José Delarra

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Plantilla:Personaje artísticoJosé Ramón de Lázaro Bencomo (José Delarra), artista plástico, estudió en la Academia San Alejandro. Sufrió encarcelamiento por luchar contra la tiranía de Batista, por lo que tuvo que marchar a Europa. Luego del 1 de enero de 1959, se integró al movimiento cultural que se desarrollaba en Cuba, fue director de la Academia San Alejandro y creador de monumentales conjuntos artísticos devenidos símbolos patrióticos en varias provincias de nuestro país. Fruto de su genio creador vieron la luz más de dos mil obras de escultura, pintura, dibujo y grabado. Sus piezas forman parte de colecciones particulares en casi 30 países.

Síntesis Biográfica

Época prerrevolucionaria

Primeros años

José R. Lázaro Bencomo, conocido como José Delarra, nació el 26 de abril de 1938 en San Antonio de los Baños, provincia La Habana. Desde niño se encaminó por el sendero de las artes plásticas, trabajó en un taller de escultura como ayudante para contribuir al sostén familiar. Su padre era encuadernador de libros, zapatero y artesano, oficios pocos remunerados entonces, pero que sí valieron, al menos, para trasmitirle una fina sensibilidad artística. En 1949, con 11 años, hizo su primera escultura en el patio de su casa en la barriada del Cerro. Allí, colocó al Martí que tanto amaba. De sus primeros años de existencia dijo en una ocasión: Viví mi infancia en un mundo de pobreza que no podía aceptar, pero al mismo tiempo fui creciendo entre gentes que hacían brotar cosas hermosas de sus manos.

Juventud

De joven anduvo de plaza en plaza, haciéndoles fotografías escultóricas a numerosos pobladores: al ciego, al violinista, al hombre que se sentaba en la esquina de la acera. Una hora le bastaba para terminar el "retrato". Y eran tantas las personas que le rodeaban cuando trabajaba en las calles, que su presencia llegó una vez a cerrar el tránsito y hubo que pedirle ayuda para dispersar el tumulto.

Comenzó sus estudios de escultura en 1949 en la escuela de arte de Villate y luego amplía sus estudios en San Alejandro. Se incorporó desde temprana edad a las luchas revolucionarias. Sufrió encarcelamiento por luchar contra la tiranía, antes de graduarse, se ve precisado a abandonar el país por la persecución de algunos sicarios de Batista por lo que tuvo que marchar a Europa; donde culminó sus estudios en Madrid y Florencia. Durante el periplo europeo recibe las enseñanzas de grandes escultores como José Clará (en Barcelona) y Vistorio Macho en Toledo. Realiza prácticas artísticas como ser copista en el Museo del Prado de Madrid, o ayudante y alumno del escultor Antonio Berti en la Escuela de Bellas Artes de Florencia. Visita otros países europeos como Holanda, Alemania, Bélgica. Esta experiencia en sus años de formación, a la que se suman profesores como Sicre, o su trabajo como ayudante de Fernando Boada, fueron para Delarra el impulso y la motivación para buscar una forma de decir propia. Una de sus mayores influencias, serían sin lugar a dudas, la obra monumentaria de Teodoro Ramos Blanco y de Juan José Sicre, y sus mayores inspiraciones para incursionar desde los comienzos mismos de su carrera, en la escultura pública conmemorativa.

Época posrevolucionaria

Al triunfo de la revolución regresa a su patria donde se integró al movimiento cultural que despegaba en la Isla, fue director de la Academia San Alejandro, ejerció como profesor suplente de escultura en los talleres vocacionales de arte en la Escuela Villate, director de Artes Plásticas de la provincia de La Habana, conferencista, creador de centros de cultura y creador de monumentales conjuntos artísticos devenidos símbolos patrióticos en varias provincias de nuestro país. En la década del 60 se aventura en múltiples exposiciones didácticas en escuelas, fábricas, parques: desde el Parque Central de La Habana, hasta el parque de Güira de Melena, que serían testigos de una exposición móvil que él tituló de “escultura revolucionaria” para que el pueblo conociera esa manifestación del arte a la par que hace demostraciones prácticas de cómo se crea una escultura. Incursiona en la cerámica, la ilustración gráfica, el grabado: es uno de los fundadores del Taller Experimental de Gráfica de La Habana, hace varias exposiciones de litografías sobre diversos temas y apuntes, los más sobresalientes tienen como tema el caballo, que es uno de sus asuntos más recurrentes: el animal no sólo como fuerza y belleza aerodinámica, sino como protagonista de nuestras luchas independentistas y de la nacionalidad cubana. Obtiene numerosos premios en esta época: el primer premio del concurso que convocó la Universidad de La Habana para dotar de una escultura de Rubén Martínez Villena a la Biblioteca Central de ese centro de estudios. Aunque más reconocido socialmente como escultor, fue dueño del barro, el hierro, el hormigón, la madera, el lienzo. En el dibujo y la pintura de Delarra sale desnuda, casi transparente, el alma del creador. Explosión de luz y de colores y serenidad de espíritu proyectan su tríada de símbolos: la mujer, el caballo y el gallo. Muchos lo definen como enérgico y prolífico. El rasgo primero está evidenciado en cada obra suya, en el cual el sujeto se nos representa vivo, auténtico. De lo segundo, dan fe más de 110 obras de pequeño y gran formato y las 220 exposiciones nacionales y foráneas en las que ha participado, personal o colectivamente. Este genial artista modelaba, sobre todo, con la yema de sus dedos y con tan notable rapidez que era difícil definir el momento exacto en que lograba formar una imagen en el barro que amasaba, cuándo surgía una nariz, un gesto facial, una sonrisa. Autor de importantes obras de la escultura cubana, de sus manos nació el Che de Santa Clara, monumentos al Generalísimo Máximo Gómez, el de Federico Engels, el monumento en La Habana a los esposos Ethel y Julius Rosemberg, los de José Martí; así como el dedicado a las víctimas del bombardeo atómico en Nagasaki, entre muchos. La huella de su presencia está en casi toda Cuba y en otros países como México, España, Japón, Angola y Uruguay, en los que dejó más de 120 obras monumentales y de mediano formato. Su obra más sobresaliente fue el Monumento al Che erigido en la Plaza que lleva el nombre del Guerrillero Heroico, en la ciudad de Santa Clara; fue esta su obra capital y siempre será recordado por ella. Trabajó en el monumento durante seis años, para darle el amplísimo alcance posee, no es sólo el Che de Villa Clara, con su brazo en cabestrillo, representa un todo: la decisión de ser médico o combatiente, el trabajo voluntario, el discurso en la ONU y la carta de despedida a Fidel; es además un Che que camina, que está en movimiento, que se voltea hacia América del Sur para cumplir su destino. Cuando se descubrieron en Bolivia los restos mortales del Che y sus compañeros, Delarra se involucra nuevamente en el proyecto del Memorial y esculpe la imagen de los 38 guerrilleros, los combatientes caídos en Bolivia. Un día Delarra dijo allí en el Monumento al Che: “Si se cae me caigo con él, los artistas y los capitanes de barcos vivimos y morimos con nuestra obra”. Los monumentos alzados en las Plazas de la Revolución de las provincias de Holguín, Granma y Villa Clara, entre otros, perpetuarán su quehacer y su modestia, dado que Delarra donó más de 60 mil dólares y dos millones de pesos al país, al renunciar al pago por sus obras realizadas. Bien ganado tuvo el título de cronista de la Revolución y de escultor del Che, que le han dado los que conocen su obra y su estatura humana. Por su meritoria labor como escultor y pintor, Delarra se hizo acreedor de varias condecoraciones, entre ellas el título de Héroe Nacional del Trabajo, Hijo Ilustre de San Antonio de los Baños, la Medalla Alejo Carpentier y la Réplica del machete de Máximo Gómez. También Delarra fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Comité Nacional del Sindicato de los Trabajadores de la Cultura. No obstante, recibir tantos reconocimientos por el legado artístico y humano que nos dejó, los cubanos seremos siempre eternos deudores de Delarra. El gran interés que mostró siempre en transmitir sus conocimientos y sus experiencias, quedó plasmado en un Laminario de las Artes Plásticas, libro de carácter eminentemente popular y dirigido a los que se interesan en esas disciplinas, que ofrece con gran didactismo conocimientos generales tan diversos como las técnicas del grabado o la historia del Alma Mater. A Isis y Leo, dos de sus hijos, poseedores ambos de una vasta experiencia y prestigio como escultores y pintores, les enseñó que antes de esculpir o pintar una figura, hay que conocer quién es el personaje sobre el que va a trabajarse, sus características, temperamento, carácter. De lo contrario -les decía- lo que nace es "un muñecón vacío". Y a Flor de Paz, la mayor, le inspiró a dibujar el mundo con palabras. Quiso representar a algunos de sus contemporáneos de la cultura y modeló sus cabezas en el estudio de La Habana Vieja, convertido en la galería Cabagallos. Abrazó con fuerza la idea de recrearlos artísticamente y esculpió a Pablo Armando Fernández, sobre un libro; a Olga Navarro, rodeada de mar y caracoles; a Zaida del Río, con un pájaro en la cabeza. También a Jesús Orta Ruiz, Harold Gramatges y Enrique Núñez Rodríguez. Incursionó en la cerámica, la ilustración gráfica y el grabado. Fue uno de los fundadores del Taller Experimental de Gráfica de La Habana y presentó exposiciones de litografías de variadas temáticas La última exposición pictórica de Delarra tuvo lugar en el Memorial José Martí, en mayo del 2003; esta se tituló De la epopeya a la mesura. A los 65 años de vida el 26 de agosto del 2003 fallece el artista en Ciudad de la Habana, fue sepultado con honores militares en el Panteón de las FAR.