Flora (ciclón)

Ciclón Flora
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Trayectoria del Flora
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Ciclón Flora. El 3 de octubre de 1963 llegó el huracán Flora, catalogado como la segunda mayor catástrofe registrada en la isla de Cuba.

Se movió por toda la región oriental de la Isla; hizo un lazo sobre las actuales provincias de Las Tunas, Granma, Holguín y Camagüey. Las torrenciales lluvias asociadas a él causaron inundaciones nunca antes vistas y provocaron la muerte de aproximadamente dos mil personas y graves daños materiales.

El territorio de la actual provincia de Granma, uno de los más afectados, reportó en 93 horas mil 840 milímetros de agua, causantes de enormes riadas, de la muerte de mil 126 personas, la destrucción de 11 mil 103 viviendas, averías a otras 21 mil 486, destrucción de cuatro mil caballerías de arroz y serias afectaciones a extensas áreas cañeras y cafetaleras, servicios de electricidad, telefonía, carreteras y caminos.

Evolución

Comienza como una depresión tropical, el 26 de septiembre de 1963, localizada a mil 215 kilómetros al suroeste de las islas de Cabo Verde. Tres días más tarde, ya convertida en tormenta tropical, se halla a 560 kilómetros al norte de Cayena. Las aguas más cálidas y mejores condiciones atmosféricas le permiten evolucionar a huracán y pasa por Tobago con vientos de 190 kilómetros por hora.

Continúa con rumbo oeste-noroeste y a 169 kilómetros al sur de Haití exhibe vientos de hasta 233 kilómetros por hora, categoría 4 en la Escala Saffir-Simpson. Atraviesa el Paso de los Vientos y penetra en territorio cubano, el 4 de octubre, e inicia una errática y lenta trayectoria que lo lleva primero al norte de Oriente, luego al sur, este, de nuevo oeste, aborda el golfo de Guacanayabo, entra de nuevo en tierra cubana, cerca de Santa Cruz del Sur, con vientos de 140 kilómetros por hora, y enrumba al nordeste, hacia las hoy provincias de Las Tunas y Holguín.

Cuba a la llegada de Flora

El día primero de octubre los periódicos publicaron la Nota Meteorológica advirtiendo de la proximidad del sexto ciclón del año, que en esa fecha abatía ya a la isla de Trinidad y a otras en las Antillas, con vientos de 85 millas según el observatorio de Puerto Rico. Pero esa no era aún la noticia. Los cintillos de todos los diarios y las menciones de la radio y la televisión se concentraban en la llegada a Cuba de Valentina Tereshkova, la primera mujer cosmonauta del mundo, lanzada al espacio por la Unión Soviética.

Todos los periodistas estaban atentos a ese suceso. Hoy no es tan extraordinario que un ser humano viaje al espacio, pero entonces sí, y tratándose de la primera mujer, más aún. Fue recibida por el Gobierno Revolucionario en pleno, encabezado por el Comandante Fidel Castro, y por multitudes a lo largo y ancho de muchas avenidas. Al día siguiente, junto con los programas oficiales de la ilustre huésped, aparecían nuevos partes del ciclón, sin peligro inminente para Cuba todavía. Pero la situación fue cambiando: en horas, el Flora amenazaba a Camagüey y Oriente. Tereshkova, entre tanto, experta en vuelos de aviones de combate MiG-15, piloteaba un Il-14-IL 14 hasta Varadero. Ya se sentían los efectos del ciclón.

Hubo una recepción en honor de la visitante en el antiguo Palacio Presidencial, a la que asistió Fidel. Como solía ocurrir, toda la prensa estaba en el Salón de los Espejos. No había terminado la recepción cuando Fidel se retiró. Iba hacia donde, según los pronósticos, estaría el huracán. La alerta llegaba desde Las Villas y Camagüey. El Flora estaba en Cuba. Valentina se ofreció para ayudar en lo que pudiera, pero no se le permitió que corriera ningún riesgo.

Al mismo tiempo se libraba una batalla en Naciones Unidas contra los atroces y sistemáticos planes norteamericanos contra Cuba, que entonces solo tenía relaciones en el continente con México y Canadá. Como si fuera poco, los corresponsales daban la noticia de un ataque pirata de la CIA por Cayo Güin, en Baracoa. Fue destruido un aserradero, pero era ya de tal peso la noticia del huracán que esta otra pasaba a un plano de menos interés. Los periodistas, quienes habían ido abandonando la recepción de Palacio, llenaron las redacciones. Su nuevo rumbo lo trazaba el Flora, saber cómo llegar a Oriente era la prioridad. No hubo medio que no se movilizara: por carretera, en aviones de fumigación, helicópteros, botes de remos o motor, e incluso anfibios de las Fuerzas Armadas.

Cuerpo a cuerpo con el ciclón

Trayectoria del Flora
Fidel dirigía las operaciones de auxilio. En esa labor estuvo a punto de sufrir un accidente: el vehículo anfibio en el que iba por el río La Rioja, con el comandante Vallejo como ayudante, estaba sobrecargado de gente y abierto atrás. La agilidad y audacia de un campesino evitaron que las aguas lo arrastraran: metió al río un camión Zil provisto de sogas y pudo impedir el accidente. Pero la preocupación y meta de Fidel era el lugar de mayor peligro: el río Cauto, convertido en un "Amazonas embravecido". Según se dijo entonces, las aguas del río principal se extendieron fuera de su cauce unos 20 kilómetros, arrasando cuanto obstáculo pueda imaginarse: troncos, tejas, reses, etc.

«"Nosotros llegaremos al Cauto"», decía Fidel. Anfibios y helicópteros fueron los medios idóneos para avanzar, pero no se desestimaron ni el bote ni el caballo. Apenas podía verse a 50 metros de distancia, en un ambiente brumoso.

Las montañas más débiles amenazaban con desmoronarse. No hubo que esperar demasiado, Pinalito sucumbió. Por allí vivían muchos campesinos, entre ellos haitianos y jamaicanos, quienes durante años venían a trabajar en las zafras y luego permanecían en la Isla para la recogida del café.

Mientras por todas partes se brinda ayuda, Fidel está pensando en la reconstrucción y en cómo evitar la catástrofe que cobraría miles de vidas. El presidente del Instituto de Recursos Hidráulicos, comandante de la Sierra y del Llano, Faustino Pérez, es mandado a llamar, junto con su equipo de expertos, para reordenar el proyecto hidráulico iniciado por la Revolución. Sobre la capota de un yipi abren un mapa, y con los ingenieros, estudian los primeros pasos.

En cuanto a Pinalito, una de las primeras medidas de la reconstrucción fue reparar una injusticia: los haitianos y jamaiquinos, y sus descendientes, cobrarían por primera vez en su vida un seguro social.

El salvamento y los primeros pasos de la recuperación contaron con la ayuda fundamental del Ejército Rebelde, cuyo Cuerpo de Ingenieros se lanzaron ordenadamente a tareas como la construcción de puentes, que al igual que las carreteras, el ciclón había levantado en Oriente y en parte de Camagüey.

Testimonios

“Lo que hizo daño aquí fue el agua, no el viento”.
Llueve intensamente durante 110 horas consecutivas, cae un promedio de dos mil mm, aunque Santiago de Cuba por esos días recibe dos mil 500. Los ríos se desbordan, de la Sierra baja un mar de lodo, los valles devienen océanos.

Aparecieron personas enganchadas en los árboles, en los palos de las cercas, dondequiera aparecía gente muerta. Rápidamente se forman los equipos de rescate, con Fidel a la cabeza, quien personalmente dirige durante 46 horas consecutivas esas labores.

El saco de yute

Los pilotos de helicópteros del Ejército laboraban día y noche, buscando entre las tinieblas grupos de personas en los techos de las casas que afloraban en medio de las aguas. Hubo un caso excepcional, que fotografió Liborio Noval, del diario Revolución. Una familia pedía auxilio. El helicóptero se acercó, con la orden por anticipado de salvar al máximo posible de personas de acuerdo con su capacidad de carga. La familia quería que subieran con ella un saco de yute a todas luces muy pesado, y los pilotos que no. Pues, entonces, dijeron los que estaban en el techo, ellos se quedaban junto al saco, porque dentro estaban ¡sus muertos que habían rescatado de la corriente y querían sepultarlos! El saco fue izado.

Las vacas locas

En medio de las noticias trágicas que llenaban los periódicos y ocupaban casi todo el espacio en los demás medios, los pescadores de Manzanillo anunciaron que escuchaban bramidos de reses en los cayos cercanos. Eran reses embravecidas. Monteros de la zona llegaron en botes. Las reses estaban vivas pero malheridas, con los vientres hinchados a reventar porque el agua furiosa del Cauto les había penetrado por el ano, arrastrándolas hacia los cayos adonde corrían como fieras desesperadas. Pescadores y campesinos se unieron y con lazos y trampas las capturaban e iban subiéndolas a las patanas. Un veterinario a bordo las examinaba y aquellas cuya carne podía aprovecharse, eran sacrificadas y destazadas en las mismas patanas, que luego las llevaban al frigorífico de Manzanillo.

Luego de la tragedia

Semanas después del balance de las pérdidas —cultivos arrasados por las aguas, líneas del ferrocarril en Oriente y en gran parte de Camagüey retorcidas o desprendidas, más de la mitad del territorio nacional afectado por el ciclón...— en el sector pecuario se anunciaba que la ganadería de Oriente sería repoblada con animales de Occidente. El Consejo de Ministros acordaba dedicar, solo para planes hidráulicos, 200 millones de pesos.

Una vez más, en medio de todo, Fidel convertía el revés en victoria: la construcción de presas iniciada entonces sería el gran paso adelante para evitar que se repitiera en Cuba tan grande desastre.

De entonces acá, los cubanos toman conciencia de los peligros que acarrean estos fenómenos. Bajo la orientación de Fidel, se crea una infraestructura hidráulica para prever futuras inundaciones, se ha perfeccionado el sistema de defensa civil y los servicios meteorológicos, considerados ambos hoy entre los mejores del mundo.

Buen vecino hipócrita

En medio de aquel panorama desolador, el Gobierno de los Estados Unidos ofrecía una ayuda. Carlos Lechuga, embajador cubano en la ONU, recibía la orden de rechazarla. Luego Fidel, en comparecencia por televisión explicaba que aquel no era más que un gesto hipócrita del "buen vecino", y lo demostraba enseñando ante las cámaras minas imantadas que mercenarios al servicio del Gobierno yanki tenían planeado colocar para destruir medios de transporte e industrias, parte de la poca riqueza que le quedaba al país en aquellas condiciones. Los agentes de la CIA encargados de esa misión terrorista fueron capturados el 31 de octubre de 1963, cuando todavía se trabajaba para borrar las profundas huellas del Flora, un trabajo que demoraría años y recabaría el valor de todo un pueblo que ofreció a las víctimas del desastre ropas, alimentos, zapatos y otros bienes escasos para todos.

No faltó la solidaridad internacional, de países como la antigua Unión Soviética y Argelia, entre otros, y de personas amigas.

Cuba, con Fidel al frente, combatía el temporal.

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