Clemente XI

Clemente XI
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Papa de la Iglesia católica
1700 - 1721
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PredecesorInocencio XII
SucesorInocencio XIII
Información personal
Nombre secularGiovanni Francesco Albani
TítulosGobernador de Rieti y Espoleto, Vicedelegado de Urbino
Nacimiento23 de julio de 1649
Urbino, Bandera de los Estados Papales Estados Papales
Fallecimiento19 de marzo de 1721
Roma, Bandera de Italia Italia

Clemente XI. Papa (1700-1721).Nació en Urbino en 1649, y murió en Roma en 1721. Su nombre secular fue Giovanni Francesco Albani y era de familia noble; estudió bellas letras, teología y Derecho Civil en Urbino.Fue gobernador de Rieti y Espoleto, vicedelegado de Urbino, vicario y juez de la iglesia de san Pedro. Fue pontífice de 1700 a 1721.. Emprendió la lucha contra el jansenismo, cuya teología condenó en su bula Unigenitus (1713). Promulgó varias canonizaciones, organizó la iglesia en las islas Filipinas, compuso el nuevo oficio de san José, inserto en el breviario romano y mandó que la fiesta de la Inmaculada fuera de precepto en toda la iglesia.

Síntesis biográfica

Clemente XI, Papa de noble familia, muy relacionada con los círculos pontificios, se distinguió desde muy joven por sus extensos conocimientos de la cultura clásica. Fue gobernador de Rieti, Sabina y Orbieto, habiendo sido antes, desde los 28 años, prelado de Roma, ocupando el cargo de refendario de las Signaturas; en 1683 fue en Roma, después de cesar como gobernador, consultor de la S. Congr. Consistorial y en 1687 secretario de Breves. Alejandro VIII le elevó a la dignidad cardenalicia en 1690, siendo ordenado sacerdote pocos días antes de reunirse el cónclave que había de elegir al sucesor de Inocencio XII. Su afabilidad y dotes diplomáticas, junto con su indisimulable simpatía a la causa francesa en el panorama internacional del momento, influido por el problema de la sucesión al trono español, concurrieron de forma decisiva a su elección como Pontífice.

Cardenalato y presbiterado

En febrero de 1690 fue designado cardenal diácono de S. Maria in Aquiro, además de abad comendatario del monasterio de abadía de Casamari. Al conocer la noticia de su designación, suplicó en vano al papa Inocencio XII que no la hiciera efectiva. Unos meses después cambió su diaconía por la de S. Adriano al Foro y en septiembre de 1700 optó por el orden presbiterial y el título de S. Silvestro a Capite, pero para ello hubo de ser ordenado sacerdote. En 1695 fue aclamado miembro de la Academia de la Arcadia con el nombre de Alnano Melleo.

Elección Papal

En el cónclave que siguió a la muerte del papa Inocencio XII, fue elegido papa el 23 de noviembre de 1700, es decir, sólo dos meses después de que Albani hubiera accedido al sacerdocio. A pesar de ser el cardenal más votado, por tres veces rechazó la elección, hasta que por fin la aceptó. Puesto que no era obispo, hubo que proceder a su inmediata consagración: ésta tuvo lugar una semana después de su elección, de manos de Emmanuel-Théodose de la Tour d'Auvergne de Bouillon, cardenal obispo de Porto-Santa Rufina y vice-decano del Sacro Colegio Cardenalicio. El 8 de diciembre de 1700 fue coronado en la Patriarcal Basílica Vaticana por el cardenal Benedetto Pamphilii, protodiácono de S. Maria in Via Lata.

Contradicciones con la corte francesa

De la amistad francesa al rompimiento con Felipe V. Tras la adopción de una serie de medidas tendentes a elevar el nivel moral del clero romano y a dotar de mayor eficacia a la burguesía pontificia (legislación contra el absentismo episcopal y sacerdotal, abolición del derecho de asilo, fiscalización de la vida administrativa de las parroquias), su primer acto de gobierno, de gran alcance y relieve, fue el entusiasta reconocimiento de Felipe V como rey de España. El curso posterior de los acontecimientos de la Guerra de Sucesión Española, hizo que el papa Albani se encontrase poco más tarde en una difícil tesitura ante el triunfo de las tropas austriacas en Italia. Muy tirantes ya las relaciones con el Imperio en los últimos años de Leopoldo I, el antagonismo entre la Santa Sede y dicha potencia alcanzó su vértice en la expoliación realizada por las tropas de Eugenio de Saboya en los Estados Pontificios y en la subsiguiente excomunión de aquéllas y su caudillo por Clemente XI, que, en contra de un sector muy calificado de la curia, declaró rotas las hostilidades con el sucesor de Leopoldo, José I (octubre 1708).

El temor de la población romana ante el avance imperial obligó al Papa a rectificar su primera decisión y a reconocer, más tarde, al archiduque Carlos como rey de España; lo que entrañó inmediatamente, por parte de Felipe V la ruptura de relaciones con su antiguo valedor (1709).

Pese a ello, sus contactos con la corte francesa permanecieron, en líneas generales, inalterables, mostrándose en todo momento, decidido partidario de la política religiosa, de signo marcadamente antijansenista, puesta en práctica por Luis XIV en los últimos años de su reinado.

Bula Vineam Domini y Unigenitus Dei Filius

La publicación de la bula Vineam Domini (15 jul. 1705) que restablecía en todo su vigor el formulario de Alejandro VII; la condenación de Quesnel a través del breve Universi Dominici gregis (13 jul. 1708), y, finalmente, la promulgación de la célebre bula Unigenitus Dei Filius (8 sep. 1713), constituyen un índice elocuente de ello.

Pese a su entendimiento ya destacado, con el monarca francés, el papa Albani no logró impedir la difusión de las corrientes episcopalianas en el clero galicano, que tendían a restar del poder papal toda primacía de jurisdicción. Reacio a adoptar una solución de fuerza en el caso francés por temor a un eventual cisma, decidió erradicar dichas doctrinas en los miembros de la Misión de Utrecht, entre los que había tomado a comienzos de siglo una considerable pujanza. La condenación del vicario general, Pierre Codde (1704), aglutinaría en torno a él a la mayor parte del clero misional holandés, dando así comienzo el cisma «de la vieja Iglesia de Utrecht», prolongado hasta nuestros días.

Intervención en la política europea

Al igual que su predecesor Inocencio XII durante el Tratado de Westfalia, se esforzó por hacer oír su voz ante los plenipotenciarios que consagraron en Utrecht un nuevo orden europeo e internacional. Sin embargo, todas sus protestas (críticas a Francia por su reconocimiento de una dinastía protestante en Inglaterra, con el marginamiento consiguiente de los Estuardos; censuras al Imperio por haber otorgado al elector de Prusia el título de rey, etc.), ante la nueva situación internacional no encontrarían ningún eco en las cancillerías.

Por el contrario, la cesión a Saboya de Sicilia marcó el comienzo de una tensa y áspera tradición diplomática entre dicho Estado y el Pontificio a consecuencia, en aquellos momentos, de las pretensiones de Víctor Amadeo II de usufructuar en su provecho el llamado privilegio de la «monarquía siciliana», que excluía toda intervención del Pontífice en la vida eclesiástica de la isla.

Sólo la posterior entrega de Sicilia al emperador Carlos VI puso término a la acalorada disputa en cuyo transcurso el rey de Saboya había adoptado la decisión de extrañar del territorio insular al gran número de sacerdotes que se habían negado a secundar su política antipontificia.

Los ritos chinos

La polémica de los ritos chinos. La postura seguida por Clemente XI. desde los inicios de su pontificado respecto a una de las controversias más famosas de la época, cuyos ecos llenaban todos los ambientes religiosos, la cuestión de los ritos chinos, fue rectilínea, en pos sobre todo de salvaguardar el principio de autoridad. Así, en 1704, el Papa rechazó de forma oficial a los defensores y apologistas de los ritos, al tiempo que un año después enviaba al Imperio manchú al prelado Tomás de Tournon, con la misión de implantar en el clero misional as directrices romanas. Carente de libertad el legado pontificio por impedírselo el emperador Kang-Hi, partidario a ultranza de los jesuitas, los deseos del Papa no alcanzaron las metas deseadas.

En tal fracaso radica la causa principal de la publicación (1715) de la const. Ex illa die, que obligaba formalmente a aceptar la doctrina papal en torno al tema y ordenaba a los defensores de los ritos chinos prestarle juramento de obediencia, lo que suscitó una violenta réplica anticristiana del emperador manchú.

Fiesta de la Inmaculada Concepción

Clemente XI declaró de precepto la fiesta de la Inmaculada Concepción (1708) y también extendió a toda la Iglesia la fiesta del Rosario (1714), reguló la adoración de las cuarenta horas al Santísimo Sacramento (1705) y, en los últimos años de su pontificado, dedicó la mayor parte de su actividad a combatir las corrientes jansenistas que habían vuelto a brotar en Francia a la muerte de Luis XIV.

Oración del papa Clemente XI

Creo, Señor, haz que crea con más firmeza; espero, haz que espere con más confianza; me arrepiento, haz que tenga mayor dolor. Te adoro como primer principio; te deseo como último fin; te alabo como bienhechor perpetuo; te invoco como defensor propicio. Dirígeme con tu sabiduría, átame con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder. Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, para que se dirijan a ti; mis palabras, para que hablen de ti; mis obras, para que sean tuyas, mis contrariedades, para que las lleve por ti. Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que quieras. Señor, te pido que ilumines mi entendimiento, inflames mi voluntad, limpies mi corazón, santifiques mi alma. Que me aparte de mis pasadas iniquidades, rechace las tentaciones futuras, corrija las malas inclinaciones, practique las virtudes necesarias. Concédeme, Dios de bondad, amor a ti, odio a mí, celo por el prójimo y desprecio a lo mundano. Que sepa obedecer a los superiores, ayudar a los inferiores, aconsejar a los amigos y perdonar a los enemigos. Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la bondad, la tibieza con la piedad. Hazme prudente en los consejos, constante en los peligros, paciente en las contrariedades, humilde en la prosperidad. Señor, hazme atento en la oración, sobrio en la comida, constante en el trabajo, firme en los propósitos. Que procure tener inocencia interior, modestia exterior, conversación ejemplar y vida ordenada. Haz que esté atento a dominar mi naturaleza, a fomentar la gracia, servir a tu ley y a obtener la salvación. Que aprenda de ti qué poco es lo terreno, qué grande lo divino, qué breve el tiempo, qué durable lo eterno. Concédeme preparar la muerte, temer el juicio, evitar el infierno y alcanzar el paraíso. Por Cristo nuestro Señor. Amén

Muerte

Clemente XI falleció en Roma el 19 de marzo de 1721, y sus restos fueron sepultados en la tumba de los canónigos situada en el coro de la Patriarcal Basílica Vaticana.

Fuentes