas, atributos, vestuarios, cazuelas, amuletos, fetiches, animismo, sincretismo, festividades, tambores, bailes, cruzamientos con espiritismo y sistemas de adivinación (coco y obbi).

Se conoció, además, de otro sistema de adivinación donde utilizan un tarro de buey llamándole guía espiritual, rogaciones, leyendas, ngangas o nquisis. Se evidenció que las religiones traídas por los esclavos sufrieron modificaciones en relación con sus formas originales y a su vez conservaron principios y preceptos considerados irrenunciables a través del tiempo, en el que resalta el papel de la mujer en el ejercicio de la práctica religiosa, algo que no era común en aquella época.

Este es el reflejo del rol secundario atribuido a la mujer en la vida social, cuyas raíces hay que buscarlas dentro del marco socio-histórico en que se desarrollaron estas etnias hasta el momento de su brusco desarraigo; así como en el contexto social donde se reinsertaron.

Si bien estas expresiones continúan siendo mayoritariamente seguidas por mestizos, en la actualidad su percepción social ha tenido cierta variación observándose su extensión hacia el sector de raza blanca en la población y, a la vez, se ha profundizado su reconocimiento social.

En todos los tiempos, el adepto espera soluciones mediante sus creencias, algunas han ofrecido beneficio económico, otras se suman naturalmente por la vía de la transmisión familiar o porque cubren sus expectativas espirituales. Estas razones no son necesariamente excluyentes, sino que en algunos casos se superponen.

Es importante mencionar el papel que desempeñó la aceptación de creyentes a partir del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (1991) en el seno de la organización, si se tiene en cuenta la politización de la sociedad cubana y su respaldo manifiesto a esa fuerza dirigente. Un factor a tener en cuenta al valorar las manifestaciones religiosas es que a la práctica tienen acceso abierto personas de cualquier nivel cultural.

Palo Monte o Regla Conga

Las ngangas investigadas corresponden a Zarabanda, Siete Rayos, Lucero, Osain, Iroco, Remolino, Marianguerra, Brillumba a kimbiza (prenda para hacer mal).

Las personas más viejas en esta regla fueron Guadalupe Bolaños, quien nació en Cuba, pero sus padres Viviana y Modesto eran naturales de Guinea; sus nombres congos fueron Lukende y Matuburikaka y vivían en el barracón ubicado en la zona de Valdivieso. Se cuenta que el señor Modesto fue congo real en África y al llegar a esta zona continuó su práctica religiosa.

Regla de Ocha o Santería

Resulta interesante como se ha ido incorporando la mujer a estas expresiones religiosas, lográndose un elevado grado de independencia femenina. En la muestra utilizada se evidenció que no existen grandes diferencias en la práctica en esta cuestión, pues tres casas templos están representadas por mujeres y dos por hombres.

Es importante añadir que existen en la actualidad más de treinta casas donde se practica el ritual, en su mayoría la aproximación a estas expresiones tiene como causa fundamental la búsqueda de soluciones relacionadas con la salud y otros asientos de carácter personal y seguimiento de la tradición.

Los primeros asentamientos yorubas en Martí tuvieron lugar en Valdivieso, San Luis, Guamutas y Ategorrieta. Esta religión, al igual que otras sufrió alteraciones esenciales al chocar con otras como la católica, es por eso que espontáneamente se produce un sincretismo que estableció nuevas valoraciones cosmogónicas y la equiparación de divinidades yorubas con santos católicos.

El resultado de este sincretismo produjo un complejo religioso llamado santería, cuyo sistema de creencias y estructura ritual están basados en la adoración a los orichas del panteón yoruba de Nigeria, equiparados con los santos católicos correspondientes.

Esta religión, tan extendida en todo el municipio como el espiritismo, tan popular, se fundamenta en el concepto de una divinidad superior. La Santería, más conocida como Regla de Ocha, cuenta con un variado panteón de divinidades a las que hay que alegrar y satisfacer frecuentemente con ceremonias festivas que llevan este propósito como principio para los que practican esta religión, ejemplo de ello lo constituye el culto respetuoso a los orichas mediante la adoración, alimentación y cumplimiento ritual de todas las fechas históricas dentro de la liturgia santera.

Estas divinidades han pasado a formar parte del acervo cultural del municipio, unos conservando elementos originarios, otros perdiendo auge y transculturándose profundamente, pero todos respondiendo al diverso panteón yoruba de la Regla de Ocha que subsiste en nuestro país.

Rescate y vigencia de las tradiciones culturales del municipio de Martí: arraigo y continuidad

La obra cultural realizada en Cuba desde 1959 hasta la actualidad es una de las más altas expresiones del sentido humanista y democrático de la Revolución Cubana, que se constata en la creación de un sistema editorial que ha promovido la literatura a una escala de masas, un sistema de enseñanza artístico, único en el mundo, de altísimo rigor y con una amplia base popular, así como en la fundación de instituciones culturales con un decisivo papel en la defensa de la identidad local y en la formación de un público para las distintas manifestaciones del arte. También ha jugado un papel primordial el fortalecimiento de las tradiciones arraigadas en el pueblo, pues con su rescate y revitalización han enriquecido la vida espiritual de la población.

La salvaguarda de nuestras tradiciones culturales tuvo su cúspide a partir de 1979 cuando, al crearse el Ministerio de Cultura, se orientó la investigación de los géneros Fiesta, Música, Danza, Artesanía, Narrativa Oral y Religiosidad Popular, para conformar más tarde la obra científica del Atlas de la Cultura Cubana, la cual convocó en cada municipio del país, al rescate y revitalización de las tradiciones culturales populares.

Para la realización de este trabajo fue necesario contar con el apoyo de las organizaciones políticas y de masas como los CDR, FMC, CTC, ANAP, que colaboraron directamente en la búsqueda de las personas de más edad que fuesen conocedoras y participantes de cada tradición.

Luego, con la apertura de la Casa de la Cultura Aniceto Díaz, a finales de 1978, en el local donde otrora funcionara la Sociedad de Pardos y Morenos Bella Unión, y luego el Cabaret’ 70, se comenzaron a dar pasos importantes en el mundo de la cultura y, el 26 de noviembre de 1979, se crea el primer grupo folclórico denominado Araoco que, en 1985, fue evaluado de ‘A’ por el prestigioso etnólogo cubano Martínez Furé.

Asimismo, se fundó el taller literario José Martí, que dedicó numerosos espacios a la literatura de tradición oral.

En enero de 1985, al desarrollarse la semana de la cultura, vio la luz la revista literaria Razones, donde fueron promovidos artículos de la literatura de tradición oral. Entre 1979 y 1990, numerosos rescates de tradiciones se sucedieron en la localidad, entre los que figuran el Itabense Ausente (1981) y Martiense Ausente (1982); el primero se desarrollaba los días 4, 5 y 6 de marzo; pero luego se restablece, en l986, el primer fin de semana de marzo para que participaran los estudiantes que se encontraban fuera de la localidad.

El Martiense Ausente se rescató en la semana de la cultura y permaneció activo por varios años, hasta la llegada del llamado período especial en 1990.

Las artes plásticas encontraron su escenario en la Casa de la Cultura con la creación del primer Taller Municipal de Arte Popular en 1979, logrando trabajos artesanales; entre estos se destacaron el dibujo, la pintura, el tejido, el bordado, la cestería, repujado, juguetería, trabajo con metales, carpintería, tallados, muñequería de trapo y confección de títeres.

Las obras creadas eran exhibidas en exposiciones de artesanía popular tradicional inauguradas en la Casa de la Cultura y en la galería de arte que existió en la localidad, convertida más tarde en Casa del Escritor. La artesanía ocupó un lugar privilegiado en el rescate y conservación de las tradiciones populares y sus exponentes se insertaron a la Asociación Cubana de Artistas y Artesanos (ACCA) del territorio, institución dedicada a la promoción y desarrollo de la artesanía y el arte en nuestro país.

La danza constituyó una de las manifestaciones culturales bien acogidas por el pueblo, nuevos grupos folclóricos se incorporaron al quehacer cultural, entre estos, el Ochun Bi, el grupo de rumba del Consejo Popular Lacret, el Oyu Obba del Consejo Popular cabecera, también un grupo folclórico infantil creado en la ESBEC Giraldo Díaz en la comunidad El Sordo, perteneciente al Consejo Popular Carlos Rodríguez.

De igual forma, se crearon en este período dos comparsas infantiles, que llevaron el nombre de dos comparsas de adultos de 1940, Los Fruteros y Los Negritos, las que perduraron hasta l990, para luego, a inicios del llamado período especial, salir a la luz la comparsa Los Fruteros, que cuenta en la actualidad con bailadores de las dos comparsas infantiles.

Otra de las fiestas rescatadas fue la de inicio y terminación de zafra, que perduraron hasta el 2005, cuando tuvo su última molienda el central Esteban Hernández. De igual manera se rescataron las Verbenas Populares, los guateques campesinos, fiestas de bembé y las serenatas que se ofrecían a personalidades, trabajadores destacados del municipio, a ciudadanos de más edad y otros, en homenajes y cumpleaños.

Todos estos rescates de tradiciones han sido de buen gusto y agradecidos por la población, al igual que la creación del Círculo de Amigos del Danzón, que tuvo como sus precursores a los esposos Medardo Teuntor Borrego y Esther Alboniga Alboniga, danzoneros mayores que colocaron al baile nacional cubano en lo más alto.

En los albores de 1980, al incorporarse un mayoritario grupo de parejas de todas las edades en el rescate de la tradición, se debutó en televisión nacional y en escenarios locales y provinciales, donde cada mes se reunían los círculos de danzoneros de todo el país, en un municipio diferente, tradición que llega hasta nuestros días con el círculo de danzón creado en esa etapa.

En el género de música se rescató el punto guajiro, el guaguancó, cantos infantiles como Duérmete mi niño, Arre caballito y Señora Santana, los que acompañaron diversas presentaciones en galas y actividades infantiles. Los pregones eran recordados en las actividades que se realizaban en el museo, junto a la exposición de dulces, comidas y bebidas tradicionales, especialmente en semanas de la cultura, ocasión en que era premiado el concurso de cuenteros, refraneros y decimistas de la tradición oral, actividad que resultaba atractiva para el público que asistía. La canchánchara, muy utilizada por los mambises en las guerras, reunía a los coterráneos en el museo para disfrutar del sabroso licor. El Festival de las Tradiciones Campesinas llegaba con la elección de la Flor de Virama y sus pétalos, en homenaje al Cucalambé. Y con el grupo campesino La voz del cañaveral, dirigido por el Jilguero de Matanzas, Sergio Grau, para ponerle sabor cubano a un festival que también llega a nuestros días.

Hacia l990, la música campesina se extendió aún más con la creación de cuatro hogares cucalambeanos en los consejos populares Esteban Hernández (Concepción), Martí, Carlos Rodríguez y Hoyo Colorado, espacios que una vez al mes reunían a los pobladores, quienes disfrutaban no solo de la música campesina, sino también de promociones de libros, exposiciones, cuenteros, decimistas, escritores y la presentación de aficionados del lugar, destacando la actuación de los niños. Los bailes de disfraces ocuparon espacios en diferentes actividades, se rescató con adultos y con niños.

Cada semana de la cultura reunía a los infantes con disfraces atrayentes, actividad que comenzó a rescatarse por primera vez en los portales de la Biblioteca Municipal María Villar Buceta, más tarde en la biblioteca sucursal Rodolfo Díaz en el batey del central Esteban Hernández, y poco a poco se sumaron todos los consejos populares.

Hacia 1985, la Casa de la Cultura Municipal asumió la responsabilidad del baile de disfraz.

Como podemos apreciar, a lo largo de estos años se han incorporado en la cultura martiense elementos fundamentales legados por los antepasados, especialmente africanos y españoles, aunque es digno reconocer que los chinos propiciaron una mejor calidad de vida con el cultivo de hortalizas que llega hasta hoy como una de las mejores opciones en la alimentación.

Después de muchos años, a partir de 2014, la iglesia católica rescató las fiestas patronales en el mes de mayo, actividad que desarrolla en el patio de la iglesia, asistiendo numerosos pobladores, los que disfrutan de actividades culturales, exposiciones, juegos, venta de diversos productos y participan en la misa dentro del templo.

Al iniciarse la atención a los consejos populares, con la puesta en práctica de proyectos para el trabajo comunitario, los promotores culturales mantuvieron vigentes las tradiciones, desarrollando y fortaleciendo aún más las actividades de corte tradicional. Destacan, entre las tradiciones que permanecen vigentes, rodeos, torneos, carreras en saco, juegos y otras, incorporándose a las actividades de trabajo comunitario integrado al igual que la música de la filarmónica, interpretada por Ismael Palenzuela.

La creación de proyectos comunitarios

El desarrollo de proyectos culturales comunitarios, iniciados en la década de los noventa del siglo XX, cobró singular importancia al incorporarse a estos estudiantes, jóvenes, amas de casa, trabajadores, cederistas, federadas y campesinos.

Surge entonces el proyecto atendido por la escritora Eva Torres en el Consejo Popular Hoyo Colorado; el Azuquín Sacarín en el Consejo Popular Esteban Hernández, y el Portal de Martha, atendido por Martha Alcalá, presidenta del Círculo de Danzón Lázaro Dadis.

También se crearon los proyectos Repartiendo alegrías, en la Escuela Primaria Mariana Grajales, de la promotora autodidacta Gersys Rizo; Bajo la ceiba, de la investigadora Caridad María García Hernández y Teresita Lantigua Obregón; Rutas y Andares y Huellas, atendidos por el promotor Víctor Rodríguez y el Museo Hato Nuevo, respectivamente; 5 x los 5, atendido por Martín Domínguez y Flora Arencibia, miembros de la Unhic; así como el proyecto de tradiciones campesinas de la promotora autodidacta Milagros Sicart, todos del Consejo Popular cabecera. Asimismo, se fomentaron otros en El Deleite.

Estos espacios han sido acogidos por la población durante años y en ellos se han visto reflejadas las tradiciones de cada lugar, incluyendo las exposiciones de plantas ornamentales y décima mural, permitiendo una mayor satisfacción espiritual y una mejor promoción de la cultura popular tradicional.

Destacan, como actividades de impacto, el baile de blanco del danzón, en homenaje a nuestra flor nacional en el mes de mayo; la jornada de las tradiciones campesinas, en el mes de abril, con la elección de la Flor de Virama y sus Pétalos para homenajear al Cucalambé; las tardes folclóricas con la presencia del Grupo Araocó y otros invitados; también Rutas y Andares, Huellas, Paseando por la historia y los proyectos comunitarios de la Escuela Primaria Mariana Grajales, comunidad El Deleite, Portal de Martha, así como el de las tradiciones campesinas. Además, sobresalen la comparsa Los Fruteros y la fiesta popular El Itabense Ausente.

En esta ardua y dedicada labor de rescate de las tradiciones culturales de nuestro territorio, se han destacado personalidades y exponentes de dichas tradiciones, los cuales han sido reconocidos con el otorgamiento del Premio Memoria Viva, conferido por el Ministerio de Cultura y que rinde homenaje a quienes han mantenido vivas las más genuinas tradiciones, legadas por nuestros antepasados y que han llegado hasta nuestros días.

Entre los premiados podemos citar a Sergio Grau Alfonso, fundador del grupo campesino La voz del cañaveral y personalidad de la cultura (Consejo Popular Martí); Miguel Villaurrutia, reparador y constructor de instrumentos musicales (Consejo Popular Martí); grupo campesino La voz del cañaveral (Consejo Popular Carlos Rodríguez), grupo folclórico Araocó, por mantener vivas las tradiciones africanas como grupo portador (Consejo Popular Martí); Armando Aguirre, reparador y constructor de instrumentos musicales (Consejo Popular Esteban Hernández) y Sergio Pedroso Pérez, como curador (Consejo Popular Martí).

Las tradiciones culturales del municipio de Martí han trascendido las fronteras del tiempo para llegar a nuestros días con vitalidad y vigencia. Durante siglos, estas tradiciones se fueron forjando y desarrollando para constituir hoy el acervo cultural de un pueblo que orgulloso de ellas las rescata y mantiene vivas.

Aunque algunos de sus elementos y componentes se han modificado en su devenir histórico, lo importante es que su esencia no ha perecido y que a través de ellas podemos descubrir y contar nuestra propia historia, pues perviven como memoria y testimonio de siglos de grandes y complejos acontecimientos que han definido las particularidades económicas, políticas y sociales de la actual sociedad martiense y cubana, en general.

Fuentes

  1. Arencibia Nazco, Flora. La transculturación Yoruba en Martí. Tesis de grado, 1986.
  2. Arencibia Nazco, Flora Los sistemas de adivinación Caracol y Coco. Mención en Simposio Cultural Matanzas, 1988.
  3. Centro de Investigaciones. La Religión en la Cultura. Ediciones Academia. La Habana, 1990.
  4. Libreta de Santero (Regla de Ocha o Santería). 1989, EN Oficina de la Historiadora del municipio Martí.
  5. Romero Perdomo, Bonifacio. Historial del Municipio de Martí. Editorial González Naredo. La Habana, 1946.
  6. Revista Temas. Núm. 5. Año 1996.