Esperanza Caridad Barroso Velázquez

Esperanza Caridad Barroso Velázquez
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Notable maestra.
Nacimiento1 de noviembre de 1920
Güines, La Habana, Bandera de Cuba Cuba
FallecimientoJatibonico, Sancti Spíritus
Jatibonico, Sancti Spíritus, Bandera de Cuba Cuba
NacionalidadCubana
PadresRestituto Barroso

Esperanza Caridad Barroso Velázquez. Notable maestra jatiboniquense. Este es un deseado y reconocido encuentro con alguien que nos abrió un camino, al conducirnos al mundo del saber, una maestra que enseñó, educó, además de instruir, se trata de reconocer de forma sencilla y real su trayectoria como Maestra Normalista, algo que afirmaba con orgullo.

Síntesis biográfica

Nació en Güines, La Habana, el día 1 de noviembre de 1920. Inició sus labores como docente desde muy pequeña, en una finca en Candelaria, posteriormente por razones familiares retornan a Güines, su ciudad natal, matriculando en la Escuela Normal para Maestros, en La Habana, estudios que se vio obligada a interrumpir en el año 1940 por la situación política de su padre Restituto Barroso, regresan entonces a su finca en Candelaria, Pinar del Río. En aquellos momentos críticos para su familia, se unía para ella la tristeza causada por el abandono de sus proyectos, dedicándose entonces a repasar niños del pueblo, también impartió clases de forma interina en el barrio Santa Rosa, cerca de Candelaria.

En el año 1954, reinicia en La Habana sus estudios para culminar su sueño ser maestra, obteniendo su título de Maestra Normal el 26 de septiembre de 1955.

Título de maestra normalista de Esperanza Caridad Barroso Velázquez

Trayectoria laboral

Durante todo ese año, debido a la situación cubana, laboró en diferentes escuelas y barrios pertenecientes a Candelaria, como es Santa Rosa y Barrancones, haciéndolo de forma suplente, obteniendo su primera escuela en propiedad, en septiembre de 1956, en el lugar conocido como Los Perejiles, Arroyo Blanco, Jatibonico, y en aquel tiempo Camagüey. Lugar al que con necesidad y valentía se presentó, sin conocidos, fue acogida en la casa de Cándido Paz y su esposa Magdalena Felipe, pero lo más importante es que esa fue su primera escuela, pero también ella fue la primera maestra que tenía ese lugar, entonces con su coraje se enfrentó a la búsqueda primero de un terreno para construir esa primera escuela en Los Perejiles, terreno que fue donado por el campesino Manuel Sánchez, y, en ese lugar con los campesinos y su maestra organizaron veladas, canturías, para recaudar fondos para la construcción de la escuela, con tabla de palmas y techo de guano, así fue su primera escuela.

Los Perejiles era una comunidad rural, perteneciente al poblado de Arroyo Blanco, se encontraba a ocho kilómetros de dicho poblado, hago esta aclaración porque es necesario para entender el sentido de puntualidad y respeto de Esperanza, pues ese recorrido lo hacía tres o cuatro veces a la semana a pie, para llegar con puntualidad a su escuela, ella vivía en Jatibonico y toda la semana se quedaba en Los Perejiles.

Esperanza Caridad Barroso Velázquez con sus alumnos en la primera Escuela Primaria en "Los Perejiles". Arroyo Blanco, Municipio Jatibonico.

Esta fue la época de realización, de ésta maestra por excelencia, que nutría a sus alumnos de forma integral, como decimos en nuestros tiempos, se adelantó a su época, porque por las tardes además de consolidar sus primeros pasos en el camino del conocimiento, los enseñaba a tejer, bordar, sembrar, formas de comportarse, y además, conocer y amar a Dios. Por las noches se dedicaba a enseñar a leer a los campesinos adultos, pues ya conocemos que ese lugar distante y olvidado, existía entre sus pobladores el analfabetismo.

Fue respetuosa, exigente, por sus enseñanzas tuvo diferentes encuentros, donde siempre encontró las palabras acertadas, por ejemplo cuando una niña pequeña, y con la candidez que los caracteriza, y con un cuadro en la mano le comenta,“ dice mi abuelita, que quite el cuadro de Dios, porque gústele o no, se lo tiene que comer”, a lo que ella con temeridad y dulzura le respondió,“ sí, lo pongo y ahora mismo, pero al lado del Sagrado Corazón de Jesús, porque él es el centro de esta escuelita“. También cuando un niño, anotaba a los niños que acudían a la iglesia, por orientaciones o razones mal interpretadas, ella con fortaleza y educación lo convidaba a realizar otras actividades, como hacer sus tareas, repasar los productos, de esa misma forma respondía cuando era censurada por su asistencia a la iglesia, o acudía a las excursiones que organizaba el padre Franciscano Félix Padrón Carcache, siempre respondía con aplomo,… "bueno ustedes sabían para dónde yo iba, así es que no tengo nada que aclarar".

No vaciló al enterarse que el Padre David Centelles, párroco de Jatibonico, estaba apresado, sin titubeos acudió al lugar, pidió verlo y poder pasarle un poco de café, unos tabacos y un rosario, sólo eso quería aquel sacerdote español, que tuvo que regresar a su patria con un gran dolor en el corazón" por equivocarse y embellecer la iglesia, en vez de embellecer el corazón de las personas y acercarlos más a Dios", como dijo él en su homilía final, sus últimas palabras aquí fueron “Perdón, Dios mío”, fue una época convulsa y extraña para nosotros los cubanos, así era Esperanza incondicional, humana y permanente.

Asesoró, colaboró e impartió clases en la Campaña de Alfabetización con el fin de que los cubanos aprendieran con su modesto esfuerzo a leer y escribir. De los niños que estaban bajo su responsabilidad, además de entregarse a la tarea de enseñarlos, educarlos y ayudarlos, tenía la capacidad de observación para detectar cuando un niño estaba triste, presentaba problemas de salud, inclusive que sus padres no habían observado, cuando esos niños tenían problemas familiares, recordaba de cursos anteriores sus nombres así como las dificultades que presentaba cada uno. Fue capaz de transmitirles valores humanos, cívicos, patriotismo, alegría de vivir, respeto a sus semejantes, amor al trabajo y amor a Dios.

En el ejercicio de su labor disfrutó de la admiración y el cariño de sus alumnos, padres y de todos los que permanecieron cerca de ella durante sus cursos escolares, recuerdo las palabras del doctor Miguel López, psicólogo, que me contó el siguiente relato cuando yo estaba en segundo grado lo había repetido tres veces, mi madre desesperada acudió a Esperanza y le dijo: "Maestra mi niño no aprende, no sabe leer", ella le respondió, por favor dame con él dos meses y no digas nada", y ya al primer mes Migue leía con fluidez, venciendo su segundo grado con felicitaciones y reconocimientos. En otra ocasión el doctor Otoniel Felipe, pediatra, cuando cursaba el segundo grado con apenas siete años, alumno talento de su aula, se asomó a la sacristía de la iglesia San José, y estaba sentado el padre Juan García, actualmente arzobispo de Camagüey, pues Otoniel en su inocencia le gritó "cura huevo frito", Esperanza lo oyó y le dio cuatro fuertes nalgadas, por la tarde cuando su mamá, pertenecientes desde su nacimiento a la iglesia bautista, fue a buscarlo, la maestra le contó lo sucedido, y ni corta ni perezosa le respondió, "Maestra tenía que haberle dado ocho nalgadas más, porque tiene que aprender a respetar".

Esperanza Caridad Barroso Velázquez con su hija y nietos.

Así fue, la maestra, exigente con dosis de ternura, aprendió a conocer no solo a sus alumnos, sino a las personas, y a su obra por pequeños que sean los detalles, siempre le sumamos la magnitud de sus aportes sociales y profesionales, y si no la hubiera conocido, a la maestra, maestra por dedicación, vocación, convicción y excelencia, que siempre afirmaba:

"Si volviera a nacer volvería a ser maestra", esa persona que siempre debemos incluir entre los modelos profesionales, y que muchos pretendimos seguir, es seguro, porque al conocer su vida, sus ideas, sus frases, al decirnos que "un niño es suficiente para interesarnos en su labor, porque para ella, entre muchas cosas, un niño era una verdad, la sabiduría y la esperanza de un futuro mejor".

Fue una educadora, una persona que desde su lugar y profesión construyó su historia, ayudando a llevar la luz del pensamiento, al transmitirnos su respeto, vocación y profesionalidad. Porque fue y es otra vez un ejemplo a seguir, por quienes ya peinamos canas, y también por aquellos que desde etapas más tempranas de la vida se dedican al magisterio, coincidiendo con nuestro Apóstol, en que los seres humanos llegamos a esta tierra con el derecho de aprender y después en pago tenemos el deber de contribuir a la educación de otros, porque… sencillamente para ser maestro, necesitamos lo que siempre tuvo Esperanza, la maestra, mucho coraje, una gran vocación y un verdadero amor por la enseñanza.

Que esta crónica sirva de invitación para recrearnos con la realidad de la nación cubana, donde están nuestros viejos maestros, muchos olvidados, pero que mantienen sus ideas tan cercanas en su lejanía, pero presentes cada día en las aspiraciones de los padres, en el aprendizaje y la educación en general de niños y jóvenes, en la ética de los maestros. Y es que la historia del magisterio cubano no se detiene, por el contrario se enriquece recordándolos, mirando el futuro y a los nuevos maestros.

Les muestro la poesía que Esperanza curso a curso, enseñaba a sus alumnos "La Fuga de la Tórtola", porque ella lo interpretaba como un canto a la libertad y amor a su patria, su autor es el cubano José Jacinto Milanés:

La fuga de la tórtola.

¡Tórtola mía! Sin estar presa
hecha mi cama y hecha mi mesa,
a un beso ahora y otro después,
¿por qué te has ido? ¿Qué fuga ésa,
cimarronzuela de rojos pies?

¿Ver hojas verdes sólo te incita?
¿El fresco arroyo tu pico invita?
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedo!

Oye mi ruego, que el miedo exhala.
¿De qué te sirve batir el ala,
si te amenazan con {{muerte]] igual
la astuta liga, la ardiente bala,
y el cauto jugo de manigual?

Pero ¡ay! Tu fuga ya me acredita
que ansías ser libre, pasión bendita
que aunque la llore la apruebo yo.
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedó!

Si ya no vuelves, ¿a quién confío
mi amor oculto, mi desvarío,
mis ilusiones que vierten miel,
cuando me quedo mirando al río,
y a la alta luna que brilla en él?

Inconsolable, triste y marchita,
me iré muriendo, pues en mi cuita
mi confidenta me abandonó.

¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedó!

Así fue su vida y su trayectoria, como la de tantos otros maestros jatiboniquenses, con una constante vocación y dedicación, que contribuyeron al avance de la educación cubana, sencillamente porque…supieron enseñar.

Muerte

Falleció en Jatibonico, Sancti Spíritus el 13 de noviembre de 2008.

Fuentes