Cementerio General de Tegucigalpa

Cementerio General de Tegucigalpa
Información sobre la plantilla
Obra Arquitectónica
Cementerio G.JPG
Cementerio
Descripción
Localización:Tegucigalpa, Bandera de la República de Honduras Honduras
Uso inicial:Cementerio
Uso actual:Cementerio
Datos de su construcción
Inicio:1877


Cementerio General de Tegucigalpa. Cementerio ubicado en Tegucigalpa, donde descansan los restos de ilustres hondureños.

Tegucigalpa del recuerdo

Historia

En el primer gobierno del doctor Marco Aurelio Soto, antes de trasladar la capital de la República, de Comayagua a Tegucigalpa, comenzó a construirse en 1877 el Cementerio General para sustituir al viejo panteón que se encontraba tras la Iglesia El Calvario y se extendía a lo largo de la ribera oriental del río Grande hasta los predios donde se encontraba, antes del Mitch, el Gimnasio Nacional.

El nuevo cementerio para la ciudad, se habilitó en un amplio terreno ubicado en el sector oriental de Comayagüela conocido después como la Colonia Soto, construyéndole un hermoso muro con su entrada de arco que se ilustra con la foto de la época, donde puede observarse la influencia de la arquitectura colonial.

A finales de la década de los veinte, se levantó a la izquierda de la entrada principal, la capilla del Señor de las Misericordias sitio dedicado al oficio de las misas de difuntos y se construyeron en ambos laterales, nichos para sepultar a las personas que fallecían sin contar con familiares que no eran poseedores de lotes que eran vendidos por la Municipalidad.

Cuando el sitio de Tegucigalpa en la Revolución de 1924, centenares de combatientes que cayeron en las intensas batallas que se libraron, la mayoría defendiendo al gobierno del general López Gutiérrez, fueron enterrados en horas de la noche en la parte que se conocía como el Viejo Cementerio porque a la luz del día era imposible llegar al camposanto ante el asedio que mantenían sobre la ciudad las baterías de morteros apostadas por el general Vicente Tosta en el cerro "El Berrinche".

Otros, los que se descomponían en las calles y no era posible sepultarlos eran cremados en el lugar donde habían caído. Cuando falleció el general López Gutiérrez, el 10 de marzo de 1924, en los días álgidos de la revolución, el consejo de ministros que ejercía el ejecutivo solicitó una tregua para poder efectuar el sepelio en el Cementerio General en horas de la tarde del martes 11 de marzo.

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El cementerio se dividió en dos sectores, el llamado Cementerio Viejo y el Nuevo, separándolos con una calle central desde el portón principal hasta el borde del muro posterior, plantando a ambos lados cipreses y otros árboles de sombra que le daban al lugar un aspecto señorial y se colocaron bancas para que descansaran los visitantes.

En las décadas de los treinta y los cuarenta, el cementerio de la capital hondureña ya mostraba hermosos mausoleos que se levantaron en los dos sectores y se destinó un amplio terreno en el extremo sur oriental en la elevación conocida como Sipile con pequeños predios para enterrar a la gente que no tenía recursos económicos.

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Los primeros monumentos funerarios que recordamos, la Capilla de pura piedra que levantó don Santos Soto al final de la calle principal, considerada por muchos años el mausoleo de mayor majestuosidad en el Campo Santo de la capital hondureña. Años después, la colonia china levantó otro hermoso mausoleo con líneas arquitectónicas orientales y donde descansan los más sobresalientes ciudadanos originarios de China como los Yu-Shan, los Quan, los León, los Waiming, los Yu-Way y otros miembros de las distinguidas familias que formaban lo más selecto de aquella inmigración.

Casa eterna de ilustres hondureños, las tumbas de ex presidentes, literatos, militares, renombrados políticos, artistas y miembros sobresalientes de la sociedad capitalina, se levantan en el lugar destinado para el descanso de sus restos mortales.

"Libro de piedra rosada"

Un hermoso libro confeccionado con piedra de las canteras guarda para la eternidad al insigne escritor, poeta, historiador y político doctor Ramón Rosa quien junto al doctor Marco Aurelio Soto fueron artífices de la Reforma Liberal. El inmenso libro simboliza la profusa vida dedicada al estudio por tan ilustre hijo de Tegucigalpa.

Descripción y arquitectura

Con un busto que recuerda su egregia figura, dirigiendo su mirada labrada en el mármol hacia su querida Comayagüela la tumba del más grande de los poetas hondureños, Juan Ramón Molina, se levanta en el sector izquierdo desafiando al oriente, por cuyo punto cardinal su tierra natal le dejó a su alma la oportunidad de atisbar desde el más allá el desfile de caballeros haciendo sonar sus roncos elefantes con cuyas fanfarreas saludó el bardo a los poetas brasileños y a las sirenas que en su imaginación poética nadaban en el río Choluteca.

Una pirámide de piedra rosada, resguardada por un ángel que pide silencio para no despertar a un león que duerme a la entrada de la cripta, guarda los restos del doctor Policarpo Bonilla. La obra fue realizada por el arquitecto italiano Augusto Bressani, constructor de la vieja Casa Presidencial y el Palacio Municipal.

Pirámide de piedra rosada

Los ex presidentes de Honduras, Miguel R. Dávila, Francisco Bertrand Barahona, Alberto Membreño, Rafael López Gutiérrez, Vicente Tosta, Vicente Mejía Colindres, Tiburcio Carías Andino, Ramón Ernesto Cruz descansan en el cementerio de Tegucigalpa y hombres ilustres como Paulino Valladares, Fausto Dávila, Marcos Carías Reyes y otros preclaros ciudadanos fueron sepultados en el viejo panteón que fue descuidado por muchos años por familiares y autoridades que permitieron que tan sagrado lugar fuera profanado por vagos y delincuentes que hicieron del lugar guarida para sus fechorías, destruyendo en muchos casos los simbolismos marmóreos que constituían obras de arte escultórico.

El Cementerio General

Los recuerdos que se guardan del vetusto Cementerio General hoy se comparten con algunos que todavía guardan en su memoria los tiempos del pasado y otros, que aún cuando nacieron en esta ciudad o tienen mucho tiempo de vivir en ella, no han tenido la oportunidad de conocerlo.

En estas remembranzas, guardamos la figura del canónigo don Basilio Gómez, el recordado "Padre Chilo", con su sotana negra casi desteñida que cobijaba con un amplio manto negro, fue durante muchos años el sacerdote encargado de los cultos religiosos católicos que todos los 2 de noviembre, Día de Difuntos, andaba de tumba en tumba y a petición de los dolientes, oficiando los Responsos, los hablados a dos lempiras y los cantados a cuatro lempiras, utilizando para estos últimos a músicos que le acompañaban durante todo el día.

Las familias, sin temores de ninguna naturaleza acudían a cuidar sus tumbas, había personas que a diario visitaban los sitios donde estaban sus parientes y las mantenían en buen estado, no les robaban los floreros ni los arreglos, no les destruían las placas, no deterioraban los monumentos ni tampoco estaban pendientes que los delincuentes los asaltaran. Había orden y vigilancia, tareas asignadas a los administradores que la Municipalidad destinaba para tal fin.

Ahora, un grupo de ciudadanos junto a la Alcaldía Municipal están realizando labores de restauración y limpieza para devolverle al lugar el digno sitial que se perdió en el tiempo donde la suciedad y el irrespeto irrumpieron la paz del sueño final de la vida de miles de hombres y mujeres cuyos restos mortales fueron depositados en el Cementerio General para el descanso eterno hasta la consumación de los siglos.

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