Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana

Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana
Información sobre la plantilla
Imagen que representa la Guerra hispano-cubano-norteamericana.jpeg
Fecha Desde el 25 de abril[1] hasta el 10 de diciembre de 1898.
Lugar Mar Caribe (Cuba, Puerto Rico)

Océano Pacífico (Filipinas, Guam)

Resultado Mediante el Tratado de París ―firmado el 10 de diciembre de 1898, y que marca el fin de la guerra― España cedió a los Estados Unidos los archipiélagos de Cuba y Filipinas, además de las islas de Guam y Puerto Rico.
Beligerantes
Bandera de Estados Unidos (1896–1908).png Estados Unidos

Bandera de cuba grande.png República de Cuba en Armas
Banderaf.png Filipinas

Bandera Reino de España 1873.png Reino de España

- Bandera Reino de España 1873.png Cuba
- Bandera Reino de España 1873.png Filipinas
- Bandera Reino de España 1873.png Puerto Rico

Comandantes
link = William McKinley

link = Russell A. Alger
link = John Davis Long
link = Nelson Miles
link = Theodore Roosevelt
link = William Shafter
link = Fitzhugh Lee
link = George Dewey
link = William Sampson
link = Wesley Merritt
link = Joseph Wheeler

link = Charles Sigsbee

Bandera de cuba grande.png Calixto García
Bandera de cuba grande.png Máximo Gómez
Bandera de cuba grande.png Juan Delgado
Bandera de cuba grande.png Bernabé Boza
Bandera de cuba grande.png José del Castillo

Bandera de cuba grande.png Demetrio Castillo

Banderaf.png Emilio Aguinaldo
Banderaf.png Antonio Luna
Banderaf.png Apolinario Mabini

Bandera Reino de España 1873.png Alfonso XIII

Bandera Reino de España 1873.png Maria Christina
Bandera Reino de España 1873.png Práxedes Mateo Sagasta
Bandera Reino de España 1873.png Patricio Montojo
Bandera Reino de España 1873.png Pascual Cervera
Bandera Reino de España 1873.png Arsenio Linares
Bandera Reino de España 1873.png Manuel Cámara
Bandera Reino de España 1873.png Manuel Macías
Bandera Reino de España 1873.png Ramón Blanco
Bandera Reino de España 1873.png Antero Rubín
Bandera Reino de España 1873.png Arsenio Martínez
Bandera Reino de España 1873.png Valeriano Weyler
Bandera Reino de España 1873.png José Velázquez
Bandera Reino de España 1873.png Basilio Augustín
Bandera Reino de España 1873.png Fermín Jáudenes
Bandera Reino de España 1873.png Diego Ríos

Fuerzas en combate
Bandera de Estados Unidos (1896–1908).png 72,339 soldados

Bandera de cuba grande.png 53,000 soldados criollos cubanos
Banderaf.png 40,000 rebeldes filipinos

Total: 339,783

Bandera Reino de España 1873.png 288,452 (Caribe)
- 278,447 en Cuba
- 10,005 en Puerto Rico
Bandera Reino de España 1873.png 51,331 (Filipinas)

La Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, también conocida como Guerra Hispano-Estadounidense, Guerra Hispano-Cubano-Estadounidense y Guerra del 98, fue un conflicto bélico que enfrentó a Estados Unidos contra el Reino de España junto con las posesiones de ultramar de este en América y Asia, principalmente Cuba y Filipinas.

Se extendió entre el 21 de abril y el 12 de agosto de 1898 (duró 3 meses y 17 días).

En España fue llamada Guerra de Cuba, Guerra de Filipinas, Guerra del 98 o Desastre del 98.

En Estados Unidos se conoció como Spanish-American War (‘guerra hispano-estadounidense’),[2] por el nombre completo de los Estados Unidos de América, nombre que en Puerto Rico ―muy influenciado por el idioma inglés― se traduce como «Guerra Hispanoamericana».[3]

Este conflicto finalizó con la derrota de España y la pérdida de gran parte de sus posesiones coloniales: Cuba y Puerto Rico (en el mar Caribe) y las islas Filipinas y las islas de la Micronesia (en el océano Pacífico).

Esta guerra, si bien para los estadounidenses significó el inicio de su fase imperialista y del cumplimiento de sus viejos anhelos de dominación mundial, bajo la égida del «destino manifiesto», para los cubanos fue causa de deshonra nacional: la frustración del ideal independentista tal y como la había proyectado José Martí en el Manifiesto de Montecristi.

Situación político-militar de los contendientes

España

A finales del siglo XIX, el Reino de España era una potencia de segundo orden cuya infraestructura socioeconómica era semifeudal. Su régimen político era algo anacrónico, inestable y plagado de políticos incapaces y corruptos. Era una nación atrasada tecnológicamente. La otrora gloria del Imperio español no era más que una visión borrosa que se contrastaba con una nación arruinada y una de las más pobres de Europa.

Armada española

España, que no poseía un buen capital, no podía ya construir grandes y costosos buques de línea que se opusieran a las potencias europeas. Es por eso que apuesta por una flota numerosa de cañoneros guardacostas y pequeños cruceros, para proteger sus posesiones coloniales contra desembarcos insurrectos y cañonear campamentos costeros y castigar a los civiles cerca de la costa.

Estos buques pequeños poseían:

  • ametralladoras Maxim-Nordenfelts, modelo naval (1891-1893), calibre .75
  • cañones Sparrow, calibre 57 mm
  • cañones González-Hontoria, modelo naval 1895, calibre 120 mm
  • una dotación de 30 a 60 hombres más sus armas personales.

Para finales de la década del 90 contaba en su flota con:

  • 13 buques acorazados
  • 12 buques no acorazados
  • un número considerable de destructores, cañoneros y guardacostas de poco valor militar.
Descripción
  • El más grande y más poderoso de la flota hispana era el acorazado Pelayo (que, en el momento de la guerra, estaba siendo reparado), de tipo francés, construido en 1886 que poseía:
    • 4 cañones pesados en una torreta
    • 1 batería de tiro rápido para autodefensa.
  • El crucero acorazado Emperador Carlos V (que en 1898 estaba siendo modernizado y reparado en astilleros franceses):
    • desplazamiento: 9235 toneladas
    • 2 cañones Hontoria, calibre 280 mm
    • su otra artillería era muy variada.
  • De magníficas cualidades ofensivas y defensivas, posiblemente el más moderno de su tipo, que de haber estado completa su dotación y armamento, hubiese sido superior a cualquier crucero acorazado estadounidense:
    • Desplazamiento: 6840 t.
    • 2 cañones Armstrong, cal. 254 mm (que nunca se instalaron).
    • 10 cañones Hontoria, cal. 150 mm de tiro rápido (5 a cada borda).
    • 6 cañones Hontoria, cal. 120 mm, en la cubierta superior.
    • 4 tubos lanzatorpedos de 350 mm
    • blindaje de acero-níquel: 150 mm, cubría 2/3 de la eslora.
    • motor de 15 000 caballos.
    • velocidad: 20 N (nudos).
Cañón Hontoria de 140 mm
  • Los cruceros acorazados Infanta María Teresa, Almirante Oquendo, y Vizcaya eran de la clase Infanta María Teresa, serie de 1890-1891. Sus cañones de mayor calibre eran muy grandes para otros buques que no fueran acorazados, y a la vez su blindaje era muy débil contra sus iguales:
    • desplazamiento: 6980 t.
    • 2 cañones sistema Hontoria, cal. 280 mm (uno a proa y otro a popa).
    • 10 cañones Hontoria de tiro rápido, cal. 140 mm (5 por banda).
    • 8 cañones de sistema Nordenfelt, de 57 mm
    • 10 cañones Hotchkis, cal. 37 mm
    • 8 tubos lanzatorpedos.
    • blindaje de acero-níquel: cubría toda la línea de flotación con 30 cm de grosor, sus costados 25 cm, parapetos tenían 10 cm, y la cubierta protectora 7,5 cm
  • torpederos de la clase Terror (1896): Ariete, Azor, Rayo
    • desplazamiento: 370-400 t.
    • velocidad: 28-30 nudos. (Aunque no alcanzaban más de 21).
    • 2 Tubos Lanza Torpedos de 350 mm
    • 2 Cañones Sparrow, cal. 75 mm
    • 2 Cañones Nordenfelts, cal. 57 mm
  • destructores clase Destructor (1886). (Reina Mercedes, Furor, Plutón):
    • 3 tubos lanzatorpedos de 381 mm
    • velocidad: 23 nudos.
    • 1 cañón Hontoria, cal. 90 mm
    • 4 cañones sistema Nordenfelt, de 57 mm (2 a popa y 2 a proa).
    • 2 piezas Hotchkis, cal. 37 mm

Los demás buques eran obsoletos, poseían poco desplazamiento, poco blindaje y mucho maderamen y no estaban aptos para el tipo de conflicto que se avecinaba. En específico para Cuba, las fuerzas navales españolas contaban con un total de 61 unidades de superficies. De ellas:

  • 32 lanchas cañoneras y torpederas (poco útiles).
  • Los cruceros de primera Alfonso XII, Mercedes, Ensenada y el Infanta Isabel tenían las calderas inutilizadas.
  • Los cañoneros torpederos al usarse como cruceros habían perdido velocidad, lo que reducía su principal defensa contra la caza de unidades superiores.

Infantería

A principios de los años 1870 comienza una revolución armamentística por la necesidad de adaptarse a los cambios que en la época transcurren. A partir de 1871 se empiezan a usar una serie de fusiles de repetición de calibre .44 y.45 que provienen de los Estados Unidos. Estos modelos eran:

  • fusil Winchester mod. 1873, cal. 11 mm (también conocido por.44), de repetición.
  • fusil Winchester mod. 1888 (Henry-Martini), calibre.44, de repetición.
  • fusil Winchester modelo 1893 (Lightning) existían calibres.22;.32;.38;.44 (cargaba hasta 10 cartuchos).
  • fusil Remington mod. 1871, cal. 45. De repetición.

Estos remplazaron a los obsoletos:

  • fusil Johnson Verdán, cal. 15 mm (estadounidense).
  • fusil Minié, cal. 15 mm (francés).
  • fusil Shosepot, calibre 15 mm (francés).

Esta modificación le daba mayor precisión y calidad al disparo realizado, permitiendo la generalización de estos fusiles de repetición. Posteriormente se oficializaba un nuevo sistema, el fusil Máuser español de 7 mm, modelo 1893.

Era todo un logro revolucionario ya que no solo superaba a sus antecesores, sino que sus proyectiles podían atravesar un blindaje de 1 cm y usaban pólvora seca, que impedía la localización del tirador.

También se usó un modelo recortado, la carabina máuser argentina cal. 7,62 mm. Este modelo fue muy usado por la caballería.

Al terminar el 1897 habían arribado a Cuba:

  • 72 000 fusiles.
  • 10 000 carabinas.
  • 72 millones de cartuchos.
  • Baterías de costa.

Artillería

Esto representaba para la metrópolis un total de 36 200 000 pesos oro.

En la artillería se usaron una variedad de modelos que se catalogaron en:

  • baterías de montaña.
  • baterías de sitio.

Como en la infantería, se usaba la pólvora seca en las dotaciones españolas. Esto imposibilitaba luego del disparo revelar la posición estratégica de la pieza, siendo muy importante para la seguridad de la batería. Los calibres variaban desde los sistemas navales Nordenfelt de 57 mm, hasta los pesados y modernos Ordóñez de 305 mm y cuyo alcance efectivo superaba a cualquier otro modelo de su época en las Américas. Los más usados en Cuba eran:

  • cañón sistema Nordenfelt, mod. Naval, 57 mm
  • cañón sistema Sparrow, cal. 57 mm
  • cañón sistema Barrios, 280 mm
  • obús Ordóñez mod. 1872, cal. 210 mm
  • obús Ordóñez mod. 1891, cal. 210 mm
Obús Ordóñez, modelo 1891
Cañón Ordoñez, modelo 1892 de 305 mm
Cañón sistema Krupp
  • Cañón sistema Ordóñez, 280 mm
  • Cañón sistema Ordóñez modelo 1892, 305 mm
  • Cañón sistema González-Hontoria, mod. Naval 1895, 120 mm
  • Cañón sistema González-Hontoria, 280 mm
  • Cañón sistema Hontoria, 150 mm
  • Cañón sistema Hontoria, 280 mm
  • Cañón sistema Krupp, 280 mm

Se construyeron una serie de baterías costeras de nuevo tipo que incorporaron los adelantos militares de la época. Ejemplos de estos fueron las cinco baterías que se emplazaron desde el campo fortificado de La Cabaña, al este del Castillo del Morro.

Para esto se crearían 3 Trenes Blindados dotados de ametralladoras, novedad que no había sido muy usada en la guerra cubana. Estos serían utilizados para proteger el área hasta el río Almendares. Este novedoso sistema defensivo se apoyaba en el empleo de caminos cubiertos, fosos, nichos, trincheras y el uso de piezas artilleras de gran eficiencia técnica.

En sentido general para el año 1897 se esperaba la intervención estadounidense. Es por eso que hace un llamado al patriotismo peninsular y se proponecrear las Juntas de Defensas en pueblos y ciudades. Esta debía estudiar el terreno de la localidad y su adecuación a los requerimientos militares específicos. Luego los elevaría al Estado Mayor del Ejército de Operaciones en Cuba y propondría cambios objetivos. Luego ellos estaban facultados para llevar a cabo la adecuada resistencia contra cualquier ataque enemigo

La idea no era mala, solo que el burocratismo del ejército hispano impidió su materialización, ya que la autorización vino, en muchos casos, días después de iniciada las hostilidades.Estas juntas crearon nuevas compañías de Voluntarios Urbanos con una elemental instrucción militar debido a la futura contienda. Se dotaron muchas unidades de un armamento moderno. A los batallones se les añadió una séptima compañía, esto aumentaba en 125 sus plazas. Además se incrementó el número de efectivos guerrilleros que se les subordinaba.

Otra medida fue la creación de la División de Defensa del Ferrocarril. Esta fue una medida muy importante ya que en la guerra que se avecinaba, según el historiador cubano Francisco Pérez Guzmán:

[...] los ferrocarriles desempeñarían un papel decisivo en el traslado de efectivos para el frente, la evacuación de heridos, convoyes de alimentos, animales y materiales de guerra. Si el escenario de los combates era el Occidente, sería muidos por el Batallón de Castilla.

[...] Los sostenes y reservas tenían que ser situados en lugares tácticos, para que el terreno impidiera el posible daño de la artillería [...] las posiciones de combate españolas debieran estar [...] ocultas a la vista del mar, batiendo de frente y de enfilada la playa el mayor trozo de marque se pueda para que el fuego fuera nutrido y eficaz sobre las lanchas de desembarco. El fuego se hará sin interrupción, para que los combatientes se relevaran oportunamente, empezando cuando las lanchas estén al alcance de la fusilería, ayuda del fuego de las piezas de montañas....

... Si se realiza el desembarco, el jefe militar luego de tres descargas cerradas cargará a la bayoneta para crear confusión y obligar a un reembarque. [...] la meta final era, que de realizarse el desembarco... hostilizar constante mente a los estadounidenses en sus traslados y marchas, así como en sus campamentos [...].
Francisco Pérez Guzmán, historiador cubano

Se importaron caballos de México y de Nueva Orleáns para que la caballería española pudiera hacer frente a la mambisa, haciéndola más móvil y ágil.

A partir de 1896, un 10 de febrero, el capitán general Valeriano Weyler y Nicolaus sustituye al general Arsenio Martínez Campos, de su puesto de capitán general de la isla. Con él, se inicia una nueva etapa de la política de guerra en Cuba. Se termina el período de la diplomacia corrosiva y empieza el del terror. Campos se convenció de que en Cuba el único camino era el de hacer la guerra con la guerra, con una política de exterminio total, pero el ideal para llevarlo a vías de hecho no podía ser él.

Weyler arribó a Cuba con plenos poderes y la confianza absoluta de que resolvería la situación de la colonia. Él estaba convencido que se debía obligar a los insurrectos a presentarse o combatir. Para esto dictó una serie de bandos que se conocen como la Reconcentración de Weyler. En estos obligaba a la población rural a reconcentrarse en las ciudades privando a los mambises del apoyo vital como prácticos y el apoyo logístico que estos representaban. Esta medida casi diezmó a la población cubana que virtualmente vivía en infrahumanas condiciones. El historiador cubano Raúl Izquierdo Canosa ha señalado al respecto:

Los propios españoles se horrorizaron de las consecuencias de la reconcentración [...] 300 000 reconcentrados agonizantes o famélicos padecían hambre y miseria [...]. Canalejas, ministro de Gobierno español, dijo: “Todos convienen en que la guerra y la reconcentración provocó la muerte de más de 400 000 seres humanos”.
Raúl Izquierdo Canosa, historiador cubano

El ejército español contaba en Cuba con:

  • 200 000 soldados regulares de las tres armas.
  • 100 000 voluntarios y guerrilleros cubanos al servicio español.
  • Un nutrido sistema de fuertes, fortines y trochas que le daban relativa seguridad en las ciudades.
  • 61 buques militares y cañoneros guardacostas.

Pero la política de exterminio contra los cubanos fue un fracaso, y el Gobierno español debió sustituir a Weyler por Ramón Blanco y su política autonomista el 10 de octubre de 1897.

Para esta etapa se había creado una situación difícil para la metrópolis:

1) Los deseos de culminar tan costosa guerra no se materializaban.

España no contaba con 200 000 hombres más y 100 millones de pesos oro para sostener la guerra [...] otros dos años más.
Máximo Gómez, general en jefe cubano

2) Las fuerzas mambisas habían limitado a los españoles a los poblados y ciudades, donde para salir tenían que hacerlo en convoyes ya que el campo era insurrecto.

3) La política española en Cuba era censurada por todo el mundo occidental y en especial por Estados Unidos. Como siempre, la política colonial aplicada en Cuba era desacertada, por que la autonomía pretendida no iba a resolver la dura situación que solo la independencia podía zanjar, ya que era la voluntad del pueblo cubano en armas.

Defensas militares de La Habana

Estaban constituidas por un sistema de baterías costeras, torreones, fortificaciones y la línea fortificada de Mariel hasta Majana. Además, concentraba un personal de 50 000 soldados regulares y varios regimientos de voluntarios y guerrilleros criollos. La capital contaba para su defensa con una nutrida red de ferrocarriles que agilizaba el traslado de tropas y materiales de un lado a otro.

1) La trocha fortificada Mariel-Majana poseía 30 km de extensión, era defendida por 12 000 soldados y poseía 18 modernas y ligeras piezas de artillería rodada de campaña.

Estaba compuesta por una gama de fortines, fosos-trincheras, fuertes de piedra, pozos de lobo, y alambradas militares.

2) Baterías de costas: había por lo menos 5 baterías importantes que defendían la ciudad de un ataque por mar. Estas se componían de una gama muy variada de calibres y sistemas. Hasta el año 1898 existían:

  • Batería de Santa Clara (1897): Se ubicaba en la elevación que ocupa el actual Hotel Nacional. Esta era una batería de carácter permanente. En 1898 fue modernizada y al momento de la guerra poseía:
    • 2 cañones Díaz-Ordóñez, cal. 305 mm
    • 3 cañones Krupp, cal. 280 mm
    • 4 obuses Díaz-Ordóñez, cal. 210 mm
    • 2 cañones Nordenfelt, cal. 57 mm (estos defendían los flancos).
    • 3 cañones González-Hontoria, cal. 150 mm
Esta batería fue la responsable de inferir serios daños al USS Montgomery el 13 de junio de 1898. Ese día los navíos estadounidenses se aproximaron a 9000 yardas (unos 8 km) de la costa. Entonces ocurrió un intercambio de fuego entre ambos, saliendo derrotados los estadounidenses.
El cañón Ordóñez era uno de los más modernos del mundo en su época. Por su alcance efectivo, su potencia de fuego y su calibre, se convertía en una pieza temible para cualquier buque que osara retarlo. El Krupp, de procedencia alemana, era otra de las más formidables construcciones bélicas de su tiempo, de buenas cualidades bélicas y resaltaba la excelente calidad de la naciente industria bélica alemana.
  • Batería de La Reina (o Fuerte núm. 20): Fue sustituida en 1911 por el actual Parque Antonio Maceo de Centro Habana. Esta era una construcción a barbeta, con estructura semicircular y de dos pisos.
En el superior se ubicaban las piezas artilleras, en el inferior la plaza de armas, los almacenes y las barracas de las tropas. Esta era de tipo permanente y se componía por:
  • 3 cañones navales González-Hontoria, cal. 160 mm
  • 2 cañones de avancarga, cal. 250 mm
  • 7 obuses de avancarga, cal. 210 mm
  • Batería de La Punta: De carácter permanente y poseía en 1898:
    • 2 cañones Díaz Ordóñez, cal. 150 mm
    • 2 cañones Sparrow presumiblemente 150-210 mm
  • Batería de Velazco: Esta era de tipo temporal. Estaba ubicada al Norte del Castillo del Morro y en 1898 se componía de:
    • 3 cañones Krupp, cal. 280 mm
    • 1 cañón modelo naval de tiro rápido sistema Nordenfelt, cal. 57 mm

Posteriormente en el 1898 se crearon nuevos sistemas defensivos que abarcaban desde la Batería n.º 1 (al este de Playa del Chivo), hasta la batería n.º 5, donde se encuentra el actual Hotel Riviera.

  • Batería n.º 1: Esta era de carácter permanente y estaba construida bajo las más modernas técnicas de ingeniería militar de su época. Fue una de las más brillantes instalaciones de artillería de la época colonial, fundamentada en conceptos militares muy novedosos para el momento. En ella se usó el empleo de emplazamientos cubiertos, fosos, nichos, trincheras y la utilización de piezas de gran eficiencia técnica. Esta en unión a la batería n.º 2, las auxiliares y las piezas del Campo Fortificado de La Cabaña, defendían el sector noreste de la ciudad. Se componía de:
    • 4 cañones Díaz-Ordóñez, cal. 150 mm
    • 2 cañones modelo naval de tiro rápido Nordenfelt, cal. 57 mm
  • Batería No.2: De carácter permanente y tecnotipología similar al anterior sistema. Estaba emplazada en lo que es Playa del Chivo, entre la Batería de Velazco y la No.1. Estaba compuesta por:
    • 2 cañones Krupp, cal. 280 mm
    • 4 obuses Ordóñez modelo 1872, cal. 210 mm
    • 2 cañones modelo naval de tiro rápido sistema Nordenfelt, cal. 57 mm

Entre las baterías de Velazco y la batería n.º 2 se crearon 3 pequeñas baterías auxiliares como apoyo. La primera se componía de 2 cañones de campaña modelo Hontoria calibre 90 mm. Las otras 2 poseían 6 cañones sistema González-Hontoria, modelo naval 1895, calibres 120 mm y 150 mm. Su misión era proteger los flancos de las anteriores.

  • Batería n.º 3: De carácter permanente y se componía por:
    • 4 obuses Ordóñez modelo 1872, cal. 210 mm
    • 2 cañones Ordóñez, cal. 150 mm
    • 2 cañones Ordóñez, cal. 240 mm
  • Batería n.º 5: Estaba emplazada en donde se encuentra el Hotel Riviera actualmente. Defendía la entrada de La Chorrera y era de carácter permanente.

Las defensas anteriores hacían de La Habana una plaza casi inexpugnable aún para la poderosa armada estadounidense. Era muy bien defendida, por lo que se hacía muy difícil de vencer y menos de tomar. Este fue el principal móvil para dirigir las acciones hacia Oriente. Amén que allí la insurrección era poderosa y controlaba el campo de batalla, factor que influiría en obtener un aliado natural muy necesario para las futuras campañas contra el poder colonial español. Por lo que se designó a Santiago de Cuba como la zona de operaciones.

Defensas militares de Santiago de Cuba

Estaba constituida por un sistema de 8 obsoletas baterías costeras con piezas de bronce del siglo XVIII y algunas modernas de la Escuadra de Cervera, torreones, fortificaciones y dos líneas de torpedos, una eléctrica y otra mecánica a la entrada de la bahía. Además, concentraba un personal de 30 000 soldados regulares, así como varios regimientos de voluntarios y guerrilleros criollos.

En los arsenales de Santiago había 9000 fusiles Máuser con 1,5 millones de proyectiles, y alrededor de 7000 fusiles Remington con un parque de 1 millón de balas. La segunda capital contaba para su defensa con un sistema exterior de fortificaciones que protegían los accesos lejanos, estos eran El Viso, El Caney, San Juan y Aguadores.

  • Batería de la Socapa: Estaba emplazada al este de la ciudad, siendo de carácter permanente. La componían:
    • 2 cañones Hontoria calibre 160 mm (pertenecían al crucero acorazado Reina Mercedes).
    • 3 morteros de avancarga Elorza de 210 mm (estos eran piezas de bronce obsoletas del siglo XVIII).
  • Batería de la Baja Socapa:
    • Cañón modelo naval de tiro rápido Nordenfelt, cal. 57 mm (pertenecía al crucero acorazado Reina Mercedes).

En el Morro:

  • Batería del Faro: De carácter permanente, la componían:
    • 5 obuses Hontoria de 160 mm
    • 2 morteros Elorza de 210 mm (de avancarga).
    • 2 cañones Krupp de 90 mm
    • 2 cañones Hontoria de 160 mm (dominaba la entrada y parte del puerto).
    • 2 morteros Mata de 150 mm (de avancarga).

Al este de la ciudad se montaron 15 piezas de la Armada con variados calibres para la defensa contra las expediciones estadounidenses.

En total las defensas artilleras de Santiago reunían 147 bocas de fuego de diferentes calibres, contra unas 644 de las fuerzas estadounidenses en sus buques y baterías de campaña. De ellas, 34 eran de las baterías de costeras que no poseían mucha efectividad por lo obsoletas (aquí se cuentan 18 modernas prestadas por la flota) y 131 pertenecían a la armada. Eso sin contar la ayuda de los 40 tubos lanzatorpedos de estos buques que si se hubiesen quedado dentro de la bahía, hubiesen sido de gran ayuda para la defensa de la ciudad.

Estados Unidos de América

La política de Reconcentración de Valeriano Weyler les daba una excusa humanitaria para lograr sus fines a los expansionistas estadounidenses. En 1897 el Gobierno de Estados Unidos intentó por última vez la compra a España de la Isla por 300 millones de dólares. El Gobierno español se niega a vender su colonia.

En medio de una gran campaña de prensa antiespañola en los Estados Unidos se descubre la carta enviada por el embajador ibérico Dupuy de Lome, donde hace duras críticas al presidente estadounidense.

El 15 de febrero de 1898 vuela en la rada del puerto habanero el acorazado de 2.ª Maine, dejando aproximadamente 260 muertos. El suceso fue catalogado como accidente por los hispanos y de agresión por los estadounidenses. Las fuerzas armadas en vísperas del inminente conflicto con España estaban compuestas por:

Infantería

El 21 de abril de aquel año 1898, cuando Estados Unidos declaró la guerra a España, el imperio contaba solo con un Ejército Regular de 2 143 oficiales y 26 040 cargos de menor graduación. Tenía solamente 28 000 efectivos y muy pocas reservas materiales. Tuvo que incorporar a filas rápidamente a 275 000 hombres [...].
Coronel Nikolái Ermólov (1853-1924), enviado del zar ruso como observador en esta guerra

Este cuerpo contaba con tropas que su experiencia se había forjado durante la expansión hacie el oeste enfrentado a los indios estadounidenses. Desde la Guerra Civil Estadounidense (1861-1865) no enfrentaban un ejército profesional y su armamento era el siguiente:

  • Fusil Remington mod. 1871, cal. 45 de repetición.
  • Fusil Winchester mod. 1873, cal. 44 de repetición.
  • Fusil Winchester mod. 1888 (Henry-Martini), cal. 44 de repetición.
  • Fusil Winchester mod. 1893 (Lightning), cal. 22; 32; 38; 44. (Cargaba hasta 10 cartuchos).
  • Fusiles Johnson, cal. 44.
  • Ametralladora Gatling, mod. 1890, cal. 50.
  • Ametralladora Maxim-Nordenfelt, modelo naval (1891-1893), cal. 75.
  • Revólver Colt, cal. 45.
  • Revólver Colt (Pacificador), cal. 38.
  • Revólver Smith & Wesson, cal. 38.
  • Revólver Smith & Wesson, cal.32.

Todos estos usaban pólvora negra que al disparar revelaban la posición del tirador. Es evidente que la calidad del infante y su armamento, no era nada comparado en calidad, al soldado español. El Máuser era por mucho, mejor que cualquier fusil estadounidense.

Caballería

Era un buen cuerpo, el más disciplinado, pero que adolecía del mismo mal que la infantería, no poseía suficiente experiencia combativa moderna contra un ejército profesional. Su armamento constaba de carabinas recortadas de 11 mm y revólveres modelos Colt.

Artillería

No eran malos modelos. Después de la guerra civil se había desatado una carrera entre las fuerzas navales y la artillería en ver quien era mejor. Los modelos se mejoraban continuamente, pero la supremacía sin dudas fue de la primera. En contra tenían que usaban pólvora negra y por eso fueron silenciadas en los primeros encuentros.

En Tampa se había concentrado una Brigada Invasora compuesta por 10 baterías, y de ellas, solo desembarcaron en Santiago 16 piezas o cuatro baterías, las demás lo hicieron el 10 de julio, cuando la guerra se había terminado.

Marina de Guerra

Sin dudas esta era la mejor arma del ejército estadounidense. En víspera de la guerra, el núcleo principal de la poderosa escuadra estadounidense eran 7 acorazados modernos. De ellos 4 de primera clase, 1 de segunda clase y 2 cruceros-acorazados, todos en servicio:

  • acorazados de primera clase: Indiana, Massachussets, y Óregon.
    • Desplazamiento: 10 288 toneladas.
    • Velocidad: >16 nudos.
    • 2 Torretas de 2 piezas cal. 330 mm
    • 4 Torretas de 2 piezas, cal. 203 mm
    • 4 Piezas de tiro rápido, cal. 152 mm
    • 20 Cañones Nordenfelt, cal. 57 mm
    • 6 Cañones Hotchkis, cal. 37 mm
    • 4 Piezas sistema Gatling.
    • Blindaje: cintura blindada de 45 cm, y además cubría 3/5 partes del buque.
  • acorazado de primera clase: Iowa.
    • desplazamiento: 11 410 t.
    • velocidad: 17 nudos.
  • acorazado de segunda clase: Texas.
    • desplazamiento: 6315 t.
    • velocidad: 17,8 nudos.
  • crucero-acorazado: New York.
    • desplazamiento: 8200 t.
    • velocidad: 21 nudos.
  • crucero-acorazado: Brooklyn
    • desplazamiento: 9125 t.
    • velocidad: 21,9 nudos.

Además la Armada poseía un cuerpo de 13 cruceros protegidos menores de 7375 ton de desplazamiento. A esto se suman 6 monitores de doble torreta, con una poderosa artillería y armamentos, pero que adolecían en su velocidad.

Al comparar con España se nota la superioridad naval de los estadounidenses. Estos poseían en conjunto un total de 73 buques de combate y 123 auxiliares y de transporte. Esto hacía un total de 196 unidades de superficie contra 61 de España. La correlación de bocas de fuego por bando era favorable a Estados Unidos con alrededor de 410 piezas contra 131 España. De ellas 136 eran de grueso calibre (24 de 330 mm; 56 de 203 mm; 56 de 150 mm). Además, poseía sólo en santiago 208 bocas de medianos y pequeños calibres (140 de 57 mm; 42 de 37 mm sistema Hotchkis y 24 de 37 mm sistema Gatling).

La mejor escuadra de España era la del Almirante Pascual Cervera y ésta no tenía montados sus cañones de grueso calibre y le faltaban proyectiles de otros sistemas, sin contar que su blindaje estaba muy disminuido.

La flota estadounidense se dividió en el área del Caribe en dos Escuadras:

  • La Escuadra Volante, estaba dirigida por el Comodoro Winfield S. Schley y se basificaba en Virginia. Su misión era la de apoyar a la del Atlántico Norte en los escenarios militares que se desarrollarían, defender las costas sur de [[Florida (Estados Unidos)|la Florida] de un raid español, y patrullar las costas al norte de Cuba. La componían:
    • Escuadra volante:
      • acorazado de primera clase: Massachussets.
      • acorazado de segunda clase: Texas.
      • crucero-acorazado: Brooklyn (buque insignia).
      • crucero protegido: Columbia.
      • crucero protegido: Minneápolis

Era apoyada por una flotilla de cañoneros y guardacostas pequeños en función exploradora.

  • Escuadra Atlántico Norte: Estaba dirigida por el almirante W. T. Sampson. Su misión era llevar a vías de hecho las operaciones militares y navales en la isla de Cuba. Por eso debía ser bien poderosa en lo que a bocas de fuego se trataba y a su blindaje. Y la componían las siguientes unidades:
    • Escuadra Atlántico Norte
      • acorazado de primera clase: Indiana
      • acorazado de primera clase: Iowa
      • crucero-acorazado: New York (insignia).
      • 4 monitores.
      • 4 cruceros protegidos.
      • 5 cañoneros.
      • 1 aviso (buque ligero y veloz).
      • 1 crucero dinamitero.
      • 7 torpederos.
      • 10 guardacostas.
      • 11 buques auxiliares y de transporte.

Posteriormente se incluyeron como apoyo las siguientes naves:

      • acorazado de primera clase: Óregon.
      • crucero: Búffalo.
      • cañonero: Marietta.

El 18 de abril de 1898, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Resolución Conjunta (Join Resolution), y el día 20 la firmó el presidente de la Unión. Esta fue la excusa humanista para intervenir en la Isla. Según el documento no deseaban apropiarse de nada en Cuba, solo ayudar al sufrido pueblo cubano a alcanzar la independencia de España, la misma, que hasta hacía 2 años ellos apoyaban.

Ejército Libertador cubano

El Ejército Libertador marchaba de forma pujante, disciplinado, organizado y de armónico accionar contra su similar de España. Esta era la realidad en vísperas del desarrollo de la guerra hispano-cubano-estadounidense.

El Ejército Libertador dominaba el campo insurrecto obligando a los españoles a concentrarse en las ciudades y poblados. Su ejército se componía de tres cuerpos: infantería, caballería, y algo más novel pero cada vez más importante, el cuerpo de artillería. Este último dirigido por especialistas estadounidenses que se subordinaban a las tropas cubanas.

Infantería

Este cuerpo lo componían buenos tiradores que pasaron de la impedimenta y se ganaron el derecho a un fusil. Su parque y poder de fuego era variado. Este contrastaba con una variada gama de modelos y calibres diferentes. Su principal problema era la casi absoluta carencia de parque para quemar.

  • Fusiles estadounidenses.
    • Fusil Remington mod. 1863, sistema Geiger-Ryder, cal. 45.
    • Fusil Remington mod. 1871, cal. 45 (De repetición).
    • Fusil Remington mod. 1871, cal. 45 (Carabina para la caballería).
    • Fusil Winchester mod. 1873, cal. 44. De repetición.
    • Tercerolas Remington, cal.45.
    • Fusil Johnson, cal. 45
  • Fusiles españoles.
    • Fusil máuser español mod. 1893, cal. 7 mm
    • Fusil máuser argentino mod. 1893, cal. 7,62 mm
  • Otros fusiles.
    • Estos eran variados desde obsoletas tercerolas y fusiles de calibre 15 mm

Este cuerpo era muy disciplinado en el fuego, ya que su misión era de hacer solo fuego seguro contra los cuadros españoles, creando el desorden antes de la carga de la caballería mambisa. Los oficiales usaban además del legendario machete, un revólver calibre 32, 38 ó 45 de los modelos Colt, Smith & Wesson, etc.

Caballería

Este cuerpo era el más vistoso y disciplinado de las armas mambisas. Por su movilidad, capacidad operativa, y sobre todo por el coraje de sus hombres era la columna vertebral del Ejército Libertador. Sus cargas estratégicas eran una especialidad contra los cuadros españoles en unión con la infantería. O sea, la infantería disparaba tiros seguros contra la formación de cuadros españoles, que se formaba para repeler a la caballería enemiga y luego de hacerles varias bajas se le cargaba a degüello.

Su principal arma era el machete, instrumento de trabajo devenido arma principal del mambí. Era más ligero y manuable que el sable usado por su similar ibérico y mucho más letal en manos ya especializadas. Su armamento se completaba con carabinas y revólveres los oficiales.

Artillería

Esta se empezó a usar en 1896 durante la toma de Las Tunas, bajo la dirección del brillante estratega y lugarteniente general Calixto García Iñiguez, con el cañoneo al fuerte de Loma del Hierro. Era casi una novedad bélica para los cubanos ya que anteriormente fue muy poco usada y cuando se hizo, fueron modelos artesanales de cuero y madera.

Esta vez se trataba de cañones de procedencia estadounidense y a la vez maniobrados por estos bajo la dirección de oficiales mambises. Los modelos eran:

  • 2 cañones de tiro rápido Hotchkis, calibre 42 mm
  • 2 cañones neumáticos con proyectiles de dinamita Sim-Dudley, calibre 100 mm
  • Modelos artesanales de cuero y madera.

El problema de esta técnica era que se hacía muy difícil conseguir proyectiles. Además, los técnicos como eran estadounidenses por que los cubanos no dominaban esta técnica. Sin embargo esta resultó ser muy efectiva para tomar fuertes y ciudades.

Inicio de las hostilidades

El 20 de abril fue firmada la Resolución Conjunta. Entonces el 22 de abril se declara el inicio del bloqueo naval contra Cuba y por consiguiente, el inicio formal de la guerra, aunque no hubo combates hasta 2 meses después. Por el enviado del zar se conoció que:

El 21 de abril de aquel año 1898, cuando Estados Unidos declaró la guerra a España, el imperio español contaba solo con un ejército regular de 2.143 oficiales y 26.040 cargos de menor graduación. Tenía solamente 28.000 efectivos y muy pocas reservas materiales. Tuvo que incorporar a filas rápidamente a 275.000 hombres.
Se conformaron unas fuerzas terrestres con 100.000 voluntarios y 62.597 regulares; de ellos 40.000 para la defensa de la costa atlántica estadounidense, y de los restantes, 30.000 regulares y 50.000 voluntarios se dedicaron a la guerra contra Cuba. Según el plan concebido, estas tropas ―más los 50.000 mambises calculados― serían suficientes para enfrentar a los 80.000 españoles supuestamente aptos para el combate en la Isla.
Coronel Nikolái Ermólov (1853-1924)

Se barajaron dos posibilidades:

a) La toma de La Habana con un destacamento de 40 000 a 50 000 hombres. En esta operación tan compleja y de grandes riesgos, las tropas yanquis a las órdenes del mayor general William Shafter se emplearían como avanzada. Días después, el general N. A. Miles recibió orientación de reunir 70 000 soldados para efectuarla. A su vez Shafter debía avanzar y tomar la bahía del Mariel a 35 km de La Habana.

Esta idea fue propuesta por el comandante del crucero-acorazado New York, y para completarla se usarían todos los buques. En principio se cañonearía la ciudad y sus fortificaciones para facilitar el desembarco. Esta idea fue desechada por el temor a que los buques fueran dañados por el fuego de las baterías españolas, o las minas magnéticas y torpedos de los defensores. En el contexto anterior se organizó un desembarco de armas por Cabañas terminando este en un fracaso total.

La guerra comenzó con un bloqueo de La Habana y de un sector de la costa norte de Cuba, desde Cárdenas hasta Bahía Honda, así como con la captura de naves mercantes españolas. El 27 de abril, los buques New Port, Cincinati y Puritan, dispararon unos cien proyectiles contra una batería cerca de Matanzas, al igual que se hizo contra las baterías en Cabañas y en Cienfuegos.
Todos estos cañoneos pusieron en claro que la artillería naval es inútil e impotente para silenciar la artillería costera.
El 11 de mayo los estadounidenses cañonearon Cárdenas y ese mismo día unos 800 proyectiles fueron disparados contra Cienfuegos.
Coronel Nikolái Ermólov (1853-1924)

El 25 de abril de 1898, Estados Unidos declaró la guerra a España. Para protegerse de los buques estadounidenses que ya operaban en la zona antes de la declaración formal de guerra, la Ligera y la Alerta (dos lanchas cañoneras de 40 toneladas, equipadas cada una con dos cañones; uno Hontoria de 120 mm y el otro Nordenfelt de 57 mm) y el Antonio López (un remolcador) se refugiaron en el puerto de Cárdenas, en la actual provincia de Matanzas.

El Antonio López fue armado con un cañón de tiro rápido sistema Nordenfelt de 57 mm para poder atacar a los insurrectos cubanos.

El mismo día 25 de abril, la Ligera entabló un combate con un torpedero estadounidense que reconocía la zona. El torpedero disparó 70 veces sobre el barco español, de los cuales sólo uno acertó y sin graves consecuencias. La Ligera respondió al fuego enemigo dejándole con graves averías en la sala de máquinas con tan sólo 10 disparos. El buque estadounidense no tuvo más remedio que retirarse.

Esta escaramuza se convirtió en el primer combate de la Guerra hispano-estadounidense.

El 11 de mayo, una fuerza de 52 marines estadounidenses, todos voluntarios, se embarcó en dos botes de pequeño tamaño para cortar los cables con hachas y sierras mientras recibían fuego de cobertura de los dos cruceros y de un barco artillado. Aunque las baterías de españolas eran demasiado imprecisas como para acertar en los barcos, el fuego de fusilería provocó agujeros en los botes así como una serie de 2 bajas y 15 heridos en la tripulación de éstos. Después de una hora larga de intercambio de fuego, dos cables submarinos de comunicaciones fueron cortados.

Los marines acabaron retrocediendo en sus botes a posiciones seguras. El tercer y último cable se mantuvo intacto al acabar la refriega. Estas fueron las primeras escaramuzas victoriosas de las armas españolas con inferiores fuerzas a las de los yanquis.

En un segundo combate los tres barcos españoles (1 remolcador 2 lanchas cañoneras) quedaron bloqueados en la bahía por un escuadrón estadounidense formado por el cañonero Wilmington (1.392 t) con 8 cañones calibres 100 mm y 4 Hotchkis de 37 mm, el crucero Machias (1.177 t), el guardacostas Hudson con 2 cañones de 57 mm de tiro rápido, y el torpedero Winslow.

Tras varias escaramuzas sin relevancia, y al ver los estadounidenses que el bloqueo duraba demasiado, decidieron atacar frontalmente. El Wilmington, el Machias, el Hudson y el Winslow entraron en la bahía. Las lanchas españolas se retiraron y buscaron refugio en las zonas de menor profundidad, donde los buques estadounidenses no podían llegar. El Antonio López de mayor calado, se dirigió al puerto para que su tripulación pudiera evacuar el barco si fuese necesario.

Después de barrer el área en busca de minas navales, el capitán Todd ordenó al Winslow aproximarse a la costa e investigar.

Al ver al solitario remolcador español, se dirigió hacia él disparando sus cañones. El Antonio López, respondió con tan buen acierto que al segundo disparo, ya había dejado al Winslow sin sistema de gobierno. El Wilmington acudió veloz a ayudar a sus compatriotas dando fuego de cobertura, pero tampoco consiguió gran cosa, mientras el Hudson evacuaba a la tripulación del Winslow.

Tal situación era impensable para los estadounidenses, por lo que comenzaron a bombardear la ciudad esperando destruir inexistentes baterías ocultas que creían que les estaban disparando. Tras dos horas y media de combate, el Wilmington se retiró con dos impactos, seguido del Hudson, con cuatro impactos, que remolcaba al Winslow, con las máquinas inutilizadas y graves averías, que obligaron a la Armada estadounidense a darle de baja.

El 13 de mayo, la marina estadounidense recibió información que reordenó sus planes y cambió el curso de lo que avecinaba. La Escuadra de Pascual Cervera había arribado Las Antillas y se hacía imprescindible localizarla y neutralizarla. La entrada de Cervera en Santiago de Cuba determinó que el Alto Mando Militar de EUA trasladara hacia esa ciudad sus principales objetivos de operaciones militares. Aunque también lo determinó lo bien defendida que se encontraba la ciudad de La Habana.

Operaciones conjuntas

Mapa estratégico de las posiciones de los barcos de Estados Unidos y de España en 1898, utilizado por el Ejército estadounidense para intervenir en la Guerra Hispano-cubana, publicado por la Biblioteca del Congreso de EEUU

El 1 de mayo de de 1898, en la zona de Bayamo, se concertaba el compromiso de colaboración de los ejércitos cubano y estadounidense, mediante la entrevista del lugarteniente general del Ejército Libertador y el teniente Andrew S. Rowan quien había desembarcado en la isla con la colaboración de cubanos. Su misión era tantear la posibilidad de intercambio entre ambos ejércitos y trazar metas comunes. Calixto expreso sus ideas que se resumían en la siguiente manera:

El general Luis de Feria, al mando de la 4.ª División, recibe la misión de evitar la salida de refuerzos desde Holguín hacia Santiago bajo las órdenes del general Luque. El general Pedro A. Pérez con la 1.ª división activaría las operaciones contra 6000 españoles bajo el mando de del general Parejo. El general López Recio con una División camagüeyana dislocada en Las Tunas interceptaría cualquier envío de efectivos españoles desde Camagüey. El general Salvador Hernández Ríos al mando de una División incompleta detendría todo refuerzo enviado desde Manzanillo a Santiago de Cuba para su defensa. Calixto pensó reforzar esta unidad combativa.

El 12 de junio las fuerzas expedicionarias desembarcan por Guantánamo. El desembarco era muy pomposo y las tropas invasoras están vestidas del uniforme de invierno, pura lana negra. Sin embargo en Santiago, en esta etapa, el clima ronda los 30 grados Celsius por lo que el calor era enloquecedor. Las tropas hispanas que custodiaban el litoral este de la zona de operaciones visibilizaban perfectamente el desembarco del regimiento de caballería Rough Rider al mando del coronel Teodoro Roosevelt. El lugar no brindaba ningún tipo de protección a los desembarcantes, no así para los defensores que se escudan es las malezas y bajo la protección de la altura de su posición. Al abrir fuego casi diezman a los estadounidenses que no hicieron otra cosa que pegarse al terreno llenos de pánico. Las fuerzas mantisas destacadas para proteger el desembarco entraron en acción librando combate contra la defensa española desalojándola de las alturas.

Según el almirante Mckeala (1999), en la página 229:

[...] Los cubanos habían ido a salvarlos del pánico en que se encontraban ellos desde la llegada, que no los dejaba respirar y que no sabían como agradecerles en nombre del Gobierno estadounidense a los cubanos que llegaron [...] para evitar un desastre a las fuerzas de desembarco [...]

El 19 de Junio arriba a El Aserradero al mando de 4000 hombres Calixto García en persona. Su función era brindar apoyo a las tropas expedicionarias estadounidenses. Esas tropas como hemos visto, no poseían ninguna experiencia militar en este tipo de operaciones. La guerra, aunque esperada, había sido declarada apresuradamente. Este hecho dificultó la preparación de una fuerza de desembarco capaz de cumplir con eficiencia las misiones asignadas. Había un gran contraste. Los estadounidenses al mando del Mayor General William Rufus Shafter poseían 819 oficiales y 15 058 soldados. Estos avanzaban hacia lo desconocido, mientras que los hispanos contaban con suficiente experiencia, estaban mejor aclimatados y dominaban las zonas de operaciones al dedillo, ya que poseían amplios conocimientos del terreno a batir.

El Lugarteniente General del Ejército Libertador cubano, Calixto García, junto al General William Ludlow

El general en jefe de las tropas estadounidenses poseía una pobre visión de la adecuada estrategia a seguir, ya que su experiencia radicaba en la lucha contra población civil nativa del Oeste estadounidense, por lo que a la hora de enfrentar a un ejército profesional moderno estaba en amplias desventajas táctico-operativas. Sus soldados y oficiales se caracterizaron por una marcada negligencia, desorden y total carencia de dominio de las misiones combativas. Sus jefes no hicieron una adecuada recopilación de información sobre clima, geografía, logística a necesitar, estrategia a seguir, conocimientos reales de la calidad de tropas del enemigo, calidad de su armamento, etc.

Esto conllevó a que se enviara para una campaña prolongada a las tropas a Santiago de Cuba en pleno junio-julio, donde la temperatura era superior a los 30 °C, alta humedad relativa, terreno de abundantes montañas, y todo esto con el uniforme reglamentario de invierno que era de paño de lana y de color negro.

Según el coronel Nikolái Ermólov (1853-1924), enviado del zar ruso como observador militar, la dirección militar estadounidense cometió serios errores:

La expedición arribó a la bahía de Santiago el 20 de junio por la mañana, con 82 enfermos de tifus. [...]
Por ejemplo, el 1 de agosto tenían ya 5.000 enfermos estadounidenses. Y lo más trágico de todo era que en Estados Unidos, en Washington, nadie conocía la verdad. [...]
A todo eso, los estadounidenses no saben cuidar grandes masas de tropas. Ninguna, incluso las más elementales normas para la prevención de enfermedades, en general y de la fiebre amarilla en particular, fue adoptada en Cuba. Un veterinario fue durante largo tiempo médico del Primer Cuerpo del Ejército de Chickamagua. [...] A duras penas organizaron un tren y dos buques sanitarios: el Relieff y el Olivette, que prestaron una gran ayuda, pero eran una gota en el mar. [...]
Los buques que participaron en la evacuación de enfermos y heridos desde Cuba ―Séneca, Corcho, Hudson y otros― estaban por debajo de cualquier crítica... sin agua, ni medicamentos, con ropa de cama sucia y la falta de los más elementales recursos médicos. Un periódico escribió sobre el Séneca: «Y nuestros buques-hospitales, de los cuales nos jactábamos, no resultaron ser otra cosa que recintos de infección a flote.
No hubo ninguna esfera de los servicios que fallara tanto en esta guerra como la de los servicios médicos... Dos jóvenes doctores gritaron un día: «¡Coronel, esto es horrible! No tenemos nada, ni quinina, ni termómetros. Un herido gime con una bala en un pulmón y se ahoga por el humor y no podemos operarlo porque no tenemos instrumentos».
El general Miles, por ejemplo, recomendaba contar con 500 disparos por pieza de artillería. Y como no reinaba mucho orden, de la Brigada de Artillería concentrada en Tampa, con 10 baterías, solo se llevaron 4 (16 piezas). Las restantes 44 arribaron a Santiago de Cuba el 10 de julio aproximadamente, pero en su mayoría no fueron desembarcadas. [...]
La caballería desembarcó a sus jinetes pero en la confusión los caballos estaban en otro buque. [...] O sea que los estadounidenses no escucharon los criterios de la Comisión del Ejército Libertador que les recomendó un plan de contingencia en colaboración con sus fuerzas.
Coronel Nikolái Ermólov (1853-1924), enviado del zar ruso

Aunque el bloqueo naval se inicia el 22 de abril, no sería hasta el 20 de junio que se produjo el desembarco del 5.º Cuerpo de Ejército auxiliado por los mambises en la región de Daiquirí y Siboney.

Sin la cooperación de los cubanos, los yanquis no hubieran podido desembarcar. La ayuda de los insurrectos fue poderosa. Prueba de ello es que los estadounidenses desembarcaron solo donde la insurrección era más fuerte.
Arsenio Linares, responsable de la defensa de Santiago de Cuba

Ermólov continúa su crónica:

Los yanquis desembarcaron el 22, al este de la bahía santiaguera, por Daiquirí, a 15 millas del fuerte El Morro. Se emplearon 52 embarcaciones: 12 lanchas de vapor y 40 embarcaciones diversas. Sin disparar un tiro, el 24 de junio todo el destacamento de Shafter estaba ya en la orilla. El Regimiento de Voluntarios, sin saberlo ese general, se le fue de las manos y tropezó en Las Guásimas con los españoles.
Coronel Nikolái Ermólov (1853-1924)

El 1 de julio se libraron los combates por la toma de los fuertes de El Caney, San Juan, El Viso y Aguadores. Estos tenían de objetivo tomar las defensas exteriores de Santiago de Cuba y hacer efectivo el bloqueo a la ciudad. En el deseo de tomar cuanto antes Santiago de Cuba, el ejército estadounidense recibió orden de atacar la línea defensiva española para romperla y ocupar la ciudad. Los objetivos eran las posiciones fortificadas de El Caney y el San Juan. Los yanquis despliegan 15 000 soldados, creían que eran parte de la línea principal de defensa de la ciudad y su toma obligaría a los españoles a la rendición inmediata. El 1 de julio de 1898, la división del general estadounidense Lawton recibió orden de marchar contra El Caney. Esta era una pequeña posición defensiva apoyada sobre el fortín de El Viso, sin artillería ni ametralladoras, con una guarnición de 527 hombres al mando del general Vara del Rey. Shafter decidió tomar esta posición con el fin de no dejar tropas españolas sobre su flanco derecho. La misión se la encomendó a la 2.ª división del general Lawton, apoyada por la artillería de Capron. El grueso del ejército invasor se dirigió contra las posiciones que defendían al San Juan, que se componían de una sección de artillería de dos piezas Krupp calibres 75 mm con 50 artilleros y 70 voluntarios españoles.

Entre ellas destacaba la posición colocada en la loma del sistema defensivo, desde la que se podía hacer fuego sin gran riesgo para sus defensores. Los soldados estadounidenses se despliegan frente a la posición de los defensores apoyados por 12 cañones de tiro rápido Hotchkis, cal 42 mm y 4 piezas Gatling. Además de recibir la ayuda de 1200 mambises que eran dirigidos por al mando del general González Clavel. Estaban organizados los atacantes en tres divisiones y dos brigadas independientes. La primera estaba dirigida por el general Jacobo F. Kent, al mando de la segunda estaba Henry W. Lawton, en la tercera estaba el Samuel S. Summer sustituyendo al general Joseph Wheeler que se había enfermado. Enfrente están apostados 1700 españoles pertenecientes a los regimientos Asia, Talavera, Puerto Rico y Constitución y a la marina. Su única artillería eran dos modernos cañones Krupp cal. 75 mm de tiro rápido mod. 1868 mejorado, al mando del coronel Salvador Díaz-Ordóñez y Escandón, la infantería usaba el fusil Máuser de gran precisión y efectividad.

Al amanecer del 1 de julio se oye el fragor del combate en dirección a El Caney. Las divisiones de los generales Wheeler y Kent comienzan el despliegue apoyados por la Brigada Summer, quien intenta cruzar el río San Juan para envolver las posiciones defensivas. Los españoles observan el despliegue y el general Linares ordena reforzar la loma de San Juan con la segunda compañía del regimiento Talavera y la posición de Canosa con otra compañía del regimiento Puerto Rico. A las 6:30 horas, la batería estadounidense al mando de Grimes abre fuego contra las defensas españolas en la loma. El general Linares manda otra compañía de refuerzo. La guarnición española en la loma es de 300 hombres al mando del Coronel Vaquero. Los estadounidenses dirigen desde un globo cautivo el fuego de su artillería y el avance de las tropas a través de la manigua.

La artillería española, al mando del coronel Díaz Ordóñez (recuerden los cañones), se despliega en la loma de San Juan y, desde allí, contrarresta el fuego de su par estadounidense. Sus disparos silencian durante un buen rato los cañones enemigos, a pesar de que tenían el sol de frente y los cañones estadounidenses estaban escondidos entre la vegetación de la manigua. La razón era que los españoles usaban pólvora sin humo, mientras que los estadounidenses emplean pólvora negra que deja rastro al disparar.

La división de Wheeler avanza en formación cerrada y con dificultad entre la vegetación. Las trincheras españolas hacen un fuego denso y continuado que causan decenas de muertos y heridos. Una maniobra de la división del general Kent, que logra enlazar con la brigada Summer, permite agilizar el avance estadounidense amenazando el flanco español. La caballería estadounidense cruza el río San Juan para intentar enlazar con la división de Lawton, a la que se suponía ya avanzando después de tomar El Caney. Pero los 6500 hombres de Lawton seguían fijados frente a esa posición por 549 españoles. La batería de Capron cambió su posición y se aproximó a El Viso, núcleo de la resistencia, y su fuego empezó a batir con eficacia el fortín cuyos muros empezaron a ser demolidos por los impactos continuos que recibían.

A las 11, para suavizar la situación y ablandar la defensa española, la batería de Grimes vuelve a abrir fuego sobre la loma de San Juan. Por segunda vez es silenciada por la artillería española. Los cañones del coronel Díaz Ordóñez apuntan ahora contra el globo cautivo desde el cual eran observadas las posiciones españolas. Debajo, a unos 750 metros de las trincheras hispanas, se concentraban las tropas de la división de Kent que trataban de cruzar el río Aguadores. Al cuarto disparo el globo cae desinflado, y el fuego de fusilería más el de la artillería crean una masacre que desconcertaban a las desmoralizadas tropas estadounidenses. Las tropas cubanas al mando del general Gonzáles Clavel salvan del exterminio a las tropas yanquis del general Kent mostrándoles un pasaje seguro para cruzar el río.

Mientras, los estadounidenses llegan al límite del bosque y siguen por el flanco derecho de la loma haciendo un fuego intenso, que causa muchas bajas en el Regimiento Talavera. Nuevamente los cañones españoles salvan la situación. Mientras uno de ellos continúa disparando contra la batería de Grimes, a la que vuelve a silenciar, el otro cañón hace frente a los estadounidenses que avanzan por el flanco español y logra contenerlos.

A las 12 cesa el fuego. El general Linares recibe un mensaje del general Vara de Rey anunciándole que resiste en la posición de El Caney. Ante el peligro de que la loma de San Juan quede copada, el general Linares se sitúa a 800 m a la izquierda de la posición, en el camino de El Pozo, con una compañía del regimiento Talavera. Otra compañía es situada algo más lejos en el alto de Veguilla. Detrás, en reserva, se despliega un escuadrón de caballería española.

El fuego se reanuda a las 13.00 horas. Apoyando a la batería Grimes, las dos baterías estadounidenses de reserva abren fuego contra la loma de San Juan. Las divisiones Wheeler y Kent forman en columnas para un ataque frontal. Avanzan en formación cerrada pero el fuego español les causa muchas bajas. El segundo batallón del regimiento 71 de Voluntarios de Nueva York, abre fuego con sus obsoletos fusiles Springfield y les costó un infierno de fuego desde las trincheras españolas a unos 300 metros. Estos rompen la cohesión y se pegan a tierra. Al ver esto el general González Clavel, ataca con tropas cubanas y logran restablecer la línea de fuego, esperando a las demás fuerzas estadounidenses de refuerzo de los regimientos IX, XIII, XXIV de infantería regular. El general Wikoff, jefe de la segunda brigada de la división de Kent, cae muerto; su sustituto, el coronel Worth jefe del regimiento XIII, es herido de gravedad. A los cinco minutos, el nuevo jefe de la brigada, el teniente coronel Liscum, jefe del XXIV regimiento cae herido mortalmente. Tomando el mando finalmente el coronel Evans jefe del IX regimiento de infantería regular.

El reguero de bajas es monstruoso. El primer batallón del regimiento de infantería Nº 17 de los estadounidenses cae en pánico y huye en desbandada. A pesar de esto, continúan mandando oleada tras oleada que, con indudable valor, intentan ganar la loma, mientras su artillería machaca las posiciones españolas. El Mayor general William R. Shafter desiste del ataque frontal y ordena rodear la loma. No sabe que la guarnición española está casi aniquilada. El general Linares manda que la caballería y una compañía de 100 marineros de la flota de Cervera refuercen la guarnición, pero no logran llegar. Los estadounidenses continúan avanzando por el flanco. El general Linares los ataca al mando de 400 soldados, sin lograr contenerlos.

La loma de San Juan es un cementerio. Casi toda la guarnición ha sido exterminada; su jefe, el coronel Vaquero resultó despedazado por la artillería; escasea la munición de los fusiles; la artillería hispana ha agotado la munición y sólo tiene botes de metralla. Pero, a pesar de todo, la guarnición lograba resistir. Desde el flanco derecho, la división del general Wheeler somete a un fuego violento a los defensores españoles. Las compañías del regimiento Talavera, que se dirigen en su auxilio, son rechazadas.

Han tenido un 70 % de bajas desde el inicio de la acción. En la loma sólo quedan unos pocos artilleros y 40 soldados de infantería con insuficiente parque de balas. En pocos minutos la munición se acaba y el capitán Patricio de Antonio, segundo del coronel de artillería Díaz-Ordóñez, ordena calar las bayonetas. Los artilleros tratan de salvar las piezas, en el trayecto son masacrados por la infantería estadounidense apoyada por cubanos perdiendo un cañón y a casi todos los artilleros. Los restos de la guarnición de la loma de San Juan se retiran hacia el bosque, al que llegan sólo 8 hombres. A las 16.00 la loma es ocupada.

A las tres de la tarde, Lawton recibió orden de abandonar El Caney para avanzar sobre la loma de San Juan, pero irritado ante la brava defensa de los españoles decidió continuar el ataque. El Viso estaba ya casi destruido, eran más de las cuatro de la tarde cuando un nuevo y rabioso asalto fue frenado ante los mismos muros del fortín. Vara del Rey sigue arengando a sus hombres a pesar de sus heridas. A las cinco de la tarde El Viso es tomado por los atacantes. Sólo muertos y algunos heridos encuentran allí los asaltantes. La artillería se sitúa en el mismo para poder batir las casas del pueblo y las trincheras. La resistencia es ya inútil y los pocos defensores que quedan se retiran ordenadamente hacia Santiago dirigidos por el Teniente Coronel Puñet. Allí quedó sin vida el valiente general Vara del Rey y la mayoría de sus aguerridos soldados.

A pesar de la conquista de la Loma de San Juan y de El Caney, los estadounidenses se sienten desolados. Creían que tales posiciones eran claves del sistema defensivo español cuando, en realidad, eran posiciones avanzadas aunque de indudable valor estratégico. Para romper definitivamente las defensas de Santiago, al atardecer del 1 de julio de 1898 los estadounidenses se lanzan sobre la posición de Canosa. La defiende el coronel de ingenieros Caula con dos compañías de infantería, una compañía de marineros y los restos de la guarnición del San Juan. Los estadounidenses lanzan oleada tras oleada, siendo rechazados con grandes bajas. En esta acción resulta herido el general Linares y muerto el coronel Caula. La situación es desesperada. Ya no quedan reservas. El general Toral, que sustituye a Linares, acude a los hospitales y con 150 soldados heridos y convalecientes va en refuerzo de Canosa. Un grupo de heridos y enfermos rechaza el último ataque estadounidense.

De un total de 7000 hombres para esta misión, alrededor de 1200 eran efectivos cubanos al mando del general González Clavel. Durante 11 horas se prolongó el combate, la defensa española era intensa y muy activa. En estos combates los españoles usaron junto a las tropas terrestres, marinos de la Escuadra Naval del Almirante Cervera. Entre ellos descolló por su tenacidad y valentía el Capitán de Navío Don Joaquín Bustamante, Jefe del Estado Mayor de la flota y comandante del destructor Plutón, quien al mando de 100 marineros de las columnas de desembarco, intenta reconquistar la loma de San Juan. La falta de luz les había hecho creer que las tropas estadounidenses en El San Juan eran escasas. Avanzan sigilosamente hacia la colina. Una descarga los alcanza en el límite del bosque y el Capitán Bustamante cae herido.

El destacamento se retira con algunas bajas.

Los españoles en general le hicieron honor a su Madre Patria, a su sangre latina, valiente y no dieron cuartel a los yanquis, sino cuando su jefe, el general Vara del Rey, caía en su puesto de combate valientemente, durante la defensa del fuerte El Viso. En esta ocasión los cubanos intervinieron y salvaron el honor de las armas yanquis al intervenir y tomar estos fuertes bien defendidos. Desde sus inicios la artillería estadounidense fue silenciada por las eficientes baterías hispanas, debido a que revelaba su posición al usar pólvora negra. Y su globo cautivo para la observación artillera fue tumbado por la artillería hispana. La noche del 1 de julio de 1898 cae dejando tras de sí 600 bajas españolas y 2000 estadounidenses. Bustamante falleció pocos días después en el Hospital Militar de Santiago de Cuba, y recibió a titulo póstumo la condecoración Cruz Laureada de San Fernando.

Haciendo un recuento general de las bajas diremos que por los españoles en El San Juan participaron 450 hombres perdiendo 358, solo se salieron indemnes 92 soldados. Por la parte estadounidense tuvieron un total de 1012 bajas. Murieron 18 oficiales y 117 soldados, 71 oficiales y 748 resultaron heridos y desaparecieron 78 soldados.

Se dio el caso del 6 regimiento de infantería regular yanqui que al replegarse frente al San Juan perdieron 320 soldados en 10 minutos. En el combate del Caney de 436 defensores tuvieron 305 bajas. De ellas murieron la siguiente cantidad de oficiales y jefes: 1 general, 2 comandantes, 4 tenientes. Resultaron heridos 4 capitanes y 6 tenientes segundos. Perdieron en total el 90 % de las fuerzas. Los expedicionarios perdieron 461 bajas, de ellas 81 muertos y 380 heridos. De ellos, la relación de jefes y oficiales perdidos era: 4 oficiales y 77 soldados muertos y 25 oficiales y 355 heridos. El 7 % de las fuerzas utilizadas.

Sin embargo, es justo decir en este trabajo, que las piezas artilleras de la ciudad de Santiago eran de modelos obsoletos del siglo XVIII, que las más modernas eran prestadas por la Escuadra del Almirante Pascual Cervera. A pesar de esto las 8 baterías no disminuían el fuego contra las embarcaciones estadounidenses que no se atrevían a acercarse por temor a ser tocadas por el fuego artillero.

El 3 de julio Shafter envía a sus jefes en Washington: «Estoy considerando retirarme a unas 5 millas de mi actual posición».

Esto se debía a que el caos y la desmoralización en el ejército estadounidense eran grandes. Las enfermedades tropicales diezmaban sus fuerzas sin los más elementales servicios médicos. Además el precio pagado por las fortificaciones de la periferia de Santiago era elevadísimo. Shafter estaba desconcertado por la defensa brillante ofrecida por los españoles. El Secretario de Guerra le contestó lo imposible del plan porque podría poner en peligro la ya cuestionada moral de las tropas. Shafter se preguntaba por qué la marina no entraba en la bahía y limpiaba con su poder de fuego las defensas de la ciudad, facilitando así la mejor supervivencia de las tropas en tierra.

Ante el grave peligro de que Shafter dimitiera, el lugarteniente general del Ejército Libertador Calixto García Iñiguez le convence de lo impropio de semejante acción, y de las ventajas de mantener la posición alcanzada, permitiendo así las facilidades de continuar el ataque, que él se comprometía a atacar la ciudad desde la Loma del Quintero.

Esta decisión fue muy importante, por que si el Mayor general se retiraba, ponía en peligro la campaña cubano-estadounidense que había cosechado ya grandes triunfos. El efecto moral sería desastroso y permitiría a los españoles organizarse y enviar refuerzos a Santiago de Cuba. Esto sin contar con prolongar la guerra para el ya catastrófico y no preparado V Cuerpo de Ejército estadounidense.

Combate naval de Santiago de Cuba

En fecha tan temprana como el 25 de mayo de 1898, el almirante Pascual Cervera envió el siguiente telegrama al ministro de Marina:

Santiago de Cuba 25 de mayo de 1898
El almirante al ministro [Auñón]: Estamos bloqueados; califiqué desastrosa nuestra venida para los intereses patria.- Hechos empiezan darme razón.- Con la desproporción de fuerzas es absolutamente imposible ninguna operación eficaz.- Tenemos víveres para un mes.

El 3 de junio este le contesta:

Madrid 3 de Junio de 1898.

El Ministro de la Guerra (Correa) al General en Jefe (Blanco):

La situación muy seria de Filipinas nos obliga a mandar allí buques y refuerzos de tropas tan pronto como sea posible. Con objeto de poder contender con la Escuadra del enemigo en Manila, será indispensable mandar allí una Escuadra que no sea inferior [...] La única cosa que podemos hacer es enviar todos los barcos de la Escuadra de Cervera, que puedan salir de Santiago [...] Este movimiento sería sólo temporal, y una vez conseguido el objeto en Filipinas, la Escuadra volvería a Cuba sin pérdida de tiempo y fuertemente reforzada [...].

Cervera, que ve su salida de la boca del puerto de Santiago de Cuba como un acto suicida estima que lo mejor es defender la ciudad con sus dotaciones reforzando a las tropas del general Linares, y hundiendo, si es necesario, los barcos para que no caigan en manos del enemigo. Sin embargo, otra era la idea que tenía el Gobierno que le ordena salir a sacrificar sus buques, en nombre del honor español.

El 3 de Julio en las aguas próximas a la bahía de Santiago de Cuba, se libró el fatal combate entre la escuadra española del Almirante Cervera con 28 980 ton y la estadounidense de Sampson con 57 252 ton. La primera estaba integrada por cuatro cruceros-acorazados (Cristóbal Colón, Infanta María Teresa, Almirante Oquendo, y el Vizcaya), y tres destructores de atrasada tecnología (Reina Mercedes, Furor y el Plutón).

Políticas y no estratégicas fueron las razones que hicieron que Cervera cometiera el suicidio de su escuadra, al intentar salir a burlar el bloqueo naval yanqui a plena luz del día. Entre las muchas alternativas que se plantearon para afrontar la crítica situación se podrían mencionar las siguientes:

Zabordar los buques en la bahía para evitar su captura, llevando a tierra las piezas de artillería para reforzar las defensas de la ciudad y contribuir con las dotaciones a reforzar la guarnición.

Forzar la salida nocturna e intentar, al amparo de la noche, salvar el mayor número de buques de la escuadra, tratando de alcanzar La Habana o Cienfuegos. Otra opción era la salida diurna, agravándose las condiciones de total inferioridad de la escuadra al ser necesario abandonar la bahía de uno en uno.

Uno de los mayores defensores de la salida nocturna era D. Joaquín Bustamante, jefe del Estado Mayor de la escuadra, quien proponía que en primer lugar salieran los destructores, los cuales, merced a su mayor velocidad y reducido tamaño podrían intentar torpedear alguno de los buques estadounidenses, sembrando el desconcierto en las filas estadounidenses y quizás hundiendo alguno de los buques bloqueadores, saliendo posteriormente los cruceros, e intentando cada uno dirigirse a un rumbo establecido de antemano para crear confusión y dividir a la escuadra bloqueadora.

La Armada española tiempo hacía que practicaba supuestos de combate nocturnos entre los que se incluían la acción de torpedeo. Entre las razones que evitaron que prosperase tal iniciativa se encuentran dos que, finalmente, y ante el apoyo del resto de miembros del Estado Mayor, decidieron la suerte de la escuadra:

La explicación de no salir por la noche era debido a que los estadounidenses bloqueaban la salida de la entrada y disponían siempre, a una distancia de 1 milla, un buque que la iluminaba con reflectores;

b)- La segunda razón tenía tintes remarcadamente derrotistas: se expuso que ante la irremediable pérdida de todos los barcos, durante la noche se haría más difícil prestar ayuda a las dotaciones de la escuadra, con lo que las pérdidas en vidas humanas serían mucho mayor. Quizás los defensores de tal idea se olvidaron de que mandaban una fuerza naval en tiempo de guerra.

Pero tras los episodios de El Caney y Las Lomas de San Juan, pensando en una posible pérdida de Santiago de Cuba, y ante el apremio del Capitán General de Cuba, D. Ramón Blanco, que exigía la salida de la escuadra, el almirante Cervera optó por precipitar el desenlace de lo que ya se sabía que iba camino de convertirse en tragedia. La salida de la escuadra se haría a las 09:00 horas de la mañana, es decir, los estadounidenses tendrían toda la luz del día para dar buena cuenta de los buques españoles, e irremediablemente deberían de salir en fila india, dado lo estrecho de la boca de la bahía.

El primer barco en salir sería el insignia Infanta Maria Teresa que intentaría embestir al crucero acorazado más rápido de los EEUU, el Brooklyn; detrás saldrían el Vizcaya, el Cristóbal Colón, el Almirante Oquendo y por último los dos pequeños destructores. Incluso a la salida de la bahía, cada barco español se detenía para poder desembarcar al práctico civil del puerto, lo que aún otorgaba más tiempo a los bloqueadores para concentrar su fuego sobre ellos. El Maria Teresa pronto se vio frenado por un aluvión de fuego, y al no conseguir su objetivo, cambió de rumbo, aunque sus desperfectos obligaron a la dotación a embarrancarlo al oeste de Cabañas. El Almirante Oquendo, al ser el último de los cruceros en abandonar la bahía, fue el más castigado de todos, yendo a embarrancar, envuelto en llamas, a 500 metros del María Teresa.

El Furor y el Plutón poco pudieron hacer, enfrentándose a buques de mayor entidad y potencia, por lo que no tardaron en sucumbir, el primero embarrancando y el segundo hundido por el fuego enemigo, falleciendo Villamil en uno de ellos. Quedaban el Vizcaya y el Cristóbal Colón, que parece que iban a conseguir su objetivo, pero los fondos sucios del primero frenaban su marcha y pronto, al ser alcanzado por los buques perseguidores, se vio obligado a embarrancar junto a Aserraderos.

El Colón, a toda maquina, iba alejándose de los buques estadounidenses hasta que consumió todo el carbón de buena calidad que llevaba en las carboneras, y al comenzar a usar otro de menor calidad, empezó a perder velocidad, siendo alcanzado también por los estadounidenses. Los disparos de los buques estadounidenses se quedaron cortos al principio, pero poco a poco fueron tomando la distancia y comenzaron a hacer los primeros impactos. Su comandante, para evitar que fuese capturado, convirtiéndose en una excelente presa y botín de guerra puesto que fue el que menos daños sufrió de toda la escuadra española, decidió embarrancarlo en el río Turquino. También aquí como antes en Cavite, el tiro de los estadounidenses dejó mucho que desear, aunque el de los españoles no le fue a la zaga. En comparación con el castigo recibido por la escuadra de Montojo en Cavite, que no fue hundida por la escuadra de Dewey, no parece que hayan sido los impactos de los cañones estadounidenses los responsables de la pérdida de cuatro cruceros acorazados de 7000 toneladas.

El Cristóbal Colón, de hecho, prácticamente quedó indemne. Los estadounidenses intentaron reflotar el Colón con la intención de incorporarlo a su flota, pero la precipitación hizo que los estadounidenses no tuvieran en cuenta el hecho de que la tripulación española hubiera abierto los grifos de fondo para inundar el navío, con lo cual éste daría la vuelta y se perdería definitivamente. Más suerte lograron con el acorazado María Teresa, que sí consiguieron reflotar. Pero durante su traslado a los Estados Unidos, cerca de las islas Caicos una tempestad hizo que se rompiera el cable con el que era remolcado, perdiéndose definitivamente.

El navío estadounidense más castigado fue el Brooklyn, que recibiría 40 impactos, tan sólo 4 de medio calibre siendo el resto de pequeño calibre; 3 impactos recibió el Oregón; 2 el Texas; 2 el Indiana y 6 el Iowa. Las bajas de la escuadra española fueron cuantiosas: 323 muertos, 151 heridos y 1720 prisioneros. Por parte estadounidense, tan solo 1 muerto y 3 heridos. Las primeras noticias del desastre llegarían a través de un grupo de marineros supervivientes de uno de los buques, que se negó a entregarse a los estadounidenses.

Solo bastó una hora para que la superior artillería bloqueadora neutralizara a los cercados. Si esta se hubiera quedado en la ciudad hubiese brindado mayor apoyo a la defensa artillera con sus piezas navales. El mero hecho de ella estar en el puerto significaba un aliento moral para los defensores, quienes confiaban en el poderío de su endeble escuadra, considerada en la época la sexta mejor del mundo.

Esta batalla fue por así decirlo, una cacería, una monstruosa carnicería. España perdió toda la flota de Cervera. La marina estadounidense no perdió ni un solo buque, teniendo solo un muerto y tres heridos. El éxito naval estadounidense fue determinante para la rendición de las tropas ibéricas. Sin el apoyo de los 131 cañones de la artillería de los buques, la ciudad fue bombardeada el día 11 de julio.

El Ejército Libertador por su parte llegó hasta el Cementerio Santa Ifigenia combatiendo. Cayeron los barrios Gascón, El Cobre, Dos Pedritos. Así las cosas cuando el 14 de julio de 1898 la ciudad se rinde a las tropas estadounidenses.

Según Javier Tussell et al (2005):

Por la parte española la responsabilidad recayó sobre la prensa en general. Otros acusaban a Cánovas por dejar a España sin aliados de cara al conflicto con una política de recogimiento. Otros juzgan que sin Cánovas, no se pudo enderezar la situación. [...] Las grandes fortunas españolas se hicieron en Cuba. Casi todos los militares famosos sirvieron allí e incrementaron su fortuna personal. Hubo ocasiones en que la Hacienda española debió que esperar las remesas de Cuba para continuar las guerras carlistas. Así se explica la peculiaridad del régimen político-administrativo en Cuba y la necesidad de conservarla. [...]
El propio general Polavieja comunicó en 1897 a la corona que no quería figurara en el Ministerio de Sagasta por que España no resistiría a los Estados Unidos y que él se conservaría para la etapa posterior.
Javier Tussell et al (2005), págs. 8-9.

Eso es un año antes de la guerra. Esto explica la necesidad que tenía España de terminar la guerra rápido y con el honor limpio.

Sin embargo el mayor general Shafter impidió que los cubanos hicieran uso del derecho a entrar en la ciudad de Santiago de Cuba. Este derecho, ganado con 30 años de duros sacrificios y amargas necesidades, que en el momento de la victoria nos fue negado por un vecino entrometido, quien se arrogó el derecho de impedir que entráramos en nuestra propia casa. Este derecho lo teníamos por ser aliados y por ser los anfitriones. Calixto García días después, le envía una honorable carta de protesta al general Shafter donde realza la moral y el derecho de las armas cubanas al disfrute de su victoria. En esta le recuerda que somos un pueblo que luchamos casi 30 años por lograr nuestra independencia y tener el derecho a dirigir nuestros destinos, como parte del conglomerado de las naciones libres.

Consideraciones

El presidente McKinley como camarero ofertando al Tío Sam un menú con las posesiones arrebatadas a España.

Esta guerra se caracterizó por poseer dos caracteres diferentes. Por un lado era de una guerra de liberación nacional, ya que los cubanos lucharon por una patria independiente de España. Por el otro lado fue su esencia imperialista ya que fue una guerra de conquista escenificada en dos continentes, con dos teatros de operaciones, nuestro Caribe y las Filipinas.

Para los criollos y los tagales, la guerra ―aun bajo la intervención militar estadounidense― fue de liberación nacional. Solo por esta razón se les brindó ayuda a los estadounidenses. El Ejército Libertador y el de los Estados Unidos quedaron aliados por las operaciones militares contra un enemigo común, el Ejército de Operaciones en Cuba, pero estaban distanciados por las contradicciones políticas y la actitud despreciativa de los jefes militares estadounidenses.

Sería tonto reducir el conflicto a la región de Oriente, ya que en el resto de las provincias estaban dislocadas ¾ partes del potencial militar español en la isla. Y es en esa zona donde se concentraba el grueso de las mejores defensas y riquezas económicas del país.

Se considera que sería ingenuo pensar que por que se hundió la flota ya la guerra estaba perdida para la metrópolis. Por lo que la desmoralización española después de este suceso es algo incomprensible para los autores.

Demás esta decir que militarmente los Estados Unidos no estaban preparados para este tipo de contienda y que si no fuese por las filas mambisas, por su oportuno apoyo y firmeza, nunca se hubieran cumplido los objetivos militares yanquis en tierra.

Primero, porque sus tropas terrestres eran desorganizadas y estaban mal preparadas. Su armamento terrestre estaba por debajo del español, más moderno. Segundo, porque según el plan de defensa hispano se necesitaban más de 16 000 soldados en el desembarco, recuerden que en Oriente había más de 50 000 y en Santiago alrededor de 10 000.

Desde el punto de vista económico fue muy significativo.

La guerra supuso el endeudamiento del Gobierno español entre 2000 y 3000 millones de pesetas (el doble de su PIB en ese año). [...] Como compensación directa, España vendió a Alemania las Micronesias. [...] Al final cabe una pregunta: ¿Habría ganado Cuba sin la intromisión de los Estados Unidos el conflicto con España?

Se debe recordar lo que dijera el generalísimo Máximo Gómez:

España no está en condiciones de enviar al sustituto de Weyler, 200 000 hombres más y 100 millones de pesos oro para prolongar la guerra otros dos años y los cubanos pueden resistir todo el tiempo que quieran. Nosotros tenemos el tiempo por nuestro. A España le toca apagar la hoguera.
Máximo Gómez

Sin embargo, lo que se puede afirmar es que si la guerra se hubiera demorado más tiempo como un conflicto hispano-cubano, la victoria final sería nuestra. Recuerden que bajo el poder español estaban solo las ciudades del oriente y el centro del país, que la capital era un objetivo priorizado desde el 1896, y estaba en la mira de las tropas mambisas, quienes poseían piezas de artillería estadounidenses en sus filas. Sin embargo es lógico pensar que al ser el campo de los cubanos, los españoles se habían encerrado en las ciudades fortificadas y tenían las comunicaciones terrestres con el exterior casi cortadas. Por lo que sí creo que la victoria hubiera sido nuestra si los vecinos no se inmiscuyen. Además los autores se apoyan en la conclusión del coronel Ermólov:

Desde el punto de vista militar, esta fue una guerra del desorden contra el desorden. [...] Los estadounidenses no la ganaron... sino que solo no la perdieron. Y los españoles no la perdieron... sino que solo no la ganaron.
Coronel Nikolái Ermólov (1853-1924)

Referencias

Fuentes

  • “Descubren fotos de la intervención de Estados Unidos en la Guerra Hispano-Cubana”, artículo publicado el 9 de mayo de 2014 en el sitio web Cuba Debate (La Habana).
  • “Guerra hispano-cubano-norteamericana: resolución conjunta aprobada por el Congreso de Estados Unidos”, artículo publicado el 17 de julio de 2018 en el periódico Granma (La Habana). Consultado en 2020.
  • “Calixto García: estratega de la Guerrra Hispano-Cubano-Norteamericana”, artículo publicado el 10 de diciembre de 2018 en el sitio web del Canal Caribe (La Habana). Consultado en 2020.
  • Adams, Henry: Historia de los Estados Unidos durante la administración de Thomas Jefferson, tomo II.
  • Baraja Montana, M. (1979): La Guerra de Cuba a través del «Diario de Cádiz» (1895-1898). Del grito de Baire al hundimiento del Maine. Cádiz (España): Industrias Gráficas Gaditanas, 1979.
  • Corral, M. (1899): ¡El desastre! Memorias de un voluntario de las Campañas de Cuba. Barcelona, Tipografía Moderna, 1899.
  • Corner, Philip S. (1976): La Guerra hispano-cubano-norteamericana. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1976.
  • Cosmos, Graham A. (1999): De La Habana a Santiago: Decisiones operacionales de Estados Unidos para Cuba (1898), tomo I (pág. 131). Madrid: Congreso Internacional de Historia Militar. El Ejército y la Armada en 1898: Cuba, Puerto Rico y Filipinas (I), Ministerio de Defensa de España, 1999.
  • Hayes, Mark L. (1999): War plans and preparations and their impact on US Naval operations in the Spanish-American war, tomo I (pág. 79). Madrid: Congreso Internacional de Historia Militar. El Ejército y la Armada en 1898: Cuba, Puerto Rico y Filipinas (I), Ministerio de Defensa de España, 1999.
  • Fernández Núñez, José M. (1898): La Habana colonial: ciudad fortificada de América. La Habana: Editorial José Martí, 1898.
  • Hernández Serrano, L. (2008): «La guerra del desorden contra el desorden», artículo publicado el 6 de noviembre de 2008 en la revista Juventud Rebelde (pág. 4), 2008.
  • Izquierdo Canosa, R. (1997): La Reconcentración 1896-1898. La Habana: Verde Olivo, 1997.
  • Izquierdo Canosa, R. (2005): El flagelo de las guerras. Su costo humano y material. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2005.
  • Lenin, Vladimir I. [1916]: El imperialismo, fase superior del capitalismo. Moscú: Editorial Mir, traducido al español, 1978.
  • Oñate, E. (1925): Álbum de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. La Habana: sin editorial, 1925.
  • Pérez Guzmán, F. et al (1898): La Guerra de independencia 1895-1898. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1898.
  • Placer Cervera, G. (1994): Acciones navales en el litoral norte de Matanzas durante la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana de 1898», artículo publicado en 1994 en el Boletín de Historia Militar, números 3-93. La Habana: Instituto de Historia de Cuba, 1994.
  • Placer Cervera, G. (1997): Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. La Habana: Ciencias Sociales (Operaciones Navales), 1997.
  • Ramos Zúñiga, A. (1982): Las armas del Ejército Mambí. La Habana: Editora Política, 1982.
  • Ramos Zúñiga, A. (1987): Armas raras y curiosas. La Habana: Editorial Gente Nueva, 1987.
  • Suárez Fernández, J. I. et al (2005): “Fortificaciones de La Habana colonial: el campo atrincherado de La Cabaña, 1898)”. La Habana: Boletín del Gabinete de Arqueología, Editorial Boloña, 2005.
  • Tussell, J. y col. (2005): Fotografías de la guerra de Cuba. Madrid: Pentagraf Impresiones, 2005.
  • varios autores (1997): Una derrota advertida: la Guerra Hispano-Cubano-Estadounidense-Filipina (1898): ensayos, cartas, escritos y documentos.