Carlos María de Rojas

(Redirigido desde «Carlos María de Rojas Cruzat»)
Carlos María de Rojas
Información sobre la plantilla
Carlos María de Rojas y Cruzat.jpg
General de Brigada
NombreCarlos María de Rojas y Cruzat
LealtadEjército Libertador Bandera de Cuba
Participó enGuerra Necesaria

Nacimiento14 de marzo de 1862
ciudad de Cárdenas, Matanzas, capitanía general de Cuba, Reino de España Bandera de España
Fallecimiento20 de septiembre de 1945 (83 años)
ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas, Bandera de Cuba Cuba
CónyugeRaquel Andux Teurbe Tolón
HijosRaquel María, Elvira, Carlos, Armando y Esther de Rojas Andux.
PadresJoaquín de Rojas
Isabel Cruzat y Urbizo

Carlos María de Rojas Cruzat. Fue un general de brigada y político cubano. Luchador independentista de la ciudad de Cárdenas, en la provincia de Matanzas. Considerado el patriota insigne de esta ciudad.

Síntesis biográfica

Nació en Cárdenas el 14 de marzo de 1862, en el seno de una de las familias más ilustres e influyentes del siglo XIX local.

Fueron sus padres, Joaquín de Rojas Cachurro, próspero comerciante de origen habanero, el cual se había radicado en Cárdenas luego de conspirar a favor del general anexionista venezolano Narciso López hecho este que le costó prisión y de Isabel Cruzat y Urbizo, hija del dueño de la firma para la cual trabajó durante varios años Joaquín. Su bautizo se produjo el 9 de julio de 1862 en la iglesia parroquial de Cárdenas.

Estudios

Recibió las primeras enseñanzas en la quinta propiedad de la familia, sitio en el que disfrutó de una infancia feliz en compañía de sus padres y hermanos[1].

Más tarde, en la década del 70 del siglo XIX, ingresó como interno en los Escolapios de Guanabacoa, plantel en el que aprendió de los sacerdotes catalanes que lo regenteaban el amor a la patria en la que se nace.

Durante su estancia en el colegio ocurrió, en 1874, la repentina muerte de su madre, suceso que cambió de manera radical la vida de toda la familia.

A pesar del rechazo que muy pronto hizo al colegio, continuó estudiando en el mismo hasta graduarse, en 1878, de Bachiller en Artes, Ciencias y Letras.

Este mismo año, ingresó en la Universidad de La Habana en la Facultad de Derecho Civil y Canónigo. En 1880 abandonó las aulas universitarias y, de inmediato, se trasladó a los Estados Unidos de América con objeto de realizar estudios especiales en la Universidad de Harvard, en donde fue alumno y amigo del importante poeta norteamericano Henry Wadsworth Longfellow[2].

Actividad comercial

Poco después, envuelto en una peligrosa aventura de amor, decidió dejar de estudiar para regresar a Cuba y dedicarse, como su padre, a la actividad comercial. Asociado al cardenense Antonio B. Zanetti quien fuera luego alcalde de Matanzas y cónsul de Cuba en varios países fundó en Puerto Príncipe, capital de la República de Santo Domingo, bajo la razón social de Rojas, Zanetti y Cía., el primer almacén de depósito de mieles que existió en esa nación caribeña.

Una vez más el amor trastoca sus planes, por lo que, decidido a contraer matrimonio con Virginia Bacot y Abgar, joven cardenense a la cual había tratado durante su estancia en los Estados Unidos de América, regresa a Cuba. Una vez en la Isla, cablegrafió de inmediato a Virginia, quien se hallaba estudiando en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, invitándola a contraer matrimonio. La respuesta de la joven no se hizo esperar, por lo que la boda se celebró muy rápido. No obstante, la felicidad conyugal duró muy poco, pues el 20 de enero de 1891 murió su esposa sin dejar descendencia.

Por esta época, Carlos María, en unión de su padre, era ya un próspero comerciante, al figurar como fundador y accionista de importantes sociedades comerciales dedicadas, sobre todo, al comercio de mieles y azúcares. Además, por sus relaciones sociales y su actividad económica, el 15 de diciembre de 1891 es nombrado vicecónsul en Cárdenas de la República de Argentina, cargo que desempeñó con acierto hasta su partida al campo insurrecto.

Deportista

Entusiasta jugador de béisbol, deporte al que se había aficionado durante su estancia en los Estados Unidos de América, figuró como fundador y presidente honorario del Cárdenas Base Ball Club, responsabilidad que compartía por entonces con las que ocupaba en el Club de Cárdenas, institución situada en los altos del actual hotel La Dominica, Monumento Nacional, y que era el sitio preferencial de reunión de los conspiradores locales.

También, ingresó en la Logia Perseverancia, institución en la que con frecuencia se realizaban actividades en favor de la independencia de Cuba y en la que se agruparon por esta época, bajo la denominación de Discípulos de Salomón, varios patriotas de la ciudad y sus alrededores.

Participación en la gesta independentista

En 1893, durante la visita clandestina que realizó el general Antonio Maceo a Cárdenas, Carlos María estuvo entre los jóvenes cardenenses que atendieron y protegieron al destacado independentista cubano. Además, organizó junto a su padre y a otros separatistas, el banquete que le fue ofrecido al Titán de Bronce en el hotel León de Oro.

Envuelto en estos trajines, Carlos María contrajo nuevamente matrimonio. En esta ocasión, con la joven matancera Raquel Andux Teurbe Tolón. La ceremonia nupcial, a la que acudió lo más graneado de la sociedad cardenense y matancera de la época, tuvo lugar en la catedral de Matanzas el 28 de noviembre de 1893.

Dos años más tarde, en 1895, nació su primer hijo, Raquel María, a la que siguieron los nombrados Elvira, Carlos, Armando y Esther de Rojas Andux. En esa época trabajaba junto a su padre, hermanos y varios amigos en la creación de la Junta Patriótica de Cárdenas, convertida después, por orden del delegado del Partido Revolucionario Cubano Tomás Estrada Palma, en Comité Patriótico.

La constitución de esta Junta fue consecuencia directa de la labor que realizó en la Isla el patriota Francisco Chenard, quien llegó a Cuba en octubre de 1895 procedente de los Estados Unidos de América con la misión encomendada por Estrada Palma de incrementar la creación de juntas directivas del Partido y de oficializar el trabajo de las que ya existían.

La Junta Patriótica de Cárdenas, a cuyas órdenes se puso inmediatamente la agencia del Partido Revolucionario Cubano en la ciudad y su servicio secreto, realizó una efectiva labor encaminada a sostener la actividad de las fuerzas insurrectas que operaban en el territorio.

Dicha faena aumentó en 1896, al marcharse al campo insurrecto el 26 de enero de ese año Carlos María, a quien le Junta le ofreció el grado de capitán, que no aceptó alegando que prefería ganarlo en el combate. Nuestro biografiado fue seguido por un valioso grupo de jóvenes locales, entre los que no faltaron representantes de los más diversos sectores sociales, incluyendo varios estibadores del puerto de Cárdenas, integrantes muchos de ellos de la sociedad secreta Abakuá.

Hasta el campamento del general José Lacret Morlot, el cual se hallaba a una legua de la ciudad de Cárdenas con una fuerza de 1500 hombres armados principalmente con machetes, llegaron con el propósito de incorporarse a la lucha el grupo de jóvenes encabezados por Carlos María de Rojas, los cuales formaron casi de inmediato el llamado Regimiento Cárdenas.

A su paso por las cercanías de la Ciudad Bandera, el general Antonio Maceo recibió el 24 de febrero de 1896, en su campamento del ingenio La Perla, en el valle de Guamacaro, el saludo revolucionario y el apoyo de los conspiradores y mambises locales, especialmente de Carlos M. de Rojas, quien le solicitó que lo incorporara a la columna invasora, a lo que el jefe mambí respondió:

... a la guerra no se viene a pedir, sino a obedecer. Usted donde es necesario, por su prestigio y valor es aquí. Este lugar es más difícil que Oriente y Camagüey para combatir. Su brigada será el orgullo de Cárdenas...[3]

Carlos María de Rojas fue especialmente comisionado por el Titán de Bronce para gestionar con la Junta Revolucionaria de Cárdenas, la adquisición de armas y otros materiales de guerra y para que, de acuerdo con la misma, procediera a la conducción de los referidos pertrechos, que debían ser puestos a disposición del cuartel general del Ejército Libertador, hasta un lugar seguro. También se le encomendó la misión de recibir y auxiliar las expediciones mambisas que arribaran por la zona de Cárdenas.

Al amanecer del 25 de febrero, en el mismo campamento, se produce el combate del ingenio La Perla, en el que Carlos María de Rojas participa, respetando las órdenes que le había impartido Maceo, como observador. El 26 de febrero, por orden del Titán de Bronce, es ascendido a comandante.

A partir de este momento, las acciones más inmediatas del Regimiento Cárdenas estarán encaminadas a apoyar la importante campaña que Maceo, auxiliado por Gómez, efectuaba en los términos de la región occidental, y a la protección y recibimiento de la expedición que se esperaba de Cayo Sal. El 2 de marzo de 1896, Carlos María de Rojas asume por orden del General Lacret Morlot el mando del Regimiento.

En 1896, el Estado Mayor del Ejército Libertador estaba convencido de la necesidad de organizar en la zona de Cárdenas una Brigada con el propósito de que llevara adelante la obra de devastación de la riqueza agrícola e industrial del territorio y que se encargara, al mismo tiempo, de recibir las expediciones que debían llegar por la costa norte de Matanzas.

Como parte de la devastación de propiedades, convertida de hecho en la principal tarea de los patriotas cardenenses, se incendian, además, el 15 de abril de 1896, los campos de caña de los ingenios Santa Amalia, Audaz, Carolina, San Juan, San Fernando, Santa Agustina, El Carmen, Laferté, Guerrero, Jesús María y Buenavista, propiedad este último de la familia Rojas. Esta acción y la posterior destrucción por su propia mano del referido ingenio, le permitieron a Carlos María aplicar en el territorio, sin obstáculos de ninguna índole y sin miramientos, la política de la tea incendiaria decretada por los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo.

Por sus acciones victoriosas, el 11 de septiembre de 1896, el Regimiento Cárdenas es ascendido a la categoría de Brigada. Esta fuerza, que constituyó la Primera Brigada de la Primera División del Quinto Cuerpo del Destacamento Occidental del Ejército Libertador, demostró durante toda la contienda su efectividad, bajo la jefatura de Carlos Ma. de Rojas, nombrado con igual fecha teniente general.

Sus principales objetivos fueron mantener latente el espíritu insurrecto en la zona, incendiar ingenios y cañaverales, facilitar en estrecha coordinación con el Comité Patriótico de Cárdenas pertrechos de guerra para la revolución y auxiliar los desembarcos de expediciones que se produjeran por la costa norte de la provincia de Matanzas.

Esta Brigada estuvo conformada por dos Regimientos de Infantería que respondían a los nombres de Clotilde García y Cárdenas, la Escolta Montada y el Estado Mayor.

Resulta importante destacar que los jefes y oficiales de la Brigada Cárdenas usaron una táctica muy eficaz, que por entonces resultaba prácticamente desconocida para el Ejército español y que descubriera luego de las numerosas pérdidas de hombres, municiones y tiempo que le ocasionó. Consistía en la puesta en práctica del sistema empleado por Máximo Gómez en la campaña de la Reforma: la marcha sobre el rastro, la movilidad constante sobre el terreno, el ataque sorpresivo y conjunto, cuando las condiciones lo requerían, o la dispersión para reencontrarse en un lugar fijado de antemano.

Las condiciones topográficas del terreno en el cual operaban, que se caracteriza por la falta de elevaciones y montes y por estar surcado en todas direcciones por una gran cantidad de vías férreas, obligaban a las fuerzas de la Brigada a la movilidad incesante y al no establecimiento de un lugar fijo para acampar.

A partir de este momento, y hasta el mes de agosto de 1898, las acciones en las que toma parte el general Carlos M. de Rojas se incrementan, haciéndose cada vez más efectivas. Además, las fuerzas de la Brigada Cárdenas reciben y salvan las expediciones de Cayo Sal[4] , Enrique Collazo[5], Ricardo Trujillo[6] y Dauntles[7] , que desembarcaron entre 1896 y 1898 por diversos puntos de la costa norte de la provincia de Matanzas.

El 2 de junio de 1896 las fuerzas de Carlos María de Rojas se baten en Esmeralda (Cárdenas) con una columna española. Terminado el combate, que dura cinco horas, los insurrectos se retiran con seis bajas. Ese mismo día combaten de nuevo; pero esta vez en El Descanso, Camarioca, junto a las fuerzas de Tabío y Regino Alfonso, contra una columna enemiga dirigida por el coronel Pavía.

El Regimiento Cárdenas, que contaba ya con más de mil hombres sobre las armas, destruye, el 20 de julio de este mismo año, un kilómetro de vías férreas de la Empresa del Ferrocarril local y otro, de la Empresa de Cárdenas a Júcaro, el día 28, con el objetivo de impedir el transporte de las tropas españolas y el aprovisionamiento de las mismas.

El 2 de enero de 1897, Carlos María fue nombrado jefe de la Brigada Cárdenas y luego, el 1 de junio de ese mismo año, ascendido por el Generalísimo Máximo Gómez a general de brigada. Poco antes, el 12 de febrero, el Segundo Escuadrón del Regimiento Cárdenas se había batido con una columna enemiga en la finca Jesús María, ubicada en las cercanías del poblado de Guásimas haciéndole veinte bajas. Durante el encuentro, que duró tres horas, el escuadrón se atrincheró en los montes de Jesús María, retirándose sin parque.

El 23 de marzo de 1897, al saberse en el campo insurrecto que el sanguinario Valeriano Weyler, capitán general de la Isla, se hallaba en la ciudad, la Brigada Cárdenas determinó atacarla, entrando durante la noche por el acueducto. Una vez pasada la línea de fortificaciones, encontraron en los terrenos del Club Esperanza una fuerte emboscada enemiga que los rechazó, iniciando la retirada al conocerse que una columna española se encontraba acampada en las cercanías.

Durante todo el mes de junio la Brigada Cárdenas estuvo vivaqueando en las Piedras de Camarioca. El 28 de este mismo mes es atacada por las fuerzas españolas; pero el general Rojas ordena el despliegue hacia el monte de Foliello, por la carencia de parque.

El 18 de agosto, cinco hombres bajo el mando del capitán Eduardo González, El Pelón, penetraron en el ingenio Precioso, a pesar del nutrido fuego que se les hacía desde los fuertes. En esta ocasión lograron obtener algunas ropas, las cuales fueron de mucha utilidad para la tropa, y no tuvieron que lamentarse bajas. Dos días después, El Pelón tiroteó la ciudad durante la noche por espacio de media hora.

El 30 de septiembre de 1897, el teniente coronel Tabares y el comandante Ruperto Fernández Mayato, al frente de cuatro escuadras y bajo la dirección del comandante de caballería Salomé Morejón, se dirigieron al fuerte español de Esquina de Tejas, logrando penetrar en el mismo. Como resultado de la operación, quemaron una casa y se apoderaron de un caballo, una montura y de varios efectos de utilidad para las fuerzas insurrectas.

En la acción cayó el comandante Morejón, quien recibió cinco impactos de balas. El 8 de octubre, obedeciendo órdenes del jefe de la Brigada, el sargento Fernando Casañas incendia siete cañaverales pertenecientes al ingenio Dos Rosas.

El 29 de noviembre, Eduardo González quema algunos campos de caña del ingenio Precioso. En el mes de diciembre de 1897, la Brigada Cárdenas contaba ya con unos 400 hombres de los cuales, la mitad estaban armados; pero pobremente municionados. Por entonces figuraban al frente del Departamento de Sanidad de la Brigada, el prestigioso médico Enrique Sáez y el comandante Félix García.

En 1898 se agudizan los conflictos bélicos en el territorio y se realiza uno de los combates más importantes que se efectuaron en nuestra localidad: la acción de Cuajaní, Camarioca, ocurrida el 14 de enero, al enfrentarse las columnas españolas de Bailen, Cuenca y Navarra, y las guerrillas combinadas de Bailén, Montero y Limonar, dirigidas todas por el general Molina, con las tropas insurrectas al mando de Carlos María de Rojas, el teniente coronel Agustín Martínez Cambón y el teniente coronel José Fernández Mayato.

En el enfrentamiento, que se inició a las 10:00 a.m. y que duró hasta el anochecer, los españoles sufrieron cincuenta bajas y los cubanos tres, gracias, sobre todo, a las buenas posiciones que ocuparon estos últimos. El Generalísimo Máximo Gómez gran conocedor del arte militar la consideró una de las más brillantes operaciones de la campaña de invierno del último año de la guerra.

El 18 de enero, el alférez Fernando Casañas, al mando de una escuadra del Regimiento de Infantería Cárdenas, tirotea una columna acampada en el ingenio Dos Rosas, causando dos bajas al enemigo y, durante la noche, hostiga el fuerte de la finca Lara. En ninguna de las dos operaciones las fuerzas insurrectas sufrieron bajas.

El 20 de enero, el capitán Eduardo González, jefe de la escolta, con varios hombres a su mando, incendia cañaverales pertenecientes al ingenio Precioso, sosteniendo un ligero fuego con la guerrilla que custodiaba el lugar; al día siguiente, con una escuadra del Regimiento Cárdenas, incendia algunos cañaverales del Precioso y del Dos Rosas, destruyendo a su paso extensos sembrados de tabaco. El 22 de enero, Eduardo González tirotea con varios hombres a sus órdenes, y por espacio de dos horas, los fuertes enemigos que defendían la ciudad.

El 15 de febrero, por disposición de Carlos María de Rojas, el sargento Fabián García, con un grupo de hombres pertenecientes al Regimiento de Infantería Cárdenas, incendia varios cañaverales de la finca San Juan de Wilson, en Camarioca. El 17 de abril, Eduardo González, con siete hombres, incendia varios campos de caña de los ingenios Precioso y Vega. En el primero, se efectúa un ligero tiroteo durante el cual los insurrectos hacen replegarse al destacamento español hacia el interior de los fuertes.

A pesar del bombardeo a que es sometida la ciudad de Cárdenas, el 11 de mayo de 1898, por la escuadra naval norteamericana, el curso de las operaciones militares siguió su ritmo en el campo insurrecto. El 20 de julio, cumpliendo órdenes del jefe de la Brigada, el capitán Eduardo González, con cincuenta hombres de los Regimientos de Infantería Clotilde García y Cárdenas, al mando de los capitanes Juan García y Alipio Corzo, atacan el destacamento del ingenio Precioso, logrando penetrar dentro de las trincheras, propagar el fuego en los fuertes y hacer retroceder al enemigo con cuatro bajas. Como resultado de la operación, se adquirieron seis bueyes, dos fusiles Remington y dos carteras.

No obstante haber cesado las hostilidades entre las fuerzas españolas y norteamericanas, según acordaron ambas partes el 16 de julio de 1898, las acciones combativas de la Brigada Cárdenas contra los peninsulares continuaron en este territorio hasta mediados de octubre del último año de la guerra. En este sentido, se destacan acciones como la que arrasó el ingenio Morlas en el mes de septiembre y el ataque perpetrado el 15 de octubre al ingenio Dos Rosas.

Es necesario subrayar que el último combate de la guerra necesaria en la provincia de Matanzas se efectuó el 2 de agosto de 1898 en Tierras Negras, zona próxima al poblado de Cantel, sitio en el cual se hallaba, como parte de sus constantes desplazamientos, la Brigada Cárdenas. Como consecuencia de la aparición en el lugar de una fuerte columna española, la cual atacó de inmediato, se produjo este fiero combate. La escolta del general Carlos María de Rojas, al mando del capitán Eduardo González, El Pelón, logró detener la embestida inicial del enemigo, que enfiló rápidamente en dirección al grueso de la tropa.

Los mambises no se amilanaron ante el empuje de las fuerzas españolas y, luego de varias descargas de fusilería por ambas partes, se inició un encarnizado combate cuerpo a cuerpo, en el cual resultó decisiva la participación del coronel Antolín Martínez quien, al frente de uno de los regimientos de la Brigada, desconcertó e hizo retroceder al enemigo con numerosas bajas. Los cubanos por su parte, tuvieron que lamentar la muerte del comandante Juan Cawley y la de los sargentos de segunda Nicolás Azopardo y Crispín Cazañas, además de siete heridos.

Las fuerzas de la Brigada Cárdenas, a pesar del cese de las hostilidades, acamparon en Varadero y se mantuvieron en pie de guerra hasta el viernes 16 de diciembre de 1898, fecha en que entraron victoriosas en la Ciudad Bandera. El pueblo se congregó de forma espontánea en el muelle de Rabell para recibir al general Rojas, quien había terminado la guerra como jefe de la Primera Brigada de la Primera División del Quinto Cuerpo del Ejército Libertador, a su Estado Mayor y a los hombres bajo su mando, los cuales habían sido trasladados por el vapor Cometa, que había sido engalanado previamente con las banderas de Cuba y de los Estados Unidos de América.

En medio de los vítores y aplausos de la multitud, que daba vivas al jefe de la Brigada y a Cuba libre, el general Rojas cayó en brazos de su padre, quien no pudo contener las lágrimas. De inmediato, el Dr. José Martínez Moreno le entregó, a nombre del Ayuntamiento, una corona de laurel y una medalla de oro, conmemorativa del acontecimiento, que se conserva en el Museo Oscar M. de Rojas, de Cárdenas.

Con posterioridad, los mambises se trasladaron junto a sus jefes y oficiales hacia la calle Pinillos, con objeto de tomar el lugar que les correspondía en la procesión cívica, organizada en su honor por las autoridades locales que tuvieron que hacer grandes esfuerzos para impedir que el general Rojas fuera cargado en hombros por el pueblo. Al término del desfile, luego de recorrer las principales calles y avenidas de la ciudad, en el Ayuntamiento, se hizo ondear por primera vez en los altos del edificio la bandera de la estrella solitaria.

En la noche de este mismo día, se verificó una retreta en la Plaza de Espriu hoy parque José Antonio Echeverría y el general Rojas recibió en el Ayuntamiento el saludo de los vecinos más notables e influyentes del territorio.

Al día siguiente, el cuartel general y las oficinas del Estado Mayor de la Brigada Cárdenas quedaron instaladas en el Cuartel de Bomberos, hoy sede del Museo a la Batalla de Ideas.

Además, se celebró en la Plaza de Espriu una misa de campaña y un Tedeum. En la noche, luego de la habitual retreta sabatina, los cardenenses organizaron una manifestación en homenaje al alcalde Joaquín de Rojas Cachurro. Así concluyeron los actos y fiestas que se organizaron para festejar el término de la ocupación española de la Isla y la entrada en la ciudad de las heroicas fuerzas mambisas.

Labor después del fin de la guerra

A partir de este momento, Carlos M. de Rojas continuó junto a su padre y hermanos Alberto y Oscar María de Rojas Cruzat su carrera como comerciante. Lo anterior no fue obstáculo para que el 16 de junio de 1899 la Asamblea de Representantes reunida bajo la ocupación norteamericana de la Isla le concediera, en reconocimiento a los servicios que prestó a la causa de la independencia de Cuba, el grado militar de general de división.

Poco después, es designado por el Gobierno interventor alcalde de Cárdenas, labor que cumplió con abnegación y patriotismo. Entre las obras más significativas de su gobierno estuvieron, además de las numerosas mejoras urbanísticas que llevó a cabo, la inauguración del Museo y Biblioteca Pública local -segunda institución de este tipo fundada en Cuba y del Mausoleo de los Mártires de la Independencia. El 13 de febrero de 1900 se le ratificó por votación popular como alcalde, permaneciendo al frente de los destinos de la ciudad hasta 1903.

El 11 de abril de ese mismo año volvió a la vida militar, al ser designado por el presidente de la República, Tomás Estrada Palma, como jefe, con el grado de coronel, de la Guardia Rural de las provincias de Matanzas y Villa Clara. El 22 de junio de 1905 se le nombró jefe del Cuerpo de Artillería de La Habana, cargo que desempeñó hasta el 8 de abril de 1909, fecha en que se le trasladó durante el Gobierno de José Miguel Gómez al Cuerpo de Infantería, como jefe del Segundo Regimiento. Dos meses más tarde, por los resultados alcanzados, fue ascendido a jefe interino de la Brigada de Infantería.

El 24 de octubre de 1910, a raíz del fracasado golpe de estado en favor del Dr. Alfredo Zayas, se le nombró jefe interino del Ejército en sustitución del general Pino Guerra. En este cargo provisional estuvo hasta el mes de noviembre, por haber sido nombrado por segunda ocasión jefe interino de la Brigada de Infantería.

Con posterioridad, el 13 de diciembre de 1910, se le designó Inspector interino del Ejército. También durante el gobierno del general José Miguel Gómez, fue nombrado, el 28 de noviembre de 1912, brigadier e inspector general de las Fuerzas Armadas en activo, cargo que ocupó hasta el 16 de noviembre de 1912, cuando se le designó como jefe interino del Ejército, responsabilidad que desempeñó hasta el 7 de febrero de 1913, fecha en que se volvió a ocupar de la inspección de los cuerpos armados.

El 20 de mayo de 1913, al tomar posesión del cargo de presidente de la República el general Mario García Menocal, se le dejó cesante, pues el mandatario quiso favorecer con el cargo que ocupaba Carlos María de Rojas a Manuel Sanguily, a pesar de que gracias al general cardenense, quien renunció a tomar parte en esos órganos de gobierno, Sanguily había podido ocupar prominentes escaños en la Convención Constituyente de 1901 y en el Congreso que se formó en 1902.

El 30 de mayo de 1913, el general Rojas fue designado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Cuba en Perú, nombramiento que no aceptó y regresó a Cárdenas. Por tal motivo, el 24 de julio de ese mismo año, quedó comprendido en los efectos de la Ley del Retiro Militar con el grado de brigadier, según se hizo constar en el Decreto No.470.

En 1917 aspiró, sin éxito, a la Alcaldía local. Once años más tarde, regresó a la arena política al ser propuesto por el Partido Liberal como delegado a su Convención Constituyente por la provincia de Matanzas. Sin embargo, como el dictador Gerardo Machado necesitaba de un hombre con una carrera militar y un prestigio como el suyo para solucionar los conflictos existentes en su Gabinete, lo nombró el 25 de abril de 1928 secretario de Guerra y Marina. Cinco años más tarde, el 2 de mayo de 1933, recibió por orden del Asno con Garras y de manos de Mario Ruiz Mesa, el cargo de secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes.

A pesar de haber tenido estos cargos durante el Gobierno de Machado, cuando el 13 de agosto de 1933 el pueblo enardecido se lanzó a las calles de La Habana pidiendo justicia y tomándola por su propia mano, ni el general Rojas ni sus familiares fueron molestados, ya que nunca participó de las sanguinarias actuaciones y decisiones del dictador y sus secuaces. Al respecto, cuenta la profesora cardenense Julia Santiuste, en un inédito e interesante estudio biográfico del general, que, al producirse estos sucesos, Virgilio Costa, yerno de Rojas:

“... a la vista del peligro que significaba para él en su condición de Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes del Gabinete de Gobierno de Machado, permanecer en aquel hervidero de pasiones se dispuso resueltamente a sacar de la Capital a su padre político para conducirlo a su mansión de Varadero.”
“Y atravesó con su ilustre guerrero aquellas calles sobre las que llovían muebles, vajillas, cuadros y hasta personas lanzadas desde los pisos superiores de los edificios a la calle, sobre los transeúntes.”
“Nos refirió el Sr. Costa que cuando atravesaba una calle obstruida por una multitud compacta un individuo se plantó a cierta distancia con los brazos extendidos cerrándoles el paso, visto lo cual, él, que no quería que le interceptaran el paso para seguridad del personaje que conducía, se inclinó para empuñar el revólver que llevaba en el fondo de la máquina; pero el general, sin proferir palabra le colocó la mano sobre el brazo con movimiento expresivo que invitaba a renunciar a toda violencia.”
“Aquel individuo que interceptaba el paso, sólo deseaba que le permitieran montar en la máquina para llegar a determinado sitio: era un delegado del A. B. C. que en aquella revuelta mandaba en jefe.” “Costa compró un periódico y se lo ofreció al general con ánimo de que al leerlo le cubriera la cara, y sin más incidentes pudieron llegar al fin a Varadero a la quinta Rojas.”

Y mientras los machadistas huían al extranjero o se ocultaban por la persecución de que eran objeto, les saqueaban e incendiaban sus viviendas, Rojas comentaba con una persona de su mayor intimidad de esta manera:

“Esta situación de las gentes del partido derrotado es pavorosa. ¿Te acuerdas que cierto día me llamaste bobo, porque no había querido aprovecharme de la posición que tuve en el Gabinete como secretario de Guerra y Marina para hacerme rico? Yo guardé silencio entonces, pero hoy los hechos te dan mi respuesta. Todos los que abusaron del poder atropellando el derecho de las gentes o defraudaron a la Hacienda Pública han muerto, están perseguidos ... les han incendiado sus hogares, han tenido que huir de las iras populares. Y yo estoy muy tranquilo sin tener que ocultarme; porque nadie me persigue... ni tiene que tomarme cuenta alguna.”
“Así decía Carlos Rojas en los días de las represalias que siguieron a la caída del Gobierno del general Machado”[8].

Retirado del Ejército nacional, que desapareció para convertirse en Ejército constitucional luego del golpe de estado del 4 de septiembre, el coronel Fulgencio Batista, quien había estado alguna vez bajo su mando, trasladó su retiro, sin solicitarlo Rojas, al nuevo Ejército.

Últimos años de vida

El general Carlos M. de Rojas pasó los últimos años de su vida disfrutando del cariño de sus familiares, de sus antiguos subordinados del Ejército mambí y de todo el pueblo de Cárdenas, que lo veneraba como una reliquia patria. Entre 1933 y 1945 presidió numerosos actos patrióticos e integró importantes asociaciones locales.

Muerte

El 20 de septiembre de 1945 falleció en Cárdenas, en la casa de su hija Elvira de Rojas, edificación que se restaura en la actualidad gracias a los programas de la Revolución. Al morir, hacía ya algunos años que su esposa había fallecido.

Su entierro, del que tomaron parte unas 10 000 personas, se convirtió en una impresionante y espontánea manifestación del dolor popular. La despedida del duelo estuvo a cargo del coronel Alfredo Lima, a nombre del comandante Pablo Villegas, presidente del Consejo Nacional de Veteranos, y del general Enrique Loynaz del Castillo, a nombre de sus descendientes. Su cadáver fue sepultado en el panteón que posee la familia Rojas en el cementerio de Cárdenas.

Como homenaje permanente a su memoria, un fortín colonial cardenense, que perteneció al cinturón defensivo de la ciudad, que tantas veces burlaron las fuerzas mambisas bajo su mando, y un pueblo de la provincia de Matanzas llevan el nombre de quien fue, al decir del historiador matancero Dr. Arnaldo Jiménez de la Cal, “… ejemplo de ética revolucionaria”[9].

Referencias

Fuentes

  • Álvarez Blanco, Ernesto: Oscar M. de Rojas, Ediciones Matanzas, Matanzas, 2001.
  • Jiménez de la Cal, Dr. Arnaldo: General Carlos María de Rojas. Ejemplo de ética revolucionaria, periódico Girón, Matanzas, 20 de marzo del 2003
  • Maicas, Antonio María: La Brigada Cárdenas. Cárdenas, (inédito), s/f. S/fo.
  • Santiuste, Julia: Estudio biográfico sobre el General Carlos M. de Rojas, inédito, Cárdenas, 20 de septiembre de 1950.
  • Archivo del Museo Oscar M. de Rojas.
  • Archivo Parroquial de Cárdenas.
  • Archivo personal del autor (Ernesto Aramis Álvarez Blanco, museólogo e investigador)
  • Registro Civil de Cárdenas.