Santa Beatriz de Silva
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Santa Beatriz da Silva. Fue una religiosa católica portuguesa, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción. Es venerada como santa por la Iglesia católica. Fue dama noble de corte de la reina Isabel, pero, después, prefiriendo una vida de mayor perfección, se retiró a las religiosas de la Orden de Santo Domingo durante muchos años y fundó, finalmente, una nueva orden con el título de Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María.
Sumario
Ciudad de Ceuta
Eran tiempos en que se rompían lanzas por defender la religión de Cristo, dilucidar sus dogmas y reducir a la fe verdadera a los infieles.
El caballero Ruy Gómez de Silva luchó bravamente en la conquista de Ceuta de 1415, en el reinado de Juan I de Portugal. El conquistador y primer capitán de la plaza conquistada, don Pedro de Meneses, satisfecho del comportamiento del aguerrido militar, le dio por esposa a su hija Isabel de Meneses. Y en Ceuta contrajeron matrimonio en 1422, según escribe Pedro de Azevedo. De este noble matrimonio lusitano nació Beatriz en Ceuta por el año 1424. Entre sus ascendientes se cuentan parientes de sangre real.
En la ciudad del Estrecho se abrieron los ojos de la niña a la luz de la vida. Se recreó en su niñez con el espectáculo grandioso del mar, sus sentidos se fueron haciendo al ambiente guerrero de la plaza fuerte, a los relatos de la gente mora y sus costumbres, a las llamadas del almuédano en los lejanos minaretes que convocaba a la oración a los árabes, a los comentarios de escaramuzas y de gestas bélicas en los contornos de la ciudad…
El viaje marítimo de Ceuta a Lisboa, toda una lección de historia que el hidalgo caballero fue dando a sus hijos. Eran ciudades célebres las que iban pasando: Gibraltar, Tarifa, Cádiz, Huelva, Faro, Setúbal, hasta arribar a la soñada Lisboa. Y aquí a tomar de nuevo el itinerario de campo mayor.
Para la psicología delicada de Beatriz el cambio de decoración fue impresionante. Ya no eran las olas del mar, ni las barcas llenas de peces, sino el amplio horizonte con pueblos diseminados en campoS de labrantío con las galas de retamas, higueras y olivos. Al aire húmedo del mar había sustituido el viento delgado del campo con aroma de plantas silvestres.
Corte de Castilla
Domiciliado Ruy Gómez en su alcaldía, trató de educar a sus hijos, según costumbre de la época, en el conocimiento de las cosas de Dios y de las ciencias humanas. A la hidalga mansión tuvieron acceso los frailes de San Francisco como instructores de sus numerosos hijos, que fueron once.
En la casa de la noble familia se profesaba un amor tierno a la Virgen María y más concretamente al misterio de su Inmaculada Concepción, misterio por el cual venían batallando con noble tesón los franciscanos. Y Beatriz, más que ninguno de sus hermanos, se reveló fina amante de este misterio de María. Devoción que confirman en sus declaraciones los testigos del proceso de Canonización.
Don Juan II de Castilla contrajo matrimonio, segunda nupcias, con Isabel de Portugal, y la reina trajo a Beatriz como dama a la Corte de Castilla. La noble doncella tenía una tía, Leonor de Meneses, en la corte portuguesa.
El lugar escogido para la celebración del regio matrimonio fue Madrigal de las Altas Torres (Ávila). Nuevo itinerario para formar el séquito real. Atrás quedaba la Sierra de San Mamede que domina Campo Mayor, y la Sierra de la Villuerca con el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, los campos de Toledo y la imponente mole de Gredos hasta, pasando por Ávila, llega al Madrigal. En algunos de los grupos caminaba la nieta del conde don Pedro de Meneses, apuesta y animosa con su prometedora juventud.
Era el mes de agosto de 1447. En la Iglesia de San Nicolás, de valioso artesonado mudéjar, se celebró el regio matrimonio. Entre los cortesanos destacaba la figura arrogante del Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, que había concertado el matrimonio doblegando la voluntad del monarca. No muy lejos, los del grupo del marqués de Villena, adversario irreconciliable de don Álvaro. Al dar el sí, los regios consortes en su mano pusieron el destino de Castilla.
En aquellos tiempos no tenía los reyes lugar fijo de residencia. Una de ella era Tordesillas (Valladolid), donde coloca los historiadores la escena áulica de la linajuda dama de la reina.
La mujer más hermosa
El encanto de Beatriz fascina a cuantos la conocen, muchos jóvenes la solicitan en matrimonio, pero ella tiene un secreto: desea ser toda de Dios.
A Beatriz le gustaba pasear por los jardines del palacio y contemplar la hermosura de las flores y el infinito cielo azul que tanto le hablaba de la grandeza del Creador. También le gustaba visitar el Real Monasterio de Santa Clara y pasarse diariamente muchos ratos junto a Jesús Sacramentado.
Dicen los historiadores de la época que era la mujer más hermosa y agradable de España y que era solicitada en matrimonio por los jóvenes de mayor alcurnia, pero su única ilusión era el retiro y el pertenecer totalmente a Dios. Los franciscanos, capellanes del monasterio de Santa Clara eran los directores de su alma encantadora.
A Jesús se le ama más cuanto más se le conoce, y para conocerlo hay que tratarlo en la oración, por eso Beatriz le ama tanto, porque se pasaba muchos ratos de oración.
Beatriz es encerrada en un baúl
Beatriz era bella y pudorosa. Un paisano suyo, Núñez de León, escribió que era "la mujer más hermosa que había en España". Su hermosura se hizo proverbial, y a pesar de sus esfuerzos por mantener su conducta intachable, ciertos palaciegos maliciosos y desalmados la calumniaron de tener secretos amores con el mismo rey.
Llegando los rumores de la calumnia a oídos de la reina, ésta viéndola tan hermosa y sabiendo que era el encanto de todos, empezó a dudar de la fidelidad de su marido y a sentir en su corazón unos horribles celos que le devoraba el alma, concibió el desentenderse de ella.
Llama una tarde a Beatriz y simulando querer contarle un secreto, la llevó por un solitario pasillo del palacio hasta un lugar donde tenía preparado de antemano un gran baúl abierto. Al pasar junto a él, la reina de improviso le dio un fuerte empujón haciéndola caer dentro del arca y cerrándola rápidamente con llave, abandonándola en la oscuridad.
Beatriz metida en aquella estrecha prisión, se entregó en manos de la Providencia y se encomendó a la Santísima Virgen con gran ternura y devoción. En aquel momento se le aparece la reina de los cielos, hermosa, más con hábito blanco y manto azul, y después de confortarla con cariño maternal le dijo:
Beatriz agradecida, se ofreció su sierva y esclava, y consagrándole su virginidad, se ofreció en cuerpo y alma al servicio de su celestial señora. La Virgen, después de prometerle que saldría sana y salva del arca, desapareció a Beatriz enardecida de felicidad.
Rescate de Beatriz
Tres días estuvo Beatriz encerrada en aquella oscura tumba sin comer ni beber. Al ver que pasaban los días y no aparecía, su tío don Juan de Silva Meneses, inquieto y preocupado, como sospechava de la reina, se atrevió a abordarla y preguntarle por su sobrina. La soberana, displicente y aferrada a su decisión, le responde secamente: "Venid y la veréis", imaginándose que la encontraría asfixiada en el cofre.
Se dirigieron al lugar de la prisión, y el caballero Silva Meneses se lanza a abrir el arca con visible ansiedad. ¿Qué le tocaría ver?. La angustia y ansiedad era enorme….
Levantan la tapa, y, ¡oh sorpresa!, la encuentran viva y alegre, con rostro sonrosado como un ángel. Llena de alegría y emoción se lanzó a los brazos de su tío que la recibió con indescriptible emoción. Al haberla encontrado viva a la que pensaba muerta, la sorpresa y el estupor de la reina es enorme. Se le quedó mirando con ojos desorbitados como petrificada.
La noticia se extiende rápida como el viento por todo el palacio y hasta el último rincón de Tordesillas, condenando todos la maldad de la reina y bendiciendo a Dios que había salvado a la inocente Beatriz. La Reina, al verse burlada y al ver que todos la miraban con recelo y se sentían alegres de que Beatriz se había salvado, incluso el rey, sintió crecer en su corazón un odio infernal hacia Beatriz, por lo que le ordenó abandonar inmediatamente el palacio.
Según algunos historiadores, a los tres días de salir del cofre, abandonó Beatriz a Tordesillas y acompañada de tres sirvientas se dirigió a la imperial Toledo. Mientras recorrían las tres mujeres aquellos polvorientos caminos, iban con el temor de encontrarse con los grupos banderilleros de don Álvaro de Luna y sus rivales.
Se le aparecen San Francisco y San Antonio
El Papa Pablo VI en la Bula de su canonización, refleja así este pensamiento:
En su camino hacia Toledo, un atardecer al pasar por un monte, aparecieron entre los árboles dos frailes con hábito de San Francisco. Se asustó Beatriz creyendo que los mandaba la reina para que la confesaran y luego entregarla a los verdugos. Ellos, al acercarse y verla llorar, le preguntaron con mucha mansedumbre por qué lloraba y qué le pasaba. Respuesta del susto, ella les contó su temor. Entonces, los frailes, consolándola, le dijeron que eran mensajeros que venían a consolarla y que llegaría a ser una de las señoras más importantes de España y que sus hijos serían nombrados en toda la cristiandad.
A esto ella respondió que era doncella, que tenía ofrecida a Dios su virginidad y que jamás se casaría. A esto dijeron ellos: Lo que hemos dicho ha de ser. Mientras iban hablando, llegaron a una Venta y Beatriz los invitó a entrar a tomar algún alimento, pero en aquel momento los frailes desaparecieron misteriosamente. Beatriz supuso entonces, que aquellos dos frailes habían sido San Francisco de Asís y San Antonio de Papua, de quienes ella era muy devota.
La Santa del silencio
Ninguna palabra de esta santa ha llegado hasta nosotros en sus sílabas textuales, y por tanto ningún eco de su voz y tampoco ningún escrito de su mano.
Esto nos mueve a decir de Beatriz de Silva que es "la Santa del Silencio", pues de ella (al igual que de San José, según los Evangelios) no sabemos palabras alguna que saliese de su boca. Lo que se conoce de esta singular santa, es debido a los testimonios que de ella dieron quienes convivieron con ella o la conocieron.
Beatificación y canonización
Beatriz de Silva fue beatificada por el Papa Pío XI el 28 de julio de 1926. Canonizada el 3 de octubre de 1976.