Conde de Valmaseda

Blas Villate
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Militar y político español
Gobernador de Cuba
1867 (período 1)
1870-1872 (período 2)
- 1875-1876 (período 3)
PredecesorJoaquín Del Manzano (período 1)
Antonio Fernández y Caballero de Rodas (período 2)
José Gutiérrez de la Concha y Buenaventura Carbó (provisional) (período 3)
SucesorBlas Lersundi (período 1)
Francisco Ceballos y Vargas (período 2)
Joaquín Jovellar y Soler (período 3)
Datos Personales
NombreBlas Villate y de La Hera
Nacimiento3 de febrero de 1824
Sestao, Vizcaya, Bandera de España España
Fallecimiento8 de enero de 1882
Madrid, Bandera de España España
Notas
II conde de Valmaseda y I marqués de Velada

Blas Diego de Villate y de la Hera (II conde de Valmaseda y I marqués de Velada). Militar y noble español. Gobernador y Capitán General de Cuba (1867, 1870-1872 y 1875-1876). Sus mandatos en Cuba se caracterizaron por el desarrollo de la Guerra de los Diez Años, que trató de combatir fieramente, pero sin éxito.

Sus primeros años

Nació en Sestao, un municipio español de la provincia de Vizcaya, España, el 3 de febrero de 1824. Participó en la batalla de Vicalvarada, que fue el pronunciamiento inicial de las tropas sublevadas al mando de Leopoldo O'Donnell contra las gubernamentales en las cercanías del pueblo madrileño de Vicálvaro, seguido de una insurrección popular llamada Revolución de 1854, que se desarrolló entre el 28 de junio y el 28 de julio de 1854 durante el reinado de Isabel II y que puso fin así a la década moderada (1844-1854) dando paso al bienio progresista (1854-1856). También se destacó en las campañas de Marruecos (1859-1860) producidas por una disputa sobre el enclave español en Ceuta que llevó a España a declarar la guerra a Marruecos, con lo que obtuvo una ampliación del asentamiento de Ceuta. Por su comportamiento fue destinado a Cuba.

Primer mandato como Gobernador de Cuba

Al cesar en mando Joaquín del Manzano, el conde de Valmaseda asumió como Capitán General y Gobernador, tomando posesión el 23 de septiembre de 1867, en su primer mandato. Manzano había dejado en el cargo con motivo de una enfermedad que en definitiva le causó la muerte, y Valmaseda lo ocupó con carácter interino, por lo que este mandato fue muy breve. Ya en la isla se gestaba una revolución y el ambiente político estaba caldeado.

Valmaseda cesó como Gobernador y Capitán General de Cuba el 21 de diciembre de 1867, al asumir el mando Francisco Lersundi y Ormaechea.

Inicio de sus campañas militares en Cuba

Tras el estallido del 10 de octubre de 1868 Valmaseda fue nombrado por Lersundi como jefe de operaciones militares en Oriente y Camagüey. El 6 de noviembre se encontraba en Manzanillo con mil hombres para participar en una operación combinada con las fuerzas de Quirós para recuperar a Bayamo, tomada por los patriotas, lo que no se concretó porque las fuerzas dirigidas por Máximo Gómez vencieron a Quirós en Baire y el camino de Jiguaní. El fracaso de los esfuerzos españoles por recuperar Bayamo permitió que la revolución en Oriente cobrara fuerzas y augurara una guerra dura y prolongada.

Camagüey se incorporó a la lucha a partir de los inicios del mes noviembre, por lo que Valmaseda embarcó en Manzanillo y arribó a Santa Cruz del Sur con el objetivo de aplastar la revolución en esa provincia y después marchar a Las Tunas y unirse a las fuerzas del coronel Loño, enviado desde La Habana, para dirigirse a Bayamo y recuperarla. Estas acciones cortarían el vínculo entre los insurrectos de las dos provincias. Desde Santa Cruz Valmaseda avanzó con su tropa hasta Camagüey y se impuso la tarea de restablecer las comunicaciones en la vía ferroviaria hasta Nuevitas, cortada por los mambises. En su avance por la vía férrea, Valmaseda chocó por primera vez con las fuerzas cubanas al mando de Agustín Arango e Ignacio Agramonte en el combate de Cejas de Bonilla, que hicieron que el conde tuviera que abandonar precipitadamente toda la impedimenta y marchar a campo traviesa hasta Nuevitas para salvar el pellejo.

Valmaseda inició entonces su política de incendiar y arrasar las propiedades de todos los cubanos que encontraba a su paso y fusilar a los prisioneros. Marchó ese mes a La Habana y regresó con una poderosa columna de dos mil hombres, cuatro piezas de artillería y numeroso convoy de material de guerra y vituallas. Llevaba como segundo al mando al que sería el tristemente famoso Valeriano Weyler. Marchó con su tropa hacia Guáimaro, siempre hostilizado por los cubanos. Logró tras fieros combates conquistar el paso del río Salado, pero fue contenido en Cauto del Paso, que al fin logró vadear mediante barcazas. Estaba cerca de Bayamo, y los patriotas, que durante tres meses habían tenido a esa ciudad como su capital, se vieron obligados a abandonarla el 12 de enero de 1869, no sin antes reducirla a cenizas la noche anterior.

Después de recuperar el Valle del Cauto Valmaseda lanzó su bárbara proclama de devastación y de muerte, que era la justificación de una brutal campaña de exterminio contra el ejército mambí y la población campesina. A esta etapa se le llamó la “creciente de Valmaseda”. A fines de 1869 el conde Valmaseda, en carta al entonces gobernador de la Isla, Caballero de Rodas, le expresaba la dificultad de concentrar más fuerzas en Tunas y Holguín, para dirigirse con una poderosa columna a Camagüey para pacificar esa provincia, a menos que se le ordenase abandonar la región sur de Oriente, pues no contaba con suficientes efectivos para ello. La creciente de Valmaseda había sido contenida por las tropas establecidas en ese territorio tunero al mando de Vicente García y por Máximo Gómez en Camagüey.

Segundo mandato como Gobernador de Cuba

Valmaseda aspiraba insistentemente a la gobernación del país, y para ello se intensificó la propaganda de sus partidarios, los integristas más reaccionarios y furibundos, así como los cuerpos de voluntarios. Sus aspiraciones se vieron satisfechas cuando el 13 de diciembre de 1870 el conde ocupó con carácter titular el cargo de Gobernador y Capitán General de Cuba, en sustitución de Antonio Caballero y Fernández Roda.

Su accionar continuó caracterizándose por su extrema dureza, para lo cual se alió a los integristas recalcitrantes y a los voluntarios, y haciéndose de la vista gorda ante los fraudes y sobornos de la Hacienda, así como las evasiones de impuestos por parte de los comerciantes. En época de guerra todos estos elementos se aprovechaban de los recursos que se movilizaban, aunque la tropa pasara escaseces persiguiendo a los mambises en la manigua. Así había sido hasta el momento y seguiría después.

Valmaseda nunca concibió la guerra como una acción prolongada, de desgaste: según sus criterios la insurrección debía ser aplastada implacablemente antes de que se extendiese y cobrara pujanza, a la vez reprimiendo con saña cualquier otra manifestación antiespañola. El crimen más sonado de estos años fue el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina, el 27 de noviembre de 1871, un crimen contra jóvenes completamente inocentes de los cargos que se le imputaron, pero que fue cometido con el único fin de regocijar a la horda sedienta de sangre de los voluntarios formados y aupados pro Valmaseda.

En ese año Máximo Gómez invadió la zona cafetalera de Guantánamo con el fin de destruir esa riqueza, por lo que Valmaseda envió a Arsenio Martínez Campos con fuerte artillería y tropas selectas. Gómez frustró las tácticas académicas de este general haciendo una efectiva guerra de guerrillas. Después de esta experiencia Martínez Campos llegó a la conclusión de que la guerra en Cuba no podía ganarse por medio de las armas, criterio que aplicaría años más tarde.

El desorden administrativo reinante en la Isla y el cúmulo de evidentes inmoralidades realizadas por elevadas autoridades de la administración pública, antecedentes denunciados y comentados por la prensa periódica de Madrid, habían dado motivo para nombrar un Comisario Regio, dotado con treinta mil pesos, a fin de buscar la manera de poner coto a tanto desmán. Recayó la designación en un exministro de Ultramar, en Tomás Rodríguez Rubí. Estas determinaciones molestaron al conde de Valmaseda, que hasta llegó, tan airado como de costumbre, a formular quejas y protestas. Pero, entablada la lucha entre el Capitán General y el Comisario Regio, bien respaldado en Madrid, la caída del Conde resultó inevitable.

Por estos hechos, y por su política violenta contra la población civil cubana, sin que ello afectase el curso de la guerra, Valmaseda fue obligado a dimitir y el 11 de julio de 1872 fue sustituido por Francisco de Ceballos y Vargas.

Regreso a España

Regresó a España después de su fracaso en Cuba y se involucró en los pronunciamientos de Arsenio Martínez Campos, que condujo al retorno de los Borbones a España. En diciembre de 1874 proclamó la restauración en Ciudad Real, al tiempo que Martínez Campos lo hacía en Sagunto.

Tercer mandato como Gobernador de Cuba

El 8 de marzo de 1875 Valmaseda volvió a hacerse cargo de la Capitanía General de Cuba, sustituyendo a Cayetano Figueroa y Garahondo. En este nuevo tercer mandato en la isla tuvo que proseguir los combates contra los independentistas cubanos, ya que la guerra se había extendido exitosamente hasta las provincias centrales. Pero en las filas mambisas también afloraban serias contradicciones, y la quiebra de la unidad revolucionaria amenazaba ferozmente, desde dentro, al movimiento libertador.

Sin embargo, la lucha no se detuvo y Valmaseda dimitió de nuevo y entregó el mando de Cuba el 18 de enero de 1876 a Joaquín Jovellar y Soler.

Capitán General de Castilla la Nueva

De regreso en la península, fue nombrado capitán general de Castilla la Nueva en 1881. Durante su vida recibió las siguientes condecoraciones y reconocimientos: Caballero de la Orden de San Hermenegildo; Caballero de la Orden de Isabel la Católica; Cruz del Mérito Civil; Gran Cordón de la Orden de Santa Ana de Prusia; Hijo Predilecto de Sestao; y compartió junto a su tío José de la Hera, I Conde de Valmaseda, una plaza en Sestao, la Plaza Conde de Valmaseda. Falleció en Madrid el 8 de enero de 1882.

Fuentes

  • Arcadio Ríos. Hechos y personajes de la Historia de Cuba. Recopilación Bibliográfica. La Habana, 2015. 320 p.
  • Arcadio Ríos. La Agricultura en Cuba. Editorial Infoiima. La Habana. 2016. 374 p. Pág. 81-82.
  • Historia de Cuba. Dirección Política de las FAR. LA Habana. Págs. 236-273.
  • Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola. Historia de Cuba. 1492-1898. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 2001. Págs. 261-270.
  • Colectivo de autores. Enciclopedia Historia Militar de Cuba (1510-1868). Centro de Información para la Defensa, MINFAR.