Ramiro Guerra Sánchez

Ramiro Guerra Sánchez
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Historiador, economista y pedagogo cubano
NombreGuerra Sánchez, Pedro Ramiro
Nacimiento31 de enero de 1880
cafetal Jesús Nazareno,
villa de Batabanó,
provincia de Mayabeque,
capitanía general de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Fallecimiento29 de octubre de 1970 (90 años) 
ciudad de La Habana,
República de Cuba Bandera de Cuba
ResidenciaLa Habana
Nacionalidadcubana
Ciudadaníaespañola de nacimiento (Cuba era una colonia española) y después cubana
Ocupaciónhistoriador, profesor y economista

Ramiro Guerra Sánchez (Batabanó, 31 de enero de 1880 - La Habana, 29 de octubre de 1970). Historiador, economista, pedagogo y profesor cubano.

Dentro de su obra se distingue el estudio de la Historia de Cuba, y en especial de la Guerra de los Diez Años. Sus trabajos se caracterizan por una diestra utilización del enfoque socioeconómico. Tuvo una activa participación en eventos comerciales de alcance internacional en el período comprendido entre 1940-1946. Fue nombrado Doctor Honoris Causa en Ciencias Comerciales, en 1956.

Síntesis biográfica

Nació en el antiguo cafetal Jesús Nazareno ―32 km al sur de La Habana―, en el término municipal de Batabanó.

Primero estudios

Cursó sus primeros estudios en una escuela privada. Inició el bachillerato en 1893 en el Colegio La Luz, de Batabanó, el cual interrumpió en 1896, para colaborar con la causa independentista. Una vez concluida la Guerra Necesaria, se incorporó al Liceo, donde concluyó el bachillerato en 1900. Prestó servicios en la enseñanza pública de Batabanó, y el propio año fue seleccionado con vistas a participar en el Curso Especial para Maestros Cubanos de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.

Vida laboral

Ramiro Guerra joven

En 1911 resultó elegido presidente regional correspondiente a Cuba en el Buró Internacional de Documentación Educativa, organismo fundado el año anterior en Ostende (Bélgica). Obtuvo el doctorado en Pedagogía en la Universidad de La Habana, el 19 de enero de 1912, y dirigió la Escuela Práctica Anexa a la Escuela de Pedagogía de ese alto centro docente, entre 1912 y 1913. Ganó por oposición la Cátedra de Estudios Pedagógicos, al ser creadas las Escuelas Normales para Maestros en diciembre de 1915, y fue designado director de la Escuela Normal para Maestros de La Habana.

Organizó la primera Escuela de Comercio de La Habana. Reformó planes y cursos de las escuelas. Propuso la creación de las Escuelas Primarias Superiores y organizó las primeras 40. En 1911 fundó y dirigió durante 11 años la Revista Cuba Pedagógica, en colaboración con el pedagogo cubano Arturo Montori. Fue autor del Libro primero de Lectura, y más tarde, en 1917, publicó con Montori el Libro cuarto y el Libro quinto de Lectura.

En el año 1917, fruto de una Comisión Pedagógica dirigida por Enrique José Varona, se delinearían los propósitos de la educación en Cuba que, por fin, se presentaban a manera de resumen en la ponencia de Ramiro Guerra. No quiere esto decir que hubiese unanimidad, más bien se trataba de consensuar las ideas y de asumir, por la mayoría, lo que el propio Guerra calificara de un suceso “de vida o muerte”, de la condición de nuestra vida nacional.

Ramiro Guerra aprovecha el contexto republicano y de defensa de la democracia para erigir, en nombre de ella, los valores de la nación. En su ponencia Los fines de la educación nacional (1917), presentada en la Sociedad Cubana de Estudios Pedagógicos, acentuaría:

a) desarrollar y hacer más intenso el sentimiento de solidaridad nacional. b) crear hábitos de disciplina y obediencia y respeto a la ley. c) asegurar a cada hombre y mujer de Cuba la preparación profesional indispensable para subvenir a las necesidades de una vida que se desenvuelva en un plano superior de civilización[1].

Para fijar los fines de la educación Ramiro Guerra estimaría, con toda justeza, la investigación de los ideales y las necesidades fundamentales de la colectividad. Poseía una visión generalizadora del problema educativo e inmerso en la sociedad que lo engendró, se imponía remodificarla para reorientar lo educacional. Este enfoque integral aparece en los escritos de Guerra dedicados a la enseñanza en Cuba. A partir de los fines establecidos por él se pueden hacer las más variadas derivaciones. Pero todavía constituía este “un campo lleno de abrojos para los espíritus prosaicos y mediocres”[2].

De hecho dedicaría un estudio a los problemas del niño, en el año 1920, interrogándose en la búsqueda de un camino:

Yo conozco bien esa escuela, yo la he servido con lealtad, yo le consagro aún lo mejor de mi pensamiento y de mi corazón, por eso ahora contemplando lo que, mirando lo que es e imaginando lo que podría llegar a ser, mi espíritu acongojado vacila entre el deseo de enmudecer y el deber de hablar. Yo quisiera ocultar a la mirada de todos los males vergonzosos y funestos que minan la escuela nacional; pero mi conciencia de padre, de maestro y de cubano me dice que no debo, por amor a mis hijos, y a los hijos del pueblo, ahogar el grito de alarma, de protesta y de dolor, que pugna por escaparse de mis labios en estos momentos de angustia y de sinceridad. Yo no debo, ni quiero, no, tener la complicidad del silencio en el gran crimen colectivo que se realiza en Cuba contra la infancia. Crimen colectivo si, la palabra es terriblemente dura, pero terriblemente cierta[3].

Sus estudios sobre el niño plasmados en diversos trabajos, demuestran su dominio de la sicología y de las realidades del niño cubano. El abandono y la incapacidad de la escuela sería un azote más, después del hambre de muchos, seguramente el mayor. Su ideal era una niñez que creciera sana, optimista, fuerte.

Ese conocimiento lo condujo, claro está, a la convicción de no violentar los procesos lógicos en el niño; lo que no puede el niño pensar con lógica todavía, sí lo puede sentir. Y ese era el sentido de las Historias de Cuba para cursos primarios; por ejemplo, su Historia elemental de Cuba, para uso de las escuelas primarias (1922). Me atrevo a aseverar que es uno de los alcances mayores de su pedagogía. El historiador adjudicaba una vital importancia a la historia patria y a la formación de los sentimientos patrióticos en la formación del hombre cubano. Relaciona los conceptos de patria y patriotismo; manifiesta la conveniencia del estudio de la vida de los patriotas; la enseñanza viviente de la historia de Cuba; la historia patria como preparación de un civismo íntegro. A diferencia de Aguayo que no compartía el criterio sobre el valor que, en la formación de la conciencia nacional, tenía el estudio de la historia patria. Estas ideas las había expuesto en La escuela primaria como debe ser (1916)[4], apelando a la defensa de los valores de justicia, verdad y bien, como valores universales y no recomendaba el pasado como fuente y fuerza del presente y el porvenir. Historiadores y pedagogos, como se ha comentado, sostendrían, desde los primeros años republicanos, una concepción completamente opuesta.

Para Ramiro Guerra se trataba de rescatar nuestro proceso histórico y crear la conciencia colectiva de la necesidad de que se conociera por el pueblo, fuerza determinante de su espiritualidad. A propósito expresaría:

(…) Es indudable que el cubano si quiere subsistir tiene que educarse. La norma de esta educación no hay que buscarla en el extranjero ni en el perfeccionamiento de los métodos y la técnica solamente; sino en el espíritu de nuestro propio pueblo, ahondando en nuestras necesidades y tendencias. Del extranjero pueden venirnos, en parte, los medios, en forma de una técnica pedagógica tan cabal y perfecta como sea posible, pero el fin tenemos que determinarlo nosotros mismos.

Y para lograrlo sugería el análisis y la crítica de las ideas de Varela, Saco, Luz y Varona. Sería este, a su juicio, un punto de partida para la edificación de las bases de una pedagogía que contribuyera a solucionar los complejos problemas de la sociedad cubana de la época.

Si Fernando Ortiz se consideró con la misma misión de Saco en el siglo XIX, expresada en su prólogo y untílogo de En contra de la anexión, Ramiro Guerra se propuso superar la historia de Cuba escrita en ese siglo por Jacobo de la Pezuela, que además no era cubano. Con una formación más anglosajona en sus estudios y una perspectiva nacionalista daría a luz sus textos más elaborados sobre la historia de Cuba, en décadas posteriores.

Propondría “un poco de historia privada” sobre educación rural: los programas de las escuelas rurales primarias; y argumentaba lo positivo de la enseñanza de la historia local por su proximidad a la vida de la gente.

El historiador, cuyo texto, Azúcar y población en las Antillas habría de influir en la generación que participaría en la Revolución del treinta, presenció la decadencia educacional en Cuba y orientó también sus preocupaciones hacia la transformación de la enseñanza. No elaboró una didáctica. No era su propósito. Apuntó, como he afirmado, hacia los fines de la educación que ayudaran hacia la orientación de la enseñanza en aquellos años. Portaba la herencia pedagógica de los grandes educadores del siglo XIX, cuya memoria vindicaría en el discurso leído, el 1º de octubre de 1916, durante el acto de apertura del curso 1916-1917 de la Escuela Normal de La Habana, con la autoconciencia de un precedente que no debía quedar en el olvido:

(…) reconocer que muchas de las que se consideran peregrinas invenciones y estupendas verdades ideadas y sacadas a la luz por nuestro siglo, fueron conocidas por nuestros mayores y puestas en práctica por ellos, con la sencillez y naturalidad propias de quienes tienen el hábito de observar con mirada profunda y serena la realidad social que veían en torno suyo, y de cumplir íntegramente, sin vacilaciones ni desmayos, el arduo deber de cada día, (…) nos dará una clara conciencia de la responsabilidad que sobre nosotros pesa y del alto deber que nos incumbe en relación con la magna obra de la educación nacional que si fue iniciada con no superado entusiasmo por nuestros abuelos, debe ser continuada por nosotros (…)[5]

En particular, estudia el proyecto concebido en 1833 por José de la Luz, presentado en la Real Junta de Agricultura y Comercio de la Real Sociedad Patriótica de La Habana. Más de medio siglo después, el historiador establecería la coincidencia de la creación de la Escuela Normal para Maestros. Hacia ellos hubo de dirigirse en su discurso, en representación de los Claustros de las Escuelas Normales de La Habana, en la fiesta celebrada el 9 de noviembre de 1919 en el teatro Payret para conmemorar la entrega de sus diplomas a los primeros Maestros Normales de la República.

Entre los deberes de los nuevos maestros sugiere como primera condición para educar, el amor. Debía producirse la compenetración con el alma infantil. Alentaba la sencillez, el abandono del “tecnicismo árido”, la superación intelectual y moral. “Un maestro que sabe serlo –expresaba- jamás daba por concluida la obra de su propia educación”. El ejemplo debía, a su juicio, ser sostenido sobre el espíritu del niño, crearle hábitos y una cultura moral adecuada.

Reconocer las necesidades cubanas para hallarles solución, sugirió Guerra, armados de un patriotismo “ilustrado y consciente”. Era necesario atender la desunión de la familia cubana y las escuelas públicas. La noción de solidaridad debía dirigir la conducta de todos a modo de impedir que se altere el alma infantil. Incitaba a la creación del sentimiento de orgullo nacional: “(…) tened por cierto que realizáis obra firme y duradera de concordia y de fraternidad cubanas”. Debían, además de sentir lo bello de la profesión, considerar la enseñanza un arte.

El maestro de la República contribuiría a la independencia económica y política considerando, a largo plazo, la capacidad de la enseñanza. El cubano tenía que poseer, afirmaba, una gran parte de la tierra, los bancos, las grandes empresas de transporte terrestre y marítimo, el comercio y la industria, De no ser así sucumbiría la República:

Colocar un mal maestro, que solo tiene de educador el nombre, pero a quien le falta la competencia profesional, que no es innata ni se improvisa, al frente de un aula y mantenerlo allí durante años no solo es cometer un atentado criminal contra niños inermes, sino realizar un odioso delito contra la seguridad y la independencia de Cuba. El maestro ocupa en Cuba, más que en cualquier otro país, un puesto de honor y de peligro. Debe recibir de la nación todas las consideraciones y todas las atenciones correspondientes a sus grandes responsabilidades morales y patrióticas, pero debe reunir todos los requisitos y ofrecer todas las garantías indispensables para la seguridad de la República. Llevar centenares de malos maestros a las aulas, es colocar al pueblo cubano en condiciones de indefensión frente a sus grandes problemas nacionales; es entregarlo maniatado e inerme a las fuerzas hostiles que combaten dentro y fuera de su propio país. Mediten estas ideas quienes tienen sobre sí la enorme responsabilidad de colocar al frente de las aulas educadores capaces, y entonces comprenderán quizás que nuestra actitud al combatir ciertos exámenes de género ínfimo y al pedir que no se expidan títulos a personas cuya competencia es nula, muy dudosa o está por probarse, se inspira en un nobilísimo sentimiento de amor a la independencia y a la República.[6]

Esta idea resultaba coherente con los fines de la educación nacional formulados por primera vez en Cuba. El núcleo de la escuela es el maestro, es él quien verdaderamente hace a la escuela. Pese a la dejación del Estado de los problemas de la enseñanza, el maestro permaneció en el aula enfrentando sus propias carencias y la de la institución, y el pensamiento pedagógico se propuso el modo de que estos propósitos fueran realizados.

Fue Superintendente Provincial de Escuelas de Pinar del Río y en 1926, fue nombrado Superintendente General de Escuelas de la República. Entre 1927 y 1930 ejerció como profesor de Geografía de Cuba, Introducción a la Historia de la Colonización Española e Historia de Cuba, en la Universidad de La Habana. En ese último año intervino en el Consejo Disciplinario, que con motivo de los disturbios universitarios fue convocado en ese alto centro docente, y donde defendió a los estudiantes entre los cuales se encontraba Rafael Trejo.

Se desempeñó como Director del Heraldo de Cuba, entre 1930 y 1932. Fue Secretario de la Presidencia de la República en 1932, cargo en el que cesó al caer el gobierno de Gerardo Machado un año más tarde, sin que apareciese una nota desfavorable en su expediente.

Fungió como Director del Diario de la Marina, entre 1943 y 1946 y de la Revista Trimestre, desde 1947 hasta 1950. Entre 1945 y 1946 se desempeñó como Relator de la Sociedad Geográfica de Cuba, de la cual era miembro. Ingresó en la Academia de la Historia en 1949. Fue miembro, del Instituto Interamericano de Estadísticas, del Ateneo de La Habana y de la Asociación de Prensa.

Intervino como uno de los Directores y Colaboradores de la Historia de la Nación Cubana, obra monumental en diez tomos editada en 1952, y traducida al inglés. Durante los años 1955 y 1960 orientó y supervisó la publicación de la Biblioteca Escolar Lex, colección dedicada a libros de texto y cuadernos de trabajo para la enseñanza primaria.

Como reconocimiento a su labor, le fue organizado un homenaje nacional con motivo de su 75 cumpleaños, el cual se efectuó en el Teatro Auditorio, hoy Teatro Amadeo Roldán, el 17 de abril de 1955.

Labor internacional

El 16 de agosto de 1933 se trasladó a Nueva York, y más tarde a Gainesville, Florida, etapa durante la que investigó y escribió finalmente su obra titulada: La expansión territorial de los Estados Unidos a expensas de España y de los países Hispano Americanos, la cual fue editada en 1935.

En 1939 se desempeñó como Asesor Técnico de la delegación de Cuba a la I Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas, efectuado en Panamá ante la situación económica motivada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Ese propio año fue nombrado representante del Gobierno de Cuba en la Junta Interamericana del Café, con sede en Washington.

Tras el triunfo de la Revolución cubana brindó su ayuda a la obra educativa.

Muerte

Muere el 29 de octubre de 1970.

Eventos

Fue delegado de Cuba en los siguientes eventos internacionales:

  • Delegado de Cuba en la Conferencia Marítima Interamericana de Washington en 1940.
  • V Congreso Científico Interamericano y Conferencia Interamericana sobre Estudios de Control Económico y Financiero, Washington (1942).
  • Conferencia sobre Alimentación y Agricultura de las Naciones Unidas y Asociadas, en Hot Springs, Virginia EE.UU. (1943).
  • Conferencia de las Naciones Unidas y Asociadas, en San Francisco, EE.UU. (1944), en la cual se aprobó la Carta de las Naciones Unidas.
  • Conferencia Internacional de Comisiones Interamericanas de Fomento, Nueva York (1944).
  • Conferencia Monetaria Internacional de las Naciones Unidas, en Bretón Woods, New Hampshire, EE.UU. (1944).
  • Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (1946).

Distinciones recibidas

Obtuvo las siguientes distinciones:

Bibliografía activa

Figuran entre sus principales aportes la Publicación de numerosos artículos pedagógicos y trabajos históricos de relevante importancia, que incluyen textos de Historia de Cuba, caracterizados por su rigor, didáctica y defensa de la identidad nacional, la escuela y el magisterio.

Ha sido considerado el crítico más sobresaliente de nuestra educación. Se destaca como autor o coautor de los siguientes textos:

  • Los libros de Lectura para primero, cuarto, quinto y sexto grado.
  • La Historia de la nación cubana (10 tomos)
  • Azúcar y población en las Antillas.
  • La lección en la escuela primaria.
  • Educadores cubanos: el padre Varela.
  • Educadores cubanos: José A. Saco.
  • La lección en la Escuela Primaria. Imprenta Cuba Pedagógica, La Habana, 1913.
  • Historia Elemental de Cuba (Escuelas Primarias Superiores, Preparatorias y Normales). Librería Cervantes, La Habana, 1922
  • La Defensa nacional y la escuela. Cervantes, La Habana, 1923
  • Azúcar y población en las Antillas. Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1927
  • En el camino de la independencia. Cultural, La Habana, 1930
  • Introducción a la historia de la colonización española en América. Fascículo primero. Cultural, La Habana, 1930
  • La expansión territorial de los Estados Unidos a expensas de España y de los países hispanoamericanos. Cultural, La Habana, 1935
  • Manual de Historia de Cuba (económica, social y política). Cultural, La Habana, 1938
  • Mudos Testigos; crónica del ex-cafetal Jesús Nazareno. Editorial Lex, La Habana, 1948
  • La Industria Azucarera de Cuba; su importancia nacional, su organización, sus mercados, su situación actual. Cultural, La Habana, 1940
  • Filosofía de la producción cubana (agrícola e industrial). Cultural, La Habana, 1944
  • Guerra de los Diez Años, 1868-1878. 2 T. Cultural, La Habana, 1950-1952
  • Guerra Sánchez, Ramiro y et. al. Historia de la Nación Cubana. 10 Vols. Editorial Historia de la Nación Cubana, La Habana, 1952
  • Fundación del sistema de Escuelas Públicas de Cuba: 1900-1901. Lex, La Habana, 1954.
  • Rehabilitación de la escuela pública; un problema vital de Cuba en 1954. Imprenta P. Fernández, La Habana, 1954.
  • La Educación primaria en el siglo XX: proceso histórico de la misma en Estados Unidos de América, Gran Bretaña y Cuba. Talleres de la Sección de Artes Gráficas del Centro Superior Tecnológico del Instituto Cívico Militar, La Habana, 1955.
  • Universidad de Santo Tomás de Villanueva. Contribución a la historia de sus diez primeros años. s/e, La Habana, 1956.
  • Por las veredas del pasado, 1880-1902. Lex, La Habana, 1957
  • Teodoro Roosevelt; 27, Octubre, 1858 - 6 enero, 1919.
  • Un Rough Rider que luchó por Cuba Libre. Lex, La Habana, 1958.
  • Discurso conmemorativo de la muerte del lugarteniente del Ejército Libertador Mayor General Antonio Maceo y Grajales y de su ayudante Francisco Gómez Toro. Editorial Lex, La Habana, 1960.

Bibliografía pasiva

  • Almodóvar Muñoz, Carmen. Antología crítica de la historiografía cubana (período neocolonial). Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1989, pp. 271-315
  • Bueno Salvador. "Una obra histórica de Ramiro Guerra". En: Carteles. Año 34. No 19. La Habana, 10 de mayo de 1953, p. 20 Chacón y Calvo, José María. "Palabras sobre Ramiro Guerra". En: Diario de la Marina. Año 117. No 50. La Habana, 1o de marzo de 1949, p. 4
  • Deschamps Chapeaux, Pedro (1970): «Ramiro Guerra: maestro e historiador», artículo publicado en En: La Gaceta de Cuba. No 88. La Habana, diciembre de 1970, p. 6
  • García Carranza, Araceli. "Breve Biobibliografía del doctor Ramiro Guerra". En: Revista de la Biblioteca Nacional "José Martí". Año 63. 3a época. Vol. 14. No 1. La Habana, enero – abril de 1972, pp. 141-199
  • Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Diccionario de la Literatura Cubana. T. 1. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980, pp. 397-400
  • Portuondo, José Antonio. "Ramiro Guerra.1880-1970". En: Verde Olivo. Año 11. No 45. La Habana, noviembre 8 de 1970, pp. 6-7
  • Roa, Raúl. "El libro de hoy. Azúcar y población en las Antillas, de Ramiro Guerra". En: Diario de la Marina. Año 95. No 351. 18 de diciembre de 1927, p. 35

Fuentes

  • Torriente, Loló de la (1963): "Ramiro Guerra y Sánchez", artículo publicado en la revista Bohemia, año 55, n.º 19, págs. 67-69, 79 y 97; La Habana, 10 de mayo de 1963.
  • «Guerra Sánchez, Ramiro», artículo publicado en Rolando García Blanco, et al. (2002): Cien figuras de la ciencia en Cuba. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 2002.
  • Inolvidables maestros del siglo XX en Cuba (multimedia). La Habana: Asociación de Pedagogos de Cuba, 2005. Consultado el 17 de septiembre de 2010.
  • Conde Rodríguez, Alicia: Pensamiento pedagógico cubano de la República (1902-1920). Crítica y conciencia en la República, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2017.
  • Guerra Sánchez, Ramiro: La defensa nacional y la escuela, Imprenta La Moderna Poesía, La Habana, 1923.
  • Guerra Sánchez, Ramiro: Los deberes de los nuevos maestros, discurso en representación de los Claustros de las Escuelas Normales de La Habana, el 9 de noviembre de 1919.
  • Guerra Sánchez, Ramiro: El maestro y la República, en Diario de la Marina, noviembre de 1923.
  • Guerra Sánchez, Ramiro: Luz y Caballero y la formación de los maestros, discurso leído en el acto de apertura del curso 1916-1917 de la Escuela Normal de Maestros de La Habana, el 1 de octubre de 1916
  • Ramiro Guerra: La defensa nacional y la escuela, Imprenta La Moderna Poesía, La Habana, 1923, p.24.
  • Ramiro Guerra: El maestro y la República, en Diario de la Marina, noviembre de 1923, p. 95.
  • Ramiro Guerra: Los problemas del niño, en La defensa nacional y la escuela, Imprenta La Moderna Poesía, La Habana, 1923, p.41.
  • Alfredo M. Aguayo: La escuela primaria como debe ser Imprenta La Propagandista, La Habana, 1916.
  • Ibídem, p.76.
  • Ramiro Guerra: La defensa nacional y la escuela, Imprenta La Moderna Poesía, La Habana, 1923, pp. 182-183.