Bahaísmo

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Bahaísmo
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Es una religión monoteísta cuyos fieles siguen las enseñanzas de Bahá'u'lláh, su profeta y fundador, a quien consideran la Manifestación de Dios para la época actual.
Fundador:Bahá'u'lláh
Deidad:Dios
Tipo:Monoteísta
Número de seguidores:≈ 6 millones
Texto sagrado:Kítab-i-Aqdas
Lengua Litúrgica:No hay
Nace en:Bandera de Irán Irán
País(es) con mayor cantidad de fieles:Bandera de la India India
Símbolo:Estrella de Nueve Puntas
Templos:Templos Bahaíes
Organización Internacional
La Casa Universal de Justicia es la institución administrativa encargada de organizar y regir la vida de todos los bahá'ís.
Clero:No hay
Religiones relacionadas:Judaísmo, cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo, zoroastrismo, babismo.

Bahaísmo. Más conocido entre sus seguidores y la bibliografía relacionada como Fe bahá'í. Es la más reciente de todas las grandes religiones reveladas cuyo origen tuvo lugar en Persia, actual Irán, en el siglo XIX. La Fe Bahá'í es la más reciente de las grandes religiones independientes del mundo. Esta fe es una religión original, sus seguidores se guían únicamente por las enseñanzas de su fundador, Bahá'u'lláh. No debe ser considerada como una secta, ni como un movimiento reformador dentro de otra religión, mucho menos como un mero sistema filosófico. No es un intento de crear una nueva religión sincrética utilizando enseñanzas de otras religiones. La Fe Bahá'í dice brindar una visión sui generis del devenir social y religioso de la Humanidad, y supuestamente da solución viable para todos los problemas insolubles de la época presente.

Antecedentes históricos

Hace alrededor de 175 años el mundo sufrió de una efervescencia religiosa tal que se manifestó en el surgimiento de diversas sectas y movimientos mesiánicos en Europa, América y el Medio Oriente. Fue como un clímax de éxtasis religioso que llevo a pensadores, teólogos y hombres espirituales a sentir en lo más profundo de sus almas el próximo advenimiento de un Gran Profeta de Dios. Para aquellos que tenían una formación cristiana este Gran Enviado encarnaría la promesa de la segunda venida de Jesucristo. Para los musulmanes Shiís (Chiítas) el esperado era la encarnación del retorno del 12mo Imám (Imán) quien había desaparecido siglos atrás aun siendo un niño y cuya misión seria renovar la Fe y la sociedad humanas mientras que para los Sunnís (sunitas) el esperado era el Qá'im o Mihdí, quien cumpliría con la anterior misión. En Norteamérica, amen de los movimientos cristianos surgidos en aquellos tiempos, de los cuales el más conocido sea quizás el de los Adventistas del Séptimo Día, fundado por William Miller, también se suscitaron manifestaciones mesiánicas entre la población nativa como "La Danza del Sol" de los Lakota (Sioux). Pero las esperanzas de todos estos pensadores religiosos y de sus seguidores quedaron frustradas al cumplirse la fecha predicha para el advenimiento (Miller la predijo para el año 1844) y no aparecer el tan esperado Mesías. ¿Qué había sucedido, se habían ilusionado en base a falsos sentimientos, o habían hecho cálculos erróneos? Ni lo uno ni lo otro. Lo que sucedió fue que las mentes de estos pensadores estaban tan condicionadas a una interpretación literal de las Sagradas Escrituras que una vez ocurrido el hecho que tanto habían aguardado no supieron reconocerlo. Se había repetido una vez más la misma historia que acontecía desde tiempos inmemoriales durante el surgimiento de cada una de las grandes religiones, como es el caso del Cristianismo; todos los judíos esperaban un Gran Mesías y oraban día y noche para su rápido advenimiento, mas, cuando finalmente este apareció solo fue cabalmente reconocido por un puñado de pescadores analfabetos. Este artículo pretende arrojar luz sobre este dramático, importantísimo y aún mayoritariamente desconocido suceso de la historia humana, suceso que marca de forma indeleble el comienzo de la era moderna: La Fe Bahá’í (se pronuncia Bajáí).

La Fe Bahá'í despierta un interés especial en los estudiosos de la historia de las religiones y esto se debe a que su misma cercanía en el tiempo nos brinda datos tan fidedignos y comprobables que inmediatamente contrastan con los que nos han llegado acerca del nacimiento y desarrollo de cualquiera de las anteriores grandes religiones. Edward Granville Browne, un destacado orientalista de Cambridge, fue uno de los primeros occidentales en interesarse por la historia de la Fe Bahá'í. El creía que representaba una oportunidad única de examinar con todo detalle el surgimiento de una religión nueva e independiente y lo expresó de esta manera; “...ya que aquí (el estudioso de la religión) puede contemplar unas personalidades que, no oscurecidas aún por el mito y la fábula, el paso del tiempo convertirá en héroes y semidioses; (y) puede examinar, a la luz de testimonios concurrentes e independientes entre sí, uno de esos extraños estallidos de entusiasmo, fe, devoción ferviente e indomable heroísmo -o fanatismo, si así se prefiere- que solemos asociar a la historia antigua de la raza humana; en una palabra, podemos presenciar el nacimiento de una fe que quizá se ganará un sitio entre las grandes religiones del mundo”. Muchos observadores modernos, no vinculados a la comunidad bahá'í, han opinado sistemáticamente de la misma manera y aportan, como mínimo, dos razones para ello. La Fe Bahá'í es la religión más reciente que existe (se originó en el siglo XIX, en 1844 d.C., y sólo desde 1963 ha alcanzado la última fase de su desarrollo formativo) mientras que otras surgieron hace centenares o miles de años (sólo el Islam (siglo VII d.C.) y el Sikhismo (siglo XVI d.C.) tienen unos siglos de existencia). La Fe Bahá'í es una religión moderna y es más accesible al estudio y comprensión que las religiones más antiguas.

Pasajes históricos

El siglo XIX era una época de grandes cambios en Occidente mientras que el Oriente quedaba sumido en la decadencia con Irán como centro de la misma. La secta dominante allí era la Shi'í, quienes se destacaban por su intolerancia y fanatismo, ya que consideraban a los judíos, cristianos, zoroástrianos, y aun a musulmanes de otras sectas, como infieles. Por otro lado los judíos maldecían y execraban a los musulmanes y a los cristianos mientras que estos últimos consideraban a Muhammad como un falso profeta y a todos los seguidores de otras religiones apartados de la verdadera fe. Los zoroástrianos vivían apartados y consideraban a los persas de otras creencias contaminados e indignos de relacionarse con ellos. Las mujeres musulmanas vivían en harenes y si visitaban lugares públicos debían cubrirse el rostro con un velo. Los adelantos de la ciencia y el arte occidentales estaban prohibidos por impuros y la administración de la justicia era corrupta e incapaz, siendo el soborno y la deshonestidad quienes regían en todos los ámbitos. El robo era algo común y los caminos pésimos e inseguros para viajar. La educación y la salud pública estaban enormemente abandonadas. No obstante la vida espiritual no estaba extinta en Irán.

Por entre la mundanalidad y la superstición reinantes aún podían encontrarse almas santas que anhelaban el establecimiento del Reino de Dios y que aguardaban la llegada de Mensajero de Dios (Profeta). Dos de ellos eran los grandes maestros, Shaykh Ahmad y su sucesor, Siyyid Kázim. Ellos enseñaban que Él habría de ser un joven ricamente dotado con los dones del espíritu, pero humilde y sencillo, que Su Reino no sería de este mundo y que al igual que a los sagrados Profetas de antaño, Él sería oprimido y perseguido por los poderosos mientras sus seguidores serian atormentados y asesinados.

Otra parte de los musulmanes (los sunnís) también esperaban al Qá'im o Mihdí, cuya llegada Muhammad había profetizado. Al igual que los judíos anteriormente a la llegada de Jesús, ellos esperaban a un arrogante conquistador, con un ejército irresistible, quien los llevaría al triunfo y la dominación universales, levantando a los muertos de sus tumbas para fundar un imperio sin precedentes por su poder y esplendor.

Principales figuras

El Báb: El Heraldo

Es dentro de este contexto histórico social que durante la tarde del 23 de mayo de 1844 Siyyid 'Alí Muhammad (El Báb, La Puerta, quien era descendiente directo del Profeta Muhammad), con tan solo veinticuatro años de edad, anunció su misión al proclamar el nacimiento de una nueva era en la historia humana. El fue la Puerta que conduciría a un nuevo Reino (el Reino de Dios sobre la tierra). Este anuncio se refería al ya cercano advenimiento de un Gran Profeta cuyo poder y enseñanzas harían surgir esta nueva era. Con aquella declaración modesta, pero temeraria, El Báb estaba diciendo que El era el Mihdí y la mayor parte de los discípulos de Shaykh Ahmad y Siyyid Kázim, aceptó ansiosamente Su llamado, reconociendo en Él los signos que debían buscar: juventud y belleza, inmaculada pureza en la vida, piedad, sinceridad y nobleza de propósitos, inspiración de palabra y de escrito, profundo conocimiento y comprensión de las Escrituras, audacia para denunciar la falsedad y elocuencia en mantener la verdad, constancia para afrontar la oposición y serenidad en medio de los sufrimientos, total desprendimiento y completa devoción a Dios y al servicio de "Él a Quien Dios hará manifiesto". Todas estas virtudes las poseía aquel joven y lo señalaban como Aquel a Quien buscaban. Después se dispersaron por todo el Irán y algunos de los países cercanos proclamando la buena noticia del advenimiento.

Una bella ciudad en el sur de Irán, llamada Shiráz, fue la ciudad natal del Báb. Este,cuando era niño, fue enviado a un maestro quien enseñaba el Kurán (Corán) y otras asignaturas elementales. Desde una temprana edad, El Báb fue distinto a los otros niños. Siempre hacía preguntas muy difíciles y luego El mismo daba las contestaciones de tal manera que asombraba a los mayores. A menudo cuando los otros niños estaban jugando El estaba absorto en Sus oraciones bajo la sombra de un árbol o en algún otro sitio sereno. Más tarde cuando reveló Su identidad como una "Manifestación de Dios" tanto Su tío como Su maestro creyeron en El porque le habían conocido desde su niñez y vieron la diferencia entre El y los demás niños. Su tío murió como mártir por la Causa de Dios revelada por medio de su Sobrino. Mulla Husayn fue el primer discípulo del Báb. El Báb le dio el titulo de Bábu'l-Báb que quiere decir la puerta de la Puerta.


El Báb realizo la peregrinación que todo musulmán debe hacer a La Meca y a Medina y allí entrego constancia de su misión a las autoridades locales quienes le ignoraron por completo. Cuando regreso a su tierra nativa, se encontró con un grupo de soldados que habían venido para arrestarle porque los fanáticos mullas Shi'íes no querían que se esparciera una nueva Fe. Estos líderes Shi'íes enconadamente se le opusieron y fue encarcelado, castigado, arrastrado hasta los tribunales y llevado de un lugar de encierro a otro. Su corta, pero brillante vida, la pasó, en su mayor parte, en prisión. En dos ocasiones fue enviado a cárceles construidas en montañas muy frías e inhóspitas. Pero ni las cadenas ni los barrotes podían obstaculizar la difusión del Llamado de Dios.

Mientras El Báb estuvo en prisión, Sus fieles seguidores esparcieron Su Mensaje a través del país, y durante ese breve lapso de tiempo, miles de personas dieron sus vidas por Su Causa hasta que finalmente El, Quien era aun joven, (tenía unos treinta y un años), les acompaño en el camino del martirio el día 9 de Julio de 1850 cuando fue fusilado públicamente en una plaza de Tabriz. Sus enseñanzas y la labor de Sus seguidores causaron una gran conmoción por todo Irán y el resto del mundo islámico. Los creyentes en El aumentaron pese a la deshumana persecución de sus enemigos y ni aun el martirio de su amado Maestro consiguió apagar la llama de su entusiasmo. Sus casas fueron saqueadas y destruidas y sus esposas e hijos les fueron quitados. Miles fueron decapitados, ahorcados, disparados desde las bocas de los cañones, quemados vivos o cortados en pedazos y sin embargo, por cada uno que sufría el martirio, muchos más se sumaban a la Causa.

En todos Sus Escritos El decía que el propósito principal de Su venida era el de dar las buenas nuevas de que pronto aparecería el Prometido de todas las edades. El advirtió a sus seguidores que estuvieran alertas para que no dejaran de reconocer a “Aquel Quien Dios hará manifiesto”. Dijo que debían poner todo a un lado para seguirle tan pronto hubieran escuchado hablar de Su Mensaje. El Báb escribió muchas oraciones suplicando a Dios que aceptara Su propia vida como un sacrificio para el Bienamado de Su corazón, “Aquel Quien Dios hará manifiesto”. El aún se refirió en Sus Escritos al Orden de Bahá'u'lláh y dijo: “Bienaventurado aquel que sigue a Bahá'u'lláh”.

Bahá’u’lláh: El Profeta

Uno de los primeros y más destacados seguidores del Báb fue Mirzá Husayn 'Alí, más conocido como Bahá'u'lláh (La Gloria de Dios). El era dos años mayor que el primero (había nacido el 12 de noviembre de 1817) y su familia estaba entre las más nobles y ricas del país. Su árbol genealógico se remontaba hasta los reyes Persas de antaño y a la estirpe de Isaac. La infalible bondad y generosidad de que hacia gala le habían hecho merecedor del título de "Padre de los pobres" aunque esto no impidió que fuera enviado a prisión y castigado al abrazar la Causa del Báb. Dos años después del martirio de este un nuevo y terrible estallido de persecuciones se produjo contra los Bábís (seguidores del Báb), y Bahá'u'lláh fue nuevamente enviado a prisión pero en esta ocasión Su casa fue saqueada, Sus posesiones confiscadas y Su esposa e hijos lanzados a la calle. Él Mismo fue encadenado y encerrado en una inmunda mazmorra en compañía de asesinos, asaltantes y otros criminales. Muchos de los Bábís fueron torturados y murieron.Después de cuatro horribles meses en aquella mazmorra fue liberado con la condición de ser desterrado para el resto de su vida, junto a Su familia y un grupo de casi setenta fieles seguidores, incluidos hombres, mujeres y niños.

Dos Gobiernos, el persa y el turco, apoyados por el clero, le empujaron a una sucesiva cadena de destierros que se prolongaría durante los siguientes cuarenta años: primero a Bagdad, Iraq (1853-1863); después a Constantinopla y Adrianópolis, en Turquía (1863-1868) y, finalmente, hasta una fortaleza-prisión en la pequeña ciudad de 'Akká (la San Juan de Acre de los cruzados de la Edad Media) en Palestina, Tierra Santa, donde fue privado de toda comunicación con el resto del mundo. Esto sucedía en 1868.

El lugar de su confinamiento era una lúgubre barraca del ejército, con paredes de piedra, pisos de piedra, y carente de camas o algún otro tipo de comodidades. Dos años más tarde se necesitaron las barracas para usos del ejercito y Bahá'u'lláh y Su familia fueron alojados en una casa en la ciudad, mientras que el resto de la comitiva fue acomodada en un caravanseraí (especie de local donde se alojaban los viajeros de paso). Siete duros años transcurrieron antes de que se le permitiera trasponer la puerta de esa casa, transcurridos los cuales, fue mitigado el rigor del encierro y Le fue permitido vivir por el resto de Su vida con relativa comodidad en una mansión a unos seis kilómetros de 'Akká. Podía entonces circular por el campo en un radio de algunos kilómetros y recibir a Sus seguidores, los cuales venían desde tierras lejanas para visitarlo y escuchar Sus enseñanzas. Bahá'u'lláh falleció en aquella tierra, que desde la antigüedad ha sido conocida como “el nido de los Profetas” el 29 de mayo de 1892, a los setenta y cinco años de edad. Al momento de Su muerte Sus seguidores alcanzaban el medio millón solamente en Irán y varios miles habían sacrificado sus vidas y todas sus posesiones por Su Causa.

Ejemplo de escritura revelada por Bahá'u'lláh. A la derecha la transcripción posterior de la misma

El 21 de abril de 1863, Bahá'u'lláh proclamó al mundo que la Revelación que había sido predicha en todas las religiones del pasado había sido manifestada a los hombres a través de Su persona. Por eso es que Bahá'u'lláh, según afirman los bahá’ís, es el Enviado de Dios para esta nueva era de la evolución humana, y también el Prometido de todas las religiones del pasado. Es Cristo vuelto "en la Gloria del Padre", tal como esperan los cristianos; "el Señor de las Huestes" que anhelan los judíos; el retorno del Imán Husayn esperado por el Islam shi'í, y el "espíritu de Dios" para el Islam sunní; el Sháh Bahram prometido a los zoroástrianos, y "el quinto Buda" esperado por los budistas...Bahá'u'lláh, al igual que otros Profetas del pasado, nació en Oriente Medio, concretamente en Persia. Y también, a semejanza de los Mensajeros anteriores, sus sufrimientos comenzaron en el mismo momento en que proclamó Su mensaje.


Sufrió por amor a la humanidad puesto que fue el elegido de Dios entre los hombres, El que anunció que nos encaminamos hacia un mundo mejor. A través de la Gloria de Dios, Bahá'u'lláh, fluyó la revelación del Creador a los hombres.

Vista aérea de santuario de Bahá'u'lláh

Los miles de escritos que nos dejó, representan las enseñanzas y principios que Dios ha establecido para la humanidad. El más voluminoso y potente patrimonio espiritual que jamás haya existido. Es la Palabra de Dios, la levadura para la transformación del mundo.

'Abdu'l-Bahá: El Maestro e Intérprete

A la muerte de Bahá'u'lláh le sucedió como líder de la naciente Fe Bahá’í Su hijo mayor, 'Abbás Effendi, quien era más conocido como 'Abdu'l-Bahá (El Siervo de la Gloria). Este tenía tan solo ocho años cuando su familia fue desterrada al extranjero y desde ese momento compartió todos los encarcelamientos y sufrimientos de Su Padre. Siendo apenas un niño se convirtió en el sostén económico de la familia, relevando a Su Padre en lo posible de las preocupaciones y responsabilidades domésticas para así dejarle tiempo libre para la importantísima tarea de escribir y enseñar. Más tarde se ocupó de entrevistar a los incontables peregrinos y si se percataba de que ellos eran buscadores auténticos de la verdad, les llevaba a la presencia de Su Padre; si no era así, no les permitía que lo molestaran.

En Adrianópolis se dedico a la enseñanza y fue desde allí donde todos comenzaron a nombrarlo "el Maestro". Posteriormente en 'Akká cuando casi todos enfermaron de tifus, paludismo y disentería a causa de las condiciones infrahumanas de vida, hizo de amoroso y paciente enfermero hasta que, totalmente exhausto, el mismo contrajo la enfermedad y durante casi un mes estuvo en peligro de muerte. Su vida noble y bondadosa le llevo a encariñarse con la gente del pueblo sin distinciones de ningún tipo y, desde el gobernador hasta el más miserable mendigo, supieron amarlo y respetarlo.

Bahá'u'lláh, en Su Voluntad y Testamento, dejó instrucciones explícitas de que tras Su muerte todos los bahá'ís debían volverse hacia 'Abdu'l-Bahá y obedecerle. El seria el Interprete de Sus enseñanzas y sus palabras tendrían la misma autoridad que que las palabras o escritos del propio Bahá'u'lláh Quien en una ocasión Lo describió como "la Más Poderosa Rama de Dios, Su antiguo e inmutable Misterio".

'Abdu'l-Bahá asumió el cargo que Su Padre había señalado claramente para Él, jefe de la Causa y autorizado intérprete de las enseñanzas, pero algunos de Sus parientes se le opusieron severamente y trataron de despertar discordias entre los creyentes. Al fracasar en esto, procedieron a presentar al gobierno turco varias acusaciones falsas contra 'Abdu'l-Bahá y a causa de estas acusaciones, a quien durante más de veinte años se le había otorgado la toda libertad en un territorio de varios kilómetros alrededor de 'Akká, en 1901, y durante más de siete años, fue estrictamente confinado a los muros de la ciudad-prisión y solo en 1908 obtuvo definitiva libertad cuando el Partido de los Jóvenes Turcos estableció su supremacía y fueron liberados todos los presos políticos y religiosos a lo largo del Imperio turco. ‎ Posteriormente a Su liberación, 'Abdu'l-Bahá retornó a Su anterior vida de incesante actividad en la enseñanza, la correspondencia, la atención a pobres y enfermos hasta 1911, año en que inició Su primera visita al mundo occidental. Durante sus giras por Occidente, conoció a hombres y mujeres de todos los credos y afiliaciones filosóficas, cumpliendo ampliamente la orden de Bahá'u'lláh: "Asociaos con todos los hombres, oh pueblo de Bahá, en espíritu de amistad y fraternidad". A principios de septiembre de 1911 llegó a Londres y pasó allí un mes. El primer auditorio al cual se dirigió fue la congregación del Reverendo R. J. Campbell en el City Temple de Londres. También habló en St. John, Westminster y realizó charlas periódicas con interesados en saber acerca de la Fe Bahá’í. Su viaje continuo hacia París y en diciembre Egipto. En la primavera de 1912 fue a los Estados Unidos y estuvo allí ocho meses, viajando de costa a costa y disertando ante hombres de todas las clases y condiciones sociales (estudiantes universitarios, socialistas, judíos, cristianos, agnósticos, esperantistas, sociedades pacifistas, clubes del Nuevo Pensamiento, sociedades sufragistas femeninas, etc) dando en cada caso discursos apropiados al público y a la ocasión. El 5 de diciembre de 1912, partió hacia Gran Bretaña, allí pasó seis semanas, y luego, tras dos meses más en París, viajó a Stuttgart, Budapest y Viena, regresando a Egipto en mayo de 1913 y a Haifa el 5 de diciembre de 1913.

Durante la Primera Guerra Mundial llego otro período de severas penurias y la comunicación con amigos y creyentes fuera de Siria estaba casi completamente interrumpida. Él y Su pequeño grupo de seguidores fueron nuevamente objeto de la escasez de comida y de grandes peligros e inconvenientes. Durante esos años funestos, la destreza y la sagaz filantropía de 'Abdu'l-Bahá quedaron nuevamente en notable evidencia. Personalmente organizó extensos operativos agrícolas cerca de Tiberias, llevando el cultivo a una tierra que durante siglos había sido inservible donde obtuvo grandes reservas de trigo que evitaron el hambre, no sólo para los bahá'ís, sino para muchos pobres de todas las religiones, cuyas necesidades 'Abdu'l-Bahá satisfacía con prodigalidad. Luego de cesar las hostilidades los funcionarios británicos quedaron tan impresionados por su carácter e influencias y de Sus constantes esfuerzos hacia la ilustración y el bienestar de la gente, que le fue conferida la Orden de Caballero del Imperio Británico en abril de 1920.

'Abdu'l-Bahá en Lincoln Park, Chicago, USA, en 1912

'Abdu'l-Bahá se deleitaba en reunir a gente de varias razas, colores, naciones y religiones en unidad y en cordial amistad, todos alrededor de Su hospitalaria mesa, y solía agasajarlos con alegre ingenio y graciosos cuentos, sabios consejos y esclarecedoras charlas sobre los más variados temas. Sus múltiples actividades continuaron casi sin mengua hasta un día o dos antes de Su apacible tránsito al más allá, lo cual aconteció el 28 de noviembre de 1921, a los setenta y siete años de edad. A Su funeral asistieron miles de personas de todo rango, desde el Comisionado Superior de Palestina y el Gobernador de Jerusalén al mendigo más pobre de Haifa. Nueve oradores, representantes destacados de las comunidades musulmanas, cristianas y judías, dieron testimonios elocuentes y conmovedores de su amor y su admiración por la vida pura y noble que había llegado a su fin. Así se rindió el mas apropiado tributo a Quien había batallado durante todos los días de Su vida por la unidad de las religiones y de las razas, y también una prueba de que Su vida no había sido en vano, de que los ideales de Bahá'u'lláh que habían sido Su inspiración ya comenzaban a penetrar en el mundo y a derribar las barreras que durante siglos habían separado a musulmanes, cristianos y judíos.

Con Su fallecimiento desaparecía la tercera y última de las grandes figuras de la Fe Bahá'í: el Báb, Precursor, cuya Declaración en 1844 señaló el comienzo de la Nueva Era; Bahá’u’lláh, Fundador de la Fe y Fuente suprema del mensaje Divino y 'Abdu'l-Bahá, Centro del Convenio de Bahá’u’lláh.

Shoghi Effendi: El Guardián

La Causa, aunque todavía poco conocida, por el público en general, se había extendido mucho por Oriente y Occidente, y puede decirse que el primer y originario período de su historia había concluido. Se abría un nuevo período, de distinto carácter. La tarea de los bahá'ís era ahora la de expandir aún más y desarrollar más plenamente las enseñanzas y establecer los medios divinamente instituidos por los que habría de preservarse e implementarse la integridad de estas enseñanzas. Esta misión le correspondió a Shoghi Effendi (El Guardián) quien la desempeño con absoluta devoción y entrega hasta el año de su muerte, acaecida en 1957. Al morir, El Guardián no dejo descendencia ni sucesor explicita o implícitamente señalado, por lo que la causa estuvo en manos de un cuerpo especial que se eligió para suplir sus funciones hasta el año 1963 en que fue electa por primera vez la Casa Universal de Justicia, cuerpo instituido por Bahá’u’lláh, y que es quien rige desde entonces la vida de la comunidad Bahá’í a nivel mundial.

Enseñanzas fundamentales

Quien estudie la Fe Bahá'í encontrara el camino abierto para su examen hasta extremos que en otras religiones resultarían prohibitivos. Los misterios que uno encuentra, como los del universo físico, no reflejan más que las reconocidas limitaciones del conocimiento humano. Es decir, estas enseñanzas no presentan aseveraciones sobre el mundo natural que contradigan a la ciencia y a la razón. El hecho de que haya un mínimo de ritual y la ausencia de una élite sacerdotal dotada de poderes o conocimientos especiales también permite un acceso relativamente sencillo a los rasgos centrales de la Fe Bahá'í. Estas son las palabras de Nábil, un historiador que presencio y vivió toda la historia del inicio de esta Fe,

“Los principios humanitarios y espirituales enunciados hace décadas en el rincón más oscuro del Este por Bahá'u'lláh y modelados por Él en un plan coherente, ahora, uno tras otro, están siendo aceptados por un mundo inconsciente de su origen, como las marcas de civilización progresista. Y la sensación de que la humanidad ha roto con el pasado y que la guía antigua no puede conducirla a través de las emergencias del presente, ha llenado de incertidumbre y desilusión a todos los hombres que piensan, salvo a aquéllos que han aprendido a encontrar en la historia de Bahá'u'lláh el significado de todos los prodigios y portentos de nuestros días.”1

Los tres principios fundamentales

Al indagar sobre las enseñanzas esenciales de la Fe Bahá'í nos encontraremos antes que nada con sus tres principios básicos:

La unidad de Dios

La creencia bahá'í en un solo Dios significa que el universo, así como todas las criaturas y fuerzas que lo pueblan, han sido creados por un único Ser sobrehumano a quien llamamos Dios y que tiene un control absoluto sobre su Creación (omnipotencia), además de un conocimiento perfecto y completo de ella (omnisciencia). Aunque podemos tener conceptos distintos sobre la naturaleza de Dios y a pesar de que podemos rezarle en diferentes lenguas y llamarle por distintos nombres (Alláh, Yahvé, Dios, Brahma, Aura Mazda, Jehová, Bahá, Gran Espíritu, etc, etc) siempre estamos hablando del mismo y único Ser.

Bahá'u'lláh alabó así el acto de la creación realizado por Dios.

“Toda alabanza a la unidad de Dios y todo honor a Él, el soberano Señor, el incomparable y todo glorioso Regidor del universo, quien, de la nada, ha traído a la existencia los más refinados y sutiles elementos de su creación y quien, rescatando a sus criaturas de la bajeza de la lejanía y los peligros de una completa extinción, les ha recibido en su reino de gloria incorruptible. Nada que no sea su todo abarcadora gracia, su todo penetrante misericordia, podría haberlo logrado."2

El enseñó que Dios es un ser demasiado grande y sutil para que la finita mente humana pueda siquiera comprenderlo de manera adecuada o elaborar una imagen precisa de Él. En Sus palabras;

“¡Cuán maravillosa es la Unidad del Dios Viviente y Sempiterno, una unidad que es exaltada por encima de todas las limitaciones, que trasciende la comprensión de todas las cosas creadas!... ¡Cuán excelsa ha sido su incorruptible Esencia, cuán completamente independiente del conocimiento de todas las cosas creadas y cuán inmensamente exaltada permanecerá por encima de la alabanza de todos los habitantes de los cielos y la tierra!"3

La unidad de la humanidad

La unidad de la humanidad significa que toda la raza humana es una especie unificada y distinta: una única unidad orgánica. Esta raza humana es el "apogeo de la Creación", la forma de vida y consciencia más elevada que Dios ha creado; ya que sólo los seres humanos tienen la capacidad de ser conscientes de la existencia de Dios y comulgar con su espíritu. Habiendo creado el mundo y todo lo que en él vive y se mueve, Él, por medio de la acción directa de su irrestringida y soberana Voluntad, escogió conferirle al hombre la singular distinción y capacidad de conocerle y amarle, una capacidad que necesariamente debe ser considerada el impulso generador y el propósito primordial que subyace en la totalidad de la creación.

La unidad de la humanidad implica que todos los pueblos tienen las mismas capacidades básicas, otorgadas por Dios. Las diferencias físicas, como el color de la piel o la textura del cabello, son superficiales y no tienen nada que ver con ninguna supuesta superioridad de un grupo étnico sobre otro. Las enseñanzas bahá'ís rechazan todas las teorías de superioridad racial y las consideran fundadas en conceptos falsos y en la ignorancia. Según los preceptos bahá'ís, las diferencias aparentes entre los grupos étnicos en ciertas áreas de desarrollo cultural han de atribuirse a prolongadas diferencias en oportunidades educativas y culturales, así como a los efectos acumulativos de los prejuicios raciales y la opresión. Los bahá'ís creen que la humanidad ha constituido siempre una única especie, pero los prejuicios, la ignorancia, el ansia de poder y el egoísmo han impedido a muchas personas reconocer y aceptar dicha unidad. La misión esencial de Bahá'u'lláh consistió en cambiar esta situación y crear la conciencia universal de la unidad de la humanidad. Los bahá'ís creen que la unidad orgánica que es la humanidad ha vivido un proceso colectivo de crecimiento bajo la Paternidad de Dios. Del mismo modo que un organismo vivo alcanza la madurez en etapas sucesivas de desarrollo, así la humanidad ha evolucionado gradualmente hacia su madurez colectiva y la expresión básica de la evolución social del hombre es su capacidad de organizar su sociedad en niveles cada vez más altos, con una mayor especialización de los componentes individuales y con el consiguiente aumento de la interdependencia y la necesidad de que las distintas partes especializadas cooperen entre si.

El principio bahá'í de unidad de la humanidad significa que la raza humana representa una unidad orgánica, cuya vida social colectiva se ha desarrollado de manera gradual al reorganizarse en niveles de unidad cada vez más altos (la familia, la tribu, la ciudad-estado, la nación). La misión específica de Bahá'u'lláh consistió en dar el ímpetu necesario para pasar a la siguiente fase de esta evolución social: la organización de la sociedad humana como una civilización planetaria. Ello debe conseguirse mediante el desarrollo de nuevas estructuras sociales que reduzcan y eliminen los conflictos de intereses; y mediante la creación de un nuevo nivel de conciencia humana: la unidad básica de la humanidad. Además, la unificación representa el logro del estadio de madurez, o edad adulta, de la vida colectiva de la especie humana. La comunidad bahá'í se considera el embrión y prototipo de la futura civilización mundial. También proporciona al individuo una oportunidad de comenzar a vivir la experiencia de la unidad y desarrollar esta nueva conciencia.

La unidad fundamental de la religión

Una de las cuestiones más confusas de nuestro mundo es la multiplicidad de las religiones que lo pueblan. Entre tantas religiones, ¿cómo sabemos cuál es la verdadera? Y si una es verdadera, ¿deberán considerarse herejes (o por lo menos confundidos) a los creyentes de todas las demás? Según los bahá’ís, si Dios es uno, la Religión, que es Su Palabra revelada a los hombres por medio de Sus Manifestaciones (Moisés, Budha, Muhammad, Krishna, Jesucristo, Bahá'u'lláh...), es también una. Cada una de las religiones hoy existentes ha cumplido su papel educativo e histórico en un proceso de revelación progresiva. Por tanto, Bahá'u'lláh nos enseña que los diferentes profetas son como los maestros de una misma escuela divina, la religión, que es una escuela espiritual en la que la humanidad recibe enseñanzas que le han ido conduciendo a etapas cada vez más elevadas de progreso y madurez colectiva. Los fundadores de las distintas religiones son, en realidad, los diferentes maestros de esta misma escuela divina. La esencia de Sus mensajes es la misma: todos ellos nos hablaron del mismo horizonte luminoso en el que residía la verdadera libertad y felicidad humanas. La historia humana no ha sido más que una turbulenta búsqueda de esa visión sublime. Ellos, los Enviados de Dios, son los diferentes espejos que reflejan la luz del mismo Sol. Ser bahá'í es reconocer el valor intrínseco y la unidad esencial de todas las religiones. Ser bahá'í es ser creyente en todas las religiones. Por eso entre aquellos que han seguido las enseñanzas de Bahá'u'lláh, nadie dice "Soy musulmán, defensor de la única religión verdadera"; o "Soy cristiano, leal a mis creencias hereditarias y tradicionales"; ni "Soy judío, seguidor de las interpretaciones talmúdicas"; o "Soy zoroástriano y opositor de todas las otras religiones". Por el contrario, todos han sido rescatados de los prejuicios religiosos y ahora se asocian con camaradería y amor. Los antagonismos anteriores han desaparecido; los siglos de odio sectario han terminado; el período de aversión ha pasado; las condiciones de ignorancia medieval han dejado de existir.

La unidad de la religión está íntimamente relacionada con el principio de la unidad de la humanidad. Nuestro examen del concepto de la unidad orgánica de la raza humana ha sugerido que la humanidad está inmersa en un proceso colectivo de crecimiento, muy similar al de cualquier individuo: del mismo modo que el individuo comienza su vida como un bebé indefenso y alcanza la madurez en etapas sucesivas, también la humanidad empezó su vida social colectiva en un estadio primitivo y ha ido alcanzando la madurez de forma gradual. En el caso del individuo, está claro que su desarrollo tiene lugar como resultado de la educación que recibe de sus padres, maestros y la sociedad en general. Pero, ¿cuál es la fuerza que impulsa la evolución colectiva de la humanidad?

La respuesta que da la Fe Bahá'í es "la religión revelada". En una de sus obras más importantes, el Kitáb-i-Iqán (El Libro de la Certeza), Bahá'u'lláh explicó que Dios, el Creador, ha intervenido y seguirá interviniendo en la historia humana por medio de unos portavoces o mensajeros escogidos por Él. Estos mensajeros, que Bahá'u'lláh denominó "Manifestaciones de Dios" (Profetas), son sobre todo los fundadores de las principales religiones reveladas, tales como Abraham, Moisés, Budha, Jesús, Muhammad y otros. Es el espíritu liberado por la llegada de estas Manifestaciones, junto con la influencia de sus enseñanzas y los sistemas sociales establecidos por sus leyes y preceptos, lo que permite progresar a la humanidad en su evolución colectiva. En pocas palabras: las Manifestaciones de Dios son los principales educadores de la raza humana.

Respecto a los diversos sistemas religiosos que han aparecido en la historia humana, Bahá'u'lláh ha dicho:

“Estos principios y leyes, estos sistemas poderosos y firmemente establecidos, han procedido de una sola Fuente y son los rayos de una misma Luz. Que difieran unos de otros debe ser atribuido a los variables requerimientos de los tiempos en los cuales fueron promulgados”.4

Así pues, el principio de la unidad de la religión significa que todos los grandes fundadores religiosos (las Manifestaciones o Profetas de Dios) han procedido de un único Dios, y que todos los sistemas religiosos establecidos por ellos forman parte de un único plan divino dirigido por Dios.

Un aspecto fundamental para que puedan entenderse todas las enseñanzas bahá'ís es la comprensión del papel que desempeña la revelación en la historia humana. En su estudio del concepto de la revelación progresiva, Bahá'u'lláh y 'Abdu'l-Bahá explicaron que cada revelación tiene dos propósitos fundamentales: en primer lugar, cada una de ellas sirve, en general, para aumentar nuestro conocimiento de Dios y su Voluntad para nosotros, así como nuestro conocimiento de los demás y de nosotros mismos. Sin embargo, cada revelación se produce en una época y lugar particulares de la evolución social cuando la humanidad se enfrenta a problemas especiales y tiene necesidades específicas. Así pues, cada revelación tiene el propósito secundario de proporcionar a la humanidad una guía práctica y el conocimiento necesario para resolver los retos del presente. La única diferencia real entre los dos propósitos es que uno es general y el otro específico. En el primer caso, la Manifestación habla a la humanidad de temas universales y aspectos perennes de la vida, como el sufrimiento, el nacimiento, la muerte, el miedo y el amor. Las experiencias que se tienen en estas áreas son los elementos de toda vida humana, sea cual sea la época o el lugar donde se viva. En el segundo caso, la Manifestación habla a la humanidad dentro de las dimensiones de un tiempo y un lugar determinados.

Por tanto, para satisfacer las demandas de cada nueva época, las ordenanzas orientadoras de cada revelación tienen dos aspectos: (1) el universal (o eterno); y (2) el social (o temporal). 'Abdu'l-Bahá describió así estos dos aspectos de la religión:

“Las religiones divinas incorporan dos tipos de ordenanzas. En primer lugar están aquellas que constituyen las enseñanzas esenciales, o espirituales, de la Palabra de Dios. Éstas son la fe en Dios, la adquisición de las virtudes que caracterizan la perfecta naturaleza humana, los valores morales dignos de elogio, la adquisición de dones y méritos que emanan de las refulgencias divinas... en resumen, las ordenanzas que conforman el reino de la moral y la ética. Éste es el aspecto fundamental de la religión de Dios, lo que tiene la mayor importancia, ya que el conocimiento de Dios es el requerimiento fundamental del hombre... Ésta es la base esencial de todas las religiones divinas, la realidad en sí misma, común a todas ellas...En segundo lugar, hay leyes y ordenanzas que son temporales y no esenciales. Son las que afectan a las transacciones y relaciones humanas. Son accidentales y sujetas a cambios, según las exigencias de cada tiempo y lugar. Estas ordenanzas no son permanentes ni fundamentales... Las leyes accidentales o no esenciales, que regulan las transacciones del cuerpo social y los asuntos de la vida cotidiana, son modificables y sujetas a su derogación.“5

Una de las principales fuentes de conflicto entre los distintos sistemas religiosos es el fracaso de sus seguidores en distinguir entre los dos aspectos de la revelación. Como las leyes sociales están sujetas a cambios a medida que evoluciona la humanidad, los creyentes están abocados a dejarse dominar por la ira si consideran que estas leyes son criterios absolutos e inamovibles. Por ejemplo, Jesús cambió varias leyes sociales judías y al hacerlo sembró un gran malestar entre los seguidores ortodoxos de la dispensación mosaica.

Algunos de los principios bahá'ís discutidos en apartados anteriores de este capítulo entran en la categoría de enseñanzas sociales. De acuerdo a las creencias bahá'ís, el problema social más importante de nuestra era es la desunión. Los principios como el establecimiento de un idioma universal auxiliar tienen el claro propósito de ayudar en la práctica a establecer la unidad mundial. No obstante, la unidad es una expresión del amor, mientras que la desunión es una forma de odio. 'Abdu'l-Bahá dijo que el amor es la enseñanza fundamental dada por Dios a la humanidad y es un principio universal y común a todas las religiones. Por consiguiente, los numerosos problemas sociales relacionados con la desunión derivan, en último término, de la falta de espiritualidad. Así pues, los bahá'ís consideran que muchos de los principios que enseñó Bahá'u'lláh (como, por ejemplo, la igualdad entre hombres y mujeres) son tanto expresiones de verdades espirituales universales como factores esenciales en la solución de los problemas sociales de hoy día.

La historia de las religiones se considera una sucesión de revelaciones de Dios. Se emplea la expresión "Revelación Progresiva" para describir este proceso. Por tanto, según los bahá'ís, la revelación progresiva es la fuerza que impulsa el progreso humano y la Manifestación Bahá'u'lláh es el ejemplo más reciente de la revelación. Bahá'u'lláh enseñó que el intervalo de tiempo entre dos Manifestaciones puede ser de unos mil años aproximadamente y que el proceso no se detendrá con Su revelación y que otra Manifestación vendrá después de Él. Según los escritos bahá'ís, el proceso de revelación continuará de manera indefinida en el futuro y la humanidad verá la llegada de numerosas Manifestaciones más.

En realidad, sólo hay una religión: la Religión de Dios. Esta única religión evoluciona continuamente y cada sistema religioso particular constituye una fase en la evolución de la totalidad. La Fe Bahá'í representa el estadio actual en la evolución de la religión. Para enfatizar la idea de que todas las enseñanzas y acciones de la Manifestación están dirigidas por Dios y no tienen su origen en fuentes naturales y humanas, Bahá'u'lláh utilizó el término "revelación" para describir el fenómeno que se produce cada vez que aparece una Manifestación. En particular, los escritos de la Manifestación representan la infalible Palabra de Dios. Como estos escritos permanecen mucho después de que haya terminado la vida de la Manifestación, constituyen una parte de especial importancia en el fenómeno de la revelación.

Otros Principios esenciales

La investigación independiente de la verdad

Una de las principales fuentes de conflicto en el mundo de hoy es el hecho de que muchas personas, de manera ciega y carente de crítica, siguen diversas tradiciones, movimientos y opiniones. Dios ha dado a cada ser humano una mente y la capacidad de distinguir la verdad de la falsedad. Si se deja de utilizar su capacidad de razonamiento y se opta por aceptar ciertas opiniones e ideas sin hacerse preguntas se abandona la básica responsabilidad moral del ser humano. Cuando las personas actúan de ese modo suelen aferrarse con fanatismo a una opinión o tradición volviéndose intolerantes hacia aquellos que no la comparten. Esta actitud, a su vez, puede conducir a conflictos. La historia ha sido testigo de numerosos conflictos e incluso derramamientos de sangre por ligeras alteraciones en la práctica religiosa o un cambio poco importante en la interpretación de una doctrina.

La búsqueda personal de la verdad permite al individuo saber por qué se adhiere a una ideología o doctrina determinada. Los bahá'ís creen que, como sólo hay una realidad, todos descubrirán de forma gradual sus diferentes facetas y, por último, alcanzarán el entendimiento mutuo y la unidad, siempre y cuando busquen sinceramente la verdad. A este respecto'Abdu'l-Bahá dijo:

“Siendo una, la verdad no puede ser dividida y las diferencias que parecen existir entre las naciones no son sino el resultado de su apego al prejuicio. Los hombres estarían unidos si sólo investigaran la verdad.6

Y también:

“El hecho de que imaginemos que nosotros tenemos la razón y todos los demás están equivocados es el mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la unidad es necesaria para llegar a la verdad, pues la verdad es "una".7

Abandonar los prejuicios y las supersticiones

Bahá'u'lláh prestó una atención especial al problema de los prejuicios. Un prejuicio es una fuerte fijación emocional a una idea, sin que importe si dicha idea es razonable o no. Una forma habitual de prejuicio se produce cuando una persona se identifica con un grupo al que pertenece y que considera superior a otros grupos. Por consiguiente, tiene una imagen negativa de todas las personas que no pertenecen al grupo, sin fijarse en sus cualidades individuales. Los prejuicios grupales pueden basarse en criterios raciales, económicos, sociales, lingüísticos u otros. Causan conflictos porque crean desunión entre grupos. El odio creado por un prejuicio puede conducir, y muchas veces así lo ha hecho, al malestar social, a la guerra e incluso al genocidio. Bahá'u'lláh aconsejó con energía a sus seguidores que se esforzaran activamente por librarse de todos los prejuicios y supersticiones sobre la naturaleza humana que fomentan tales aversiones. Él en su principal obra ética, Las Palabras Ocultas, animaba al hombre a reflexionar sobre esta cuestión.

“¡OH HIJOS DE LOS HOMBRES! ¿No sabéis por qué os hemos creado a todos del mismo polvo? Para que nadie se exalte a sí mismo por encima de otro. Ponderad en todo momento en vuestros corazones cómo fuisteis creados. Puesto que os hemos creado a todos de la misma sustancia, os incumbe, del mismo modo, ser como una sola alma, caminar con los mismos píes, comer con la misma boca y habitar en la misma tierra, para que desde lo más íntimo de vuestro ser, mediante vuestros hechos y acciones, se manifiesten los signos de la unicidad y la esencia del desprendimiento”.8

La unidad entre religión y ciencia

Una fuente importante de conflicto y desunión en el mundo actual es la extendida opinión de que hay una oposición básica entre ciencia y religión, que la verdad científica contradice la religión en algunos puntos y que debemos escoger entre ser una persona religiosa y creer en Dios, o ser un científico y seguir los dictados de la razón.

Las enseñanzas bahá'ís subrayan la unidad fundamental entre la ciencia verdadera y la religión verdadera. Este enfoque está implícito en la afirmación de 'Abdu'l-Bahá, citada anteriormente, de que la verdad (o la realidad) es una sola. Pues en tal caso no es posible que algo sea falso desde el punto de vista científico y verdadero desde el punto de vista religioso. El expresó vivamente esta idea en el siguiente pasaje:

“Sí se encuentra que las creencias y opiniones religiosas son contrarias a las normas de la ciencia, son meras supersticiones e imaginaciones; pues la antítesis del conocimiento es la ignorancia y la hija de la ignorancia es la superstición. Es incuestionable que debe haber acuerdo entre la verdadera religión y la ciencia. Si una cuestión resulta ser contraria a la razón, la fe y la creencia en ella son imposibles y no hay otro resultado más que el titubeo y la vacilación”.9

Bahá'u'lláh afirmó que la inteligencia y la capacidad de razonamiento del hombre son un don de Dios. La ciencia es el fruto de nuestro uso sistemático de estos poderes otorgados por la divinidad. Las verdades de la ciencia son, por tanto, verdades "descubiertas". Las verdades de la religión profética son verdades "reveladas", es decir, verdades que Dios nos ha enviado a través de las Manifestaciones.

“Cuando la religión se libere de sus supersticiones, tradiciones y dogmas incomprensibles y manifieste su conformidad con la ciencia, entonces habrá en el mundo una gran fuerza unificadora y purificadora, la cual terminará con todas las guerras, discordias, desavenencias y contiendas, y entonces la humanidad se unirá en el poder del Amor de Dios.”10"'
"Cualquier religión que contradiga a la ciencia o se oponga a ella, es sólo ignorancia, pues la ignorancia es lo opuesto al conocimiento".11
"La Revelación proclamada por Bahá'u'lláh, según creen sus seguidores, es...científica en su método... la verdad religiosa no es absoluta, sino relativa."12

Igualdad entre hombres y mujeres

Mientras que numerosas tradiciones religiosas y filosóficas enseñan que las mujeres deben estar subordinadas a los hombres en ciertos aspectos de la vida social, o incluso que su naturaleza es inferior a la de los varones, la Fe Bahá'í enseña la igualdad entre hombres y mujeres. Tanto Bahá'u'lláh como'Abdu'l-Bahá recalcaron que las mujeres tienen todas las aptitudes intelectuales de los hombres y que en el futuro demostrarán su capacidad para conseguir grandes logros intelectuales y científicos en todos los aspectos de la actividad humana. La única razón por la que las mujeres no han alcanzado todavía este nivel es que no han recibido las oportunidades educativas y sociales adecuadas. Además los hombres, gracias a su mayor fuerza física, han dominado a las mujeres a lo largo de los siglos y han impedido así que desarrollasen su auténtico potencial. 'Abdu'l-Bahá dijo que la humanidad es como un pájaro con dos alas, que la una era el hombre y la otra la mujer y que a menos que las dos alas fueran fuertes e impelidas por una fuerza común el ave no podría volar hacia el cielo.

En el pasado, el mundo ha sido gobernado por la fuerza y el hombre ha dominado a la mujer a causa de sus cualidades más fuertes y agresivas, tanto de cuerpo como de mente. Pero la balanza ya está cambiando, la fuerza pierde su importancia y la vivacidad mental, la intuición y las cualidades espirituales del amor y el servicio, en las que es fuerte la mujer, están obteniendo una mayor preponderancia.

“Por ello la nueva era será menos masculina y estará más imbuida de los ideales femeninos o, para hablar con mayor exactitud, será una era en que los elementos masculino y femenino de la civilización estarán equilibrados de una manera más adecuada.”13

Un aspecto importante de la unidad mundial será la obtención de un mayor equilibrio entre las influencias femenina y masculina en la sociedad. De hecho, será en buena medida como resultado de esta mayor influencia femenina que la guerra será eliminada y se alcanzará la paz permanente:

“En épocas pasadas la humanidad ha padecido de carencias y de ineficacia porque ha estado incompleta. La guerra y sus destrucciones han arrasado el mundo; la educación de la mujer será un poderoso paso hacia su abolición y su fin, pues ella utilizará toda su influencia contra la guerra... En verdad, ella será el mayor factor a la hora de establecer la paz universal y el arbitrio internacional. Sin duda, la mujer abolirá la guerra entre la humanidad.”14

Educación universal gratuita

Como sucede con muchos otros temas de sus enseñanzas, Bahá'u'lláh facilitó orientaciones prácticas para su llamada a la igualdad de oportunidades entre los sexos. Por ejemplo, apremió a la gente a procurar que todos sus hijos recibieran educación. Sin embargo, si las dificultades financieras o de otro tipo lo impidieran en ciertos casos y si la comunidad no pudiese satisfacer estas necesidades, hay que dar preferencia sin ninguna vacilación a la educación de las niñas. Así se cumplen dos objetivos: Primero ayudar a las mujeres a superar los perjuicios de la desigualdad del pasado. En segundo término, ya que las madres son las primeras educadoras de la sociedad, se consigue que la siguiente generación obtenga el mayor beneficio posible de toda la educación que la familia o la sociedad puedan aportar.

La abolición de los extremos de pobreza y riqueza

'Abdu'l-Bahá dijo que

“Las medidas para regularizar las condiciones económicas de la gente deberían ser tales que la pobreza desaparezca. . . Vemos entre nosotros por un lado a hombres cargados de riqueza, y por otro a esos desgraciados que se mueren de hambre, sin nada.. . Este estado de cosas está mal y debe ser remediado. Pero el remedio debe procurarse cuidadosamente. No puede hacerse produciendo la igualdad absoluta entre los hombres. ¡La igualdad es una quimera! ¡Es enteramente impracticable! Aun si la igualdad fuese lograda, no podría continuar... ciertamente, siendo algunos enormemente ricos y otros lamentablemente pobres, es necesaria una organización que controle y mejore este estado de cosas. Es importante limitar la riqueza, como asimismo es de importancia limitar la pobreza. Ningún extremo es bueno... Cuando veamos que la pobreza llega al nivel de inanición, es un signo seguro de que en algún lado hallaremos tiranía. Los hombres deben movilizarse en este sentido, y no demorarse más en cambiar las condiciones que atraen la miseria de la agobiante pobreza a un gran número de personas. Los ricos deben dar de su abundancia, deben ablandar sus corazones y practicar una compasiva comprensión, teniendo en cuenta a aquellos en penurias, que sufren ante la falta de las mínimas necesidades de la vida. Deben promulgarse leyes especiales, que contemplen estos extremos de riqueza y de pobreza... Los gobiernos de los países han de ajustarse a la Ley Divina que da igual justicia para todos."15

La unidad de la humanidad prevista por Bahá'u'lláh es una unidad basada en la justicia. Uno de los ejemplos más hirientes de injusticia en el mundo actual es el grave desequilibrio que existe en las condiciones económicas y materiales. Un porcentaje relativamente pequeño de los seres humanos dispone de riquezas inmensas. Esta minoría mantiene un control esencial sobre los medios de producción y distribución, mientras que la mayoría de la población mundial vive en una pobreza y miseria absolutas. Este desequilibrio existe tanto dentro de las naciones como a nivel internacional; algunos países altamente industrializados son poseedores de grandes fortunas, pero otros permanecen privados de recursos y subdesarrollados. Además, el abismo que separa a los ricos de los pobres sigue ensanchándose cada año, lo que indica que los sistemas económicos existentes son incapaces de restaurar un equilibrio justo. Bahá'u'lláh afirmó que la injusticia económica es un mal moral y así lo condena Dios. En Las Palabras Ocultas Bahá'u'lláh se dirigió a los responsables de la tiranía en los siguientes términos:

“¡OH OPRESORES DE LA TIERRA! Apartad vuestras manos de la tiranía, pues Me he comprometido a no perdonar la injusticia de ningún hombre."16

'Abdu'l-Bahá dijo que la cooperación da vida a la sociedad, del mismo modo que la vida de un organismo se mantiene gracias a la colaboración de los diversos elementos que lo componen:

“...la base de la vida es esta ayuda y amabilidad mutuas, y la causa de la destrucción y la no existencia sería la interrupción de esa ayuda mutua. Cuanto más aspira el mundo a la civilización, más manifiesto se hace este importante asunto de la cooperación”.17

Dentro del marco de un sistema económico basado en la cooperación, las enseñanzas bahá'ís aceptan la idea de la propiedad privada, así como la necesidad de una iniciativa económica privada. Además, los principios económicos que enseñó Bahá'u'lláh no implican que todos los individuos deberían recibir los mismos ingresos. Hay diferencias naturales en las necesidades y aptitudes humanas, y algunas clases de servicio a la sociedad (como la educación, por ejemplo) merecen una compensación mayor que otras.

No obstante, todos los grados de ingresos deberían establecerse dentro de unos límites absolutos. Por una parte, debe haber un nivel mínimo de ingresos que satisfaga las necesidades básicas del bienestar humano y que se garantice para todos. Si, por cualquier motivo (incapacidad u otra desgracia), los ingresos de un individuo fueran inadecuados para satisfacer sus necesidades básicas, el tesoro público debería indemnizarlo. Por otro lado, debería haber también un nivel máximo de ganancias. Mediante un sistema progresivo de impuestos y otras medidas, habría que impedir que un individuo acumulase riquezas superiores a este nivel máximo porque sería acumular una fortuna vasta e innecesaria.

Ciertas diferencias de salarios seguirían existiendo pan, permitir que la sociedad alentase los esfuerzos de aquello (como los médicos o los campesinos) cuyos servicios son especialmente vitales para el bienestar de la comunidad; pero estas diferencias deberían establecerse dentro de límites absolutos bien definidos, para garantizar que nadie sufra privaciones o acumule una riqueza excesiva. Así las enseñanzas económicas bahá'ís contienen algunos elementos en común con los diversos sistemas existentes, pero prevén un orden económico nuevo y único que se basará en una distribución justa de bienes y servicios y que, en su perspectiva global, no tiene ningún equivalente.

El fundamento espiritual de la sociedad

Al tratar las cuestiones económicas y sociales, Bahá'u'lláh y 'Abdu'l-Bahá subrayaron que la reorganización de la actividad económica para reducir los conflictos de intereses es sólo una parte de la solución. La auténtica raíz de la injusticia económica es la codicia humana. Así pues, las actitudes deben cambiar también de un modo fundamental. Si las personas siguen siendo egoístas, inmaduras, codiciosas y carentes de valores espirituales, incluso el plan económico más perfecto fracasaría. Una solución satisfactoria a la actual calamidad económica del mundo radica en un cambio profundo de mentalidad y sentimientos, como sólo la religión puede conseguir:

“Los fundamentos de toda la condición económica son de naturaleza divina y están asociados con el mundo del corazón y del espíritu."18

Este principio se considera válido no sólo para las cuestiones económicas, sino para todo el abanico de actividades y problemas humanos. Las enseñanzas bahá'ís insisten en que la naturaleza fundamental del ser humano es espiritual y no puede haber una solución duradera a ningún problema humano que no sea una solución espiritual. En definitiva, todo está relacionado con el propósito espiritual de la existencia humana que es el conocimiento y amor a Dios, así como el desarrollo de las cualidades y virtudes humanas.

Por ello, Bahá'u'lláh y 'Abdu'l-Bahá facilitaron unas orientaciones que abarcan un enorme ámbito de la actividad humana. No puede haber ninguna división tajante entre el aspecto secular y el religioso de la vida. Toda la vida debe vivirse desde la perspectiva espiritual si ha de vivirse de manera completa. Dado que la religión, representada por la revelación progresiva de Dios al hombre, tiene la dimensión espiritual de éste como su centro especial de atención, la conclusión lógica es que sólo la verdadera religión puede formar la base de la sociedad, mientras que todos los intentos puramente humanos de resolver los problemas del mundo sin referirlos a la religión y a la voluntad de Dios para el hombre están condenados al fracaso. A este respecto escribió Shoghi Effendi:

“(La Humanidad)…se ha extraviado en demasía y ha sufrido un declive demasiado grande para redimirse sin ayuda mediante los esfuerzos de sus mejores gobernantes y hombres de estado reconocidos, por muy desinteresados que sean sus motivos y por muy concertada que sea su acción... Ningún plan que puedan concebir todavía los cálculos de las más altas instancias; ninguna doctrina que puedan confiar en avanzar los más distinguidos exponentes de la teoría económica; ningún principio que pueda tratar de inculcar el más ardoroso de los moralistas, puede proporcionar, como último recurso, las bases adecuadas sobre las que pueda construirse el futuro de un mundo confundido”.19

Un idioma internacional auxiliar

La multiplicidad de idiomas que caracteriza el mundo moderno es un importante impedimento para la unidad mundial. A nivel de comunicación práctica, la existencia de tantos Tipos lingüísticos diferentes corta el libre flujo de información y dificulta que el individuo monolingüe medio tenga una perspectiva universal de los acontecimientos mundiales. También existe la tendencia, por parte de algunos grupos o naciones, a aferrarse a su lengua y literatura y, en consecuencia, considerarlas superiores a las de otros pueblos. Este chauvinismo lingüístico conduce con frecuencia a conflictos.

Por tanto, no sorprende que la prescripción de Bahá'u'lláh de la unificación de la humanidad incluyese la adopción de un idioma auxiliar universal. Insistió en que un único lenguaje se enseñase como segundo idioma en todos los sistemas educativos del mundo. Así, en una generación, todos aprenderían su lengua madre y, además, la lengua universal. Ésta podría ser una inventada, como el esperanto, o un idioma natural ya existente. La ventaja de un idioma natural radica en que una cierta parte de la población mundial ya habría aprendido a hablarlo. Sin embargo, una lengua inventada tendría la virtud de ser neutral desde el punto de vista emotivo y permitiría la existencia de una gramática más simplificada y regular. Existe una interesante conexión histórica entre la Fe Bahá'í y el esperanto, la lengua inventada por el Dr. Zamenhof. Su hija Lydia era un miembro activo de la Fe Bahá'í, y 'Abdu'l-Bahá elogió a su padre por su logro. Aunque jamás afirmó que el esperanto se convertiría en la lengua universal, sí dijo que ayudaría de manera significativa a la causa de la unidad mundial. Como mínimo, la invención de una lengua viable como el esperanto muestra que algo así es posible y, por tanto, la humanidad no está obligada a elegir sólo entre los idiomas naturales ya existentes. Este hecho puede servir para reducir la resistencia a la idea de una lengua universal, sin tener en cuenta qué lengua, natural o artificial, acabe por ser escogida por las naciones del mundo. De este modo, los bahá'ís creen que una lengua universal auxiliar fomentará la unidad al facilitar la comunicación, al tiempo que dará acceso universal a la riqueza cultural de las culturas minoritarias; y de hecho las preservará y protegerá. Éste es un ejemplo típico de la manera de Bahá'u'lláh de promover la unidad en la diversidad y no la mera uniformidad por conveniencia.

Los bahá'ís están comprometidos con el principio de establecer una lengua universal auxiliar, pero no se manifiestan a favor de un idioma concreto sobre ningún otro, sea natural o inventado. La elección de la lengua que habrá de utilizarse la realizará un comité internacional de expertos y será ratificada por las naciones del mundo. Bahá'u'lláh subrayó que el idioma universal tendría carácter auxiliar, es decir, no suprimiría los idiomas naturales que existen en la actualidad. El concepto de unidad en la diversidad debe aplicarse a las diferencias de idioma del mismo modo que se aplica a otras diferencias. Como las presiones en favor de la asimilación de grupos lingüísticos minoritarios proceden del crecimiento natural de los grupos mayoritarios, la existencia de una lengua auxiliar universal ayudaría a preservar las lenguas minoritarias y, por tanto, los esquemas culturales minoritarios.

Establecimiento de la paz universal

“Los líderes religiosos, los representantes de las teorías políticas, los gobernantes de las instituciones humanas que presencian actualmente con perplejidad y consternación el quebranto de sus ideas y la desintegración de sus obras, harían bien en volver su mirada hacia la Revelación de Bahá'u'lláh y en meditar sobre el Orden Mundial el que, contenido en Sus enseñanzas, se yergue lenta e imperceptiblemente en medio del tumulto y del caos de la civilización actual.”20

De estas palabras se infiere que Bahá'u'lláh ha sido elegido por Dios para establecer la paz universal entre los hombres. Él declara que la milenaria profecía de la Biblia “no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” es una fase de evolución en la que hemos entrado de forma inevitable. Para conseguir esa paz mundial, Bahá'u'lláh aclara primero que es indispensable que la unidad orgánica de la raza humana sea reconocida de forma unánime; El afirma:

“El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida”21

Los bahá'ís trabajan diariamente para que este principio alcance cuanto antes su culminación definitiva. Y para ello, entre otras cosas, tratan de promulgar y aplicar ese consejo que aparece en las escrituras bahá'ís:

“Cuando se os presente un pensamiento de guerra, oponerle uno más fuerte en favor de la paz. Un pensamiento de odio debe ser destruido por uno más grande de amor. Los pensamientos de la guerra traen consigo la destrucción de toda armonía, bienestar, tranquilidad y felicidad. Los pensamientos de amor traen consigo la construcción de una verdadera hermandad, paz, amistad y felicidad. Cuando los soldados del mundo sacan sus espadas para matar, los soldados de Dios deberían unir sus manos...”22

Los Convenios de Dios

Los bahá’ís creen que Dios ha establecido convenios con el hombre. Para ellos han sido el “Gran Convenio” y los "Convenios Menores”, siendo el primero de carácter eterno y los segundos sujetos a cambios según la época en que sean establecidos por las Manifestaciones de Dios.

El “Gran Convenio”

Según Bahá'u'lláh, Dios ha prometido que enviará una serie de Manifestaciones para guiar e instruir al hombre. En los escritos bahá'ís esta promesa se denomina el "Gran Convenio". La sucesión de Manifestaciones o Mensajeros de Dios se remonta hasta el alba de los tiempos: Moisés sucedió a Abraham; Jesús siguió a Moisés; y Muhammad apareció después de Jesús. En esta época la sucesión prometida se ha cumplido con la venida de Bahá'u'lláh.

Cada uno de los otros mensajeros divinos, tanto los que constan en la historia escrita como aquellos cuyo recuerdo se ha perdido, ha desempeñado un importante papel en el orden divino de las cosas. La cuestión de la sucesión de Manifestaciones es el tema principal del Kitáb-i-Iqán (Libro de la Certeza). El concepto de convenio o alianza puede encontrarse en las escrituras de muchas religiones. Por ejemplo, en la Biblia, Génesis 17, se describe la alianza de Dios con Abraham y se dice que éste se convertiría en "padre de una multitud de pueblos". El pasaje continúa así: "Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos y saldrán de ti reyes. Y estableceré mi alianza entre nosotros dos y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: una alianza eterna, de ser yo el Dios tuyo y el de tu posteridad."1

Ahora, es evidente que aquel convenio no era sólo para judíos y cristianos, quienes eran los descendientes de Abraham a través de su hijo Isaac, nacido de su primera mujer, Sarah), sino también para los descendientes de los matrimonios de Abraham con Agar (2) y Queturá.3 Como el profeta Muhammad descendía de Ismael, hijo de Abraham y Agar,(4) los musulmanes se consideran coherederos del convenio de Abraham. Bahá'u'lláh por su parte descendía de Abraham por la tercera esposa del patriarca, Queturá.5 Así pues, los bahá'ís ven el convenio de Abraham como la fuerza impulsora de la aparición de al menos cuatro importantes Mensajeros de Dios:

1 -Moisés y Jesús a través de Isaac, hijo de Sarah. 2 -Muhammad a través de Ismael, hijo de Agar. 3 -Bahá'u'lláh a través de Queturá.

Un convenio es un acuerdo o contrato que implica obligaciones por ambas partes. La parte de Dios en el "Gran Convenio" es su promesa de enviar una serie de Manifestaciones. Bahá'u'lláh enseñó que los seres humanos, a cambio de este compromiso divino, tenemos una doble obligación hacia Dios: reconocer y aceptar la Manifestación cuando aparece y esforzarnos por llevar a la práctica las enseñanzas que dé la Manifestación. El dijo: "Estos deberes gemelos son inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro".6 Por esta razón los bahá'ís de origen judío, cristiano o de otras religiones no creen haber abandonado su fe anterior para convertirse en bahá'ís. Creen que responden a sus obligaciones como creyentes y seguidores de aquella Manifestación de Dios que fundó su misma tradición religiosa. Ellos, por así decirlo, han "mantenido el Convenio" al reconocer la sucesión de Manifestaciones de Dios, en vez de seguir sólo a una y considerar sus enseñanzas como superiores a todas las demás. Consideran que han cumplido las obligaciones espirituales que heredaron de su fe de origen.

Hay que destacar otro punto del concepto bahá'í de “Gran Convenio” y es que así como la serie de Manifestaciones no tuvo principio, tampoco tendrá fin. La revelación bahá'í no afirma ser la etapa final en la guía de Dios sobre la evolución espiritual humana. "Dios ha enviado a sus Mensajeros para suceder a Moisés y Jesús, y seguirá haciéndolo hasta el 'fin que no tiene fin'..."7 Los escritos bahá'ís contienen la afirmación de que, "cuando hayan transcurrido mil años completos", otro Mensajero o Manifestación de Dios aparecerá para llevar adelante el inacabable proceso de la evolución.8

El “Convenio Menor”

Dentro de este convenio global hay otros lazos entre el hombre y Dios, referidos a fases específicas en la evolución de la humanidad y en el desarrollo de la civilización. Ambos han recorrido muchas etapas y los bahá'ís creen que cada una de las religiones reveladas ha servido para alcanzar un objetivo concreto en el proceso total. Del mismo modo que un niño aprende diferentes habilidades (comer, andar, leer, trabajar con otros, etc.) de manera gradual y progresiva en su proceso de maduración, también la humanidad ha crecido poco a poco hacia la madurez espiritual, centrando sucesivamente su atención en el desarrollo de diferentes capacidades espirituales.

Por ejemplo, gracias a la revelación de Abraham, los hebreos se hicieron conscientes de la unidad de Dios (monoteísmo) y fueron capaces de explorar las potencialidades del desarrollo humano que revelaba esta gran verdad. Con el tiempo este concepto llegó a influir profundamente en las civilizaciones occidental e islámica. De forma similar, Moisés reveló la "Ley de Dios" a la humanidad, Budha le mostró el modo de alcanzar el desapego del yo y Jesucristo enseñó el amor a Dios y al prójimo. Bahá'u'lláh explicó que este desarrollo gradual de la conciencia espiritual del hombre es tan natural como necesario. El niño debe aprender a andar antes de que pueda correr y saltar.

Para realizar una tarea concreta, uno ha de aprender los medios adecuados para ello. Según las creencias bahá'ís, cada Manifestación ha proporcionado estos medios esenciales a todos los que han reconocido su posición, estableciendo un convenio entre sus seguidores y Él mismo. En las enseñanzas bahá'ís, este convenio es denominado el "Convenio Menor" y es reformulado por cada Mensajero de Dios de acuerdo a las necesidades cambiantes de una raza humana en proceso de evolución. Es "menor" no porque carezca de importancia, sino porque tiene validez dentro del marco de los objetivos y propósitos del “Gran Convenio”. El ‘” “Convenio Menor” puede denominarse "convenio auxiliar" o "convenio subsidiario", puesto que ayuda a llevar a cabo los propósitos más amplios y eternos de Dios.

Los eruditos bahá'ís han comentado que también hay referencias al "Convenio Menor" en las escrituras de otras religiones. En Deuteronomio 29:9-13, Moisés hizo una "alianza jurada" con sus seguidores, el pueblo de Israel, de que Dios sería su protector y defensor si ellos, a su vez, eran "su pueblo" y obedecían sus leyes. Un modelo análogo existe en el Nuevo Testamento, en Mateo 7:7-8 y 28:19-20, allí pueden comprobarse las promesas que Jesús hizo a sus seguidores de que si obedecían sus enseñanzas recibirían poderes y bendiciones. Ordenó a los cristianos: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes", "enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado". A cambio, les prometió: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá".

Como ya se ha comentado, los bahá'ís consideran que la misión específica de la revelación bahá'í es el establecimiento de la unidad mundial. El Convenio de Bahá'u'lláh, por tanto, está encaminado hacia ese fin. Para los bahá'ís, la unidad mundial debe implicar no sólo el surgimiento de un fuerte sentimiento de fraternidad y amor entre todos los pueblos, sino también la creación de instituciones de ámbito global, necesarias para el desarrollo de una vida social armoniosa y unificada sobre el planeta. Hay que eliminar la guerra para siempre y establecer firmemente la paz entre todas las naciones y comunidades de la Tierra.

En los escritos bahá'ís esta visión del futuro de la humanidad se llama "Orden Mundial de Bahá'u'lláh”. Es una visión de alcance sobrecogedor. Mientras la mayoría de las personas estarían probablemente de acuerdo con que este objetivo bahá'í merece la pena, otros muchos considerarían utópico pensar que una sociedad ideal semejante pueda llegar a conseguirse. Además, mucha gente cree que la religión debería preocuparse exclusivamente por el desarrollo interno del individuo y les sorprende descubrir una fe que pone tanto énfasis en la vida colectiva de la raza humana, en formas de organización social y en el logro de metas sociales.

El papel principal a la hora de poner las bases del sistema de Bahá'u'lláh lo desempeñó su hijo, 'Abdu'l-Bahá seguido de Shoghi Effendi Rabbani como Guardián de la comunidad bahá'í e intérprete de las escrituras sagradas tras la muerte de este y actualmente a la Casa Universal de Justicia.

La convicción de que la unidad mundial puede lograrse, junto con su dedicación y ganas de trabajar en favor de ese objetivo, es probablemente la característica más destacada de la comunidad bahá'í. Es la diferencia más evidente entre la Fe Bahá'í y las religiones reveladas anteriormente. Respecto a sus enseñanzas espirituales y doctrinas básicas, la Fe Bahá'í tiene muchos puntos de contacto con las religiones tradicionales, especialmente las del grupo semítico (Judaísmo, Cristianismo e Islam). Pero la prioridad bahá'í de conseguir la unidad mundial y una civilización global que surjan de la fe en el Convenio que Bahá'u'lláh estableció con ellos es tan contemporánea como única. En un conocido análisis de las posibilidades de que se alcance la unidad mundial y una civilización global, el sociólogo norteamericano Warren Wagar dijo: "...de todas las religiones positivas presentes en la época contemporánea y que afirman poseer autoridad divina, la única que está consagrada sin la menor ambigüedad y casi de manera obsesiva a la labor de unificar la humanidad es la Fe Bahá'í.”9

La administración bahá’í

La construcción de un mundo unido necesita nuevas formas de organización social. Bahá'u'lláh predijo en el siglo XIX que los sistemas utilizados durante centurias llegarían a un momento de colapso porque ya no cumplen con los requerimientos del hombre moderno. Él dijo: “Pronto el orden actual será enrollado y uno nuevo desplegado en su lugar.”10

En lugar del viejo orden, caracterizado por las divisiones y conflictos, se establecería, según Bahá'u'lláh, un orden nuevo basado en sus principios y normas espirituales: “El equilibrio del mundo ha sido trastornado por la vibrante influencia de este más grande, este nuevo Orden Mundial. La vida ordenada de la humanidad ha sido revolucionada por la acción de este único, este maravilloso sistema; nada que se le parezca han presenciado ojos mortales nunca.”11 Bahá'u'lláh mismo puso las bases para este orden, uno de cuyos pilares es el orden administrativo bahá'í. Esta administración, que se encuentra todavía en su fase embrionaria y que irá desarrollándose paulatinamente según las condiciones vayan progresando a favor de la unidad mundial.

Sus características básicas son:

  1. En la Fe Bahá'í no hay clero, ni sacerdotes, ni líderes que gobiernen sobre los demás. Tampoco existe una clase dirigente o de tipo profesional exclusiva. En su lugar, todo tipo de personas, ricos y pobres, analfabetos y eruditos, blancos y negros, jóvenes y viejos, todos por igual, participan en la administración bahá'í. Nadie tiene un privilegio mayor que otro.
  2. Las instituciones de la administración bahá'í operan en tres niveles: local, nacional e internacional. Todas ellas son órganos formados por personas elegidas en unas elecciones donde no hay candidaturas, nominaciones ni propaganda. Todos los bahá'ís adultos pueden elegir y ser elegidos para estas instituciones. En cada ciudad donde viven más de nueve bahá'ís adultos se elige anualmente la Asamblea Espiritual Local de esta ciudad. La Asamblea consulta y coordina los asuntos de la comunidad conjuntamente con los demás miembros.
  3. En cada país se elige anualmente una Asamblea Espiritual Nacional de entre los bahá'ís. La Asamblea Nacional coordina y dirige las actividades bahá'ís en consulta con toda la comunidad nacional.
  4. La institución que coordina y dirige la comunidad bahá'í a nivel mundial se llama Casa Universal de Justicia. Esta institución tiene nueve miembros, elegidos, en la actualidad, cada cinco años, de entre todos los bahá'ís del planeta. Su sede se encuentra en el Monte Carmelo, Haifa, Israel (Tierra Santa), donde se halla el centro espiritual y administrativo de la Fe Bahá'í. La participación en la administración bahá'í se contempla como un servicio a la humanidad y se invita a todos a participar por igual. La administración bahá'í descansa sobre los valores éticos y espirituales y se fundamenta en una consulta amistosa entre los bahá'ís, tanto a nivel comunitario como en los diferentes órganos administrativos bahá'ís.

Bahá'u'lláh dice: “En todos los asuntos tomad consejo juntos, por cuanto la consulta es la lámpara de guía que alumbra el camino y confiere entendimiento.”12

Calendario bahá'í

El calendario bahaí fue establecido por el Báb. El año consta de 19 meses de 19 días y 4 ó 5 días que se intercalan entre éstos para completar un año solar. El Año Nuevo (llamado Naw Rúz) tiene lugar durante el equinoccio de verano, el 21 de marzo, al final del mes del ayuno, y es equivalente a la fiesta tradicional persa de Año Nuevo (Noruz). La Fe Bahá'í contempla 11 días sagrados al año, 9 de los cuales requieren que no se realice trabajo. Esos días conmemoran aniversarios importantes de la historia de la Fe.

Los Bahá'ís y las Naciones Unidas

La Fe Bahá'í enseña que una verdadera religión debe promover la unidad y que en estos momentos la unidad es el requisito indispensable para lograr la paz Mundial. Entre las medidas que la comunidad bahá'í promueve que contribuyen a la unidad mundial figuran:

  1. Una federación de naciones.
  2. Una lengua internacional auxiliar.
  3. La coordinación de la economía mundial.
  4. Un sistema mundial de educación.
  5. Un código de derechos humanos para todos los pueblos.
  6. Un mecanismo integrado para la comunicación global.
  7. Un sistema mundial de moneda, pesas y medidas.

Convencidos de que las Naciones Unidas representan un gran esfuerzo en el camino de la unificación planetaria, los bahá'ís apoyan su trabajo de todas las maneras posibles. La Comunidad Internacional Bahá'í está acreditada con rango consultivo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Las oficinas de la Comunidad en Nueva York y Ginebra y los bahá'ís de muchos países participan con regularidad en conferencias, congresos y seminarios sobre la vida socioeconómica de nuestro planeta.

Los sufrimientos que han soportado sus propios correligionarios como víctimas de la persecución religiosa han hecho que los bahá'ís sean especialmente sensibles a las enseñanzas de Bahá'u'lláh sobre los derechos humanos. La Comunidad Internacional Bahá'í participa activamente en las consultas de las Naciones Unidas que traten sobre los derechos de las minorías, el estatus de la mujer, la prevención del crimen, el control de narcóticos, el bienestar de la infancia y la familia y el movimiento hacia el desarme.

Otras enseñanzas bahá’ís

Oración y meditación

Una de las leyes más importantes que prescribió Bahá'u'lláh para la disciplina individual es la oración y la meditación diarias. Se han publicado antologías de las oraciones de Bahá'u'lláh y 'Abdu'l-Bahá en numerosos idiomas, y en español existe una edición de casi trescientas páginas dedicada exclusivamente a las meditaciones de Bahá'u'lláh. Estos libros sirven a los bahá'ís como recursos para su vida espiritual.

Más allá del mandato general de orar y meditar, Bahá'u'lláh también ordenó a todos los creyentes que hubieran alcanzado la "edad de la madurez" (El Kitáb-i-Aqdas fija la edad de madurez a los quince años. Al alcanzar esta edad, el creyente individual asume la plena responsabilidad de su propia vida y desarrollo espiritual, aunque para otros aspectos de la vida solo pueden tener independencia de criterios hasta los 21) que recitaran diariamente una oración obligatoria. Ésta tiene tres formas distintas y cada individuo es libre de escoger aquella que prefiera para ese día. La llamada "Oración Obligatoria Corta", por ejemplo, ha de recitarse en algún momento entre el mediodía y la puesta de sol:

“Soy testigo, ¡Oh mi Dios!, de que Tú me has creado para conocerte y adorarte. Soy testigo en este momento de mi impotencia y tu poder, de mí pobreza y tu riqueza. No hay otro Dios más que Tú, el que Ayuda en el Peligro, el que Subsiste por Sí Mismo”.1

Universalización de los poderes públicos

La Fe Bahá'í propone que para conseguir un mundo realmente unido se han de poseer unas estructuras organizativas a nivel internacional. A nivel ejecutivo: un auténtico Gobierno federal mundial; a nivel legislativo: un Parlamento internacional; y a nivel judicial: un Tribunal internacional de justicia.

Normas éticas y morales

Bahá'u'lláh ha revelado un sistema de normas y leyes de carácter espiritual cuyo fin es el correcto desarrollo de las potencialidades humanas. El hombre es un ser espiritual, de ahí la necesidad de que su conducta, tanto interna como social, siga estas normas espirituales, tal como su cuerpo obedece las pautas de las leyes físicas. Éstas son algunas de las normas espirituales traídas por Él:
1- Los bahá'ís son alentados a tener una conducta ética y una moral elevada a través del desarrollo de atributos tales como la veracidad y la sinceridad, pureza y limpieza de mente y cuerpo, cortesía, humildad, honradez, justicia, compasión, misericordia y perdón, castidad y fidelidad. Estos atributos deben gobernar la vida diaria de los bahá'ís.

2- La oración es el alimento espiritual. En las escrituras bahá'ís leemos:

“Nada hay más dulce en el mundo de la existencia que la oración. El hombre debe vivir en un estado de oración. La condición más bendita es la condición de oración y de súplica. La oración significa conversar con Dios.” 2

3- El servicio a la humanidad es contemplado como una forma de adoración. 4- La promoción del bienestar y la paz de la humanidad constituyen el máximo interés de los bahá'ís. 5- Bahá'u'lláh enseñó que la ingestión de alcohol y drogas narcóticas o alucinógenas daña nuestras facultades físicas y mentales más elevadas y, por tanto, obstaculizan nuestro desarrollo espiritual. Los bahá'ís tienen prohibido utilizar esas sustancias bajo cualquier forma. La única excepción es el derecho del médico a recetar alcohol o drogas en los casos en que no hay otro tipo de tratamiento alternativo. No hay ninguna otra prohibición de comidas o bebidas en las enseñanzas bahá'ís. Fumar tabaco, por ejemplo, no está prohibido, aunque está fuertemente condenado por considerarse dañino para la salud física y, a menudo, molesto para los demás.

6- La murmuración, habladuría y calumnia son censurados, ya que causan división entre la gente. Abstenerse de las murmuraciones. Bahá'u'lláh condenó el murmurar y criticar a otros por considerarlo extremadamente dañino para la salud espiritual:

"la murmuración apaga la luz del corazón y extingue la vida del alma.”3

La murmuración se define como criticar a otras personas en presencia de terceros, se trate de una crítica maliciosa o no. Los miembros de la comunidad bahá'í pueden expresar su preocupación por los actos de otros, siempre que se haga de manera confidencial y ante su Asamblea Espiritual Local, pero deben dejar el asunto en manos de la asamblea espiritual y evitar toda discusión posterior al respecto.

El trabajo con espíritu de servicio es veneración

Para el Bahá'í, el trabajo es un deber religioso y no deben haber ricos ociosos ni pobres ociosos. Cada cual debe prestar el mejor servicio de que sea capaz por el bien general. Dice 'Abdu'l-Bahá:

“En la Causa Bahá'í las artes, las ciencias y todos los oficios son (considerados como) veneración. El hombre que hace una hoja de papel con lo mejor de su capacidad, conscientemente, concentrando todas sus fuerzas en perfeccionarla, está alabando a Dios. En resumen, todo esfuerzo y empeño puesto por el hombre con la plenitud de su corazón es veneración, si está impulsado por motivos elevados y por la voluntad de servir a la humanidad.”4

Bahá'u'lláh dice:

"No perdáis vuestro tiempo en ocio e indolencia, y ocupaos de lo que os beneficie a vosotros y a otros también… El más despreciable de los hombres ante Dios es quien se sienta y mendiga."5

¡Cuánto del llamado “trabajo” en la actualidad no da ningún beneficio a la humanidad, o más aun, es perjudicial (el aparentemente simple y natural hecho de comprar barato y vender caro, por ejemplo), o valerse del ingenio propio para sacar dinero del bolsillo de otros y ponerlo en el propio sin prestar ningún servicio útil o equivalente por el beneficio obtenido! Si todos trabajasen y si todo fuese trabajo, sea mental o manual, de índole provechosa para la humanidad, como ordena Bahá'u'lláh, entonces las reservas de todo lo necesario para una vida sana, cómoda y noble alcanzarían ampliamente a todos.

Cielo e Infierno

Bahá'u'lláh dice que estamos preparados ya para saber el verdadero significado del infierno y del cielo. Dos de los más importantes factores que debemos recordar son los siguientes:

  1. Nuestras almas son inmortales y continúan viviendo después de que nuestros cuerpos hayan muerto.
  2. Nuestras acciones en este mundo darán su resultado aún después de que nuestra alma deje el cuerpo.

El mundo al que el alma entra después de dejar el cuerpo, es muy diferente al mundo al que estamos acostumbrados. 'Abdu'l-Bahá dice que este mundo es tan distinto a nuestro mundo como nuestro mundo es tan diferente al vientre de la madre donde el niño vive antes de nacer. Y de la misma manera que un niño se prepara para la vida en este mundo desarrollando sus ojos, oídos y extremidades, los cuales él no necesita dentro del vientre materno pero sin ellos no podría vivir una vida normal y sana en este mundo, nosotros también debemos preparamos para una vida feliz en ese otro mundo en que nuestras almas renacerán después de haber dejado este. En el otro mundo no necesitaremos ojos ni oídos físicos, pero necesitaremos cualidades espirituales, que podremos adquirir en este mundo siguiendo las enseñanzas qué Dios nos ha enviado a través de Sus Mensajeros. Hay, sin embargo, una gran diferencia entre la condición de un niño en el vientre de su madre, y el de una persona que ésta viviendo en este mundo. El niño no es responsable de su desarrollo porque el no puede escoger y no se puede ayudar a si mismo de manera alguna. Pero una vez en este mundo, se le da el derecho de escoger entre lo correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo. Somos, por lo tanto, responsables de nuestro desarrollo espiritual, y si fallamos y no fortalecemos y hacemos saludable nuestro espíritu, seremos muy infelices en el otro mundo. A este estado de infelicidad se le llama infierno. Si es que por otra parte, nos esforzamos por obedecer las leyes de Dios, estamos preparándonos para una vida de felicidad en el otro mundo y gozaremos de un estado de felicidad que llamamos cielo. Bahá'u'lláh dice que el cielo es la cercanía de Dios y el infierno es estar privado de esta bendición.

Prescripción del ayuno

Como ocurrió en otras religiones reveladas, la Fe Bahá'í considera muy valiosa la práctica del ayuno como disciplina para el alma. Bahá'u'lláh designó un período de diecinueve días cada año en que los bahá'ís adultos deben ayunar cada día desde el amanecer hasta el anochecer. Este período coincide con el mes bahá'í de 'Alá (que significa Sublimidad), desde el 2 hasta el 20 de marzo, ambos inclusive. Éste es el mes que precede de manera inmediata al Naw-Rúz o Año Nuevo bahá'í, que se celebra el día del equinoccio de primavera; por tanto, el período de ayuno se ve como un tiempo de preparación y regeneración espirituales para las actividades del nuevo año. Sin embargo, según el Kitáb-i-Aqdas, las mujeres que estén criando a un hijo o embarazadas, los ancianos, los enfermos, los que viajan, los que realicen trabajos pesados y los niños menores de quince años están exentos de observar el Ayuno. Durante el Ayuno los bahá'ís se levantan y desayunan antes del amanecer. Luego se privan de comer y beber hasta el anochecer. Suelen comenzar el día con unas oraciones recitadas en familia, y las horas que normalmente se emplearían para preparar y tomar las comidas durante las horas de luz suelen ocuparse en la recitación de oraciones y la meditación.

Matrimonio

La ley bahá'í considera el matrimonio como una institución social y espiritual. No sólo afecta a la pareja y a sus hijos, sino también a los padres, abuelos, nietos y otros parientes menos allegados. De hecho, afecta (o debería afectar en una sociedad sana) a todas las demás asociaciones comunitarias que la rodean puesto que el matrimonio es la base de la familia y esta es la base de la sociedad. Por consiguiente Bahá'u'lláh puso un gran énfasis en educar a la pareja para que ambos aprendan a reconocer las debilidades y limitaciones del otro y estén así bien protegidos de cometer errores frívolos en sus relaciones mutuas. Un bahá'í que desee casarse debe obtener el consentimiento de sus padres naturales vivos, así como los del futuro cónyuge (tanto si es bahá'í como si no). A diferencia de una tradición que ha prevalecido durante largo tiempo en Oriente, los padres no tienen el derecho de elegir la pareja para sus hijos o hijas. Sin embargo, en contra de las condiciones existentes en Occidente en la actualidad, la pareja no es libre de tomar, por sí misma y sin el consentimiento de sus padres (que pueden verse directamente afectados por las consecuencias), una decisión que influirá íntimamente en muchas otras personas. Las enseñanzas bahá'ís ordenan la castidad previa al matrimonio aunque el instinto sexual es un don relacionado con la procreación, el placer sexual es perfectamente licito dentro del mismo y coadyuva al fortalecimiento del vínculo matrimonial. Los escritos bahá'ís dan una gran importancia al mantenimiento de una fidelidad absoluta en el matrimonio pues esto ayuda a la estabilidad familiar y por ende a la estabilidad de la sociedad y a su unidad. Aunque el matrimonio no es en absoluto obligatorio a los bahá'ís se les recomienda vivamente como “como una fortaleza para el bienestar”. Por otro lado el celibato, lejos de ser considerado como una virtud especial, es definido en los escritos bahá'ís como indeseable a los ojos de Dios. El matrimonio bahá’í no tiene ninguna fórmula establecida y puede ser extremadamente simple. Todo lo que requiere estrictamente es el intercambio de un juramento revelado en el Kitáb-i-Aqdas: “En verdad, todos acataremos la voluntad de Dios”. La ceremonia debe estar autorizada por una asamblea espiritual, que habrá comprobado el consentimiento de los padres y habrá designado a los testigos. A menudo, unas oraciones y unas lecturas espirituales escogidas por los novios, junto con algo de música, completan el acto.

Este escrito de Bahá'u'lláh es una guía para la vida ética de un bahá'í:

“Sé generoso en la prosperidad y agradecido en la adversidad; sé digno de la confianza de tu prójimo y mírale con rostro resplandeciente y amistoso. Sé para el pobre un tesoro, para el rico un amonestador. Sé el que responde a la llamada del menesteroso y guarda la santidad de tu promesa. Sé recto en tu juicio y moderado en tu palabra. No seas injusto con nadie y muestra a todos mansedumbre. Sé como una lámpara para quienes andan en tinieblas, una alegría para los entristecidos, un mar para los sedientos, un asilo para los afligidos, un sostenedor y defensor de la víctima de la opresión. Que la integridad y la rectitud distingan todos tus actos. Sé un hogar para el forastero, un bálsamo para el que padece, un baluarte para el fugitivo. Sé ojos para el ciego y una luz de guía para los pies que yerran. Sé un ornamento del semblante de la verdad, una corona sobre la frente de la fidelidad, un pilar del templo de la rectitud, un hálito de vida para el cuerpo de la humanidad, una insignia de las huestes de la justicia, un lucero sobre el horizonte de la virtud, un rocío para la tierra del corazón humano, un arca en el océano del conocimiento, un sol en el cielo de la munificencia, una gema en la diadema de la sabiduría, una luz refulgente en el firmamento de tu generación, un fruto del árbol de la humildad.”6

Citas

Fuentes consultadas


CASA UNIVERSAL DE JUSTICIA

DAHL, A. L.

HATCHER, WILLIAM S. y J. DOUGLAS MARTIN

HATCHER, W. S.

NABÍL-I-A'ZAM (MUHAMMAD-I-ZARANDÍ)


NICOLAS, A. L. M.


RABBANÍ, R.


SCHAEFER, U.

  • La Luz Brilló en las Tinieblas: Cinco estudios sobre la revelación después de Cristo, Terrassa, Editorial Bahá'í de España, 1988.


SHOGHI EFFENDI

  • El Advenimiento de la Justicia Divina, Buenos Aires, EBILA, 2da ed., 1974.
  • Bahá'í Administration, Selected Messages 1922-2932, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1928, 7ma ed., 1974.
  • The Bahá'í Faith 1844-1952, Wilmette, Bahá’í Publishing Trust, 1953.
  • Citadel of Faith, Messages to America, 1947-1957, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1965.
  • La Dispensación de Bahá'u'lláh, Buenos Aires, EBILA, 2da ed., 1973.
  • Dios Pasa, Buenos Aires, EBILA, 1974.
  • High Endeavors, Messages to Alaska, National Spiritual Assembly of the Bahá'ís of Alaska, 1976.
  • Messages to the Bahá’í World 1950-1957, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1951, 2da ed., 1971.
  • Messages to Canada, Toronto, National Spiritual Assembly of the Bahá'ís of Canada, 1965.
  • Principios de Administración Bahá'í, Buenos Aires, EBILA, 2da ed. rev., 1978.
  • El Día Prometido ha Llegado, Buenos Aires, EBILA, 1973.
  • The World Order of Bahá'u'lláh, Selected Letters, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1938, 2da ed. rev., 1974.

Enlaces externos