Cruzadas

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Desde el Renacimiento hasta nuestro días pocos temas han resultado tan atractivos como el de las Cruzadas. A su alrededor se han forjado mitos y leyendas muy alejadas de la realidad histórica y que la literatura se ha encargado de difundir..

Las Cruzadas. Dentro de la historia, las cruzadas fueron una serie de expediciones militares (1096-1291), organizadas por los caballeros de la cristiandad occidental, bajo la dirección de la Santa Sede, con el fin de expulsar a los musulmanes de los Santos Lugares.

Historia

Pedro el Ermitaño convenció al Papa Víctor III de la necesidad de intervenir directamente en los Santos Lugares en una época de mucha actividad guerrera para el Pontificado en conflictos cercanos. Tras Gregorio VII es elegido papa Urbano II, que mantiene largas y frecuentes conversaciones con el peregrino Pedro. Las relaciones del papa con Alejo Comneno son de mutua desconfianza por la escasa ayuda que se prestan ante el poderío musulmán. Con la conquista de los turcos selyúcidas de Siria y Palestina, especialmente de la ciudad de Jerusalén (1071) la acogida a los peregrinos a Tierra Santa había empeorado.

Mientras estuvieron bajo el poder de la dinastía árabe de los fatimitas, con sede en Egipto, los Santos Lugares eran visitados regularmente por misiones de peregrinos occidentales, que se incrementaron a partir de 1033, año del milenario de la pasión de Cristo. En Jerusalén se mantenían abiertos dos hostales de los italianos de Amalfi y los selyúcidas recibían el mismo tributo que los fatimitas de los peregrinos. El emperador de Bizancio, abrumado en su lucha contra los serbios, el mantenimiento de la frontera danubiana contra los bárbaros del norte y el poder creciente de los selyúcidas en Palestina, había pedido ayuda al Papa.

Iniciador de la Cruzadas

Urbano II

Dentro de la historia, las cruzadas fueron una serie de expediciones militares (1096-1291), organizadas por los caballeros de la cristiandad occidental, bajo la dirección de la Santa Sede, con el fin de expulsar a los musulmanes de los Santos Lugares.

Urbano II, a través de su llamamiento en el Concilio de Clairmont (1095), logró poner en marcha el feudalismo bajo la dirección de la Iglesia. Además, los que se encontraban en el discurso de Urbano II, se sintieron conmovidos. Urbano II distribuyó unas cruces de paño rojo a los cientos de caballeros para que se las pusieran en la espalda, o sobre la parte de la armadura que resguardaba la cabeza y el rostro. Por este hecho se les llamó precisamente "los cruzados" y durante los meses siguientes Urbano II viajó a Francia para organizar la expedición.

Los jefes y soldados de la Primera Cruzada eran en su mayoría franceses, cada capitán comandaba su propio ejército. Se tomó el acuerdo de que todas las fuerzas militares se encontrarían en las cercanías de Constantinopla en 1099 y allí empezarían las operaciones contra los turcos.

Los que tomaron parte en la Primera Cruzada fueron Godofredo de Bouillon, Bohemundo de Tarento y el conde Raimundo IV de Tolosa, al mando de las fuerzas lorenesas, normandas y provenzales, respectivamente. El fin de esta cruzada fue en 1099 y sus resultados fueron la toma de Nicea (1097), Antioquia (1098) y Jerusalén (1099). Se crearon los reinos de Jerusalén y establecimientos latinos en la costa asiática.

Primeras Cruzadas

Primera Cruzada

La Primera Cruzada (1096-1099): Al Papa Gregorio VII se debe la idea de que los países cristianos se unieran para luchar contra el común enemigo religioso que era el Islam.

El Papa Urbano II (1088-1099) fue quien la puso en práctica. En 1095, la invitación a la lucha contra los turcos arribaría en embajadas francesas e inglesas a las cortes de las naciones europeas medievales más importantes: Francia, Inglaterra, Alemania y Hungría (Hungría no se unirá a las primeras cruzadas por guardar el luto de 3 años del recientemente fallecido rey San Ladislao I de Hungría (1046-1095), quien antes de morir habría aceptado participar en la campaña de Urbano II).

El llamamiento formal de Urbano II se sucedió en el penúltimo día del Concilio de Clermont (Francia), jueves 27 de noviembre de 1095, proclamó, al grito de:

'"Dieu lo volti"'(¡Dios lo quiere!),

la denominada primera cruzada (1096-1099).

La predicación de Urbano II puso en marcha en primer lugar a multitud de gente humilde, dirigida por el predicador Pedro de Amiens el Ermitaño y algunos caballeros franceses. Este grupo formó la llamada Cruzada popular, de los pobres o Cruzada de Pedro el Ermitaño.

De forma desorganizada se dirigieron hacia Oriente, provocando matanzas de judíos a su paso. En marzo de 1096 los ejércitos del rey Colomán de Hungría (sobrino del recientemente fallecido rey San Ladislao I de Hungría) repelirían a los caballeros franceses de Valter Gauthier quienes entraron en territorio húngaro causando numerosos robos y matanzas en las cercanías de la ciudad de Zimony. Posteriormente entraría el ejército de Pedro de Amiens, el cual sería escoltado por las fuerzas húngaras de Colomán. Sin embargo, luego de que los cruzados de Amiens atacásen a los soldados escoltas y matásen a cerca de 4000 húngaros, los ejércitos del rey Colomán fijarían una posición hostil contra los cruzados que atravesaban el reino vía Bizancio.

A pesar del caos surgido, Colomán permitió la entrada a los ejércitos cruzados de Volkmar y Gottschalk, a quienes finalmente también tuvo que enfrentar y derrotar cerca de Nitra y Zimony, luego de que igual que los otros grupos causasen incalculables estragos y asesinatos. En el caso particular del sacerdote alemán Gottschalk, éste entró en suelo húngaro sin autorización del rey y estableció un campamento en las cercanías del asentamiento de Táplány, luego de masacrar a la población local, lo que generó la ira de Colomán, y causó la expulsión por medio de la fuerza de los soldados germánicos "invasores".

Luego de esto, los húngaros detendrían las fuerzas del Conde Emiko (quien ya había asesinado en suelo alemán a cerca de 4000 judíos) cerca de la ciudad de Moson. Colomán de inmediato prohibió la estadía en Hungría de Emiko y se vio forzado entonces a enfrentar el asedio del conde germánico a la ciudad de Moson, donde se hallaba el rey húngaro. Las fuerzas de Colomán defendieron valientemente la ciudad y rompiendo el sitio lograron dispersar las fuerzas cruzadas del conde germánico.

Al poco tiempo, el rey húngaro forzó a Godofredo de Bouillón a firmar un tratado en la Abadía de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían a pasar por el territorio húngaro con un buen comportamiento. Tras esto, las fuerzas continuarían fuera de territorios húngaro escoltadas por los ejércitos de Colomán y continuarían hacia Constantinopla. A su llegada a Bizancio, el Basileus se apresuró a enviarlos al otro lado del Bósforo. Despreocupadamente se internaron en territorio turco, donde fueron aniquilados con facilidad.

Mucho más organizada fue la llamada Cruzada de los Príncipes (denominada habitualmente en la historiografía como la Primera Cruzada) cerca de agosto de 1096, formada por una serie de contingentes armados procedentes principalmente de Francia, Países Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos grupos iban dirigidos por segundones de la nobleza, como Godofredo de Bouillón, Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento.

Durante su estancia en Constantinopla, estos jefes juraron devolver al Imperio Bizantino aquellos territorios perdidos por éste frente a los turcos. Desde Bizancio se dirigieron hacia Siria atravesando el territorio selyúcida, donde consiguieron una serie de sorprendentes victorias. Ya en Siria, pusieron sitio a Antioquía, que conquistaron tras un asedio de siete meses. Sin embargo, no la devolvieron al Imperio Bizantino, sino que Bohemundo la retuvo para sí formando el Principado de Antioquía.

Desde Antioquía se dirigieron hacia Jerusalén, conquistando algunas plazas por el camino y sorteando otras. En junio de 1099 sitiaron la capital, que cayó en manos de los cruzados el 15 de julio de 1099. En la conquista, los cruzados realizaron una terrible matanza, que no respetó a judíos ni a musulmanes, mujeres o niños.

Con esta conquista finalizó la Primera Cruzada, y muchos cruzados retornaron a sus países de origen. El resto se quedó para consolidar los territorios recién conquistados. Junto al Reino de Jerusalén (dirigido inicialmente por Godofredo de Bouillón, que tomó el título de Defensor del Santo Sepulcro) y al principado de Antioquía, se crearon además los condados de Edesa (actual Urfa, en Turquía) y Trípoli (en el actual Líbano).

Tras estos éxitos iniciales se produjo una nueva oleada de cruzados, que formaron la llamada cruzada de 1101. Sin embargo, esta expedición, dividida en tres grupos, fue derrotada por los turcos mientras atravesaban Anatolia. Este percance apagó los espíritus cruzados durante algunos años.

La Segunda Cruzada

Segunda Cruzada

Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o francos, como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y sobrevivir. Los dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I de Egipto y Balduino II de Egipto fueron gobernantes capaces que extendieron el reino a toda la tierra entre el Mediterráneo y el Jordán, e incluso más allá. Rápidamente se integraron en el cambiante sistema de alianzas locales y así pudieron verse enfrentamientos entre la alianza de un Estado cristiano con uno musulmán contra la alianza de otro Estado cristiano con otro Estado musulmán.

Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida orientalizante, entre los musulmanes iba creciendo el espíritu de jihad o Guerra Santa, principalmente entre la población, movilizada por los predicadores contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos Estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos.

El primero de estos fue Zengi, gobernador de Mosul y de Alepo, que en 1144 conquistó Edesa, liquidando el primero de los Estados francos. Como respuesta a esta conquista, que puso de manifiesto la debilidad de los Estados cruzados, el Papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval (famoso predicador, autor asimismo de la regla de los templarios) predicó en diciembre de 1145 la Segunda Cruzada.

A diferencia de la primera, en esta participaron reyes de la cristiandad, encabezados por Luis VII de Francia (acompañado de su esposa, Leonor de Aquitania) y por el emperador germánico Conrado III. Los desacuerdos entre franceses y alemanes, así como con los bizantinos, fueron constantes en toda la expedición. Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y aliado del rey de Jerusalén. La expedición fue un fracaso, ya que tras sólo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente iba cercando los Estados francos. Más tarde, el ataque por parte de Balduino II a Egipto iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la tercera cruzada.

La tercera cruzada

Tercera Cruzada

La tercera cruzada (1189-1192): Las intromisiones del Reino de Jerusalén en el decadente califato fatimí de Egipto llevaron al sultán Nur al-Din a mandar a su lugarteniente Saladino a hacerse cargo de la situación. No hizo falta mucho tiempo para que Saladino se convirtiera en el amo de Egipto, aunque hasta la muerte de Nur al-Din en 1174 respetó la soberanía de éste. Pero tras su muerte, Saladino se proclamó sultán de Egipto (a pesar de que había un heredero al trono de Nur al-Din, su hijo de sólo 12 años y quien a la postre resultó envenenado) y de Siria, dando comienzo la dinastía ayyubí. Saladino era un hombre sabio y logró la absoluta unión de las facciones musulmanas, así como el control político y militar desde Egipto hasta Siria.

Como Nur al-Din, Saladino era un musulmán devoto y decidido a expulsar a los cruzados de Tierra Santa. El Reino de Jerusalén, regido por el Rey Leproso, Balduino IV de Jerusalén, y rodeado ya por un sólo Estado, se vio obligado a firmar frágiles treguas seguidas por escaramuzas, tratando de retrasar el inevitable final.

Tras la muerte del rey Balduino IV de Jerusalén, el Estado se dividió en distintas facciones, pacifistas o belicosas, y pasó a convertirse en rey, debido al enlace matrimonial que mantenía con la hermana del fallecido patriarca, el general en jefe del ejército unido de Jerusalén: Guy de Lusignan. El mismo apoyaba una política agresiva y de no negociación con los sarracenos y abogaba por su sometimiento y derrota en combate, cosa a la que sus detractores se oponían habida cuenta de la inferioridad numérica que los cristianos tenían ante las tropas de Saladino. La radicalidad religiosa y el apoyo al brazo más radical de la orden de los Templarios en sus ataques a diversas localidades y estructuras sarracenas desembocarían en un enfrentamiento final entre Guy de Lusignan y el propio Saladino. De hecho, se hace culpable a Guy de lusignan de la derrota y pérdida de Jerusalén por su obsesión en enfrentarse al ejército de Saladino y su falta de visión para la protección de la ciudad y de sus habitantes.

Reinaldo de Châtillon era un bandido con título de caballero que no se consideraba atado por las treguas firmadas. Saqueaba las caravanas e incluso armó expediciones de piratas para atacar a los barcos de peregrinos que iban a La Meca, ciudad muy importante para los musulmanes. El ataque definitivo fue contra una caravana en la que iba la hermana de Saladino, que juró matarlo con sus propias manos.

Declarada la guerra, el grueso del ejército cruzado, junto con los Templarios y los Hospitalarios, se enfrentó a las tropas de Saladino en los Cuernos de Hattin el 4 de julio de 1187. Los ejércitos cristianos fueron derrotados, dejando el reino indefenso y perdiendo uno de los fragmentos de la Vera Cruz. Saladino mató con sus propias manos a Reinaldo de Châtillon. Algunos de los caballeros templarios y Hospitalarios capturados fueron también ejecutados. Saladino procedió a ocupar la mayor parte del reino, salvo las plazas costeras, abastecidas desde el mar, y en octubre del mismo año conquistó Jerusalén. Comparada con la toma de 1099, esta fue casi incruenta, aunque sus habitantes debieron pagar un considerable rescate y algunos fueron esclavizados. El reino de Jerusalén había desaparecido.

La toma de Jerusalén conmocionó a Europa y el papa Gregorio VIII convocó una nueva cruzada en 1189. En esta participaron reyes de los más importantes de la cristiandad: Ricardo Corazón de León (hijo de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania), Felipe II Augusto de Francia y el emperador Federico I Barbarroja (sobrino de Conrado III). Éste último, al mando del grupo más poderoso, siguió la ruta terrestre, en la que sufrió algunas bajas. Cerca de Siria, sin embargo, el emperador murió ahogado mientras se bañaba en el río Salef (en la actual Turquía) y su ejército ya no continuó hacia Palestina.

Barbarroja durante su estadía en el Reino de Hungría le había pedido al príncipe Géza, hermano del rey Béla III de Hungría que se uniése a las fuerzas cruzadas, así, un ejército de 2.000 soldados húngaros partió al lado de los germánicos. Si bien luego de los conflictos bélicos el rey húngaro habría llamado de regreso a sus fuerzas, su hermano menor, Géza, permaneció en Constantinopla y desposó a una noble bizantina, puesto que no tenía buenas relaciones con Béla III.

Los ejércitos inglés y francés llegaron por la ruta marítima. Su primer (y único) éxito fue la toma de Acre el 13 de julio de 1191, tras la cual Ricardo realizó una matanza de varios miles de prisioneros. Esta matanza militarmente le dio oxígeno para seguir hacia el sur a su meta final: Jerusalén, y además le valió el nombre por el que sería reconocido en la historia, Corazón de León.

Felipe II Augusto estaba preocupado por los problemas en su país y molesto por las rivalidades con Ricardo, por lo que regresó a Francia, dejando a Ricardo al mando de la cruzada. Este llegó hasta las proximidades de Jerusalén, pero en lugar de atacar prefirió firmar una tregua con Saladino, temiendo que su ejército diezmado de 12.000 hombres no fuera capaz de sostener el sitio de Jerusalén. Pensando en una próxima cruzada y en no arriesgar militarmente una derrota que no le daría a los cristianos la posibilidad del control posterior de la Ciudad Santa, pactaron con el mismo Saladino, quien también estaba cansado y diezmado, la tregua que permitía el libre acceso de los peregrinos desarmados a la Ciudad Santa.

Saladino falleció seis meses después. Ricardo murió en 1199 por una flecha a su regreso a Europa. De esta forma, se cerraba la Tercera Cruzada con un nuevo fracaso para los dos bandos, dejando sin esperanzas a los Estados francos. Era cuestión de tiempo para que desapareciera la estrecha franja litoral que controlaban. Sin embargo, resistieron aún un siglo más.

Cuarta Cruzada

La Cuarta Cruzada

Tras la tregua firmada en la Tercera Cruzada y la muerte de Saladino en 1193, se sucedieron algunos años de relativa paz, en los que los Estados francos del litoral se convirtieron en poco más que colonias comerciales italianas. En 1199, el Papa Inocencio III decidió convocar una nueva cruzada para aliviar la situación de los Estados cruzados. Esta Cuarta Cruzada no debería incluir reyes e ir dirigida contra Egipto, considerado el punto más débil de los estados musulmanes.

Al no ser ya posible la ruta terrestre, los cruzados debían tomar la ruta marítima, por lo que se concentraron en Venecia. El dux Enrico Dandolo se coaligó con el jefe de la expedición Bonifacio de Montferrato y con un usurpador bizantino, Alejo IV Ángelo para cambiar el destino de la cruzada y dirigirla contra Constantinopla, al estar los tres interesados en la deposición del basileus del momento, Alejo III Ángelo.

Inicialmente, los cruzados fueron empleados para luchar contra los húngaros en Zara, por lo que fueron excomulgados por el Papa. Desde allí se dirigieron hacia Bizancio, donde consiguieron instalar a Alejo IV como basileus en 1203. Sin embargo, el nuevo basileus no pudo cumplir las promesas hechas a los cruzados, lo que originó toda clase de disturbios. Fue depuesto por los propios bizantinos, que coronaron a Alejo V Ducas. Esto provocó la intervención definitiva de los cruzados, que conquistaron la ciudad el 12 de abril de 1204. El saqueo de la ciudad fue terrible. Miles de cristianos (incluyendo mujeres y niños) fueron asesinados por los cruzados. Desvalijaron y destruyeron mansiones, palacios, iglesias y la propia basílica de Santa Sofía. Europa occidental recibió un aluvión de obras de arte y reliquias sin precedentes, producto de este saqueo.

Con ello llegaba a su fin el Imperio Bizantino, que se desmembró en una serie de Estados, algunos latinos y otros griegos. De éstos, el llamado Imperio de Nicea conseguiría restaurar una sombra del Imperio Bizantino en 1261.

Los cruzados establecieron el llamado Imperio Latino, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil sobre la mayoría de los territorios que supuestamente controlaba (y nula sobre los Estados griegos de Nicea, Trebisonda y Epiro).

La Cuarta Cruzada asestó un doble golpe a los Estados francos de Palestina. Por un lado, les privó de refuerzos militares. Por otro, al crear un polo de atracción en Constantinopla para los caballeros latinos, produjo la emigración de muchos que estaban en Tierra Santa hacia el Imperio Latino, abandonando los Estados francos.

Saladino

El espíritu de la caballería, con sus altos ideales de honor, valor y defensa de la fe, no era un concepto exclusivo del orbe cristiano, sino que también se cultivó en el mundo islámico. De hecho, cuando se predicó la primera cruzada para liberar Tierra Santa en 1095, al otro lado del Mediterráneo llevaban tres siglos practicando algo parecido: la yihad o combate sagrado, cuyo objeto era conquistar tierras para el islam, había impulsado la expansión musulmana desde el siglo VII. Pero no acaban ahí los paralelismos. Porque el cumplimiento de la yihad, uno de los preceptos básicos de aquella religión, brindaba la posibilidad de ganar fortuna y posición social en este mundo, aparte del paraíso en el otro.

En la sociedad islámica bajomedieval, el acceso al estamento de la caballería resultaba tan arduo como en tierras cristianas; similar a la dificultad para disponer de caballo y armas; igual la complejidad del adiestramiento; parecida cerrazón social ante los advenedizos. Y si el gran Lancelot del Rey Arturo estaba considerado el prototipo del caballero cristiano, los musulmanes también tenían su modelo, pero no de ficción, sino de carne y hueso.

Nos referimos a Saladino, sultán de Egipto y Siria y creador del imperio más vasto del mediterráneo oriental, después de conquistar Jerusalén y la práctica totalidad de los territorios de los cruzados en Oriente. Las actitudes siempre nobles y caballerescas de Saladino, en contra de las costumbres de la época, se hicieron tan famosas como sus gestas guerreras. Y no sólo en el bando musulmán. Hasta tal punto llegó su reputación entre los cruzados, que por Europa comenzaron a correr leyendas donde se le ensalzaba poco menos que como a un héroe cristiano. (Soha Abboud Haggar)

Cronología de las cruzadas

Aunque Las Guerras Santas han existido por siglos innumerables, La Cruzadas son las ocho campañas en las Tierras Santas que tuvieron lugar de 1095 hasta 1270. La siguiente es una cronología global de esas ocho campañas:

  • La cruzada de los labriegos

1095-1096 La primera cruzada 1095-1099

  • La segunda cruzada

1147-1149

  • La tercera cruzada

1189-1192

  • La cuarta cruzada

1202-1204

  • La cruzada de los niños

1202-1202

  • La quinta cruzada

1218-1221

  • La sexta cruzada

1228-1229

  • La séptima cruzada

1248-1254

  • La última cruzada

1270-12??

Los Templarios

Templarios

La Orden del Temple fue fundada en 1118, para asegurar la custodia de los Santos Lugares, y proteger las rutas de Peregrinacíon. La Orden alcanzó su máimo esplendor en el siglo XIII.

Los caballeros de Dios, hora de la Iglesia y la Cristiandad.

Su lema tanto para entrar en combate, como para inciar cualquier accíon de ayuda al prójimo era:

NON NOBIS, DOMINE, NON NOBIS, SED TUONOMINI DA GLORIAM, "Da Gloria, no para nosostros, Señor, no para nosotros, sino para tu nombre".

Era una fuerza militar muy bien organizada y formban las fuerzas de chequo en toda las Cruzadas. En el ataque estaban en vanguardia y en las retiradas, en la retaguardia. Durante un siglo aseguraron el gobierno efectivo del Reino Latino de Constantinopla. No pagaban impuestos, tributo ni peaje, solo obedecian al Papa y tenian posesiones en toda Europa y Oriente Medio.

Consideraciones

William Robertson (m. 1793), fue positiva porque hizo conocer a los europeos occidentales, el tipo de vida de Oriente, de Bizancio, el lujo, un Occidente atrasado con respecto a un Oriente mas iluminado, y el deseo de los nobles por alcanzar ese mismo nivel de vida, refinamiento.

Fuente