Villa de Gibara

Villa de Gibara
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EntidadVilla
 • PaísBandera de Cuba Cuba
 • MunicipioGibara
 • ProvinciaHolguín
 • Fundación16 de enero de 1817
Superficie 
 • Total630 km²
Población 
 • Total72 830 hab.
 • Densidad115,6 hab/km²
Gentiliciogibareños
Gibara vista panoramica.jpg
La ciudad de Gibara fue declarada Monumento Nacional por sus ricos valores patrimoniales, culturales e históricos

La Villa de Gibara. Ciudad cabecera del municipio de Gibara, en la provincia cubana de Holguín, pletórica de valores históricos, culturales y patrimoniales, rica fuente de tradiciones y curiosidades. En su territorio se produjo el primer contacto de la cultura europea y la aborigen en Cuba. Monumento Nacional. Sede permanente del Festival Internacional de Cine Humberto Solás (Festival de Cine Pobre de Gibara).

Sumario

Ubicación de la Villa

La ciudad de Gibara está situada en el noroeste de la provincia de Holguín y del propio municipio homónimo. Posee una privilegiada ubicación, pues fue construida sobre una superposición de terrazas abrasivo-acumulativas que se extienden desde una cota de 4m hasta 45 m sobre el nivel medio del mar; altura máxima alcanzada en la loma de La Vigía. Estas terrazas constituyen excelentes miradores de gran atractivo paisajístico.

Geografía

El territorio es fundamentalmente llano, excepto en su porción noroccidental, donde aparecen las elevaciones del macizo de Los Cupeycillos-La Candelaria, que se extiende por unos 80 kilómetros cuadrados. La mayor altura del territorio es la loma de Abelardo con 244 m sobre el nivel del mar.

Los ríos más importantes son el Cacoyuguín y el Gibara. Existen además multitud de arroyos menores como el Almirante, que corren sólo en épocas de lluvia. Desde el punto de vista geológico, es el territorio de Gibara de los de mayor complejidad de la provincia. Entre las rocas más importantes tenemos la formación Gibara, del Cretácico, así como la formación Júcaro, del Mioceno y la Jaimanitas, del Cuaternario.

Hacia el sur se localizan rocas de origen volcánico, como las formaciones La Morena y Tinajitas, del Cretáceo Medio al Superior, y por último, las formaciones Jutía y río Macío en el área de la cuenca de los ríos.

Potencial arqueológico

La amplia Presencia aborigen en Holguín , también se manifiesta en el territorio actualmente ocupado por la Villa. Se ha definido en tres áreas fundamentales que concentran la mayoría de los sitios localizados: la primera se extiende desde la propia ciudad hasta los límites con la provincia de Las Tunas (Punta Piedra de Mangle). Es un área protegida caracterizada como una llanura costera recientemente emergida con la cota de 2 a 10 metros sobre el nivel del mar. La segunda está concentrada en terrazas aluviales y elevaciones cercanas a los ríos.

La tercera, situada al oeste sur oeste de la ciudad de Gibara, está formada por las alturas premontañosas con cotas entre 80 y 150 metros sobre el nivel del mar y zonas aledañas de terrazas pluvio-abrasivas-acumulativas con costas entre 40 y 50 metros de altura geodésica.

Por su importancia, merecen una mención especial los sitios de El Catuco, contacto indo-hispánico; la Cueva de la Masanga, sitio parador de los cazadores y lugar donde se encuentran por primera vez, en un contexto no alterado, huellas de la convivencia del Megalocnus Rodens con los aborígenes cazadores; la Cueva de la Curva, lugar que atesora la única pictografía encontrada en el territorio hasta el momento; Macio de El Jobal, donde existe un entierro de los antiguos cazadores recolectores (Grupo Guacanayabo) y el sitio Cacoyugüín II, uno de los de fechado más antiguo para el protoagrícola en Cuba

Presencia colombina

El sábado 27 de octubre de 1492, Cristóbal Colón, Gran Almirante de la Mar Océana, avistó por primera vez tierra de Cuba, al observar, según estudiosos de los viajes de descubrimiento, la cima de la montaña hoy conocida como Silla de Gibara.

En la mañana del 28, Colón llegó a la bahía de Bariay, lugar donde pisó por primera vez tierra cubana. Allí permaneció durante ese día, sin lograr establecer contacto directo con los aborígenes, pues estos huyeron al ver las naves de los españoles, y el lunes 29 alzó anclas de aquel puerto y navegó rumbo al poniente, hasta llegar a la bahía de Gibara, a la que llamó Río de Mares.

El Padre de Las Casas, al copiar el Diario de Navegación de Cristóbal Colón, anotó refiriéndose a este hecho:

"Vido otro río muy mas grande que los otros, y así se lo dijeron por señas los indios, y cerca de él vido buenas poblaciones de casas: llamó al río el río de Mares. Envió dos barcas a una población por haber lengua, y a una de ellas un indio que traía porque ya los entendía algo y mostraban estar contentos con los cristianos, de los cuales todos los hombres mujeres y criaturas huyeron desamparado las casas con todo lo que tenían y mandó el Almirante que no se tocase en cosa."

El 30 de octubre, el Almirante abandonó la bahía de Gibara rumbo al noroeste explorando la costa y el miércoles 31, ante evidentes señales de deterioro del estado del tiempo, decidió regresar a puerto seguro en Río de Mares.

El jueves 1 de noviembre, desde sus naves ancladas en la bahía de Gibara, envió Cristóbal Colón las barcas a tierra con el propósito de establecer contacto con los aborígenes, cosa que logró con la ayuda de uno de los nativos de Guanahaní que lo acompañaba. Por primera vez en tierra cubana, se produjo el contacto personal directo entre europeos y aborígenes.

Lo que en Bariay fue vista a distancia, observación llena de precauciones, en Gibara se transformó en el primer intercambio amplio, y en esta ocasión amistoso, entre hombres de diferentes culturas: fue el encuentro entre dos mundos muy diferentes, cuyas consecuencias no podían prever quienes lo protagonizaron.

En el diario de navegación, Colón recogió impresiones de su estancia en Gibara. Cuenta que llegaron hasta las naves ancladas en la bahía más de 16 canoas conducidas por los aborígenes llevando algodón "y otras cosillas suyas", y que durante todo el día fueron los europeos a tierra y los aborígenes hasta las embarcaciones con mucha seguridad.

El día 2 de noviembre anotó que hubo de enviar a tierra a dos de sus hombres –Rodrigo de Jerez y Luís de Torres- acompañados de un aborigen de Gibara y uno de Guanahaní, a explorar el interior de la comarca con instrucciones precisas sobre el comportamiento a seguir.

El sábado día 3 el propio Colón subió a una barca y remontó el río hasta llegar al agua dulce navegando, según dijo, cerca de dos leguas. En ese día vinieron hasta las naves muchos aborígenes en sus canoas a cambiar objetos de algodón hilado, entre estos, hamacas.

El domingo 4 bajó de nuevo el Almirante a tierra para ir a cazar y observó algunos de los cultivos de los aborígenes.

El 5 de noviembre refirió que "mandó a poner las naos a monte”, o sea, dio orden de sacar las naves del agua para limpiar sus fondos y carenarlas siendo esta la primera ocasión en que la historia del continente americano registra una operación naval de este tipo. Tuvo la precaución de que esto se hiciera dejando siempre dos de las naves a flote, aunque él mismo explicó que sin temor se podían sacar las tres juntas, porque "aquellas gentes son muy seguras". Entusiasmado con la bahía de Gibara dijo:

"que aquel puerto de Mares es de los mejores del mundo, y mejores aires y mas mansa gente, y porque tiene un cabo de peña altillo se puede hacer en él una fortaleza, para si aquello saliese rico y cosa grande, estarían allí los mercaderes seguros de cualquiera otras naciones"

En la noche del lunes regresaron los marineros que había enviado tierra adentro, los que informaron haber andado unas doce leguas y haber visitado una población de unas 50 casas donde vivían más de mil vecinos.

Esto lo recoge el Almirante en las anotaciones que realizó el día 6, entre las que aparece también la primera nota sobre el uso que daban los aborígenes al tabaco, al referir la observación realizada por los marineros que se adentraron en el territorio: "Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mujeres y hombres con un tizón en la mano, yerbas para tomar sus sahumerios que acostumbran".

Al final de las notas del martes 6 dice que " tiró la nao de monta" o sea, que la echó de nuevo al agua, y que se preparaba para salir el jueves, pero que un tiempo adverso se lo impidió.

En los 5 días siguientes no aparecen anotaciones en el Diario. El día 12 vuelve a escribir. Entonces refiere que el día anterior había ordenado tomar por la fuerza a un grupo de aborígenes de Gibara:

..."para llevar a los Reyes porque aprendieran nuestra lengua para saber lo que hay en la tierra, y porque volviendo sean lenguas de los cristianos..."

Aprovechó para tomar prisioneros el que se acercara a las naves, una almadía con varias jóvenes aborígenes, a los que hizo aprehender; luego envió a tierra, a una de las casas, a buscar varias mujeres que también llevó como prisioneras.

Por la noche vino a bordo en una almadía el marido de una de las mujeres que llevaba cautivas, padre de tres de los niños que también llevaba, pidiéndole que le permitiera embarcarse con los suyos, lo que aceptó Colón con agrado.

El día 12 Colón levó anclas continuando su recorrido por las costas de Cuba. En las anotaciones correspondientes al sábado 17 de noviembre acotó, que de los aborígenes que llevaba cautivos desde Gibara, dos habían huido. Era esta una temprana muestra de rebeldía ante las nuevas relaciones que se iniciaban frente a las imposiciones de los llamados "descubridores".

Evolución del Centro Histórico Urbano

Luego de las visitas de Cristóbal Colón, Cuba permaneció aparentemente olvidada durante varios años, hasta que Diego Velázquez se interesó por ésta y organizó la expedición de conquista.

Las tierras gibareñas, habitadas por una población aborigen relativamente numerosa, fueron casi totalmente despobladas en los inicios de la conquista, aunque esto no significó que, perdidos en la noche de los tiempos, dejaran de producirse en ellas contactos de relativa duración entre aborígenes e hispanos. Evidencias arqueológicas demostrativas de esos contactos y de la transculturación han sido halladas en distintos residuarios existentes en el territorio municipal.

Iniciada la dominación española, la bahía de Gibara y sus alrededores quedaron bajo la jurisdicción de la villa de Bayamo y el lento repoblamiento de su territorio comenzó de sur a norte, en un proceso que duró varios siglos. Entre sus primeros pobladores predominaron los vecinos de la villa de Bayamo. En 1752 se crea la jurisdicción de Holguín, seccionando de Bayamo un gigantesco territorio que incluía toda la comarca gibareña.

La bahía y el río Cacoyuguín fueron utilizados desde épocas tempranas para el comercio, primero de contrabando, luego con autorizaciones ocasionales, siempre bajo la amenaza de corsarios y piratas, los que fueron heroicamente rechazados en dos oportunidades (1739 y 1745), cuando intentaron saquear la hacienda de Auras, génesis de la jurisdicción gibareña.

Desde 1783 el cabildo holguinero luchó por la construcción de una fortificación junto a la bahía de Gibara para proteger a las embarcaciones que arribaran a ella. En 1804, con el objetivo fundamental de organizar la defensa de las costas contra las incursiones de aventureros del mar, se crearon capitanías pedáneas en la vasta jurisdicción holguinera, quedando el territorio de Gibara comprendido dentro de la capitanía de Auras.

Fundación del poblado de Gibara

El 16 de enero de 1817, mediante una solemne ceremonia, se colocó la primera piedra de una fortificación sobre la punta de Yarey junto a la bahía de Gibara. Esa fecha ha sido considerada siempre como la de fundación del poblado, que luego evolucionó hasta convertirse en villa y actualmente en ciudad cabecera del municipio.

Batería de Fernando VII. Fortaleza que dió origen a la Villa

Francisco de Zayas y Armijo, teniente gobernador de Holguín, criollo santiaguero, fue el principal promotor de esta obra, y siguió siendo durante todo el tiempo de su largo mandato, que se prolongó hasta 1833, el principal protector del nuevo poblado que crecía al amparo de la Batería. Zayas fue, de hecho, el fundador de Gibara.

Difíciles fueron los primeros tiempos de la nueva población, en permanente alerta contra los posibles ataques de corsarios y piratas; no obstante, en 1820, se componía de 21 casas y la iglesia correspondiente al curato de Auras, construcción de madera y tejas edificada por Zayas con la ayuda de algunos vecinos.

Aunque inicialmente Gibara fue una dependencia de la Capitanía Pedánea de Auras, pronto tuvo una relación especial con respecto al Ayuntamiento de Holguín, pues en ella fue nombrado un funcionario público con determinadas prerrogativas que lo hacían entenderse directamente con el Teniente Gobernador, sin intermedio del Capitán de Partido de Auras; entre estas estaban: "visitar todos los buques que fondearan en el puerto en unión del Comandante del Fuerte, visar sus papeles y dar cuenta al Subdelegado de Hacienda de Holguín de todo lo que ocurriera en la Punta de Yarey ."

Este cargo lo desempeñó inicialmente el canario Don José Romero de Medina, más conocido como José Romero y Francia. El nombramiento de Romero fue reconocido por el cabildo de Holguín en sesión correspondiente al 16 de octubre de 1820 y su radio de acción abarcaba el poblado de Punta de Yarey, el circuito de la bahía y las vegas de los ríos Cacuyugüín y Gibara. En la propia sesión se acordaba pasar aviso de esta decisión al capitán del Partido de Auras para que no interfiriera las funciones del nuevo empleo público. Don José Romero estuvo en estas funciones hasta enero de 1823.

Primer Ayuntamiento

El 16 de enero de 1823, convocada la Junta Parroquial en Gibara, fue electo el primer Ayuntamiento de la población, al amparo de la constitución de 1812, puesta nuevamente en vigor en España. Fue electo como alcalde Don Juan Zaldivar; se eligieron además los regidores correspondientes y el Síndico Procurador. Francisco de Zayas y Armijo, proclamó el nuevo Ayuntamiento, cuyos integrantes prestaron el juramento de rigor y entraron de inmediato en funciones.

Este primer Ayuntamiento se preocupó, entre otras cosas, por la creación de una escuela de primeras letras y por solicitar terrenos aptos para el cultivo con el fin de atraer nuevos vecinos que se dedicaran a la agricultura e incrementar así la población del lugar. Poco después de la creación de este ayuntamiento y a solicitud del mismo, fue suprimida la capitanía de Partido de Auras y su territorio anexado a Gibara.

En diciembre de 1823 se efectuaron las elecciones previstas para la renovación de cargos en el Ayuntamiento; pero los electos para la nueva etapa (año 1824) no entraron en funciones, porque el mismo día de su elección se hicieron públicas en La Habana las noticias de la caída del gobierno liberal en España y la abolición de la constitución hasta ese momento vigente.

Como medida inmediata el gobierno español determinó que todas las cosas administrativas volviesen al estado en que se encontraban en marzo de 1820, con lo que quedó suprimido el primer Ayuntamiento gibareño y restablecido el partido pedáneo de Auras, aunque Gibara conservó su independencia con respecto a este; y su jurisdicción fue ampliada al incluírsela el cuartón de Arroyo Blanco.

Desarrollo posterior de la población

El desarrollo creciente de las actividades marítimo naval fue un factor de extraordinaria importancia en el crecimiento del núcleo urbano de Gibara. El movimiento comercial del puerto, habilitado en 1822, totalizaba en 1828 la cantidad de 102 071 pesos en mercancías que fueron transportadas en 23 barcos, mientras que treinta años más tarde, o sea, en 1858, los muelles fueron visitados por 74 barcos que movieron 666 040 pesos en mercancías.

Cierto número de comerciantes, sobre todo españoles, construyeron almacenes y sólidas residencias en la población. En 1853 fue inaugurada la Iglesia Parroquial de San Fulgencio, lo que fija, según criterios de algunos entendidos, un hito en los estilos arquitectónicos predominantes en Gibara hasta ese momento.

Desde 1856 Gibara había absorbido al antiguo partido pedáneo de Auras. Para esta fecha se habían establecido en el hinterland del puerto más de media docena de ingenios de azúcar que molían utilizando máquina de vapor y que contaban con dotaciones de esclavos relativamente numerosas para el lugar y la época.

En 1862 Gibara era una población cosmopolita, habitada por gran número de canarios, de españoles, por otros europeos y por personas procedentes de distintos países de América y tierras de África. Su partido pedáneo era el más rico y próspero de la jurisdicción holguinera y la importancia del puerto iba en ascenso, simultáneamente con la riqueza agrícola de las tierras cercanas. El censo de ese año refleja la existencia de 1754 habitantes.

El 28 de julio de 1868 Manuel Sartorio, capitán de Partido certificaba que: "La población de Gibara tiene 17 calles, 9 de norte a sur y 8 de este a oeste, 2 escuelas costeadas por el municipio, iglesia parroquial y un cuartel con local para dos compañías de infantería. Su puerto está habilitado a la travesía, mantiene Colecturía marítima con sus empleados correspondientes, un capitán de puerto y ayudante de matrícula; una administración de correos, una escritura de número y otra de hipotecas. Se calcula como término medio y aproximado que entran en su puerto anualmente 129 buques de alto porte y 165 de cabotaje, sin contar los vapores que en sus viajes a La Habana y de regreso hacen escala en Gibara."

Este informe se incluyó en el "Expediente Instruido por varios vecinos de Gibara, jurisdicción de Holguín solicitando que se le conceda a su población el título de Villa y la creación de un Ayuntamiento". En el referido Expediente se expresa además que la población de Gibara:

"consta de 370 casas, en su mayor parte de tejas, madera y mampostería, y con setenta y cinco aljibes o cisternas que venden diez y siete mil pipas de agua que abastecen al vecindario, con una iglesia y un cuartel del mismo material que fueron costeadas por los vecinos, como así mismo un cementerio, un reloj público; un casino denominado Príncipe Alfonso, (…) y su alumbrado público…."

Iniciada la guerra de 1868 muchos elementos afines a España de la vasta región holguinera se mudaron para Gibara buscando el amparo del sistema defensivo creado por los españoles en esta población, que fue protegida por una muralla y un rosario de fortines. El 1 de enero de 1870, en plena contienda fue inaugurado el servicio de telegrafía eléctrica, uniendo la villa con Holguín y otras poblaciones del país. El número de habitantes y la riqueza arquitectónica de Gibara crecieron notablemente durante la guerra, logrando en esta etapa la secesión de Holguín con la creación de un Ayuntamiento propio.

El crecimiento del núcleo urbano gibareño y sus alrededores inmediatos (Cupeycillos, Los Hoyos, Los Altos y Las Aguadas) fue tan notable, que al realizarse el censo de 1877 ya alcanzaban la cifra de 7599 habitantes, triplicando con creces la población que existía a inicios de la guerra.

Los comerciantes establecidos en la villa vieron prosperar sus negocios a pesar de la contienda. Barcos de diversas banderas arribaron al puerto para traer víveres, tejidos, muebles, mármoles, cristalería, herramientas y otras mercancías; desde España y de Gran Bretaña, desde Francia, Holanda, Dinamarca, o los Estados Unidos y en contrapartida por el puerto gibareño salían hacia estos u otros destinos, cargamentos de tabaco, azúcar mascabado, aguardientes, cera de abejas y maderas preciosas, pues las acciones bélicas, aunque entorpecieron la producción en el partido de Gibara, no llegaron a impedirlas totalmente.

Los barcos traían también su carga de soldados, y navieros y comerciantes hacían su negocio con la guerra.

Si bien la villa de Gibara fue un baluarte inexpugnable del poderío hispano durante esta contienda, no ocurrió lo mismo con los campos cercanos, que fueron escenarios de múltiples acciones bélicas en las que participaron entre otros, Julio Grave de Peralta, Calixto García, Antonio Maceo y Vicente García.

Las tomas de Auras y de Candelaria, de Uñas y Velasco y la Batalla de Yabazón, fueron hechos heroicos desarrollados en tierras gibareñas durante la Guerra Grande y a pesar de la fuerte influencia hispana, muchos pobladores del terruño dieron su aporte a la causa de la libertad; actitud que repitieron durante la Guerra Chiquita que tuvo incidencia en la zona con las acciones de La Naza y Candelaria Moro entre otras.

La tregua fecunda

Tan pronto como se acallaron los disparos de la Guerra Chiquita participe Gibara de la misma Guerra del 68 en Gibara, toda la zona comprendida entre Gibara y Holguín volvió a sus habituales labores de tiempos de paz.

Vegas y sembradíos, que no habían dejado de existir aún en los tiempos difíciles de la Guerra Grande se multiplicaron por toda la región. Los ingenios continuaron sus molidas; aunque el costo cada vez mayor de las necesarias mejoras tecnológicas y el paulatino cambio en la composición de la fuerza de trabajo, que al desaparecer la esclavitud transitando por la institución del patronato, dejó de ser esclava, para convertirse asalariada; determinaron la quiebra de los más pequeños en la década de los ochenta; fenómeno enmarcado en el avance del proceso de centralización de la producción azucarera.

El tabaco sigue siendo el principal producto agrícola de la región; seguido de la caña de azúcar; pero también comenzó a ser importante la producción de plátano fruta con destino al mercado norteamericano y de maíz y de plátano vianda para el mercado de La Habana.

La ganadería inició una recuperación acelerada con la introducción por el puerto de Gibara de miles de cabezas de ganado procedentes de Puerto Rico. En esta etapa se hacían cada vez más necesarios los buenos caminos en la jurisdicción para transportar los productos locales con destino al puerto y para llevar a la ciudad de Holguín y otras poblaciones las mercancías que entraban por los muelles de Gibara; por eso holguineros y gibareños aunaron esfuerzos para construir conjuntamente una vía férrea que comunicara a ambas poblaciones y que permitiera de una forma rápida, eficaz y segura el transporte de pasajeros y mercancías y diera salida a la vasta producción agrícola que llegó a lograrse en los campos de la jurisdicción: el ferrocarril de Gibara y Holguín, inaugurado el 4 de abril de 1893.

Durante esta etapa la población del distrito gibareño siguió creciendo notablemente, hasta llegar a una media de 81 habitantes por kilómetro cuadrado, la más alta de la región oriental, incluida el distrito de Santiago de Cuba.

En el aspecto político, durante la Tregua Fecunda, merecen ser resaltados la visita de Antonio Maceo a bordo del barco Manuelita, realizada con fines conspirativos y el alzamiento de los hermanos Sartorio en Purnio, los que fueron acompañados por numerosos vecinos de Velasco y otras zonas cercanas.

Iniciada la Guerra de 1895, muchos gibareños respondieron al llamado de la patria, demostrado con ello que no era del todo justo el calificativo de España Chiquita que había sido dado a la comarca. Desde Gibara salió durante algún tiempo el papel que se utilizó en la manigua para imprimir el periódico "El Cubano Libre" y los campos de la jurisdicción fueron recorridos nuevamente por connotados jefes mambises como Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García, pudiendo destacarse en esta ocasión la toma de caseríos como Yabazón ejecutada por tropas de Antonio Maceo y los incendios de Velasco y Candelaria por las fuerzas de Calixto García , así como la acción de Loma del hierro, lugar donde tronó por primera vez con éxito el cañón mambí en esta contienda.

El 25 de julio de 1898 se produjo la entrada triunfal de los mambises en la villa de Gibara, y durante los días 16, 17 y 18 de agosto, en los alrededores de Auras, se desarrollaron los últimos combates contra el dominio español en Cuba y en América.

Durante la guerra de 1895 se dieron, aunque en menor escala algunas de las circunstancias que habían caracterizado la contienda anterior, al convertirse nuevamente en lugar de refugio para los comerciantes españoles de la jurisdicción. Durante la guerra llegó a la villa la electricidad con el montaje de una planta que abastecía el poblado.

También durante la guerra se establecieron las comunicaciones telefónicas, por lo que pudo contarse Gibara entre las primeras poblaciones del país que disfrutaron de estos beneficios de la vida moderna. Al realizarse el censo de 1899 la población urbana de la ciudad de Gibara superaba en varios centenares de habitantes a la ciudad de Holguín.

El siglo XX para Gibara

El siglo XX trajo cambios notables para el territorio gibareño. En su primer cuarto el puerto mantuvo aún cierta importancia que paulatinamente fue perdiendo y de igual forma ocurrió con el ferrocarril. En este primer cuarto del siglo aún se realizan construcciones marcadas por el eclecticismo, que enriquecen el acervo arquitectónico de la ciudad.

Pero la situación económica y social de la población pronto comienza a empeorar. Los males inherentes a los gobiernos establecidos durante la seudorrepública encontraron respuesta en huelgas obreras en el área urbana y en luchas campesinas contra los abusos de los terratenientes. Un manto de pobreza fue cubriendo a la que había sido relativamente floreciente villa.

La lucha contra el dictador Gerardo Machado Morales encontró amplio eco en Gibara cuando el 17 de agosto de 1931 una tropa de revolucionarios encabezados por Emilio Laurent desembarcó en la ciudad y la tomó. Un nutrido grupo de gibareños se sumó a Laurent y contra ellos el gobierno machadista empleó todos sus recursos, atacando simultáneamente a la población por aire, mar y tierra hasta ahogar en sangre esta acción revolucionaria.

Estos sucesos confirieron a Gibara la triste primacía de ser la primera población de Cuba que fue atacada simultáneamente por efectivos del Ejército, de la Aviación y de la Marina de Guerra.

La situación económica y social del municipio continúo empeorando en años sucesivos, viéndose obligados muchos gibareños a marchar hacia otros lugares del país en busca de trabajo.

En 1947 una huelga estudiantil cobró fuerza suficiente para lograr que toda la población se solidarizara con sus justas demandas: el establecimiento de una escuela superior y la construcción de una carretera que uniera a Gibara con Holguín.

Para la década de 1950 la situación se había hecho casi insostenible. Una encuesta desarrollada por la Iglesia Católica en el segundo lustro de esta década dejaba ver el lúgubre panorama de pobreza y desempleo reinante en el territorio gibareño.

Pero en esta década surgirían nuevas esperanzas: el 4 de diciembre de 1955 se fundó en la ciudad una célula del Movimiento 26 de Julio para encauzar la lucha contra la tiranía de Batista.

En abril de 1956 Frank País visitó Gibara en labores conspirativas, diseñándose en esta oportunidad los brazaletes distintivos del Movimiento. En 1957 los primeros escopeteros comenzaron a actuar en la Sierra de Candelaria y en octubre de 1958 se estableció en la misma una capitanía del IV Frente Oriental Simón Bolívar, cuyos integrantes mantuvieron en jaque a las fuerzas de la tiranía en todo el municipio, llegando a atacar a la propia ciudad de Gibara el 29 de diciembre de 1958, poco antes de la alborada del Primero de Enero que marcaría profundos cambios para la vida de los gibareños y del pueblo cubano en general.

En el caso especifico de Gibara esto se traduciría en la creación urgente de centros de trabajo, entre los que destacan el Astillero "Alcides Pino" y la Hilandería "Inejiro Asanuma", los cuales tuvieron como principal impulsor al Comandante Ernesto Che Guevara.

La pavimentación de las calles, la notable mejora de las redes del acueducto y de los servicios de educación y de salud, la constitución de la Cooperativa Pesquera, la construcción de decenas de edificios dedicados a viviendas y múltiples y notables mejoras en todos los aspectos de la vida material, espiritual y social de los pobladores del municipio, que son fieles exponentes de la obra desarrollada por la Revolución en el territorio.

Caracterización actual del Centro Histórico Urbano

Naturaleza

Es algo cotidiano que los viajeros que llegan a Gibara queden deslumbrados por la armónica belleza de la ciudad colonial y la naturaleza circundante, simbiosis muy difícil de encontrar y que constituye un atractivo para propios y extraños. El visitante no tiene que caminar mucho para comenzar a ver cosas interesantes: al extremo noroeste de la ciudad se localiza una estructura de roca caliza de forma volada de unos 70 m de extensión conocida como Los Colgadizos (Voladizos de marea), mudos testigos de los tiempos en que el mar estaba en un nivel diferente del actual.

Otro de los atractivos es el relieve costero, con pequeñas y pintorescas playas, guardadas por barreras coralinas muy atractivas, como las de Caletones al oeste y Playa Blanca y Los Bajos al este.

Existen otras playas aún más pequeñas dentro del propio perímetro de la ciudad; como El Boquerón, la de El Faro, La Playita del Vallado, etc.

Al oeste de la villa entre terrazas marinas y elevaciones, se ubica una de las unidades cársicas mejor conservadas del país, donde existen multitud de cuevas y ceñotes, destacándose el sistema cavernario de la Polja del Cementerio, con más de once kilómetros de galerías explorados, la Sima de la Amistad, con 90 metros de profundidad verticalmente medida, que ostenta el record de la provincia Holguín en este parámetro, y el [Tanque Azul, que con sus 3335 metros de galerías inundadas explorados, constituye la mayor caverna de este tipo de el país detectada hasta el momento.

La vegetación se desarrolla sobre suelos tipo rendzina roja esqueléticos, variando desde la costa hacia el interior. La misma está formada principalmente por un matorral xeromórfico costero que transita hacia el matorral arbustivo de variadas especies y el bosque semidesnudo que aparece en las partes más elevadas de la llanura.

La llanura costera recientemente emergida atesora un corredor de aves migratorias de los más importantes de la Cuba Oriental, y posee además alto endemismo en sus especies de flora y fauna.

El marco que brinda la diversidad de suelos, paisajes, ríos y montañas sirve para resaltar la belleza y la riqueza arquitectónica de la ciudad.

Símbolos de la Villa

El nombre de esta villa, según la teoría más aceptada, procede de las voces indígenas Jiba-Jibara, que sirven para denominar un arbusto silvestre que abunda en las orillas de los ríos, lagunas y tierras anegadas así como en los terrenos pedregosos y rocas marinas, según se manifiestan las distintas clases de arbustos dentro de la misma familia.

  • Nombre popular: Jibá
  • Nombre científico: Erythoxylon havanense.
  • Familia: Eritroxiláceas.

La planta es además muy popular en la medicina verde por sus propiedades hemostáticas. Tanto por las razones históricas antes mencionadas como por sus cualidades curativas el Jibá se ha considerado como árbol representativo de la flora y símbolo local.

Dentro de la fauna, el ejemplar que más caracteriza al territorio es el Cangrejo blanco, crustáceo que pertenece a una familia de hábitos cosmopolitas, cuyo nombre científico es Cardiosoma guanhumz y habita en los fondos de piedras y arenas. Su vida se desarrolla en las cercanías de las costas y en parajes de manglares y bosques donde prima la humedad.

Otro crustáceo característico de Gibara es el llamado Cangrejo colorado (Gecarcinus ruricola), que habita en las zonas del litoral. En la época de desove estos animales invadían la ciudad en su tránsito hacia las costas –lo que aún ocurre, pero en menor medida- y podía vérseles caminar por calles y aceras, peculiaridad que dio a Gibara el sobrenombre de la "Villa Blanca de los Cangrejos".

Escudo de Gibara

Fue confeccionado por Luís Sánchez Hernández y aprobado en sesión del Ayuntamiento del día 24 de diciembre de 1938 y dado a la publicidad para conocimiento de todos los moradores de la Villa en tres números diferentes del periódico EL TRIUNFO, órgano oficial de la municipalidad. El ejemplar del 16 de enero de 1939 ofreció la descripción del escudo:

Escudo de Gibara

"El campo del escudo está limitado por un óvalo perfecto con lo que se recuerda el blasón de la provincia oriental. El escudo es barrado. En el cantón siniestro un sol de oro domina el amanecer de Gibara a la libertad política desde el punto de vista de la dominación española. El sol aparece semicircuido por la siguiente inscripción: 25 de julio de 1898, fecha de la entrada de las primeras tropas libertadoras en Gibara.

El mar, sobre él riela la luminaria del día presenta algunos arrecifes que representan los innumerables del litoral gibareño y que aparecen salpicados de espuma. En este primer término el paraje marino es síntesis de imponderable belleza de las costas. En el cantón diestro aparece La Silla de Gibara, eminencia célebre por su forma peculiar entre los grupos montañosos de Cuba y por ser punto de orientación en muchos casos para los navíos que se acercan al puerto. En la parte inferior de este cantón apuntan unas palmas de yarey, abundantísima vegetación en la época del descubrimiento a la que le debió el nombre por muchos años la península en que hoy se encuentra enclavada la población.

La barra que atraviesa el escudo es de campo de plata, sobre dicho campo lucen las tres carabelas colombinas, vehículos gloriosos y harto simbólico del descubrimiento de la isla. El óvalo del escudo esta circuido del laurel por ser límite externo, el laurel es por las glorias pretéritas de Gibara, por los triunfos pasados de sus hijos y por aquellos que puedan estos legarles a la posteridad. Una cinta o divisa esmaltada en azul tenue que recuerda el de cielo cubano, enlaza las ramas del laurel con un estrecho nudo al centro. A la izquierda de la divisa la fecha de 1492 es la del descubrimiento de la isla y la de 1817 es la de fundación de Gibara".

Himno de Gibara

Se considera como Himno de Gibara una canción originalmente conocida como "La que sube", pero que se ha popularizado con el nombre de "Viva Gibara". Es una habanera, cuya letra escribió el poeta gibareño Fernando Cuesta Mora y fue musicalizada por Cándido de Ávila. La canción surgió a raíz de los juegos de pelota que se efectuaban entre las novenas de Gibara y Holguín y la inspiró un pelotero local nombrado Armelio Acosta Cabrera que lanzaba la llamada bola "submarina" (de ahí, el titulo de "La que sube").

Ni la música ni la letra de esta composición se corresponden con las características de un himno, tampoco ha sido oficializado como tal, sin embargo, la tradición popular la convirtió en símbolo de la localidad. En la actualidad músicos contemporáneos la han enriquecido con arreglos que adicionan al sonido de las guitarras el sonido de otros instrumentos:

Texto del himno a Gibara

Seremos dueños, únicos dueños
Del campeonato que se discute
Porque tenemos en nuestras filas
Al invencible de la que sube
¡Viva Gibara, viva Gibara
La Villa Blanca de los cangrejos
La perla hermosa, de nuestro Oriente
La soberana, la soberana, de los ensueños!
No nos asustan los rompecercas,
Ni los campeones, ni los trabucos
Porque en las filas del Club Gibara
Decoro y honra se encuentran juntos.

(Se repite la estrofa entre signos)

Todas las cañas y marañones,
Nuestros cangrejos van a exprimir
Y llenaremos con todo el zumo
La vieja chomba que tiene Holguín.

(Se repite la estrofa entre signos dos veces)

Fiestas y bailes tradicionales

Las fiestas y bailes forman parte también de las costumbres y tradiciones de Gibara. Desde mediados del siglo XIX hay referencias a estas actividades, primeramente en casas particulares, posteriormente y con el desarrollo que iba alcanzando la villa, en sociedades. Luego, con el triunfo de la Revolución algunas de ellas han sido revitalizadas o se han adecuado culturalmente a las nuevas realidades sociales. Entre estas fiestas y bailes pueden mencionarse:

Fiestas de San Fulgencio

Coincidían con la fecha de la fundación de la villa (16 de enero), día de San Fulgencio, patrono de Gibara. Se iniciaban el día 13 y se extendían hasta el 16 o 18 de enero. En la madrugada del primer día una orquesta recorrida la población tocando la diana mambisa. Se hacia una misa en la Iglesia Católica y luego una procesión.

Durante estos días se hacia un programa de actividades, previsto y publicado con anterioridad, que incluía juegos tradicionales, verbenas, competencias entre equipos de la villa, como los de pelota, etc. En el parque Calixto García, cerrado con pencas de coco y adornado con banderas de colores, se desarrollaban actividades, así como en salones, sociedades y en diferentes calles. Bebidas, comidas y otros artículos se vendían en kioscos construidos para esa fecha.

Estas fiestas fueron auspiciadas por el Ayuntamiento Municipal y a veces sirvieron para recaudar dinero destinado a alguna obra social, como lo fue la estatua del Parque de las Madres. Sus patrocinadores celebraron el centenario de la villa en 1917.

La Fiesta de San Fulgencio se considera la más antigua festividad gibareña, perduró hasta el triunfo de la Revolución. A partir de 1979, revitalizando gran parte de las actividades de las mismas y en similar fecha del año, se realiza la Semana de la Cultura gibareña, que ha ganado gran arraigo popular.

Baile del Chivo Capón

Comienza a desarrollarse en Gibara, precisamente en la zona rural de Managuaco alrededor de 1868.Baile de parejas, jocoso y erótico, en la que un foráneo (El Chivo Capón), se gana por retadora arrogancia y buen pie a todos los muchachos presentes, desplazando a los jóvenes de la zona.

Dentro de estos últimos aparece el bailador del patio que con sus movimientos elimina finalmente al visitante, quedando como único dueño del baile. El estribillo, muy conocido, se realizaba corto o largo según el interés de los bailadores.

Decía así:

El chivo capón

De La Habana vino

¿Quién lo capó?

Se improvisa a gusto de los cantantes del grupo musical acompañante, ejecutantes de son montuno. Estos grupos utilizaban instrumentos musicales tradicionales, tales como: Guitarra tres, marímbula, bongoes. Era un baile muy utilizado en los llamados guateques campesinos.

En la actualidad, el baile del Chivo Capón ha sido revitalizado por jóvenes aficionados y se presenta en las actividades danzarias y eventos culturales del territorio.

Fiesta del Gibareño Ausente

Esta fiesta ha sido también un acontecimiento de carácter popular. La causa de esta celebración está en la emigración de gibareños como consecuencia del hambre, la miseria, la insalubridad existente en el país y agudizado en Gibara en los años pre-revolucionarios. La construcción de la carretera central influyó en la extinción del comercio portuario obligando a muchos hijos de este pueblo a abandonarlo.

No obstante, la familia dividida, la nostalgia por la villa, incitaban al reencuentro. Con ese fin, el desaparecido Faustino Pérez Ricardo, realizó una campaña a través de las páginas del periódico Tribuna LIibre, para acercar aunque fuera por un día a los ausentes.

A propuesta del Concejal Antonio Silva Labrada se instituyó el Día del Gibareño Ausente, en sesión efectuada el 11 de abril de 1953. La fecha escogida fue el 25 de julio, debido a que ese día, en 1898, habían hecho su entrada a Gibara, las tropas mambisas al mando del coronel Cornelio Rojas.

La fiesta del Gibareño Ausente tenía un programa que previamente y junto a una invitación se les hacía llegar a los coterráneos que residían fuera de la villa y que incluía actividades como: juegos tradicionales (corrida de cintas, de bicicleta, cucaña, palo ensebado, la peseta en la sartén, regatas de botes); retretas en el Parque Calixto García, paseos de carrozas y comparsas, elección y coronación de la reina y luceros, etc.

También se condecoraban en acto público a los gibareños que más tiempo habían permanecido sin visitar la villa y regresaban con estas celebraciones, así como a aquellos que se habían destacado en las actividades que se realizaban.

Esta fiesta se dejó de realizar entre 1961 y 1962 y fue revitalizada en 1982, cuando recogiendo el sentir del pueblo, la Asamblea Municipal del Poder Popular, en su sesión ordinaria del 21 de noviembre de ese año, por sugerencia del Sectorial de Cultura, acordó celebrar el Día del Gibareño ausente el penúltimo día de las Fiestas Populares.

El 12 de agosto de 1982 el pueblo de Gibara se reunió para recibir a los gibareños ausentes, hecho que se repitió anualmente durante varios años y que luego, por razones económicas y de organización, se acordó realizar la Fiesta del Gibareño Ausente cada dos años.

Esta festividad se dejó de realizar debido a la critica situación del país al iniciarse la década de 1990 y aún cuando no ha podido volverse a desarrollar, la tradición se mantiene viva en los deseos del pueblo y en los gibareños ausentes residentes fundamentalmente en La Habana, quienes conmemoran en la capital la fecha y se encuentran organizados y en vínculo constante con la villa, en aras de volver a materializar esta festividad.

Otros bailes y fiestas

Entre otras fiestas tradicionales gibareñas habría que mencionar: la Fiesta de la Cruz, las Verbenas de la Calle Cemento (hoy Bernabé Varona), la fiesta de la Plaza de Armas (hoy Parque Calixto García); los bailes de disfraz, que se efectuaban en clubes, sociedades y balnearios y el "de las Flores". Exponentes todos del acervo popular de la cultura en Gibara.

Cultura

Cultura alimentaria

La pesca fue en Gibara la principal fuente de trabajo y de alimentación durante siglos, razón que justifica que su cultura alimentaría esté basada fundamentalmente en platos confeccionados con mariscos.

El cangrejo (Cadiosoma guanhumz), típica especie local, ha servido de base para la confección de exquisitos platos, pues con su masa se confecciona el enchilado y el cangrejo rebosado.

Otra especie aprovechada es el cangrejo colorado (Gecarcinus ruricola), que en épocas de desove sale del litoral y los pobladores aprovechan para extraerle el caro (hueva del cangrejo hembra) con el que se confeccionan platos muy apetecibles.

La jaiba, crustáceo cuyo nombre científico es Callinectes sapidus, habitante de las riveras pantanosas de los ríos, en su desembocadura y zonas costeras poco profundas, es utilizada en enchilados, en la elaboración de la jaibita rellena y la jaiba rebosada.

El camarón (Panaevs Schmitti), especie que habita en los fondos fangosos y que aún cuando Gibara no es una zona rica en este crustáceo, se captura en cualquier época el año, ofrece variedades de formas de consumo: camarón en salsa, frituras, cóctel, arroz, enchilado, escabeche, todas altamente estimadas por los gibareños y por los que visitan la villa.

Otro alimento tradicional gibareño es la coquina un pequeño molusco vivalbo (Donax denticulatus) que se encuentra en la arena y que se puede capturar hasta con las manos. Con la coquina se elaboran frituras, sopa, arroz, cócteles, etc. El arroz a la marinera, es también un plato característico en la mesa gibareña y se confecciona con todos los productos del mar, a los que se ha hecho referencia con anterioridad.

Por otro lado, la fuerte presencia del acervo cultural español en la villa, ha mantenido viva la costumbre de fabricar vinos. Gibara tuvo dos fabricas de licores reconocidas en su época: la de Jesús Fernández y la de José Granda, en ellas se hacían diferentes tipos de bebidas y vinos de frutas.

Aunque estas fábricas desaparecieron, los gibareños quedaron con la tradición de hacer vinos caseros, hecho que subsiste en muchas familias y en la actualidad el Museo de Historia Natural tiene un club de vinicultores, lo que estimula la continuidad de la tradición.

Muebles.

El territorio cuenta con una gran variedad de muebles de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del [siglo XX|[XX]], como consecuencia del interés de la burguesía media gibareña, que además de expresar su poder en las majestuosas edificaciones domésticas y civiles que construyeron, incorporó un rico mobiliario en función de los gustos y modas de la época.

Es por ello que es frecuente encontrar en la villa diferentes estilos de muebles, como el medallón, perilla, thonet, art noveau y mimbre que en algunos casos fueron comprados directamente en el extranjero, en otros, son resultados de la creación de famosos ebanistas del país.

Debe decirse que de la época republicana hay muebles construidos por ebanistas gibareños, como Julio Fuentes, Santana Ochoa y Antonio Galván, quienes llegaron a imitar con acierto algunos de esos estilos con fines comerciales y viviendas de las clases menos pudiente, así como las sociedades Club Maceo y Club Marti, tuvieron muebles construidos por los mencionados ebanistas locales.

Teatro

La manifestación teatral tuvo sus primeras expresiones locales en las llamadas reuniones familiares que se desarrollaban en viviendas donde existía un piano y en las que los aficionados gibareños desarrollaban sus aptitudes artísticas.

Más tarde, se habilitó un viejo almacén de víveres como sede de un teatro y la manifestación fue tomando auge en la población. En 1878 se fundó el Círculo Familiar (en un edificio de la calle San Mamerto, hoy Calixto García), donde se realizaron representaciones teatrales tanto por grupos de aficionados como compañías dramáticas que entraban por el puerto para realizar sus giras a través del país.

El Círculo Familiar duró sólo un año, pero en 1884, el 12 de abril, por la insistencia de los gibareños e iniciativa de Don Javier Longoria, se creó un Círculo Popular que sirvió de centro de instrucción y recreo, con los mismos propósitos que el desaparecido Círculo Familiar. El nuevo local contaba con trescientas capacidades y por él desfilaron aficionados y profesionales del arte de las tablas.

Todo este movimiento cultural motivó a los gibareños criollos, peninsulares y extranjeros radicados en el pueblo a dar los primeros pasos para construir un teatro que tuviera las condiciones apropiadas para el desarrollo de esta expresión del arte.

En la noche del 11 de enero de 1886, se reunió la junta directiva del Casino Español de Gibara, y se acuerda recaudar los fondos necesarios para dar inicio a las obras. En enero de 1889 se aprobó el proyecto presentado por Don Jose Almanza, quien quedó facultado en unión de Don José Homobono Beola para conveniar con los carpinteros Don Joaquín y Don Francisco Pifferrer, así como con el albañil Félix Pifferrer, la construcción de la primera parte de la obra. El teatro se comenzó a edificar el 19 de febrero de 1889 y se inauguró el 13 de septiembre de 1890, con la actuación de la famosa Compañía de Palau.

Durante muchos años el Teatro Casino Español fue escenario de grandes personalidades del arte. En él se presentaron la Compañía de Luisa Martínez Casado, los violinistas Rafael Díaz Albertini y Claudio Brindis de Sala, el pianista y compositor Ignacio Cervantes y la compañía de zarzuela de Maria Varona, por mencionar sólo a algunas.

Alrededor de 1940 el Teatro, que cambió su nombre por el de "Unión Club", comenzó a alternar las funciones teatrales con las proyecciones cinematográficas en su sala, hasta la década de 1970 que cerró sus puertas para ser restaurado. La recuperación de su inmueble quedó detenida en 1990 por razones económicas.

No obstante, a finales de la década del 1990 se inició un proyecto cultural en él con una actividad mensual dedicada a la trova, lo que contribuyó a motivar el interés por su restauración.

Con la colaboración de la Diputación española de Sevilla, la Oficina de Historia del municipio acometió su reparación, rescatándose totalmente la cubierta y el piso del tercer nivel, así como se trabaja para lograr su total restauración, al tiempo que se realizan actividades de pequeño formato en su sala, tanto con artistas aficionados como profesionales.

Literatura

La literatura ha tenido también en Gibara un constante movimiento, que después del triunfo revolucionario ha logrado una significación relevante y ascendente dentro de la provincia.

Más, hay que significar que la misma tuvo gran fuerza en la villa, aún en épocas en que la política gubernamental colonial o republicana no apoyaba el libre desarrollo de la cultura. La prensa local del siglo XIX y de los primeros cincuenta años del siglo XX, refleja un quehacer literario local. Poesías y crónicas abundan en las páginas de estas publicaciones, destacándose nombres de gibareños como William y Fernando Cuesta Mora, Robustiano Verdecia, Emilio Fernández de la Vega y Frank Pérez.

Al mismo tiempo, periódicos como El Comercio, contaron con la colaboración de escritores nacionales como Bonifacio Byrne, Agustín Acosta, Emilio Bobadilla y de extranjeros como el mexicano Luís G. Urbina.

Muestra de que los gibareños no sólo hicieron literatura sino que se relacionaron y promovieron a otros escritores del país. En la vida literaria de Gibara debe significarse el nombre de Armando Leyva (1888-1942), hoy reconocido en la Historia de la Literatura Cubana. A través de él se produjo una gran integración del territorio a la actividad literaria de la antigua provincia oriental. Por Leyva escritores como Regino Boti y José Manuel Poveda, conocen y siguen de cerca el quehacer literario gibareño. La voz de la villa aparece en el Manifiesto Renovador encabezado por Poveda y seguido por los poetas orientales en 1910 y los gibareños se unieron al homenaje de los intelectuales a Julián del Casal.

Armando Leyva perteneció a la Academia Nacional de Artes y Letras y a la Asociación de Reportes, fue presidente del Ateneo Santiaguero y alentó la creación de la Empresa Editorial Biblioteca Oriente. Sus libros fueron publicados en gran parte, en la antigua provincia de Oriente: Del Ensueño y de la vida, en Gibara y en Las Tunas; Seroja, en Banes; Alma perdida, en Puerto Padre; Las horas silenciosas, Museo, Pequeños poemas, publicados en Santiago de Cuba; La provincia y las aldeas, en Santiago de Cuba y en Gibara; Estampas del regreso, en Gibara y La enemiga, en La Habana. Cuentos, crónicas, artículos, poemas en prosa y una novela corta, responden a los títulos mencionados.

La labor literaria y cultural de Armando Leyva, trascendió los límites de la villa, su contribución a la promoción de autores y obras cubanas y el haber donado lo recaudado con la publicación de su libro MUSEO para la construcción de un edificio propio para Museo y Biblioteca en Santiago de Cuba, son ejemplos de su labor en aras de la cultura nacional.

Otros escritores gibareños lograron sobrepasar las páginas de las publicaciones gibareñas para ganar concursos como el de los "Juegos Florales", tal es el caso de Fernando Cuesta Mora (1908-195?) o Jesús Torres Cuesta (1936-1973), cuyas poesías fueron publicadas en libros en Gibara y en Las Tunas.

De 1914 es el libro Alma de la aldea; antología de escritores gibareños, que incluye entre otros nombres no bien estudiados el de Luís G. Cabrera, Rafael Cuesta, Oscar Diez Feria, Modesto Centeno y Leoncio Fernández Pino.

El triunfo revolucionario trajo consigo un mayor desarrollo en la literatura gibareña. La existencia del boletín literario "Cacoyugüín", del Taller Literario "Armando Leyva", más de diez libros publicados por autores locales, premios provinciales y nacionales obtenidos por escritores provenientes del Taller Literario y la participación del decimista Gilberto Cruz Rodríguez en el Encuentro Internacional de Décimas, son evidencias del levantamiento y desarrollo del quehacer literario en Gibara.

Al nombre de Cruz Rodríguez, debe sumársele los José Barciela Tauler, Arsenio Valdés Bruceta, Manuel Gómez, Silvio Escalona Graña, Agustín Labrada, Orlinda Nieves, Julio Antonio Cuesta, Daikel Angulo, Juan Zaldivar que ya tienen publicaciones y algunos inclusive en antologías extranjeras.

Las tertulias literarias, tradicionales en la villa desde el siglo XIX, han sido revitalizadas en la actualidad, manteniéndose inclusive en algunas casas de familias, así como se ha recogido la rica tradición oral que la caracterizó, en el atlas de la Cultura Popular Tradicional.

Gibara también ha sido sede y subsede de eventos nacionales de literatura y humor y mantiene un concursó anual de literatura que premia en metálico.

Imprentas y periódicos

Numerosas imprentas y periódicos existieron entre finales del siglo XIX y los primeros 60 años del siglo XX en Gibara. En 1873 fue adquirida por Don Gregorio Fernández de la Vega la primera imprenta que se estableció en la localidad, utilizada sólo para anuncios mercantiles, tarjetas de felicitación y trabajos similares. Poco tiempo más tarde el propio Fernández de la Vega adquirió otra imprenta donde se editaría el periódico El Porvenir, primer periódico que tuvo Gibara, cuyo número inicial salió el 4 de marzo de 1875.

La imprenta El Porvenir fue vendida; primero llegó a manos de Don Ezequiel Ruiz del Valle y luego a Rafael Cuesta López y a Martín Bim Canta. En ella se editaron además, en la época colonial el periódico semanal LA MUJER (1882) y el semanario informativo LA LINTERNA (1894).

En el siglo XIX aparecen dos imprentas más: La Constitución, propiedad de Don Juan Calderón y Rodríguez y el establecimiento tipográfico de Martín Bim Canta, introducida por éste alrededor de 1886. La primera de ella publicó el periódico La Constitución Española (1884) y la segunda, El Ferrocarril (1891) y El Triunfo (1898).

El Buendeseo, órgano de la raza de color, La Legalidad, Grito de Yara y el Progreso, fueron los nombres de otros periódicos que vieron la luz en Gibara en los últimos años del siglo XIX.

Debe significarse que de las imprentas mencionadas sólo la de Martín Bim publicó libros como: Colección de poesías inéditas de Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo (El Cucalambé)(1886); Maceo, poesía de Fernando García y Grave de Peralta (1899) y Gibara y su jurisdicción, de Herminio Leyva. En la época republicana, el establecimiento tipográfico de Bim Canta se convirtió en la imprenta Bim y Prades y aparecieron otras como "El Comercio" (alrededor de 1915), de Atanagildo Cajigal; "El Gibareño", de Faustino Ramos y "Antorcha" de los hermanos Friman Expósito, entre otras.

En ellas aparecieron periódicos como el semanario La Verdad (1900); Pro Patria (1914); El Comercio (1915); Tribuna Libre (1923); El Gibareño (1932); Liborio (1940); Antorcha Auténtica (1945), por mencionar sólo algunas. También se publicaron las revistas Gibara Ilustrada (1914), Tradiciones gibareñas (195?), Club-200 y Personalidad, de la década de 1950.

En ediciones de libros, a la labor que había hecho en este sentido la imprenta de Bim Canta en el siglo anterior se unió también la de Atanagildo Cajigal Torres y de estos establecimientos salieron publicados los títulos: Odisea del general José Maceo, de Máximo Gómez (1905); Souvenir: juegos florales (1923); Estampas del regreso, de Armando Leyva Balaguer (1923); Aquí (1956), poemas y cuentos de Alberto Ríos.

Algunas de estas imprentas y periódicos llegaron y existieron luego del triunfo revolucionario. Después de 1959 fueron publicados en la década de 1960 los periódicos Venceremos y Bahía, los que no perduraron por mucho tiempo.

Pintura.

Esta manifestación artística tuvo un fuerte desarrollo en las postrimerías del siglo XIX y primeras décadas del XX en la localidad. Paisajes, retratos y dibujos atrajeron la sensibilidad creadora de varios gibareños. La historia gráfica de los campos que rodean la villa, la belleza del litoral, llena la obra pictórica de León Hernández Cáceres, Juan Vecino Mallo, Enrique Almaguer Pavón y Luís Sánchez Hernández.

Numerosos retratos también salieron de las manos de Hernández Mallo, Vecino Mallo, Crecente Fornaguera Ráez y Pelagio Rodríguez Calderín, en tanto que el dibujo fue cultivado por Román Infante y Mario Rodríguez Infante. Entre ellos debe significarse a León Hernández Cáceres, canario establecido en Gibara, quien pintó desde un cartel comercial hasta un hermoso óleo, y Juan Vecino Mallo, quien obtuvo algunos conocimientos técnicos, contrariamente al resto de los pintores gibareños que fueron autodidactas. Impartió clases a jóvenes de la localidad.La obra de ambos se desarrolló mayormente en la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad la pintura es una de las manifestaciones artísticas de mayor desarrollo en Gibara. Junto a la obra de Luís Cátala Maldonado, profesor instructor de varias generaciones de aficionados, paisajista y acuarelista por excelencia, así reconocido nacional e internacionalmente, está la pintura de Pedro Silva León, Nelson Labrada, Leyder Martínez, Rosa Aguilera entre otros valores surgidos después de 1959 y que poseen exposiciones en la localidad y fuera de ella, así como han obtenido premios provinciales y nacionales.

Un concurso anual de pintura premiado en metálico, dirigido a adultos, y otro para niños, consolidan la afición y los resultados de la creación en la pintura en Gibara, donde el paisaje no ha dejado de ser el tema esencial.

Artesania

La artesanía tradicional gibareña es muy conocida, desde el siglo XIX, con los avios de pesca como los jamos, redes, atarrayas y los trabajos que se hacían de conchas, reconociéndose entre estos el tradicional collar de coquinas. El tejido a crochet y frivolité y el bordado a mano llegó con los inmigrantes del área hispana, el cual se fue trasmitiendo de generación en generación, pues las jóvenes casaderas debían confeccionar el ajuar con sus propias manos.

También cabe destacar el trabajo con fibras y la muñequería que se generalizó en la etapa del capitalismo entre las capas sociales más pobres de la localidad. Actualmente se cuenta con un amplio, movimiento artesanal, integrantes de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas.

El número de técnicas y la variedad de productos, se ha incrementado, destacándose la talla en madura, hueso y tarro, el variado trabajo de muñequería, tejidos, bordados, deshilados y la misceláneas. Los artesanos han participado en múltiples eventos en todo el país y su obra posee gran calidad artística reconocida por entendidos en la materia.

Música

La ceremonia de fundación de Gibara en 1817 estuvo amenizada por los acordes de una orquesta y la misa solemne que se celebró en ese día contó con un coro que ejecutó música religiosa, marcando de esta manera el nacimiento de la población. Orquesta y coro, por supuesto, vinieron desde otro lugar, pues el poblado comenzaba a formarse a partir de ese mismo momento.

En la década de los años treinta del siglo XIX existen referencias sobre música religiosa y también profana interpretada en Gibara durante la celebración de las fiestas de altares de la cruz.

Hacia 1840 la Iglesia Parroquial contaba con un coro dirigido por el pardo bayamés Rafael Mesa, quien fungía como sacristán de la misma. Por esta época se iniciaron también las tertulias familiares en las que muchas veces se ejecutó música vocal e instrumental.

Además en esa etapa fueron utilizados ocasionalmente los almacenes del comerciante extremeño Don Álvaro Prieto para desarrollar bailes amenizados por agrupaciones musicales.

A partir de 1860, un mayor desarrollo socio-económico del poblado gibareño, estrechamente relacionado con la continua entrada de embarcaciones en el puerto, abrió nuevos horizontes a las manifestaciones musicales. En esta década surgió una banda civil en la población dirigida por Don Miguel Pascual y Ferrer.

Al iniciarse la Guerra de 1868 existía ya un casino, el "Príncipe Alfonso", que desarrollaba bailes y conciertos.

Durante la guerra la población de gibareños se triplicó y la vida social, aunque esto sea paradójico, se intensificó, como consecuencia de la llegada de numerosas familias de españoles y de elementos afines a España, que abandonando sus residencias en la vasta jurisdicción holguinera se mudaron a Gibara en busca de la seguridad que les ofrecía el puerto y el sistema de fortificaciones; esas familias poseían en su inmensa mayoría cierto poder económico y traían a sus hijos e hijas jóvenes, ansiosos de diversiones, los que coincidieron en el pueblo con la tropa, pero sobre todo con la oficialidad de los regimientos españoles destacados en la Villa y de las tripulaciones de los barcos de guerra que muy frecuentemente arribaban al puerto.

Tanto los regimientos del ejército regular como la marina poseían bandas de música, las actividades sociales se multiplicaron, desarrollándose bailes y retretas que fueron conformando el gusto musical de los vecinos de Gibara. Por estos tiempos se mencionan especialmente la banda del Cuerpo de Bomberos y la del Batallón de Cazadores de Santander, destacado en Gibara. Al finalizar la guerra existían en las casas de la villa más de 30 pianos.

En ocasiones se carece de información para poder seguir la secuencia del desarrollo de la música local, no obstante, se conoce que en la década de los 80 del Siglo XIX surgió una de las mejores orquestas típicas que tuvo la villa dirigida por Juan Miguel Gómez, que ofrecía conciertos y amenizaba bailes, e incluía en su repertorio valses, sones y guarachas.

Durante esta década y la siguiente se sigue entonando música en las tertulias familiares, son frecuentes los bailes en las instituciones de recreo, las retretas en la plaza pública y la visita de bandas, sobre todo de la Marina. En 1890, con la inauguración del Teatro Casino Español, se cuenta con un magnífico local para el desarrollo de actividades que incluyan música. A partir de 1902 cobran auge las manifestaciones musicales entre los alumnos de las escuelas públicas y privadas.

Entre los gibareños que adquieren fama en el ámbito musical nacional e internacional en las primeras décadas republicanas se cuentan el violinista Fermín Cardona Urgellés, el guitarrista José Rey de la Torre y el compositor Rafael Vega Caso.

En 1925 surgió el primer trío de reconocido prestigio en la Villa: el de José Romero Yero, pero fue durante la década de los años treinta cuando se inició un despegue de agrupaciones musicales en la localidad. En 1938 debutó la orquesta tipo jazz-band "Villa Blanca" dirigida por Víctor Roberto Cruz Velasco (Rubén), que coincidió en tiempo durante los años cuarenta con las orquestas "Gómez-Suárez" (conocida también como "Sonora Cristal"), con las "Hermanos Angulo" y "Hermanos Gómez" y con los conjuntos: "Los Amigos", dirigido por Ángel Perez (El Pombo), el de Carlos Bruceta y el de la familia Hernández-Mayo.

Estas agrupaciones estuvieron casi totalmente formados por músicos empíricos, o "de oído" y surgieron y se desarrollaron en un momento en que Gibara era la estación veraniega de Holguín, visitada por centenares de personas ansiosas de diversión, lo que permitía dar contenido de trabajo a estas y otras orquestas que amenizaban las fiestas desarrolladas en muchas ocasiones de forma simultánea en tres balnearios y además en otros locales sociales.

Los músicos gibareños encontraron una fuente de trabajo relativamente bien remunerada en una época difícil para muchas personas en esta población. Quizás fue esta una de las causas del desarrollo de las agrupaciones musicales locales.

Este auge inició una curva de descenso a partir de mediados de la década de los años cincuenta al irse trasladando cada vez más la afluencia de veraneantes holguineros hacia la playa de Guardalavaca y también como consecuencia de la crítica situación social en que se sumió el país durante el gobierno de Fulgencio Batista.

Luego del triunfo revolucionario, en 1960, surgió la Orquesta "Siboney", dirigida por Juanito Angulo, y en 1969, "La Tropimar", dirigida por Rubén Cruz Cuesta (Purro).

En esta etapa surge un poderoso movimiento de aficionados, en el que se destacan grupos musicales como: el conjunto "Los Amigos" que luego toma el nombre de "Conjunto Típico Unión Gibara", el grupo "Melodías Fértiles", de la Fábrica de Hilazas de Algodón "Inejiro Asanuma", el "Trío Villa Blanca", la Orquesta típica "Ídolos del Ritmo", el coro de la Milicias Nacionales Revolucionarias dirigido por Antonio Lemus Nicolaus, el cuarteto "Los Zafiritos", los grupos "CH4", grupo "Los Caminantes",de Floro Pérez, el Trío "Los Duques", la Brigada infantil "Víctor Jara", el Coro Infantil "Los Amiguitos de la Cultura" y otras agrupaciones más, entre ellas el Grupo femenino "Bahía" y el Trío de "Los Hermanos Galván", y en los momentos actuales el Grupo "Aguapé", el Trío "Galace", el Cuarteto "Ópalo", algunos tríos y numerosos solistas, algunos trovadores, que conforman el movimiento de artistas aficionados con resultados relevantes en eventos nacionales e internacionales, aún cuando en estos momentos se carece en la localidad de agrupaciones profesionales.

Escultura

La Copa del Amor.

La Copa del Amor

Esta escultura es la más popular de cuantas existen en la Villa, debido a que sobre la misma se han tejido varias leyendas que atraen el interés de los habitantes y de personas llegadas a la ciudad. Se encuentra ubicada en el cementerio local, a unos veinte metros a la izquierda de su entrada principal. Se desconoce la fecha exacta de su ubicación en el lugar, aunque se supone que fuera en la década de 1870. El Panteón, encargado a una casa marmolista de Italia, fue ensamblado por un marmolista de Santa Lucía.

Es una escultura de bulto redondo, hecha sobre mármol blanco pulido, que se alza majestuosa sobre pedestal y consta de un vaso o ánfora cubierta en parte de un manto. En el pedestal aparece una guirnalda con flores y la inscripción: "RIP ÚLTIMO RECUERDO DE MI IGNACIA. MAYO 23 DE 1872. ADOLFO".

La presencia de estos elementos en la pieza está relacionada con el simbolismo que sintetizan su corta vida, la muerte, el reposo y la resurrección, y han dado lugar a las leyendas antes mencionadas, que aunque tienen más de maravillosas que de verdaderas, lo cierto es que han trascendido los tiempos y se han arraigado en la cultura popular, haciendo de esta pieza algo particular y autóctono que perpetúa el idilio de Adolfo e Ignacia y lo convierte en una auténtica muestra de fidelidad y amor.

Monumento de las Madres.

Es una escultura de bulto redondo y gran formato realizada por el escultor Carlos Era Barceló utilizando para ello piedra de jaimanitas en todo el conjunto.

El grupo escultórico está formado por dos figuras humanas: la madre que aparece sentada y su hija, de pie en la parte derecha; donde a través del uso de elementos artísticos y formales sutilmente ejecutados por el creador, se develan al paso de la mirada los valores estéticos y sentimentales recogidos en la obra, a lo que contribuye también la relación con el entorno, para que tengamos el privilegio de recordar la fecha en toda su dimensión, con la sencillez y la alegría de saber que cada día puede existir un motivo para rendir un homenaje a las madres.

Estatua de la Libertad.

Estatua de la Libertad

Se encuentra en La Plaza Mayor o de Armas (hoy Parque Calixto García). Su ejecución fue encomendada a una reputada casa Piedra Santa, Italia, propiedad de un marmolista de apellido Luisi, quien utilizó como modelo el retrato de una gibareña llamada Aurora Pérez Desdín.

Está trabajada en Mármol de Carrara y tiene una tarja donde se inscribe: "A los libertadores de la patria" y en el pergamino que porta en la mano la figura aparece la fecha del 25 de julio de 1898, día en que entraron los mambises a Gibara.

Correos y telégrafos.

Teniendo en cuenta la necesidad del establecimiento de una administración de correos que garantizara el servicio de la correspondencia pública y de oficio, el 7 de junio de 1834, una representación del pueblo se presentó al gobierno solicitando la construcción de un hijuelero de correos entre Gibara y Holguín.

El 9 de noviembre de ese mismo año, acudiendo a la referida petición, se creó una oficina con la denominación de Administración de Correos de Tercera Clase, que realizó su labor por tierra a través del viaje diario a Holguín para unir allí la correspondencia con la que partía diariamente también de Santiago de Cuba para La Habana, en combinación con los demás pueblos de la Isla. Las noticias de la capital del país se recibían así con ocho días de retraso.

Este servicio de Correos perduró hasta el estallido de la insurrección de Yara, que interrumpió en el país las comunicaciones por tierra hasta aún después de haber terminado la guerra en 1878. La correspondencia pública y de oficio se debió enviar durante este tiempo en los vapores costeros que recorrían la parte norte del país. El telégrafo se estableció el día primero de enero de 1870.

Caracterización socio-económica actual

En la actualidad Gibara, como ciudad cabecera del municipio del mismo nombre, tiene una población de más de 17 000 habitantes distribuidos en dos Consejos Populares. La creación del Astillero "Alcides Pino", la Cooperativa Pesquera "Luis Hernández", la Hilandera "Inejiro Asanuma", las fábricas de tabaco (consumo nacional y de exportación) y diferentes industrias locales han diversificado la producción industrial de la villa, tanto para satisfacer necesidades de su población como de otros lugares del país, además de constituir fuentes de trabajo para sus habitantes.

Economía

Su economía, sin embargo, esta servida fundamentalmente del sector agrícola, diseminado por todo el municipio y desarrollada a través de cooperativas de producción agropecuaria y de créditos y servicios, de un fuerte movimiento anapista y de la labor de entidades creadas por la Revolución como la Granja de Cultivos Varios, la Empresa Pecuaria "Hermanos Sartorio", la Finca de Producción de Semillas, la Estación Experimental de Café y Cacao, centro de acopios y otras unidades, en las que no ha faltado la aplicación de los adelantos de la ciencia y la técnica.

Salud

En la esfera de la salud, está en servicio un hospital con más de 100 camas, un hospital psiquiátrico que asimila pacientes de toda la provincia (140 camas), un policlínico, una clínica estomatológica, un hogar materno, uno de ancianos, una unidad de Higiene y Epidemiología y 40 Consultorios del Médico de la Familia.

Educación

En la educación existe un Círculo Infantil, un Seminternado, cuatro centros escolares primarios, una Secundaria Básica, una Escuela de Oficio, una Facultad para la Educación de Adultos, un Politécnico de la Salud, un Escuela Especializada para estudiantes con retraso escolar y mental. A ello debe agregarse que con los nuevos programas trabaja una escuela destinada a impartir el Curso Integral para Jóvenes y existen cuatro Sedes Universitarias Municipales (del MES, Pedagógica, de Cultura Física y de Ciencias Médicas).

Cultura

En el ámbito de la cultura, Gibara posee tres museos especializados (Historia Natural; Historia y Arte) que atienden a la población y al turismo nacional y extranjero. Posee además una Casa de Cultura, Cine, Sala de Video, una Biblioteca Pública (la más antigua de la provincia de Holguín), librerías, dos galerías de arte, una de ellas del pintor Cosme Proenza, una personalidad de las artes plásticas cubanas contemporáneas.

Gibara es además sede de importantes eventos culturales cada año. Junto a la Semana de Cultura, se realiza el Festival de Cine Pobre "Humberto Solás", con la participación de importantes cineastas de todo el mundo.

Morfología urbana

El "Modelo de Ciudad" seguido para conformar la estructura urbana de la villa parece haberse regido por las Ordenanzas de las Leyes de Indias: la lotificación de los terrenos, ubicación de plazas, ancho y posición de las calles en dependencia del clima, situación de las edificaciones alrededor de las plazas en función de las actividades que se desarrollaban en las mismas y de la posición económica de los habitantes en las construcciones domésticas. Fortificado el puerto con la construcción de la Batería de Fernando VII comienza un despunte del hasta entonces incipiente poblado como centro urbano, debido fundamentalmente al capital español que se asentó en el lugar.

La ciudad establece una agradable relación entre ambiente colonial urbano y naturaleza circundante.Su trazado se desarrolla a partir de una cuadrícula bastante regular, que creció de este a oeste definiendo en ese sentido tres plazas y un eje (Calle Independencia), que las vincula, conservándose el criterio de ubicar los edificios importantes alrededor de ejes y plazas principales creando de esta forma una zona central que sintetiza los mejores exponentes de la topología arquitectónica que caracteriza a la ciudad. La trama urbana continuó su crecimiento desde esta zona hacia el norte y el sur. En Gibara, hay manzanas casi rectangulares. Sus calles son relativamente estrechas (oscilan entre 5,50 y 6 metros), excepto Ronda la Marina, la que presenta en su mayor parte un ancho de siete metros.

El crecimiento urbano durante todo el siglo XIX y principios del XX estuvo limitado por la muralla. Desde la cota más alta los techos de tejas sugieren un movimiento y un ritmo que unido a su color característico en contraste con la vegetación de los patios interiores, le imprimen un sello peculiar y la ciudad ofrece una lectura diferente a la que se nos presenta a través del recorrido peatonal por sus calles.

Sistemas de Plazas

Es de destacar que, como sucede en la plaza andaluza, la de mayor contacto promocional con América, el centro no es la plaza, sino la calle comercial. La calle Independencia, que constituye la arteria principal de la villa, es donde tradicionalmente se ha desarrollado la vida comercial, sirviendo de lazo y formando un sistema de plazas.

Plaza de la Fortaleza

Debe su nombre a la Batería de Fernando VII. Surgió en 1817 cuando comienza la construcción de dicha Batería y quedó conformada en los primeros años de desarrollo de la villa. Se caracteriza por ser una plaza cerrada tomando la forma que le imponen las irregularidades del litoral. A ella llegan varias calles importantes de la ciudad. En sus inicios fue una plaza seca pero en la época republicana se le incorpora un parque con vegetación, bancos y una estatua que simboliza el amor maternal. El marco escenográfico de la misma está compuesto por edificios de valor arquitectónico y urbano, como la Casa Da Silva, muchos de ellos con portales de diferentes estilos y características constructivas.

En la época de su surgimiento concentró un núcleo poblacional importante, así como sirvió de espacio al desarrollo de funciones fundamentales como las generadas por la primera casa de gobierno en ella ubicada. En la actualidad se insertan actividades de servicios, administrativas, turísticas, recreativas, políticas y astronómicas. Existe en ella un área de almacén, aunque predomina el sector residencial.

Plaza Mayor o de Armas

Quedó estructurada al concluirse la Iglesia Católica en el año 1853. Es una plaza con abundante vegetación. Su estructura es cerrada por cuatro calles importantes. La rodean una serie de edificios con diversos niveles de realización, de alto puntal, en su mayoría con diferentes estilos y aún cuando se insertan algunos inmuebles que por su forma no armonizan con el entorno, en la generalidad se integran, para conformar un perfil bastante homogéneo y prevalecen los de altos valores arquitectónicos y urbanos.Como elemento jerarquizador encontramos la Iglesia Parroquial y una Estatua de la Libertad.

Esta Plaza asimiló desde sus inicios actividades esenciales tanto en el orden cívico, religioso como recreativo, comercial y de hospedaje, así como en ella se construyó la Segunda Casa de Gobierno, las sedes del Casino Español y del Teatro.

Actualmente la plaza lleva el nombre de Parque Calixto García y aún cuando se desarrollan actividades que les fueron propias desde sus inicios: administrativas (está la sede del Poder Popular), religiosas (Iglesia Parroquial), culturales y recreativas (teatro, cine, biblioteca, museo), disminuyen la actividad comercial y desaparece la de hospedaje.

Plaza del Cementerio o de Colón

Con el desarrollo de la trama urbana se hizo necesario trasladar el cementerio que existía en 1846. En el lugar que éste ocupaba surgió la Plaza, destinada a constituir en su día la Plaza del Mercado por su estratégica y céntrica posición respecto a la ciudad, pero nunca se logró.

Sus características responden a una plaza verde, cerrada, difiere de la anterior en que interrumpe el trazado de una de las calles que a ella llegan. Está rodeada de edificaciones de altos valores con portalería, como el ocupado por la Casa de la Cultura.

En su centro se ubicó un obelisco en homenaje a José Martí en diciembre de 1949. Inicialmente se dotó de viviendas y más tarde se le incorporaron actividades comerciales y recreativas como el edificio que ocupaba la Sociedad Española. En la actualidad lleva el nombre de Plaza de la Cultura y en ella se encuentra ubicada la Casa de Cultura "Raúl Gómez García" (antiguo edificio de la Sociedad Española), el Instituto de belleza "Marbella", la sede de la Cruz Roja, el Palacio de Pioneros y el Palacio de la Artesanía de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA).

Las otras dos plazas que quedaron conformadas en el siglo XIX no tuvieron mayor repercusión en la villa, por lo que no llegaron hasta la actualidad. Ellas fueron:

Plaza del Desengaño

Ubicada en la zona oeste, donde se encontraba la entrada principal de la villa, enmarcada por las calles Leyva, Independencia y Narciso López.

Plaza del Príncipe Alfonso

Ubicada en la zona norte, delimitada por las calles Calixto García, J. Agüero, Mariana Grajales y Jesús Del Sol. Las ordenanzas de población disponían, tomando la antigua experiencia medieval, que la plaza y no sólo ella, sino también sus cuatro calles debían tener portales para mayor comodidad de las personas que a ellas concurrían. Esto fue aplicado parcialmente a la villa, ya que alrededor de las tres plazas principales (Plaza de la Fortaleza, Plaza Mayor o de Armas y Plaza de Colón) se construyeron portales, no así en las calles que de ellas parten. No obstante, también se construyeron portales a todo lo largo de la calle Ronda La Marina.

Cementerio

Siguiendo las costumbres Cuba hasta el siglo XIX de efectuar los enterramientos bien dentro de la Iglesia o en sus inmediaciones, el primer cementerio de Gibara estuvo localizado al lado de la primitiva Ermita en la Plaza Mayor. Las necesidades de la higiene, el mejoramiento de las costumbres y sobre todo, el desarrollo urbano, debido a la prosperidad económica, obligaron a que el mismo fuera ubicado en la que luego seria la Plaza de Colón. Allí permaneció hasta 1846, en que el incontenible crecimiento espacial de la ciudad demandó trasladarlo al lugar que ocupa en la actualidad.

Este cementerio posee gran valor histórico, pues guarda los restos de destacadas personalidades de la villa, como los del General Ricardo Sartorio Leal, General de la Guerra de Independencia, además de conservar panteones con esculturas de gran significación artística, en su mayoría de creadores italianos. Entre ellas está la Copa del Amor que une a sus relevantes valores estéticos, el de perpetuar una leyenda que forma parte de la literatura de trasmisión oral de la población gibareña.

Morfologia Arquitectónica.

El desarrollo arquitectónico en Gibara desde su fundación y hasta los primeros años del siglo XX, en que comienza a decaer el esplendor económico alcanzado por la villa, está caracterizado por tres períodos bien definidos que comprenden desde 1817 a 1850, de 1850 a 1902 y de este a 1930 aproximadamente. A partir de 1817 y hasta mediados del propio siglo XIX, en correspondencia con el incipiente nivel económico, se desarrollaron los códigos arquitectónicos que se aplicaban desde hacía tiempo en el país con la influencia mudéjar fundamentalmente, cubriendo un repertorio temático amplio.

Dentro de las técnicas constructivas se usó el muro de mampuesto o ladrillo, las cubiertas se realizaban con armaduras de madera cubierta de tejas criollas, el esquema en planta que prevalece responde al de la casa con patio central rodeada de galerías o colgadizos en dos, tres o cuatro de sus lados en dependencia de la forma de L, U, C o anular alrededor de todo el patio central, el puntal era pequeño. Se utilizó profusamente la madera tanto en interiores como en exteriores.

Desde la década de 1850 y hasta 1902 aproximadamente, irrumpen con fuerzas los códigos arquitectónicos del estilo neoclásico. Sin embargo, mientras la clase pudiente desarrolla obras importantes en la trama urbana dentro de este estilo, que la hacen predominante, los sectores populares seguirán realizando una arquitectura similar al período anterior.

La aplicación en la segunda etapa mencionada de los códigos neoclásicos estuvo diferenciada, ya que se construyeron nuevas obras que respondían a dichos códigos, como la Iglesia, el Teatro, el actual Museo de Arte e Historia, etc, pero en otras intervenciones se usaron elementos formales del neoclásico en obras ya construidas con anterioridad o sencillamente se sustituía la fachada y otros detalles decorativos y componentes, fundamentalmente en viviendas, donde se integraron los códigos formales del neoclásico con la arquitectura tradicional anterior, manteniendo la forma de la planta, los techos de tejas, asimilando sólo algunos elementos del nuevo estilo.

Por corresponderse esta segunda etapa con la mayor prosperidad económica de la villa, las construcciones se caracterizaron por la majestuosidad y sencillez de la forma, permitiendo la continuidad y homogeneidad a lo largo de las calles. El uso de pórticos columnares-arquitrabados en las plazas y litoral, balconajes, molduras que separan los niveles, acentuaron la horizontalidad.

Predominan las edificaciones de una sola planta con alto puntal, aunque existen construcciones de dos niveles muy importantes. Los portales y corredores que aparecen alrededor de las tres plazas y a todo lo largo de la calle Ronda La Marina enriquecen la expresión formal de las edificaciones y su entorno. La mayoría presenta techos planos (por tablas) y en algunos es interesante la presencia de pies derecho de madera de gran puntal con capitel también de madera con reminiscencias del arte jónico.

En el último período mencionado (1902-1930 aproximadamente) se aprecian algunos ejemplos significativos dentro del estilo ecléctico como la hoy Biblioteca Municipal, el Hotel Ordoño, etc, y en menor medida manifestaciones del Artdecó (Sectorial de Cultura actual), integrándose en un diálogo armonioso a través de similares expresiones compositivas, al mantener parámetros como: altura de vanos, puntales, pretiles, etc.

En la inserción de esta parte de la arquitectura moderna ocurre algo semejante a lo sucedido con la entrada del neoclásico en Gibara, es decir que paralelamente a la construcción de obras se trasformaron algunas de las existentes, fundamentalmente a nivel de fachada y elementos componentes. A partir de 1930 y hasta 1959 debido al colapso económico que sufrió la villa, se interrumpió el desarrollo constructivo que había alcanzado la misma, no hubo prácticamente nuevas intervenciones en este sentido, y la ciudad pudo preservar ese encanto colonial que la caracterizó.

Características de las construcciones.

Construcciones domésticas.

Se caracterizan por presentar cubiertas a dos y cuatro aguas terminadas en tejas criollas, alfarjes sencillos sin decoraciones en su gran mayoría; sólo separada de la saleta por arcadas, corredor en L que da al patio interior, en algunos casos con arcadas de medio punto, donde se localizan aljibes ornamentados en hierro que no alteran la sencillez del espacio y que da respuesta a la necesidad de agua de los habitantes de la villa; en edificios importantes encontramos valiosas fuentes y esculturas fundamentalmente de terracota y cuadros de mosaicos valencianos.

Fachadas de alto puntal y comuneras con grandes vanos protegidos por balaustres de madera o hierro y el empleo de rejas con ornamentación sencilla, se utilizan profusamente las jambas de albañilería, la carpintería a la española o clavadiza, de cuarterones con o sin postigos, aleros de tornapunta, tejaroz y sardinel. Por muy sencillo que sea el inmueble presenta lucetas de cristales de colores, así como hermosos vitrales en los de mayor prestancia.

Los pretiles son generalmente lisos con diferentes balaustradas, algunos con piñas de remate. En interiores y en algunas fachadas encontramos zócalos de mosaicos y azulejos siguiendo la costumbre mudéjar, decorados con motivos naturalistas, coloreados y esmaltados.

Los muros de mampuestos y de ladrillos de gran espesor o de madera, son usuales, también aparecen combinados los tres elementos. Para la terminación de los pisos se utilizó gran variedad de materiales, diseños y colores, la losa cerámica, la losa isleña, tanto en corredores exteriores como en las galerías de los patios interiores El tabloncillo y el mármol, formaron parte de los materiales utilizados, los entrepisos fueron construidos con tabloncillos y losa por tabla.

En las construcciones domésticas se utilizó la madera abundantemente. Poseen las mismas, en su mayoría, alto puntal, sus muros compuestos por piezas de tabloncillos, generalmente de 0.10 metros machihembrados, grandes vanos en su fachada así como la presencia de guardamalleta como remate de alero en algunos casos.

Dentro de este repertorio temático se inscribe el inmueble de alto valor ocupado actualmente por el Museo de Arte y el de Historia Municipal . Este edificio responde a la estructura de casa-almacén; el primer nivel destinado a almacenes y el segundo a la vivienda, con la particularidad de constituir una casa gemela con igual comportamiento formal y espacial. Construido aproximadamente en la década del 60-70 del siglo XIX su estilo es básicamente neoclásico. La fachada presenta un alto puntal, cuatro puertas, tres de ellas clavadizas o a la española y la otra, la de acceso al nivel superior, hecha de cuarterones; zócalos de azulejos decorados, pilastras corridas, jambas de albañilerías, balcón corrido, pretil liso, uso de la herrería fundida y forjada en los pasamanos de escalera y barandas de balcones interiores y exteriores. En su interior y segunda planta aparecen lucernarias de gran valor, sus vitrales son los de mayor dimensión de la villa y clasifican entre los mayores de la isla, además de tener bellasmamparas.

La Casa Da Silva es una de las construcciones domésticas más interesantes de la villa. Esta edificación fue construida en el sitio donde se presupone existió la primera construcción oficial gibareña. Es un ejemplo único por su rara estructura dual. Tiene techo de cuatro faldones de tejas españolas sobre entablado ancho, alfarje escuadrado y tirantes dobles con motivos decorativos. Posee portal en colgadizo al frente y lateral izquierdo, polícromos pisos y zócalos, pies derechos de madera y barandas de madera trabajada.

La carpintería es de ensambladura con postigos y balaustradas de madera torneada. Interiormente tiene arcos de madera de medio punto y posee lucetas rectangulares de vivos colores, los cuales suponemos que fueron ejecutados en 1906 cuando la casa fue ampliada pero conservando las características originales.

En esta edificación hay un alto predominio interior del uso de la madera y en las paredes de la galería del fondo tiene tres cuadros de mosaicos valencianos de alto valor ornamental; sus patios interiores protegidos del fuerte aire marino sugieren calma y sosiego. En ella vivió el Vicecónsul de Portugal, aunque en remodelaciones posteriores se incorporó en su interior el arco y vitral, característicos en Gibara en la segunda mitad del siglo XIX, no se transformó en una construcción del neoclásico cubano.

Como un ejemplo curioso de eclecticismo colonial, en este inmueble se mezclan los más diversos motivos decorativos, sin embargo, da una imagen homogénea de conjunto que lo convierte en una joya arquitectónica.

Una edificación de dos plantas que desde el punto de vista arquitectónico e histórico tiene gran valor en esta villa, es el ubicado en J.Peralta esquina a Independencia. Se terminó de construir en 1902. Aunque aparecen en él códigos del estilo neoclásico, en los interiores hay una marcada influencia morisca, especialmente en los arcos trilobulados que aparecen al fondo, así como muestra otros elementos de la arquitectura ecléctica, que denotan que fue con este edificio con el que se introdujo ese movimiento arquitectónico en Gibara. Posee además una valiosa vidriaría en los arcos ojivales, así como bellos mosaicos que aún conserva en su planta alta, paisajes trabajados posiblemente con losas valencianas.

En la fachada presenta combinación de balconaje corrido y aislado, con bello trabajo de herrería que se evidencia tanto en los balcones como en las rejas del primer nivel. Las ventanas de cuarterones se combinan con persianería francesa y lucetas de cristal.

En este inmueble, en su segundo nivel, funcionó la Escuela Pública y el 12 de mayo de 1947 se desarrolló una huelga que alcanzó repercusión nacional, iniciada por sus estudiantes.

Junto a edificios con códigos coloniales situados en la Plaza Mayor, aparece un majestuoso edificio de dos plantas terminado en 1925 y que se inscribe dentro de los códigos eclécticos (Actual Biblioteca Municipal). Su función original fue vivienda. Espacialmente está compuesto en la primera planta por sala, saleta, habitaciones y un patio y en la segunda por habitaciones y una terraza que tuvo una pérgola en su época. La cubierta es de tejas francesas de cuatro faldones, falso techo de yeso con decoración simple. La carpintería es de cristal rematada en un arco de medio punto con vitrales. Interiormente tiene columnas de orden clásico específicamente Corintio. En la fachada tiene un portal que da a la plaza con una arcada de medio punto, rematada en un pretil con balaustrada. El recubrimiento exterior está trabajado con un almohadillado sencillo.

En la actualidad en este edificio está la Biblioteca Pública Municipal "Armando Leyva Balaguer" y en el piso del portal se conserva grabado y sólo visible desde algunos ángulos, una hoz y un martillo al parecer hechos durante la construcción de la residencia y que sugiere la filiación política del constructor o constructores, por lo que el inmueble tiene un valor histórico agregado.

Construcciones civiles

En la calle Ricardo Sartorio Leal, esquina a Luz y Caballero, se encuentra el Teatro Casino Español , hoy en proceso de restauración. Es una construcción de tres niveles, con predominio del estilo neoclásico, culminada el 13 de septiembre de 1890. Su interior está formado por la clásica herradura italiana destinada a palco, platea y paraíso en sus tres plantas.

Sus muros de mampuestos tienen 0.40 metros de espesor; en su fachada aparecen pilastras corridas y el típico frontón rectilíneo, la cubierta es de tejas criollas. En su escenario actuaron importantes figuras del arte nacional e internacional.

En la época republicana el nombre del teatro "Casino Español" fue sustituido por el "Unión Club".

Arquitectura religiosa.

De la primera Iglesia con que contó la villa, pudo obtenerse la información a través de la descripción que de ella hace Herminio Leyva:

«Contaba dicho templo de un solo cuerpo, de tablas y tejas del país, groseramente construida. Tenía aproximadamente de 7 a 8 metros de frente y como 14 á 16 de fondo, con la fachada principal mirando a la calle de San Fulgencio. Al fondo en su ángulo S.0 salía fuera del cuerpo principal un pequeño rectángulo como de 4 metros de lado, también de tablas y tejas, que servía de sacristía. Frente á esta como á distancia de unos 2 metros, y en dirección á la calle de la Fortaleza, se eleva el campanario montado sobre 4 pies derechos en forma de palomar. Todo el ornamento de aquel modesto templo consagrado al culto católico se componía de un altar y púlpito, ambos de madera de pino, pintado de blanco con filetes dorados, un tanto destruido el oro por la acción del tiempo, pues así el altar como el púlpito eran despojos de la parroquia de San Isidoro de Holguín [...] Había también en la Ermita de Gibara algunos bancos pintados de oscuro, todo de muy pobre aspecto. Se hallaba situada dicha ermita en el centro próximamente del espacio que media entre la calle de la Fortaleza y la Iglesia actual, más cerca á la calle de San Fulgencio que á la de los Felices. A los 20 años dicha ermita estaba tan deteriorada que fue necesario trasladar el culto á una casa de madera de Don Antonio Casacó y Medrano, sito en la calle de los Felices á medianía entre la Fortaleza y Dolores. Se repara la Ermita y presta servicios hasta el año 1853, cuando se construye la parroquial, con donación de Doña Victoriana de Ávila».

Iglesia Parroquial.

Iglesia Parroquial

Fue proyectada y dirigida por el arquitecto catalán Don Juan Pons, quien esculpió la mayor parte de las imágenes que figuran en sus altares. Su construcción se inició el 13 de septiembre de 1850 y fue bendecida el 11 de junio de 1853.

Este templo se levanta en una planta rectangular de 18 metros de frente por 33 metros de fondo, cuyos muros de mampuesto poseen un espesor de 0.58 metros aproximadamente. Este rectángulo se divide en tres naves: la central, donde se haya el coro, mide 8.36 metros de ancho. Sobre ella se levanta una hermosa cúpula construida primero en madera y yeso la cual fue reparada en 1867, al sufrir deterioro dichos materiales, siendo sustituida por ladrillos. Esta cúpula deja pasar a través de sus ventanas de vidrios de colores, la luz que ilumina hermosas pinturas murales de los cuatro evangelistas que aparecen en sus pechinas.

Al fondo del presbiterio se encuentra la sacristía. Sobre las naves laterales y justo en su fachada principal se levantan dos torres. En sus fachadas aparecen pilastras corridas, resguardando tres portones en la entrada principal y dos por los laterales, además aparecen los típicos elementos decorativos de frontones rectilíneos.

Iglesia "Los Amigos"

Perteneciente a la rama protestante fue fundada el 14 de noviembre de 1900. Sus miembros también se denominan "Cuáqueros". Tuvieron su origen en Inglaterra e iniciaron su movimiento a principios del siglo XVII, llegando a Cuba procedente de los Estados Unidos.

Para su fundación se alquiló una casa en la Plaza de la Fortaleza, luego se trasladan hacia otro punto en la calle J. Agüero, frente a la Logia "Unión Fraternal", y posteriormente, entre 1901 y 1902 compran un terreno en esta misma calle donde se construye la Iglesia, el colegio y la casa pastoral. La edificación presenta una cubierta de cuatro faldones de techos de tejas francesas, la fachada al estilo neoclásico con pretil liso, la carpintería es de cuarterones, el campanario está erigido sobre un pórtico con columnas del orden toscazo y sufrió una modificación sustituyéndose el original en forma de pináculo por el que posee actualmente.

Arquitectura militar.

La triste experiencia producida en América por las repetidas guerras con la nación inglesa, cuyas expediciones encuentran indefensas las costas cubanas dada la escasez de fortificaciones militares; la preocupación del gobierno español sobre la posible influencia en Cuba de las luchas de los territorios hispanoamericanos por mantener su independencia recién conquistada; la afluencia de corsarios sobre sus costas, motivan la necesidad de fortificar los puertos. Bajo estas circunstancias, el 16 de enero de 1817 se coloca la primera piedra de la Batería que llevaría el nombre de "Fernando VII" y que terminaría de construirse el 2 de junio de 1818, con un costo inicial de 10 073 pesos y 4 reales.

Esta fortaleza se construyó insinuándose al mar, franqueando la boca de la bahía de donde se podía hacer fuego a las embarcaciones desde que éstas se encontraban mar afuera, en una zona de la costa donde se hacía difícil el desembarco por ser muy abrupta y batir el mar con gran fuerza.

La Batería "Fernando VII" se encuentra separada de la tierra por un foso y el acceso es a través de un puente de madera. La construcción se pronuncia hacia el mar protegida por un parapeto circular formada por dos muros de mampuesto de 0.50 metros cada uno, separados entre sí por un relleno de 0.80 metros de tierra y piedra.

Los muros de mampuesto de las naves que forman dicha construcción tienen 0.50 metros de espesor. Sus techos son en colgadizos, con alfardas de madera, encima presenta un entablamento, terminando el mismo en tejas criollas. Sus puertas y ventanas son a la española, estas últimas están protegidas por rejas de hierro. En ella se emplearon tres cañones de hierro calibre 24.2, con proyectiles de a 8 y uno del calibre 4, los que miraban hacia el mar, además de poseer un cañón calibre 12, que estaba dirigido hacia la tierra. Este armamento no llegó hasta la actualidad.

En 1988, esta construcción militar se restauró, eliminándose las variaciones que a través de más de cien años se le hicieron y otorgándosele su aspecto original. Un nuevo proceso restaurativo se le practicó en el inicio del siglo XXI, donde se le incorporó portal a las dos naves interiores producto de la investigación y hallazgo del proyecto original, encontrado en el Museo Militar de la Coruña, en España.

Los Cuarteles.

Vista del cuartelón.Fortaleza inconclusa.

Desde que se establecieron por primera vez los destacamentos gibareños, con tropas de línea, el de artillería en 1820 y el de infantería en 1824, como consecuencia del desarrollo que va adquiriendo el poblado y en sustitución de las milicias del país que cubrían el servicio de la plaza, estas tropas se alojaban en casas particulares alquiladas por el estado, generalmente en la casa de madera situada en Buena Vista (hoy Avenida Rabí), esquina a Dolores (actualmente calle Ricardo Sartorio Leal), que no se conservó para la posteridad.

En 1854, los vecinos más acaudalados de la villa se reunieron para cubrir el presupuesto con vistas a la construcción de un Cuartel donde se alojara el destacamento de infantería y posibilitar así la permanencia de una compañía armada en el pueblo.Ese cuartel se empezó a construir en las alturas de La Vigía, pero al verlo el entonces Capitán General de la Isla (1855) Don José Gutiérrez de la Concha, consideró que la altura de la loma donde se había ubicado el Cuartel resultaba perjudicial para la salud de los soldados, por las fatigas que ocasionaba el ascenso y en consecuencia, ordenó la suspensión de la construcción.

Hasta hoy nos han llegado sus ruinas. Consta de un bloque principal de planta rectangular y un martillo lateral, sus muros son de mampuesto; el ladrillo se utilizó como elemento estructural en arcos, columnas y huecos de ventanas, todo a vista. Su acceso principal está conformado por tres vanos en arcos de medio punto. Esta construcción, aunque inconclusa, es la mayor de carácter militar colonial de la villa. Su ubicación en lo alto de la elevación le confiere un gran valor paisajístico y constituye un punto mirador desde el cual se observa gran parte de la ciudad.

La Muralla y sus respectivos fortines.

Fuerte avanzada de las Tenerias.

La construcción de la muralla de la ciudad de Gibara y sus respectivos fortines obedeció a razones políticas y económicas. La necesidad que tenían los vecinos de la villa de proteger sus bienes e impedir la entrada de los mambises en la llamada "España Chiquita", fueron argumentos decisivos. La construcción se inició en los primeros años de la década de 1870 y fue concluida alrededor de 1875.

La muralla comenzaba desde la orilla del mar en la parte norte del litoral, lugar que aún se conoce como Punta de Muralla; continuaba subiendo por delante de los Colgadizos hasta la Vigía (parte más alta del pueblo), pasaba por detrás del cementerio hasta terminar pegada a la costa por el otro lado, donde se encontraba la antigua estación del ferrocarril Gibara-Holguín.

El muro construido tenía más de 2 000 metros de longitud, dos metros de altura y 61 centímetros aproximadamente de espesor. De tramo en tramo estaba reforzado por pilares interiores en sus ángulos salientes.

Los muros y pilares interiores, así como los fortines se construyeron con sillarejo y los techos y pisos de los últimos eran de madera, usando además tejas en las cubiertas.

Inicialmente, la muralla contaba con 5 fortines y dos tambores de defensa. Entre 1875 y 1895 se le construyen dos nuevos fortines. De esta manera lograron los vecinos de Gibara ponerse a cubierto de cualquier sorpresa, pues se hacía guardia permanente, tanto en los tambores de defensa como en los fortines, por soldados de la propia guarnición de éstos y con ayuda de los voluntarios.

Aunque no se conservan documentos que lo confirmen, la información oral transmitida de generación en generación afirma que a las seis de la tarde se disparaba un cañonazo que indicaba el cierre de las puertas de la ciudad.

Debe decirse que este tipo de fortificación está dentro de la tipología militar usada en el país a partir de la segunda mitad del siglo XIX y que obedece a los cambios ocurridos en la poliorcética. Gibara fue una de las dos ciudades amuralladas de Cuba (la otra fue la capital del país). Durante el gobierno del General Ricardo Sartorio Leal, (primer alcalde que tuvo la villa en el período republicano) se ordenó demoler la muralla para el relleno de las calles y ensanchamiento de la ciudad. Aún quedan los restos como testigo de una época.

Centro Histórico actual

En aras de la conservación del Centro Histórico Urbano de Gibara, en 1989, durante la Tercera Sesión del V Período de Mandatos de la Asamblea Municipal del Poder Popular, se aprobó el Reglamento del Centro Histórico de la Ciudad, elaborado por las Delegaciones Municipal y Provincial de Monumentos y la Dirección Provincial de Planificación Física, donde se demarcaba el área a conservar como tal.

En el año 2003 dicho Reglamento sufrió una leve modificación, aprobada por los organismos correspondientes, en cuanto a la delimitación del Centro Histórico Urbano de Gibara, donde se definió el mismo a partir de la evaluación de la zona de alto valor histórico, arquitectónico y ambiental y mayor grado de conservación, definida por:

Evaluación del Casco Histórico Urbano

El Centro Histórico de Gibara ocupa 40 manzanas, abarcando un área de 27.2 hectáreas que representa el 15.6 % del total de área urbanizada de la ciudad (173.7 hectáreas) y el 14.3 % del área total (190 hectáreas). En ella se asientan 3394 habitantes, o sea el 19.7 % del total de habitantes (17240) del núcleo, teniendo una densidad de 124.8 habitantes por hectáreas y 4.8 habitantes por viviendas.

Los resultados del inventario de localización reflejan que del total de inmuebles contabilizados 828, el 62.2 % pertenecen al siglo XIX y el 37.8 % al siglo XX.

De acuerdo a la función original de las edificaciones hay predominio de las construcciones domésticas, 88.6 %, aún cuando en la actualidad no todas se usen para esta función.

En cuanto a la integridad el 89.6 % corresponde a las edificaciones sin transformación o poca transformación. Estos índices se corresponden con transformaciones a nivel de fachada en la carpintería, vanos y techos, a nivel de planta al dividirse y subdividirse los inmuebles tanto por particulares como por el Estado, como resultado de insertar en edificaciones, sin estudio previo, nuevas funciones, para las que no fueron creados los mismos. La falta de mantenimiento ha dado lugar a la perdida de elementos característicos de la ciudad: pretiles, corredores alrededor de las plazas, piñas de remate, aleros, herrería y otros elementos de decoración, así como la población, ante la imposibilidad de restaurar y conservar su vivienda, tiende a sustituir y crear nuevos elementos que le son más factibles de realizar, llegando inclusive a alterar la línea de fachada al introducir el medio portal, marquesina, etc.

De la valoración integral realizada en relación con la conservación de elementos originales y su significación cultural se concluye que el 57.7 % de construcciones consideradas, corresponden a los grados de protección I y II y el 41.5 % a los grados III y IV.

Ver además

Fuentes

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Referencias

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  • García Castañeda, José A. Así es Gibara. – Holguín: Artes Gráficas CajigalS.A., 1957. – 126 p.
  • Leyva, Herminio. Gibara y su Jurisdicción. – Gibara: Establecimiento tipográfico de Martín Bim, 1894. – 489 p.
  • Weiss, Joaquín E. La arquitectura colonial cubana. – La Habana: EditorialPueblo y Educación, 1985. – 2t.: il.

Fuentes Inéditas

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  • Doimeadios Cuenca, Enrique y María Hernández Medina. Síntesis histórica del municipio Gibara. – Gibara: Comisión de Historia PCC Municipal, 2002. – 120 h mecanografiadas. Trabajo investigativo.
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  • Herrera Serrano, Clara y Maria Eulalia Sansó. La Batería de Fernando VII. –
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  • Un llamado para la recuperación de Gibara. – Gibara: Simposio Municipal de la cultura, 1992. – 16 h mecanografiadas. Trabajo investigativo.
  • Frank Ferreiro. Reanimación urbanística Ronda La Marina y recuperación de playas. – Holguín: Evento de Planeamiento Regional y Urbano DPPF., 1993. – 12 h. mecanografiadas. Trabajo investigativo.
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  • Literatura, Imprenta, Publicaciones periódicas y libros editados en Gibara. – Gibara: Biblioteca Municipal, 1996. – 54 h. manuscritas. Trabajo investigativo.
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  • Ruiz de Quevedo, María Teresa. Estudio preliminar del edificio de la calle Independencia No. 19. Gibara: Equipo Técnico de Monumento, 1997. – 9 h. mecanografiadas. Trabajo investigativo.
  • María Hernández Medina. La muralla de Gibara y sus fortines. Gibara: Delegación Municipal de Monumentos, 1993. – 15 h.mecanografiadas. Trabajo investigativo.
  • Turismo de Ciudad para Gibara. – Holguín: Dirección Provincial de Planificación Física, 1993. – [129] h. mecanografiadas. Trabajo Investigativo.