Movimiento campesino en Imías (1952–1958)

Movimiento campesino en Imías (1952–1958)
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Campesino Imías.jpg
Fecha:19521958
Lugar:Municipio Imías
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba
Ejecutores o responsables del hecho:
Campesinos de la zona


Movimiento campesino en Imías 1952–1958. Hecho histórico ocurrido en Imías entre 19521958 iniciado por los hombres humildes de la zona.

Historia

En Imías la lucha revolucionaria nació en el campo, entre los hombres humildes, entre los desposeído que sólo perderían, en caso de su muerte, su existencia y simplemente dejarían de ver a sus hijos atenazados del hambre, la insalubridad y el analfabetismo. Esta lucha tuvo aquí su génesis, entre los que la mayoría no tenía ninguna propiedad y que se le llamó campesino porque nacieron y se desarrollaron en el campo, no por que tenían un buen trozo de tierra para cultivar. Eran en los que Fidel Castro confiaba como lo expresó en La Plata el 7 de mayo de 1974 cuando dijo:

‘“Nosotros confiábamos en los campesinos, en la tradiciones de nuestro pueblo, (…). Estábamos convencidos de que los campesinos se sumarían a la revolución, sabíamos que esos campesinos no eran diferentes a los campesinos de 1868 y 1895, que hacía falta iniciar de nuevo la lucha, que hacía falta reanudar los combates por la revolución, que en esa lucha los campesinos estarían al lado de la revolución y lucharían abnegados y heroicamente”’.

En este territorio ya se tenía experiencia de ciertos enfrentamientos de campesinos con mayorales y dueños de grandes extensiones de tierra como lo fue Lázaro Hipólito Higuera que desde Macambo, parte de Yacabo Arriba (borde izquierdo del río), Palenque, tenía en su propiedad 572 caballerías de tierra.

‘’No podían ser cultivadas por ningún campesino de los tantos que necesitaban trabajar en aquellas tierras, nadie la trabajaba por ser de aquel “señor” que no la conocía, por nunca haberla caminado, ni la utilidad que tenía”.

Además, existió el enfrentamiento entre los campesinos de Duaba Arriba y el propietario Celestino Waristi de Santiago de Cuba, así como con el mayoral Gregorio Warte. Este y su “amo” acusaron a los campesinos del lugar, porque lo enfrentaron y les votaron las semillas de la hierba que después del desalojo, Celestino y Gregorio iban a regar en sus fincas alegando que esas 500 caballerías eran de su propiedad.

Los campesinos fueron conducidos al cuartel de Imías donde los amenazaron inescrupulosamente después de formarlo y decirles que “les iban a pasar la ametralladora”.

“El que encabezó y organizó a los sublevados fue Justo Pérez y le siguieron Fidencio Machado, Tomás Romero, Esmeregildo Machado, Nicolás Moreira, Feliciano Álvarez, Luis Felipe Pérez, Gelacio Cobas, Desiderio Breffe y Genaro Martínez. Los hechos se desarrollaron en 1956”.

Al triunfar la revolución los campesinos los denunciaron y pidieron que este mayoral debiera rendir cuentas. Este se percató de la radicalidad de la revolución y abandonó el país. Esos eran los campesinos que estaban al lado de la revolución, no había diferencia de los del 68 y del 95, hacía tiempo que luchaban, se habían sumado a al movimiento revolucionario. Los hombres del campo imiense empezaron a despertar con las manifestaciones prolongadas de los del Valle de Caujerí, San Antonio del Sur y de Toa Arriba contra los Navarrete, despertaron con lo sucedido al viejo luchador Manuel Señarí, en Maya. Fueron conocedores de las más de 100 caballerías de tierra que tenía Alberto Hernández, cuya finca se llamó “La Aleyda” desde Mijial hasta Naranjo Chino en Palmarito de Imías, dentro de estas vivían unos 60 campesinos.

Fueron conocedores de la mensura que en 1957 una compañía que se adjudicaba las tierras de Los Lechugos del Jobo Arriba para atravesar la mina de Baracoa y que hicieron trochas en varios lugares, es decir, que el territorio estaba circulado por enfrentamientos campesinos y geófagos, de cuyas manifestaciones de luchas fueron creando en los hombres del campo de estos contornos las condiciones políticas e ideológicas para arremeter contra aquellos que pensaron dominar al campesinado con prebendas, sobornos, amenazas, acusaciones y mentiras.

Todas estas pretensiones ambiciosas estimularon la voluntad y fuerzas del campesino y emanaron sus virtudes revolucionarias y de justezas ante los que durante decenas de años trataban de cercenarlos, despreciarlos y aún más, desalojarlos de la tierra que lo vio nacer. En 1953 “el abrigo del Banco de Fomento Agrícola Industrial”, y otras entidades económicas trataron de desarrollar el país.

En Imías verdaderamente creció vertiginosamente la producción agrícola, especialmente la de café y el cacao. Hubo comerciantes que exportaron anualmente hasta 3500 quintales de café (este dato conservador), muchos campesinos pudieron estabilizar grandes extensiones de tierra con plantaciones sanas, con buen rendimiento productivo. Se incrementaron muy buenos cafetales y fuerza de trabajo. Fungieron en esta zona varios funcionarios acreditados como inspectores de patronatos, pero cuando analizamos el beneficio de la producción, los buenos efectos fueron recibidos por los comerciantes del territorio, compraban globalmente las cosechas por estimados o según iban entrando el producto. En términos económicos, estos negocios se concertaban no para pagar mutuamente al comerciante y al campesino, no existía reciprocidad equilibrada en esta compra-venta.

Un campesino o dueño de finca pobre, como lo fueron todos en Imías, hacía dicho contrato y se abría una cuenta en su tienda según estimado de lo que obtendría en el futuro, iba comprando en la bodega de dicho comerciante y cuando llegaba el fin de la cosecha y por supuesto, el período de entrega, se saldaba la cuenta; si quedaba algún dinero por que fue buena la producción, se lo llevaba en efectivo, en mercancía o de parte y parte, pero si la productividad era mala, el campesino quedaba en deuda, incluso hubo un caso que el comerciante intentó embargar la finca del campesino.

De haber sido un convenio o un contrato ventajoso para ambos o que al menos el campesino o dueños de cafetales hubieran sido beneficiados de algún modo, la población imiense no fuera partícipe, en aquella época, de tanto analfabetismo, insalubridad, desamparo social, de muerte de niños y adultos de enfermedades curables. No todos los comerciantes tuvieron el mismo sentido de seriedad, en otro hubo parcialidad, desigualdad.

Todas estas reflexiones hicieron posible la germinación del sentido revolucionario en el campesinado imiense. Sufrieron en carne propia el calor de la explotación del desalojo, vieron a sus vecinos luchar, los escucharon y sus quejas eran por el mismo dolor. La lucha del Realengo 18, fueron sus luchas, las del Valle de Caujerí, la de Duaba Arriba y el Toa, no eran otras, eran las mismas e idénticas causas y consecuencias. A todas esas desgracias se unían las desdichas que sufrían los hombres del campo por ser parcelaros, precaristas y arrendatarios, siempre en desventaja, acaecían dificultades sociales que en esos momentos eran insuperables en Imías.

“(…) La existencia de las pequeñas parcelas, por otra unida a la falta de mercado interno y externo, para los productores agropecuarios, determinaban el atraso social y cultural, el desempleo y subempleo de los hombres del campo (…)”.

Y las condiciones infrahumanas de vidas, todo lo cual hacía imposible aplicar los avances de la ciencia y la técnica. En el único comercio que participó el campesino en Imías en estos años fue el del café, cacao, miel y algunas maderas y no todos, éstas últimas sirvió en todos los casos para destruir las áreas boscosas del territorio. Es decir, que no existió el mercado de vegetales, viandas y frutos menores.

Un hombre de estos campos no podía aspirar a una buena posición agrícola porque las mejores tierras eran de Benito Toboada, en Los Cacaos, de Hipólito Lázaro Higueras por Macambo – Palenque, de Alberto Hernández en Mijial – Palmarito. En Duaba Arriba, estas tierras eran de Celestino Wariti y así otros más. Además en la parte del litoral, en Cajobabo, ciudadanos de los más pudientes (política y económicamente) tiraban un hilo de alambre y cercaban enormes cantidades de tierras, era como una marca. Obtenía un peso de su posición y al final la declaraba de su propiedad. Estos terrenos eran de las extensiones comuneras, de que con el pretexto de que eran estatales se apoderaban impunemente los “pudientes”, así ocurría delante de los propios ojos de las llamadas autoridades, pero que el subteniente Andrés Pérez Sánchez (Mano negra) del puesto de la guardia rural de Imías, también “jugaba a la ruleta”, del modo anteriormente expuesto; así se apoderó de varias caballerías en El Ramón en Imías y el ganado vacuno que obtuvo, ninguno le costó ni un centavo. Fue el resultado de “amenazas entre-dientes” a los campesinos de “que se estaban enriqueciendo” y que tenían que darle una o dos “vaquitas” de las suyas. El jefe en lugar de perseguir la fechoría era el que la acometía.

Estas son las voces populares que se escuchan del señor “Mano negra” en estas tierras, se valía de la infelicidad, la incultura y el atraso social del pueblo imiense, sólo contemplaba aquel corrompido y vicioso militar y los soldados les seguían como fieles cotorras repitiendo sus balbuceadoras órdenes, insultando, amenazando y tratando de propagar aquel sarcástico ejemplo. Todos fueron iguales, esa era la imagen de su superiores, el resultado reían de sus generalatos y factores jefatureros.

Eran dueños de fincas, intrusos politiqueros, amasadores de dineros como resultado de cobros indebidos impuestos, jugadores.

“Era frecuente que los altos oficiales ganaran más mediante las llamadas buscas que por su trabajo. Eso era lo que podía hacer la oficialidad de estos lugares, seguir ese ejemplo, así los políticos y algunos pudientes. Conciliarse con sus similares y “ayudarse”.

A los campesinos y restante del pueblo se regalaban al pleno del sufrimiento, de la cuartada, mentira, toda obra de impunidad y degradación por eso.

“(…) después de producirse el ataque al Moncada y el Desembarco del Granma, se fue gestando la simpatía por el 26 de Julio en la zona, de la cual el movimiento campesino formaba parte”.

Es por lo que el comandante Raúl Castro, desde los primeros tiempos del cruce al II Frente Oriental decidió organizar a los campesinos y utilizarlos. Sabía que esta fuerza era indiscutible. Eran los que conocían el territorio, a sus convecinos y tras uno ayudaría al otro a formar la cadena que más tarde se formó: eran eslabones férreos fundido por el sacrificio de tan largos años.

En Caujerí, sirviendo como enlace José Durán Bravet (Zapata), viejo conocedor de la lucha campesina junto a su padre. Pena acató la idea del jefe del II Frente, se convocó a una reunión con todos los jefes de la zona. Esta histórica reunión la presidieron: Félix E. Pena Díaz, Gilberto Cervantes, Rosendo Ojeda, Carlos Lahite, Mariano Tudela, Marino Fuente y otros, se le explicó los objetivos del Ejército Rebelde a la masa campesina y su desempeño en la lucha.

Organización del movimiento campesino

Se organizó el movimiento campesino y la organización llevó el nombre de “Comité Campesino todo por Cuba”, siguiendo con la tradición de lucha de este territorio. Hay que destacar la claridad y vigencia de los estatutos creados por la organización campesina.

La organización del comité quedo compuesta por:

  • Nemecio Viquillón, presidente.
  • Marcelino Cala, vicepresidente.
  • Armando Mengana, secretario organizador.
  • Pedro Rodríguez, vicesecretario.
  • Feliciano Pelegrín, organizador y finanzas.
  • Segundo Laffita, vicefinanzas.
  • Amador Cala y Cevero Viquillón, vocales.
  • Marino Fuente, orientador político, sargento.


Con la dirección de este comité se fundaron 52 bases campesinas en la zona con sus respectivos presidentes, en 1958, la de Imías fueron las siguientes:

  • No. 15, Base Palma la Cruz, presidente, Avilio Rodríguez.
  • No. 16, Base La Pimienta, presidente, Ernesto Romero
  • No. 17, Base Duaba Arriba, presidente, Indalecio Maña
  • No. 20, Base Jobo Arriba, presidente, Mori Delfino
  • No. 21, Base Vega del Jobo, presidente, Apelio Turro
  • No. 31, Base La Demajagua, presidente, Bartolo Viquillón
  • No. 32, Base Jubal de Imías, presidente, Lorenzo Acosta.
  • No. 33, Base El Ramón de Imías, presidente, Guillermo Machado
  • No. 34, Base Los Abiertos, presidente, Maximiliano Méndez
  • No. 41, Base Los Pozos Yacabo, presidente, Juan Matos (Traidor)
  • No. 44, Base Los Cacaos, presidente, Marco Delgado
  • No. --, Base La María, presidente, Felipe Floirián.


Más tarde estas bases fueron creciendo y los campesinos tomaron conciencia de su organización y se formaron la bases en todo el territorio imiense. En el proceso de organización campesina hay que destacar su arraigo y demostración revolucionaria. Estas se fundaron a plena guerra y bajo las ametralladoras de la aviación de la tiranía, en esta situación se fundaron las de La María y el Jubal de Imías. La primera el día 12 de octubre y similar la segunda. Pero en esos momentos los campesinos no cejaron en su noble empeño de organizarse. No importaron las bombas enemigas para impedir que se recaudara dinero en La María para ayudar a la revolución.

Nemecio Viquillón, Nino Cala y otros en el informe que rindieron a la comandancia de la Columna 18 del trabajo realizado, no plantearon que las asambleas de constitución de las bases campesinas no pudieran darse por que las ametralladoras no quisieran. Rindieron el parte que se debía rendir y fueron fundadas. Por eso, esas y otras que llevaron ese mismo matiz estaban bautizadas con el nombre de Bases Campesinas en Armas, pero antes, el 21 de septiembre de 1958 en representación del campesinado al II Frente Oriental habían tenido la oportunidad de materializar un sueño dorado.

Que alguien lo escuchara con honor a diferencia de los que jamás lo hicieron, que lo oyeran discutir y emitir medidas para solucionar los problemas del hombre del campo y dispuestos a arrancarlo de raíz con las armas en las manos como un rebelde más, como combatiente. En el escenario guerrillero del II Frente Oriental, se celebra el histórico Congreso en Armas en Mayarí Arriba. Lo presidían: Raúl Castro Ruz, Jorge Serguera Riverí, Antonio Pérez Herrero, Vilma Espín Gulloys, Pepe Ramírez Cruz, habían sido elegidos a presidir el Congreso, de manera libre, por los campesinos allí presentes.

En el congreso se trataron los intereses fundamentales de la clase campesina, como los derechos de éstos antes los atropellos de los propietarios, la ayuda al ejército incondicional, se explicaron los objetivos de la lucha y la necesidad de Reforma Agraria que fue promulgada un mes más tarde (10-10-58) como Primera Ley de Reforma Agraria de la revolución, la Ley No. 3 de la Sierra Maestra. Se analizó, además, la situación imperante en Cuba, la dependencia y el papel del imperialismo que se apoderaba de las riquezas del pueblo. Se recalcó la necesidad de mantener la unidad y no dejarse influenciar por elementos sacteristas.

La delegación que envió la Columna No 18 estuvo constituida por 30 compañeros que por la historicidad de este Congreso Campesino en Armas lamentamos que sólo se puedan relacionar 23:


Por el ejercito revolucionario el teniente René Cortina Labrada. Entre estos delegados asistió Indalecio Maña Maña y caminó desde los límites de Baracoa hasta Mayarí Arriba. Esa actitud, esa voluntad de acero simbolizó la conciencia del campesinado del II Frente Oriental. Los campesinos que allí asistieron, salieron fortalecido política e ideológicamente y claro del trabajo a enfrentar. Estos delegados sirvieron de vínculos para propagar los objetivos de la revolución con el campesinado, sirvieron de agitadores para incentivar las masas campesinas de la zona de donde procedían y como prueba de los planteado a pocos días de haber clausurado el Congreso Campesino en Armas, se recogía la cosecha con más de 52 bases campesinas y solo a Imías le correspondieron 12 de las que están registradas, en el momento que le correspondió constituirse y no hubo abandono de esta grandiosa idea de organizarse.

Lo demostraron además, con las armas en la mano como lo hizo Emilio Pérez, Alcibíades Rodríguez, [[Luis Pérez[[, Reynaldo Frómeta y otro como Luis Carlos Fiffe*, Luis Roel Fiffe (Villa), todos, unos con las armas o en el SIR, pero luchando siendo campesinos como dijo el Che.

‘’’No sólo nutrieron nuestras filas, sino que además, se agruparon a nuestro lado, el ejercito guerrillero se asentó fuertemente (…) esto es lo que llamamos vestir de Yarey a la guerrilla’’’.

Para ayudar al Movimiento 26 de julio varios campesinos donaron el 15% de su producción agrícola y dinero en efectivo, otros lo hicieron entregando animales de carga y para abastecer de carne a las tropas guerrilleras, en las zonas montañosas se hizo muy común la entrega de café, viandas y demás comestibles. También con armas de diferentes calibres y sus respectivos parques. El encargado de recibir estos donativos y entregarlo a los rebeldes fue Juan Ramón Gamboa en los barrios de San Ignacio, Guajacal, El Ramón y demás zonas aledañas.

Estas orientaciones emanaron de la Comandancia de Caujerí y fueron transmitidas a los campesinos de Yacabo Arriba y sus alrededores por Misael Montero en una reunión con el campesinado que se celebró en El Chote donde se planteó y aprobó la ayuda a la revolución con dinero, animales y con determinada parte de la producción agrícola. De Yacabo Arriba participaron Caridad Reyes, Gustavo Hinojosa, Wenceslao Delgado, Luis Ochoa (…). En dicha reunión se acordó entregar 25 centavos y rotativamente los que iban a la comandancia a llevar los donativos en dinero. Lo restante se entregaba a las tropas en las zonas donde se establecían en campamentos o de cruce.

Ayudaron pese a como dijera Raúl Castro:

“A que el precio de darnos un plato de comida era el perder la vida”.

Casos como estos ocurrieron varios en Imías sólo por sospechar que los campesinos ayudaban o que eran del Movimiento 26 de julio. Quemaron una casa en Cajobabo a una anciana, Antolina Martínez, porque se decía que su yerno simpatizaba con los revolucionarios. Igualmente había ocurrido en Vega del Jobo donde redujeron a cenizas una pequeña panadería, una farmacia, 2 tiendas y ametrallaron varias casas. Sin embargo, los campesinos de esa zona montañosa no dejaron de ayudar, por lo que allí hubo un hospital rebelde con 5 camas, fue aquel lugar centro de operaciones rebeldes, desde allí se operó en Baracoa, La Tinta de Jauco y en todos los contornos. En esos tiempos dirigían las tropas rebeldes, aquí “Zapata”, así como el Comandante Félix Pena, todo esto, gracias a la alianza campesina – Ejército Rebelde que se fundió en uno solo.

Bibliografía

Fuentes

  • Dirección Provincial de Patrimonio. Guantánamo.
  • [1] (Sitio Web de la Cultura Imiense)
  • [2] (Periódico Venceremos, Guantánamo).