Gregorio XIII

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Gregorio XIII
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Papa de la Iglesia católica
1572 - 1585
Papa Gregorio XIII.jpg
PredecesorPio V
SucesorSixto V
Cardenales nombradosVéase categoría
Información personal
Nombre secularUgo Buoncompagni
Nombre religiosoGregorius Tertius Decimus
Nacimiento7 de enero de 1502
Bolonia, Bandera de Italia Italia
Fallecimiento10 de abril de 1585
Roma, Bandera de Italia Italia
HijosGiacomo Buoncompagni
Alma máterUniversidad de Bolonia (1530)

Papa Gregorio XIII. Papa número 226 de la Iglesia Católica entre los años 1572 y 1585. Instaurador del Calendario Gregoriano. Fue auditor del Concilio de Trento en sus etapas. Creador de la Lista de Libros Prohibidos. Obispo de Viesti en 1558, nombrado por el Papa Pablo IV. Delegado pontificio a España para intervenir en el proceso inquisitorial iniciado al cardenal de Toledo, Bartolomé Carranza. Aunque no se ha podido comprobar su implicación directa en la Noche de San Bartolomé. También influyó en Inglaterra tratando de derrocar a Isabel I a favor de Maria Estuardo.

Orígenes y formación

Nacido Ugo Buoncompagni, en Bolonia el 7 de enero de 1502; estudió jurisprudencia en la universidad de Bolonia y tras doctorarse en derecho en 1530, desde 1531 ejerció como profesor contándose entre sus alumnos figuras de la importancia de Carlos Borromeo, al famoso futuro cardenal Alejandro Farnesio y Reginald Pole. Cristóbal Madruzzi, Otto Truchsess von Waldburg, y Stanislaus Hosius.

Su juventud no pasó sin manchas. Mientras estuvo en Bolonia tuvo un hijo, llamado Giacomo con una mujer soltera. Continuó con su mentalidad mundana y aficionado a la ostentación hasta después de entrar en el estado clerical. Pero desde el momento que fue elegido papa siguió los pasos de su santo predecesor y estuvo completamente imbuido de la enorme responsabilidad que conllevaba su elevada posición.

Carrera eclesiástica

En 1530 fue a Roma llamado por el cardenal Parizzio y Paulo III le nombró juez en el Capitolio, escribano papal y refrendario de ambas signaturas En 1539 inició su carrera eclesiástica que le llevó a ordenarse sacerdote en 1542, tras lo cual actuó para el papa Pablo III como juez de la capital, abreviador papal y refrendador del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica hasta que, en 1545 fue enviado como auditor y uno de sus juristas al Concilio de Trento.

A su vuelta a Roma ocupó varios oficios en la curia romana bajo Julio III (15501555), que también lo nombró prologado en la Campaña en 1555.

Con Paulo IV (15551559) acompañó al cardenal Alfonso Caraffa en una misión papal ante Felipe II en Flandes. En 1558, el papa Pablo IV lo nombra obispo de Viesti y en 1559 volvió nuevamente como diputado confidencia al Concilio de Trento donde permanecería hasta su clausura en 1563 en calidad de asesor del legado pontificio, el cardenal Simonetta.

Tras su regreso a Roma fue nombrado, el 12 de marzo de 1565, Cardenal Presbítero de San Sixto y enviado como delegado pontificio a España para intervenir en el proceso inquisitorial iniciado al Cardenal de Toledo, Bartolomé Carranza, que era sospechoso de herejía y estaba encarcelado por la Inquisición. Su estancia en España le permitirá conocer al rey Felipe II y atraerse su simpatía, hecho que será decisivo en su elección como papa. Mientras estaba en España fue nombrado secretario de los Breves papales, y después de la elección de Pío V, el 7 de enero de 1566, volvió a Roma a su nuevo cargo.

Papado

Tras la muerte de Pío V, el 1 de mayo de 1572, el Colegio Cardenalicio reunido en [[cónclave], 13 de mayo, 1572, principalmente por la influencia del cardenal Antonio Granvella y el rey de España, Felipe II, eligió en un solo día al cardenal Buoncompagni como nuevo papa, tomando el nombre de Gregorio XIII. Al ser elegido papa tenía ya 70 años pero aun estaba fuerte y lleno de energía.

Adoptó el nombre de Gregorio XIII como homenaje al gran papa Gregorio I el Grande, y a pesar de su avanzada edad a la que fue elegido, demostrará una inflexible energía y voluntad en la regeneración de la Iglesia, continuando la labor iniciada por su predecesor Pío V.

Pero desde el momento que fue elegido papa siguió los pasos de su santo predecesor y estuvo completamente imbuido de la enorme responsabilidad que conllevaba su elevada posición. Su elección fue acogida con alegría por el pueblo romano así como por los gobernantes extranjeros. El emperador Maximiliano II, los reyes de España y Francia, Portugal, Hungría, Polonia, los príncipes italianos y otros, enviaron sus representantes a Roma a rendir obediencia al recién elegido pontífice.

Reforma de la Iglesia

También creó una comisión para actualizar y ampliar el Index Librorum Prohibitorum.

En su primer consistorio ordenó que se leyera en público la Constitución de Pío V que prohibía la enajenación de la propiedad de la iglesia y se comprometió a ejecutar los decretos del Concilio de Trento. Enseguida nombró un comité de cardenales, que eran Borromeo, Palcotti, Aldobrandini y Arezzo, con instrucciones de averiguar y abolir los abusos eclesiásticos. Decidió que los cardenales que estaban a la cabeza de diócesis no estaban exentos de los decretos tridentinos, sobre la residencia episcopal; designo un comité de cardenales para completar el Índice de Libros prohibidos.

Y designó un día de cada semana para una audiencia pública durante la cual todos tuvieran acceso a él. Para que sólo las personas más dignas fueran investidas con dignidades eclesiásticas mantuvo una lista de hombres recomendables dentro y fuera de Roma, en la que anotaba sus virtudes y defectos que llegaba a conocer. El mismo cuidado tenía en la elección de cardenales. Durante su pontificado creó 34 cardenales y en su nombramiento siempre tenía a la vista el bien de la iglesia. No se le puede acusar de nepotismo. Hizo cardenales a dos de sus sobrinos, Filippo Buoncompagni y Filippo Vastavillano, porque pensó que eran dignos de ellos, pero cuando un tercero apareció aspirando a la púrpura, ni siquiera le concedió una audiencia. Nombró a su hijo Giacomo castellano de Sant´Angelo y portaestandarte de la Iglesia, pero no el concedió una dignidad mayor, aunque Venecia le enroló entre sus nobili y el rey de España le nombró general de su ejército.

Incentivó la creación de colegios y seminarios en los que se formaran, cultural y moralmente, los futuros sacerdotes y misioneros. Al frente de estos centros puso a la Compañía de Jesús que se convirtió en uno de sus principales pilares de su labor reformadora, lo que le supuso a la orden ser favorecida con la concesión de numerosos beneficios, destacando entre ellos el apoyo que el papa prestó al Colegio Romano que había sido fundado por Ignacio de Loyola en 1551 y que, en 1584, se ampliaría y cambiaría su sede y su nombre por el de Pontificia Universidad Gregoriana en honor a su protector el papa.

Canonizaciones

Durante su pontificado, Gregorio XIII canonizó a Norberto de Magdeburgo (1582). Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como Medium corpus pilarum (El cuerpo en medio de las columnas), cita que hace referencia a que en su escudo de armas figura medio cuerpo de dragón y a que el escudo del papa que le nombró cardenal, Pío IV, figuraban dos columnas.

Calendario gregoriano

Aunque no existiera otra razón para guardar memoria de Gregorio XIII, la reforma del Calendario Juliano, utilizado desde que Julio César lo instauró en el año 46 a.n.e.., para dar paso al vigente Calendario Gregoriano, al que va ligado su nombre, ha hecho de él un personaje de popular notoriedad. Instaurado el 4 de octubrede 1582, el nuevo calendario vino a solucionar el problema que planteaba el hecho de que el año juliano tenía 11 minutos y 14 segundos más que el año solar lo que había provocado que la diferencia acumulada hiciera que el equinoccio de primavera se adelantara en diez días.

El astrónomo jesuita Cristóbal Clavius usando los cálculos de Metón estableció el calendario Gregoriano.

Gregorio XIII, asesorado por el astrónomo jesuita Christopher Clavius promulgó, el 24 de febrero de 1582, la bula Inter gravísimas en la que establecía que tras el, jueves 4 de octubre de 1582 seguiría el viernes 15 de octubre de 1582.

Con la eliminación de estos diez días desaparecía el desfase con el año solar, y para que no volviera a producirse, se eliminaron en el nuevo calendario tres años bisiestos cada cuatro años.

Política exterior

Dos tradicionales problemas seguían vigentes y ambos tenían que ver con la expansión de sendos poderes ajenos al de la iglesia que él encabezaba: el creciente poderío turco y el no menos activo protestante. Tras la batalla de Lepanto, la Liga Santa sólo se mantuvo durante dos años, descomponiéndose en 1573 lo que supuso que Venecia reanudara sus relaciones comerciales con el imperio otomano, y que España sellará en 1580 una tregua con el sultán para volcarse en los asuntos europeos.

El papa no logró comprometer ni a Francia ni a Alemania en su proyectada expedición contra los turcos, así que no pudo gozar de la satisfacción de su predecesor, Pío V, de ver resplandecer la cruz sobre la media luna.

Noche de San Bartolomé

En Francia, los hugonotes, con Gaspar de Coligny al frente, estaban alcanzando cotas de poder preocupantes para la católica monarquía. La concentración en París de numerosas figuras de este partido político-religioso con motivo de la boda de Enrique de Navarra, el futuro Enrique IV, con Margarita de Valois dio ocasión a la reina madre Catalina de Médicis para ordenar, con la anuencia de Carlos IX, el asesinato de los líderes hugonotes.

La matanza iniciada en París y extendida inmediatamente al resto de las poblaciones galas atrapó desprevenidas e indefensas a sus víctimas, entre las que no escasearon mujeres y niños, de modo que durante la noche del 24 de agosto de 1572, la que ha pasado a la historia como Noche de San Bartolomé, la masacre pudo alcanzar hasta 100.000 sacrificados.

Parece probable que Gregorio XIII no tomase parte directa en el horror, con independencia de la constante financiación por parte vaticana de las guerras religiosas francesas. No obstante, hubo festejos en Roma para celebrar el macabro acontecimiento y se entonó en la Basílica de San Pedro un solemne «Te Deum», la tradicional antífona de acción de gracias al Altísimo cuando éste dispensa a la cristiandad mercedes de gran trascendencia.

El pontífice hizo grabar una medalla conmemorativa que lleva en una cara su propia efigie y en la otra un ángel con la espada desenvainada matando hugonotes bajo el lema «Ugonotiorum strages» (la destrucción de los Hugonotes). Con el mismo título representó Vasari el fausto suceso en uno de sus frescos por encargo del papa.

Inglaterra

Inglaterra fue otro de sus focos de atención, y destronar por cualquier medio a Isabel I una de sus mayores obsesiones. Contra ella utilizó el oro de las arcas de la iglesia, las armas de quien estuvo dispuesto a ofrecerlas y hasta sicarios asalariados por Roma. Todas las tentativas se frustraron.

Juan de Austria fue uno de los comisionados por el papa para llevar a cabo en 1578 una acción militar contra la reina británica; Niccolo Ormanetto, nuncio de su santidad en España, tenía la misión de convencer a Felipe II de que organizase desde Flandes la invasión de Inglaterra o, en su caso, prestase los medios para hacer llegar a Irlanda 2000 soldados reclutados por el papa. Nada de esto se pudo hacer; al final don Juan recibió de Gregorio XIII cincuenta mil escudos de oro y el mandato de intentar liberar a María Estuardo, pero las acuciantes necesidades pecuniarias en las empresas de Flandes le determinaron a desviar aquellos fondos a estas operaciones y la expedición inglesa no se llevó a cabo.

William Allen y otros exiliados ingleses residentes en Roma concibieron invadir Inglaterra con una fuerza militar que mandaría Thomas Stukley, otro compatriota que había luchado en Lepanto, y así se lo propusieron al papa. Éste, que estaba siempre en disposición de aceptar cualquier plan cuya finalidad fuese el derrocamiento de la reina Isabel I y la vuelta de sus súbditos al redil eclesiástico, lo acogió con entusiasmo.

Gregorio XIII quiso involucrar en la empresa a Felipe II por medio de su embajador ante la Santa Sede, Juan de Zúñiga. El rey se mostró asimismo favorable al proyecto. Stukley embarcó en Porto Ercole hacia Irlanda con 800 infantes haciendo escala en Lisboa, donde deberían unírseles otros contingentes; como los refuerzos se hicieron esperar, debió parecerle al aventurero inglés que le sería de más provecho sumarse al rey portugués Sebastián I en sus correrías africanas aunque fuese con abandono de la misión papal, y la proyectada maniobra tampoco tuvo lugar esta vez.

Al año siguiente, en 1579, organizó el pontífice una nueva expedición a Irlanda, en esta ocasión encomendada a James FitzMaurice FitzGerald, que supuso un fracaso más.

En 1583 se urdía en París una maniobra para penetrar en Inglaterra por Escocia; la tramaban el duque de Guisa, el embajador español en Francia y el nuncio apostólico, en unión de exiliados ingleses. El papa Gregorio había prometido una sustancial ayuda financiera de 400.000 ducados de oro, pero no consiguió de momento el respaldo de Felipe II y no se pudo hacer efectivo el plan.

Sólo quedaba por intentar el asesinato de la reina, interés papal que compartían los hermanos Enrique y Carlos, duques de Guisa y Mayenne respectivamente; el complot no tuvo éxito e Isabel I, la reencarnación de la Jezabel bíblica, permaneció en su trono a pesar de todos los intentos de Gregorio XIII por destruirla.

Este fervor por llevar a cabo la empresa de Inglaterra sin reparar en gastos dejó extenuados los cofres del erario vaticano. Había que allegar fondos para la causa buscando nuevas vías de financiación. El papa, en su afán recaudatorio, fijó la atención en los feudos y baronías que la iglesia tenía cedidos a los nobles romañolos y en el escaso provecho que, a su parecer, extraía de aquellos territorios.

Se propuso confiscar aquellos bienes cuyos cesionarios no estuvieran al corriente de los pagos y los que se encontraban en posesión de herederos no legítimos. La aristocracia reaccionó ante lo que interpretó como una declaración de guerra y hubo pillajes, alborotos y verdaderas matanzas. Se creó un clima de desorden en el que proliferaron toda clase de proscritos y forajidos que sembraron la Romaña de cotidianos actos de bandidaje. Gregorio XIII no tuvo capacidad para atajar aquella epidemia ni tiempo para intentarlo, pues moría el 10 de abril de 1585 dejando los estados pontificios en plena turbulencia.

Véase también

Enlaces externos

Fuentes

  • Diccionario Enciclopédico Hispano – Americano
  • Annales Gregorii XIII, 2 vols. (Rome, 1712)
  • PAGI, Breviarium Gestorum Pontificum Romanorum (Antwerp, 1753)