Gonzalo Roig

Gonzalo Roig
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NombreJulio Gonzalo Elías Roig Lobo
Nacimiento20 de julio de 1890
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento13 de junio de 1970
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Residenciacuabana
Nacionalidadcubana
Ocupacióncompositor, arreglista y director de orquesta
Obras destacadasQuiéreme mucho, Cecilia Valdés

Gonzalo Roig Lobo (La Habana, 20 de julio de 1890 - 13 de junio de 1970) fue un músico cubano, compositor, director musical y fundador de varias orquestas. Fue un pionero del movimiento sinfónico en Cuba, y uno de los principales compositores que redefinió la zarzuela cubana. Enriqueció el folklore cubano con sus composiciones, una de las cuales, Quiéreme mucho, goza de extensa popularidad tanto en Cuba como en el extranjero.

Síntesis biográfica

Inició sus estudios de música en la Sección de Música de la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana, donde fue discípulo de Agustín Martín Mullor, solfeo, teoría y piano, que más tarde continuaría en el mismo centro con Gaspar Agüero Barreras; Vicente Álvarez Torres, violín; posteriormente estudió armonía, contrapunto, fuga y composición con Fernando Carnicer, del Conservatorio Carnicer, del cual posteriormente fue profesor de contrapunto y fuga, y en 1927, se graduó de solfeo, teoría y piano en el Conservatorio Nacional de Música.

Trabajó como violinista en las orquestas de los teatros Irijoa y Neptuno; como pianista acompañante en el Cine Monte Carlo, con un trío integrado por Mario Mauri y Fernando G. Aday; como contrabajista en los teatros Molino Rojo, del que fue uno de los fundadores de la orquesta, el Politeama, y en la del Hotel Miramar Garden, junto a Jaime Prats (piano), y Luis Casas Romero (flauta); integró la orquesta, como pianista y director, del Cine Gris, con Manuel Duchesne Morillas (flauta); Mario Mauri (chelo) y David Rendón (violín); fue contrabajista de la Orquesta Sinfónica de La Habana, bajo la dirección de Pablo Casals.

El 15 de septiembre de 1922, Edwin Tolón (presidente), César Pérez Sentenat (secretario) y Gonzalo Roig (director de la orquesta), firman el Reglamento de la Junta Directiva de la Sociedad de Conciertos de La Habana. Este fue el inicio de la Orquesta Sinfónica de La Habana, cuyo primer concierto se celebró el 29 de octubre de 1922 en el Teatro Nacional de La Habana (hoy Gran Teatro de La Habana), con el siguiente programa: Carl Maria von Weber, «Obertura» de Oberón; Jules Massenet, Escenas pintorescas; Camilo Saint-Saëns, Concierto op. 32, para piano y orquesta, solista, Ernesto Lecuona; Josef Gabriel Rheinberger, Visión op. 156 n.º 5, y Juan Sebastián Bach, «Aria» de la Suite n.º 3 en re. Uno de los propósitos de esta orquesta fue la de divulgar, en primer lugar, las obras de los compositores cubanos.

La crítica se expresó en diferentes etapas del trabajo de la Orquesta Sinfónica de La Habana. Alejo Carpentier, comentando el concierto del 26 de octubre de 1924, expresa:

La Orquesta Sinfónica de La Habana, que dirige el maestro Gonzalo Roig, celebró ayer un interesantísimo concierto en el Teatro Campoamor. Ante todo hay que felicitar a esta entidad musical por que ―al fin― nos ha presentado esta vez un programa lleno de seriedad, con el cual un gusto depurado no podría resentirse de ninguna desagradable promiscuidad de caracteres o géneros musicales. Esta audición no fue ya una híbrida mezcla de aires típicos y de grandes fragmentos sinfónicos, sino un concierto combinado con buen gusto, en el cual oímos obras como la Quinta sinfonía de Chaikovsky, y el Lago de la Sinfonía negra de Dvorak. [...]
Los pianos de esta orquesta suenan deliciosamente; la cuerda tiene un sonido cálido, nutrido; sus ataques son justos, y reina una disciplina notable en los primeros violines: el empaste en los pasajes suaves y mezzo forti, es generalmente bueno, y ciertos pedales aparecen ricos en sonoridad, sin titubeos ni degradaciones. En los fuertes, en cambio, esta orquesta deja mucho que desear; las entradas del metal cubren indebidamente a veces el sonido de otros instrumentos, y en pasajes en los cuales todos los valores sonoros deben escalonarse alrededor de una frase, esta desaparece casi bajo una avalancha de notas muy altas en color.
Alejo Carpentier

En 1936, así se expresaba Eduardo Sánchez de Fuentes de Roig como director de orquesta:

Su sano cubanismo y su amor al trabajo lo llevaron a la dirección de nuestra famosa Orquesta Sinfónica, a cuyo frente ha desarrollado una fecunda labor durante los catorce años que lleva actuando en nuestra capital. Este solo hecho bastaría para afianzar su sólida personalidad artística. Su participación en nuestras más importantes efemérides musicales, ha demostrado su indiscutible competencia. El maestro Gonzalo Roig domina la ciencia orquestal, y muchas veces lo hemos visto desarticular obras de dificilísima estructura, resolviendo a los valiosos profesores de su orquesta problemas de técnica interpretativa. Con su experiencia y su amplia comprensión ha logrado realizar siempre nuestro compañero la más acertada dirección de cuantas obras han desfilado por los interesantes programas de su orquesta [...]. Conocedor de los instrumentos y de sus timbres, Roig es un valor positivo en el arte de la instrumentación.

El 28 de octubre de 1938 dirigió la Orquesta Filarmónica de La Habana, con el programa siguiente:

El 11 de diciembre de 1938 volvería a ponerse al frente de esta orquesta, ocasión en que interpretó de

El 13 de diciembre de 1939, al frente del mismo organismo sinfónico, dirigió,

El 11 de febrero de 1951, Roig volvió a dirigir la Filarmónica, esta vez con el programa siguiente:

En 1962, para la televisión, dirigió las óperas:

Roig dirigió su último concierto al frente de la Banda Nacional de Conciertos el 27 de mayo de 1970.

Fue miembro de número de

Asistió, como delegado, al Congreso Internacional de Música celebrado en Nueva York, 1939, bajo los auspicios de la American Musicological Society of New York; delegado por la Corporación Cubana de Artistas, asistió al Segundo Congreso de la Federación Interamericana de Sociedades de Autores y Compositores, celebrado en Washington, Estados Unidos, 1946, y presidió la delegación cubana que asistió al XV Congreso Internacional de Sociedades de Autores y Compositores, celebrado en Buenos Aires, Argentina, 1948.

En México formó parte de la compañía de María Guerrero, que se presentaba en el Teatro Lírico; la Unión Panamericana lo invitó para dirigir una serie de conciertos en Estados Unidos, donde dirigió la U.S. Army Band, y la U.S. Soldier’s Home Military Band, la U.S. Marine Band, la U.S. Navy Band, y en 1943, dirigió un programa de música cubana en el Carnegie Hall de Nueva York.

Según Sánchez de Fuentes:

La obra más importante realizada por Gonzalo Roig es aquella que lo presenta como experto y enjundioso compositor teatral [...]. Hay una reciente partitura del maestro, cuyo éxito persistente le ha valido el más entusiasta juicio del público y de la crítica; obra en la cual triunfa la música cubana, libre de trabas y de perniciosas amalgamas, suficiente por sus bellezas para dar nombre a un compositor. Nos referimos a su aplaudida partitura de Cecilia Valdés
El maestro Gonzalo Roig, compositor animado por una inspiración de pulcra raíz criolla y poseedor de un cabal dominio del oficio, que le permite instrumentar con sensibilidad y sabiduría, ha plasmado con singular belleza musical la versión teatral de Cecilia Valdés. De ahí la presencia de motivos musicales y danzarios que dice con la clara voz de su genuina cubanía mucho del alma y el sentimiento criollos en la centuria decimonónica, inigualada hora del decoro, el coraje, el saber, el sentimiento y el gozo de la vida isleños! Mucho hay que elogiar en esa partitura de Cecilia Valdés, desde la breve obertura a la contradanza y los dúos y romanzas sentimentales y la nota de humor y de gracia.
José Manuel Valdés-Rodríguez
Lo fundamental en su obra es la música escénica, en particular la famosa Cecilia Valdés. Pero, ¿por qué Roig no da más obras de esa categoría o alrededor de esa categoría o de esa feliz realización? Porque un trabajo bastante limitado, como dirigir la Banda todos los domingos, como el que tenía Bach de dirigir una cantata también todos los domingos, los hombres lo encaran de una manera distinta. Roig me parece que era un carácter, en su juventud, bastante poco organizado, bastante bohemio; respondía a un determinado machismo nacional, y todo eso iba en contra de construir una obra con calma y tranquilidad, que era el sueño dorado del siglo pasado [...]. Sin embargo, y a pesar de carecer de un método de trabajo sistemático, la Cecilia Valdés se puede oír con más placer que Verdi y a veces con más profundidad que Meyerbeer o Bellini. Cuando yo era estudiante me molestaba que se refirieran a Roig diciendo que era el gran compositor cubano, el compositor más grande y genial y etcétera, etcétera.
El problema es que en formas, en obras, la misión del creador no puede equivocarse, en cualquier rama del trabajo. La función de la obra de Roig es muy específica. Es una obra cubana para masas, para ser utilizada ―palabra no común en el lenguaje artístico― en grandes consumos en el nivel de esa época. ¿Resultado? Una obra popular que hace pensar al mismo tiempo que tiene durabilidad y que se plantea entonces una permanencia estética e histórica en la cultura nacional. Es el gran compositor de nuestra música escénica y representa un momento peculiar en la historia de la música cubana. Pero esa historia hay que analizarla desde el punto de vista sociológico: la gran música cubana de Roig, Lecuona, etcétera, responde a las necesidades de una burguesía criolla de reafirmar una personalidad con aquellos productos que veían de abajo ―que eran las raíces del son; las del septeto, con su trompeta, su marímbula― y se situaban a un paso más arriba, o sea, se estilizaba apropiadamente la forma para una clase económica en desarrollo y en busca de personalidad propia.
En términos generales se puede decir de modo más preciso: esa burguesía se definió con sus autores ―aquellos autores que tenían algún rasgo estilístico más estilizado, porque ya se habían apropiado del producto popular―; es decir, que esa burguesía se definía como cubana a través de sus autores, pero con una diferencia de clase que no se podía omitir: los burgueses no reconocían la rumba de cajón, pero sí reconocían una rumba ligeramente adulterada de Lecuona, por ejemplo. Como tampoco reconocían un toque abakuá o yorubá, pero sí reconocieron el Po-po-po de la Cecilia. Y ese estudio inexistente desde el punto de vista sociológico no permitía analizar estos productos culturales. Ahora, desde el momento en que reconocemos que Roig y Lecuona se identifican absolutamente con la pequeña burguesía criolla, como producto cultural específico; cuando sabemos eso, independientemente de los valores y las características de la cubanía, etcétera, podemos analizar que Roig y Lecuona son grandes músicos de un producto específico que se identifica con la cultura criolla burguesa. ¿Qué ellos estaban enterados de eso? No me parece, en lo absoluto, por lo que no se les puede culpar: fueron fruto de su medio, de su historia, de su etapa. Cuando analizamos a Roig y Lecuona como productos derivados de su época, adquieren mayor valor para la historia de nuestra música, porque es importante estar en una sociedad y dar un producto que en un momento determinado revuelve a esa sociedad, aunque sea indirectamente. Y Roig logró ofrecer ese producto, como creador.

Cecilia Valdés, libreto de Agustín Rodríguez y José Sánchez Arcilla, basada en la obra homónima de Cirilo Villaverde, y música de Gonzalo Roig, se estrenó el sábado 26 de marzo 1932 en el Teatro Martí, con el elenco siguiente:

Compuso barcarolas, berceuses, boleros, canciones cubanas, canciones guajiras, caprichos afrocubanos, claves, congas, cuplés, criollas, criollas-boleros, danza cubanas, danzones, fantasías cubanas, guajiras, guarachas, guarachas-rumbas, habaneras, marchas, marchas-canciones, popurríes, pregones, puntos guajiros, romanzas, rumbas, sones, sones-rumbas, tangos, tangos congos, tarantellas, valses, teatros líricos, juguetes cómicos, revistas musicales y zarzuelas.

Obras

Berceuse

Las sensaciones de Julia y Petite berceuse, 1930.

Bolero

Mi prieta, 1913; Ave de paso, 1915, y Nunca te lo diré, 1949.

Canción

La voz del infortunio, 1907; Las flores de mis amores, 1933, y Estás en mi, 1956.

Capricho cubano

Ojos brujos, 1918.

Criolla

Mi alma es, 1918, y Cuando nacieron en mi pecho amores, 1923.

Criolla-bolero

Quiéreme mucho, texto: Ramón Gollury y Agustín Rodríguez, 1911.

Danza cubana

Un beso, 1910.

Danzón

Deuda de amor, 1913.

Guaracha

Las mulatas, 1919.

Habanera

La guajirita del Yumurí, 1943.

Música incidental

Sucedió en La Habana, 1939.

Pregón

Vendedor de periódicos, 1917.

Revista musical

Las musas americanas, 1914.

Vals

C’est mon coeur y Desengaño, 1909.

Zarzuela

El baratillero, 1913; Las ventajas del fotingo, 1914; A La Habana me voy, 1916; El rey de la barra, 1919; Los madrugadores, 1931; Cecilia Valdés, 1932, La hija del sol, 1933, y La Habana de noche, 1936.

Bibliografía activa

  • Apuntes históricos sobre nuestras bandas militares y orquestas. (Discurso de ingreso del académico electo, maestro Gonzalo Roig, leído por su autor en la sesión solemne celebrada el día 2 de diciembre de 1936). La Habana, Molina y Compañía, 1936; «La música en Camagüey». Horizontes (La Habana), agosto de 1939; «Contestación al discurso del académico electo, profesor José Luis Vidaurreta». Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras (La Habana), t. XXI, julio de 1938-junio de 1940, 1940; «Discurso de contestación al ingreso del Sr. Arturo Bovi y Puccetti». Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras (La Habana), t. XXVI, enero de 1945-diciembre de 1946, 1946; «Aportes de Eduardo Sánchez de Fuentes a la cultura musical cubana». Diario de la Marina(La Habana), 8 de abril de 1951; «La música». En: Ramiro Guerra et al. Historia de la nación cubana. La Habana, Editorial Historia de la Nación Cubana, S. A., t. VII, 1952.

Bibliografía Pasiva

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Fuente