Inmigración vasco-navarra en Cienfuegos

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Inmigración vasco-navarra en Cienfuegos
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Inmigracion espanola cuba.jpg
Españoles llegando a La Habana
Fecha:Siglo XIX y XX
Lugar:Cienfuegos, Bandera de Cuba Cuba,
Descripción:
La inmigración vasco-navarra no constituye, en ninguna de las etapas del movimiento inmigratorio español a la Isla, un grupo predominante desde el punto de vista cuantitativo. A pesar de ello, en Cuba, y en Cienfuegos particularmente, se destacaron por su activa participación en la economía, la política y la sociedad. Durante este lapsus, Sotero Escarza Urioste, Agustín Goytisolo Lezarzaburu, Domingo Nazábal Leicegoyena, Nicolás Gamboa Gorostiaga, y especialmente, Nicolás Castaño Capetillo, realizaron importantes gestiones socioeconómicas que estuvieron, en muchos casos, determinadas por las redes y las alianzas familiares. Todo ello marcó su incorporación y consolidación dentro de la élite económica cienfueguera.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba, Bandera de España España

Inmigración vasco-navarra en Cienfuegos. La incorporación y asentamiento de inmigrantes vasco-navarros en la región de Cienfuegos se produjo de manera paulatina, y formó parte del proceso migratorio español hacia Cuba durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX. Se localiza el mayor número de ellos entre 1860-1920, que coincide con el aumento de la población española en la isla y en el territorio cienfueguero debido a los efectos de la emigración en masa. Su asiento también fue posible a instancias de una serie de condiciones favorables que presentaba la región cienfueguera, que la convirtieron en centro receptor de inmigración en este período.

En el trascurso de estos años el grupo vasco-navarro, si bien no fue relevante desde el punto de vista cuantitativo en comparación con otras colectividades de origen español, sí tuvo una presencia activa en la economía y en la sociedad cienfueguera. Ello se vio reflejado a partir de su incursión en variadas ocupaciones y funciones sociales, principalmente en el comercio regional y en la industria azucarera.

La inversión de los vasco-navarros en los rubros mencionados, contribuyó al desarrollo del proceso de concentración y centralización de propiedades y capitales del territorio. La combinación de ambas actividades, unida al establecimiento de alianzas y redes económicas, y los vínculos familiares, hicieron posible que varios de estos inmigrantes se incorporaran a la élite regional y nacional, tal y como reflejan los casos de Nicolás Castaño y Capetillo y Domingo Nazábal Leicegoyena.

La región de Cienfuegos como polo receptor de inmigrantes vasco-navarros

La consulta de la obra del historiador español Jordi Maluquer de Montes, Nación e inmigración: los españoles en Cuba (siglos XIX y XX), remite a las jurisdicciones con mayor presencia de españoles en 1862. Entre ellas se encontraban, La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Cárdenas y Pinar del Río, respectivamente. La región cienfueguera ocupaba el tercer lugar entre las ciudades receptoras de inmigración hispánica en estos años, con 8 402 inmigrantes procedentes de España. En los años restantes del siglo XIX, la recepción de hispánicos en Cienfuegos tuvo un discreto aumento con un 10,5 % del total de la recibida en Cuba en 1899. Ya entrado el siglo XX, la presencia hispánica en el territorio sureño aumentó en 1907 y en 1919. [1] Eran en su gran mayoría de origen catalán, asturiano, gallego, canario y vasco-navarro.

Pero en realidad, las fuentes consultadas hasta el momento[2], permiten afirmar que la presencia de vascos en Cienfuegos es anterior a la fundación de la colonia Fernandina de Jagua. El primer vasco del que se tienen noticias, fue Pedro de la Rentería, que junto a Bartolomé de Las Casas en fecha tan temprana como 1512, vivió a orillas del río Arimao, en lo que se denominó realengo de Las Auras.

Al padre Bartolomé de las Casas y al vasco les había sido otorgada por Diego Velázquez, en 1511, durante la ocupación de la Isla, una encomienda que poseía lavaderos de oro, ubicada a solo una legua de Jagua. Fue precisamente en dicho lugar donde Las Casas determinó combatir los abusos que se propinaban a los aborígenes y Rentería le siguió, por eso

"[...] la abandonaron de común acuerdo para hacerse dominicanos y predicar contra los repartimientos [3]".

En lo adelante no se poseen noticias de la existencia de otros vasco-navarros en el territorio cienfueguero hasta entrado el siglo XIX. El padrón elaborado por Pedro Antonio Aragonés en febrero de 1830 resulta una fuente estimable que permite ubicar en ese año a cinco vascos en la villa.

Al parecer los primeros tres individuos, un hombre, una mujer y una niña, constituyen una familia, pues residen en la misma casa. Las dos mujeres probablemente eran hermanas ya que poseían el mismo apellido y la primera de ellas podría ser la esposa de Antonio Diga pues ambos eran casados.

En la misma década del treinta se confirma la presencia en la colonia Fernandina de Jagua de otra familia vasca, los Mazarredo. Su fundador Santiago Mazarredo Allende Salazar al casarse con Enriqueta Corneill inició la sucesión del apellido en la región. Santiago había nacido en Bilbao, Vizcaya, pero no se ha podido precisar el año y murió en Cienfuegos el 8 de abril de 1841. Fue Comandante del Resguardo de Rentas Reales de la Villa. De su matrimonio con Enriqueta nacieron dos hijos Ramón Benigno de la Caridad y Federico Mazarredo Corneill en 1836 y 1838, respectivamente. [4]

Otra de las familias vascas que se asentó tempranamente en Cienfuegos fue la encabezada por Manuel Artaza Libano, natural de Ordulio, en la provincia de Vizcaya. Este inmigrante se encontraba en la región en el año 1838, fecha en la que se localiza la compra de un solar y una casa a su nombre.[5] El mismo se casó con Carolina de la Concepción Jáuregui cuyo padre era vasco y su madre de Filadelfia. De esa unión nacieron siete hijos nombrados: Sebastián, Pablo, Modesta, Manuel, Cristina, Clara Luz y Andrés. [6]

Si se analiza la minoría que representaba el grupo de los vasco-navarros dentro del monto total de la inmigración hispánica en el territorio nacional, los datos aportados por Jacobo de la Pezuela confirman que, en el caso de Cienfuegos, esa tendencia se mantiene. No obstante, se ubica entre las cinco regiones que mayor número de inmigrantes aportó a dicho movimiento poblacional hacia la villa en la década del sesenta.

Los vasco-navarros formaron parte de los tres primeros grupos regionales de inmigrantes hispánicos que mayor cantidad de acciones legales realizaron ante un notario. Tal comportamiento resulta evidencia de que muchos de ellos se establecieron de manera temporal o permanente en la región y tuvieron una activa participación en la sociedad cienfueguera.

Desde el punto de vista cuantitativo, Cienfuegos se presenta como una variación dentro del caso cubano, en lo que a recepción vasco-navarra se refiere. El asentamiento del grupo en la región se incrementó a partir de la década del sesenta, proceso que se mantuvo estable hasta el año 1920 aproximadamente. Aunque es necesario aclarar que el movimiento poblacional desde esta región hispánica al territorio sureño fue minoritario con respecto al que se produjo desde Asturias, Galicia e Islas Canarias, principalmente a partir de la década del ochenta, en que las referidas provincias participaron en la aludida emigración en masa.

Una vez en la región, los vasco-navarros se establecieron, en primer lugar, en el espacio urbano de la ciudad de Cienfuegos. Las facilidades laborales que ofrecía la urbe debido a su desarrollo comercial y a su economía de servicios, facilitaron el asentamiento del grupo. Aparecen también en los poblados cercanos a la capital regional como Rodas, Palmira, y Camarones, que constituían importantes zonas agrícolas, y en otros un poco más apartados, pero de suelos fértiles y numerosos ríos como Aguada de Pasajeros, Abreus y Yaguaramas. De igual forma se instalaron en las cercanías del ferrocarril como los vecinos de Cruces, poblado situado en el camino de hierro hacia Santa Clara.

El absoluto predominio de una inmigración masculina constituye otro rasgo, pues solo se registran seis mujeres que participaron en acciones legales. Las mujeres vasco-navarras solo representan un minoritario 2,11% del total. Ello constituyó una característica común en casi todos los grupos migratorios hispánicos en la etapa, a excepción de los canarios que constituían una emigración familiar y donde la mujer jugaba un papel importante en la educación de los hijos. [7]

De las provincias vascongadas, fue Vizcaya la que mayor representación alcanzó, seguida por Navarra, Guipúzcoa y Álava, respectivamente. De los 284 euskaldunes establecidos en los distintos poblados y barrios de la región cienfueguera, 98 eran vizcaínos, provenientes de ciudades y pequeños caseríos como Bilbao, Lequeitio, Portugalete y Mundaca, fundamentalmente; 95 de Navarra, principalmente de Aranaz, Donamaría y de la capital Pamplona; Guipúzcoa ocupó el tercer lugar y estuvo representada por 71 individuos que provenían en su mayoría de San Sebastián; y en el caso de Álava solo aportó 20 personas procedentes de Vitoria fundamentalmente.

La soltería era una condición lógica en los inmigrantes vasco-navarros si se tiene en cuenta que la mayoría viajaba para mejorar su economía personal. Incluso algunos casos que figuran con el estado de casados, contrajeron matrimonio después de establecidos en la región cienfueguera. En esa situación se encuentran Francisco Arruebarrena Lezarzaburu, Francisco Berrayarza Saltarain, Domingo Irisarri Larrapide y Pedro Alduncin Azpiroz. Otros que arribaron solteros, celebraron nupcias en la etapa finisecular, como son los casos de Nicolás Castaño y Capetillo y Domingo Nazábal Leicegoyena, quienes obtuvieron el estatus de casados en 1897 y 1898 respectivamente. [8]

La ubicación de los inmigrantes vasco-navarros dentro de la organización laboral de la región cienfueguera, se ha determinado a partir del estudio de la variedad de profesiones y funciones sociales que desempeñaron. El análisis del conteo tanto de las ocupaciones como de la cantidad de individuos que se dedicaron a ellas, evidencia en primer lugar, el predominio de los comerciantes que sumaron 100. La generalidad de ellos se asentó en la ciudad de Cienfuegos, que era donde se encontraba el puerto y la mayor cantidad de negocios del giro comercial, pero también se encontraban en poblaciones menores del territorio. Aprovecharon el aumento demográfico y el crecimiento del mercado interno de la región para dedicarse al comercio al por mayor y por menor.

Por otro lado, los propietarios y campesinos vivían en pequeños poblados rurales, donde adquirieron tierras y fueron aumentando su capital. También existió una fuerte presencia de marineros que aprovecharon la consolidación de la urbe cienfueguera como plaza mercantil, e incursionaron en las actividades de traslado de personas y mercancías al interior de la región y hacia otros enclaves nacionales y foráneos.

La variedad de ocupaciones a las que se incorporan evidencia la inserción del grupo en la organización socioeconómica cienfueguera, integrando tanto la élite económica, como las capas populares. Su influencia en el progreso tecnológico y cultural de la región, en la esfera de los servicios, pero sobre todo en el comercio y la producción azucarera, fue significativa entre 1860 y 1920.

La inversión de los vasco-navarros en la industria azucarera en Cienfuegos

La inmigración vasco-navarra no constituyó en ninguna de las etapas del movimiento migratorio español a la Isla, un grupo predominante desde el punto de vista cuantitativo. A pesar de ello, en Cuba, y en Cienfuegos particularmente, se destacaron por su activa participación en la economía, la política y la sociedad.

En la región cienfueguera se manifiesta la participación de este grupo migratorio en el progreso de las industrias mayores, principalmente la azucarera, así como su contribución al ascenso de las industrias menores, de incipiente desarrollo, dirigidas a la elaboración de alimentos y bebidas, materiales de construcción y artículos de uso doméstico, entre otras. La ampliación de sus actividades en el sector comercial, a través de la inversión en numerosas sociedades mercantiles con diversas funciones sociales, durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, determinó la existencia de cierta polivalencia en sus movimientos.

De esta manera, desarrollaron actividades que formaban parte de su cultura económica, e incorporaron otras nuevas que resultaban esenciales para el progreso socioeconómico regional y nacional (comercio, construcción de embarcaciones, producción azucarera). Por otro lado, las alianzas familiares a través de matrimonios que consolidaban su posición económica (o de su descendencia con inmigrantes de la élite económica), la participación en sociedades mercantiles de tipo comanditarias donde solo comprometían, en caso de quiebra, el capital invertido en ellas y la vinculación con la élite política regional o nacional, constituyeron las principales estrategias desarrolladas por el grupo vasco-navarro, que determinaron un significativo grado de influencia en el desarrollo socioeconómico de la región histórica de Cienfuegos entre 1860 y 1920.

Los inicios de la participación del grupo en la economía regional se encuentran entre los años 1835-1855. [9] Durante esta etapa la región se hallaba en pleno boom azucarero, momento crucial, que determinó el rumbo y las peculiaridades del desarrollo socioeconómico regional, a partir de la actividad azucarera y comercial. En esta etapa se registraron un total de seis ingenios con capital vasco en Cienfuegos en el periodo.

En la década del sesenta el fomento de nuevos ingenios continuó desarrollándose, apoyado en el perfeccionamiento tecnológico, la ampliación de la zona dedicada a la siembra de caña y el traslado de la producción para su comercialización, a través del ferrocarril. El proceso de concentración de propiedades y capitales que se manifestó en Cienfuegos a partir de la década de 1880 y hasta los primeros años del siguiente siglo, propició la consolidación de la élite económica regional. Los hacendados vasco-navarros establecidos en la región no escaparon a los acontecimientos descritos y muchos de ellos, invirtieron con acierto en el desarrollo del sector azucarero. Algunos de sus ingenios, centrales o compañías dedicas al ramo han sido localizadas en el período 1860-1920.

Francisco Arruebarrena Lezarzaburu, natural de Lequeitio en la provincia de Vizcaya, fue uno de los propietarios consignados. En 1869 era dueño del ingenio Santa Rosalía en Abreus. [10] A pesar de que no es posible precisar la fecha en que adquirió la propiedad, las fuentes indican que todavía en la década siguiente continuaba en sus manos pues se vio obligado a pedir exención de impuestos al Ayuntamiento por concepto de pérdidas sufridas a causa de la quema de caña y finca por parte de los insurrectos.

Otro caso fue el de Juan María Arrillaga Berrayarza natural de Usurbil, Guipúzcoa que en la década del sesenta aparecía como propietario del ingenio San Esteban antigua propiedad de Francisco Berrayarza. [11]En el año 1869, Salvador Berrayarza en acción legal ante José Joaquín Verdaguer otorga un poder general a Agustín García Mora y en la misma escritura refiere que hay créditos pendientes a cobrar por la venta del ingenio San Esteban, que para ese entonces estaba en manos de Juan María. [12]

Otras instalaciones fabriles de azúcar, cuyos propietarios eran de origen vasco, concluyeron su evolución tecnológica. En tal caso se encuentran los centrales central Portugalete, San Agustín y Lequeitio. Su explotación, reparación y mecanización permitieron el surgimiento de fortunas familiares vascas, con lo cual también se benefició la región sureña. Considerando que las utilidades fueron reinvertidas en la ampliación y mejoramiento de esas y otras propiedades, así como en otras actividades económicas, la incidencia de estos inmigrantes en el desarrollo socioeconómico cienfueguero resulta estimable. Los propietarios Sotero Escarza Urioste (Portugalete) y Agustín Goytisolo Lezarzaburu (San Agustín y Lequeitio), además participaron en la política regional.

Sotero Escarza

El primero de ellos destacó por el desempeño durante las últimas tres décadas del siglo XIX, de numerosas funciones en el gobierno de Cienfuegos. Fue electo Regidor durante 1862-1868 y 1875-1878; Tercer Teniente Alcalde entre 1878-1880; y Segundo Teniente Alcalde entre 1880-1882. [13]

Desde el punto de vista económico, Sotero Escarza Urioste, destaca por ser uno de los inmigrantes vascos que invirtió con acierto en la industria azucarera. Fundó entre 1860 y 1870 el central Portugalete, que constituía uno de los de mayor rendimiento en la región cienfueguera, y en el que invirtió la suma de 300 000 pesos. No se ha podido precisar la fecha de creación, pero sí, que este continuó perteneciendo a la familia del fundador luego de su fallecimiento en 1907, y fue administrado bajo la razón social Viuda e Hijos de Escarza.

Goytisolo, por su parte, había arribado a Cienfuegos en la década de 1830 a poco de haberse fundado la colonia Fernandina de Jagua. Su incursión económica en la región comenzó a partir de la trata de esclavos y la producción azucarera, actividades que le permitieron acumular una importante fortuna que continuó incrementando en las décadas siguientes.

La primera de sus propiedades fue la finca Simpatía, que fomentó como fábrica de azúcar en unión de su cuñado Antonio Arce a fines de los años treinta. Posteriormente en marzo de 1850 compró una segunda finca, con el mismo fin, a la que llamó Lequeitio, en homenaje a su pueblo de origen, que estaba ubicada en el hato de San Felipe, partido de Cartagena. [14]

Al tiempo que se posicionaba como parte de la élite económica regional, intervenía en la política cienfueguera. Fue electo Regidor durante 1864-1868 y Alcalde entre 1869-1871. Culminando su período de alcaldía y pese a la prosperidad de sus negocios en Cienfuegos, el vizcaíno –al igual que muchos otros inmigrantes españoles en la etapa– decidió trasladarse a España para invertir la utilidad de sus fábricas de azúcar en otras actividades económicas. Del grupo de los llamados “indianos”, formaría parte el vasco. En la década del setenta regresa a la Península y se establece en Barcelona, Cataluña, y para la consecución de sus negocios en Cuba delegó en sus parientes más cercanos. Miguel Plana y su primogénito Agustín Fabián Goytisolo Digat, tomaron las riendas de las empresas fundadas por Lezarzaburu.

No obstante, en 1873 realiza un viaje a Cienfuegos, que está muy bien narrado a través de las cartas recogidas en la obra literaria Cienfuegos 17 de agosto y que abarca el período desde el 17 de agosto de 1873 hasta el 21 de noviembre de 1874. Esta fuente revela que Agustín Goytisolo Lezarzaburu poseía en 1873 cuatro fábricas de azúcar: Lequeitio, Simpatía, San Agustín y Lola. [15]Es decir que entre la década del sesenta y los tres primeros años de la del setenta había sumado otras dos a sus posesiones azucareras, el San Agustín y el Lola.

El cabeza de familia permaneció en Cienfuegos hasta 1878 en su residencia “La Catalana”, mientras controlaba los negocios de la familia. Luego se trasladó a Barcelona nuevamente. Tras su fallecimiento en 1886, sus parientes resolvieron constituir una compañía para gestionar sus haciendas en Cuba y la titularon Sociedad Ferrocarriles y Centrales reunidos de San Agustín y Lequeitio, a fin de tratar de conservar a toda costa el patrimonio familiar. El abogado habanero y político autonomista Leopoldo Sola Iradi fue el único miembro del Consejo de Administración que no formaba parte de la familia Goytisolo; junto a él participaron los hermanos Agustín Fabián y Antonio Goytisolo Digat y sus cuñados José Oriol de Sentmenat (esposo en segundas nupcias de Fermina Goytisolo) y Juan Ferrer-Vidal Soler. [16]

Antes de su muerte el vasco había autorizado a su hijo Agustín Fabián para que instalara un sistema de ferrocarriles en sus ingenios San Agustín y Lequeitio. Pero para modernizarlos y convertirlos en centrales fue necesaria la reinversión de casi toda la utilidad que ellos reportaban, lo que terminó por endeudar a Agustín Fabián que no pudo enviar, a partir de 1882, más capital a su familia en España. [17]

El 14 de abril de 1891 [18], Agustín Fabián Goytisolo Digat realiza ante el notario de la ciudad de Cienfuegos la cesión de crédito hipotecario que había quedado gravitando sobre el ingenio Lola, a favor de Nicolás Castaño y Capetillo. Años más tarde, en 1903, el San Agustín, también pasa a ser propiedad de Castaño, por liquidación de créditos. [19]Agustín Fabián había solicitado a la sociedad Castaño- Intriago en 1889, un crédito de 200 000 pesos oro a devolver con un 10% de interés anual[20] y evidentemente la deuda fue saldada con el crédito del Lola y la propiedad del San Agustín.

El caudal líquido de la fortuna del vasco Agustín Goytisolo Lezarzaburu, al morir en 1886, era de 3 827 378 pesetas, cifra que no incluye el estimado de todos sus bienes en Cuba en esa fecha. [21]Su primogénito, no pudo hacer crecer el capital familiar después de 1882 y perdió, paulatinamente, preponderancia dentro de la élite económica regional desde fines del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX. A pesar de ello, resulta significativo que, a mediados de la década de 1890, tanto el Lequeitio como el San Agustín se encontraban entre los centrales de la región cienfueguera que mayores utilidades reportaban y ambos aún pertenecían a los Goytisolo.

Nicolás Castaño

Pero si de inversiones en la industria azucarera se trata, el caso más relevante dentro del grupo vasco-navarro asentado en la región cienfueguera, lo constituye Nicolás Castaño y Capetillo. Este inmigrante destaca debido a su contribución socioeconómica en la región cienfueguera y fuera de ella, entre 1860 y 1920.

Castaño había nacido en Sopuerta, Vizcaya el 15 de diciembre de 1836, y se estableció en Cienfuegos entre los años 1849 y 1850. A partir de la década del sesenta del siglo XIX logró acumular un capital producto del esfuerzo propio, que fue invertido en diversos negocios en la región. Las prestaciones bancarias, la refacción, el comercio y las inversiones en la industria azucarera, fueron las cuatro variantes fundamentales de su gestión económica, que le permitieron consolidarse dentro de la élite regional a lo largo del periodo referido.

En la medida en que sus negocios prosperaron, su influencia en la política y la sociedad regional se hicieron sentir. A partir de 1871 el vizcaíno fue designado como Presidente de la Junta de Bienes Embargados de Cienfuegos, fue miembro del Ayuntamiento y del Casino Español. Obtuvo además el grado de capitán como parte del Cuerpo de Voluntarios de la región y en 1881 fue nombrado vicepresidente de una de las fracciones del Partido Unión Constitucional en el territorio. [22]

Las inversiones de Castaño en la industria azucarera tienen sus orígenes en la década del setenta del siglo XIX. A partir del año 1877 y hasta 1890 el vasco, como parte de la sociedad Castaño e Intriago S en C fomentó el ingenio Silverita, ubicado en Padre Las Casas, Palmira]] en el que invirtió 33 000 pesos oro. La mencionada fábrica desde su fundación y hasta el año 1890 contó con 300 caballerías de tierra. [23]

Central Cieneguita en 1914

Además del caso anterior, aparece como socio de varias compañías especializadas en la producción del dulce. Una de ellas fue el central Cieneguita, localizado en Abreus, donde invirtió la suma de 41 521 pesos entre los años 1893 y 1898, fecha en la que se convirtió en acreedor de Francisco Gamboa Alzugaray, dueño de la fábrica en aquel entonces. Dicha empresa azucarera, también contó con la presencia del navarro Domingo Nazábal Leicegoyena. [24]

El central San Agustín enunciado anteriormente fue adquirido por Nicolás Castaño en 1903 por liquidación de deudas de los Goytisolo. Ubicado en el término municipal de Santa Isabel de las Lajas, constituyó una de las fincas más importantes de la época por los rendimientos logrados en la producción azucarera. En 1913 dicho central fabricó 121 000 sacos de azúcar de 325 libras cada uno. Un año después producía 122 385 sacos, mientras que en 1918 ya se obtenían 153 000 de la misma medida[25], ubicándose entre las más importantes fábricas de azúcar de la época, pues su producción sobrepasaba la del coloso azucarero Hershey ubicado en el municipio de Santa Cruz del Norte, provincia de La Habana, que producía, algo más de 50 000 sacos de 325 libras de azúcar en una zafra. [26]

Pero de todas sus inversiones en el rubro quizás la más interesante fue en el central Constancia porque constituía

"uno de los más grandes del mundo en su época[27]".

A partir de 1894, esta instalación pasó a manos de Constancia Sugar Company, cuyo capital estaba bajo control de los hermanos Apezteguía en asociación con Nicolás Castaño. En lo adelante no se poseen noticias sobre su permanencia en la firma.

Los capitales de Castaño aparecen vinculados también a otros negocios azucareros en la región como la compra del central Santísima Trinidad en 1901, ubicado en el poblado de Lajas. [28] A la vez, las fuentes refieren su presencia en el año 1920 en una de las compañías azucareras más importantes de Cienfuegos, la Compañía Refinadora de Azúcar de Caña, Cienfuegos S.A. En dicha sociedad el vasco fue uno de los accionistas principales y aportó 1000 pesos oro en acciones, como parte de su capital social. [29]

Otros miembros del grupo vasco-navarro que participaron en las actividades de producción y comercialización azucarera fueron los navarros Pedro Ángel Soralegui Arrezubieta y Ramón Odriozola Arozena, quienes adquirieron en 1907 la propiedad del ingenio-central Indio localizado en Aguada de Pasajeros, mediante la compra a Leoncio Serpa y Arenas por el precio de 150 000 pesos. [30]Para el fomento y explotación de la referida fábrica de azúcar, constituyeron la sociedad Soralegui y Odriozola. El capital inicial de la sociedad ascendió a la cifra de 30 000 pesos aportados a partes iguales, por ambos socios que tuvieron a su cargo la administración y representación de la empresa.

Los casos abordados demuestran que la influencia vasco-navarra en el desarrollo socioeconómico cienfueguero en el período 1860-1920, a partir de su participación en la industria azucarera fue significativa. No obstante tratarse de un grupo inmigratorio minoritario, la inversión en el ramo comenzó en un momento clave para el desarrollo de la región, en el período del boom, siendo la antesala de su actividad sostenida durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. A lo largo del lapsus mencionado los miembros del grupo invirtieron un total de 4 061 643 millones de pesos en el fomento de 11 ingenios y centrales, además de varias compañías dedicadas a la producción y comercialización azucarera en la región.

Alrededor de su gestión en la industria azucarera, se crearon redes de tipo económico, fortunas y legados familiares. Se puso de manifiesto la confianza en los de su misma naturalidad; la fuga de capital hacia España y el ingreso del mismo a Cienfuegos, como refleja el caso Goytisolo, con el fin de proteger y ampliar la fortuna familiar. Todo ello condicionado por la demanda de un sector azucarero en constante desarrollo y transformación, que permitió el proceso de concentración y centralización de propiedades y capitales.

Los vasco-navarros en el comercio regional cienfueguero. Sus corporaciones mercantiles

El desarrollo azucarero en la región cienfueguera a partir de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, no solo revolucionó la economía del territorio en cuanto a la industria del dulce, sino que sus efectos se hicieron sentir en el sector comercial. A la vez que se desarrollaban nuevas fábricas de azúcar y mejoraba la economía crecía también la población regional. La necesidad de abastecer a una plaza cada vez mayor, el aumento del mercado interno y la demanda de capital para el perfeccionamiento tecnológico, influyeron en el surgimiento de sociedades comerciales en Cienfuegos.

En ese contexto surgieron numerosas asociaciones creadas a esta instancia formadas en su mayoría por inmigrantes españoles, que diversificaron el panorama socioeconómico cienfueguero a partir de los diferentes negocios relacionados con las actividades mercantiles. Los vasco-navarros tuvieron en este giro un aporte importante.

La mayoría de ellos se dedicó a la actividad comercial y algunos integrantes del grupo amasaron verdaderas fortunas a expensas de su activa participación en el ramo. Por eso no es extraño que más de ciento cincuenta acciones legales en el período 1860-1920, estén relacionadas con la constitución o disolución de sociedades mercantiles y la aparición de vasco-navarros como gerentes o socios de importantes firmas mercantiles en Cienfuegos. La dispersión de capitales en distintas áreas y la participación en sociedades comanditarias, fundamentalmente, fue la estrategia que siguieron. Todo ello les permitió evitar la quiebra y en algunos casos alcanzar un status económico superior.

Desde los años sesenta el grupo vasco-navarro intervino en el comercio regional, aunque se debe decir, que sus movimientos comerciales fueron limitados en comparación con la importancia que adquirieron a partir de los ochenta y hasta bien entrado el siglo XX. No obstante, en los inicios de la década se ha localizado la fundación de una de las firmas más importantes de la época con presencia vasca: la sociedad Castaño-Intriago S en C.

Dicha sociedad fue fundada en 1863 por el asturiano Antonio Intriago Toraño y el vasco Nicolás Castaño y Capetillo, y funcionó como sociedad mercantil hasta 1869, prescindiendo para ello de escritura notarial, pero con reconocimiento social. [31]Se dedicaba al comercio al por mayor y menor y la refacción mediante créditos.

En la década del setenta, el 9 de junio de 1877, cuando se reconstituyó la razón social del mismo nombre formada por los mismos socios, sus actividades y movimientos comerciales se amplían abarcando desde el comercio de importación y exportación, la refacción mediante créditos y la inversión en la industria azucarera en la región (Ingenio Silverita) y fuera de ella (Central Dos Amigos ubicado en Manzanillo). [32]La casa matriz de la misma se ubicó en la calle Santa Clara esquina a Santa Isabel, donde se concretaban los movimientos comerciales y financieros.

También en la década del sesenta del siglo XIX aparece otra empresa mercantil fomentada por capitales vasco-navarros. En tal caso se encuentra la sociedad comanditaria Aldúncin y Hermano constituida en el año 1860 por los hermanos navarros Pedro y Emilio Aldúncin Azpiroz con el objetivo de establecer un taller de fundición y maquinarias, y para la comercialización de varios artículos de carácter industrial. La Fundición Aldúncin, nombre con el que giró socialmente, fue uno de los talleres más importantes de su tipo en la región y desde su fundación y hasta el año 1898 contó con un capital social de 20 000 pesos oro, aportados a partes iguales por ambos socios. [33]Tras la muerte de sus fundadores en 1898 y 1900 respectivamente, sus descendientes continuaron con la sociedad, que fue prorrogada hasta 1920 y permaneció en su sede original de la Calzada de Manacas. [34]

A partir de los años ochenta y hasta el año 1920 se refuerza la participación del conglomerado vasco-navarro en el comercio regional cienfueguero. Esa realidad estuvo marcada por las transformaciones ya apuntadas en la industria del dulce y por el aumento demográfico en el territorio, que incentivaron el comercio en todas sus variantes. Su participación en las actividades comerciales coincide con el paulatino aumento del grupo en el territorio en el periodo referido.

Se han localizado un total de 25 firmas mercantiles con presencia vasco-navarra entre 1880 y 1920, con distintas funciones sociales. En ellas los inmigrantes euskaldunes invirtieron un total de 637 434,47 pesos y en su mayoría actuaron como socios comanditarios.

Entre las corporaciones mercantiles encontradas se pueden citar: Pérez Olascoaga y Compañía (1886) y su sucesora Olascoaga y Jota sociedad en comandita (1894), dedicadas al comercio de artículos de ferretería; Irisarri y Compañía (1889-1898) y Álvarez, Llano y Compañía (1887) y Azconegui y Hermano (1917-1920), dedicadas al comercio mayorista y al fomento de colonias agrícolas; A. Boullon y Compañía y su sucesora Boullon y Compañía sociedad en comandita (1889-1898) y F. Castro (1897), empresas navieras; N. Gamboa S en C.(1898-1912), empresa eléctrica. También destacan Aldave y Ugarte (1894-1904) y Larramendi y Hermano (1916-1920), que fueron fomentadas como aserríos de madera; y la Salvador Iribarren y Cía. (1902-1910), constituida como peletería y para el comercio de tienda mixta, entre otras. [35]

El grupo vasco-navarro radicado en Cienfuegos incursionó en diversas aristas del giro comercial. La quincalla y bisutería, la venta al por mayor y menor de variados productos en bodegas y establecimientos comerciales, el transporte marítimo y las producciones generadas por las industrias menores, resultaron las fundamentales. A través del despliegue de estas actividades muchos de ellos se alistaron en las filas de la élite económica cienfueguera en esos años como Nicolás Castaño y Capetillo, quien desde finales de la década del ochenta y hasta 1920, aparece vinculado a varias de las más importantes empresas mercantiles cienfuegueras. Gracias a su gestión económica fundamentada en el comercio y la industria azucarera, el vizcaíno logro acumular un capital que lo colocaron como el hombre más acaudalado de Cuba a comienzos del siglo XX. [36]Además de ser conocido como“el príncipe de las letras bancarias” [37] por las elevadas sumas de dinero que prestaba.

Para desplegar tan amplio espectro de movimientos comerciales los vasco-navarros se asociaron principalmente con los de su misma naturalidad, con asturianos, santanderinos y cubanos descendientes de inmigrantes españoles. De manera que fue un grupo dispuesto al intercambio de experiencias en el ámbito económico-social con inmigrantes procedentes de otras regiones de España, así como con sus descendientes en Cuba.

No todos los que incursionaron en el giro comercial integraron la capa comercial de la burguesía regional, algunos elementos del grupo que participan con capital limitado en las firmas comerciales, se integraron a las capas populares. Los más exitosos formaron parte de la poderosa capa industrial-comercial, al ya referido caso de Nicolás Castaño Capetillo se suma también el del navarro Domingo Nazábal Leicegoyena. La importancia que reviste su accionar para el desarrollo socio-económico cienfueguero, lo convierten en un componente clave dentro del grupo vasco-navarro asentado en la región con proyección nacional.

Domingo Nazábal Leicegoyena: su gestión socioeconómica

Domingo Nazábal Leicegoyena nació en Arezo, Navarra, en 1860. Llegó a Cuba en 1876, con dieciséis años de edad y se asentó en Cienfuegos. Para el año 1884 figuraba como administrador de una bodega-almacén propiedad de una de las sociedades más importantes de la región en su época, la Castaño, Intriago S. en C, integrada por el asturiano Antonio Intriago y el vasco Nicolás Castaño Capetillo.

Domingo Nazábal

El vertiginoso crecimiento de sus negocios a partir de la década del noventa, le permitió alcanzar un reconocimiento social que lo llevaría a ocupar importantes funciones militares, sociales y políticas en la región. Perteneció al Cuerpo de Voluntarios y fue vicepresidente del Casino Español de Cienfuegos en 1904. [38]En el mes de enero del propio año 1904 tomó posesión de la presidencia de la Asociación de Dependientes del Comercio de Cienfuegos, siendo reelecto sucesivamente entre 1905 y 1908. También Nazábal se desempeñó como consejero del Banco Español de la Isla de Cuba y fue cónsul de la República Dominicana en Cienfuegos. [39]

La gestión económica de Domingo Nazábal en la región, estuvo determinada a partir de la interrelación que estableció con una serie de empresarios hispánicos y sus descendientes como el ya referido Nicolás Castaño Capetillo, el santanderino Laureano Falla Gutiérrez y el asturiano Acisclo del Valle, junto a los cuales invierte con acierto en importantes actividades económicas. Ello le posibilitó insertarse dentro de la élite económica regional y a la vez, acumular un capital que invirtió en el fomento de otras empresas, que incluso traspasaban los límites regionales.

En sentido general la participación del navarro en la dinámica comercial de la región de Cienfuegos, se manifestó mediante su intervención en una serie de firmas mercantiles dirigidas al desarrollo del transporte marítimo y fluvial de pasajeros y mercancías, el comercio de víveres al por mayor y por menor, la extracción y comercialización de minerales, los servicios, los negocios bancarios, la refacción mediante créditos y la industria azucarera. Ello le posibilitó convertirse en naviero, hacendado, ganadero, comerciante y propietario azucarero.

" la comercialización azucarera combinada con la producción del dulce, propició singular relevancia a Domingo Nazábal, quien alternaba dichas actividades con la importación de carbones[40]".

Desde el punto de vista económico la década del 90 del siglo XIX tuvo una gran significación para Nazábal, pues en este período va a consolidar su participación en importantes firmas comerciales cienfuegueras. Para el año 1894 formaba parte de la sociedad Copperi y Montalván S. en C, que había sido creada el 6 de noviembre de 1894 con el objetivo de dedicarse a los ramos de ferretería y loza, en el establecimiento nombrado “Ferretería Francesa” situado en la calle Santa Cruz de la ciudad de Cienfuegos. [41]

Con un capital social de 107 813 pesos en oro, la firma tuvo como socios gerentes al gallego Antonio Copperi Rey y al trinitario Julián Montalván. Mientras que Domingo Nazábal y Nicolás Castaño Capetillo actuaron como comanditarios. Ambos aportaron un capital de 15 000 pesos y al disolverse la sociedad en diciembre de 1896 recibieron la suma de 17 000 pesos cada uno por concepto de utilidades. Nazábal intervino también en actividades comerciales relacionadas con el transporte marítimo de pasajeros y mercancías. En tal caso se encuentran las empresas navieras F. Castro, S en C y la Alejandro Boullón, S en C.

La Cienfueguera, Fábrica de Cervezas, Hielo y Aguas Minerales Artificiales

Las actividades económicas aludidas le permitieron acumular un capital que fue utilizado en el desarrollo de otros negocios en las dos primeras décadas del siglo XX. Para esta etapa los recursos de Nazábal aparecen vinculados a importantes firmas cienfuegueras dedicadas al comercio de víveres al por mayor y por menor y los negocios de banca. Las sociedades Izárraga, Álvarez y Cía. S en C y la Bengochea y Cía. S en C fueron dos de ellas. [42]

En la gestión económica del navarro en la región, destaca también la constitución de la Empresa de Navegación Cienfueguera, que giraba en el territorio bajo la razón social de Domingo Nazábal y Cía. S en C. y que fuera considerada como la empresa de su tipo más importante de Cienfuegos en su tiempo. [43]La sociedad se estableció en la ciudad de Cienfuegos el 23 de enero de 1918, y estuvo integrada por sus sobrinos Domingo y José Aranalde Nazábal, además de los vascos Emilio Navarro Otaola y Manuel Gracia y Malvarte. [44]

La sociedad anónima La Cienfueguera, Fábrica de Cervezas, Hielo y Aguas Minerales Artificiales, fue otro de los negocios en los que estuvo presente el navarro. Esta empresa fue constituida el 25 de abril de 1914 con domicilio en Cienfuegos. [45]En ella participaron los españoles Laureano Falla Gutiérrez, Acisclo del Valle y Rafael Antón Velázquez. Su capital inicial lo constituyó la suma de 600 000 pesos oro representado por 1190 acciones, de las cuales quedaron en poder de Nazábal 856 liberadas con un valor nominal de 428 000 pesos.

Compañía de Tranvías Eléctricos de Cienfuegos, Palmira y Cruces

Nazábal estuvo relacionado además con la sociedad The Cienfuegos, Palmira and Cruces Electric Railways and Power Company (Compañía de Tranvías Eléctricos de Cienfuegos, Palmira y Cruces) de la cual fue electo vicepresidente primero. [46]Esta empresa fue fundada en Augusta, estado de Maine, Estados Unidos de América, el 2 de septiembre de 1903 como sociedad anónima, dedicada a la producción y suministro de fuerza motriz por electricidad, vapor, agua, aire, y al transporte de mercancías, correos, expreso y valores en toda Cuba y los EE.UU contó con un capital de 2 000 000 pesos en acciones. En ella participaron además José Ferrer y Sires, quien fue el primer presidente de la compañía, el asturiano Modesto del Valle, el norteamericano Lafayette B. Gleasson, y el también navarro Domingo Irisarri Larrapide que fue uno de los vocales de la sociedad.

Las actividades económicas relacionadas con la extracción y comercialización de carbón mineral en la región también contaron la participación de Domingo Nazábal. La relación del navarro con esta actividad se remonta a la sociedad The Cienfuegos Coal Company (Compañía Carbonera de Cienfuegos), que abastecía de carbón a los barcos del territorio, constituida en el año 1899 y de la cual fue administrador general Se debe referir, además, que Nazábal participó en noviembre de 1918 junto a otros miembros de la élite económica regional como Acisclo del Valle Blanco, Nicolás Castaño y Capetillo y Nicolás del Castaño Padilla, en la construcción de un edificio de dos pisos que serviría de sede a la sociedad de instrucción Liceo de Cienfuegos. Para ello aportó un total de 5 000 pesos que representaban el 10% del capital con que contaba inicialmente el proyecto que se había fijado en 50 000 pesos. Además estableció una hipoteca de 4 000 pesos a su favor sobre el terreno donde se realizaría la obra con un interés anual del 8%.[47]

Su participación como accionista en las firmas Compañía de seguros y Fianzas ´´Cienfuegos´´ S.A., la Mieles y Combustibles de Cienfuegos S.A. y la Unión Agrícola Industrial, todas en el año 1819, resultan otro elemento notorio dentro de la contribución socioeconómica del navarro, pues se tratan de varias de las más importantes firmas capitalistas de la región. [48]Se dedicaron a toda clase de negocios relacionados con los seguros, las prestaciones para fianzas y el desarrollo industrial de mieles y combustibles. Aunque no se ha podido determinar el capital aportado por Nazábal en ellas, resulta relevante su participación junto a otros miembros de la élite económica regional como Nicolás Castaño, Laureano Falla Gutiérrez, y otros con una influencia política en toda la provincia Las Villas como el general Gerardo Machado.

Su participación en la industria azucarera

En cuanto al negocio del azúcar, las inversiones de Domingo Nazábal estuvieron concentradas, fundamentalmente, en el ámbito regional. A partir de 1901, la presencia de los capitales del navarro junto a los de Castaño y Falla Gutiérrez, formaron parte del predominio hispano-cubano en la producción azucarera en la región cienfueguera.

En 1901, Domingo Nazábal adquiere junto a Laureano Falla Gutiérrez, Nicolás Castaño Capetillo y Agustín Llorente el ingenio Santísima Trinidad en Santa Isabel de las Lajas, propiedad de los Ajuría. [49]Fue fundado en 1879 y demolido en 1918 y terminó su actividad productiva con la suma de 133 969 toneladas de azúcar. [50]

Para 1903 los capitales del navarro también aparecen vinculados a la compra del central Andreíta en Cruces. El coloso había sido fundado en 1862, transformado en central en 1884 y reconstruido en 1899; año en el que se le incorporó un equipamiento moderno que le permitió enfrentar el siglo XX como un eficiente central azucarero. [51]

La sociedad hispano-cubana Central Andreíta Compañía Azucarera S en C, referida con anterioridad, fue la encargada de la explotación del mismo y de ella formaron parte Nicolás Castaño y Andrea Leblanc como socios comanditarios, mientras Falla Gutiérrez y Nazábal en calidad de gerentes se encargaron de su administración. Estos últimos aportaron un total de 80 000 pesos cada uno, de los 400 000 pesos que conformaban el capital inicial de la sociedad. [52]

En el año 1904 la sociedad Ferrocarriles Reunidos de San Agustín y Lequeitio cede a Domingo Nazábal el central Lequeitio, localizado en el término municipal de Rodas, con todas sus propiedades por concepto de deudas contraídas; ascendentes a la suma de 150 000 pesos. [53]El navarro va a fomentar la fábrica hasta 1915, fecha en que fue vendido a la Cuban Cane Sugar Corporation por el precio de 2 200 000 pesos, cuando la entidad norteamericana desarrollaba un agresivo programa de compras de centrales en el país. [54]

La sociedad anónima Compañía Refinadora de Azúcar de Caña Cienfuegos S.A, constituida en la ciudad de Cienfuegos el 11 de mayo de 1920, también contó la participación del navarro. Esta sociedad estuvo integrada por importantes figuras del comercio regional como el catalán José Ferrer, Nicolás Castaño Capetillo, Eusebio Delfín administrador de la sucursal regional del Nacional City Bank of New York y su hijo Domingo Nazábal y del Castaño. El capital social de la compañía lo constituyó la suma de un 1 000 000 de pesos en acciones, en la cual Domingo invirtió 1000 pesos oro. [55]

Su accionar económico en el sector azucarero, trasciende los límites de la región Cienfuegos. En 1909, Nazábal figura junto a su suegro Patricio Castaño como socio de la Compañía Azucarera Central Patricio localizada en la región de Sagua la Grande, dedicada a la explotación del central del mismo nombre. Esta sociedad también va a fomentar el central Nazábal, localizado en Encrucijada hasta el año 1919 en que es adquirido en su totalidad por el navarro. [56]Tras su fallecimiento en el año 1928 la propiedad pasa a manos de su familia. Como se puede apreciar Domingo Nazábal Leicegoyena constituye uno de los comerciantes hispánicos más importantes y poderosos de la región cienfueguera. Su participación en diversas sociedades mercantiles en el período, de suma importancia para el desarrollo socioeconómico regional, revelan la polivalencia de sus actividades. A la vez, evidencian su evolución como comerciante y sus extraordinarias habilidades para realizar negocios dentro y fuera del ámbito regional.

Acisclo del Valle

Las inversiones del navarro en 21 compañías ascendieron a la cifra de 1 686 500 pesos, entre los años 1894 y 1920. En tres de ellas aportó más del 60% del capital inicial, y en otras tres entre el 20 y el 24,4%. En la gran mayoría tenía el carácter de socio comanditario lo que le permitió comprometer solamente el capital invertido. Estas cifras resultan significativas, si se tiene en cuenta que no representan la totalidad de sus inversiones en la región.

Las relaciones comerciales que estableció con importantes figuras del comercio cienfueguero de origen hispánico como Nicolás Castaño Capetillo, Acisclo del Valle y Laureano Falla Gutiérrez, le permitieron ascender socialmente y consolidarse dentro de la élite económica regional. Con el primero de ellos creo una alianza que duraría a través de los años y se sellaría con el respaldo de cada uno a múltiples inversiones iniciativas del otro. Domingo Nazábal se insertó además en espacios sociales como el Casino Español de Cienfuegos.

Las redes económicas establecidas por el navarro, a partir de las inversiones conjuntas con las personalidades antes mencionadas, dieron lugar a relaciones familiares importantes a través de los vínculos matrimoniales. Las familias Castaño y Nazábal, unidas a los Falla y los Cacicedo, crearon uno de los clanes de origen hispánico más poderosos del país en el primer tercio del siglo XX. Tras su fallecimiento en 1928, sus hijas y yernos Carlos López Oña y Roberto Suero Bernal continuaron desarrollando sus negocios dentro y fuera de la región hasta 1959.

En sentido general la presencia de la inmigración vasco-navarra en Cienfuegos se hizo más numerosa entre los años 1860 y 1920. El grupo vasco incursionó en sectores claves para el desarrollo socioeconómico regional como el comercio, las industrias menores, el transporte marítimo, la agricultura y la industria azucarera, favoreciendo la dinámica de las relaciones comerciales en la región.

Referencias

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